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La paradoja de Teseo por PukitChan

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Notas del fanfic:

Harry pertenece a J.K. y yo distorsiono su historia durante un ratito de diversión, solo eso. Nada de beneficios económicos de esto.

 

Este fic participa en el topic "¡Feliz cumpleaños!" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".

 

Título: La paradoja de Teseo.

 

Resumen: Cuando se han remplazado todas las partes de un barco, ¿sigue siendo el mismo barco?

 

Capítulos: 7 (En proceso~~)

 

Género: Angst/Drama

 

Advertencias: AU/Travel Time (¿?)/Dark!Harry (¿Harry!Sly?)/Slash (ligero). Esta historia contiene un montón de escenas extrañas, una trama enredada, cosas confusas, que podrían causarte un montón de traumas y dolores de cabeza. Si estás listo para eso… ¡Bienvenido! Sino, ¡huye cuanto antes! Dicho está. Sobre advertencia no hay engaño.

Notas del capitulo:

 


 

La paradoja de Teseo

Por:

PukitChan

 

«Si os sentís devastado y deseáis caer en el más profundo de los sueños,

llamadme dos veces y ocuparé vuestro lugar.

Así podréis abandonar la realidad y cambiarla por otra similar.

Si vuestro corazón no es lo suficientemente fuerte para regresar a aquella crueldad, no os preocupéis.

La próxima vez que despertéis, mirad y acercaos a este nuevo mundo.

Si teméis por cometer un error, no os inquietéis, porque esto es un sueño.

Pero cuál lado es más hermoso que el otro

…será vuestra elección».

El amante de Alice

 

Capítulo 1

01 de septiembre de 1995

 

A medida que las hermosas casas veraniegas iban desapareciendo, dejando tras de sí innumerables kilómetros de verdes y solitarios campos, el tren parecía aumentar su velocidad. A Harry aquel paisaje le hubiera impresionado si no estuviera tan aburrido de él y de todo lo que observaba cada vez que abordaba el Expreso de Hogwarts. Además, como si alguno de los profesores se hubiera propuesto a matarlo de hastío, ese año también era prefecto. Y aunque sabía muy bien que eso le ayudaría ante cualquier inesperada situación que pudiera ocurrirle durante los siguientes meses, no se trataba de un cargo que le entusiasmara o interesara particularmente.

—No me estás escuchando.

Harry giró su rostro hacia la derecha, y una leve y falsa sonrisa se formó en sus labios al percatarse de la expresión indignada de Pansy. Si estuvieran en la sala común de Slytherin, Harry la hubiera molestado diciéndole cuántas arrugas le saldrían si seguía frunciendo su frente de esa manera, pero en ese momento no estaban allí, sino en estúpido vagón de los prefectos, así que solo se limitó a acomodarse con cuidado las gafas y murmurar:

—Estabas hablándome de tu tío, y su cargo en el Wizengamont.

Pansy apretó sus labios, convencida de que Harry en verdad no estaba oyendo su conversación, pese a lo importante que era. Sin embargo, no tuvo tiempo para reprochárselo nuevamente, porque en ese instante los últimos prefectos de aquel quinto año hicieron su aparición: los de Gryffindor.

Harry, imitando a los demás, también los miró a causa de su retraso. Al igual que todos los presentes en el vagón, ellos llevaban una placa plateada en el que la letra P estaba tallada. A Harry no le sorprendió descubrir que la prefecta de Gryffindor se trataba de esa chica sabihonda de cabello crespo, que siempre usaba el mismo tonillo monocorde al responder una pregunta con la precisión de un maldito diccionario. El chico, en cambio, sí le impresionó. ¿Por qué habían escogido como prefecto a Dean Thomas? Era un sangre sucia, maldición. Inclusive Longbottom, con toda su estupidez andante, hubiera sido un candidato más viable.

—No puedo creer que alguien los haya escogido —musitó Pansy, sonriéndole sardónica mientras el Premio Anual de Hufflepuff, un tal Michael Algo, anunciaba los deberes que tenían como prefectos, luego de comprobar por tercera vez que estaban reunidos.

