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Cuando el Día y la Noche se Juntan por Aurora Execution

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Notas del capitulo:

Siento muchísimo mi retraso. Tuve muchos problemas que me sobrepasaron dejándome sin ánimos de absolutamente nada...

Algo que me mantenía contenta es escribir y eso hice, además de que no quería dejarlos sin actualizar, me han hecho muy feliz con tan lindos reviews...

Espero sinceramente que disfruten de la lectura.

 

No te sorprendió que Kanon fuera más activo que Saga.

Llevaban varias horas fuera de la pequeña cabaña, se habían adentrado al bosque en busca de alimentos para abastecerse por ese día, y quizá por los siguientes. No despegabas tu vista de la cascada de cabello que cubría la amplia espalda del gemelo, más que para apreciar la magia a tu alrededor. Te parecía increíble como el bosque cambiaba sus formas a cada paso que daban, como les regalaba frutas y verduras de las más variadas especies, sembradas en extensos pedazos de tierra. El asombro te hacía abrir la boca como tonto al verlas crecer ante tus ojos, de pequeños e imberbes frutos a suculentas y espectaculares frutas de colores brillantes.

 

Kanon te había entregado una canasta que te colocaste al hombro y recogiste cuanta fruta podías, se veían tan apetitosas que no aguardabas la hora de regresar y degustarlas, a pesar de que alguna que otra ya te habías llevado a la boca. El de cabellos azules se movía con tanta familiaridad y confianza que no tardaste en copiarle. Suficientes habían sido las advertencias para que dejaras de temerle. En todo caso y si te convertías en "amigo" del bosque siempre tendrías comida y fresca agua, así que no veías la necesidad de temerle. Al menos, durante el día.

 

—Pronto llegaremos a la laguna, podrás bañarte, estás muy sucio—lo escuchaste decir y el rubor viajó por tu rostro al comprobar que toda tu ropa y cuerpo estaban cubierto de tierra, mucha del día anterior.

 

—Sí, me vendría bien un baño—admitiste abochornado.

 

No pasó mucho tiempo hasta que llegaron a un camino de pequeños arboles de colores, el sendero estaba cubierto de tierra rojiza y terminaba en un magistral y extenso campo de flores. Tu asombro fue en aumento cuando al caminar comprobabas que el campo se extendía indefinidamente, que las flores largaban un suave y dulce perfume y que estaba en completo cielo abierto, la laguna era un gigante río de agua cristalina. Caminaste con lentitud maravillado por todo lo que veías, una pequeña cascada producía un arrullar tranquilizante.

 

—Este lugar es hermoso—dijiste exhalando un suspiro de fascinación—, no entiendo como nunca nadie ha podido hallarlo.

 

—Eso es simplemente porque el hombre ve lo que quiere ver, y son tan limitados que se enfocan en lo que ellos consideran feo, ven al bosque como enemigo, no como aliado.

 

Sí. Lo que Kanon decía tenía perfecta lógica, desde siempre te han dicho que el bosque estaba encantado, pero se limitaron a creer que dicho encantamiento era maligno, cuando era todo lo contrario; el bosque era un paraíso. Giraste para ver a Kanon, fue gracioso ver tu rostro palidecer efímeramente para enrojecer al instante. El gemelo se había despojado de sus ropas y estaba completamente desnudo ingresando a la laguna. Tus ojos siguieron el sendero que Kanon recorría, embobado por su extraordinaria figura. Nunca antes habías observado a un hombre desnudo, y la pena te embargó por completo cuando tu vista llegó a cierta zona de la anatomía del gemelo, desviaste la vista y lo escuchaste reír. Mordiste tu labio porque en ese momento, su risa, te pareció un canto celestial.

 

—¿Qué esperas? sácate la ropa y entra.

 

Kanon estaba con los brazos entrecruzados y recostados sobre la orilla, su rostro aún dibujaba una sonrisa pícara, sus ojos estaban fijos en ti. Algo lento comenzaste a sacarte la camisa y los pantalones, te sentías tan apenado de mostrarte desnudo ante semejante hombre, ya que considerabas que a tu cuerpo más bien enclenque, tenías músculos marcados y piernas firmes, pero nada en comparación con el adónico cuerpo de Kanon. Una vez desnudo, tomaste tus ropas y cubriste tus genitales para correr hacia el agua, soltaste los trapos y te arrojaste de con rapidez. Tu piel de inmediato sintió el cambio de temperatura, erizándose, pero no te importó, era tan fresca y limpia que sentiste a todo tu cuerpo relajarse. Cuando saliste a la superficie nuevamente, te sorprendió ver a Kanon a tu lado, los cabellos se le habían pegado al cuerpo y hombros por el agua. Sus ojos te parecieron más profundos, más verdes, más hermosos. No pudiste evitar el ruborizarte.

