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No tan inocente por candy_sugar01

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Notas del capitulo:

Son las 00:10 aquí, y estoy muerta del sueño...

Espero que lo disfruten! se me cierran los ojos jeje, pero pude terminarlo.

¡gracias por todos sus reviews, me encanta que les guste el fic!

gracias por leer y perdonen faltas ortográficas.

El timbre del tercer y último receso, el de la tarde, ya había sonado apenas unos segundos atrás.

 

Kyungsoo tomó sus cuadernos y libros que ya no usaría en brazos, su mochila y salió del salón directo a los casilleros. Le pareció raro que Lay no esté molestándolo, puesto que su amigo chino solía hacerlo cada vez que alguien se le insinuaba. Le restó importancia y divisó su casillero, se acercó, puso la clave y guardó sus cosas.

 

Revisó un par de apuntes que tenía sueltos y se decidió por dejarlos allí dentro, no eran algo importante.

 

– Hola. – El menor apenas cerró la puerta de ese espacio en donde tenía sus cosas se encontró con el chico rubio de antes tras ésta. Mentiría si dijese que no se llevó el susto de su vida. No se esperaba que ese chico se apareciera en el edificio del secundario.

 

Se pegó de espalda al resto de los casilleros, con una mano en el pecho luego de haber soltado un gritito no muy masculino. Su respiración era irregular.

 

– Maldita sea... – Murmuró, aún afectado por el susto.

 

– ¿Cómo un bebé como tú sabe tantas groserías? – Prefirió cambiar de tema antes de recibir una paliza. – ¿Acaso no me extrañaste? – Ante el último el mayor fingió un puchero, pero de cierta forma lo miraba con descaro desde arriba, en un plan de “más te vale haberme extrañado”.

 

– Kim Jongin. – Kyungsoo pronunció ese nombre apretando los dientes y los puños, enojado. Terminó de cerrar su casillero y se fue del lado contrario a donde estaba su acosador.

 

– Kyungsoo, no te vayas. – Canturreó el rubio mientras iba tras el enano de primero. Obviamente el nombrado lo ignoraba de una forma que era incluso dolorosa para el que miraba la escena.

 

Kai, como toda persona en su sano juicio, tiene un límite. Al doblar en un pasillo que para mala suerte del pelinegro, estaba desierto, lo tomó de un brazo y le dio la vuelta, obligándolo a verlo.

 

– ¿Me puedes soltar? – Vaya, aún seguía molesto. – No me gusta que me toquen. Suéltame. – Ordenó, y de paso le dio otro dato al mayor quien ésta vez lo soltó.

 

– Salgamos. – Propuso Kai, con una sonrisa entre coqueta y tierna en el rostro. Kyungsoo lo miró unos segundos sin cambiar su expresión.

 

– No. –

 

Kai endureció sus facciones, viéndose serio ahora. Se había acostumbrado tanto a tener gente babeando por él y ahora, por primera vez que se fijaba en alguien, era totalmente rechazado.

 

– Por favor. – No pudo moderar su tono, sonando como una súplica y quedando patético frente al niño.

 

– ¿Por qué debería salir contigo? –

 

– Porque me gustas. –

 

– Pero tú a mí no. – Confesó con un gesto burlón mientras giraba un poco la cabeza a un lado, la vista hacia arriba, para verlo.

 

– Por favor, Kyung. Sólo una vez. –

 

– Ya te dije que n- –

 

– Mira, piensa lo que quieras sobre mí; sobre cuales son mis intenciones respecto a andar tras de ti. Todo este tiempo fui sincero, allá tú si no me crees. Además... Me conoces bastante bien, puedo tener a quien quiera con sólo chasquear los dedos. ¿Por qué crees que ando tras de ti, que no me das ni la hora? – Kyungsoo no sabía que decir. Abrió y cerró la boca varias veces, como queriendo comentar algo o quejarse, pero no le salían las palabras. – No es un capricho mío, porque yo no busco a nadie. Quiero salir contigo, y volverme cercano a ti, ¿mhm? –

 

El menor se quedó en silencio y desvió su mirada agachando la cabeza; en esos momentos el piso parecía ser algo interesante. Se mordió el labio inferior; demasiada sinceridad en una sola persona desde que llegó a la secundaria le estaba quemando la cabeza.

