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Sanando Heridas por Ojou_Sama_F

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Notas del capitulo:

Es momento de intentar iniciar una relación, pero para ello, hay que fortificar lazos...

 

 - - - - -

Aunque Mauricio se ofreció a llevar a Israel a su casa, él se negó, diciendo que podía llamar a su chofer, para que el mayor no perdiera más tiempo, pues, tenía trabajo. El pequeño castaño también le preguntó si podía visitarlo el lunes, en la tarde; de alguna manera, aunque el ojiverde no quería pasar tanto tiempo sin verlo, y hubiese preferido verlo al día siguiente, accedió, de todas maneras, tenía mucho trabajo y no podía posponerlo más.
 
Israel por su parte, estaba convencido de que podía sobrellevar el deseo que lo carcomía y eso, era un gran avance para él.
 
 
* * *
 
 
-Pasaste toda la noche en su casa, en su habitación y, ¿me estás diciendo que no hicieron nada?
 
Mirna, su psicóloga, lo miraba con recelo, era obvio que no le creía.
 
-Así es, doc – sonrió el castaño, no podía ocultar su emoción – fue muy dulce y amable, no intentó nada mientras estábamos en esa cama, además, me dejó dormir hasta tarde y me preparó el desayuno, algo simple, porque dice que no sabe cocinar, pero, lo hizo – contó con ilusión – quiso llevarme a casa, pero, como tenía mucho trabajo, pensé que, sería mejor irme yo solo… Y, hoy lo voy a volver a ver, pero para cenar, nada mas – aseguró – lo que sí me dijo fue que decidiera, qué haremos el fin de semana, ¡para festejar mi cumpleaños!
 
-Israel… – la mujer guardó silencio un momento, no sabía si creerle o no, pero, todos sus gestos, el tono de su voz y la manera de hablar, le decía que estaba diciendo la verdad – ¿seguro que no te estás haciendo ilusiones por nada?
 
El castaño se mordió el labio y giró el rostro para verla – no creo – negó – Mauricio es un hombre muy serio y responsable, además me dijo que yo le gustaba…
 
La pelinegra respiró profundamente – entonces, ¿piensas avanzar más en esta “relación”? – indagó curiosa.
 
-Mientras se pueda… Él dijo que ahora que no soy alumno de la ‘uni’ no va a haber ningún problema y, me siento bien con eso.
 
-De acuerdo – la mujer hizo unas anotaciones – pero, intenta ‘mantener los pies sobre la tierra’ – hizo énfasis en sus palabras, lo que menos quería, era que cayera en depresión por alguna decepción que lo orillara a cometer alguna tontería, pues si bien Israel no era peligroso, tendía a actuar por impulso, especialmente cuando estaba deprimido – y, dime, ¿qué tienes pensado hacer el fin de semana, con él?
 
-He estado pensando y, me gustaría salir de la ciudad…
 
-¿A dónde?
 
-Pues, en el otro estado, hay unas aguas termales – dijo con vergüenza – mi madre hizo la publicidad de las mismas y, cada año, renuevan los comerciales, así que, tenemos algo de facilidades para ir…
 
-¿Por qué ahí precisamente?
 
-Bueno, es que, hay otras cosas para hacer – empezó a estrujar su suéter con nervios – hay algo que… quiero hacer…
 
-¿Qué cosa? – la psicóloga levantó una ceja.
 
-Hay… Hay un evento para los visitantes… es, una velada astronómica y… pues… yo quiero ir…
 
-¿Nunca has ido? – indagó la mujer con sorpresa.
 
-No, es que… – suspiró – las noches las pasaba ocupado de otras maneras, con los otros chicos con los que salía, así que… supongo que puedo hacer algo más con Mauricio… Algo… Diferente.
 
Ella sonrió, por primera vez, Israel pensaba en hacer algo más que no fuese solo tener sexo con un chico, porque, normalmente, sus platicas eran de sus relaciones con otros chicos y estas, solo eran sexuales. Era un excelente avance, aunque le preocupaba su inestabilidad emocional y, el hecho de que si sufría una desilusión, podría volver a tener problemas.
 
