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Memorias olvidadas por Arawn87

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Notas del capitulo:

El séptimo capítulo y el más experimental hasta el momento.

 

Aclaro que todo lo que sale aquí es ficción, cualquier similitud con la realidad es solo coincidencia. A pesar de que se utilizan algunos lugares reales como referencia, la historia sigue siendo pura ficción.

 

Sin más que agregar, los dejo con el capítulo.

 

 

Cap. 7: Encuentros y despedidas.

 

 

 

El sol de media tarde iluminaba el Santuario de Atenea, aliviando un poco el frío clima otoñal. El sector donde vivía la elite dorada estaba desierto, ya que la mayoría de sus ocupantes se encontraba en diversas labores fuera del país. A esa hora solo se veía una bella figura descender a toda prisa por los 12 templos del zodiaco.

 

Afrodita iba bajando por los templos a toda carrera, como si lo estuviese persiguiendo el mismísimo Hades. Había recibido un mensaje del detective a cargo de encontrar a su gemela diciendo que lo llamara en seguida. Al hablar con él le informó que había dado con su paradero, que necesitaba verlo en seguida en el aeropuerto de Atenas y que se preparara para viajar de inmediato. Tratándose de Briseida viajaría otra vez al infierno si fuese necesario, preparó un pequeño bolso de mano con algo de ropa, sus documentos personales, dinero y partió sin más esperando buenas noticias. Corrió por el Santuario rezando no encontrarse a nadie en el camino, algo que por fortuna ocurrió.

 

El viaje a Atenas se le hizo más largo que de costumbre, no podía esperar a oír las novedades y encontrarse con su hermana, llevaba esperando una eternidad para eso. Divisó la gran ciudad y aguardó con impaciencia su llegada al terminal, una ansiedad incontrolable comenzaba a apoderarse de él.

 

El encuentro con el detective fue rápido, le señaló que su contacto había localizado el paradero de Briseida, nada más y nada menos que en un Convento Católico al norte  de Italia, cerca de la frontera con Francia… “¡¡un maldito Convento!!” pensó sorprendido el doceavo guardián.

 

-   Cuando tenía 12 años sus padres decidieron murarse a la ciudad de Nice al sur de Francia, sin embargo en el camino tuvieron un accidente automovilístico y los señores Tattaglia fallecieron… tu hermana sobrevivió y fue llevada a un hospital en Imperia… -Explicó el detective- El personal no pudo encontrar parientes vivos por lo que llamaron a las religiosas del Convento para que se hicieran cargo de ella, pues el lugar cuenta con un orfanato para niñas… Ahí es donde tu hermana ha estado desde entonces, es más, se convirtió en religiosa de la Congregación hace un par de años.

 

-   ¡¡¿¿Qué??!! – exclamó Afrodita más que sorprendido por esa última información ¿su hermana una religiosa? ¿era en serio?

 

-   Así es… Pero no te hago perder más el tiempo. Mi contacto también me dijo que la muchacha ha estado enferma desde hace algunos días y que parece ser grave, por eso te llamé con urgencia... sería bueno que partieras a verla de inmediato –Continuó el hombre- el próximo vuelo a Italia sale en dos horas.

 

Le entregó una carpeta con todos los detalles, incluida la dirección exacta y mapas del lugar donde se encontraba su gemela. Le indicó además que su contacto lo estaría esperando en el aeropuerto de Génova para trasladarlo hacia el Convento, el cual se encuentra a unos 20 kms al oeste de Imperia. Afrodita no perdió más tiempo, le tendió su pago al detective y partió a asegurar su ticket. Sabía que lo que hacía podía costarle un serio castigo, ya que no tenían permitido salir del país sin previa autorización del Patriarca, pero no tenía tiempo para ese tedioso protocolo, simplemente afrontaría las consecuencias.

 

Llegó justo a tiempo para alcanzar el vuelo y una vez instalado en el avión pudo relajarse un poco. Revisó la carpeta que le había entregado el detective con toda la información, esta incluía también el alias y contacto de su amigo ex interpol que lo esperaría en Italia, sin duda había escogido bien a la hora de contratarlo.

 

El pisciano se encontraba entre feliz y preocupado, no le gustaba la urgencia que mostraba el detective porque viajara en ese momento ¿su hermana realmente estaba tan enferma?... el destino no podía hacerle eso, no podía quitarle a Briseida cuando recién iba a reencontrarse con ella después de diecisiete años. Sin quererlo comenzó a rememorar el pasado en Suecia junto a su hermana, sus juegos, sus conversaciones, su promesa de cuidarse mutuamente, la época en que fue realmente feliz. Todo eso parecía un sueño lejano, uno que mantuvo enterrado durante muchos años.

 

Cuando llegó a Génova ya era entrada la noche, al bajar del avión llamó de inmediato al contacto y lo encontró en la salida, este lo esperaba listo para partir. Era un hombre mayor con una notoria ascendencia italiana, mirada fría y calculadora. Afrodita lo inspeccionó rápidamente y decidió que le agradaba aún más que el detective griego, pues a diferencia de él su contacto italiano tenía la palabra “corrupto” escrita por todo el rostro, era el tipo de persona con quien al pisciano le gustaba tratar, ya que hablaban el mismo idioma. El sujeto no quiso darle su nombre, pero le pidió que se refiriera a él por su alias, como “el italiano”. Afrodita consideró ese apodo algo muy poco original pero no hizo comentarios.

 

El hombre ofreció un cigarrillo que el sueco aceptó gustoso y tras encenderlo comenzó a interrogarlo acerca de su hermana. Le informó que había dado con ella hace una semana a través de una conocida que trabaja en el Convento como jefa del personal de limpieza, fue ella quien le informó del estado de salud de Briseida. Con algo de temor, Afrodita le preguntó qué tan grave era su estado a lo que él respondió “por lo que oí, bastante grave”.

 

-   ¿Qué es lo que tiene? –preguntó intentando conservar la calma.