 

—Es muy fresca, ¿no lo crees, Aioros?

 

A tan cercana distancia, pudiste sentir su aliento chocar contra tu rostro. Era fresco, hasta frío, como la menta bañada con el rocío nocturno. Temblaste un poco, y es que tu estómago se revolvía ansioso, y no era precisamente por el hambre. Sentías como si Kanon tuviera cierto magnetismo sobre ti, uno poderoso.

 

—Sí, es perfecta.

 

Kanon volvió a sumergirse en las profundas aguas, sonreíste un poco, estabas a punto de imitarlo cuando sentiste un agarre sobre tu tobillo que te arrastró aguas adentro, tomaste aire y abriste los ojos, Kanon estaba a tu lado, nadando con una risa que parecía perderse en el lago, trataste de tomarlo para vengarte de su pequeña broma y pronto, ambos, se encontraban persiguiéndose y riendo como dos niños en un día de verano, mientras se hacían cosquillas y se sumergían para tratar de escapar, ya no te importaba tu desnudez ni la de Kanon. Cuando el aire se hizo falto en tus pulmones, emergiste, tomando grandes bocanadas, lo cual se dificultaba ya que conservabas aquel pequeño ataque de risas.

 

Kanon salió momentos después, tu corazón se mantuvo acelerado por los roces que de manera inocente llegaste a tener contra la piel del otro y más aun sabiendo que por el rostro del gemelo, había disfrutado de igual manera tu compañía.

 

—Hace mucho tiempo que no reía de esta manera, creo que ya había olvidado cómo hacerlo—.Sonreíste...

 

Ambos salieron del agua y se recostaron sobre un gran manzano que se encontraba cerca del lago y que daba una frescura y dulzor al ambiente con sus frutos rojos y brillantes, a pesar de no ser época de manzanas, pero era un bosque mágico después de todo. Ambos tomaron unos cuantos, el agua y los juegos los habían dejado exhaustos y hambrientos. Levaban un buen tiempo en silencio, sólo disfrutando del ruido de la cascada y los animales que venían a refrescarse en el lago.

 

—¿Cómo eran sus vidas antes de todo esto? Quiero decir, antes de la maldición—preguntaste al fin, cortando el silencio y obteniendo la absoluta atención del peli azul.

 

—Era muy… distinta.

 

—Cuéntame...—Los ojos de Kanon se clavaron en ti, un leve suspiro salió de sus labios.

 

—Existían cuatro grandes reinos en el mundo, cada uno poderoso y con grandes tierras y guerreros—dejó de observarte para enfocar su vista en algún punto del paisaje—, el nuestro era el segundo más importante, sólo un escalón debajo del TenKai...

 

...

 

Hubo hace miles de años cuatro reinos que se habían distribuido la superficie de la Tierra, los cuales convivieron durante grandes periodos de tiempo, sin guerras ni disputas. El más extenso e importante se ubicaba en las tierras del norte, se llamaba TenKai y era gobernado por el Rey Zeus, quien a su vez venía de la gran estirpe que dio comienzo a los reinados sobre la Tierra. Su Reino se caracterizaba por sus grandes y fuertes hombres, sus mujeres bellas y las habilidades que cada habitante tenía en la música, las armas y las cosechas.

 

Al este se ubicaba el Sekai, un Reino enorme de tierras verdes y fértiles, era el segundo en importancia y el único gobernado por una Reina; Athena. Su gran característica era la formación de fuertes y hábiles guerreros, los cuales se hacían llamar a sí mismos Santos. Eran amables y muchas veces benevolentes, preferían el dialogo a la disputa, pero no dudaban nunca a la hora de proteger sus tierras y sobre todo a su Reina.

 

Algo parecido sucedía en el Reino que se situaba al sur; MeiKai. Su gobernante era un hombre sabio y justo conocido por su increíble belleza, pero temido por todo el mundo a la vez, su nombre era Hades. Un Reino amplio y bien poblado, pero sombrío, y así como a su Rey; temido.

 

Y por último, al oeste, se situaba el KaiKai, el reino que dominaba los océanos y los mares del mundo. Su Rey era un joven apuesto e inmensamente rico, Poseidón. Entre todos los Reinos, el KaiKai era quien contaba con menos población, pero se caracterizaban por ser personas distinguidas.

