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Memorias olvidadas por Arawn87

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Notas del capitulo:

Buen domingo. Me inspiré para termianr el capítulo 13. El título es bastante sugerente, ya imaginarán de qué se trata.

Espero que lo disfruten.

 

Aclaro nuevamente: esta historia es 100% ficción, si bien se utilizan algunos nombres y lugares reales para ambientar, sigue siendo pura ficción.

Cualquier inconsistencia con el clima o geografía, tómenlo como licencia de escritora amateur. Saludos!

Cap. 13: Vendetta, dulce vendetta.

 

Divisó el aeropuerto de Atenas desde lo alto, había sido un viaje muy placentero… solo que no venía desde Suecia como lo había planeado originalmente. Tomó el avión en Génova algunas horas atrás sintiéndose alegre y pleno. Ese pequeño viaje exprés a Italia fue muy provechoso, como no, si había conseguido uno de sus principales objetivos.

 

La llamada que recibió de “el italiano” hace algunas semanas fue para avisarle que el Obispo había anunciado una próxima visita al Convento, planeada para el 20 de mayo. Por ello Afrodita tuvo que dejar Suecia antes de lo planeado, no podía perder esa oportunidad.

 

 

 

Flash back.

 

Llegó un día al Convento con la creíble excusa de visitar la tumba de su hermana, después de todo habían pasado casi siete meses desde la última vez que estuvo ahí, nadie sospecharía de  él. Arrendó un auto al llegar a Génova y se fue manejando solo, esta vez no pidió ayuda al detective. Se reuniría con él para entregarle sus honorarios correspondientes antes de partir a Grecia.

 

Ingresó al Convento como si nada, incluso le facilitaron un lugar para estacionar. Tras hablar con la administración (y ofrecer algunos euros) le permitieron quedarse en la misma cabaña de visitas que utilizó aquella vez con Saga. Aprovechó el día para visitar la tumba de su hermana, y de paso echar un vistazo a la de aquella mujer que la asesinó, solo para comprobar de que realmente estuviera muerta. Grande fue su regocijo cuando vio su nombre escrito en la lápida.

 

-  Recibiste lo que merecías bruja –fueron las palabras que Afrodita le dedicó con desdén. En seguida puso atención a las moribundas flores que la acompañaban, “tan marchitas como ella misma” pensó complacido.

 

El Obispo hizo su aparición dos días después, el día 20 tal y como había anunciado. Afrodita lo observó desde lejos aguantándose las ganas de lanzarse sobre él. Esa misma noche se encontraron cerca de las oficinas de administración, el hombre se le acercó a saludar como si nada y tuvo que hacer gala de todo su autocontrol, no podía matarlo en ese momento.

 

Escuchando los chismes de las religiosas, se enteró de que la visita del Obispo era por motivos de salud. El viejo sufría de hipertensión y se había descompuesto hace algunas semanas, el médico le recomendó descansar en un lugar tranquilo para recuperarse y ahí estaba. La suerte parecía estar de su lado en esto de la venganza, Afrodita estaba convencido de eso.

 

El pisciano impregnó de inmediato a ese hombre con su esencia mortal, para hacer que se volviera a sentir mal, su objetivo era aislarlo del mundo y lo consiguió tres días después de su llegada. El Obispo anunció que se recluiría a descansar en las habitaciones destinadas a la reflexión y no quería ser molestado. En ese momento aquel sujeto era la única persona habitando esas instalaciones ¿podía ser más perfecto? No perdió el tiempo, la noche siguiente actuó, ya que debía regresar pronto al Santuario.

 

Se concentró para esparcir una suave brisa somnífera por todo el lugar, solo por precaución, para evitar que algún inoportuno pudiese aparecer en el momento menos indicado, pues no deseaba daños colaterales. Una vez listo se encaminó hacia las instalaciones del Obispo.

 

Caminaba a paso lento, la noche sin luna lo acompañaba, había una oscuridad casi absoluta en todo el lugar y se sentía una suave corriente primaveral. Al llegar a la casona ingresó en seguida, recorrió los largos pasillos concentrándose para sentir la presencia del único habitante del lugar y lo encontró en una de las habitaciones del fondo. Esa casa era el único sitio no afectado por su somnífero, quería que el sujeto estuviera bien despierto cuando lo encontrara.

 

Antes de llegar a la habitación notó un gran espejo antiguo adornando las paredes del pasillo, no pudo evitar echar un vistazo a su reflejo, se miró un buen rato con curiosidad… ¿así luciría siempre antes de matar? Si era así comenzaba a entender porqué muchas de sus víctimas ponían cara de pánico al verlo. Soltó una sonora carcajada ante su imagen, realmente estaba hecho para este trabajo. Convocó una de sus Demon Roses y mientras aspiraba su mortal aroma volvió a encaminarse hacia su objetivo. Ya sea producto de su locura temporal o de lo que fuera, comenzó a tararear suavemente algunas viejas canciones, hasta que llegó a la habitación que buscaba, entonces el tarareo se transformó en un melódico y dulce canto, la idea era llamar la atención de la persona que estaba adentro.

