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Memorias olvidadas por Arawn87

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Notas del capitulo:

Segunda parte del capítulo. Saludos.

Cap. 6: Tormenta perfecta. Parte 2.


Ambos comenzaron a caminar en completo silencio. El mayor se veía serio y pensativo, el menor se encontraba confundido e inquieto. Siguieron así un rato hasta que sintieron las primeras gotas que caían del cielo, gotas que de un momento a otro se convirtieron en una lluvia torrencial.


- ¡¡Genial!! Perdidos en la noche y con un diluvio cayéndonos encima –refunfuñaba el pisciano mientras se preocupaba de proteger su celular y cigarrillos- Porqué no sirves para algo y usas la Otra Dimensión para llevarnos a la cabaña… no, mejor directo al Santuario.


- Porque es una técnica de combate y el Patriarca me prohibió usarla a menos que fuese una emergencia…


- ¡¿Y esta no lo es?! –preguntó el peli celeste cada vez más ofuscado.


- Claro que no, un poco de agua no nos matará –explicó el gemelo con paciencia.


-  Discrepo… -fue la respuesta del otro. Saga suspiró ante la rabieta de Afrodita, no recordaba que su compañero pudiera ser tan desesperante.


-  Vamos por aquí, hay una cabaña que es utilizada por los instructores y aprendices para entrenar en la zona rocosa… -dijo el mayor en voz alta- uno de ellos me dijo que vendrían mañana después de despedirnos, por lo que ya debería estar equipada…


- Un momento –se detuvo Afrodita- No podemos ir allá, partimos al amanecer hacia el Santuario, tenemos que volver a la zona de la avioneta…


- La avioneta no despegará con este clima y tampoco pretendo coger una pulmonía. Nos vamos a la cabaña –ordenó el gemelo un tanto harto de la actitud del otro. El pisciano lo siguió de mala gana hasta que divisaron su objetivo.


Llegaron a la cabaña empapados hasta la médula, Saga fue el primero en ingresar y se preocupó de buscar algo con qué iluminar el lugar. Comenzó a investigar hasta que entró a la cocina y tras tantear en diversos cajones encontró un paquete de velas junto a una palmatoria y varias cajas de fósforos. Se apresuró a encender una y volver a la entrada donde aún se encontraba Afrodita.


-  Hay una chimenea, podríamos encenderla, me estoy congelando… -dijo el pisciano apenas lo vio.


- Buena idea, pero primero deberíamos cambiarnos de ropa… -sugirió el gemelo mientras pensaba que era curioso que su compañero sintiera frio ahora y no cuando nadaba desnudo en la laguna.


-  ¿Y de donde piensas sacar ropa? –preguntó el otro en tono burlón.


- De la habitación de los instructores, deben haber dejado ropa de cambio para las dos semanas que pretenden estar aquí.


- Bueno, veamos... -accedió el menor sin mucho ánimo, la idea de utilizar ropa de un desconocido le repugnaba un poco, pero dada las circunstancias no podía ser exigente.


Entraron a la que suponían era la habitación de los instructores, estaba compuesta por dos camas de una plaza y un pequeño velador en medio de ambas. Se dirigieron al armario donde encontraron varias tenidas, principalmente ropa de entrenamiento. Saga dejó la palmatoria en el velador y ambos santos se apresuraron a quitarse la ropa mojada, se dieron la espalda y mantuvieron un incómodo silencio. Una vez listos el griego se sintió mejor, por fortuna la ropa era de su talla, pero Afrodita no tuvo la misma suerte, le quedaba notoriamente grande a tal nivel que la camisa se le caía dejándole un hombro expuesto por más que tratara de acomodárselo.


-  Voy a ver la chimenea, reza porque hayan dejado leña en alguna parte –dijo el gemelo.


- Ajá… -respondió escuetamente el sueco mientras seguía intentando acomodarse la ropa.


Saga se llevó la vela ignorando los reclamos de Afrodita y al llegar a la entrada divisó la chimenea. Agradeció a Atenea y a todos los dioses del cielo cuando vio una pila de leña amontonada junto a ella. Recordaría felicitar a los instructores por dejar todo tan bien preparado para recibir a los aprendices. Se apresuró a encender el fuego utilizando los fósforos y algunos trozos de cartón dejados bajo la madera, pronto pudo disfrutar del agradable calor desprendido por las llamas. Se sentó a contemplarlas cuando escuchó los primeros truenos, la lluvia torrencial había derivado en una tormenta eléctrica y parecía no tener intenciones de amainar.


Afrodita hizo su aparición algunos minutos después. Se instaló junto a él manteniendo la distancia y encendió un cigarrillo. Saga se mordió la lengua para no llamarle la atención por ese, a su parecer, desagradable y asqueroso vicio.


