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Debilidades por Luthien99

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—Se puede saber donde nos has traído? —dijo James.


El chico llevaba un tutú rosa y una camiseta en la que, con letras de colores, estaba escrito ''¡Mañana me caso!''. Remus a su lado, llevaba una diadema de color morada y con dos corazones saltones. Peter llevaba unos guantes de purpurina blancos y Sirius llevaba una boa de plumas rojas alrededor del cuello.


—¡Es un local! —gritó Sirius animado. Llevaba un baso lleno de alcohol en la mano que alzó al aire al hablar. Parecía muy contento y gustoso con la boa que se le pegaba al cuello que se movía con los movimientos de su cuerpo.


Habían ido a cenar a un restaurante y ahora empezaba su fiesta de verdad.


—¿Un local de qué? —preguntó Remus con cara de fastidio.


—De strippers... —Sirius cogió a sus tres amigos, empujándoles hacía la puerta.


Había un gran letrero de colores y bajo el, una gran puerta de metal negro. Accedieron a un hall escuro, les cogieron los abrigos cuando pagaron su entrada y consumición.


Caminaron hacía el interior. Las luces de colores brillaban de manera aleatoria, haciendo que pudieran ver por donde caminaban. Se respiraba un olor embriagador a alcohol y a ácido sudor. Había mucha gente, venían e iban de aquí para allá.


El interior del local era oscuro, no muy grande. Tenía una pista de baile iluminada por luces de colores que iluminaban a los bailarines que se atrevían a bailar. Al lado derecho estaba la entrada y en la parte izquierda, había una barra larga donde la mayoría de la gente estaba apoyada, consumiendo bebidas antes de salir a la pista.


Los cuatro chicos, guiados por Sirius, se quedaron junto a la pista de baile. La gente se movía alegre y animada. Los chicos se miraron. Sirius, intentando que todos se lo pasaran bien, cogió a James y lo sacó a bailar. Empezaron a moverse desordenados y bailando pegando botes y alzando las manos al ritmo de la música. Peter y Remus se fueron hacía la barra, decididos a pedir la consumición que habían pagado al entrar al local. James y Sirius estuvieron bailando un rato, mientras el reflejo del alcohol consumido durante la cena, hacía efecto sobre sus cuerpos.


Remus, junto a Peter, se dio cuenta y se fijó en la gente que había allí dentro.


No se habían parado a fijarse en el cartel de la entrada. Todos estaban bastante alcoholizados y no fueron conscientes de donde Sirius les había traído.


Remus miró y observó en silencio..


Sin duda alguna, aquello era u loca un tanto inusual. Muchas de las mujeres que bailaban con hombres en la pista o se movían por el local oscuro, no eran precisamente mujeres.


—¡Oh, Merlín! —dijo dándole un trago al baso de cubata que tenía en la mano. Sonrió—. Sirius lo ha hecho adrede, seguro...


—¿El qué? —preguntó Peter.


—Nada, nada...


James y Sirius llegaron desde la pista. Pidieron un par de bebidas, se las sirvieron y bebieron al lado de Remus y Peter. Desde la parte trasera de la pista, justo delante de los cuatro chicos, se abrieron una puertas y las luces enfocaron hacía aquella dirección. La música sonó más fuerte mientras de la puertas salían unas sinuosas siluetas.


—¡Empieza el espectáculo! —gritó Sirius animado que empezó a bailar allí de pie—.


Las siluetas se acercaron hasta la pista y caminaron hasta unas pasarelas que habían junto delante de la barra donde estaban los chicos. Eran esbeltas mujeres de cabellos largos y altos tacones luminosos. Lucían prendas diminutas de lencería y se movían de manera sensual sobre la tarima. Las luces brillaban sobre ellas y la música sonaba alta y embriagadora.


Sirius bailaba y aplaudía a las bailarinas. La gente se acercó para verlas y Sirius se sumó a la multitud. James se animó y se puso al lado de Sirius. Remus no podía dejar de reírse junto a Peter que parecía embobado con las bailarinas.


Las strippers se movían sobre la tarima mientras Sirius y James aplaudían frenéticos al ritmo de la música.


—¡Menudos movimientos! —gritó James con la mano alzada y dándole un trago largo a su baso de alcohol. Sirius vitoreaba a su lado.


Las bailarinas se empezaron a quitar partes de la poca ropa que las tapada. Antes de que se les viera la ropa interior, llevaban una falda de vuelo. En quitársela, Remus salió de la duda. No eran mujeres, eran hombres.