 

Cualquiera podría sentirse así luego de ser constantemente acosado por los primeros dos meses.

 

– Escucha, Jongin, yo- –

 

– Mira, no te haré nada malo, si es lo que temes. – De un momento a otro se vio arrinconado por el más alto contra la pared de ese extenso pasillo. Esa diferencia de altura lo incomodaba aún más. – Sólo salgamos una vez; tómalo como una cita o una simple salida. –

 

– Pero él ya te dijo que no, ¿por qué insistes tanto, hombre? – Kai se dio vuelta en cuanto sintió una mano en su hombro. Un chico de cabello plateado y otro castaño estaban frente a él, tomados de la mano, pero eso no quitaba lo intimidantes que eran. El primero era el más alto, tenía apariencia de niño pero su rostro no demostraba mucha inocencia que digamos, y el segundo tenía la cara de pocos amigos que lleva siempre.

 

– ¿Y tú por qué te metes donde no te llaman? – Ahora el rubio, a pesar de ser un poco más bajo que los otros dos, se dio la vuelta y los enfrentó. Como si esos niños pudiesen hacerle algo.

 

– ¿Y tú eres sordo, no? Ya te dijo que no; deja de joder. – El más alto con cierto parecido a Dumbo se acercó un paso, intentando molestar al mayor.

 

– Chanyeol, no hables así. – Pidió con voz calmada el menor castaño que ahora rodeaba a Kyungsoo con sus brazos por sobre los hombros. – Sólo vayámonos. – El tal Yeol se alejó lo suficiente y se volteó hacia los otros dos, echando un suspiro.

 

– Lo siento, Hun, vamos. – Pasó una mano por la mitad de la espalda de su novio, dando un ligero empujón para que camine. El más bajito, quien se había soltado del agarre de Sehun, se quedó unos segundos más ahí.

 

Kai miró atentamente como sacaba de su mochila una lapicera, bolígrafo, o algo. Una vez que lo encontró, tomó el brazo del moreno y escribió algo; apenas terminó, se separó y se fue con sus amigos. El mayor llevó la vista a su brazo y vio escrito, con perfecta caligrafía, un número de móvil.

 

Sonrió ampliamente, aprovechando que estaba solo en ese lugar. Bien, ya tenía el número del chico; las cosas iban mejorando.

 

– ¡! – Exclamó, alegre, dando saltitos y haciendo un baile de la victoria ridículo que para su suerte nadie estaba allí como para burlarse de él.

 

 

Sólo esperaba no volver a encontrarse con los dos postes andantes...

 

 

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– ¡Hola! – Suho pegó un salto en su lugar cuando cerró su casillero y se encontró al chiquillo chino de antes. Luego de no haber podido prestar atención en clases por no sacarse su gesto descarado de morderse los labios frente suyo, encontrarlo ahora era lo último que le faltaba. – ¿Te asusté? –

 

– Claro que sí. – Exclamó algo indignado ante el menor, una vez que se recompuso del susto.

 

– Lo siento... – Murmuró Lay agachando la cabeza y haciendo un tierno puchero. Que perra es la vida, pensó Suho.

 

– No importa, ¿si? No pongas esa cara. – Intentó sonar lo más sincero posible, ocultando tal vez, y sólo tal vez, la súplica de que deje de hacer esa cara antes de que le suba la temperatura.

 

– ¿Por qué? ¿No te gusto? – Astuto, pensó el mayor.

 

– Que directo eres. – Intentó quejarse pero su tono no fue el mejor. Lay lo miraba atentamente, como esperando algo.

 

– ¿Y bien? Aún no me respondes. – Lay juntó sus fuerzas para ponerse serio, a ver si realmente podía hacer caer al mayor, quien de momento parecía nervioso.

 

– ¿Responder qué? – Suho intentó safarse de la pregunta, tal vez podría persuadirlo e irse. Lay hizo un puchero mientras se cruzaba de brazos, sin apartale la vista.

 

– No soy tonto, Susu. – El mayor cerró el casillero y le prestó atención luego de escuchar el apodo. – Anda, ¿te parezco bonito? –

 

– Sigo pensando que eres muy directo, ¿cómo llegaste hasta aquí?–

 

– Caminando, duh. – Expresó con un gesto demostrando lo obvio de aquello. – Respóndeme. –

 

– No, ¿cómo sabes mi nombre? –

 

– Merendemos juntos. – Cambió de tema totalmente; tal vez no era una buena decirle que le preguntó a su futuro cuñado todo lo que necesitaba saber de su futuro novio. Suho suspiró y recargó un hombro contra los casilleros del pasillo, no se habían movido de ahí en un buen rato.