-  Me sorprende que hayas logrado salvar tus cigarrillos… -Comentó en tono casual. El sueco lo miró de reojo exhalando el humo, pero no respondió. Saga sospechó que su compañero seguía ligeramente molesto por su arrebato en la laguna- Lamento haberme lanzado sobre ti… no estaba enojado contigo, solo necesitaba comprobar algo…


-  No me digas –respondió con sarcasmo.


-  Si te digo… -le devolvió el gesto. Luego su semblante se tornó serio y se armó de valor para lo que iba a decir- Mientras nadabas en la laguna recuperé un recuerdo de los años oscuros, uno que te incluía y me dejó algo perturbado, por eso actué tan impulsivamente…


- Ya veo, imagino que no debió ser agradable… -dijo Afrodita con voz indiferente, poniéndose de pie y caminando hacia la ventana junto a la puerta– No te preocupes, ya no estoy enojado… mejor vamos a descansar un poco…


El pisciano comenzó a caminar de regreso a la habitación pero el gemelo no tenía intenciones de dejarlo ir tan fácilmente. Le había tomado días conseguir estar a solas con el menor para poder hablar y no iba a perder otra oportunidad.


-  Afrodita…  –lo llamó en tono autoritario. El otro se detuvo en seco– siéntate, no hemos terminado.


-  Estoy cansado… -comenzó a replicar el sueco.


- No me importa, ven aquí y hablemos como los adultos que somos -le ordenó dedicándole una mirada severa. El menor emitió un gruñido y bufando regresó a sentarse, esta vez separando aún más la distancia entre ambos.


-  Bueno, qué es TAN importante que no puede esperar hasta mañana…


-  Podría esperar hasta mañana si no supiera que apenas salgamos de aquí volverás a evitarme como estuviste haciéndolo durante todo el día –reclamó el gemelo viéndolo con reproche. El otro desvió su mirada hacia la chimenea y arrojó en ella la cola del cigarrillo.


- Realmente no te entiendo Géminis, me has estado ignorado desde que revivimos y de pronto te encuentras tan interesado en relacionarte conmigo… ¿acaso el Patriarca o alguien te pidió un acercamiento más formal con “los renegados”? Sé que hablaste con Shura hace un tiempo…


-  No seas idiota, no me gusta que hables así de ustedes… y hay una razón por la que te estuve ignorando, solo que no lo recordaba –Tras un breve silencio Saga respiró profundamente en un intento por darse ánimo- Afrodita, lo que tengo que decir es muy serio, quiero pedirte que por favor conserves la calma y antes de hacer o decir algo me dejes terminar…


- De acuerdo… -respondió el otro con una tranquilidad que estaba lejos de sentir.


El sueco sabía disimular bien, pero por dentro comenzaba a sentirse inquieto y unas leves nauseas se apoderaban de su estómago. Lo último que deseaba el pisciano era que Saga recuperara los recuerdos de aquellos días, sobre todo si lo involucraban a él, pero presentía que era precisamente eso lo que conduciría su conversación. Trató de serenarse mientras dirigía su mirada hacia el mayor, su imagen era iluminada por las llamas y por el resplandor de los relámpagos que no dejaban de aparecer. El sonido de los truenos era lo único que interrumpía el pesado silencio que se había formado, hasta que el gemelo volvió a hablar.


-  Afrodita, el motivo porque el que no me había acercado a ti hasta ahora es porque no sabía cómo hacerlo… Yo… casi no tengo recuerdos tuyos durante el reinado de Arles, es como si te hubiesen borrado... –Carraspeó brevemente antes de continuar- Desde poco después de que obtuviste la armadura de Piscis hasta la batalla de los 12 Templos, todos esos años de tu vida desaparecieron de mi memoria…


-  Oh… –el pisciano se removió algo incómodo ante aquella revelación.


- Bueno, el asunto es que a pesar de que este año he ido recuperando mi memoria tú eras el único que seguía sin aparecer. Admito que al principio no le tomé importancia, pero luego comencé a preocuparme, después de todo fuimos muy cercanos cuando eras niño. Por eso, hace unos días decidí aproximarme a ti de todos modos, si no podía recordarte comenzaría a conocerte de nuevo, eso fue lo que pensé –Suspiró pesadamente antes de continuar- No obstante, la misma noche en que los regañé a ti y a Death Mask por beber recuperé el primer recuerdo que te involucraba…


Saga detuvo su relato y Afrodita notó que su mirada se había teñido con un dejo se angustia, algo que lo inquietó aún más, pues no era común ver esa expresión en el mayor. Se apresuró a encender otro cigarrillo mientras su compañero se decidía a continuar. El ambiente seguía iluminado por las llamas y los relámpagos, y se escuchaba el ruido de la tormenta en el exterior. Parecía que el clima se empeñaba en darle aún más dramatismo a la situación.