 

“When I look back upon my life, It's always with a sense of shame, I've always been the one to blame”… entonaba alegremente el de Piscis… “It's a, it's a, it's a, it's a sin!!”. Tras esa última estrofa abrió la puerta de golpe y entonces vio al hombre que se encontraba en el otro extremo de la habitación. Afrodita sonreía abiertamente con una expresión casi demencial y no pudo evitar reír al ver la cara de confusión y espanto que ponía el sujeto frente a él.

 

-   ¿Qué haces aquí? –preguntó con voz temblorosa.

 

-   Vine a matarte –respondió simplemente Afrodita.

 

Antes de que el Obispo pudiera reaccionar ya tenía la Demon Rose clavada en su corazón. La dosis de veneno fue cuidadosamente dosificada para propinarle una lenta y dolorosa agonía. Observó atentamente como el sujeto caía pesadamente al suelo envuelto en chillidos de dolor, sudaba y se retorcía como un gusano moribundo. El verdugo se sentó en el borde de la cama para mirar el espectáculo con mayor comodidad, sin quitar la sonrisa de su bello rostro. El tipo podía gritar cuanto quisiera, nadie lo escucharía. Afrodita comenzó a silbar la misma canción con la que entró, le parecía la más apropiada para el momento.

 

Después de una hora de llantos y gritos desgarradores, el Obispo tomó su último aliento y finalmente sucumbió ante el veneno. Afrodita se levantó despacio y caminó con tranquilidad hacia él, mientras continuaba entonando alegremente la canción... “Father forgive me, I tried not to do it, turned over a new leaf, then tore right through it…”, si alguno de sus compañeros lo viera en ese momento seguramente pensaría que había perdido la razón.

 

Al llegar junto al cuerpo hizo desaparecer su rosa para borrar la evidencia. En seguida hizo lo mismo con la herida en el pecho del hombre. Era un pequeño truco que adquirió por necesidad, cuando Arles comenzó a enviarlo a misiones en el mundo civil, pues muchos de los rebeldes se ocultaron ahí pensando que el poder del Santuario no los alcanzaría, un estúpido error que ahora le era de utilidad. Gracias a eso había aprendido el arte de la discreción y el encubrimiento.

 

Una vez finalizada su tarea Afrodita se levantó y observó por algunos minutos el cuerpo sin vida junto a él, seguía con una mueca de dolor en el rostro, sin duda se había ido con un intenso sufrimiento, tal y como había planeado. Le ofreció una última sonrisa acompañada de otra risa demencial. En seguida dio media vuelta y haciendo gala de su elegancia se retiró de la habitación terminando de cantar… “Everything I've ever done, everything I ever do, every place I've ever been, everywhere I'm going to, it's a sin”. Cerró la puerta tras terminar esa última frase y se encaminó silbando alegremente hacia su cabaña.

 

Como el Obispo se había recluido y pedido no ser molestado, tardaron dos días en encontrarlo. Cuando uno de los empelados de limpieza tocó la puerta de su habitación para hacer aseo, al no recibir respuesta ingresó encontrándose con la macabra escena. Culparon a su enfermedad, el médico anunció que había sido un infarto fulminante y los funerales no se hicieron esperar. Asistieron miembros de la Congregación y por supuesto las religiosas del Convento, pero extrañamente nadie de su familia. Afrodita notó como a la jefa de limpieza lo observaba disimuladamente tratando de aguantar una sonrisa, era más que obvio que la mujer detestaba al difunto.

 

Afrodita abandonó el Convento esa misma noche, se excusó con que tenía que volver al trabajo y no le hicieron más preguntas, después de todo el ambiente aún estaba revolucionado por la muerte de tamaña autoridad.

 

Al llegar a Génova se encontró con “el italiano” en el mismo aeropuerto. El hombre le preguntó cómo había hecho para que la muerte del Obispo pareciera un accidente, a lo que respondió que no era asunto suyo. Le hizo entrega del sobre con sus honorarios y volvió a reclamar por el olor, sin duda el tipo no apreciaba el buen perfume.

 

Finalmente tomó el avión de muy buen humor, porque ahora solo le faltaba uno. Llegaría a Grecia esa misma tarde, con dos días de anticipación para despedir a la comitiva de Atenea. Definitivamente, todo había salido perfecto.

 

Fin del flash back.

 

 

 

Cuando llegó al Santuario el sol ya comenzaba a ocultarse en el horizonte, dejando una aureola de colores iluminando el camino. Sus amigos lo estaban esperando, no había querido que lo fueran a recoger al aeropuerto, necesitaba ese momento a solas. Lo saludaron con un caluroso abrazo, al parecer lo habían extrañado.

 

-  Cuéntalo todo –dijo alegremente Death Mask.

 

-  Déjalo llegar primero Death –le regañó Shura.

 

-  Está bien, ayúdenme con esto y vamos a mi templo –Afrodita les entregó sus pesadas maletas y viéndose sin peso comenzó a caminar jovialmente delante de ellos.

 

-  Vaya… -murmuró el de Capricornio hacia el italiano.

 

-  ¿Qué pasa?

 

- Nada, solo que… ¿no te parece que está demasiado feliz? –señaló con semblante preocupado mirando hacia Afrodita, quien seguía unos pasos adelante y había comenzado a silbar una alegre melodía.

 

-  Siendo Afrodita, si, un poco escalofriantemente feliz… -dijo el Cangrejo, encontrándole razón a su compañero - Al parecer le fue más que bien en su viaje. Démonos prisa para que nos cuente de una vez.

