El sonido de la puerta golpeada por los nudillos de mí padre me despertó, siempre suele ser así, no socialización, no diálogos, no amor... Todo con él es así.
Blanqueé los ojos al escuchar su orden de apresurarme, la cual me dispuse a responder por un simple "sí señor".
Era algo irritante para mí tener que hacer esto diario, pero así era mí vida desde la muerte de mí madre, desde que ella se fue, toda mí vida se derrumbó.
Ahora tengo que lidiar con los fastidios de la vida.
Tallé mis ojos para despertar mejor mientras me levantaba, me di una ducha caliente en el baño de mí cuarto y luego me vestí para otro de mis espantosos días cotidianos. Bajé a la cocina a desayunar un poco antes de irme, desayunar con mí padre era una de las cosas que más me irritaba en el día.
Al entrar a clases supuse que al menos me podría librar la mayoría del día de él, pero no fue así, las molestias suelen ser incluso mayores ahí.
Al llegar a la cocina lo saludé y él no se dispuso ni a apartar la vista de su periódico —cosa que no me asombró en lo absoluto —.
Me dispuse a comer cereal, así no tardaría en hacer algo y podría irme más rápido.
Me senté con el tazón en la mesa mientras revisaba el móvil, la tranquilidad no duro, ya que la voz de mí padre me sacó de ella.
— ¿Cómo te está yendo con las clases? —Preguntó con su tono de voz ronco que tanto me irritaba.
—Me está yendo bien, algunas clases están algo complicadas, pero aún así las conservo. —Respondí mientras me llevaba una cucharada a la boca.
—Bien, hoy saldré a jugar un poco, volveré tarde.
Típico. No era algo que me sorprendiera, buscaba la mayor manera de no pasar tiempo en casa —o mejor dicho, conmigo—, pero era algo que agradecía, igual su ausencia me venía de maravilla. Simplemente me dispuse a asentir mientras terminaba mí cereal, respondí unos cuantos mensajes de amiga, Lia.
Ella era una de las poco personas que me agradaban —para no decir que la única —, ella y yo nos conocimos en primaria, desde entonces hemos sido amigos.
Al terminar subí a mí habitación por la mochila y demás cosas que necesitaba para las clases.
Salí por la puerta mientras me despedía de mí padre el cual sólo me dijo un buena suerte —suerte la cual necesitaba en demasiado, pero que no tenía nunca—.
El camino a la preparatoria Brown quedaba algo lejos de casa, por lo que me veía dispuesto a tomar el autobús, mí padre tenía auto, pero ni loco usaba algo de él.
Me mantuve de pie en la parada dispuesto a esperar a la chatarra que sé hacia llamar transporte.
Al cabo de unos minutos llegó y subí a el, analicé rápidamente a los pasajeros y para mí suerte no venía nadie conocido, busqué un asiento lo más alejado de los demás, lo cual me llevó hasta el final, no había muchas personas, lo que me pareció perfecto.
Saqué mis auriculares y me dispuse a escuchar música mientras llegaba.
El camino sé me pasó rápido y en menos de lo que esperaba, llegué al lugar al cual debía asistir para mi segunda perdición del día.
Bajé por la puerta trasera del autobús y lo primero que noté fue lo último que quería, él chico que sé encargaba de hacer mis días imposibles sé encontraba haciéndosela a alguien más, estaba en una distancia considerada, por lo que me dispuse a apresurar el paso para evitarlo.
Parecía uno de esos juegos estratégicos, en los cuales se debía evitar al enemigo para no morir, lo cual debía hacer exactamente por la misma razón.
Sin embargo, mi misión fue ejecutada con éxito —o al menos hasta ahora —, ya que pude llegar a mi primera clase sin ningún problema.
Al entrar localice una cabeza rojo terciopelo en la esquina del salón, era más que obvio que era la de Lia.
Me acerqué sonriendo y me senté detrás de ella, ya que el último campo estaba ocupado por Bryan.
— ¡Ya te dije que no quiero, Bryan!
— ¿Bryan? —Pregunté reteniendo la risa. —Ah, Goku, lo siento, el idiota de Bryan sólo me está pidiendo una cita, pero ¡miralo es horrendo!