El gemelo relató con pesar el recuerdo que había recuperado de aquella noche en los baños patriarcales, cuando el pisciano era un adolescente. No se guardó nada, quería ser completamente honesto con Afrodita, solo esperaba que este no terminara odiándolo y su relación se viera irremediablemente rota.


La expresión de Afrodita pasó de expectante a ser de auténtico terror, había ocurrido lo que más temía, Saga recordó uno de sus encuentros con Arles y por la descripción que dio era uno de los primeros. Él realmente quería olvidar que durante seis años sirvió como juguete de ese hombre, nunca entendió porqué el falso Patriarca se obsesionó tanto con él siendo que le gustaba estar rodeado de doncellas, ¿sería por su apariencia física? Probablemente, y por lo mismo odió durante mucho tiempo su apodo de “el más bello de los 88”, aunque nunca lo dijo.


Cuando el gemelo terminó de hablar Afrodita tardó un par de segundos en reaccionar, finalmente pudo moverse, se levantó a toda prisa alejándose del mayor y comenzó a dar vueltas por el lugar mientras seguía fumando desesperado. Finalmente se detuvo junto a la ventana y fijó su atención en la tormenta que continuaba cayendo. Sabía que no podía huir, pero tampoco era capaz de mirar a su compañero a la cara.  


-  Lamento mucho que hayas tenido que recordar eso Saga… -dijo con su vista clavada en el exterior.


- ¿Tú lo lamentes? –preguntó contrariado el griego- Soy yo quien debe lamentarlo, soy yo quien te lastimó Afrodita.


-  No fuiste tú, lo sé, lo tengo más que claro. Por eso siento que tengas que recordar ese tipo de cosas, debe ser muy desagradable para ti… -el pisciano suspiró pesadamente cerrando sus ojos y luego volviendo a fijar su atención en la lluvia- Lo único que te puedo ofrecer es mantenerme alejado de ti, intentaré no molestarte con nada para que no te sientas incómodo…


-  ¿¿Qué?? ¿De qué estás hablando? –dijo el gemelo poniéndose de pie- ¿no has escuchado nada de lo que dije? yo no quiero alejarme de ti, todo lo contrario… Pero después de ver lo que Arles te hizo no sé cómo acercarme, no sé como mirarte a la cara.


- Ya te dije que no eras tú, yo no te guardo rencor Saga, no tengo porqué… -Afrodita habló con voz suave y volteó para mirarlo. El gemelo entrecerró los ojos.


- Tal vez, pero dime una cosa ¿a quién ves cuando me miras? –esa pregunta descolocó al menor- Dices que sabes que Arles y yo somos diferentes personas y te creo… pero eso no quita que sea la misma imagen, por eso dime ¿a quién ves realmente?


-  A ti por supuesto, a quién voy a ver si no –respondió sin convicción. Saga dudaba seriamente de sus palabras, pues no olvidaba la mirada que Afrodita le había dedicado aquella noche en el Templo de Cáncer, ni durante el entrenamiento, ni la expresión de temor que mostró cuando intentó revisarle el hombro herido.


- Yo creo que te recuerdo a él, y por ende a las cosas que te hizo… no quiero ni imaginar qué más pudo haber pasado… -Soltó el gemelo acongojado pasándose una mano por el cabello- Solo quisiera saber si existe alguna manera de reparar el daño que te hice…


-  Saga, no vale la pena que te mortifiques por mí, de verdad… Al final yo mismo terminé aceptando todo eso y ya no me importaba… -dijo con voz conciliadora- Si comienzas a sentirte culpable solo conseguirás que yo me sienta mal, lo mejor que puedes hacer para “reparar el daño” es perdonarte y olvidar.


-  Pero aunque lo haga no cambia el hecho de que estar cerca de mí te recuerde a él ¿verdad?


-  En ocasiones sí, lo siento pero no puedo evitarlo –dijo el pisciano con total sinceridad- Por lo mismo mantener nuestra relación en el mínimo contacto es lo mejor para ambos, créeme, pues si recién has empezado a recordar te aseguro que solo aparecerán más escenas desagradables… como la que seguramente te apareció hoy.


-  Tan perspicaz como siempre –le alabó sonriendo con tristeza- si, fue algo de poco antes de la batalla contra Atenea. Tu mirada, tu actitud, me perturbaron demasiado, por eso te ataqué, necesitaba comprobar que no eras el mismo que había aparecido en mi cabeza.


- Tiene sentido, no fue una época de gran estabilidad mental y emocional… pero aunque no lo volvería hacer igualmente no me arrepiento de nada, espero que lo sepas -Le aclaró con actitud desafiante.