 

-   No lo sé, solo me informaron que lleva unos días postrada en el Sanatorio del Convento con fiebre y mucha tos, los doctores no saben por qué no mejora…

 

-   Ya veo –dijo el sueco mirando por la ventana.

 

El viaje duró casi toda la noche, ambos se fueron turnando para conducir hasta que poco antes del amanecer llegaron a su destino.

 

Corrieron al interior del lugar y tras una rápida presentación ingresaron al Sanatorio del convento. Afrodita ignoró las miradas curiosas que lo observaban y agradeció que aquel hombre hubiese anunciado previamente su llegada, se ahorraron perder el tiempo en explicaciones.

 

Apresuró el paso lo más que pudo hacia dónde se encontraba Briseida, podía sentirla cada vez más cerca, pero a medida que avanzaba crecía una opresión en su pecho… “por favor permíteme llegar, por favor no me la quites” Afrodita suplicaba en su mente con cada paso que daba, hasta que finalmente dio con la habitación. Se detuvo abruptamente a un paso de la entrada y abrió lentamente la puerta, en su interior alcanzó a divisar a un hombre de bata blanca inclinado sobre una camilla y dos religiosas de pie a cierta distancia de él, una de ellas llevaba delantal blanco como los que usaban las asistentes de enfermería. Había un ambiente muy denso, ¿qué ocurría? ¿Lo había logrado?… De pronto el doctor se quitó el estetoscopio y se alejó de la cama. Al fin pudo divisarla, Briseida, su pequeña hermana, su gemela estaba ahí.

 

----

 

Saga se acomodó una vez más en su asiento mientras intentaba distraerse mirando por la ventana, a pesar de que el paisaje no le mostrara más que nubes. Se sentía inquieto y algo preocupado, tenía un mal presentimiento de lo que iba a encontrar al llegar. Suspiró pesadamente intentando no hacer caso a su intuición. Comenzó a pensar en lo ocurrido hacía solo unas horas y que lo llevó a terminar volando hacia otro país.

 

 

 

Flash Back

 

En el Santuario, el Santo de Géminis descansaba tras volver de la Isla Milos. Después de dejar a Afrodita en su Templo regresó de inmediato al suyo, vio que su gemelo no estaba y pensó que debía andar paseando por Rodorio. Tomó una ducha, comió algo y se dispuso a leer, ese era su pasatiempo favorito últimamente.

 

De pronto sintió una conocida presencia adentrarse en Géminis, notó que se encontraba alterado y al bajar divisó la figura de su compañero de Piscis saliendo a toda prisa del lugar. Se extrañó mucho ya que hacía solo un par de horas parecía estar bien. Tuvo intenciones de seguirlo para averiguar qué ocurría, pero cuando se disponía a alcanzarlo sintió el cosmos del Patriarca llamándolo. De mala gana tuvo que abandonar su cometido y emprender camino hacia el Templo Principal.

 

Al llegar con Shion se preocupó al ver la expresión afligida que mostraba, no era común que dejara ver sus emociones, ni siquiera ante los Santos de Oro.

 

-   ¿Quería verme? –preguntó respetuosamente el de Géminis.

 

-   Si Saga… por favor levántate, esta conversación no será algo oficial, sino personal –solicitó el lemuriano con voz suave. Saga le hizo caso y tuvo un sobresalto al verlo de pie frente a él, una vez más sin la máscara. Parecía que ya nunca la usaba.

 

-  ¿Sucede algo malo Patriarca?

 

-  Viste al Santo de Piscis descender por las escaleras ¿verdad? Y pensabas seguirlo… -Saga se sorprendió al verse descubierto- Se todo lo que ocurre en el Santuario Saga, especialmente con ustedes.

 

-  Entiendo... bueno si, lo vi pasar y parecía alterado, por eso quise alcanzarlo para saber qué ocurría.

 

-  ¿Por qué? –el gemelo volvió a sorprenderse ¿a qué venía este interrogatorio?

 

-  Porque es un compañero y los compañeros nos apoyamos entre nosotros.

 

-  ¿Solo por eso? –preguntó el Patriarca mirando intensamente al geminiano.

 

-  Si… no, la verdad es que no –reconoció Saga- No sé qué me pasa con él pero no puedo dejar de preocuparme, al principio creí que era remordimiento por todo lo que sufrió a causa de Arles, pero…

 

-  ¿Pero? –presionó el Patriarca.

 

-  Me he dado cuenta de que no me mueve exactamente la culpa.

 

-  ¿Qué es entonces?

 

-  No lo sé, juro que no lo sé, pero es algo más intenso que eso… si la está pasando mal no quiero que esté solo -concluyó sintiéndose abochornado por confesar algo así frente al Patriarca. Para su sorpresa Shion suavizó su mirada y le dedicó una amable sonrisa.

 

Me alegra escuchar eso, no sabes cuánto –el griego le devolvió una mirada interrogante- Te diré porqué Afrodita estaba alterado y salió corriendo del Santuario… Tu compañero lleva varios meses buscando su hermana gemela ¿la recuerdas?

 

Saga abrió los ojos pasmado por tal información… la hermana de Afrodita… lo había olvidado por completo, su compañero tenía una hermana gemela ¡¡claro que la tenía!! Fue él mismo quien la trajo junto a él hasta Grecia, fue testigo de la promesa de los pequeños para volver a encontrarse. Él mismo prometió ese día al aprendiz de Piscis que lo ayudaría en lo que pudiera para ayudarlo a conseguir sus objetivos. Por supuesto, esa promesa se fue al carajo con la llegada de Arles y Afrodita nunca lo volvió a mencionar.

 

-   Pero si lleva meses buscándola ¿porqué no nos habíamos enterado? –preguntó confundido el gemelo.

 

-  Porque no quiere que nadie sepa, sabes que le gusta cargar con el peso del mundo en sus hombros. Aún ahora seguimos siendo solo tú y yo quienes conocemos su existencia, ni siquiera se lo ha contado a sus amigos. –dijo el patriarca con cierta tristeza.