—…y la última ronda, antes de llegar a Hogwarts, le corresponde a Slytherin —dijo Michael, mirando en su dirección, por lo que Harry fingió que estaba escuchándolo con atención—. Es común que en ese momento algunos alumnos estén intercambiando objetos que están prohibidos por las reglas. También deben recordarles, sobre todo a los de primer año, que tienen que cambiar su ropa por el uniforme escolar. Por ahora, esas serán sus obligaciones.

Hubo un murmullo general de aceptación mientras Michael continuaba hablando sobre la importancia de ser prefectos, aunque solo fuese la chica de Gryffindor quien estaba prestándole verdadera atención. Los demás, como Harry pudo notar gracias al reflejo del vidrio, estaban más interesados en darles órdenes a otros que en saber quiénes habían sido los más destacados estudiantes de la historia.

No importa de quién se trate, pensó Harry con satisfacción. Al final, todos disfrutan del poder y de lo que pueden hacer con él.

Cuando finalmente Michael decidió terminar aquella reunión, Harry decidió no quedarse en ese vagón. Se incorporó y salió tan pronto como pudo hacerlo, fastidiado por una responsabilidad que él no quería tomar. Sin embargo, en su prisa por huir de ello, terminó chocando con un muchacho pelirrojo más alto que él. Harry, sin dejarse intimidar, lanzó una fría mirada hacia Weasley, quien frunció su ceño y se sonrojó, logrando que sus pecas fueran pequeñas y ridículas lucecitas de Navidad en su rostro. No era necesario humillarlo; el pelirrojo se había avergonzado a sí mismo tan solo con eso.

—Tienes ojos. Deberías usarlos por una vez en tu vida —masculló Harry, continuando su camino porque sabía que Weasley era de un temperamento volátil y él no tenía deseos de inmiscuirse en una absurda pelea. Al pelirrojo lo recordaba de su primer viaje en el tren, pero no habían llegado a intercambiar nada más allá de sus respectivos nombres. La forma en la que ese pelirrojo había mirado la cicatriz de su frente (con la boca abierta y fallando miserablemente en sus intentos de ser discreto), le había recordado a Harry su posición en ese mundo.

«Una leyenda. Alguien a quien no podrán humillar jamás».

Y tenía razón. Su paso por el mundo mágico había causado revuelo y controversias. No obstante, de alguna manera había logrado que las cosas siempre se inclinaran a su favor. Desde el día en el que escuchó aquel monólogo donde le habían dicho la importancia de las familias y el conocimiento de una sociedad escondida por los ojos de aquellos que no lo comprenderían, Harry supo que ese era su lugar. Por fin sabía por qué las piezas del rompecabezas de su vida parecían no encajar: porque durante muchos años había estado ordenando las incorrectas; las que sus tíos le habían forzado a tomar.

Harry detuvo sus pensamientos al mismo tiempo que sus pasos lo hicieron frente a uno de los compartimentos. Dentro, un muchacho leía, con una notoria expresión de aburrimiento, una larga carta que alguien debió mandar junto con la pequeña caja atiborrada de caramelos. En el asiento delantero estaban dos lechuzas en sus respectivas jaulas: una blanca y otra gris que ya habían descubierto su presencia. Harry esbozó una sonrisa antes de entrar, y sin duda debió continuar dibujada en sus labios, porque cuando el otro levantó la vista, lo primero que murmuró fue:

—¿Por fin arrojaste a Pansy del tren?

Potter se rio por lo bajo mientras cerraba la puerta del compartimento. Durante unos segundos, permaneció de pie mirando con atención las facciones del otro. De cabello rubio, casi platinado, con unos ojos grises y esa cara puntiaguda que le daba un eterno porte de altivez, Draco Malfoy era, probablemente, el Slytherin de su curso que más discutía con Pansy. Los temas era irrelevantes; al parecer, lo único que querían demostrar era quién de ellos era el mejor. Para Harry siempre había sido difícil determinar si eran los mejores amigos o los peores enemigos. O tal vez ambos.