- No pretendo reprocharte Afrodita, lo pasado es pasado… -dijo el mayor entendiendo lo orgulloso que era su compañero.


-  Pues deberías aplicar ese pensamiento en ti mismo, lo pasado es pasado, no hay nada que hacer… solo supéralo de una vez –Saga miró asombrado al sueco. De pronto había tomado una actitud altanera sin saber porqué- Ahora que está todo dicho me voy a descansar.


Tras apagar el último cigarrillo Afrodita volvió a adentrarse en la cabaña. Saga lo siguió de cerca hasta entrar en la habitación de los instructores. El pisciano se sentó en el borde de una de las camas y se sujetó la cabeza con ambas manos en señal de abatimiento. Esa conversación lo había dejado emocionalmente agotado. El gemelo lo observó desde la entrada entendiendo que la actitud tomada por su compañero era un medio de defensa para enfrentar la situación.


El gemelo se acercó con cautela hacia su compañero, lamentaba mucho que Afrodita no quisiera prolongar la plática pero él no estaba dispuesto a dejarla a la mitad. Se sentó en la otra cama quedando frente al menor y continuó la conversación.


-  Afrodita ¿qué quisiste decir con que al final terminaste aceptando todo eso? –Preguntó interesado. El otro le dedicó una mirada que iba entre la angustia e irritación- Por favor responde, necesito saberlo.


-  Síndrome de Estocolmo supongo… -dijo el peli celeste encogiéndose de hombros- Al principio accedí a estar con él por temor a represalias, pero en determinado momento dejó de molestarme y al final terminé viéndolo como algo normal, como si fuera parte de mi deber hacia él… ¿eso querías escuchar?


-  No realmente, pero agradezco que seas sincero –reconoció el gemelo. Luego le vino una duda aún más perturbadora- Y dime una cosa… Arles fue… él fue… fue tu…


-  Fue mi qué… -le incitó a continuar cansado de los titubeos.


-  ¿Él fue tu primera vez?... quiero decir, te veías muy joven en mi recuerdo –Peguntó sin más. El otro lo observó en silencio unos segundos, luego soltó una sonora carcajada.


- Si y no… -dijo con ironía. El pisciano volvió a reír ante la cara de desconcierto de Saga- Arles fue mi primera vez… con un hombre…


-  ¿De verdad? –preguntó con algo de sorpresa.


-  Si, a pesar de que sentía curiosidad nunca me animé a acostarme con alguien de mi mismo sexo –comentó en tono casual- … y esta conversación ya se está volviendo MUY incómoda, ¿Cuándo vas a quedar satisfecho Géminis?


-  Lamento incomodarte, solo tengo una última pregunta –el otro asintió para que continuara- ¿hay alguna posibilidad de que pese a todo podamos volver a acercarnos?


-  No lo sé, sinceramente no lo sé –tras una breve pausa continuó- Por el momento preferiría que no.


-  ¿Por qué?


- Simplemente no estoy de ánimos para lidiar con asuntos pendientes de aquella época… lo siento Saga.


-  Supongo que no puede evitarse –dijo el gemelo apenado. Se levantó de la cama y se arrodilló frente al pisciano lo suficientemente cerca para tomarle las manos. Por fortuna el otro no rechazó el contacto- Pero si llegas a cambiar de opinión estaré siempre dispuesto a comenzar de nuevo y si hay algo que pueda hacer para remediar lo que pasó por favor dime, haré cualquier cosa...


-  No tienes porqué, no te sientas con la obligación de reparar un daño que tú no provocaste…


- Lo sé, lo hago porque quiero… realmente quiero volver a acercarme a ti Afrodita –confesó esbozando una pequeña sonrisa conciliadora.


-  Siendo así, gracias, lo tendré en cuenta… -dijo secamente el sueco- ahora sí que me gustaría dormir un poco.


-  Claro, no te entretengo más, descansa –Saga se separó de Afrodita y este se acomodó bajo las mantas para intentar dormir.


El griego volvió a su posición anterior sentado en la cama de en frente y estuvo un buen rato en silencio observando al menor. Pensaba que la conversación con su compañero no había salido tan mal, al menos este no le había dicho que lo odiaba ni nada por el estilo. Tenía fe en que tarde o temprano podrían retomar su relación, o tal vez iniciar una nueva, como con el resto de sus compañeros. Finalmente, el frío y el cansancio le cayeron encima, por lo que decidió imitar al peli celeste e intentar dormir.


La tormenta había cobrado aún más fuerza haciendo que el techo de la cabaña se estremeciera, definitivamente era imposible que volaran al amanecer como tenían planeado. A Saga no le molestaba retrasar un poco su regreso al Santuario, pero presentía que al pisciano no le causaría la misma gracia. Solo quedaba esperar.