 

-  Pero se lo dijo a usted…

 

No, yo me enteré porque he seguido sus movimientos desde que comenzó a salir frecuentemente del Santuario, sabía que algo ocurría, pero nunca lo mencioné porque mantenía la ingenua esperanza de que Afrodita viniera a mí por ayuda o consejo. Sin embargo, es claro que aún no me gano su confianza.

 

-  Creo que ninguno de nosotros lo ha hecho… además, Afrodita es demasiado orgulloso para pedir ayuda –dijo abatido el de Géminis.Luego fijó su vista en Shion- Patriarca ¿Por qué me dice esto ahora?

 

-  Porque en estos momentos tu compañero va a encontrarse con la persona que le dará noticias de su hermana y asumo que partirá de inmediato a encontrarla… Al parecer, algo malo le ocurre a la chica.

 

-  ¿Qué tiene? –Shion negó con la cabeza dando a entender que lo desconocía- Su Santidad ¿me permitiría ir con él?

 

Shion ladeó la cabeza con gesto curioso, sabía que Saga solo le llamaba “Su Santidad” cuando le solicitaba algo extremadamente importante para él.

 

-  Saga ¿me aseguras que la razón por la que quieres acompañarlo no está motivada por un sentimiento de culpa o similar? Sabes que solo ofenderías a tu compañero si supiera que le tienes lástima…

 

-  No es culpa y tampoco le tengo lástima Su Santidad, no tiene que ver con eso, lo juro –Shion pudo ver la sinceridad en sus palabras y sonrió complacido.

 

-  Entonces tienes mi permiso, acompáñalo y apóyalo en todo lo que puedas… y se paciente por favor, ese chico sigue teniendo un carácter bastante difícil.

 

-  Lo sé… -respondió Saga sonriendo, recordaba que Aioros le había dicho algo similar hace algunos días- ¿a dónde me debo dirigir?

 

-  Al parecer a Italia, pero tendremos que esperar a que Afrodita reciba esa información. Te avisaré apenas me entere. Mientras puedes aprovechar de preparar tus cosas y encaminarte a la zona de la avioneta, viajarás en la misma que los llevó a Isla Milos.

 

-  Muchas gracias Santidad –terminó el gemelo haciendo una reverencia y el Patriarca el dio permiso de retirarse.

 

Shion observó a Saga desaparecer tras la puerta y sonrió esperanzado, rezaba a Atenea para que esos dos pudieran al fin construir su vínculo de manera correcta y no de la forma retorcida en que se formó por culpa de Arles. Él haría lo posible por ayudarlos, se los debía.

 

Saga apresuró su paso hacia Géminis para preparar el viaje en espera de las noticias de Shion. Fue a su habitación y sacó un bolso pequeño para llevar solo lo necesario. En ese momento entra su hermano, iba vestido con ropa casual y cargado de bolsas, era claro que había ido a pasear al pueblo tal y como pensó.

 

-  ¿Cómo es esto, acabas de llegar y ya te vas de nuevo? –preguntó Kanon al verlo armar su bolso.

 

-  Ha ocurrido un contratiempo, debo irme por algunos días… -respondió el mayor sin mirarlo, concentrado en su tarea.

 

-  ¿A dónde irás?

 

-   No lo sé aún.

 

-  ¿Y vas solo? –Saga se detuvo un momento ante la pregunta y respondió un escueto “no”. Su gemelo no quedó contento con eso y siguió presionando- ¿Con quién irás?

 

-   Es complicado… -El mayor vio a su hermano dejar las bolsas en el suelo y cruzarse de brazos dando a entender que no se movería hasta sacarle toda la información- Voy con Afrodita… o mejor dicho voy a seguirlo.

 

-   ¿Cómo? –Kanon preguntó confundido.

 

El mayor tuvo dificultad para contarle a su hermano lo que sucedía, pues no quería revelar el secreto de Afrodita, no podía decirle a Kanon sobre la existencia de la hermana del sueco. Terminó por contarle que su compañero buscaba a alguien importante para él y que nadie debía saberlo. Saga sabía que su hermano era discreto y que guardaría el secreto, por eso le ofreció un poco de información.

 

-  Entonces estás preocupado por él –el mayor asintió con la cabeza- Vaya, el sueco te importa más de lo que pensaba.

 

-  ¿Por qué lo dices?

 

-  Porque tú nunca actúas tan impulsivamente… es decir, el Patriarca y tú poseen casi nada de información, pero aún así estas dispuesto a salir corriendo tras él solo por si Afrodita pudiera tal vez llegar a necesitarte…

 

Bueno, el Patriarca está seguro de que algo malo está pasando y Afrodita se veía lo suficientemente alterado para corroborar esa sospecha -se justificó Saga.

 

-  Ajá, pero eso no quita que estés actuando guiado por tus emociones y no por tu raciocinio –señaló el gemelo menor- ¿te das cuenta de que vas a seguirlo en secreto? Todo porque sabes que Piscis no aceptaría tu compañía, pero aún así quieres estar con él…

 

Saga comenzó a sentirse incómodo con la conversación, su hermano lo conocía demasiado bien. Lo que decía era cierto ¿porqué iba a salir corriendo tras Afrodita?, si bien gracias a la misión había logrado un ligero entendimiento con él, aún estaba lejos de conseguir su simpatía y mucho menos su confianza. No obstante, iba a hacerlo de todos modos, no le gustó el semblante que mostraba cuando pasó por su templo, él quería… no, necesitaba estar con su compañero, tenía un mal presentimiento y sentía que no debía estar solo, por mucho que el menor detestara su compañía. Ya lo había decidido, iba a ir de todos modos.

 

-   ¿Ocurrió algo entre ustedes en la Isla Milos? –la pregunta de su hermano lo sacó de sus cavilaciones.

 

Saga sabía que no tenía caso mentirle, no a él, y para ser honesto, necesitaba hablar de ese asunto con alguien y Kanon era la persona de mayor confianza que tenía a mano. De partida, era el único que sabía de su perturbador pasado con el sueco.

 

Los gemelos se sentaron en la cama para hablar más cómodos. El mayor contó todo lo ocurrido en la misión. Cuando terminó observó a su hermano esperando ver su reacción.