 

Siguieron en silencio hasta llegar a los 12 Templos. Afrodita seguía con su actitud despreocupada, haciendo que sus amigos se miraran cada vez más consternados. No es que les gustara que el menor anduviera enojado o triste por la vida, pero esta repentina muestra de alegría definitivamente no era normal en él.

 

Cruzaron los templos con tranquilidad, no se encontraron con ningún compañero. Algunos andaban supervisando a los aprendices y otros preparando el recibimiento de Atenea. La Diosa había decidido llegar un día antes del viaje al Santuario Submarino para celebrar una gran cena con los dorados. Deseaba pasar más tiempo de calidad con los miembros de su Elite y a su regreso del fondo del mar haría lo mismo con los Santos de Plata.

 

Al llegar a Piscis ingresaron inmediatamente a las estancias privadas, Afrodita indicó que dejaran las maletas en su habitación y fue de inmediato a ver al Patriarca. Deseaba hacer ese trámite pronto para volver a lo suyo. Sus amigos quedaron esperándolo en el Templo.

 

Shion lo recibió con un simple “bienvenido a casa” y en seguida lo despidió. El peli celeste se extrañó pero obedeció de inmediato y se dirigió directamente a su jardín, debía admitir que lo había extrañado. Encendió su cosmos para alimentar a sus rosas y sonrió al sentir que le respondían felices dándole la bienvenida.

 

-  De acuerdo ¿ahora nos dirás como te fue? –preguntó Death Mask mientras se acercaba a él junto a Shura.

 

-  No sabría por donde comenzar –respondió Afrodita, para luego inclinarse sobre los rosales a oler algunas flores- Las chicas y Eros quedaron bien instalados, son más capaces de valerse por sí mismas de lo que pensé, así que estoy tranquilo, se que estarán bien y cuidarán a mi sobrino como hasta ahora. Igualmente pretendo volver a viajar en un par de meses, con lo permisivo que está el Patriarca no creo que me niegue la petición.

 

-  Probablemente no… -susurró el italiano.

 

- ¿Ocurrió algo más? –Shura preguntó directamente, la repentina actitud despreocupada de su compañero lo ponía nervioso.

 

Afrodita volteó a verlos por primera vez en todo ese rato y les ofreció una dulce sonrisa que les hizo sentir escalofríos. Era la clase de expresión que ponía cuando volvía complacido de alguna misión de Arles…

 

El pisciano procedió a contar su repentino viaje a Italia y todo lo que había ocurrido en él, incluida la muerte del Obispo. Sabía que si no les decía sus amigos le interrogarían hasta el cansancio y prefería ahorrarse las molestias.

 

-  Wow… eso fue un poco arriesgado –comentó Shura después de un rato.

 

-  Lo hecho, hecho está, nadie se dio cuenta –dijo encogiéndose de hombros- Ahora solo me falta el maldito violador y terminaré con esto.

 

-  Eso espero, no me gusta que te expongas demasiado, sabes que tenemos prohibido…

 

-  Utilizar nuestros poderes contra civiles… lo sé Shura, leí el reglamento –Afrodita lo cortó con algo de fastidio, no esperaba sermones en ese momento, al menos no de sus amigos.

 

-  No te enojes, nos preocupamos por ti, eso es todo –dijo el de Cáncer extendiéndole un cigarrillo, el cual aceptó.

 

-  No me enojo, pero no quiero que me cuestionen –señaló antes de encenderlo y dar un par de caladas- … solo uno más y olvidaré todo este asunto, lo prometo.

 

Sus amigos volvieron a mirarse y le asintieron en respuesta, solo les quedaba confiar en su palabra.

 

Los tres bajaron al Templo de Capricornio para cenar, ya que Afrodita no tenía absolutamente nada en su despensa. Estuvieron charlando un buen rato, principalmente del tiempo que pasó con su sobrino en Suecia y a su vez Death Mask y Shura le contaron lo que había sucedido en el Santuario en esos dos meses. El pisciano se sorprendió al escuchar que el Patriarca subiría a Star Hill por tiempo indefinido después de despedir a Atenea. No les dio mayor explicación a los dorados, solo que tenía mucho de qué hablar con las estrellas.

 

Los mayores notaron la preocupación de Afrodita pero lo tranquilizaron rápidamente, era imposible que llamaran a Eros tan pronto, el niño acababa de cumplir cuatro años después de todo. Eso fue suficiente para que el doceavo guardián se relajara. Shura ofreció además una copa de vino a cada uno para la tensión, la cual aceptaron gustosos. Ya entrada la noche se despidieron, Death Mask quedó en el décimo templo y Afrodita regresó al suyo para comenzar a desempacar y por fin descansar.

 

Al día siguiente, el español despertó temprano para pasar a buscar a Afrodita, de otra forma no iría a entrenar. El pisciano se levantó y llamó a su armadura con toda la calma del mundo. Atenea recién llegaría a mediodía, por tanto la práctica matutina no se suspendía. Pasaron por Cáncer y se encaminaron atrasados para no perder la costumbre. Cuando llegaron Saga estaba designando las parejas y no disimuló su sorpresa al verlo dejando de hablar repentinamente, eso hizo que todos los demás voltearan en su dirección. Los saludos no se hicieron esperar, Aioros, Aioria y Camus fueron los primeros en acercarse y darle la bienvenida, los demás lo hicieron de lejos. Afrodita recibió todos los saludos con amabilidad, sin mostrarse tenso o hastiado como lo hacía normalmente frente a sus compañeros.