Por su lado, Afrodita se sentía inquieto, algo angustiado y muy avergonzado. Maldecía una vez más al universo por haber devuelto sus recuerdos a Saga, en especial ese tipo de recuerdos. Lo último que quería era que el gemelo lo mirara con culpa y lástima, eso dejaba su dignidad por el suelo, y para qué decir su orgullo. Por otro lado, él mismo había decidido enterrar todo lo relacionado con aquella época, pero ¿cómo podría hacerlo si Saga se empeñaba en recordar el pasado?... Olvidar, él solo quería olvidar todo eso.


La cabaña estaba en completo silencio, el único ruido que se escuchaba era el de la tormenta eléctrica. El cuarto se encontraba en penumbras, alumbrado por breves lapsus a causa de los rayos y relámpagos. La ausencia de cortinas en las dos ventanas de la habitación hacía que esta se iluminara con mayor intensidad.


Saga se removía en un sueño intranquilo, algo no lo dejaba conseguir la paz que necesitaba en ese momento para descansar. Tras un último y estrepitoso trueno el gemelo se despertó de golpe, y se incorporó con rapidez al sentir una presencia cerca de él. Quedó sorprendido al ver a Afrodita mirándolo fijamente desde los pies de su cama, tenía un extraño brillo en sus ojos y su expresión era totalmente ausente, como si estuviera en un estado de letargo. El menor subió a la cama y comenzó a acercarse lentamente, apoyado en sus manos y rodillas, avanzando con cautela como si se tratara de un felino asechando a su presa. Al llegar junto al mayor se acomodó a horcajadas sobre él y apoyó una mano en su pecho.


-  Dijiste que harías cualquier cosa por remediarlo… entonces déjame hacerte lo mismo que él hizo conmigo –le dijo en un tono frío y suave a la vez, casi un susurro, carente de toda emoción- ¿Podrás hacerlo Saga de Géminis?


-  ¿De verdad es eso lo que quieres? –preguntó contrariado el mayor. El otro lo miró sin responder. Saga notó que había algo extraño, no se comportaba como usualmente lo haría Afrodita.


- ¿Podrás hacerlo Saga? –repitió el peli celeste ignorando su pregunta, sin cambiar la expresión de su rostro ni el tono de voz. El de Géminis cerró los ojos y suspiró resignado.


-  Adelante… -dijo finalmente mirándolo con determinación. Si esto era lo que Afrodita quería o necesitaba entonces lo dejaría, se lo debía después de todo el daño que le hizo, porque sabía que él lo había hecho, aunque no fuera por voluntad propia.


Sin perder tiempo, un ausente Afrodita comenzó sacando la camiseta del otro dejando su torso expuesto, luego procedió a recostar al mayor sobre la cama y se acomodó mejor sobre él. Empezó por recorrerle los pectorales con sus manos, luego siguió proporcionando suaves besos desde la cadera hasta el cuello, tal y como Arles había hecho tantas veces con él. Finalmente ascendió hasta la boca de Saga y sin pensarlo juntó sus labios, al principio fue un roce, pero este rápidamente comenzó a intensificarse hasta unir sus lenguas. Afrodita se sorprendió al verse correspondido por el gemelo. Pero su asombro llegó al máximo nivel cuando el guardián de Géminis lo tomó por la nuca para profundizar aún más el beso, el menor abrió los ojos por la sorpresa y entonces cayó sobre él todo el peso de lo que estaba haciendo, separándose del mayor con un brusco movimiento.


El sueco se levantó de un salto y se alejó de la cama tanto como pudo, yendo nuevamente a buscar refugio en el paisaje exterior a través de la ventana. Respiraba agitadamente y se sentía más avergonzado que nunca, ¿cómo se le ocurría hacer algo así? ¿En qué estaba pensando? Se reprochó mentalmente una y otra vez mientras se jalaba el cabello con ambas manos. Su estúpida necesidad de sobrepasar a Géminis, aunque fuese una vez, lo había llevado a cometer tamaña estupidez. Cerró los ojos intentando acompasar su respiración y sintió los pasos del gemelo acercándose. Afrodita lo miró a través del reflejo, no se atrevía a hacerlo directamente. Por fortuna, el mayor se había detenido a una distancia prudente.


-  ¿Por qué me dejaste hacer eso? –preguntó el pisciano acongojado- ¿porqué un hombre como tú…?


-   Porque tú me lo pediste… -respondió el griego con tranquilidad- Te dije que haría cualquier cosa…


-   ¿Incluso esto? ¿¿estás loco?? –dijo un tanto irritado- no deberías llegar tan lejos por algo así…


-   Repito, haré lo que sea… -se apreciaba la determinación en el Santo de Géminis.