 

-   ¡Uf! Ustedes dos… son imposibles… no puedo creer que te hayas lanzado sobre él y después él sobre ti y que después durmieran juntos y al final ambos quedaran como si nada –decía Kanon un tanto aturdido- Definitivamente son tal para cual.

 

-  No es eso, es sólo que me parece que Afrodita está más dañado de lo que pensaba… creo que su pasado con Arles le afecta más de lo que está dispuesto a reconocer, por eso no quiere lidiar con él.

 

-  ¿Y tú quieres ser quien lo ayude a superarlo?

 

-  Espero poder hacerlo…

 

Entiendo… sinceramente espero que lo consigas. Lo único que te pido es que no te descontroles otra vez, de lo contrario podrías terminar alejándolo –le aconsejó su hermano.

 

Saga agradeció el consejo con una sonrisa. Siguieron hablando durante un buen rato y al final se dirigieron a la cocina para comer algo, aunque el guardián del templo dudaba que lograra tragar algo con la ansiedad que sentía en ese momento.

 

Cuando ya comenzaba a anochecer sintió el llamado del Patriarca, se comunicó con él vía cosmos informándole cual sería su paradero. Saga no perdió el tiempo y tras despedirse de Kanon con un rápido abrazo emprendió nuevamente camino a la avioneta que esta vez lo llevaría a Italia.

 

 

 

Fin del Flash Back

 

El gemelo escuchó la voz del copiloto comunicándole que estaban próximos a aterrizar. División la ciudad de Génova, pensando que Afrodita debía haber aterrizado ahí, él para su fortuna lo haría más cerca de Imperia, y por ende del Convento… ventajas de viajar en un avión privado propiedad de un magnate multimillonario (bendita Atenea).

 

Saga pensaba que era una verdadera suerte que el Patriarca pudiera leer mentes. Sabía que no acostumbraba hacerlo, ya que respetaba la intimidad de sus santos, pero cuando la situación lo requería no dudaba utilizar sus poderes telepáticos… en este caso, de no ser por eso hubiesen perdido mucho tiempo tratando de averiguar la ubicación exacta del pisciano.

 

Una vez que aterrizó tuvo que esperar un buen rato para lograr tomar un taxi al Convento. Al llegar se sintió un poco nervioso, nunca antes había estado en un lugar así. También temía por la reacción de Afrodita al verlo, estaba seguro de que su compañero no lo recibiría con los brazos abiertos, pero ya estaba ahí y no había vuelta atrás. Vio a un hombre mayor de pie junto a la entrada fumando un cigarrillo, no le dio buena espina pero lo ignoró, tenía cosas más importantes por qué preocuparse.

 

Al ingresar anunció su llegada preguntando por Afrodita y su hermana diciendo que era un amigo de la familia, por fortuna no le hicieron problema. Cuando le informaron que se encontraban en el Sanatorio volvió sentirse inquieto, el presentimiento del Patriarca era correcto, algo grave debía pasar con la gemela de su compañero.

 

Saga apuró el paso para llegar a la habitación indicada y se detuvo en seco cuando divisó la puerta. Sintió que Afrodita estaba adentro y no se encontraba bien, podía sentir su presencia inquieta ¿qué habría ocurrido? Estaba a punto de entrar cuando fue detenido por una voz de mujer, al parecer una enfermera.

 

-  No puede entrar ahí señor, es una habitación privada… -dijo la mujer que parecía bordear los cuarenta años.

 

-  Por favor, soy amigo de ambos… quiero saber cómo están –cuando la mujer bajó la cabeza mostrando tristeza ya no le cupieron dudas de que la situación no era buena.

 

-  Lamento mucho informarle señor pero… la hermana Catalina falleció hace una hora, no pudo con la enfermedad… una verdadera lástima, tan joven… -Se lamentó- pero lo más triste fue que su hermano no alcanzara a despedirse, si hubiese llegado diez minutos antes, solo diez minutos… pero bueno, no podemos hacer nada contra los designios del Señor.

 

Tras esas últimas palabras la mujer le autorizó a entrar y luego se retiró. Sin perder tiempo se acercó a la puerta y la abrió con lentitud. El cuarto estaba iluminado por una tenue luz, buscó a su compañero con la mirada y lo encontró sentado en el piso con la espalda apoyada en la camilla, luego vio a la figura tendida en el lecho y ahogo un grito de sorpresa, aquella persona era la imagen idéntica de Afrodita.

 

Entró despacio sin hacer ruido cerrando la puerta tras él, se enfocó nuevamente en la mujer, al observarla sintió un leve mareo, le recordaba a la imagen de Afrodita el día que fueron revividos, cuando el sueco yació muerto más de lo necesario porque se negaba a volver, era el mismo color enfermizo de su piel, sus labios morados, un cuerpo vació. Entonces se enfocó en su compañero quien parecía no haber notado su presencia, permanecía sentado con las piernas recogidas jugueteando con una rosa como si nada, su mirada fija en la flor carmesí. Saga se sintió extrañado por su actitud.

 

-  Afrodita… -lo llamó suavemente en un susurro apenas audible. El aludido levanto la cabeza y lo miró, sus ojos estaban completamente secos, pero no solo eso, carecían de cualquier emoción… “un escudo” pensó Saga.

 

-  Vaya, sí que son rápidos –habló el pisciano con tono indiferente. El mayor no entendió a qué se refería- Como tengo derecho a un último deseo te pido que me dejes enterrarla antes de ejecutar el castigo.

 

-  ¿De qué estás hablando? –preguntó completamente confundido. Afrodita le devolvió una sonrisa socarrona y acto seguido se puso de pie para acercarse un poco a él.

 

-  Según entiendo las normas de el Santuario no han cambiado –explicó el de Piscis- Salir del país sin autorización del Patriarca se considera deserción y la deserción siempre se ha castigado con la muerte, eso lo sé de sobra… ¿o me equivoco?