—Lia, ¿Qué hay de lo que importa son los sentimientos de los que tanto hablas?
—Es verdad, pero la belleza física no está de más, sí estuviera como tú tal vez.
—No seas tonta, además, Bryan es buen chico.
—Bah, da igual, total los chicos ahora son unos bobos.
Me iba a disponer a reclamarle, pero el profesor Rodriguez entró llamándonos la atención.
—No sé quedará así. —Le susurré, al escuchar una pequeña risa de su parte sonreí.
El profesor comenzó a escribir en la pizarra, a lo cual yo iba escribiendo lo más importante, al cabo de unos minutos fue interrumpido nuevamente.
—Lo siento profesor, estuve en la sala del director. —Se excusó de mala gana mientras le entregaba un papel con su supuesta "prueba".
No entiendo como conseguía los permisos diarios, siempre llega tarde y curiosamente siempre anda donde el director.
Es decir, no me extraña, él sé mete en problemas diarios, pero no lo sé... Después de todo me da igual.
El profesor tomó la nota con leve molestia y sólo asintió, supongo que está acostumbrado.
Él chico entró al salón como sí fuera quién-sabe-quien, buscó un asiento con la mirada y yo puse mi cuaderno sobre mí cara para tratar de ocultarme, simplemente no podía sentarse cerca mío.
¿Por qué? Porque lo odio, sencillo.
Una malévola se formó en sus labios y maldije por dentro, él me había visto.
Rodeé los ojos y me dispuse a seguir escribiendo tratando de no concentrarme en él, pero fue imposible cuando lo noté pasar junto a mí.
—Muevete. —Exigió a Bryan, el chico que estaba detrás de mí.
Rayos, no te muevas, no te muevas —Pensé.
¿¡Por qué se sienta detrás de mí, habiendo más de 30 campos!?
Sí... Ahí está la suerte que me acompaña.
Ahora debía soportarlo el resto de la clase, que maravilla... Nótese el sarcasmo.
—Hey Goku, tú mejor amigo. —Exclamó mi amiga riendo.
—Callate. —Respondí fulminándola con la mirada.
Ella sólo continuó riendo mientras se encogía de hombros.
—Vaya Kakarotto, pensaba que eras más amable con las chicas.
—Te dije que no me llames Kakarotto, y no es asunto tuyo, Vegeta.
Está bien que odiaba a Vegeta, pero no era un idiota como para no responderle como merecía.
—Yo te llamo como yo quiera, y todo siempre tiene que ver conmigo, así que sí, sí es asunto mío. —Defendió frunciendo el ceño.
—Agh, como digas —Bufé, volteando la mirada al frente —, estoy ocupado, no me hables. —Exigí retomando los apuntes.
—Yo puedo hablarte cuando yo quiera, además...
—Esos dos de ahí atrás, guarden silencio. —Interrumpió el profesor, lo cual agradecí.
Estaba algo tenso por tener a Vegeta detrás, podría hacerme cualquier daño, podía clavarme un lápiz en la espalda o cortarme el cabello o ¡robarme el almuerzo! Oh, cierto... El almuerzo lo compró después... Pero ¡podía robarme el dinero del almuerzo!
Decidí calmarme un poco y sólo continuar escribiendo esperando a que terminara la clase, a veces sentía la fría mirada de Vegeta sobre mí, pero sólo trataba de no darle mucha importancia, aunque me incomodaba demasiado.
Las clases pasaron y pude sobrevivir hasta la hora del almuerzo, para mí suerte a Vegeta no le tocaban más clases junto a mí, no hasta la final.
— ¡Apresurate, Lia! ¡Nos van a dejar sin hamburguesas! —Presioné a mí amiga, la cual venía ida en su móvil mientras tecleaba rápido y caminaba despacio.
—Ya... Voy... —Contestó algo lento mientras se concentraba en las palabras que escribía.
La jaloneaba del brazo mientras esta protestaba, pero ella seguía igual de lenta, y yo no iba a quedarme sin hamburguesas.
A duras penas pudimos llegar a la fila y rápidamente avanzamos hasta la cabeza.
—¿Lo vez? Llegamos a tiempo. —Protestó mientras tomaba una bandeja.
