SCAMBIO
(It. Intercambio)
La economía en términos de placer, no es de mí gusto.
Giacomo Casanova.
Para AphroditePiscium
Y si hubiese podido… lo habría hecho… ¡Claro que sí! ¡Por Zeus Padre! La cuestión fue que el muy mustio tuvo el buen tino de defenderse, de indignarse.
Shura siempre había sido así. Quizás por su piel tan prístina y el cabello color ónix, aquel aspecto feérico era más demoledor… daba igual… el caso es que aquel Manolete de mierda se le había resistido, a pesar del opio que se había fumado, porque era más que obvio. Cuando lo encontró caminando por un callejón, aledaño a los fumaderos de opio, supo que era su oportunidad.
Pero se equivocó.
Y ahora Drake Maccione, alias Death Mask, estaba hecho un lío, con el cabello revuelto, la boca sangrante y pedazos de ropa agarrados de su cuerpo, finamente cortados en julianas, cortesía de Shura.
Un último trago a la cerveza que tenía delante, un trago profundo que le quemó el esófago.
—Figlio di puttana… —farfulló temblando de rabia.
Y de pronto entre su malestar y su mucha frustración, el olor dulzón le inundó las fosas nasales… groseramente, de manera invasiva…
—Sal de una puta vez, me cabrea que te escondas por los rincones como ramera golpeada…
—¡Pero qué recibimiento! ¿Esa es la manera de tratar a un camarada, a un amigo?
—¿Qué quieres? —Escupió sin siquiera mirarlo, esta vez no se entretuvo en el cabello que parecía acariciar su cuerpo, ni tampoco en esas piernas de miedo, ni en ese culo que le encantaba, por fuerza de ser tan voluntarioso.
No le contestó, Afrodita no le dijo nada, guardó silencio, sus ojos brillaron con malicia, como en esas pinturas tenebristas que eran tan demoniacas y tan sacras a la vez, en sus labios media sonrisa se dibujó…
Había sido una noche de descubrimientos. Se preguntaba si los demás también sabían que Saga… en fin, suponía que no, todos eran un atado de imbéciles. Y ahora… el rústico italiano ahí, abandonado, vulnerable, cabreado… por su aspecto deducía que había intentado empinarse a Shura, ¿quién si no?
Fracaso total, el pobre hombre tan preso de sus deseos, los más bajos, era para dar miseria.
A él no le daba miseria, bueno, la verdad es que sí.
Se acercó, tocó su hombro, pero Drake lo repelió, como si quemara, el Arconte de Piscis se rio abiertamente, se burló. Ya sabía lo que seguía: él iba a intentar tocarlo otra vez y el matón italiano tiraría de su muñeca, luego lo arrojaría al piso, a la mesa, al sillón, después le desgarraría la ropa… él percibiría ese olor tan peculiar de Drake, el del sudor aderezado de adrenalina, el de cerveza y tabaco corriente… olía a pobre… olía a lo que huelen las clases más bajas, los campesinos quizás.
Y eso a él… le volvería loco, le excitaba, saber que estaba haciendo una especie de servicio social, alguien de su clase con aquel pueblerino… se le antojaba bucólico.
Volvió a reír cuando la espalda le dolió al caer de lleno en las baldosas del templo de Cáncer…
FIN