 

-  Afrodita, nadie vino a castigarte –respondió Saga sin creer que su compañero pensara que había ido a matarlo. El menor ladeo la cabeza en señal de confusión- Estoy aquí con autorización del Patriarca porque presentimos que algo malo te ocurría y nos preocupamos.

 

-  Que amable de su parte –comentó Afrodita con cierta sorna sin perder la expresión indiferente. Luego dio media vuelta y regresó a su posición inicial junto a la cama- Si es así puedes irte, quiero estar solo con mi hermana… cierto, no te había dicho, mi hermana Briseida, aunque supongo que ya lo notaste por el parecido.

 

-   Lo noté… Si necesitas algo estaré muy cerca, solo llámame –Saga quedó esperando una respuesta que nunca llegó, su compañero solo se dedicaba a jugar con esa rosa en sus manos. Suspirando resignado salió de la habitación, no iba a presionar en un momento así.

 

Cuando el mayor se retiró Afrodita apagó la pequeña lámpara del velador para quedar a oscuras. Notó que ya salían los primeros rayos del sol, no había dormido en toda la noche pero no se sentía cansado, en realidad no sentía nada en absoluto, como si estuviera muerto por dentro, tan muerto como su hermana, tan muerto como debería estar y estaría de no ser por la insistencia de Atenea.

 

Si tan solo su Diosa le hubiese dejado permanecer vagando en la nada no tendría que haber pasado por esto, por el dolor de dar con su hermana solo para encontrarla muerta. Debía ser un castigo por sus crímenes, no había otra explicación. Si había regresado a la vida era sólo para pagar por el daño que causó durante tantos años, en ese momento estaba convencido de eso… “¿cuánto más me faltará para que los dioses queden satisfechos?” Se preguntó con amargura.

 

Por su lado Saga no sabía qué hacer, como actuar, ni qué decir esas circunstancias. Nuevamente se preguntó ¿porqué tuvo que tomar sus cosas y partir tras Afrodita?, si no tenía idea de cómo tratarlo en situaciones normales mucho menos sabía cómo hacerlo en casos como este, es decir, su compañero acababa de perder a su único familiar y ni siquiera había alcanzado  despedirse, eso trastornaría a cualquiera.

 

El amanecer dio paso a la mañana y el cuerpo de Briseida fue llevado a prepararse para los funerales. Afrodita estuvo con ella en todo momento, con expresión ausente, mirada vacía, sin derramar una sola lágrima. La velaron en la capilla destinada a los miembros de la Congregación, los asistentes eran exclusivamente habitantes y trabajadores del Convento, todos hablaban maravillas de la joven fallecida y más de alguno miraba con asombro al Santo de Piscis, después de todo era el gemelo perdido de la difunta.

 

Al atardecer del tercer día el féretro fue llevado al pequeño cementerio, había un sector exclusivo para religiosas. Ese día contó con la presencia del Obispo a cargo de la Congregación quien dio sus condolencias a un indiferente Afrodita, este apenas y lo tomó en cuenta, se encontraba ensimismado.

 

Cuando terminó la ceremonia el féretro comenzó su lento descenso, el cuerpo de Briseida descansaría ahí a partir de ese momento. Poco a poco los asistentes se fueron retirando y solo quedaron Afrodita y Saga en el lugar. El frío comenzaba a sentirse y la luna llena ganaba lugar en el cielo, iluminando levemente el paisaje. El gemelo miraba a su compañero desde cierta distancia, sin saber cómo acercarse. Finalmente se armó de valor y se unió al menor.

 

-  Afrodita yo…

 

-  No… -lo interrumpió el de Piscis- ya tuve suficiente con aguantar a esta gente durante casi tres días, no quiero escuchar nada ahora.

 

Afrodita hablaba con frialdad, la misma que mostraban sus ojos. Saga sintió un escalofrío al observarlos, no recordaba haberle visto esa expresión en mucho tiempo.

 

-  Quisiera estar solo por favor –Saga apretó los puños sintiéndose frustrado. De nuevo el menor lo desplazaba como si nada.

 

-  ¿Será conveniente que estés solo? –preguntó el mayor haciendo gala de su autocontrol.

 

-  Estaré bien, solo necesito despedirme de ella –respondió con tranquilidad el sueco- Por favor.

 

De acuerdo… solo no te esfuerces demasiado, estaré en la cabaña de visitas que nos asignaron –el menor asintió sin responder.

 

Saga se fue preocupado, Afrodita apenas había dormido en esos tres días, se veía agotado, pálido y ojeroso, pero había ignorado todos sus intentos por enviarlo a descansar. El sueco era demasiado obstinado para su propio bien.

 

Al pasar por uno de los patios vio nuevamente a aquel hombre mayor que le daba mala espina, sintió curiosidad sobre quién sería ese sujeto que se paseaba tan tranquilamente por el Convento. El tipo encendió un cigarrillo y lo miró, luego frunció el ceño y comenzó a alejarse yéndose por otro camino, Saga pensó que definitivamente era sospechoso, pero sintió que no representaba ningún peligro, después de todo era un humano común y corriente. Finalmente se sentó en una de las bancas a contemplar el firmamento, no se sentía con ánimos de dormir, quería esperar al sueco y que regresaran juntos.

 

El Santo de Piscis observó a su compañero marcharse y acto seguido se despidió de su hermana dejando una rosa sobre la tierra que cubría el recién enterrado ataúd. Le había fallado a Briseida, había prometido que iría por ella para que volvieran a estar juntos y no cumplió su palabra. Fueron demasiados años en que la mantuvo sepultada en su propio inconsciente y cuando logró salir ya era demasiado tarde. Una especie de tuberculosis se la había llevado, en pleno siglo XXI… menuda estupidez, curiosa estupidez. El pisciano se marchó de ahí, no soportaba estar más tiempo junto a los restos de su hermana, porque a diferencia de las otras muertes que causó, esta si la llevaría en su conciencia.