—Si hubiera ocurrido una situación así, la víctima sería yo, no ella —murmuró, optando por sentarse a un lado de Draco, pero teniendo mucho cuidado en no aplastar alguno de los dulces que estaban esparcidos por el asiento. Narcissa Malfoy era excelente escogiendo golosinas para su hijo, y él pensaba aprovecharse.

Draco bajó el pergamino. Al parecer, encontraba más interesante imaginarse a Pansy como una psicópata que el contenido de la carta. Una rápida mirada de soslayo, le permitió a Harry leer la pomposa firma de Lucius, el padre de Draco, que sin duda estaba informándole a su hijo los pormenores de los cambios que afectarían, de un modo u otro, a Hogwarts. Ya obtendría más adelante esa información.

—Te arrojaría del tren solo para fastidiarme.

—¿Por qué tengo que morir para fastidiarte? —replicó divertido, tomando al azar uno de los caramelos y llevándolo a su boca. Menta. ¿Por qué los Malfoy adoraban ese sabor?

—Porque, evidentemente, no encontraría otra forma de hacerlo —exclamó, entornando los ojos con tanta gracia, que Harry se sintió tentado de apretarle su nariz para forzarlo a abrir su boca y hundirle uno de los dulces, solo para comprobar si inclusive así continuaba manteniendo esa expresión.

—Mi corazón salta de emoción por saberse tan querido —ironizó, logrando que Draco lo mirara enfadado, casi acusándolo de hacer trampa. Luego, tras unos instantes donde su rabia no pareció surtir efecto, resopló y se inclinó hacia Harry para depositar un breve beso en sus labios, que terminó con el graznido indignado de Hedwig, la lechuza de Harry, ante semejante espectáculo.

—Tu lechuza es demasiado celosa —masculló Draco, cruzándose de brazos y recargándose en el asiento, en una perfecta muestra de un berrinche infantil. Harry ignoró el comentario y comenzó a decirle dónde, de verdad, había abandonado a Pansy: en el vagón de prefectos, rodeada de muchos Hufflepuff. Aquella mención mejoró el humor de Draco, así que Harry continuó indagando en lo que deseaba saber.

—¿Lucius ha mencionado algo interesante?

Draco desvió su mirada hacia la carta, realizando una mueca de la que Blaise se habría reído hasta el final de los tiempos. Aun así, asintió y frunció ligeramente su entrecejo.

—La profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras fue asignada por el Ministerio; es un miembro del Wizengamot. Se llama Dolores Umbrige, pero no tendremos problemas con ella. Fue enviada a Hogwarts para desacreditar a Dumbledore.

Harry asintió, pensativo. Sabía que existían muchos rumores corriendo alrededor del regreso de Voldemort, propiciados en su mayoría por el director, pero ninguno de ellos se acercaba a la realidad ni a lo que Harry había descubierto aquella noche, en el cementerio donde los huesos de Tom Riddle descansaban.

—Si de esta forma consigo que Dumbledore aleje sus ojos de mí, entonces le daré la mejor de las bienvenidas a nuestra nueva profesora.

El resto del viaje continuó de esa manera. Gregory y Vincent aparecieron en el compartimiento atraídos por la regordeta bruja del carrito de los dulces, y más tarde, Millicent y una muy molesta Pansy llegaron allí. Al parecer, Pansy había pedido los suficientes refuerzos para obligar a Harry a cumplir sus deberes como prefecto, no porque a ella le interesara, sino porque se trataba de una venganza contra él por haberla abandonado; su orgullo no lo perdonaría fácilmente. A regañadientes, Harry aceptó cumplir con ello, aunque perdió algunos minutos más al cambiarse su ropa por el uniforme de la escuela, sonriendo de lado cuando Draco se acercó y acomodó su corbata de Slytherin en un acto que se había vuelto un hábito luego de tantos años.