-  ¿Aunque te cause repugnancia? –inquirió nuevamente el sueco, esta vez volteándose a verlo.


-  ¿Y quién dijo que me causaba repugnancia? –preguntó el mayor arqueando una ceja- Tu me causas muchas cosas Afrodita, pero repugnancia no es una de ellas...


-  Olvídalo, no importa. Lamento mucho lo que hice, no volverá a pasar –cortó el pisciano dispuesto a salir de ese lugar.


-  ¿A dónde crees que vas? –Lo detuvo.


-  A dormir al cuarto de los aprendices, no me siento cómodo estando aquí contigo.


-  No tienes porqué sentirte avergonzado, ya me olvidé. Ven aquí y descansa –el mayor estiró su mano en señal de invitación. El otro suspiró. En el fondo agradecía que el gemelo se tomara tan bien aquel bochornoso incidente –Vamos a pretender que nada ha ocurrido, si alguna vez quieres hablar de esto lo haremos, si no quieres hacerlo nunca lo haremos, respetaré tu decisión.


Afrodita asintió brevemente ante las últimas palabras del gemelo y se apresuró en volver a su cama. Se acostó en posición fetal dando la espalda a su compañero y abrazándose a sí mismo para darse algo de calor.


Desde hacía algunos minutos un frío intenso se había apoderado del lugar, clara señal de que el fuego de la chimenea se había extinguido.


Tras observar a Afrodita acomodarse en su cama, el griego volvió a ponerse la camiseta. Debía admitir que estaba algo desconcertado con lo que había sucedido, no sabía cómo manejar esa personalidad tan cambiante del pisciano. Es cierto que de niño también era así, pero en ese entonces era más fácil de controlar. Ahora no tenía idea de cómo tratar con el menor, solo le quedaba guiarse por su instinto, o en su defecto, improvisar.


Saga observó como Afrodita se abrazaba a sí mismo y su cuerpo temblaba ligeramente. Guiado por un extraño impulso, el gemelo se levantó, se acercó al guardián de Piscis y se acostó junto a él en la cama, acto seguido lo abrazó por la cintura y lo atrajo hacia su cuerpo, quedando con la espalda del menor apegada a su pecho. Esto causó un sobresalto en el sueco.


-  Tranquilo, la mejor técnica para no morir de frío es el calor humano. Solo relájate y duerme, estaremos bien –le sosegó con palabras dulces dichas en un suave murmullo. Afrodita se tensó pero no replicó.


El pisciano de apoco se fue relajando. El cuerpo de Saga realmente ayudaba con el frío y se encontraba tan cansado que pronto comenzó a quedarse dormido sintiendo la acompasada respiración del mayor sobre su nuca. Era una sensación extraña, con Arles había dormido así en más de una ocasión pero jamás había sentido la paz que lo envolvía en ese momento. Con el falso Patriarca sus emociones habían pasado del miedo a la indiferencia y por último a la aceptación; nunca hubo bienestar. Prefirió no seguir dándole vueltas al asunto y poco a poco se dejó guiar por Morfeo hasta quedarse dormido.


Saga sonrió cuando sintió que el menor se relajaba en sus brazos. No sabía por qué estaba haciendo eso, pero le gustaba la sensación. El suave aroma a rosas que desprendía el cuerpo de su compañero lo tranquilizaba. Decidió que por una vez en su vida no se cuestionaría, aunque fuera solo por esa noche quería dedicarse a sentir y disfrutar la cercanía del pisciano. Finalmente terminó por dormirse, pero esta vez sus sueños fueron tranquilos y logró descansar.


Durante la noche, una oleada de recuerdos comenzaron a llenar la cabeza del gemelo, terminando con palabras de un pasado cercano que creía superado.


“El santo de oro que resguarda la última de las doce casas, Piscis, es el más hermoso dentro de los 88 combatientes, un guerrero de belleza brillante y orgulloso entre el cielo y la tierra, cualquiera esperaría que no fuese tan fuerte por su belleza, pero al contrario es el santo más temible”.


El Santo de Géminis tuvo un despertar abrupto tras recordar ese discurso, lo reconocía perfectamente, esas fueron las últimas palabras que Arles le dedicó a Afrodita antes de su encuentro con Pegaso y Andrómeda ¿porqué le venían a la mente en ese momento?... Por fin había conseguido un sueño reparador, pero ahora volvía a sentirse intranquilo. Le molestaba sobre todo porque él coincidía con la descripción que su demente lado maligno hacía sobre sueco. No había duda de que Afrodita era una guerreo temible, orgulloso y muy hermoso, esa combinación perfecta lo había llevado a convertirse en el principal asesino de Arles. Saga sacudió la cabeza, no quería pensar en eso.