 

Al rato se encontró con el hombre que lo había llevado hasta ahí y le pagó sus honorarios, el sujeto le dijo que debía hablar de algo muy importante con él y que lo esperaría mañana a esa misma hora en el patio oeste del Convento, era un lugar mucho más tranquilo para conversar. Afrodita se extrañó por tanto misterio, pero su intuición le decía que hiciera caso y accedió. Luego le pidió prestado su auto y el ex interpol, tras una generosa suma, le pasó las llaves. De esa manera el sueco se perdió en la carretera nocturna con rumbo a la ciudad de Imperia, necesitaba buscar refugio en algún antro para perderse en sus vicios, era lo único que podría tranquilizarlo un poco en ese momento. No le importó que acabara de enterrar a su hermana, no le importó que Saga estuviera esperándolo, él solo quería escapar aunque fuera una noche, perderse y olvidarse de todo.

 

Un nuevo amanecer se veía en el horizonte, Saga apenas había pegado un ojo en toda la noche, pues Afrodita no había regresado. Buscó por todo el Convento y nada, finalmente decidió volver a la cabaña en espera de su compañero. Al poco rato el esquivo sueco hizo su aparición, Saga se encontraba bebiendo una taza de café en la mesa del pequeño comedor y se levantó de un salto cuando lo vio entrar. Frunció el ceño al notar el estado en que venía, apestaba a alcohol y cigarrillos, y se tambaleaba afirmándose del marco de la puerta para no perder el equilibrio. Afrodita levantó la cabeza y abrió los ojos sorprendido, volvió a cerrarlos y abrirlos en varias ocasiones tratando de enfocar.

 

-  Mierda, olvidé por completo que estabas aquí –dijo con dificultad acompañado de una torpe risa de borracho. Ingresó a tropezones y se dejó caer pesadamente en el sofá de la entrada.

 

-  Estás hecho un desastre –le reprendió el gemelo.

 

-  Entonces me veo como me siento –añadió Afrodita sin moverse de su sitio. Permanecía tendido de espaldas en el sofá cubriéndose los ojos con su antebrazo.

 

-  ¿Dónde estabas?

 

-  Por ahí… -respondió escuetamente y volvió a emitir una risa sin sentido. Saga no sabía si enfadarse o sentir lástima por él, realmente no podía culparlo por emborracharse en esas circunstancias, pero le inquietaba donde habría ido a beber.

 

-  ¿Fuiste a la ciudad? –escuchó un simple “ajá” como respuesta- ¿Y cómo llegaste allá?

 

-  ¡Ash! –exclamó Afrodita comenzando a molestarse. Se incorporó con dificultad para quedar sentado en el sofá y mirar directamente a su compañero-  Conduciendo ¿de qué otra forma podría ir?

 

-  ¿Y condujiste en ese estado? –Saga finalmente preguntó lo que le interesaba. Afrodita se encogió de hombros en un gesto despreocupado, algo que enfureció de sobremanera al mayor- ¡¡¿¿Estás loco??!! Apenas logras mantenerte en pie ¿cómo puedes ser tan irresponsable? Pudiste haberte matado o haber matado a un inocente.

 

-  No seas dramático…además, no sería la primera vez que mato a inocentes  –dijo con tono mordaz volviendo a reírse.

 

La respuesta de Saga fue propinarle una fuerte bofetada, no podía creer que su compañero bromeara con algo así, por muy borracho que estuviera.

 

-   Estoy hablando en serio Afrodita ¡¡no vuelvas a hacer algo así!! Entiendo lo dolido que estás, pero eso no justifica que actúes tan imprudente… –Le reprendió duramente el de géminis mientras el otro seguía con la cabeza volteada tras el golpe. De pronto, un dolor intenso hizo a Saga detener su sermón.

 

Afrodita se había levantado del sofá y le propinó un fuerte puñetazo en el abdomen. Saga retrocedió un par de pasos sujetándose el área adolorida con una mano, miró sorprendido al menor que ahora le dedicaba una mirada de furia.

 

-    No te atrevas a golpearme otra vez Géminis, ya no soy un niño, no voy a aguantar esa clase de trato –advirtió el de Piscis con gesto altanero.

 

Saga se encontraba en shock, nunca hubiese esperado que Afrodita lo atacara. Sintió una repentina cólera crecer en su interior… ¿cómo se atrevía ese mocoso? Le importaba un comino su estado, ahora mismo le enseñaría a respetarlo. Se incorporó dispuesto a lanzarse contra el pisciano, pero se detuvo al ver que su compañero palidecía de pronto y se tapaba la boca con una mano aguantando las arcadas. Acto seguido lo vio correr hacia el baño y escuchó como vaciaba el contenido de su estómago.

 

El gemelo suspiró sintiendo su rabia disminuir, se refregó la cabeza en gesto exasperado y fue a ver como se hallaba el otro. Lo encontró de rodillas en el piso mientras seguía devolviendo todo en la taza del baño.

 

-  Eww, qué asco –escuchó murmurar al menor mientras se incorporaba para tirar la cadena y apoyarse en el lavamanos. Saga veía con paciencia como su compañero se enjuagaba la boca.

 

-   Ven, necesitas descansar –le dijo finalmente olvidando su enojo. Esta vez haría que el menor durmiera aunque tuviese que noquearlo para conseguirlo. Lo sujetó por los hombros y fue guiándolo a paso lento hacia la única habitación del lugar.

 

Ayudó al pisciano a sentarse en una de las camas, le quitó la chaqueta y los zapatos, luego hizo que se acostara bajo las mantas. Afrodita se quedó dormido casi al instante, su cuerpo le pasó la cuenta por todos esos días en vela y no supo del mundo durante varias horas.

 

Cuando el menor se durmió Saga hizo algo que ya se le había hecho costumbre, observarlo en silencio. Se sentó en la otra cama y tal como en Isla Milos se quedó vigilando el sueño de su compañero

 

De un momento a otro Afrodita comenzó a emitir leves quejidos y Saga notó que fruncía el ceño dejando ver una mueca de dolor, su compañero comenzó a removerse en la cama, entendiendo enseguida que estaba teniendo una pesadilla. El gemelo se arrodilló junto a él y comenzó a acariciarle suavemente el rostro mientras susurraba palabras tranquilizadoras. Le partía el corazón ver así al sueco, el dolor por la pérdida de su hermana debía ser demasiado grande. Se sintió afortunado de que los dioses le concedieran a él una nueva oportunidad con su gemelo, algo que a Afrodita se le negó. Guiado por un impulso, Saga beso dulcemente la frente del menor, sin dejar de acariciarlo. Esto tuvo un efecto positivo, ya que el durmiente relajó sus facciones y dejó de quejarse, poco a poco su expresión volvió a ser serena y su respiración acompasada.