—Espero que el sombrero seleccionador se ahorre su canción este año —murmuró sin mirarlo, demasiado concentrado en doblar y acomodar la tela—. Necesito dormir.

Pero, para desgracia de Draco, una vez que estuvieron dentro del castillo, el sombrero recitó una canción tan larga que Harry prefirió observar a los profesores presentes. No tardó demasiado en deducir quién era Dolores Umbridge y supuso, por su fea cara, la sonrisa fingida y los horrendos colores de su ropa, que era una de esas personas que no vacilaban cuando se trataba de dañar a alguien. Sin embargo, cuando ella interrumpió al director para dar un discurso aburrido, Harry la ignoró y recordó las imágenes de los caballos que había visto esa noche al abordar los carruajes. Y aunque estaba seguro de que no se trataban de alucinaciones, prefería no comentarlo hasta que tuviera una base firme sobre la cual colocarse.

—Parece que realmente quieren retirar a Dumbledore este año —murmuró una voz a su lado. Harry volteó hacia Theodore Nott, quien parecía ser el único que estaba prestándole atención al discurso de Umbridge, porque Draco estaba conteniendo un bostezo mientras que Blaise, enfrente de ellos, no paraba de intercambiar palabras con Daphne.

—No creo que su renuncia afecte a tantos como creen —replicó Harry. Theo y él nunca habían sido cercanos; en realidad, se podría decir que la única conexión que tenían era gracias a Draco, pero eso no le impedía hablar con él. Si existía alguien con quien podías mantener una conversación inteligente, ese era Nott.

—¿Tú crees eso, Harry? —cuestionó mirándolo, aunque sus ojos al igual que su rostro, no expresaran nada más que absoluta neutralidad—. Es interesante la opinión que tienes de alguien que, a pesar de tus decisiones, te ha ayudado.

—Simple interés —contestó desdeñosamente. Theo permaneció en silencio durante unos instantes, como si quisiera agregar algo, pero al final decidió girar su rostro hacia la mesa de los profesores. Mirándolo de reojo, Harry pensó en cuán feliz hubiera sido si la insignia de prefecto hubiera caído en las manos de Theo; al menos así se habría evitado el rencor de Pansy y la absurda responsabilidad de guiar a los de primero a la sala común de Slytherin. A Harry, por supuesto, le agradaba el poder y mandar a otros, pero él sabía que estaba destinado para algo más grande que una absurda placa de prefecto.

Los primeros días de su quinto año en Hogwarts transcurrieron sin grandes sobresaltos. Las clases eran tan aburridas como las recordaba, pero la presencia de Dolores hacía que las cosas fuesen un poco más interesantes. La mujer se había acercado a Harry y Draco la tercera mañana del curso con una evidente falta de casualidad, y les sonrió con algo que pretendía ser ternura.

—He escuchado mucho de ustedes, señores Potter y Malfoy —musitó, entrelazando sus manos sobre su gran estómago rosado—. Y estoy ansiosa por tenerlos como estudiantes en mi clase.

Harry no se inmutó. Había visto el actuar de esa profesora lo suficiente para entender a qué se refería: no solo estaba poniendo a prueba las palabras de Dumbledore, sino que estaba allí también para vigilarlo; para descubrir si algún día se convertiría en una amenaza para el Ministerio de Magia. Y por supuesto que sí era alguien peligroso. Harry sonrió con la misma falsedad que la profesora y contestó, antes de que Draco entornara los ojos por el tono de voz de aquella exasperante y ridícula mujer.

—Y nosotros de estudiar con usted. El padre de Draco cree fervientemente en la importancia del progreso en Hogwarts. Sus ideas no son tan diferentes a las del Ministerio, profesora.

—Además, no se trata solo de mi padre —corroboró el rubio con suficiencia—. Muchas familias con las que nos relacionamos, nos apoyan completamente. Harry, ¿dijiste que el tío de Pansy Parkinson quiere aumentar los castigos hacia los que pretenden ser como nosotros?

