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Debilidades por Luthien99

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El cielo azul de medio día brillaba radiante sobre ellos. Marlene y Sirius se encontraban vagamente apoyados contra uno de los muros del Callejón Diagón. Habían acabado hacía unos minutos su tercera ronda al largo del callejón y ahora se habían parado en la zona acordada de vigilancia.

—Diez minutos y volvemos a dar otra vuelta —dijo Sirius, apoyándose contra el muro y dejando su cuerpo en peso muerto sobre la pedregosa pared.

—Vale —comentó la chica, quedando a su lado pero sin llegar a apoyar el cuerpo sobre el muro—. Hoy está siendo un día tranquilo...

—Sí, menos mal —objetó Sirius—. El otro día fue horrible... Había mucha gente, apenas podía ver con claridad las caras de las personas que pasaban.

—¿Crees que pueden aparecer? —preguntó Marlene—. ¿Crees que serán tan idiotas como para pasearse por Londres sin saber que están vigilados?

—Creo que no saben ni que los vigilamos... —dijo Sirius.

—No son tan tontos. Empiezo a tener mis sospechas de que nosotros no seamos los únicos infiltrados en el Ministerio, Sirius...

—¿De verdad lo crees?

—Sí, y últimamente le llevo dando vueltas más de la cuenta... Si el departamento de Aurores tiene a gente infiltrada y consiguen información, entonces ellos, siendo un movimiento tan numeroso, también deben estar infiltrados y conseguir información...

—Tienes razón.

—Sí es así en realidad, podrían llegar a falsificar información y entonces, dicha información nos llegaría a nosotros distorsionada...

—¿Lo has hablado con alguien en la Ordén? —preguntó Sirius.

—Con Dorcas y los Prewet, estuvimos hablando ayer en casa de Dorcas y salió el tema... —explicaba la chica—. Los cuatro pensamos que podría darse el caso de que nos esté llegando información manipulada, que ellos sepan que información están filtrando.

—¿Cuándo es la próxima reunión?

—En tres días —contestó Marlene mirando y fijando su vista en un grupo de personas que caminaban juntos a través del Callejón. Sirius miró también. Sus ojos iban de aquí para allá, en busca de rostros que pudiera reconocer de aquellos que la Orden les había facilitado como sospechosos de alto riesgo.

Entre aquel grupo no reconocieron a nadie.

Alguien estiró entonces de la manga de Sirius.

Este reaccionó y bajó la vista.

—Disculpe —en Sirius bajar la vista se encontró con una pequeña maga—. No quiero interrumpirles, pero me he perdido.

La niña, que apenas tendría siete u ocho años, estaba parada al lado de Sirius, mirándole desde abajo con los ojos muy abiertos y una especie de tristeza en su mirada. Una niña perdida que pedía ayuda, Sirius no pudo sentir una especie de contracción en el pecho. Esto hizo que Sirius se comportara de manera que no se había comportado con anterioridad, como si algo se hubiera activado, un sentimiento que no sabía que pudiera sentir y del que no conocía su existencia. Sirius se agachó inmediatamente para estar a la altura de la pequeña maga perdida.

—Me llamo Sirius —le dijo, dedicándole la más afables de las sonrisas—. Voy a ayudarte, ¿si? No te preocupes, encontraremos a tus padres...

—Estaba con mi madre en aquel lado del Callejón —dijo la niña, señalando el lado izquierdo frente a una tienda—. Pero he salido un momento y al volver a entrar, ya no estaba... No sabía a quien acudir.

Marlene seguía concentrada en los transeúntes.

—Lo mejor cuando pierdes a tu madre —decía Sirius—, es quedarte donde os habéis separado... ¿Vosotras estabais en aquella tienda, no? —la niña asintió—. Pues, lo mejor será ir allá, porqué ella siempre mirará en aquellos lugares por los que hayáis pasado ¿lo entiendes?

—Sí, Sirius —el chico sonrió ante la afirmativa respuesta de la niña—. Lo entiendo.

—Pues vamos entonces, te acompañaré —Sirius tendió su mano a la pequeña—. Marlene, ahora vengo... Tenemos aquí una princesa que se ha extraviado.

Marlene le miró a la niña dedicándole una cálida sonrisa.

—Está bien, me quedaré aquí.

Sirius y la niña caminaron hasta la tienda y se quedaron mirando al interior.