Sirius y James parecían no haberse dado cuenta, fue entonces cuando Peter se giró hacía Remus y le miró con los ojos abiertos, conteniendo la risa.


—¿Remus? —dijo el chico—. ¿Voy muy alcoholizado o es que esas strippers tienen paquete?


—No querido, Peter... No vas tan alcoholizado —confesó entre risas—. Yo también lo estoy viendo.


—¿Les decimos algo a esos dos?


Remus ladeo la cabeza.


—Dejémoslos que disfruten... Apuesto a que Sirius lo sabe —sonrió—. Lo habrá hecho a posta...


Sirius y James estuvieron aplaudiendo, bailando y vitoreando entre la multitud mientras las strippers travestidas seguían bailando sobre la tarima. Remus disfruto de la idea de que Sirius quizás lo sabía y James no se había dado cuenta. La sola idea de que James estaba fantaseando y disfrutando con aquello se le hacía demasiado gracioso. Todo estaba siendo demasiado gracioso.


La noche avanzó y los dos chicos acabaron uniéndose a Sirius y a James en su baile. Las bailarinas siguieron bailando toda la noche, igual que ellos. El local se fue llenando a medida que la noche avanzaba. El ambiente se tornaba más borroso para los cuatro, el alcohol corría por sus venas y bailar era lo único que les importaba ahora. Sirius se acercó a Remus por la espalda, rodeando su cintura y moviéndose al ritmo de una rápida música. Los instrumentos resonaban en sus oídos como metal ardiente y el ritmo hacía que sus pies no pararan de moverse.


—¡Te quiero! —gritó Sirius bajo el sonido de la música


Remus se dio media vuelta para mirarle.


—¡¿Qué?! —preguntó Remus sin escuchar nada.


—¡Que te quiero! —volvió a repetir más despacio y más pegado a su oído.


Bailaron hasta que sus pies pidieron parar. Hubo un momento en el que tuvieron que volver a la barra en la que habían empezado, pedir otra ronda y descansar durante unos minutos antes de volver a abordar la pista de baile.


James se apoyó de espaldas a la barra, quedando de cara a la tarima donde las strippers aún bailaban. Sirius estaba juntos a Remus, mordía su cuello entretenido mientras el chicos intentaba mantenerse sereno ante la insistencia de Sirius. Peter simplemente estaba allí, callado.


—La del centro es muy guapa, eh... —dijo James refriéndose a la bailarinas—. Es pelirroja...


—¿James, no te has dado cuenta, verdad? —Sirius dejó el cuello de su chico y miró a su amigo con una gran sonrisa.


—¿De qué? —James alzó una ceja.


Sirius miró a Remus.


—¿Tu si, verdad? —Le preguntó Sirius, Remus asintió.


—¿De qué no me he dado cuenta, Sirius? —volvió a insistir James.


James aún llevaba el tutú rosa puesto y la camiseta de mañana me caso. Su cabeza daba vueltas y tenía los oídos entaponados del fuerte volumen de la música. Le dolían las piernas y los pies, y estaba apunto de echar la cena entera por la boca, pero aún así, seguía con una sonrisa dibujada en el rostro y el pelo despeinado.


—Mira a las strippers —dijo Sirius, James giró la cabeza en la dirección de la tarima. Fijó la mirada en la bailarina del medio que le había gustado—. Ahora mírale el paquete... —Los ojos de James bajaron por el cuerpo de la bailarina hasta posarse donde Sirius había indicado. Un poderoso bulto se hacía denotar bajo la fina tela que lo cubría.


—¡LO HAS HECHO A COSA HECHA!


 


La noche acabó bien para todos. James fue llevado a casa de sus padres y Peter también. Ambos vivían en Londres, así que lo tuvieron bien. Después de dejar a James, Remus y Sirius se aparecieron en su casa, en Marchmont Street.


Sirius iba apoyado sobre los hombros de Remus, este lo llevaba a cuestas. Sirius había bebido en exceso y apenas podía moverse o caminar. Lo llevó hasta la habitación y lo tumbo en la cama quedando boca arriba. El chico estiró los brazos y las piernas.


—Moony —decía Sirius a duras penas y sin vocalizar—. Ven a la cama y juguemos un ratito...


Remus caminaba por la habitación desvistiéndose, quedándose en ropa interior.


—No vamos a ponernos a jugar ahora, Sirius... —dijo llegando hasta Sirius y quitándole los zapatos—. ¿Has visto que hora es? —Este ladeo la cabeza—. Son las 7 de la mañana...