El gemelo estiró un brazo y tanteó la cama esperando sentir a su compañero, pero se encontró solo en el lecho. Por un momento temió que el pisciano se hubiese marchado sin él, conociéndolo era algo bastante probable, pero tras levantarse y caminar fuera del cuarto escuchó una suave voz proveniente de la entrada de la cabaña. Se apresuró a seguirla y se encontró con el menor cantando en voz baja una alegre melodía mientras acomodaba algunas rosas en un jarrón sobre la mesa del comedor. El sueco tenía buena voz, debía reconocerlo.


Recién entonces se percató de que la tormenta había amainado, se apreciaba un paisaje gris en el exterior. El pisciano vio que su compañero lo observaba desde la entrada del pasillo y le dedicó un escueto “buenos días”, para luego seguir en su labor.


-  Pensé en dejar un presente a los futuros ocupantes de esta cabaña… después de todo gracias a ellos pasamos una noche medianamente decente –comentó sin apartar la vista de las rosas.


-  ¿Esas son tus Demon Roses?


-   Solo son rosas Saga, no pretendo envenenarlos -respondió ofendido.


-   Lo siento, no quise decir eso.


-  Seguro que no –comentó con sarcasmo.


-  Afrodita, no voy a discutir tan temprano… -el mayor sentía que le venía una migraña- Por cierto ¿qué hora es?


-  No tengo idea –las respuestas del pisciano eran cortantes- pero ya deberíamos irnos, el Patriarca no quería que estuviéramos mucho tiempo fuera del Santuario.


-  Cierto, cierto, debo comunicarme con él –Saga se percató que la chimenea estaba encendida y que su compañero había puesto a secar las ropas mojadas de ambos- ¿Hace cuánto estás levantado?


-  Un par de horas… -Respondió escueto- La ropa ya debería estar seca.


La evasiva actitud del pisciano dejó nuevamente al gemelo sin saber cómo dirigirse a él. Entendía que el menor debía sentirse avergonzado por lo ocurrido la noche anterior, pero no le gustaba que lo evitara, era como si avanzara un paso y luego retrocediera tres.


Se acercó a las prendas y comprobó que estaban secas, volvió su atención a Afrodita quien por fin terminaba el arreglo.


-  Me gustaría visitar tu jardín uno de estos días… –pidió repentinamente el de Géminis- si no te molesta.


-  ¿Mi jardín? –Afrodita parecía sorprendido- ¿por qué quieres ir?


-  Porque la última vez que estuve ahí se encontraba completamente seco y quisiera volver a verlo lleno de vida. Según recuerdo es uno de los lugares más hermoso del Santuario…


- Probablemente lo sea –respondió orgulloso- pero nunca habías mostrado interés en él.


- Los tiempos cambian –finalizó el gemelo. El menor lo observó unos segundos y luego se encogió de hombros.


-  Si quieres… -accedió con indiferencia.


-  Gracias –Saga no pudo evitar la sonrisa que se formó en ese momento. El que Afrodita accediera a que visitara su jardín era un avance, pequeño, pero avance al fin y al cabo.


Ambos Santos se sirvieron algo de insípida comida enlatada como desayuno, luego procedieron a cambiarse de ropa para regresar con los maestros y aprendices de Plata. Estuvieron la mayor parte del tiempo en silencio, aunque esta vez no era incómodo. De pronto se escuchó el estornudo de Afrodita.


- Eso te pasa por nadar de noche con este clima, de verdad ¿en qué estabas pensando? –le reprendió Saga más divertido que molesto mientras se ponía el abrigo. El otro hizo un gesto despreocupado con la mano.


-  Nadar me relaja, siempre lo ha hecho –el pisciano comenzaba a ponerse su chaqueta cuando sintió un tirón en el hombro, emitiendo un leve quejido de dolor.


-  Tu hombro ¿aún te duele? –preguntó preocupado el mayor.


- Solo un poco, supongo que lo forcé más de la cuenta –dijo mientras se sobaba la zona adolorida- De todos modos Aioros hizo un excelente trabajo, no sabía que fuera tan buen componedor de huesos.


- Claro que lo es, él se encargaba de “repararlos” a ustedes cuando eran niños… todos eran muy propensos a los accidentes, por decirlo de alguna manera.


-  ¿En serio?


- ¿No lo recuerdas? –preguntó un tanto confundido el de Géminis- Si a ti mismo te tuvo que ayudar en varias ocasiones.


- Mi memoria no es tan buena –comentó Afrodita restándole importancia al asunto. Saga sabía que eso era mentira, su compañero tenía una excelente memoria, pero tal vez no le gustaba recordar el pasado y él lo respetaría.


