Capítulo uno.
La piel bronceada se enrojeció levemente. Gotitas de sudor recorrían su espalda desnuda y rostro, y además del obvio cansancio, no pareció importarle en nada a Jonghyun. Su animal interior estaba inquieto, el lobo rugía enseñando los filosos dientes y las garras en punta amenazaban con rasgar todo a su paso. Podía sentirlo, claro que podía.
Tiró la toalla, sin molestarse en los reproches de Jinki por no ser lo suficientemente ordenado, y rebuscó en su armario. Al contrario de lo que cualquiera podría pensar, no buscó una camisa para ocultar su expuesto cuerpo; el pecho musculoso y brilloso por el sudor, y los múltiples tatuajes. El viejo amuleto, de un color cobrizo, se extendía sobre la palma de su mano. Ese pequeño artefacto de liderazgo que el anterior Alfa Yunho le había obsequiado.
—Me pregunto…—Su voz áspera y los dientes apretados parecieron ser la señal de que, una vez más, su lobo intentaba liberarse. Guardó el objeto en su lugar antes de que sus garras salieran a la vista, poniéndose de pie. Cerró la puerta de su habitación de un portazo, y corrió escaleras hacia abajo, ignorando los chillidos y grititos felices de los pequeños cachorros, y los comentarios ácidos de Heechul.
—¡Eh, Alfa Jonghyun! ¿Quiere jugar o prefiere correr? —Chanyeol, en toda su enorme estatura blandía su palo de billar, con una sonrisa típica de las suyas. Omitió el hecho de que su Alfa se encontrara en esas fachas, no era tan tonto como para obviar una falta de respeto. De reojo le guiñó un ojo a Kyungsoo, el cual se dedicaba a mandarle sutiles miradas foribundas.
—Luego. Jinki, te ocupas. Saldré a correr. —El lobo estaba a punto, y él intentaba con todas sus fuerzas controlarlo. Se hizo evidente cuando sus colmillos se asomaron, y el frenético asentimiento de su beta le hizo huir hacía el bosque.
Compañero.
El susurro se desvaneció en el aire a medida de que su animal salía a la luz. Esbelto, grande y poderoso, como todo un Alfa. Jonghyun corrió, ansioso de que esa opresión desapareciera y mientras tenía que conformarse cazando. Eso lo aplacaba un poco, pero sin duda estaba allí. Lo sentía tanto que dolía; necesitaba poseerlo y reclamarlo.
Compañero.
Él estaba cerca.
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Los ojos verde pálido le devolvieron la mirada con cierta curiosidad. Kibum alzó una de sus manos, delineando las bolsas oscuras debajo de los mismos. Su pálida piel contraste, lo hacía lucir algo… bueno. No había nada que un poco de maquillaje no pudiese arreglar.
Se apartó del espejo, y suspiró cuando su mirada recayó en su brazo derecho. Pequeñas gotitas de carmín se hacían presentes ante los rasguños que él mismo se había hecho. Y no supo porqué, pero de un momento a otro, el vínculo se hizo más fuerte. Su amado estaba cerca; su compañero.
Negó y contuvo el impulso de ponerse a chillar ahí mismo. Definitivamente no quería que le reprocharan unos de sus ataques de diva.
Taemin interrumpió. Su fina espada a un lado de su cadera, y sus ojos verde pálido brillaron ante el aura de majestuosidad que desprendía su mejor amigo. Él ya estaba enterado de que el compañero de Key estaba cerca, ansioso por conocerlo. Y sintió tan pero tan bien de que su compañero Jeido estuviese tan cerca de la verdadera felicidad.
Los Jeidos eran una especie única. Jeido venía del japonés, y quiere decir Jade. Un punto en común eran sus ojos de verde pálido, y su fascinación por los compañeros, pero… ¿A quién no le gustaría encontrar el verdadero amor? Taemin esperaba caer en los brazos de un fuerte guerrero, para que de ese modo pudiera sentir el cálido abrazo del verdadero amor.
Kibum se apresuró a cubrir sus ojeras con una simple base, y tiró de las mangas para ocultar los arañazos.
—Key…—Taemin hizo un pucherito, e hizo una pose ofendida haciéndole creer a su amigo que no confiaba en él, pero eso no era cierto.
—Vamos bebé, vamos con los chicos. —Tomó su arco y flecha riendo levemente ante la expresión de su bebito. —Tenemos que juntarnos con esa nueva manada.
El pequeño pelirrojo saltó en el lugar, sin importarle la espada que sostenía; decir que estaba emocionado era poco. Una manada de guerreros fuertes, lobos encima. ¿No era eso algo digno de festejar? Tal vez, podría conocerlo. “Basta tontito, basta.” Se reprochó a sí mismo y tomó la mano de su Kibum.
Key era un delicado Jeido. Su fuerte era el arco, y como todos sus compañeros se dedicaba hacer respetar la ley del mundo paranormal. Poniendo en su lugar a shifters, vampiros y demás criaturas, y precisamente lo habían llamado junto con sus compañeros para investigar ciertos misterios que se desencadenaban en el territorio del alfa Kim Jonghyun. Sin embargo, estaba tan nervioso que sus manos sudaban, y él, el lindo Kibum nunca se ponía nervioso ante nada.
Pero… ¿por qué mi corazón late tanto?
Sin más cuestionamientos, se dejó llevar y pronto se encontró en el camino hacia su próximo destino. Con la máscara de indiferencia y la ansiedad por dentro, Kim Kibum no estaba seguro de lo que le esperaba.