—¡REMUS, LA BODA! —gritó alarmado Sirius, dando un bote—. ¡Que llegamos tarde y yo voy con este pedo terrible! ¡Los Potter me matan y Lily me cuelga! Oh, Merlín... Y James esta igual que yo...


—O peor...


—¡REMUS!


—¡Tranquilo! —Remus le quitó la camiseta. Le desvestía como a un niño pequeño. Sirius ni siquiera se estaba dando cuenta de que le estaba quitando la ropa—. La boda es por la tarde... Pondré el despertador a las 3 del mediodía y hasta las 6 no empieza la ceremonia... Así que tenemos tiempo, ¿vale?


—Vale, amor... Gracias —dijo.


Sirius se había quedado en ropa interior. Remus le miraba de pie frente a la cama. Sirius se acurrucó de lado y abrazó la almohada, encogió las piernas y se hizo una bolita. Remus se tumbó a su lado, rodeándolo por la cintura y acurrucando su rostro entre el pelo de Sirius.


—Esto es mucho mejor que jugar... —pronunció Sirius en sentir el calor de los brazos de Remus rodeando y protegiéndole. Se quedó dormido pocos segundos después de aquellas últimas palabras. Remus sonrió y su corazón brincó una última vez antes de caer profundamente dormido.


 


James se movía nervioso a su lado.


—¿Vas a estarte quieto de una vez? —le dijo Sirius.


—No puedo... —contestó James nervioso—. Merlín, me tiemblan las manos.


—Cálmate, vas a casarte no ha donar un órgano.


James estaba en el altar, con Sirius a su lado y frente a ellos, una multitud incalculable de personas esperando a que la novia hiciera su aparición en la ceremonia. Los invitados se disponían a ambos lados, separados por familias, la de James Potter a una lado, y al otro la de Lily Evans.


La novia entraría en cualquier momento, acompañada por su padre y caminaría hasta llegar al altar, donde se encontraría con el novio y empezaría la ceremonia. Sirius era el padrino, así que debía estar al lado del novio.


—¡Todos en pie, por favor! —Dijo el juez que iba a unirles—. La novia ya está aquí...


El público se puso en pie y James suspiró muy nervioso, el corazón le latía a mil por hora.


—Pad, nada de sorpresas... —dijo James con el aliento entrecortado.


Sirius sonrió y ladeó la cabeza.


—Nada de sorpresas, Prongs.


—No como en la despedida de soltero...


—Lo de las strippers estuvo bien —añadió Sirius.


—Hubiera estado mejor si no hubiera resultado que eran hombres... —sentenció James, mirando a su amigo una última vez antes colocarse al lado del juez y viendo como las puertas se la sala se abrían y aparecía una resplandeciente Lily, vestida de blanco.


—Buena suerte, hermano —le susurró Sirius.


James no escuchó. Lily ya caminaba hacía él, ya había dado comienzo a la marcha que le llevaba hasta el altar, donde se convertirían en marido y mujer. Iba cogida del brazo de su padre y caminaba con los ojos fijos en James. Este la miraba deleitoso. No había mirado al vestido, solo miraba su ojos, la miraba con sinceridad y sonreía como nunca lo había hecho antes. Los ojos les brillaban a ambos. El camino al altar se les estaba haciendo terriblemente largo. James deseaba que la chica llegará hasta él y pudiera observarla detenidamente de cerca. Quería mirarla muy fijamente cuando dijera el sí quiero y quería poder recordar ese momento para toda la vida.


Lily llegó, besó a su padre y este posteriormente le dio la mano a James. El padre se fue a sentar junto a su mujer y Lily subió al altar, junto a James.


Ya estaban allí, juntos. Se cogían de la mano y deseaban poder abrazarse, poder tenerse más cerca de lo permitido en ese momento para poder decirse cuanto se querían y se necesitaban.


El juez de paz dio comienzo a la ceremonia.


Lily pronunció sus votos y fue entonces, el turno de James.


Suspiró y miró en los ojos de Lily. Miró y vio aquel chico de gafas redondas y pelo despeinado de cuarto curso loco por cierta pelirroja que no le hacía caso. Vio aquella chica de quinto curso que estudiaba en la biblioteca mientras James no podía quitarle los ojos de encima. Vio como el chico de gafas de sexto curso le pedía de rodillas por favor que fuera su pareja en el baile de navidad. Vio toda su vida junto a Lily y se dio cuenta de que ella siempre había estado ahí. Pudo ver como Lily había estado presente en cada pequeño momento que James había vivido, se dio cuenta de que Lily estaba en su vida desde mucho antes de lo que el pensaba y fue entonces, cuando vio todo aquello y recordó cada pequeño instante, que dio comienzo a su discurso.