—Estábamos ahí... —dijo la niña señalando el interior. Sirius miró hacía el interior, mirando a través de un gran ventanal de cristal. La gente se movía por la tienda y entonces Sirius notó como la niña, cogida a su mano, estiraba hacía abajo. Antes de que pudiera bajar la mirada para ver lo que quería, algo llamó su atención.

El cristal transparente de la tienda reflejaba, gracias a la luz del sol, la imagen de Marlene. Fue entonces cuando un destelló colisionó contra el suelo de la calle. Sirius seguía mirando a través del reflejo del cristal. Vio como unas figuras encapuchadas y negras emergían del destelló ocasionado. La mano de la niña se tensaba y se apretaba fuerte contra la suya. Sirius no se movía, no podía dejar de mirar la escena desde el reflejo. Durante la llegada de los encapuchados se ocasiono un estruendo que hizo que la gente se alarmara. Fue entonces, cuando Sirius reaccionó. Lo primero que pasó por su mente fue que tenía una niña a su cargo, cogida de su mano. Lo primero fue ponerla a salvo y esa fue su prioridad. Pero entonces pensó en Marlene y cuando se giró para contemplar la escena desde la realidad absoluta, llegó la desolación. Marlene se estaba enfrentando en un cuerpo a cuerpo contra un Mortífago encapuchado. Sirius cogió a la niña en brazos y sacó su varita.

No supo muy bien que hacer. La gente se movía rápida a su alrededor y los pocos encapuchados que habían llegado no atacaron a nadie, Sirius no supo muy bien que era lo que estaban haciendo. Estaban todos reunidos en un semicírculo, a excepción de aquel que luchaba con Marlene al lado del semicírculo de Mortífagos.

Marlene, con un rápido movimiento de varita, consiguió derribar a su oponente, dejándolo inconsciente en el suelo. El cuerpo cubierto por una espesa capa negra, calló rendido al suelo y en el caída, perdió la máscara que cubría su rostro de los ojos ajenos. Sirius pude reconocerlo, pero antes de poder asimilar quien era, caminó hacía Marlene con tal de alejarla de aquel semicírculo de formación que estaban creando sus atacantes.

—¡Marlene! —gritó Sirius, dejándose la voz en el intento—. ¡Ven, rápido!

La chica empezó a correr hacía él, quedando apartada de los atacantes que parecían concentrados en uno de los edificios de la calle. Entonces todos levantaron sus varitas al aire y apuntaron.

La niña se aferraba al cuello de Sirius, Marlene corría hacía él.

Pero entonces la luz brotó de las varitas de los atacantes y todo se volvió negro.



***



—Remus Lupin —dijo el hombre desde su escritorio.

A Remus le temblaban las manos, juraría que hacía tiempo que no estaba tan nervioso. Mientras caminaba hacía el escritorio del profesor pensó en la última vez que le temblaron las manos. Fue en casa de sus padres, cuando Sirius pidió que si podía irse a vivir con él. Recordó los fríos cubiertos contra sus manos temblorosas. Y entonces se acordó de Sirius, el confiaba en Remus. Sirius tenía esperanza en él y sabía que había aprobado el examen para entrar en la Academia de Aurores.

Llegó hasta el escritorio y el profesor le tendió el examen.

—Enhorabuena, señor Lupin —dijo el hombre con una sonrisa apagada—. Tiene la mejor cualificación de toda la clase... Permítame decirle, que tiene usted la mejor cualificación que he visto en mucho tiempo. No solo sus respuestas son adecuadas sino que, sus explicaciones son de una elocuencia y veracidad exquisita —decía el hombre—. Enhorabuena...

Remus pudo sentir como crecía una alegría en su pecho que poco se hacía más grande, más densa y se extendía con lentitud por todo su cuerpo. El epicentro de esa alegría se concentraba en su pecho y se expandía hasta colapsar sus oídos.

Miró la nota en el borde del examen y algo le llamó la atención. Al lado de la casilla de la nota final, había otra casilla que especificaba si entrabas en la academia o no. Su nota era de 9,93, pero al lado de esa casilla había una mancha de tinta roja que expresaba muy claramente: No admitido.

—Disculpe, señor... —la voz de Remus temía por romperse, sabía perfectamente que no se podía tratar de un error—. Mi nota supera la media que se requiere para entrar... ¿Por qué no estoy admitido entonces?

Fue entonces cuando el profesor se levantó de su silla e hizo salir a Remus al pasillo. En cerrar la puertas tras él, pues no quería que la clase escuchara su conversación, se quedaron los dos solos.

