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Memorias olvidadas por Arawn87

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Notas del fanfic:

Regreso con un segundo largometraje, mucho más extenso que el anterior. Por este motivo, los primeros capítulos son más que nada introductorios, después comienza el mayor desarrollo de la trama.

Esta vez intento abordar la relación entre mi querido Afrodita y Saga de Géminis. Como este último también es un personaje complejo tuve que echar a volar muchísimo mi imaginación, una cosa llegvó a la otra, y a la otra, y al final resultó este nuevo experimento.

Aún no sé como agregar a más de un personaje, pero participan varios dorados y algunos originales.

Saint Seiya no me pertenece, es propiedad de Masami Kurumada y los respectivos estudios de animación. 

Sín más preámbulos, espero que les guste.

 

Notas del capitulo:

Los dejo con el primer capítulo. 

Cap. 1: El primer año.


Era una mañana de otoño común a mediados de octubre, con un clima fresco acompañado de una suave brisa, pero para un habitante del Santuario algo la hacía diferente. Ese día se cumplía un año desde que volvieron a la vida, un año entero desde que Atenea recibió el permiso de sus pares para liberarlos de aquel castigo de piedra. Los 12 Santos de Oro más el Patriarca Shion recibieron el perdón divino y se les concedió una nueva oportunidad de vivir, aún no tenían certeza de cómo su Diosa lo había conseguido, solo sabían que le estarían eternamente agradecidos.


Saga de Géminis se encontraba sentado en las gradas del Coliseo, había terminado el entrenamiento de ese día y todos sus compañeros ya se habían retirado, solo quedaba él. El Patriarca había insistido en que estar en periodo de paz no era sinónimo de descuidar sus habilidades de combate, y con Dohko ausente le correspondía a él como el mayor de su generación encargarse de dirigir a los demás Santos en sus prácticas diarias.


Cuando terminan los entrenamiento normalmente se va con Aioros, pero ese día quiso quedarse un rato más. Aún se sorprendía de que le hubiesen perdonado después de todo lo que hizo durante los trece años en que tomó control de la Orden y el Santuario, no podía evitar sentir un resto de culpa por todo lo sucedido desde que Arles se apoderó de su cuerpo. Agradecía que ninguno de sus compañeros le reprochara, realmente lo apreciaba, pero aún así sentía que quedaba algo por resolver de su pasado y ese “algo” le impedía enfocarse completamente en el porvenir. Cuando recién volvieron, de aquel periodo oscuro solo recordaba con claridad los primeros sucesos, es decir, su rabia al haber sido rechazado como futuro Patriarca y el posterior asesinato de Shion. También recordaba haber intentado matar a Atenea y ordenar a Shura la cacería de Aioros. Después de aquello todo se volvía borroso, fueron varios meses de vivir con demasiadas lagunas mentales. Pero ahora, tras cumplirse un año de haber vuelto a la vida, había recuperado gran parte de sus recuerdos, ninguno era muy alentador, pero estaba feliz de que hubiese quedado en el pasado. Sin embargo, sabía que aún quedaba algo importante en el olvido y que necesitaba recuperar para lograr vivir tranquilo.


Durante los primeros meses tras su resurrección él y sus compañeros se dedicaron a reconstruir el Santuario y volver a poner en funcionamiento la Orden. También comenzaron la búsqueda de aprendices para las armaduras vacantes, fueron períodos muy atareados.


No iba a decir ue fue fácil, todo lo contrario, sus compañeros tuvieron que aprender a trabajar juntos y dejar definitivamente de lado sus diferencia, pero al final lo consiguieron, después de todo la mayoría mantuvo un trato de amistad cuando eran niños y decidieron que intentarían retomar las relaciones desde ese punto para forjar algo más fuerte, dejando a tras la época oscura. Personalmente, él se dio tiempo de aclarar las cosas con las personas a quienes más había lastimado, comenzando por Atenea, el Patriarca Shion y Aioros, luego vino el turno de Aioria y Shura; pronto descubrió que ninguno le guardaba rencor y de han ido construyendo una relación de hermandad como la que siempre debieron tener.