 

Saga y Kanon habían crecido bajo el yugo de una familia distinguida, respetada y admirada, dentro del Reino, tanto que la misma Reina, así como los Reyes antiguos habían confiado en su estirpe para custodios personales. Gozaban de privilegios y los mejores maestros en todas las áreas, su padre sabía que tarde o temprano ellos terminarían comandando el ejercito, es por ello que siempre los exigía hasta los limites de sus fuerzas. A medida que fueron creciendo, su popularidad comenzó a traspasar los limites de su tierra. Los gemelos eran reconocidos por todos los Reinos por su fuerza y astucia, así como por su singular belleza.

 

Compartieron días y noches junto a jóvenes con grandes habilidades y fuerzas, forjando una amistad genuina entre los de su generación. Ambos sabían que aquellos recuerdos de su época de aprendices jamás se borraría de sus mentes, pues eran uno de sus más preciados tesoros.

 

Más sabiendo que la paz, nunca es eterna.

 

Los rumores de una inminente guerra con el Reino KaiKai se hacían cada vez más grandes, cuando la noticia de que su Reina había rechazado una propuesta de casamiento y por ende la unión de los dos Reinos, por parte de Poseidon. Pero la verdadera disputa se desató cuando Athena reclamó al Rey Hades el cetro que perteneció a su dinastía y el cual había sido robado por la bruja y consejera del antiguo Rey del MeiKai.

Hades negó la existencia del cetro y Athena, ofendida, declaró la Guerra al Reino del sur.

 

Saga y Kanon contaban con diecisiete años, su padre Aspros, aun en servicio, comandó al ejercito y los Santos avanzaron sobre tierras enemigas. Kanon aún recordaba perfectamente ese día, los nervios, el calor y sudor, las Armaduras chocando... a su primera victima.

 

Recordaba el sabor de la sangre acumularse en su boca por las heridas recibidas, los gritos de su padre dirigiendo el avance. Los caídos...

 

La alegría de haber sobrevivido a su primer día en guerra.

 

Recordaba no haber dormido en los días siguientes, excitado por toda la adrenalina que reptaba por sus venas, las largas charlas en la tienda del campamento con su hermano y amigos. Sentía aún curtirse su piel bajo el sol abrasante, endurecer su carácter con cada espada blandida... la embriagadora felicidad de decapitar al enemigo.

 

La guerra duró tres años, creciendo ellos en el camino como hombres y guerreros. Al segundo año su padre había sido asesinado por el Capitán del ejercito MeiKai, Kanon vio rodar su cabeza hasta chocar contra las espuelas de su caballo, los gritos enardecidos de sus compañeros al ver caer a su líder y el llanto de su hermano lo inundaron de un odio exacerbado, arrojándose a ciegas contra el maldito que le había arrebatado la vida a su padre. Asesinándolo.

 

Ese mismo día Saga tomó su lugar, y la guerra continuó hasta que lograron entrar a las tierras limites donde se hallaba el castillo de la bruja. Athena ordenó que fueran ellos por el cetro... Kanon estaba seguro de que regresarían con la victoria en manos, con el fin de la guerra y las bendiciones de su Reina, pero nada de eso sucedió.

 

Aún en su piel conservaba el escozor de los poderes de la mujer, de la irreal fuerza que poseía. Sentía aún en su pecho la horrible sensación de la derrota. El dolor que le atravesó cual lanza el corazón al creer que Saga había muerto a manos de la maldita.

 

—Su legado se perderá y nadie los recordará... permanecerán aquí para siempre, atemorizando a todo aquel que desee atravesar el lugar, perecerán en manos del otro, pues sus vidas están atadas y si un alma se esfuma, la otra también lo hará... y juntos en la distancia estarán... sus manos no se unirán y si un alma no los libera voluntariamente, ustedes no volverán a ser jamás los mismos... el día y la noche, ustedes comandarán.

 

La bruja cayó inerte al suelo. Ante sus ojos el cuerpo se convirtió en una espesa nube de humo que envolvió el castillo y el bosque con su poder. Saga había tomado su mano al comprender que nunca podrían salir de allí, no vivos al menos.

 

La maldición había sido echada.

 

...

 

El día había avanzado rápido, mientras escuchabas las palabras de Kanon, el mundo antiguo del que alguna vez leíste existía. Ese mundo de fantasía, ese mundo que los libros relataban como mitos y leyendas, realmente existió.

 

Contemplaste el horizonte, que poco a poco se teñía de naranja mientras el día iba concluyendo. El agua del lago tomaba prestado el color del cielo y la pequeña cascada parecía a lo lejos un afluente de lava, brillante y ardiente. el viento soplaba y chocaba los cabellos del gemelo contra tu rostro, inundando tus fosas nasales con su aroma a fresca madrugada. Kanon se encontraba dormido con la cabeza sobre tu hombro. Luego de su relato, el sueño pareció apoderarse de él mientras dejaba que la brisa y el aroma del campo adormecieran sus sentidos.