 

Al final le designaron a Milo para entrenar, quien había sido el único en no saludarlo, al parecer seguía enojado por los anteriores desplantes del pisciano. Sin embargo, el Escorpión pareció mejorar su humor a medida que entrenaban, pues Afrodita se mostraba relajado y amigable, terminaron el combate en un empate cuando Saga anunció el fin del entrenamiento. Se despidieron con un apretón de manos y cada quien se fue con los suyos.

 

Cuando quedó solo, el de Piscis vio a Saga caminar hacia él. El gemelo parecía feliz de verlo, aunque lo disimulaba bien.

 

-  ¿Tuviste un buen viaje? –preguntó al tenerlo a un metro de distancia.

 

-  Muy bueno –respondió con sinceridad esbozando una amable sonrisa. Al mayor le apreció algo extraña esa actitud pero no hizo comentario.

 

-  Mañana partimos hacia el Santuario Submarino.

 

-  Lo sé, por eso llegué antes… -señaló el de Piscis- espero que tengan un buen viaje. Te veo en la cena.

 

Afrodita se alejó de pronto para ir con sus amigos y abandonar el Coliseo. El gemelo quedó algo confundido ¿qué significaba esa nueva actitud despreocupada e indiferente?

 

El mediodía llegó y con él su Diosa junto a los inseparables Santos de Bronce, aquellos cinco que la acompañarían al territorio de Poseidón. La comitiva de bienvenida, presidida por el Patriarca y su elite, los esperaba en el terreno de la avioneta y los escoltaron hasta los doce templos. A partir de ahí siguió solo con los de bronce, el Patriarca, Saga y Aioros. Al llegar a su Templo la Diosa se encerró a descansar y prepararse para la cena. Los cinco de bronce se dispersaron para estar con sus amigos dorados, principalmente con Aioria, Camus, Mü, Aldebarán y Dohko. Mientras Saga y Aioros dirigían los preparativos para la tarde.

 

La hora de la cena no se hizo esperar y pronto se encaminaron hacia el templo de su Diosa. Atenea quería que sus santos se relajaran por lo que ordenó que fueran sin armaduras, aún así todos vistieron ropas formales o semi-formales acorde a la ocasión. Comieron y charlaron animadamente, no se veía un compartir tan relajado entre compañeros desde el cumpleaños de Aioros.

 

Tras terminar de comer los sirvientes recogieron la mesa y los santos se dispersaron para servirse algo de beber y hablar más relajadamente en grupos. Afrodita tomó una copa de vino y se dirigió a una de las ventanas para apreciar el paisaje exterior, el cual ofrecía una vista casi completa de los templos.

 

-  ¿Cómo has estado? –una voz casi infantil llamó su atención, Afrodita la reconoció de inmediato.

 

-  Hola Shun –esta vez le habló con amabilidad, ya no sentía aquella irritación al verlo… Si, el chico lo venció, pero lo hizo a costa de su propia vida y si no fuera por esa amazona del Águila hubiese matado a Pegaso también, así que su derrota no era tan humillante después de todo. Debía superarlo.

 

-  ¡Hola! –el chico parecía feliz con su saludo- Me alegra que estés de mejor humor… quiero decir, la última vez parece que te molesté.

 

-  Perdona mi comportamiento de ese entonces. A veces te pones un poco irritable con la edad –se excusó el de Piscis, lo que causó gracia en el menor.

 

-  Hablas como si fueras un viejo –le dijo divertido- Te ves bien.

 

-  Tu también –y era cierto, el chico parecía haber crecido, debía tener ya unos quince o dieciséis años- Mañana irás al fondo del mar ¿verdad?, te deseo suerte.

 

-  Gracias, al final parece que estaremos una semana completa, nos alojaremos en el mismísimo Templo de Poseidón… para no creerlo.

 

Estuvieron charlando un rato sobre diversos temas. Afrodita se sentía como anestesiado, era una sensación extraña, pues normalmente estaría hastiado por soportar a un mocoso hablador como el que tenía en frente. Había notado que desde que mató al maldito Obispo ya nada le molestaba, al parecer aún perduraba la satisfacción de aquel acto, porque todo lo demás le parecía irrelevante.

 

-  Bueno, ha sido un ameno encuentro pero debo retirarme. Mañana hay que madrugar.

 

-  Si, partimos temprano –concordó el meno- Buenas noches Afrodita.

 

-  Buenas noches Shun.

 

Afrodita salió sin avisar a nadie, aunque ya varios de sus compañeros se habían retirado. Llegó en poco tiempo a su templo e ingresó a su jardín. Un suave reflejo de luna bañaba sus rosales. Encendió un cigarrillo exhalando el humo hacia el cielo. De pronto sintió una conocida presencia intentando entrar junto a él. El de Piscis le permitió ingresar.

 

-  ¿Qué te trae por mi templo a estas horas Saga de Géminis?

