Asuka despertó tan pronto su despertador comenzó a sonar, exactamente a las seis en punto.
Apagó el aparato con presteza y se cambió lo más rápido que pudo, quizá más por costumbre que por otra cosa. Antes tenía que hacerlo muy seguido, porque le gustaba alcanzar a los pocos minutos que podía tener de un desayuno en familia antes de que su padre tuviera que salir a trabajar.
Ahora no era algo de lo que tuviera que preocuparse. Se dijo mentalmente, como si fuera una especie de petición para que no peinara su cabello tan rápido.
Igualmente se encontró con que había terminado su pequeña rutina en el mismo tiempo que antes, y sin tener reales ganas de esperar en su habitación sin hacer nada, decidió bajar hacia el comedor.
El aroma del café recién hecho siempre era fuerte. Pero particularmente en las mañanas Asuka podía encontrar que este llenaba toda la casa, siendo acompañado a veces por el de panqueques recién horneados, dependiendo del humor de su progenitor.
Esta mañana, estaba presente.
Aunque Asuka creía que tenía mucho que ver con el hecho de que Fubuki se iba a quedar con ellos todo el fin de semana, a su hermano siempre le había gustado escabullirse a la cocina en la mitad del día para recalentar alguno y comerlo creyendo que nadie lo sabía.
Obviamente todos en casa estaban enterados, especialmente su padre.
Entró con paso raudo, la mesa era gigante. Demasiado incluso cuando todos ellos habían estado completos. Y, aunque a su padre le gustaba que usaran asientos algo separados, porque creía que era mucho más cómodo y tenían más libertad para comer, su papá siempre les había incitado a que se sentaran lo más cerca que pudieran a la cabeza de la casa.
Ahora que sólo eran ellos dos, su padre ya no hacía una cara graciosa cuando ella arrimaba su silla hacia él.
—Padre, buenos días
Seto Kaiba no era lo que uno llamara un hombre expresivo. No lo había sido en su adolescencia, y tampoco lo era ahora –a menos que fuera para puntuar particularmente lo patético que alguien le parecía, o cuando jugaba duelo de mounstros.
Pero lo que Seto Kaiba tampoco hacía, era medrar en sus esfuerzos por hacer a su hija feliz.
Con una pequeña sonrisa en los labios devolvió el saludo, antes de llevarse la taza a los labios nuevamente para dar un larguísimo trago de café.
— ¿Hoy tienes clases, verdad?—preguntó dejando la taza a un lado, tomando el periódico matutino y pasando los ojos rápidamente por los primeros artículos.
Él conocía perfectamente el horario de su hija, pero un poco de charla en las mañanas nunca estaba de más. Vio a Asuka detener su tenedor a medio camino a su boca, para luego de medio segundo asentir con una pequeña sonrisa.
—Ahá —asintió, antes de llevarse el trozo de comida y engullirlo lentamente. Kaiba sonrió complacido, Asuka era una señorita muy bien educada—Fubuki y yo decidimos que iríamos juntos.
Como antes, pensó Asuka mientras picaba un nuevo pedazo de su plato que había sido servido ceremoniosa y perfectamente por una de las maid que trabajaba en la mansión.
Extrañaba un poco el desorden que solía tener su plato en las mañanas.
Seto sólo sintió que su ceja derecha se ponía tensa por un segundo más que lo estrictamente necesario. No había manera de que Fubuki llegara solo hasta allí, al menos no a esa hora de la mañana.
—Entiendo.
Asuka le miró de reojo por un momento, mientras tomaba del vaso de jugo recién exprimido. Parecía que quería decir algo, pero Seto no tuvo tiempo de intentar sacarle nada a su hija, pues una maid se presentó por una de las puertas, luciendo parcialmente incómoda.
Y sí, aun cuando ellas hacían todo lo posible por mantener expresiones parcas e inamovibles, Seto podía jactarse de notar cuando los miembros de su staff parecían ocultar algo. Era muy útil.
—Señor, el joven Fubuki está en la puerta.
Pudo notar que había una pequeña chispa que saltó en los ojos castaños de Asuka, quien rápidamente giró su rostro hacia él, como pidiéndole permiso. Seto contó hasta cinco en su mente, antes de asentir, como muda respuesta.