—Señor Lupin, esta no ha sido una decisión propia —comenzó a explicar el hombre—. Esta decisión proviene de mis superiores, yo no he podido ejercer ningún tipo de voluntad sobre lo que ellos decidieron.

Remus lo dedujo.

—Se conoce la naturaleza de su condición de licántropo y como usted se podrá imaginar, no se permiten criaturas de la noche en nuestras filas de Aurores —sus palabras colisionaron duras y estridentes en los oídos de Remus, un Remus que se desquebrajaba poco a poco, que se hacía pequeño en la frialdad de aquel pasillo y ante las duras palabras hacía su persona: criatura de la noche. Se lo creyó por un momento, creyó serlo, lo era—. Su nota a sido la más alta que se ha visto en este examen en muchos años, señor Lupin.... Pero me temo que no va a ser posible su admisión en la Académia. Lo siento.

Remus quiso salir corriendo de allí, de aquel horrible lugar y olvidar aquella desastrosa parte de su vida. Pero no podía borrarlo, no podía olvidarse de ese examen, de esa negativa, pues esas eran las consecuencias que conllevan su Licantropia. Es algo que ha vivido, vive y vivirá con él para siempre, no va a poderlo cambiar. Debe admitir que en su curricular siempre pondrá: Hombre Lobo.

Lily y James le esperaban fuera. Cuando salió del edificio donde se hacían los exámenes de acceso, les vio allí sentados esperándole. Se acercó hasta ellos y pudieron ver su expresión facial. Remus estaba destrozado, hecho añicos.

—¿Y esa cara larga? —exclamó James—. ¡Mi próximo Auror favorito debería estar contento!

—¿Cómo ha ido, Remus? —se atrevió a preguntar Lily, que enseguida pudo ver la decepción dibujada en el rostro de su amigo. James y Lily rodearon a Remus.

—He sacado la mejor nota de la clase...

—¿Enserio? —gritó James con una sonrisa.

—Sí, un 9,93... —respondió Remus, su rostro expresaba todo lo que su corazón sentía, no censuró nada, ningún detalle de ninguna emoción sentida.

—¿Y por qué estás así, entonces?

—No me aceptan —Lily y James se quedaron mudos—. No me aceptan porqué soy una criatura de la noche, soy un hombre lobo y está prohibido que un Auror sea un Licántropo. Me han denegado el acceso a la Academia.

—¿Cómo se puede ser tan hijo de puta? —bramó James, sin poder contener la rabia. Esa rabia que Remus nunca había sido capaz de exteriorizar, pero que estaba ahí, colapsando y obstruyendo su sistema nervioso.

—¿Lo dices en serio? —dijo Lily sin poder creer sus palabras.

—Sí... —contestó decaído—. ¡¿De que me sirve tener la nota más alta si no me dejan entrar?! —exclamó indignado—. ¡Esto es una mierda! ¡Esto es una puta injusticia de mierda!

—Remus... —Lily rodeó su espalda con el brazo, dándole ánimos.

—¿Y no podemos hacer nada? —quiso saber James sintiendo la impotencia correr por su sangre.

—No, James... No podemos hacer nada —contestó derrotado—. ¿Qué vamos a hacer? En realidad debería habérmelo imaginado, las personas como yo nunca tenemos las cosas tan fáciles.

—¿Las personas como tu? —Lily se paró frente a él—. Remus, no hay nadie como tu. Quizás habrán personas que compartan tu condición, pero tu nunca te asemejaras a ellos, nunca.

—Vamos a casa... —dijo en un hilo de voz—. Quiero ver a Sirius.

—Tenía misión de vigilancia hoy, Moony... —James había entristecido—. Quizás no habrá llegado.

—Vayamos a buscarle, estará con Marlene en el Callejón Diagón... Y de paso les ayudamos con la vigilancia —propuso Lily con una sonrisa. Remus asintió.

Caminaron hasta una calle escondida poco transitada, lo suficiente para que pudiera desaparecer sin que nadie los viera. Estuvieron unos minutos buscando el lugar indicado para desparecer y en cuanto lo encontraron, no tardaron en aparecer en el Callejón Diagón.

Los tres chicos se encontraron con algo que no esperaban.

Deambulaban de aquí para allá Aurores, personal del Departamento de Seguridad Mágica que tras una nube de escombros, fuego y polvo, intentaban evitar el menor número de perdidas. Los tres chicos se quedaron parados ante la visión.