-Habla con él – dijo la mujer – si acepta, entonces, podemos platicar el siguiente lunes – anunció con calma – te noto más tranquilo así que, podríamos intentar disminuir tus visitas a una sola a la semana en vez de dos o tres, ¿tú qué piensas?
 
-Pero, ¿y si dice que no? ¿Qué hago? – preguntó incorporándose, sintiéndose inquieto.
 
-Si te dice que no, entonces, ven a verme para platicar…
 
 
* * *
 
 
Mauricio estaba frente a su computadora en la oficina. Durante la mañana había estado en la universidad, pero, después de entregar los resultados y, además, explicarle a algunos alumnos del por qué de la calificación, fue a su segundo empleo con más calma, sintiéndose reconfortado por su trabajo.
 
-Mauricio, ¿podemos hablar?
 
Su hermano entró a la oficina y el menor lo miró de soslayo, mientras seguía tecleando.
 
-Sí, dime, ¿qué necesitas? – respondió como autómata.
 
-Pediste el sábado libre, ¿por qué? – indagó el mayor con curiosidad.
 
-Tengo un asunto importante que atender, este fin de semana – dijo con rapidez.
 
-Veamos, ¿qué puede ser tan importante, como para dejar el trabajo a medias? – el otro se cruzó de brazos mirándolo inquisidoramente – te recuerdo que el viernes pasado, ni siquiera te presentaste y, comprendo que sea por la universidad, pero dijiste que ya estabas de vacaciones.
 
-No voy a dejar nada a medias – respondió curvando los labios en una ligera sonrisa – terminaré lo que tengo pendiente esta semana, tenlo por seguro – estiró la mano para agarrar la taza que tenía al lado y bebió un sorbo de café – y, con respecto a ¿qué es tan importante?, es algo personal.
 
-¿Con personal te refieres a una pareja? – su hermano sonrió ampliamente y se sentó frente al otro con rapidez.
 
-Álvaro, no voy a responderte, déjame en paz, ¿sí?
 
-¿Por qué no?
 
-Porque no quiero que empieces a presionarme para presentártelo, aún – gruñó.
 
La última vez, cuando estuvo saliendo con Marty, su hermano presionó toda la semana que fueron pareja, para que lo presentara formalmente; y por eso, había pensado invitar al pelinegro a comer a con su familia, para presentarlo como su novio. Después de lo que paso, agradeció que jamás lo hubiese llevado a que lo conocieran, si no, no tendría cara para explicarles, lo imbécil que había sido.
 
-Mauricio, tu sabes que Verónica, papá y yo, no te pondríamos objeción con tu decisión, ya sabemos que te gustan los chicos y…
 
-Lo sé – suspiró – pero por lo menos, dame un poco de tiempo para presentárselos, aun no es mi novio… oficialmente…
 
Frunció el ceño, pues, no había hablado de algo así con Israel y, al menos con él, no quería dejar nada a la deriva y dar por sentado que eran pareja, sin decirlo con claridad.
 
-Está bien, no te presionaré – dijo el mayor con calma y guardó silencio por escasos segundos, aunque era notorio que tenía muchas preguntas que hacer; tamboreo los dedos en el escritorio, se puso de pie, estuvo por salir de la oficina, pero, regresó sus pasos – entonces, ¿saldrás con él, el sábado?
 
Mauricio respiró profundamente; ahí empezaba el interrogatorio de su hermano y ya no iba a poder evadirlo.
 
 
* * *
 
 
Israel llegó a casa de Mauricio poco después que él; el ojiverde le había hablado por teléfono, en cuanto terminó su trabajo y, el menor salió inmediatamente de su casa.
 
Cuando estuvo frente a la puerta, tocó el timbre y dio un par de pasos hacia atrás; aun le tenía miedo a Wolf. Mauricio salió y abrió, después de indicarle a su mascota que se quedara quieto.
 
-Llegaste rápido, ‘peque’ – sonrió y se inclinó para besar la mejilla del menor.
 
Israel se sintió un poco decepcionado, pues esperaba un beso en la boca.
 