Asuka dejó el salón y Seto se puso de pie, agradeciendo brevemente y siguiendo el camino que había tomado su hija. La maid sólo asintió antes de volver hacia la cocina.
Seto tomó aire, como preparándose mentalmente para lo que sabía que venía. Porque si Fubuki estaba allí, significaba que Katsuya también. El nombre de su ex esposo era un tabu no hablado que todo el mundo en esa casa de alguna manera entendía. Si no fuera por Asuka, dudaba que el tema se tocara siquiera.
Mokuba quizá, era el único que parecía aún intentar traer el tema a colación. Que se encontrara de viaje en ese momento sólo era una manera de quitarle ese constante estrés al CEO de KC.
Podía escuchar la voz de Asuka llegar como un murmullo desde la puerta, pero poco tiempo tuvo de intentar descifrar qué podía estar diciendo, porque pronto se vieron opacados por la voz mucho más fuerte de Katsuya, que al parecer había dicho algo que había hecho reír a su hija.
Cuando su campo de visión fue más claro, pudo notar que Fubuki ya estaba al lado de su hermana, con una pequeña maleta en la mano. Katsuya parecía decirles algo ceremoniosamente al par de hermanos. Seto no tenía interés en entender qué tanto podría estar diciendo el otro muchacho, para ser sincero hacía un tiempo que su cerebro parecía tener un apagado automático cuando él comenzaba a hablar.
Lo hacía todo más fácil.
—Fubuki—saludó, llamando la atención de todos los presentes allí. Su hijo le sonrió, de esa manera tan brillante que tan sólo alguien como Fubuki podría llegar a alcanzar. Hu, pensando en la personalidad de su hijo no era realmente extraño que él también hubiera querido unirse para las clases de canto en las que Asuka había estado tan interesada meses atrás. Era bueno, que ellos hicieran cosas como hermanos—Katsuya.
Porque no podía llamarle Jonouchi nuevamente, después de todo no había dejado su apellido aún después del divorcio. Lo más probable era que para evitar todo el papeleo que eso supondría, además de la tarifa extra que se hubiera tenido que pagar.
Muy típido de Katsuya, evitando las cosas innecesarias.
—Padre—Fubuki saludó mientras avanzaba, dejando de lado la maleta, estirando los brazos y embargando a Seto en un abrazo apretado.
Katsuya quiso morderse los labios, porque sentía la necesidad de susurrarle “tienes que presionar de vuelta” al poco competente emocionalmente de su marido. Sólo que Seto ya no era su marido, y él realmente no tenía potestad para decirle cómo se comportaba o no junto a ellos.
—Seto—finalmente respondió, mientras dejaba que sus brazos descansaran cruzados sobre su pecho, en un gesto defensivo inconsciente—Volveré por Fubuki el domingo en la noche.
No era necesario que lo dijera, porque sabía que si había alguien que había memorizado al pie de la letra las horas de visita y demases, este tenía que ser Kaiba.
Pero aun así se encontró diciéndolo, y aun así Seto se encontró asintiendo.
Katsuya devolvió el gesto, sintiéndose un momento fuera de lugar. Las despedidas, no eran lo suyo. Pero finalmente decidió por agacharse, y envolver a su hija en un fuerte abrazo, Fubuki no tardó en unírseles, y ahora era un muy pobre abrazo de grupo. Siendo Katsuya quien más presionaba y sus hijos haciendo muecas de gracia intentando aguantar el fuerte agarre de su papá.
—Asuka, cada día luces más bella—frunció un poco la nariz—Aún con ese corte tan recto—Que había sido idea de Seto, de cualquier manera. Sonrió—Nos vemos.
Se levantó y tras hacer un pequeño signo de despedida se alejó por donde había venido, girando un poco el rostro y agitando la mano, para recibir el mismo signo por parte de Asuka y Fubuki.
Sólo cuando la figura de Katsuya hubiera estado fuera de vista, pasando ya por la gigantesca reja de la puerta principal, Seto se permitió respirar de nuevo.