 

-  No es necesaria tanta formalidad. Solo quería hablar contigo, no tuve oportunidad de hacerlo durante el día –le respondió con tranquilidad el mayor.

 

-  Tú dirás –dijo con toda calma. Afrodita debía admitir que su compañero se veía bastante atractivo con el atuendo que llevaba puesto, un elegante terno que se ajustaba perfectamente a su cuerpo.

 

-  ¿Cómo estuvo tu viaje?

 

-  Ya me preguntaste eso…

 

-  Pero no respondiste…

 

El peli celeste ladeó un poco la cabeza, luego dio una última calada a su cigarrillo antes de apagarlo. Observó detenidamente al hombre frente a él, concentrándose en sus ojos… ahora podía decirlo con certeza, no era Arles, era el bueno y correcto de Saga, su personalidad maligna definitivamente había desaparecido… aunque para estar seguros…

 

-  ¿Quieres pasar? No tengo mucha comida pero aún me queda algo de vino.

 

Ambos entraron a la sala de Piscis, Saga se quitó el saco y se acomodó en el sofá mientras el anfitrión iba por el vino y ponía algo de música para animar, comenzado a sonar una estación local. Al pisciano solo le quedaba media botella, lo suficiente para una buena conversación.

 

- ¿Estás nervioso por tu viaje al Santuario Submarino? –preguntó el menor extendiéndole una copa.

 

-   Para nada, más bien expectante… sobre todo porque es algo importante para Kanon.

 

-   Que buen hermano –le expresó con honestidad.

 

-  Se lo debo después de todo –eso último lo dijo con cierta tristeza. Afrodita prefirió cambiar el tema.

 

-  Eso significa que pasarás tu cumpleaños ahíaunque técnicamente solo falta una hora para eso –agregó al ver que eran casi las once de la noche.

 

-  No me importa realmente…

 

- ¿Por qué? ¿Por el cambio de década? –se burló el de piscis. Después de todo, los gemelos cumplirían treinta.

 

- Tú también llegarás a eso mocoso, así que no te burles –se defendió riendo el de Géminis.

 

-  Aún me faltan seis años –respondió bebiendo de su copa.

 

Pasaron el siguiente rato charlando amistosamente. Afrodita el contó algunas cosas de su viaje e inventó otras. El sueco se convencía cada vez más de que no había rastros de maldad en Saga, que Arles había desaparecido en su primera muerte. Se fue acercando de a poco al mayor hasta quedar muy juntos en el sofá. Una suave melodía que comenzó sonar en ese momento sirvió para amenizar el ambiente.

 

Esta vez fue el de Piscis quien tomó la iniciativa. Se levantó, apagó las luces y volvió a sentarse junto a la mirada curiosa de Saga. Posó su mano sobre la rodilla del mayor y comenzó a acariciarlo suavemente de arriba a abajo, pasado muy cerca de su entrepierna.

 

- ¿Qué haces? –preguntó el gemelo en un susurro, conteniendo la respiración.

 

- Tu regalo de cumpleaños –respondió solo para eliminar la distancia que los separaba y juntar sus labios.

 

Afrodita fue empujando de a poco a su compañero en el sofá hasta tenderlo sobre su espalda. Se instaló a horcajadas sobre él e hizo su voluntad. Entre besos y caricias lo despojó lentamente de sus ropas e hizo lo mismo con las suyas, quedando los dos nuevamente a oscuras piel contra piel.

 

El Santo de Piscis tuvo la satisfacción de tomar desprevenido al gemelo, por primera vez en su vida sentía que era él quien estaba dominando… aceptaba que Arles ya no estaba y no podía remediarlo, pero se conformaba con tomar a Saga. Comenzó a preparar la entrada de su compañero y la sintió exquisitamente estrecha ¿acaso sería su primera vez?

 

-  Si quieres me detengo ahora –le susurró al oído, aunque ya sabía al respuesta.

 

-  No, continúa –le dijo el gemelo mientras presionaba sus glúteos con fuerza. Eso hizo que Afrodita ensanchara su sonrisa.

 

-  Tus deseos son órdenes…

 

El sueco no perdió más tiempo y termino de lubricar a su amante para comenzar una lenta penetración. Levantó sus piernas para hacer más fácil el trabajo. Se detuvo unos momentos hasta que el otro se acostumbró a la invasión y una vez relajado comenzó con un suave vaivén. Afrodita debía reconocer que era mejor de lo que esperaba, se sentía igual de excitado que su compañero. Fue de a poco aumentando el ritmo de sus embestidas hasta que los gemidos de ambos llenaron todo el lugar. Se miraban mutuamente como hipnotizados, empapados en sudor, hasta que Saga se incorporó como pudo y estiró un brazo para tomar al sueco por la nuca y atraerlo hacia él, lo besó como nunca, desbordando deseo y pasión. Afrodita correspondió el gesto, los dos estaban disfrutando.

 

Nuevamente llegaron juntos al clímax, nuevamente sin protección. Al parecer esa sería regla entre ambos. Por suerte eran lo suficientemente responsables para no correr riesgos con terceros.