Cogió la mano de Lily.


—Yo, James Potter te tomó a ti como esposa, Lilian Evans y prometo amarte y respetarte durante el resto de nuestras vidas. Prometo estar presente en todas las facetas de tu vida, quiero ser el afortunado en verte despertar cada mañana y preparar tu desayuno en la cama, quiero ser el afortunado que te diga te amo antes que tus ojos se cierren cada noche, quiero ser el afortunado que pueda besar y mirar tus ojos a la vez. Voy a estar a tu lado en cada momento que la vida nos brinde a ambos. En la salud, en la enfermedad, la riqueza o la pobreza. En cada momento, Lily estaré a tu lado. Yo seré quien bese la primera arruga de vejez en tu rostro y seré quien venerará el primer mechón gris en tu cabello. Nunca olvides esta promesa, porqué yo no pienso incumplirla.


—¿Lilian Evans, aceptas a James Potter como tu futuro esposo? —dijo el juez de paz.


—Sí, quiero.


—¿James Potter, aceptas a Lilian Evans como tu futura esposa?


—Sí, quiero.


—Entonces, por el poder que Inglaterra me ha otorgado —dijo el juez—. Yo os declaró, marido y mujer —Lily y James sonreían mientras las lágrimas colapsaban sus ojos y la felicidad ardía en sus corazones—. ¡Ya puedes besar a la novia!


Y James le hizo caso.


El público se levantó llenó de gozo y aplaudió como nunca antes.


Remus miró a Sirius mientras aplaudían y vitoreaban a la feliz pareja. Sirius estaba llorando como nunca antes. La alegría se dibujaba con todas las letras en su rostro, sus ojos brillaban de felicidad. Remus se levantó y fue hasta él, abrazándole.


El amor se respiraba y cubría la vida de todos los allí presentes.


 


—¿El DJ es tonto o que pasa? —Sirius estaba sentado a Remus, Peter y unos primos de James. Habían dividido a los invitados en mesas redondas a lo ancho y largo de todo el comedor. Habían decorado las mesas con motivos naranjas y verdes, sobre manteles color crema. Ya estaban comiendo el postre y los camareros servían la copa de cava final, cuando la Señora Evans se acercó a la mesa.


—Hola, chicos... —saludó, quedando de pie detrás de Remus.


—Señora... ¿Fue James quien contrató al DJ, verdad? —le preguntó Sirius alzando la cabeza hacía un lado y mirando a la mujer—. Siempre ha tenido un gusto pésimo para la música... ¿Sabe? Yo era quien le dejaba todos los toca discos a su yerno, si fuera por él, no escucharía música...


—¿Cuantas copas has bebido ya, Sirius? —le preguntó entre risas la Señora Evans, madre de Lily.


—Esta es la primera —confesó—. Se lo prometo... Es que estoy nervioso...


—¿Sabes lo que toca, verdad? —dijo la mujer con una sonrisa. Sirius asintió—. Pues, vamos...


Sirius se levantó y miró a su chico una última vez antes de seguir a la mujer hacía el medio del salón. La madre de Lily volvió a su asiento junto al novio mientras Sirius se quedaba solo.


Sabía lo que debía hacer, sabía cual era su cometido en medio de aquella multitud. Nunca le habían asustado las personas, nunca se le había dado mal el trato con la gente, pero ahora se trata de algo diferente, algo totalmente distinto. Sirius debía dar el discurso del padrino, debía decir unas palabras a James y a su mujer.


Le temblaban las manos.


Remus se giró a verle cuando el chico carraspeó y pidió silencio a los invitados.


—¿Qué pasa, Hermano? ¿No encuentras los lavabos? —James se levantó desde su asiento junto a Lily y sonrió a su amigo, en medio de todos y terriblemente nervioso.


—Cállate —rió Sirius—. Tengo que dar un discurso para el capullo del novio, que no sabe eligir Padrinos para su boda.


Los invitados reían.


Ambos debían alzar la voz para que todos los invitados escucharan lo que decían.


—Nunca habría podido escoger un Padrino mejor —dijo James, enterneciendo el tono de voz y levantando la copa de cava a honor de Sirius.