Una vez listos, Saga y Afrodita se dispusieron a partir. El clima en el exterior era extremadamente frío y húmedo, el cielo seguía completamente cubierto de nubes sin dejar pasar los rayos del sol. Tras un rato de caminar el menor encendió su primer cigarrillo del día y no dijo palabra en un largo rato, parecía sumido en sus pensamientos. El mayor se dedicó a contemplar el paisaje, era un lugar bastante hermoso.


Finalmente llegaron a la zona de entrenamiento de los Santos de Plata quienes los recibieron con formalidad, sin hacer preguntas por su retraso. El gemelo les contó lo sucedido para informarles que habían utilizado su cabaña. Pronto se despidieron y dirigieron a la avioneta que los llevaría de regreso al Santuario.


Una vez instalados en su medio de transporte Afrodita se acomodó en el asiento y cerró los ojos dispuesto a dormir. El gemelo se sentó junto a él y se dedicó a observarlo durante gran parte del viaje.


Si tuviese que evaluar aquella aventura la consideraría un éxito, pues además de dejar instalados a los aprendices había conseguido hablar con su compañero, sincerarse y lograr un pequeño entendimiento. A pesar de que el sueco había dicho que por el momento no tenía intenciones de retomar su relación, no rechazó su contacto la noche anterior y además aceptó que visitara el jardín de Piscis, eso debía significar algo. Sintiéndose más aliviado el gemelo optó por relajarse el resto del viaje.


Llegaron al Santuario pasado el mediodía e inmediatamente subieron los doce templos para reportarse con el Patriarca. Ambos se sintieron extraños al ver las casas desocupadas, sus compañeros aún se encontraban en misiones y tardarían algunos días en regresar.


-  No recuerdo cuando fue la última vez que hubo tanto silencio en los templos –comentó el gemelo.


Afrodita iba a responderle desde que fuimos todos a suicidarnos al Inframundo, pero recapacitó a tiempo, algo le decía que un comentario tan mordaz no sería muy bien recibido. Finalmente expresó un simple no lo sé y continuaron su camino en silencio.


Cuando ingresaron al Templo Principal, Shion los recibió con una sonrisa y actitud paternal. Les dio la bienvenida y escuchó atentamente el reporte de Saga. Afrodita se mantuvo en silencio todo el tiempo deseando que ese trámite acabara pronto. El Patriarca les envió a descansar por el resto del día y les pidió que se presentaran la mañana siguiente para otorgarles nuevas labores. Los dorados asintieron y se despidieron sin notar la mirada cargada de nostalgia que les dedicaba el Patriarca.


Comenzaron el descenso hacia el Templo de Piscis. Al llegar su guardián se despidió rápidamente del mayor sin darle tiempo de hacer o decir algo. Afrodita se perdió tras la puerta de acceso a la zona privada y Saga suspiró pesadamente resignado a pasar el resto del día solo, ya que su hermano tampoco parecía encontrarse en el Santuario.


Lo primero que hizo el pisciano fue poner a cargar la batería de su celular, había perdido más de un día de comunicación con el mundo y necesitaba noticias. Encendió el aparato pero no tenía llamadas ni mensajes. Decepcionado, se dirigió al baño dispuesto a darse una necesaria ducha caliente. Cuando sintió el agua cayendo sobre su nívea piel suspiró con alivio, relajado comenzó a pensar en la conversación con Saga. Era muy malo que el gemelo hubiese recordado aquel episodio con Arles y aún más malo que le bajara el sentimentalismo y quisiera estrechar lazos con él. Debía encontrar la forma de evitarlo diplomáticamente durante un tiempo, pues lo que le había dicho al mayor era cierto, en ese momento no tenía ánimos para enfrentar hechos desagradables del pasado.


Estuvo un buen rato disfrutando de la reparadora ducha. Al salir del baño volvió a revisar el celular que continuaba cargándose sobre su cama, pero aún nada. Se vistió lentamente con ropa casual y se tendió en el lecho pensando en cómo había extrañado su suavidad la noche anterior. Afrodita se sonrojó al recordar que había dormido con Saga, ¿qué le dio al gemelo por pasarse a su cama? Y más aún ¿porqué le permitió hacerlo? Preso del cansancio y del relajo al encontrarse nuevamente en la seguridad de su templo, el pisciano comenzó a quedarse dormido.


Afrodita despertó relajado tras una reparadora siesta de más de dos horas. Lo primero que hizo fue lanzarse hacia su teléfono celular. Esta vez había un mensaje en su pantalla.

Notas finales:

Find el sexto capítulo. Espero les gustara.

Como siempre, todos los comentarios y críticas constructivas son bienvenidas.

Saludos


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