La bruja entrecerró sus ojos y la sonrisa de sus labios se desvaneció. Aun así, Harry pensó que probablemente esa era la expresión más sincera que había visto reflejándose en ella, por lo que terminó asintiendo sin apartar su mirada.

—Tal vez encuentre interesantes las ideas del señor Parkinson, profesora —dijo, afilando sus palabras mientras colocaba su mano en la espalda de Draco, para indicarle que debían continuar con su camino—. Si nos disculpa, tenemos clase con el profesor Snape, y no le gusta que lleguemos tarde.

Dignos, ambos retomaron su caminata hacia las mazmorras. Draco le sonrió de lado, orgulloso de su actitud cuando ambos se abrieron paso en el salón, donde la mayoría de los Gryffindor con quienes compartían clase ya estaban sentados. Harry y Draco caminaron hacia el asiento delantero que nadie solía tomar porque era el más cercano a Snape. Harry se aseguró que Longbottom estuviera en el último asiento a lado de Weasley, para no tener que presenciar ninguna tragedia con algún caldero. Si bien él no era uno de los mejores alumnos de la clase, la presencia de Draco a su lado solía encubrirlo. Además, Snape siempre fingía ignorarlos cuando el rubio le ayudaba a cortar los ingredientes.

—Si fuese de Gryffindor, me odiaría más de lo que ya lo hace —masculló Harry, buscando su libro de pócimas. A su lado, Draco resopló, cansado de escuchar la misma perorata cada clase.

—Si te odia lo disimula bastante bien —contestó, mirando al interior de su caldero, solo para asegurarse de que este no tuviera algún ingrediente olvidado—. Y no hables de ti mismo siendo un Gryffindor, el solo pensarlo me da asco.

Pero él estaba seguro de que Snape, de alguna manera, lo odiaba. Harry prefería que lo odiaran y expresaran abiertamente, a escuchar los insultos a medias sobre su padre («Eres aún peor que él») y las miradas que se debatían entre la rabia, la decepción y la incredulidad. Era como si Snape hubiera estado esperando de él otra cosa, algo… algo que lo hiciera diferente de alguna forma, como si estuviera gruñendo porque Harry manifestara un rasgo en su personalidad que no poseía.

¿Si él hubiera sido miembro de Gryffindor, como su padre, las cosas hubiesen sido de manera distinta?

Menuda estupidez, pensó, jamás me habría sentido cómodo actuando como uno de ellos. Ni siendo amigo de uno de ellos.

Aun así, aquel pensamiento se instaló en su mente, en un rincón detrás de sus sueños muertos.

 

*

 

Su ronda nocturna había sido innecesariamente larga. Harry de verdad tenía que reconsiderar eso de fastidiar a Pansy, porque se trataba de una mujer sumamente vengativa. Durante dos horas, ella se dedicó a hacerlo caminar por los pasillos más extraños del castillo mientras hablaba sobre cualquier tema que le pareciera absurdo y poco interesante. Harry se vio obligado a prestarle atención, porque sabía que si no lo hacía, ella continuaría molestándolo de esa manera durante todo el curso. Y él no tenía tanta paciencia. En realidad, ni siquiera tenía paciencia.

Potter se hundió en su sillón favorito en la sala común de Slytherin, escuchando el fuego crepitar mientras el calamar gigante decidía dormir cerca de ellos. A esas horas el lugar estaba vacío, así que vagamente se preguntó si Draco aún estaría despierto. Bueno, daba lo mismo. Si no lo estaba, él lo obligaría a levantarse, porque esa noche se sentía tan frustrado que necesitaba algo más que desquitar su rabia contra la almohada. Además, Draco no se quejaría de ello. Habían pasado todas las vacaciones sin verse, y estaba seguro de que él también querría divertirse esa noche.

Animado por la idea, Harry se incorporó tan rápido que sintió un ligero piquete en su pierna. No recordaba que traía el trozo de un espejo envuelto en una tela verde hasta que lo extrajo del bolsillo de su túnica.