—James Potter, señores... —comenzó Sirius, hablando a la gente que le escuchaba atentos—. Mi mejor amigo, mi hermano. Una persona maravillosa con un gusto horrible para Padrinos de boda... Y el problema no es ser el Padrino, el problema es este discurso... Discúlpenme todos, pero soy pésimo para decir lo que siento —confesó el chico. Lo estaba haciendo muy bien—. Me cuesta expresar mis sentimientos y os lo podrán decir todas aquellas personas que amo, que posiblemente, no sepan que las amo —todos rieron—.


—¡Que exagerado eres! —exclamó James con una sonrisa.


—¡Quiere callarte! —le exigió Sirius riendo—. Estoy intentando decirte algo bonito... ¡Lily, haz callar a tu marido!


Lily, sentada a lado de James, contenía las lágrimas y sonreía con la mayor de las sonrisas.


—¿Puedo seguir? —los invitados gritaron al unisono un gran —. ¡Gracias! James Potter, amigo, hermano, todo lo que alguien desea poder tener cerca... Señoras y señores, yo he sido el más afortunado de los hombres al poder decir que mi mejor amigo ha sido y será para siempre, alguien capaz de amar y ser fiel hasta el final, con quien menos se lo merecía. En este caso, yo mismo. Nunca mereceré a alguien como él y siempre me sentiré afortunado de haber podido compartir todas las aventuras que hemos vivido. Quiero hacerle un honor a especial a nuestra época de oro, ¿la recuerdas? —James asintió con una sonrisa, escondiendo el rostro entre las manos avergonzado—. ¡Sí, señoras y señores! James y yo nos ganamos el corazón de muchas jóvenes al largo de nuestra vida estudiantil... Admitámoslo, en el día de tu boda querido amigo, que yo fui el más deseado de los dos...


—¡Ni lo sueñes! —replicó James.


—Nunca lo admitirá... —la gente se reía, se lo pasaba bien con Sirius—. Aunque, pese a eso, James consiguió algo mucho mejor que el honor de ser el más deseado. Pues el tubo el privilegio de poder conseguir a la única que realmente se lo merecía —hizo una pausa y la miró—. Lily Evans, la única. ¿Qué puedo decir, Evans? ¿Lo mucho que tubo que soportar los llantos de James porqué no querías ir al baile con él? ¿O la euforia durante una semana después de vuestra primera noche loca juntos? —Lily y James se sonrojaron y todos gritaron animados—. Bah, pero eso queda ya tan lejos... Por la seguridad de la población de este mundo, espero que no tengáis que ser testigos de una riña de los Potter, pues nunca os recuperareis. Remus insiste muchas veces que no estoy del todo cuerdo, pues ahí tienes la respuesta —se giró hacía su chico y le habló mirándole a los ojos—. Todo es debido a ser testigo de una de las peleas de James y Lily en séptimo curso...


—Lo tuyo viene de lejos, no mientas —exclamó James. Sirius se giró de nuevo hacía él.


—James Potter, señoras y señores... El que no puede callarse ni cuando el Padrino de su boda esta dando su discurso... Mi amigo, mi hermano —Sirius levantó la copa de cava que tenía en la maño derecha—. Quiero que brindéis ahora conmigo y seáis testigo de mi eterna promesa a los Potter... James, Lily, eme aquí ante vosotros y prometiéndoos que siempre me tendréis a vuestro lado, incondicionalmente... Y que no importa cuantos problemas y peligros nos deparé el futuro, guerras o desastres, yo siempre me mantendré fiel a mi promesa y jamás incumpliré mi palabra de estar con vosotros hasta el final.


Todo el mundo bebió mientras Sirius y James se miraron como nunca antes lo habían hecho. Compartiendo, con una sola mirada, sus más sinceras palabras de aprecio. Su amistad, era lo mejor que jamás tendrían. Y James, se sentía la persona más amada del mundo en este momento, teniendo a su lado a la mujer a la que amaba y a su incondicional hermano.


No hacían palabras.


Seguido del brindis vinieron los aplausos al maravilloso discurso del mejor Padrino que el mundo mágico había visto.


 


Después la fiesta continuó su curso. Todo iba según lo acordado y planeado, las cosas parecían no poder ir mejor. Todo el mundo estaba feliz, todo el mundo sonreía y armonizaba con el ambiente. Los invitados se movieron hacía la pequeña pista de baile que los camareros habían montado apartando las mesas, y la música sonó alta cuando las luces se apagaron. Todos empezaron a bailar alegres y animados. La novia cumplió sus bailes prometidos y James bailó con su suegra. Sirius y Remus encontraron el momento perfecto para escaparse juntos durante unos segundos.