 

Afrodita cayó sobre el pecho del mayor y fue rápidamente envuelto por sus fuertes brazos. Ahora que la magia del momento había pasado comenzaron los cuestionamientos. Esta vez no tenía la excusa del alcohol ¿porqué había vuelto a hacer eso?… él no era así, no hacía ese tipo de cosas con figuras de autoridad como Saga ¿porqué se lanzó sobre él? ¿Era tanta su necesidad de ser quien dominara aunque fuera una vez?... ¿y por qué el mayor se dejó? ¿Qué estaba pasando?... el gemelo pareció sentir la inquietud del menor porque lo estrechó aún más en sus brazos intentando transmitirle seguridad.

 

-  Por una vez, no pienses tanto –susurró con voz tranquila. Afrodita cerró los ojos e intentó relajarse. Permanecieron en silencio acompasando sus respiraciones y después de un rato finalmente se durmió.

 

Saga continuaba abrazándolo, no quería dejarlo ir. Se sentía extraño, Afrodita había mostrado la misma expresión que aquella noche en Isla Milos, cuando hablaron sobre el abuso de Arles. Recordaba claramente sus palabras en ese momento: “Dijiste que harías cualquier cosa por remediarlo… entonces déjame hacerte lo mismo que él hizo conmigo” le había dicho, y al igual que en esa ocasión estuvo dispuesto a permitir que su compañero hiciera su voluntad. Esperaba que esto sirviera para que el menor borrada definitivamente el recuerdo de Arles, no quería que ese bastardo continuara existiendo como una sombra entre los dos.

 

Siguieron toda la noche abrazados sobre el sofá. Antes del amanecer Saga se había levantado, partirían pronto al Santuario Submarino y no podía llegar tarde.

 

El pisciano seguía durmiendo cubierto con una gran manta, cortesía del gemelo. Una vez listo, Saga sacudió al menor con suavidad, ya que todos los santos debían estar presentes para despedir a Atenea y su comitiva. Por fortuna el peli celeste no hizo problemas para despertar, pero al mirarlo notó que lucía avergonzado y volteó rápidamente su cabeza. Ahora volvía a ser el Afrodita de siempre.

 

-  Cuando vuelva del Santuario Submarino hablaremos todo lo que tengamos que hablar y aclararemos todo lo que haya que aclarar –fue la orden implícita de Saga. Definitivamente, ya no podían continuar con esa ambigua relación, necesitaban tener una larga y seria conversación.

 

-  De acuerdo –aceptó el menor a regañadientes, mientras se incorporaba en el sofá.

 

El gemelo se acercó y le dio un rápido beso en los labios, tomándolo por sorpresa, en seguida abandonó el Templo de Piscis para alcanzar a prepararse en el propio. Estaba un poco adolorido, pero jamás lo diría.

 

Cuando asomaron los primeros rayos de aquella calurosa mañana, los Santos de Atenea estaban listos para despedir a su Diosa. Se encaminaron hacia la entrada del Reino de Poseidón donde los esperaban Kanon de Dragón Marino y Sorrento de Sirena, quienes actuarían de escoltas. La comitiva que viajaría al fondo del mar quedó conformada de la siguiente manera: Encabezando, la Diosa Atenea. Por la Elite Dorada, Saga de Géminis como líder de la Orden; Camus de Acuario porque quería pasar tiempo con sus discípulos; Milo de Escorpio porque quería acompañar a Camus; y Mü de Aries porque fue el único que se ofreció de voluntario para ocupar el puesto vacante. Por los Santos de Plata irían Marín del Águila y Shaina de Ofiuco. Por los de bronce, obviamente los cinco héroes divinos.

 

De esta manera, el grupo entero se encaminó siguiendo a sus escoltas para adentrarse una vez más en los dominios de Poseidón, pero esta vez con motivo de conmemorar la paz entre los reinos.

 

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Pasaron cinco días y las cosas en el Santuario parecían normales. Aioros y Dohko estaban provisoriamente a cargo de las cosas, ya que Shion había partido a Star Hill tal y como había anunciado, y aún no daba señales de querer bajar.

 

Aquella mañana de primavera Afrodita recibió el llamado que tanto esperaba. Había llegado la hora, el escenario estaba listo, las condiciones en el Santuario eran propicias, era momento de actuar. El pisciano se levantó con el mejor ánimo y tras una rápida ducha se visitó con unos botines negros, jeas azul marino y una delgada camiseta manga larga también negra. Muy sobrio para la ocasión.

 

El asunto era el siguiente. Tal y como esperaban, Dante Cuneo cometió un nuevo error, esta vez tan grave que ni su familia pudo taparlo. Hace algunos días asistió junto a su hermano a una de esas clásicas fiestas de caridad de los aristócratas en Roma y tras beber medio bar el muy idiota trató de propasarse con la nieta de dieciséis años de un empresario rival… ¡¡menudo imbécil!!... Entonces, su hermano Beno lo llevó a Grecia con él para atender algunos negocios, esperando que se calmaran un poco las aguas. El detective italiano averiguó que tenían un terreno en una zona rural montañosa al norte de Atenas, aunque solo unos pocos miembros de la familia conocían la dirección exacta. Mantenían ese lugar oculto de personas, mapas y GPS, principalmente para poder usarlo de refugio y también para evitar a la prensa. Pero eso no era problema para Afrodita, él podía encontrar lo que fuera si había naturaleza para preguntarle.

 

Lo haría esa misma noche, ya no tenía tiempo que perder… y siendo sincero, estaba cansado, quería acabar con eso de una vez.

