Hace 70 años la guerra entre los Leales y los Sayajines explotó en un segundo encuentro, dejando aun más víctimas que el anterior conflicto: hombres, hechiceros y dragones perecieron por igual ante las abrumadoras batallas hasta que nuevamente los más fuertes de cada bando se enfrentaron; por el lado de los Sayajin se encontraba un hombre frío y calculador que solo pensaba en gobernar la tierra entera; por otra parte, se encontraba el guerrero de los Leales, un hombre que se hacía más fuerte a voluntad de su ira y su amor por sus seres queridos. Esta vez los leales se vieron en aprietos cuando su guerrero había perdido toda fuerza y esperanza de ganar y el enemigo se disponía a reclamar la victoria.
Sin embargo la espada del enemigo nunca toco el pecho del guerrero ya que el propio hijo del Sayajin se interpuso entre su espada y el hombre que amaba, su sacrificio logro desencadenar la ira y con ello la fuerza bruta que poseía el guerrero ganando así la guerra; sin embargo, a costa de la persona más preciada para él. Con el corazón destrozado se acerco a su amado a reclamar sus últimos suspiros, sus energías y su aliento en un último beso.
Todo el que se encontrara a su alrededor sentía aquel dolor ajeno como si fuera propio y se acercaron al joven, mostrando y juntando las Esferas del Dragón iluminando levemente la esperanza del guerrero. En cuanto Shen Long se hizo presente supo que aquel que lo había invocado poseía un corazón más puro incluso que el de su antepasado, con cierto dolor, cumplió los deseos que se le pidieron y por todo el planeta, comarca y sus alrededores comenzaron a despertar y reaparecer aquellas personas Leales, dragones e inocentes que habían perecido. Casi al mismo tiempo y por los mismos lugares comenzaron a surgir pequeñas luces del suelo, todas aquellas almas inocentes que tuvieron una muerte más lejana a un año fueron liberadas y con el tiempo se perdieron en el infinito.
Con tristeza, el Dios supo incluso antes de que se le preguntara lo que el guerrero diría al ver que su amado no reaccionaba y dio la única respuesta a ello: “Lo lamento, pero su corazón no es de un leal o un inocente, en sus manos hay sangre de dragón… no puedo hacer nada”, observó como toda persona y dragón se acercaba a la escena, llorando en silencio el sacrificio que ésta vez había cobrado la guerra y de pronto todo dragón presente y aún los que estaban lejanos se reverenciaron ante su Dios y creador, de entre ellos pudo reconocer al único de ojos tan brillantes como el oro que antes ya había visto y escucho su deseo… el deseo de todos aquellos dragones a los que el dolor ajeno de aquel corazón puro había llegado, incluso a los que no estaban presentes.
Entonces, en todo el mundo los viejos, jóvenes e incluso los dragones que aun permanecían en el huevo se convirtieron en luces tan brillantes como las estrellas y rápidamente, estuvieran donde estuvieran, viajaron hasta llegar frente a su creador, uniéndose nuevamente a él a excepción del escarlata que apodado con amor “Aragón” se acerco a su dueño que, al igual que todos los que habían presenciado aquel suceso no entendían nada, lo miraba fijamente, el dragón le hizo una última reverencia a su “amo” y al contrario de los demás él solamente desapareció junto a su luz.
-Escúchame joven guerrero, cada dragón que existía se ha unido nuevamente a mí, ahora mismo tengo la posibilidad de cumplir un deseo más debido a ello pero ya ha sido pedido- entonces el joven comprendió que su dragón se había marchado para siempre y que había deseado algo en su lugar, en ese momento los ojos del Dios Dragón resplandecieron al igual que su pecho, él no sintió dolor alguno al tener aquel resplandor en su pecho; en cambio el cuerpo que se encontraba acurrucado en sus piernas y brazos de la nada comenzó a retorcerse hasta que de su boca salió expulsada una burbuja negra que al flotar lejos se reventó desapareciendo, dejando ver igualmente el resplandor en su pecho.
Ninguno de los presentes entendía que estaba ocurriendo, simplemente miraban con asombro como aquel hombre que se sacrifico abría nuevamente los ojos, sus corazones compartieron la ternura al ver como el guerrero moría de euforia al recuperar a la persona que más amaba en el mundo y tomaba en brazos; entonces ambos guerreros miraron a su Dios y escucharon sus palabras: “Cada dragón que existía sintió junto a mí el dolor de la guerra, en especial el tuyo joven guerrero y no solo eso, también sintieron tu poder y con ello tu corazón el cual es tan puro como el de un dragón. Por ello, se han vuelto a unir a mí, otorgándome la oportunidad de un deseo más, sin embargo éste fue pedido por el que tu llamabas Aragón y su deseo fue que su corazón les perteneciera a ambos, ahora ambos serán jóvenes e inmunes al paso del tiempo, ahora solo pueden morir si se destruyen mutuamente ya que ahora ambos tienen corazón de dragón…”
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-Aquello, para los guerreros significo la inmortalidad ya que nunca se atreverían a dañar a quien más amaban… a quien había sanado su dolor y heridas- le sonrió plenamente al hombre que, con más de 100 años seguía luciendo joven, se acurrucaba en su pecho y escuchaba la historia atentamente a pesar de no ser la primera vez que la escuchaba, lo escucho suspirar y comenzó a revolver sus cabellos en punta con ternura y se giro hasta quedar encima de él uniéndose en un beso que aún con el paso del tiempo seguía sin perder la “magia” y soltó una risilla al escuchar a su pareja.
-Kakarotto algún día voy a matarte si no haces algo con tus ronquidos- tomo el rostro de su avergonzada pareja y nuevamente como cada noche se unió con el por algo más que deseo, la pasión con la que efectuaban aquel acto nunca cambio ni aún con el paso de los años, cada caricia continuaba llenándolos como la primera vez, cada poro de sus cuerpos exhalaban los sentimientos que ambos compartían; cada caricia seguía provocando estremecimientos en ambos cuerpos sudorosos y sellaban aquel acto con sus nombres gemidos al unísono. Ésta vez, como cada invierno, cuando el menor terminaba su ritual en el cuerpo de su amante, el mayor se acurrucaba en sus brazos dándole la cara y fingía dormir.
Como hacía cada vez que terminaban el acto sexual el cerraba los ojos y esperaba a que su amante durmiera para así poder escucharlo libremente, se acomodaba de forma que quedaba acurrucado con su oído encima de su pecho y se deleitaba de aquel sonido rítmico que le hacía estremecer y enloquecer de euforia; aquel “pum, pum… pum, pum…” le recordaba que siempre estarían juntos y sus ojos se cerraban dejando paso a una sonrisa cuando se tocaba el pecho y sentía el unísono de sus latidos… el unísono de sus vidas… el unísono de ellos juntos.
"Corazón de Dragón"