Un atentado.

El callejón estaba hundido en escombros, todavía había fuego por ser extinguido y se oían gritos desesperados de dolor y agonía. Los sanitarios se llevaban cuerpos ensangrentados. Algunos envueltos en bolsas oscuras, otros en camillas y rodeados de parapetos que volaban a su alrededor que evitaban la muerte.

Sirius.

Remus corrió hacía un miembro del Departamento de Seguridad Mágica. James y Lily le seguían. Corrió hasta el hombre que le frenó en seco en ver que quería atravesar la cinta de protección que cubría la escena del crimen.

—¡No se puede pasar! —exclamó el hombre, prohibiéndole el paso.

—Sirius, Sirius Black... —gemía Remus, con la respiración agitada—. ¿Dónde está? Dígame... ¡¿Dónde está?!

El chico no sabía ni lo que decía. Su mente no filtraba sus emociones y mucho menos sus palabras.

—Todavía no sabemos el nombre de las víctimas —dijo el hombre—. Todos los heridos están siendo trasladados a San Mungo. Vayan allí y pregunten, ellos tienen en la base de datos los nombres.

Remus se gravó una vez más la imagen en la mente. La imagen de aquel destrozo, la desolación y el caos, se quedó grabado en su mente. Encontrar a Sirius era su única preocupación, se olvido del examen y de su acceso denegado a la Academia, solo quería encontrar a Sirius. En su cabeza no cabía la idea de perderle, ni si quiera lo pensó, simplemente quería encontrarlo y saber que estaba bien.0

James y Lily le seguían, ambos no salían de su asombro. La situación se les hacía grande y Remus era el único que parecía reaccionar.

Se aparecieron en la entrada de San Mungo y caminaron hasta la secretaria como nunca habían corrido. Desde la entrada, se veían sanadores haciendo entrar camillas con gente herida. El hall principal estaba lleno de gente que corría de aquí para allá alterados. Habían muchos heridos, la blanca estancia se teñía de rojo escarlata cuando las camillas pasaban.

—Sirius Black estaba en el Callejón Diagón esta mañana durante el atentado —se explicaba Remus a la enfermera tras la recepción—. ¿Sabe si ha sido ingresado aquí? ¿Sabe si ha sufrido algún daño?

La mujer bajó la vista y miró los papeles sobre su mesa. Otra enfermera a su lado trajo otra carpeta y se la tendió.

—Aquí están los nombres de los que acaban de traer —dijo la enfermera en tender la carpeta.

Abrió y sacó más papeles llenos de nombres. Los ojos de Remus recorrían la lista desde su posición, leyendo la hoja al revés. De un momento a otro, la recepción empezó a llenarse magos, que como Remus, Lily y James, querían respuesta a la desaparición de sus seres queridos durante el atentado. Más enfermeras llegaron y iban dando nombres de los fallecidos y de aquellos que se encontraban tan solo heridos.

—¿Sirius Black? —preguntó la enfermera. Remus asintió nervioso.

—Está en la Unidad de Quemados, es uno de los que primero llegó —dijo la mujer—. Tercera planta, pasillo B.

Las escaleras fue lo primero que vio Remus en salir corriendo desde la recepción. James y Lily le seguían enmudecidos. En la mente de Remus se repetía él está bien, él está bien, él está bien,una y otra vez como si no se lo creyera. Se repetía lo mismo porque no acaba de creerse si Sirius estaba bien o no. Las escaleras se hicieron largas, creyó que nunca llegaría.

La tercera planta estaba mucho más llena de lo que el hall estaba. Todo eran sanadores que corrían pasillo arriba, esperando un quirófano libre para intervenir a los pacientes más graves. Todo estaba colapsado, todo el mundo estaba colapsado en su propio caos, en su propia desgracia.

El pasillo B estaba más calmado que el principal.

—Remus, allí hay un médico —dijo James, señalando al hombre que salía de la Unidad de Quemados.

La Unidad de Quemados.

Remus pudo imaginarse porqué. Sirius había sufrido quemaduras. Había estado en el epicentro de la explosión y eso había hecho que sufriera quemaduras y quizás eras quemaduras grabes, muy grabes que hacían que peligrara su vida. La cabeza de Remus hervía de ideas paranoicas que colapsaban sus pensamientos.

—¡Disculpe! —gritó Remus, llamando la atención del doctor.