 

-   Prométenos que después de hoy terminarás con esto, debes concentrarte en tu sobrino y no en andar matando gente –las palabras de Death Mask sorprendieron a Afrodita. Notó que Shura lo miraba con la misma expresión preocupada.

 

-  Eso lo sé…

 

-  Promételo… -insistió el Cangrejo.

 

-  Se los prometo –les sonrió para tranquilizarlos.

 

Sus amigos lo despidieron en el centro de Atenas, desde donde partió a encontrarse con “el italiano” para afinar los últimos detalles. Eran las diez de la noche y habían salido el Santuario esa tarde con la excusa de pasar un día de calidad entre amigos… suerte que ni el Patriarca ni Saga estaban, de lo contrario tendrían que haber inventado una excusa más creíble.

 

Los hermanos Cuneo habían sido vistos en el bar de un elegante hotel, seguramente volverían tarde a su casa en la zona rural. Afrodita tomó el auto que “el italiano” le facilitó, según dijo era uno de los que usaba para este tipo de trabajo, el hombre esperaría en un antro periférico hasta que el sueco terminara su labor. Luego se encontrarían por última vez para que le entregara el resto el dinero y entonces se despedirían para siempre. Ese era el plan.

 

Afrodita partió sin demora. A medida que se acercaba al área señalada por el detective comenzó a concentrarse para conectarse con la naturaleza del lugar. No le costó demasiado encontrar la ubicación de los terrenos. Para su fortuna era una zona apartada del mundo y rodeada de bosques, la vía de acceso era un angosto camino mal asfaltado que bordeaba un pequeño cerro. Afrodita estaría en su territorio.

 

Condujo escuchando uno de los CD’s que Death Mask le regaló para su cumpleaños, el Cangrejo el dijo que esa música le ayudaría con la ansiedad del momento. Así, al ritmo del metal comenzó el ascenso. Llegó al punto donde los esperaría, oculto entre los árboles y la hierba. Bajó del automóvil para acercarse y asomarse al camino, cerró los ojos para sentir las pulsaciones de los árboles, aquellos que le avisarían cuando se aproximara su objetivo.

 

Estaba nervioso, pero no quería fumar para no dejar evidencias. Cerca de las tres de la madrugada llegó la señal, el auto de Dante Cuneo subía por los tupidos cerros. Cuando llegó a la curva todo lo que Afrodita tuvo que hacer fue mover uno de sus dedos y una gran raíz brotó desde la tierra, haciendo que el BMW volcara con escándalo producto de la alta velocidad en que viajaba. El automóvil dio un par de vueltas en el aire y cayó pesadamente sobre sus cuatro ruedas varios metros más adelante… El pisciano esperaba que el bastardo no hubiese muerto, no sería gracia. Se acercó rápidamente sintiendo la excitación apoderarse de él, nuevamente esa sensación, la adrenalina, el placer de tener a su víctima a su merced.

 

Cuando llegó junto al vehículo vio que había dos personas inconscientes. Dante Cuneo era el copiloto y quien conducía era su hermano Beno. No estaba entre sus planes matar al mayor, pero tampoco le molestaba, era una escoria igual que el resto de su familia. De pronto notó que Dante comenzaba a reaccionar y se apresuró a situarse frente al parabrisas, para que el bastardo tuviera completa visión de su imagen. Tardó unos minutos pero el herido finalmente levantó su cabeza y Afrodita se deleitó cuando el sujeto abrió los ojos de par en par, parecía asustado… se preguntaba si el infeliz sabría de su existencia o tal vez pensaría que era el fantasma de Briseida que venía vengarse. Cuando el bastardo comenzó a gritar preso del miedo supuso que era lo segundo, eso lo complació aún más. Estuvo un rato disfrutando de los chillidos de su víctima y no pudo evitar reír frente a ese gran cobarde.

 

Afrodita invocó una rosa, pero esta vez no fue una Demon Rose. Hace mucho tiempo que no lanzaba una de sus Blody Roses y sería la primera vez que lo hacía contra un civil… ¿cuánto tardaría en desangrarse?, no tuvo que esperar demasiado, la rosa atravesó el parabrisas como si nada y se clavó en el corazón del bastardo. La cara de Dante Cuneo se desencajó en una mueca mezcla de dolor y terror, tardó apenas un minuto en consumir la vida de aquel remedo de hombre. La rosa se había tornado roja carmesí tan rápido que apenas se dio cuenta. El pisciano se acercó lentamente para quedar junto a su víctima y vio que el muy cerdo se había orinado… “murió como la bestia asquerosa que era” se dijo. Por un momento alcanzó a ver su reflejo en la ventana… la misma expresión demencial que tenía antes de matar al Obispo… rió nuevamente ante su imagen. Si sus amigos lo vieran en ese momento ¿qué pensarían de él?