Por decreto de Atenea, todos los Santos regularizaron su situación legal en el mundo exterior, para que pudiesen trasladarse sin problemas de un lugar a otro como cualquier civil. Fueron varios meses de papeleo, pero al final consiguieron volver a existir en el mundo. Algunos aprovecharon de visitar sus tierras de origen con un entusiasmo casi infantil. Otro caso fue más allá, hace poco supieron que Piscis había obtenido licencia de conducir en Atenas y eso a su vez los llevó a enterarse de que era el único en la Orden Dorada que había finalizado su educación formal. Esto último fue lo que causó más impacto, ya que para nadie era desconocido que en su “edad escolar” Afrodita se desempeñaba como principal asesino del Santuario, entonces ¿en qué momento se dedicó a estudiar? Y más aún ¿para qué?, eso era algo que ni su amigo Death Mask sabía, pero Afrodita no dio explicaciones y los otros tampoco se las pidieron, no por falta de interés, sino por miedo a la reacción del pisciano, quien era conocido por detestar que se metan en sus asuntos.


Además de lo anterior, y nuevamente por mediación de su Diosa, hacía cinco meses que su hermano Kanon recibió el perdón divino y volvió a la vida. A cambio Atenea tuvo que liberar a Poseidón de la vasija, cosa que no le gustó en un principio, pero el Dios del Mar había apaciguado su ira y por su colaboración en la guerra contra Hades decidieron terminar con las antiguas rencillas. Ambos dioses firmaron un “Tratado de Paz y Amistad” comprometiéndose a no volver a invadir el espacio del otro. Los generales marinos fallecidos también fueron revividos y su hermano se unió a ellos en la reconstrucción del Santuario Submarino, pues reparar el daño causado durante su periodo de locura fue la condición exigida para dejarle volver. Kanon aceptó sin discutir, recuperó su puesto como el “Dragón del Mar” y en eso se entretenía desde entonces.


Tras meditar en lo pasado hasta el momento, Saga pensó que todo marchaba muy bien: la Orden estaba en funcionamiento, el Santuario reconstruido, las relaciones entre sus compañeros mejor que nunca, su hermano finalmente viviendo en paz. Entonces ¿qué era esta sensación de que algo faltaba? Por más que pensaba no podía llegar a una conclusión.


El gemelo suspiró, realmente deseaba poder recordar ese pasaje perdido, sentía que ahí estaba la respuesta a sus inquietudes. Aún le llegaban algunos recuerdos mientras dormía, eran imágenes donde se veía a sí mismo bajo el control de Arles dando órdenes a los Santos o bañándose solo en los aposentos privados del Templo Principal, pero hasta el momento nada que le ayudara a esclarecer sus dudas. Se levantó de las gradas y se dirigió a paso lento rumbo a su Templo, se había quedado más de una hora divagando.


Faltando poco para llegar a Aries divisó una grácil figura bajando las escalinatas a paso acelerado. Reconoció de inmediato a su compañero de Piscis, vestía de manera casual pero aún así se veía elegante, un efecto que en su opinión solo ese hombre podía conseguir. Saga pensó que se dirigía a Rodorio como muchas otras veces en que desaparecía el día entero tras los entrenamientos, nadie sabía qué era lo que iba a hacer al pueblo pero él sospechaba que los bares eran un destino frecuente en el menor. Debía admitir que su comportamiento le descolocaba, sin embargo no tenía suficiente confianza con él para preguntar directamente. Aún así se encontró a sí mismo deteniendo su andar.


-  ¡¡Afrodita!! –le llamó en voz alta. El otro detuvo su paso y esperó a que se acercara- ¿De nuevo a Rodorio?


-   Voy a dar una vuelta –respondió con tranquilidad.


-   Vas a dar muchas vueltas últimamente ¿va todo bien?


-  Claro, solo me gusta salir y disfrutar del pueblo –esbozó una pequeña sonrisa conciliadora que no alcanzó a convencer a alguien tan perspicaz como Saga- El Patriarca nos ha autorizado a salir siempre que no afecte con nuestras obligaciones, y hasta el momento no lo ha hecho…


-   No pretendo prohibir que salgas Afrodita, por primera vez somos libres de hacerlo… solo trata de ser prudente –aconsejó el mayor- en el pueblo hay demasiadas…tentaciones… y nosotros seguimos siendo Santos de Atenea, por tanto debemos cuidar la imagen de la Orden.


-   Descuida, no haré nada que nos deje en vergüenza- dijo con intenciones de seguir su camino.


-  Bien, ve tranquilo… pero no regreses demasiado tarde, mañana también hay entrenamiento y debemos estar en las mejores condiciones para ello.


-  Si señor –dijo el pisciano haciendo una mueca de fastidio. Luego retomó su andar sin mirar atrás. Saga se quedó viéndolo con algo de molestia… “¿si señor?”, claramente el sueco se estaba burlando de él.