Acomodaste mejor tu espalda sobre el tronco del árbol y ubicaste al gemelo en tu regazo. Pronto el día concluiría sus horas y Kanon tendría que partir.

 

Acariciaste sus cabellos ¿Debías despertarlo? ¿O acaso Saga vendría por él? ¿Cómo será el cambio?

Cuando la primera estrella se dibujó sobre el firmamento, el ambiente cambió y sentiste unos pasos detrás de ti. No temiste. No ésta vez.

 

—¿Lleva mucho dormido?

 

Saga se sentó a tu lado, largando un suspiro. Giraste tu cabeza con cuidado de no mover tu cuerpo para despertar a Kanon y observaste al recién llegado. Saga lucía cansado, su rostro reflejaba un agotamiento que poco tenía que ver con lo físico. Algo dentro tuyo se comprimió al ver sus ojos tristes, su rostro permanecía con la misma seriedad de cuando lo conocieras, pero sus ojos era una ventana a su alma, a sus emociones.

 

—Un par de horas tal vez... hola.—Sonreíste al ver que por fin Saga había volteado a verte.

 

—Es hora de regresar a la cabaña, ¿vienes conmigo?—tus mejillas se sonrojaron al sentir su pedido con algo de timidez, pero con un anhelo mal oculto.

 

—Debemos despertar a Kanon.

 

—Déjalo, pronto despertará, ven—Saga se incorporó tendiendo su mano hacia ti.

 

Observaste por unos segundos a Kanon quien parecía ajeno a todo a su alrededor. Tocaste sus cabellos y con cuidado te moviste acomodando al menor de los gemelos sobre el césped, sujetaste la mano de Saga y te incorporaste.

 

Sin decir una palabra más, Saga emprendió el camino de regreso. Con rapidez tomaste la canasta con frutas que habías recogido durante el día, Saga ya llevaba la de Kanon consigo. Cuando miraste hacia atrás, Kanon ya había desaparecido. La noche brillaba fría y serena.

 

Durante el camino, no soltaste la mano de Saga. Sonreíste un poco al imaginarte que Saga tampoco deseaba soltarte.

 

••

 

Eran tan distintos... te consternaba en demasía su actitud... tan reservada. Kanon había compartido contigo un día estupendo, te había hecho sentir tan bien, como hace tiempo no te sentías.

 

Pero con él era completamente distinto.

 

Saga no hablaba demasiado y su mirada siempre transmitía una honda melancolía que te envolvía sin darte treguas. No sabías muy bien cómo comportarte ante el gemelo de rubios cabellos, cómo acercarte. Porque era un hecho, que deseabas hacerlo.

Todo en él era mecánico, sus movimientos, sus respuestas cada vez que tratabas de entablar conversación alguna, sus muecas.

 

te encontrabas sentado sobre la cama que te había ofrecido la noche en que te encontró. Saga te había entregado unas túnicas limpias, y te dio la espalda mientras te cambiabas, distinto de Kanon a quien no le importó desnudarse ante ti, incluso parecía cómodo. No dijo nada y se encaminó hacia la mesa, donde habían dejado las canastas con frutas y verduras.

 

—Al parecer Kanon no ha cocinado hoy... yo no soy muy bueno en eso.

 

—Disculpa, creo que yo lo distraje, se nos pasó el tiempo recolectando esos frutos y nadando en el lago—dijiste apenado, aunque Saga no haya sonado molesto.

 

—Descuida, cenaremos fruta entonces, ¿te divertiste hoy?—te preguntó de repente, dejándote sorprendido y entusiasmado.

 

—Mucho, hacía tiempo que no pasaba un día tan agradable como hoy.—dijiste feliz.

 

Pero Saga no pareció compartir tu felicidad. Por el contrario, su tristeza se acentuó más en su bello rostro, preocupándote, comenzabas a creer que esa amargura la estabas provocando con tu presencia, y no te agradaba sentir que podías ser un problema para él. Querías agradarle, con todas tus fuerzas.

 

—De día se pasan los mejores momentos...

 

Fue ahí que comprendiste un poco su pesar.

 

—La noche también se disfruta Saga... he aceptado vivir con ustedes, y quiero conocerte al igual que a Kanon, y si la noche es tu momento, yo buscaré que también sea el mio... la pasaremos bien, te lo prometo.

 

Saga no dijo nada, pero te alegraste de ver en sus ojos algo más que sólo aflicción.

Notas finales:

Espero que hayan disfrutado de la lectura. Sé que quedó un poco más corto que el anterior, pero ya no demoraré mucho en subir el siguiente. 

Muchas gracias por leer, será hasta el próximo capítulo.


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