El alón formaba parte de un restaurante en las afueras de la ciudad que organizaba bodas. Era un restaurante rodeado de vegetación, lagos y fuentes de mármol esculpidas. Sirius y Remus se sentaron en un banco junto a los jardines. Desde allí, podían oír la música que provenía del interior del gran salón. La noche ya caía y el humo del cigarrillo que Sirius había encendido se mezclaba con el olor a hierva en el ambiente.


—¿Cuál es el precio de la felicidad, Remus? —preguntó Sirius con el cigarrillo en la mano y acariciando sus labios.


—¿A qué te refieres?


—¿Qué precio he de pagar para poder sentirme así toda mi vida? Esta es demasiada felicidad para que sea gratis y no haya de pagar un precio —dijo girándose a mirar a Remus a su lado—. ¿No te parece?


—No creo que para ser feliz hayas de pagar nada, Sirius... —Remus tenía el brazo colocado por encima de la espalda del banco—. Pero, compras mi felicidad diciendo que eres feliz...


Sirius le dio otra calada al cigarrillo.


Dejó ir el humo, miró a Remus y le besó.


—¿Nos casamos? —dijo Sirius.


—No podemos —contestó Remus—. No nos dejan... Pero me da igual, no necesito un papel para saber que te quiero.


—Yo tampoco... A demás, no me gustan estás ceremonias —confesó Sirius—. Me gusta asistir como invitado, pero ¿ser yo el protagonista? —negó ladeando la cabeza—. No.


Se quedaron en silencio durante unos minutos, respirando el suave aire de julio y atesorando cada pequeño atisbo de felicidad. Querían conservar todo lo que sentían, querían poder recordarlo por si en algún momento de su vida, necesitaban esperanza.


El cigarrillo expiró.


—Quedan dos noches para la Luna Llena... —dijo Remus, mirando el cielo oscuro.


—He estado pensando que podríamos pasar el día en Hogsmeade... Y por la noche ir directos a la Casa de los Gritos —propuso Sirius, acurrucándose entre los brazos de Remus.


—Me parece bien —contestó.


Ambos se aparecían en la Casa de los Gritos para las transformaciones de Remus. Viviendo en Londres, no disponían de lugares para que un Lobo gigante pasara una noche sin herir a nadie. Y Sirius no podía controlar el solo a un lobo en plena noche de Luna Llena en una ciudad llena de personas indefensas y expuestas al peligro.


—Deberíamos volver dentro... —comentó Sirius—. Podrían sospechar de nosotros...


—¿Y te preocupa eso ahora? ¿A estas alturas? —Remus sonrió ladeando la comisura derecha de la boca.


—No me importa en absoluto —dijo, aproximándose con lentitud hasta llegar a los jugosos labios de Remus que le llamaban a gritos.


Volvieron a entrar cuando acabaron de saciarse. Volvieron a entrar dispuestos a respirar la felicidad que embaucaba el salón de baile en el que se había convertido el comedor. James y Lily bailaban ahora en el centro, mientras todas las miradas se dirigían a ellos.


El día se acababa y con el, la boda de Lily y James. Ese 6 de julio sería un día memorable, un día en el la felicidad cubría sus vidas y el temor, el miedo, la desesperanza y la guerra, habían pasado a un segundo planto completamente olvidado y abandonado en un rincón. Pronto las cosas se tornarían oscuras, y esos recuerdos los mantendría unidos procesándoles la valentía necesaria para poder enfrenarse a cualquier peligro, a cualquier guerra.


 


 


 

Notas finales:

Y hasta aquí, la boda de nuestros queridos Potter. ¡Ya están casados! He de confesar que este capítulo ha sido muy difícil de escribir ¿por qué? Pues no lo sé, la verdad. Está bien cargadito de azúcar, está en mi opinión muy caramelizado... Pero era necesario, la ocasión lo requería, así que me lo he permitido... Espero que les haya gustado y que dejen sus opiniones de la boda y de la fiesta que se pegaron los Merodeadores... ¿Fue raro, verdad? Este Sirius... Creo que nunca sabremos si lo hizo a cosa hecha o no... Dejó que decidáis por vosotros mismos. Me pondré con el siguiente muy pronto, tengo ganas de escribir el **c**e**e que va haber... ¿Adivinan la palabra en clave? Hasta entonces,


Besos, Lúthien.


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