De todos sus compañeros, el último guardián era quien representaba un mayor misterio. Saga recordaba que habían sido cercanos cuando Afrodita era niño, después de todo fue él quien lo trajo desde Suecia para convertirse en el futuro Santo de Piscis, lo apoyó con su entrenamiento tanto como pudo. En ese entonces él y Aioros eran los únicos Santos de Oro en el Santuario. Por otro lado, Afrodita junto con Shura y Death Mask eran los únicos aprendices. Como Aioros tenía las manos llenas con la crianza de su hermano menor, le correspondió al gemelo enfocar su atención en ellos. Al poco tiempo los tres aprendices mayores lo asistieron en el recibimiento de los más pequeños.


En aquellos años mantenía una relación de confianza con ellos, especialmente con Afrodita quien lo admiraba demasiado y él a su vez había llegado a tomarle un cariño especial, fueron buenos tiempos. Sin embargo, tras la aparición de Arles todo se truncó y el Afrodita que veía ahora distaba mucho de ser el niño que conoció, había desarrollado una personalidad bastante particular y difícil de abordar incluso para él.


Al ver a su compañero perderse en el camino el griego recordó que Piscis había sido el último de ellos en despertar tras la resurrección, y no solo eso, sino que Atenea prácticamente tuvo que obligarlo a regresar. Sin quererlo comenzó a pensar en aquel día, tenía ese momento guardado en su memoria ya que fue testigo presencial de ese suceso.


 


Flash Back


Cuando despertó en su habitación del Templo de Géminis pensó que debía estar soñando. Estaba agitado y bañado en sudor sin entender qué sucedía, pero entonces vio a su Diosa junto a él, sintió el cálido toque de su mano sobre la suya. Atenea le sonreía dulcemente y le dedicó unas sinceras palabras, “bienvenido a casa Saga de Géminis”.


Él fue segundo en despertar tras el Patriarca. Poco a poco los demás Santos fueron recuperando la conciencia en sus respectivos Templos, él mismo acompañó a Atenea y Shion en el recibimiento de sus compañeros. Estaba emocionado, no podía ocultarlo, pensó que su alma perecería junto a sus camaradas en aquella prisión de piedra, pero en ahora se encontraban de vuelta en el Santuario listos para iniciar una nueva vida en una nueva era de paz.


Todo iba bien hasta que llegaron al Templo de Piscis. Cuando ingresaron se detuvo un momento a observar lo que había sido su glorioso jardín y se sintió apenado al verlo completamente seco, era cierto que las rosas no podían sobrevivir sin la presencia de su guardián. Al llegar a la habitación distinguieron el cuerpo inerte de su compañero tendido de espaldas en la cama. De inmediato notaron algo extraño en él, no parecía que estuviese durmiendo como los demás, aunque conservaba sus bellas y delicadas facciones lucía como un cascarón vacío. Atenea se encontraba igual de extrañada, se acercó al pisciano y se sentó en la cama junto a él, acto seguido posó una de sus manos en la frente del guardián y encendió levemente su cosmos. Tras unos minutos Saga y Shion vieron que la Diosa fruncía el ceño y su rostro mostraba preocupación, ambos la miraron interrogantes queriendo saber qué sucedía.


-  No está… –susurró Atenea con un tono cargado de angustia- su alma no está.


-  Mi señora ¿es eso posible? –preguntó Shion en el mismo tono.


-  No debería, se supone que todos iban regresar y yo vendría a acompañarlos en su despertar. Pero el alma del Santo de Piscis no ha vuelto a su cuerpo.


-  ¿Quiere decir que sigue atrapada en la prisión de piedra? –interrogó finalmente el gemelo igual de preocupado que las otras dos personas en la habitación.


Atenea pareció dudar y cerró los ojos para encender nuevamente su cosmos buscando la respuesta a su pregunta. Los minutos que estuvo así se le hicieron eternos al de Géminis, no podía creer que ocurriera esto, cuando por fin creyó que todo iba bien entonces se encontraban con que uno de sus compañeros seguía muerto. Observó el semblante del pisciano, estaba más pálido de lo normal, sus labios morados, se notaba que no había vida dentro de él y eso lo angustiaba más de lo que estaba dispuesto a demsotrar. Conforme pasaba el tiempo comenzó a desesperarse, estaba a punto de interrumpir a su Diosa cuando esta finalmente tomó la palabra. Mantenía sus ojos cerrados y su cosmos encendido, habló con voz suave a los dos hombres presentes.


-  Su alma no está prisionera, pero se niega a volver… el Santo de Piscis no quiere volver –sentenció con tristeza. Las palabras de Atenea cayeron como un balde de agua fría en el gemelo.


-  Pero eso no es posible ¿porqué no querría volver? –susurró más para sí mismo que para los presentes observando aún el cuerpo del menor- Por favor Atenea, haga que vuelva, oblíguelo si es necesario… la Orden debe volver completa para que todo tenga sentido.