 

– ¿Por qué querría? Sólo eres un niño. –

 

– ¡Ya cumplí los 14, no soy un niño! – Gritó Lay, aparentando molestia pero a ojos del mayor solamente se veía adorable. Terminó por pincharle el pecho con un dedo.

 

– O sea que... ¿No vas a clases con Kyungsoo? –

 

– Te responderé todo lo que quieras saber si meriendas conmigo. –

 

Y de momento Suho no sabía como es que había accedido a comer con el chico. Pero lo peor de todo, ¿cómo habían terminado en esa posición? El mayor con la cabeza recostada sobre los muslos de Lay, mientras que este a su vez le daba de comer de la fruta cortada que había llevado para comer.

 

– Entonces, ¿qué quieres saber? – Preguntó el jovencito antes de darle un cuadradito de durazno en la boca; Suho se negaba a abrir la boca pero ante el puchero y rostro serio del menor con hoyuelos, terminó aceptando.

 

Parecían una adorable pareja pasando la tarde juntos en un parque, con la diferencia de que no eran pareja; eran víctima y acosador, y no estaban en un parque; era el patio de la escuela.

 

– ¿Cómo supiste donde está mi salón? –

 

– Secreto. –

 

– Dijiste que ibas a responder lo que te pregunte. – No negaría que se sintió un poco molesto; no es normal que te encuentres en una situación con tu acosador menor personal y que por arte de magia sepa demasiado sobre ti. Pero bueno, por algo es acosador ¿no?

 

– Nunca dije que iba a responder en concreto. – Suho suspiró, dejando que el menor siga dándole de comer con una tierna sonrisa en la cara.

 

– ¿Cómo sabes mi nombre? –

 

– Eso también es un secreto. – Respondió con una sonrisa, como si quisiera burlarse de él pero a la vez intentando fallidamente de seducirlo.

 

Volvió a suspirar. Se quedaron unos segundos en silencio, en el que Lay aprovechó para tomar agua, alzando la cabeza y dando una linda vista de su cuello al adolescente sobre sus piernas.

 

– Mi hermano te dijo, ¿no? –

 

– Tal vez. – Suho apretó los dientes, tensando su mandíbula. Maldito sea mi hermano; te maldigo, Chen, pensó.

 

– ¿Y de dónde lo conoces? –

 

– Canto. – Fue lo único que respondió, mirándolo a los ojos con el rostro sereno; a ver si podía adivinar la respuesta concreta.

 

Canto. Su hermano toma clases de canto para el coro de la escuela los martes y los viernes, luego del mediodía. No hay otra manera en la que se conozcan si no es así... Comparten la clase de canto.

 

– ¿Cantas? – Preguntó el mayor; mejor dejar de lado a Chen y sus formas de intentar de arruinarle la vida. En cierta forma le aliviaba que el chino que no fuera el típico niño friki; o peor aún: el estilo Kyungsoo.

 

– ¿Quieres que te cante? – Lay giró la cabeza a un lado, de forma tierna y sonriendo. Suho dudó pero terminó por asentir lentamente sobre su regazo. – Tal vez algún día... – Quien ahora hizo el puchero en forma de protesta fue el mayor.

 

– No me ilusiones de esa forma. – Volteó el rostro al lado contrario del menor en un intento por sonar ofendido y molesto. Lay rió de forma melódica, suave, como si la situación lo enterneciese.

 

Suho sintió las delgadas manos en su cabeza; una en su cabello y la otra en su mejilla. Giró para ver que clase de expresión tendría el menor en ese momento, puesto que no había acotado nada más, pero se encontró con Lay inclinado a su altura.

 

Besándolo.

 

Bueno, no precisamente, pero estaba besando su mejilla y podría jurar que a menos de un centímetro de la comisura de sus labios; en un gesto de “no te enojes”. Este chico aparentaba ternura y paz, pero tomaba confianza bastante rápido y hasta a esto llegaba.

 

El toque duró unos segundos, no fue rápido ni lento; y le gustó eso. Al menos en cuestión de besos, el chino tenía experiencia.