Remus caminó hacía él. James y Lily seguían sus pasos y entre los tres, rodearon al hombre

—¿Sirius Black? ¿Sabe si está dentro? —gemía entre cortado Remus—. ¿Lo sabe?

—Sí, está dentro...

Los tres suspiraron aliviados, lo habían encontrado.

—¿Cómo está? ¿Qué ha pasado? —preguntó James, todavía sin estar del todo tranquilo.

—Ha habido un atentando en el Callejón Diagón —los tres asintieron, la escena que habían presenciado no se les iba a olvidar nunca—. Ha sido un hechizo conjunto que ha causado una gran explosión, como una bomba... Han derribado varios edificios y todavía no sabemos el número de víctimas. La cifra supera los veinte...

—Díos... —exhaló Lily, llevándose la mano a la boca y aturdida por la información.

—¿Y Sirius?

El hombre suspiró y cerró los ojos durante unos segundos de más.

—Estaba consciente cuando ha llegado —dijo, mientras miraba a Remus muy serio—. Es por eso que sabemos su nombre. Pero ha sufrido muchas quemaduras y ha perdido el conocimiento en llegar. Esta bajo cuidados intensivos y ahora mismo nos preocupan las quemaduras de la espalda, más que nada. Tiene un brazo roto, el hombro estaba descolocado cuando lo encontramos, pero ya esta bien, eso no me preocupa .

Remus notó el sabor amargo del dolor extendiéndose por su cuerpo. Controló el llanto.

—¿Está despierto, doctor? —James pudo notar el estado de Remus y supo que este no podría hablar a causa de la retención de su llanto. Puso una mano sobre su hombro y le habló al doctor.

—No, le hemos administrado morfina —dijo—. Las quemaduras son muy graves y hemos tenido que utilizar medicina muggle para sedarle y que no sufra dolor.

—¿Morfina? —dijo Lily alarmada, sabia de lo que se trataba—. ¿Tan graves son las quemaduras?

—Me temo que sí —contesto el hombre—. De tercer grado y necesitaba morfina para poder soportar el dolor. Tardará un par de días en retomar la cordura, así que hasta entonces no podremos saber que es lo que pasó realmente —hizo una pausa y respiró hondo—. Hemos supuesto que trato de protegerse porqué vio venir la explosión. Pero algún escombro saltó y le dio en el brazo, haciendo que se le rompiera y que el hechizo de defensa cesara. También hemos deducido que estaba de espaldas a los atacantes, pues solo tiene quemaduras en la espalda.

Lily se acercó a Remus y lo cogió de la mano.

—¿Podemos entrar a verle?

—No de momento... —los tres chicos recibieron un duro golpe—. ¿Podrían llamar a su familia y hacerles venir? Necesito que firmen unos papeles...

—Nosotros somos su familia —consiguió decir Remus en un hilo de voz—. A demás, es mayor de edad, lo que tenga que firmar lo puede firmar él mismo.

El doctor miró con calma los ojos enrojecidos de Remus.

—Está bien —hizo una pausa—. Esperen unas horas, quizás hasta mañana para entrar. La enfermera les dirá cuando pueden entrar a partir de mis indicaciones. Yo le haré el seguimiento —el hombre tendió la mano a Remus—. Usted debe ser su...

—Yo soy su... —Remus quiso responder y decir la verdad, pero notó como la mano de Lily se tensaba con la suya y supo que no podía—... Soy su amigo.

—Ya... —se dieron un apretón de manos—. Yo seré su médico y le llevaré el seguimiento. No se preocupe, el señor Black está en buenas manos. Se recuperará.

 

 

 

Notas finales:

 

Y la palabra secreta del episodio anterior era ACCIDENTE. Supongo que me he pasado un poco con Sirius, he de confesar que me duele haberle hecho daño, mi pobre bebé. Avisé que a partir de ahora las cosas se van a poner un poco tensas. Esto no ha hecho más que empezar.

Lamento haber tardado tanto en publicar este capítulo. He tenido unas semanas bastante difíciles por exámenes finales y estas cosas que cualquier estudiante entiende. Y quizás, a partir de ahora, tardaré un poco más en actualizar. Pero no demasiado, no se preocupen.

Y ahora nos quedan algunas preguntas por responder... ¿Quién era aquel que Sirius reconoció, aquel que Marlene derribó antes del ataque? ¿Que ha pasado con Marlene? ¿Y la niña que perdió a su madre? ¿Qué fue de ella? Hasta el próximo capítulo,

Besos, Lúthien.

 


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