-  Lo sé, haré lo posible.


Tras decir eso Atenea aumentó su poder y tomó la mano de Afrodita apretándola con fuerza, tenía una expresión de dolor en el rostro, al parecer el pisciano le estaba dando mucho trabajo. Estuvo un largo rato así hasta que finalmente encendió su cosmos a tal nivel que iluminó toda la habitación cegando al Santo y al Patriarca presentes. Cuando recuperaron la visión la luz se había extinguido y Atenea se encontraba de rodillas junto a la cama respirando agitada, aún sostenía la mano del doceavo guardián.


Shion se acercó con preocupación hacia la Diosa pero esta levantó el rostro ofreciendo una sonrisa tranquilizadora… “está hecho” susurró. En ese mismo momento vieron al pisciano tomar una gran bocanada de aire que lo hizo arquear levemente la espalda, luego volvió a yacer de espaldas para caer dormido. Saga se acercó a su compañero y notó que su pecho subía y bajaba al compás de la respiración, su piel ya no tenía aquel color enfermizo y sus labios recuperaron el rosado característico, no había dudas, el Santo de Piscis había vuelto.


Fin del Flash back


 


Saga volvió al presente observando aún el camino por el que su compañero había desaparecido. No dejaba de inquietarle el que Atenea lo hubiese tenido que obligar a regresar, pero aunque él quería interrogarlo su Diosa y el Patriarca le habían hecho jurar que no mencionarían el asunto a menos que el mismo Afrodita decidiera hablar de ello.


También le preocupaba su comportamiento actual, las continuas escapadas del Santuario eran extrañas. Sabía que algo ocultaba pero no podía determinar qué, después de todo ante los demás Santos actuaba normal; mantenía una relación cordial con todos, retomó su amistad con Death Mask y Shura, se lo veía conversar e incluso reír con ellos, también trataba a Shion con el debido respeto. Si, a simple vista parecía que todo estaba bien, pero su intuición le decía que no era del todo cierto.


Al llegar a su Templo lo primero que hizo fue darse una larga y reponedora ducha, luego se sirvió algo de comer y tras lavar la loza correspondiente se propuso pasar el día leyendo, no tenía ganas de socializar ese día.


Después de media hora se dio por vencido, tampoco podía concentrarse en la lectura. Dejó el libro a un lado y se tendió de espaldas en el sofá de su sala de estar. Mientras miraba el techo volvió a recordar al pisciano, desde hace algunas semanas que el sueco comenzó a ocupar un lugar involuntario en sus pensamiento, no entendía por qué si desde su despertar apenas se habían dirigido la palabra. No es que no quisiera, simplemente no sabía cómo acercarse a él, trató hablarle en varias ocasiones pero el sueco se mostró siempre esquivo y al final se cansó de intentarlo. Definitivamente su compañero había cambiado demasiado desde que era niño y ya no sabía cómo relacionarse con él.


Extrañamente, sus recuerdos de Afrodita durante los años de Arles eran casi inexistentes, es con el único que le sucedía eso, las memorias de los demás Santos estaban mucho más presentes en su cabeza, ¿Por qué con el Santo de Piscis era todo tan confuso?


Saga era consciente de que el sueco, junto a Death Mask y Shura, lo había seguido por voluntad propia tras conocer su secreto, pero no los culpaba. Sabía que los tres niños confiaban en él y estaba seguro de que Arles usó eso a su favor para engatusarlos y manipularlos a su antojo. El gemelo se removió incómodo ante ese pensamiento. Hasta ese momento no se había percatado de la magnitud del daño causado a los tres menores, la sensación que le produjo aquella revelación no le gustó.


Desde que los trabajos de reconstrucción habían terminado y la Orden volvía a funcionar bien los Santos contaban con más tiempo libre. Saga se propuso aprovechar ese tiempo y terminar de resolver sus asuntos pendientes, solo así conseguiría vivir en paz. Comenzaría por encontrar la manera de acercarse a Afrodita tal y como había hecho con sus demás compañeros, esta vez no se rendiría fácilmente solo por unos cuantos desplantes. Tras tomar esa decisión el guardián de Géminis se enderezó en el sofá y se pasó una de sus manos por el cabello, de pronto sintió que volvía aquella sensación de inquietud oprimiéndole el pecho y rezó para que pronto lograra descubrir la razón.

Notas finales:

Este fue el primer capítulo.

Como siempre digo, todos los comentarios y críticas constructivas serán bien recibidas.

Saludos.


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