 

– ¿Haces esto con todos los chicos que te parecen lindos? – Tal vez no quería que su tono fuese receloso al momento en el que Lay se separó, no podía evitarlo. El contrario por su parte, mantuvo el rostro serio por escasos segundos y luego sonrió; Dios, como amaba ese hoyuelo...

 

– No, sólo contigo. – Respondió, feliz, fuera de estar ofendido por el termino de “haces esto con todos, como regalado” . Ups, había cachado el tono y ahora parecía ingeniar algo. – Eres el único que me parece lindo. –

 

– ¿Ah, si? – Lay asintió, aún feliz. Suho se sentía aliviado, paz albergaba en su pecho. – ¿Lo juras? –

 

– Lo juro, Su. –

 

Suho sonrió y pasó un brazo por el cuello del menor, acariciando su nuca y tirando hacia abajo. Juntó sus rostros y devolvió el beso, pero ahora sí fijamente sobre el costado derecho de los labios del menor. Mantuvo el toque varios segundos en los que cualquiera que los vea pensaría que se estaban besando de una forma más íntima, el cabello de Lay cubría la verdadera imagen.

 

Al separarse Lay se llevó las manos al rostro, cubriendo sus labios, sorprendido y con la cara roja. Totalmente roja. Al mayor sólo le quedó reír por la reacción; parece que los papeles ahora se invirtieron.

 

Muy bien Suho, es aquí donde su mente venía a sermonearlo, no llevan ni un día de conocerse y ya quieres comerle la boca, ¡Bravo!

 

Bien, bien. Bajaría los humos, pero no negaría que pasar el tiempo con ese chico era realmente divertido.

 

Esa tensión que se creó desde que se vieron en la mañana había perdurado a su al rededor y comenzaba a hacer efecto.

 

Y no cualquier tipo de tensión...

 

 

 

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Kris caminaba por los pasillos con la cabeza por cualquier lado.

 

La última hora antes del receso había sído Química; como odiaba esa materia. Luego de guardar sus cosas, caminaba buscando las escaleras para poder bajar con apuntes en la mano, y así poder estudiar un rato en el patio.

 

Hoy era martes, por lo tanto tenía la práctica de basket luego de clases y más tarde la clase de idiomas que le habían pagado sus padres con un tutor personal. Perfecto. ¿Y saben qué? Mañana examen.

 

De Historia.

 

Su otra materia no-preferida. Aburrida, contando hechos del pasado que ni siquiera le interesaban; pero estudio es estudio y mejor cumplirlo. Llegaría devastado a casa, pero se esforzaría en repasar como mínimo y luego dormir.

 

Iba ojeando los apuntes en sus manos que no se fijó a donde iba, o mejor dicho, por donde caminaba en el momento en el que chocó con un chico (duh, con quién más). El golpe provocó que el más bajito diese un pequeño rebote hacia atrás y alce la vista para mirarlo.

 

– Oh... Lo siento, no te vi. – El desconocido hizo una venia, en forma de disculpa. – ¿Estás bien? – Pasó su mano extendida frente al chico más alto, esperando que diga algo y deje de mirarlo de forma rara. Se había congelado, como si hubiese reiniciado su sistema, al momento en que hicieron contacto visual.

 

– Sí, lo siento. – Contestó con rapidez, no quería verse tonto pero lo sonaba y la persona a su frente podía confirmarlo. Se quedó un par de segundos observando al menor; era adorable. – Hey, ¿puedo decirte panda? ¿Tienes móvil? – Descarado, se regañó a sí mismo.

 

El rubio menor se encogió de hombros, restándole importancia al hecho de que fuese un desconocido en su totalidad, y que encima le pidiera el móvil. Y él tampoco se quedaba atrás al dárselo, ¿cuántas veces se habrá golpeado mentalmente ese día?

 

– ¿Cómo te llamas? Digo, para saber quien me manda los mensajes... – Intentó no sonar avergonzado, porque de seguro eso le daba aires de desesperado y mhm, no; realmente no era un desesperado.

 

¿Quién lo diría? Un chico tan lindo, masculino y rubio frente a él; pidiendo su número.

 

Parecía un sueño.

 

– Puedes decirme Kris. – Respondió con simpleza. – ¿Y tú? –

 

– Puedes decirme Tao, o panda. – Respondió con una risita.  

 

 

 


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