 

-  Confía en mi Afrodita… –le susurró Saga acercándose a su oído- Esta vez no te dejaré solo.

 

El tercer guardián se levantó y abandonó la habitación para dejar a su compañero descansar tranquilo. Se dirigió a la cocina para prepararse otro café, y mientras hervía la tetera decidió encender el pequeño radio junto a la despensa para acompañarse con algo de música. Tras encontrar una estación que le agradó comenzó a preparar su bebida, necesitaba mucho ese café para despertar y tener energía durante el día, el último que pasarían en ese lugar. Si todo salía bien, estarían regresando esa misma noche al Santuario.

 

Saga seguía preocupado por su compañero, también lo entristecía la desconfianza hacia él. Afrodita se encerraba en sí mismo y no dejaba entrar a nadie, Saga sabía de sobra lo dañino que era guardarse todo para uno mismo y no quería que su compañero sufriera lo mismo... Caminó con el café en sus manos hacia la entrada de la cabaña y miró el exterior por una de las ventanas, observó caer unos goterones que derivaron en una llovizna.

 

Suspiró cansado. El Patriarca le había pedido que fuera paciente, pero el pisciano era experto en poner a prueba sus nervios, estuvo a punto de darle una paliza tras el golpe que le brindó, por fortuna este salió al baño en ese momento, de lo contrario hubiese hecho algo de lo cual seguro se terminaría arrepintiendo. Era increíble como su compañero lograba que perdiera el control constantemente, haciéndolo actuar guiado por sus emociones, precisamente a él que era todo raciocinio y planificación, no se movía a menos que tuviese todo fríamente calculado de antemano… pero con Afrodita era diferente…

 

Unos fuertes golpes en la puerta lo sacaron de sus pensamientos. Al abrirla vio a dos jóvenes religiosas, una de ellas cargaba una caja grande y la otra sujetaba un paraguas que las protegía a ambas de la lluvia.

 

-  Disculpe la interrupción señor, le traemos a su amigo los objetos personales de la Hermana Catalina, tal como lo pidió… -dijo tímidamente una de ellas.

 

-  Él está descansando… -dijo el de Géminis aguantándose las ganas de reclamarles por ir a molestarlos tan temprano, apenas había amanecido después de todo.

 

-  Se lo dejamos a usted entonces, que tenga buen día –dijo la otra haciéndole entrega del encargo y así como llegaron ambas mujeres se retiraron corriendo bajo la lluvia.

 

Saga observó la caja y la puso sobre la mesa. La idea era dejarla ahí hasta que Afrodita despertara, pero la curiosidad pudo más y haciendo algo muy impropio de él la abrió para explorar su contenido.

 

Encontró algunas joyas, cartas, un cuaderno y lo que parecía ser un diario de vida, pero lo que verdaderamente llamó su atención fue una pequeña fotografía. La tomó con cuidado entre sus dedos y vio que era antigua, en ella aparecían cuatro personas a la orilla de un lago, dos adultos y dos niños, los pequeños eran gemelos: La familia de Afrodita. Saga se estremeció un poco al ver la imagen de los padres, pues recordó aquel día en que entró su casa y los encontró a ambos sin vida tendidos en el suelo, cubiertos de sangre… era extraño verlos en ese retrato, vivos y sonrientes. Luego fijó su atención en los hijos, la hermana de Afrodita era tal y como la recordaba, esbozando una delicada sonrisa, lamentaba mucho no haber alcanzado a verla de adulta. Por último estaba su compañero, esa foto debía ser de poco antes de conocerlo porque lucía igual a la primera vez que se encontraron, Afrodita también sonreía, reflejaba inocencia y ternura. Lástima que la vida tuviese otros planes para él. Había muchas cosas interesantes en esa caja, algunas llamaban su atención más que otras, unas pocas realmente le sorprendieron.

 

Al rato decidió guardar todo en su lugar, se sentía como un intruso de la peor calaña. Tras acomodar todo volvió a la habitación, Afrodita seguía durmiendo tranquilamente. Saga sacó uno de los libros que había traído consigo y se tendió en la otra cama dispuesto a matar el tiempo leyendo hasta que su compañero despertara.

 

Cuando Afrodita despertó ya era muy entrada la tarde, se incorporó lentamente restregándose los ojos, sentía su cabeza partida en cuatro… ¿cuánto había bebido la noche anterior? Observó la habitación y suspiró aliviado, al menos estaba en su cabaña del Convento. Recordaba vagamente los hechos ocurridos desde que se embriagó hasta ese momento, sabía que había conducido de regreso y que luego Saga le había dicho algo sobre su irresponsable conducta y entonces todo negro, “Nunca más” se dijo a sí mismo sujetándose la cabeza, aunque sabía que era mentira.

 

Se levantó y salió de la habitación en dirección a la cocina, necesitaba algo líquido para re hidratarse. Al llegar a la entrada se encontró con Saga sentado en el sofá ojeando una revista.

 

Al fin despiertas, dormiste casi todo el día –le dijo levantando la cabeza para mirarlo- Espero que consiguieras descansar.

 

-  Sí, mucho… Uhm –Afrodita titubeó sintiéndose avergonzado, de a poco comenzaba a recordar el reciente papelón frente al mayor-  Lamento mi comportamiento, se me pasó un poco la mano con el alcohol…

 

-  ¿Un poco?... yo diría bastante, incluso me golpeaste –comentó el de géminis al tiempo que se cruzaba de brazos apoyándose en el respaldar del sofá. Aguantó la risa al ver como su compañero abría los ojos con sorpresa.