Sirius. Su padrino le había obsequiado aquel objeto, aunque no entendía para qué. En su opinión, era una peligrosa arma, y él le habría encontrado otra utilidad si tuviera ambos trozos. Su padrino estaba vivo, ¿no? ¿Qué más quería entonces?

Harry cerró sus dedos alrededor del espejo y se contempló. Sin embargo, por un instante, no reconoció su propio reflejo: tenía el mismo cabello, la misma piel y hasta la ridícula cicatriz en su frente, pero parecía alguien completamente distinto. El Harry que lo estaba observando, con unos ojos verdes más cálidos y atormentados, parecían ser diferentes a los que esa mañana había visto reflejado en las pupilas de Draco. Cerró los ojos, intentando decirse que era probablemente un efecto del cansancio, pero al volver a abrirlos, se encontró con la sorpresa de que su reflejo ya no imitaba sus actos: había comenzado a actuar por su propia cuenta, moviéndose, frunciendo su ceño y hasta luciendo tan sorprendido como él, pero siendo distinto. Luego, el reflejo de una sala común con adornos rojos y dorados le hizo soltar el espejo y mirar hacia atrás, buscando desesperadamente una explicación a ello. Estaba en la sala común de Slytherin, no tenía por qué haber nada de Gryffindor allí, y aun así…

Inspiró hondo. ¿Qué idioteces estaba pensando? ¿De verdad se había asustado por una maldita imagen? Probablemente solo se trataba de su padrino y su estúpido sentido del humor….

Harry se agachó y sujetó una vez más el espejo, y entonces, durante un instante, se contempló usando la corbata de Gryffindor como si fuera lo más normal del mundo.

—Harry Potter… —murmuró.

Luego, oscuridad.

—Harry. ¡Harry! ¡Despierta, maldición, o llegaremos tarde!

El aludido gruñó. Había tenido un sueño extraño y él lo detestaba, porque solía ponerlo de mal humor. Además, ¿a dónde llegarían tarde? ¡Era media noche, por favor! ¿Se trataba de otra de las venganzas de Pansy?

—¡¿Qué quieres?! —gritó, con la voz enronquecida. Abrió los ojos y maldijo al que hubiera lanzado un maldito lumos, porque en Slytherin nunca llegaba la luz con tanta fuerza. Sin embargo, antes de hechizar a Crabbe o a Goyle (seguramente habían sido esos idiotas), su cuerpo se paralizó cuando descubrió la mano gruesa de un muchacho pelirrojo y pecoso apoyada en su hombro. ¿Era Ron Weasley? ¿Qué demonios hacía Weasley allí, mirándolo como idiota?

—¿Estás bien, compañero? —preguntó con la voz pausada, para después añadir débilmente al mismo tiempo que palidecía—: Dime que no fue Quién-tú-sabes otra vez…

Pero Harry no comprendía que tenía que ver Voldemort en medio de esa extraña situación. Lo único que quería saber era una cosa, una maldita cosa.

—¿Dónde estoy?

El pecoso frunció aún más su ceño.

—¿Dónde más, Harry? En la torre de Gryffindor, por supuesto.

—¿Qué…?

—¿Harry, te sientes bien?

—Yo… yo soy de Slytherin.

¿Cómo sería si él, un completo Slytherin, hubiera terminado en Gryffindor?

¿Las cosas en verdad serían diferentes?

Notas finales:

Sobre la historia: ¡Hola a los lectores que decidan acompañarme en esta historia! Es un lío, está confusa, y hasta las advertencias me confunden a mí misma, JAJAJAJAJAJA. Pero espero que disfruten del ratito de lectura. Habrá slash ligero, y lo digo desde este momento para que no se me decepcionen si se animan a leer y no nos encontramos con escenas salvajes de Draco y Harry xD. ¡Gracias si, pese a este, deciden acompañarme por acá! :D ¡Abrazos!

¡Muchas gracias por leer y más gracias si les nace un review para la historia!

¡Saludos, de parte de la escritora perdida, PukitChan!


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