—Aún no hemos ordenado, sí no hay hamburguesas, me comeré tú móvil. —Reclamé mientras reía.
—Tú tocas mí móvil y yo...
—Buenas tardes o lo que sea, ¿qué desea comer? —Interrumpió la cocinera de mala gana.
— ¿Qué no es obvio? —Respondió Lia de la misma manera, a lo que yo le di un leve codazo y ella rodeó los ojos.
La cocinera sé dispuso a hacer una mala cara y le colocó una hermosa y magnífica hamburguesa en su bandeja, la cual se me hacia la boca agua con sólo verla.
—Gracias, que tenga un buen día. —Dijo Lia mientras le hacia una sonrisa arrogante y la cocinera la quería asesinar con la miraba.
—Lo mismo. —Me antecipé a decir.
—Lo siento esa fue nuestra última hamburguesa. —Contestó ella mientras hacia una mueca.
Suerte. Ahí está de nuevo.
—Rayos, ¡no! ¡Debe quedar una!
—Vaya, vaya, Kakarotto, que pena que te quedarás sin hamburguesa, sería una lástima que alguien tuviera dos, wow... —Interrumpió Vegeta mientras ponía enfrente de mí su bandeja con sus dos hamburguesas sobre ella.
Las miré tentadoramente... ¡Primera vez que hacen algo decente y por la culpa de la tortuga de Lia, no podré disfrutarlo!
—Wow, felicidades. —Respondí de mala gana.
— ¿Y sabes que es lo peor de todo? —Preguntó mirándome arrogante, a lo que yo alcé una ceja como respuesta— Que no me gustan las hamburguesas.
—Que tragedia. —Contesté blanqueando los ojos, a lo que él contrajo la mandíbula.
Sí creía que le iba a pedir una, que siguiera soñando, aunque tuviera unas tremendas ganas de comer, no lo haría con algo que tuvo él.
—Puedes quedartelas.
—No las quiero.
—Claro que sí.
—Claro que no.
—Sí las quieres, tú siempre quieres comer.
—No es verdad, no me conoces.
—Es verdad y si te conozco.
—No, no lo haces.
—Sí, sí lo hago.
—Suficiente ustedes dos, tú conversa una y él una. —Reclamó la cocinera quien me miraba con cansancio.
—Bien. —Contesté tomando una hamburguesa.
—Utra bien. —Respondió Vegeta dando media vuelta a lo que yo hice lo mismo— Ah, una cosa más, te dije que no me gustaban las hamburguesas.
— ¿Y?
—Puedes quedarte esta también. —Sugerió mientras la tomaba.
—Te dije que no la quería. —Recalqué de mala gana.
—Da igual, la puedes usar.
— ¿Qué?
Y antes de que pudiera analizar lo que dijo ya tenía la hamburguesa embarrada en mí camiseta.
—No lo hiciste. —Dije mientras apretaba los puños.
— ¿Querías algo de tomar también? Claro no te preocupes, aquí tienes. —No pude responder, porque tomó un refresco y lo vacío sobre mí cabeza.
— ¡Eres un idiota! —Exclamé mientras le daba un empujón.
No tardó en devolvermelo, y cuando me di cuenta ya estábamos peleando.
Él me golpeaba y yo de lo devolvía, claro que los golpes de él eran más fuertes y potentes, a pesar de eso, yo los resistía bien, al igual que se los devolvía.
Escuchaba los susurros de los demás, algunos idiotas lo apoyaban y otros gritaban.
Todo se estaba volviendo un caos para algunos y un espectáculo para otros, lo peor de todo era... Que yo estaba formando parte de él.
Lia trató de separarme, pero yo no la dejé.
Uno de sus puños me golpeó justo en la quijada, el cual hizo que cayera al suelo, traté de levantarme, pero la voz del director resonando por el lugar me dejó en seco.
—Ambos, a la oficina, ahora. —Ordenó con un tono de superioridad, el cual le funcionaba.
Mis ojos se cristalizaron y pasé saliva, sabía que estaba en problemas.
El dolor en la quijada me invadía, al igual que las ganas de llorar.
Pero no lo podía hacer, no debía hacerlo, pasará lo que pasará... No debía llorar.