 

-  ¿De verdad?... yo no me acuerdo… yo –detuvo sus disculpas cuando una imagen se le vino a la cabeza haciendo que su expresión cambiara de apenada a disgustada- Un momento, ¡¡tú me pegaste primero!! No te quejes porque te devolviera el golpe.

 

Afrodita también se cruzó de brazos e hizo un gesto que intentó ser de indignación, pero más pareció un puchero infantil, eso logró que Saga no aguantara más y comenzara a reírse. El menor estaba tan poco acostumbrado a ver al serio Santo de Géminis reír con soltura que quedó sin palabras.

 

-  Es verdad, yo te golpee primero… -habló el geminiano tras parar de reírse- Estaba enojado y preocupado porque te viniste conduciendo completamente ebrio desde quien sabe donde… te merecías una buena bofetada.

 

-  Bueno, no puedo discutir eso –reconoció el menor- Lamento haberte hecho pasar un mal rato.

 

-   Está bien, tu lo estás pasando peor –le devolvió una sonrisa comprensiva- Solo quisiera que fueras capaz de confiar en mí para que no tengas que aguantar todo esto tu solo.

 

-  Saga, realmente no estoy de ánimos… -dijo cansadamente el menor comenzando a sentirse enfermo nuevamente- En este momento no puedo lidiar con esto…

 

-  Entiendo… y lo lamento, lo que menos quiero hacer es presionare –aceptó el mayor ocultado su decepción.

 

-   Gracias… -dijo finalmente Afrodita sonriéndole con sinceridad. El pisciano se dirigió a la cocina para beber un vaso de agua y luego procedió a ir al baño a ducharse.

 

La lluvia había cesado y ahora solo quedaba el frío y la humedad. Saga se había comunicado con su hermano que había estado llamándolo todo el día para tener noticias. Kanon realmente estaba preocupado, sabía que le gustaba molestarlo con Afrodita, pero en el fondo deseaba lo mejor para él y se lo agradecía de corazón.

 

El pisciano apareció de pronto vistiendo ropa limpia y al llegar a la entrada tomó un grueso abrigo desde el perchero, clara señal de que pensaba salir. Saga no pudo evitar preguntar a donde iba pero este solo le sonrió y le dijo que necesitaba dar un paseo. Ante la mirada de sospecha del gemelo Afrodita juró que no saldría del Convento y no haría ninguna estupidez. Resignado, el griego lo dejó pasar confiando en que su compañero cumpliría su palabra.

 

Afrodita regresó dos horas después, cerca de las diez de la noche. Traía la nariz roja por el frío y parecía ausente. Saga le ofreció comer algo y para su agrado aceptó, había preparado una sopa instantánea con verduras y el pisciano la bebió como si fuese lo más delicioso del mundo. El gemelo sonreía mientras lo veía comer, contento de que el otro cumpliera con su palabra de comportarse y que además aceptara que lo atendiera. En seguida se dispuso a hablar de su retorno al Santuario.

 

-  Bueno… como dormiste todo el día retrasé nuestro regreso hasta mañana en la mañana… -hablaba con tranquilidad el mayor- sería bueno que fuéramos a dormir pronto para descansar.

 

-  Si, sobre eso… -interrumpió el menor- quisiera pedir permiso para quedarme unos días más…

 

-  ¿Cómo? –preguntó confundido el gemelo.

 

-  Por favor no te enojes, es sólo que… solo que Briseida pasó los últimos once años de su vida en este lugar y yo… quisiera saber más, quiero conocer esta parte de su historia… lo necesito –finalizó con un susurro, la voz se le iba quebrando y había agachado al cabeza para que el otro no notara la traicionera lágrima que amenazaba con salir.

 

-  Afrodita mírame… por favor –agregó para no sonar brusco. El otro levantó lentamente la cabeza a la vez que se secaba la lágrima rebelde que finalmente había escapado- Entiendo perfectamente, es solo que… no quisiera dejarte solo…

 

-  Estaré bien Saga… No es nada contra ti, de verdad –aseguró con una expresión que pedía a gritos que le creyera- Yo lo necesito, necesito hacer esto solo, reencontrarme con ella, por favor…

 

Saga no pudo resistirse a la mirada suplicante que le ofrecía Afrodita, si bien le dolía sentirse nuevamente desplazado no podía poner sus emociones por sobre los sentimientos de su compañero. El menor necesitaba ese tiempo de luto a solas y lo respetaría, estaba seguro de que Shion tampoco se opondría. Terminó accediendo a la petición del pisciano, pero bajo la condición de que no fueran más de diez días y que lo llamara al menos una vez para contarle como iba la situación. Afrodita le sonrió agradecido, pero Saga pudo ver que seguía habiendo una gran tristeza en sus ojos.

 

A la mañana siguiente, Saga se despidió de Afrodita. Este le hizo prometer que la existencia de Briseida seguiría siendo un secreto de ellos dos con el Patriarca, el pisciano insistía en que ahora menos que nunca tenía sentido hablar de ella a los demás, después de todo estaba muerta, y él quería atesorarla para sí, como parte de su otra vida, la vida de Afrodita y no del Santo de Piscis. A pesar de que no comprendía la actitud de su compañero igualmente le juró seguir manteniendo el secreto y hacerle saber su decisión a Shion para que hiciera lo mismo. Sin perder más tiempo se despidieron y él partió rumbo a la avioneta que lo llevaría de regreso a Grecia.

 

Una vez instalado en su medio de transporte comenzó a dormirse de inmediato, estaba más cansado de lo que pensó. Lidiar con la muerte de la gemela de Afrodita lo dejó emocionalmente agotado.

 

Mientras el avión despegaba sintió unos deseos incontrolables de ver a su hermano, por fortuna lo tenía esperando en el Templo de Géminis. Esta vez lo saludaría con un fuerte abrazo, necesitaba abrazarlo. Finalmente el sueño lo venció y no supo más del mundo hasta su llegada al Santuario.

Notas finales:

Fin del capítulo siete. 

Saludos y nos vemos en el próximo.


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