 

Un movimiento dentro del auto llamó su atención. Beno Cuneo estaba despertando, eso lo hizo volver a concentrarse en su labor. Afrodita meditó unos segundos ¿qué iba a hacer con la evidencia? No podía dejar que encontraran el cuerpo desangrado de Dante Cuneo. Fue entonces que notó el escape de combustible… era un tanto cliché, pero sería efectivo. Con toda la calma del mundo dio un último vistazo al bastardo y le dedicó una de sus sonrisas burlonas, luego se alejó algunos pasos y encendió un cigarrillo junto al charco donde terminaba el escape. Acto seguido se agachó y el combustible ardió tan rápido que apenas tuvo tiempo de alejarse… ahora eran los gritos de Beno Cuneo los que se escuchaban en medio de las llamas, por algún motivo eso solo hizo que Afrodita se sintiera aún más complacido… no podía explicar lo mucho que estaba disfrutando ese momento.

 

Pronto sintió que era momento de resguardarse y rápidamente subió al pequeño alto del cual había descendido, llegó justo a tiempo para voltear y apreciar la gran explosión. Era una vista imponente en medio del silencio y oscuridad de la noche. Con ello terminaba por fin con aquella infernal familia. Ahora se sentía en paz, por fin había hecho justicia por su hermana, justicia que nunca hubiese podido conseguir de otra manera.

 

Regresó a su auto con la adrenalina a flor de piel, tomó un camino secundario por medio del follaje para no correr riesgo de toparse con alguien. A medida que avanzaba utilizaba su cosmos para ir cubriendo su huella con más vegetación. En ese momento amaba más que nunca sus habilidades de controlar la naturaleza. Mientras avanzaba seguía escuchando la música estruendosa del CD y cuando comenzó una canción conocida subió el volumen para tararear con alegría.

 

Turn on I see red, adrenaline crash and crash my head

 

Nitro junkie, paint me dead… and I see red

 

Ahora Afrodita estaba completamente extasiado, por fin lo había hecho, concluyó su venganza con broche de oro. Lo hizo todo gracias a su poder, su dinero, sus contactos… ¿quién le dijo una vez que el poder era justicia?... “vaya que tenías razón maldito demente” pensó con ironía soltando una sonora carcajada, después de todo fue gracias a la influencia de Arles y a las misiones que tuvo que cumplir encubierto que ahora pudo hacer algo como esto. Encendió un cigarrillo y en seguida comenzó a cantar con voz suave y melódica, dando la impresión de que entonaba una canción de cuna “…and then I burn, turning my direction, quench my thirst with gasoline”, terminó de botar el humo yvolvió a reírvanagloriándose de su astucia.

 

Con la muerte de los hermanos ya había terminado, “hasta nunca Cuneos” pensó… “aunque…” Afrodita meditó un momento y recordó algo que hasta el momento había pasado por alto. El médico, el sujeto que atendió a Briseida en el Sanatorio, ¿Cómo un profesional no notó algo extraño? ¿Cómo pudo diagnosticar tuberculosis así como así?… sospechoso, muy sospechoso… “give me fuel” tendría que investigarlo… “give me fire”… no podía dejar pasar una duda así…“my desire…”. Sus amigos se enfadarían, pero simplemente no podía detenerse.

 

Tras una hora de conducción clandestina volvió a salir al camino principal y tomó dirección a Atenas para encontrarse con “el italiano”. Dejaría pendiente lo del médico por ahora, las muertes del Obispo y los hermanos debían pasar al olvido antes de lanzarse nuevamente al ataque. De todos modos sabía que esta vez no necesitaba ayuda, podría actuar cuando quisiera. Al llegar a la ciudad estacionó junto a un callejón para entrar al pequeño bar y hablar con su cómplice. El detective lo vio y le indicó que salieran, como eran casi las cinco de la mañana prácticamente no había gente en las calles. Caminaron un rato hasta llegar a una apartada y solitaria plazoleta.

 

- Algún día tendrás que decirme como lo haces –le comentó apenas se detuvieron

 

- Algún día… -respondió distraídamente mientras encendía un cigarrillo.

 

- Je, eres demasiado joven y bonito para tomar esa actitud ¿sabes?

 

- Y tu demasiado viejo para meterte donde no debes

 

- De acuerdo, dejemos el asunto. Imagino que este será nuestro último encuentro –el hombre hablaba con cierta ansiedad, Afrodita sospechaba que solo quería el dinero para desaparecer.

 

- Imaginas bien… -señaló extendiéndole el sobre- fue un placer trabajar contigo italiano.

 

- Lo mismo digo, gracias a ti tendré una buena vejez –dijo para luego fruncir el ceño- deberías cambiar de perfume, realmente apesta.

 

- Lo pensaré –respondió suavemente.

 

Ambos estrecharon sus manos por última vez y tomaron caminos separados. El pisciano volteó a ver al hombre que lo ayudó a cumplir su venganza, era un maldito bastardo, pero le agradecía de todos modos, al menos hizo bien su trabajo.

 

Lo que Afrodita no notó en ese momento es que no se encontraban solos en el lugar. Una persona los observaba atentamente desde cierta distancia y estaba dispuesta a averiguar qué estaba ocurriendo.

Notas finales:

Así termina el capítulo 13. Con ello vamos llegando al fin de la historia.

Se me hizo bastante intenso escribirlo, espero que se haya plasmado en el texto. Sino bueno, tendré que mejorar.

Nos leemos pronto. ¡Saludos!

 

- La canción de la muerte del Obispo es “It’s a sin” (es un pecado) de Pet Shop Boys.

- La canción de la muerte de los hermanos Cuneo es “Fuel” (combustible) de Metallica.


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