Hades despertó con una fuerte jaqueca sobre los aposentos de Atena, desorientado caminó hacia algún lugar, tratando llegar a una puerta, todo estaba sumido en la oscuridad. Para él no sería un gran problema caminar entre la oscuridad, pero su dolor no le permitía nada. Salió del lugar encontrándose con unos guardias que “cuidaban” la sala del patriarca, Hades caminó indignado entre los irresponsables guardias los cuales la mayoría se encontraban durmiendo.
Ya en las afueras del lugar, Hades observó el cielo negro lleno de estrellas, la gran luna llena y un cometa que acababa de pasar, por una parte, gracias al que parte de su mente la compartía con Shun, se vio tentado a pedir un deseo, pero denegó la idea porque para él, sería muy ridículo llevar a cabo una tradición humana tan estúpida a su parecer. Siguió contemplado el cielo, era raro que los cielos de Grecia estuvieran tan despejados.
Tras un rato de contemplar, calló en cuenta, de que antes de que se desmayara era de día, y que ahora se podría notar que ya seria de madrugada. Maldijo a Atena y a todos los que lo dejaron abandonado en aquel.
-Maldita Atena, abandonó a un dios superior a ella, esto es inaceptable, ya llegará la hora de la venganza- Pensó.
Caminó por los alrededores del lugar, buscando algún método para poder llegar con Atena, camino por un buen rato, hasta que se topó con una pequeña aldea ubicada cerca del santuario. El sol ya estaba saliendo, por lo que se veía como algunos aldeanos salían de sus casas, colocando sus tiendas para dedicarse a vender, algunos vendían ropa, otros utensilios y otros comida. Sintió hambre al ver estos últimos, le recorrían unas enormes ganas de robarle a los vendedores y salir corriendo, pero su cuerpo de humano no le permitía moverse como él quería, el hambre lo había cansado y debilitado, si lo pillaban no podría escapar, y probablemente sería golpeado por simples humanos, y eso sí que no, no se humillaría de tal manera. Dio gracias a Gea que ni Afrodita ni Eros lo habían visto, con la cara que traía parecería uno más de las almas que habitaban su destruido inframundo, y no estaba para sus burlas.
-Señor- Escucho una pequeña voz detrás de él.
-¿Qué quieres mocosa?
-Se ve en su cara que usted tiene hambre señor, yo me iba a comer este pan, pero usted lo necesita más- El niño le ofreció el pan a Hades, quien fue forzado a recibirlo por Shun.
-Dile gracias… ¡No! Me niego…Hades dale las gracias antes de que tome el control y te obligue a hacer algo que no quieras, aprendí un par de cosas cuando me poseíste en el inframundo, puedo torturarte desde adentro… Andrómeda, eres malvado, quizás me equivoqué de cuerpo… Bueno, soy la reencarnación del dios de la maldad, no siempre seré un santo como todos creen… Hasta me dio un escalofrío… ¡Dile gracias!- Hades suspiró- Gracias.
-De nada señor, es un gusto, ¡Ah! Si quiere puede venir a comer el puesto de comida, mi padre le podría hacer un… ¡Aaaah!
-¿Eh? ¿Ahora qué te pasa…? ¿¡Pero que!?- Hades vio como la niña era atacada por un perro, un instinto muy fuerte de protección hizo que se tirara sobre el perro alejándolo de la niña.
-¡Me duele!- La niña lloraba a mares, tenía una herida muy fea en la pierna. Hades puso una de sus manos en su herida y con su poder le curó la pierna.
-¡Wow! ¡Usted es increíble señor! ¡Ya no me duele!- Decía emocionada la niña a la vez que dejaba de llorar.
-Debes tener cuidado, por estas zonas está lleno de perros abandonados al parecer.
-Lo sé pero… Yo venía a buscar unas hojas de laurel de aquel árbol- apuntó a un árbol que se encontraba a unos pocos metros de ellos.
-Bueno, te acompañaré hasta tu casa, al menos para comprobar de que llegues sana y salva ¿¡Por qué estoy haciendo esto!?... ¡Aaaw! Te preocupas por la niña… ¡Cállate!
-Gracias señor.
+-+-+-+-+-+-+-+-+
En la mansión Kido, se encontraban los caballeros ayudando en lo quehaceres de la casa, barrían, pulían, acomodaban muebles, entre otras cosas.
-No entiendo por qué tenemos que ayudar a limpiar esta casa, somos sus invitados, además ella es millonaria, debería tener sirvientes que hagan esto. -Se quejaba Saga.
-Vamos Saga, no te quejes tanto, esto es un tanto divertido- le decían Aioros.
-Solo a un imbécil como tú encuentra divertido esto-
-Hermano, ya traje los limpiadores “Virginia” para limpiar los muebles.
-Y yo los trapos.
-Bien, Aioria, Milo, limpien aquellos muebles.
-¡Ya sé! Contaré chistes para animar el ambiente- Exclamó Milo.
-No por favor no- Dijo Aioria-
-Ni que fueran tan malos, bueno, ¿Saben cuál es el trabajo más feliz?
-¿Cuál?- Dijo Aioros.
-Aioros no lo alientes- Le dijo Saga.
-El de barrendero.
-¿Por qué?
Saga se dio una palmada en la cara.
-Por siempre ba-rriendo.
-Échenlo de la sala- Dijo Saga.
-No entendí.
-Imbécil.
-Yo tampoco.
-E imbécil menor.
-Vamos, no era malo.
-Lo que tú digas.
En la habitación del cisne, Hyoga se encontraba en su cama con una almohada en la cara, se sentía avergonzado y apenado. No comprendía por que el idiota del pollo había osado besarlo en frente de todos, aunque sabía que había sido culpa de Shiryu, quien ya golpearía después, era un caballero, tiene reflejos buen desarrollados, no hubiese sido tan difícil haber esquivado a Shiryu. Aunque en muy en el fondo, le estaba agradecido a su amigo por haberse caído. En cuanto se dio cuenta de lo último que pensó, un fuerte sonrojo le cubrió el rostro. Se tapó la cara con un cojín ahogando un grito de frustración en él.
-Hyoga- escuchó la voz de su maestro afuera de la habitación.
-Pasa.
-Hyoga, necesito hablar contigo.
-Cuéntame Camus.