-Sí, yo… – se alzó de hombros – la verdad, no tenía mucho que hacer en mi departamento…
 
-Pasa – indicó el mayor mientras cerraba la puerta de metal.
 
-Ah, es que… La verdad – su sonrisa tembló – me da miedo tu perro – confesó mientras se acercaba más a su anfitrión.
 
-Wolf no te hará nada – lo abrazó por detrás – te lo aseguro.
 
El menor se estremeció por la cercanía del ojiverde, pero al contrario de lo que pensó en vez de ponerlo nervioso, lo confortó en demasía.
 
-Supongo que, solo debo acostumbrarme – sonrió.
 
Ambos entraron a la casa, dejando al can fuera y, Mauricio llevó a su acompañante a la mesa.
 
-Hoy pasé a comprar algo de comida… ¿Te gusta la comida china?
 
-Si – asintió el menor y acomodó sus lentes.
 
Mauricio sacó varias cajitas de comida, pues, al no saber qué podía gustarle al universitario, compró de todo. Ambos empezaron a comer y Mauricio le sirvió a Israel, té para beber; mientras, él tomaba un refresco de manzana.
 
Israel estaba nervioso, pero, tenía que preguntarle si deseaba salir el sábado.
 
-Ah, ¿recuerdas lo que me dijiste el otro día?
 
El ojiverde levantó la mirada – ¿Qué de todo? – indagó con algo de precaución.
 
El menor pensó que el otro no se acordaba, debido al tono de su pregunta – Sobre… festejar mi cumpleaños… – la voz se fue perdiendo.
 
-Ah, eso, ¡por supuesto! – sonrió – de hecho, ya tengo el permiso para faltar ese día a mi trabajo – con esa primicia, Israel volvió a sonreír – y, dime, ¿qué deseas hacer?
 
-Pues… – el de lentes, miró fijamente la comida – si quieres… yo… pensé que… podríamos salir…
 
El mayor sonrió – parece que tienes miedo – movió la mano y la acercó al rostro del universitario, levantándolo por el mentón – ¿te he hecho daño?
 
-No…
 
-Entonces, ¿por qué te cohíbes tanto conmigo?
 
-Es que… no sé qué me vayas a responder… – respondió con sinceridad.
 
-No lo vas a saber, si no me lo dices…
 
Israel asintió – yo… quería saber si, te gustaría ir a unas aguas termales, el sábado.
 
-¿Aguas termales? – el profesor levantó una ceja – ¿existe eso aquí?
 
-Sí, bueno, no – negó el de lentes – hay que salir de la ciudad… Esta casi en medio del desierto, pero no está tan lejos…
 
Mauricio estaba comiendo fideos, pero, seguía un tanto sorprendido – la verdad, es la primera vez que me entero de ello.
 
-Lo que significa que mi madre, no hace un buen trabajo – murmuró el menor con sarcasmo.
 
-¿Tu madre?
 
La pregunta sobresaltó a Israel, no pensó que Mauricio lo hubiese escuchado.
 
-Es que, mi madre es publicista – sonrió – y, nuestra empresa, se encarga de hacer la campaña publicitaria para algunas personas, empresas y lugares… Uno de ellos son, precisamente, esas aguas termales.
 
El ojiverde rió – De acuerdo, por mí, no hay problema – dijo con sinceridad – pero, dime, ¿por qué quieres ir para allá?
 
-Es que… Hay un evento nocturno al que me gustaría acudir – confesó.
 
Mauricio suspiró – no soy bueno en las fiestas, ni bailes – dijo con seriedad.
 
Israel rió, era obvio que el otro no entendía a qué se refería – no, no es eso – negó – es una velada astronómica, para ver las estrellas…
 
El profesor se sintió más aliviado – eso suena interesante, no sabía que te interesaran las estrellas.
 
-Pues, supongo que son, lindas… Además, me llama la atención salir al aire libre, a ver el cielo nocturno, dicen que, en medio de la nada, las estrellas se ven mejor…
 
-¿En la noche? – el ojiverde lo miró de soslayo – pero hace frío, por la temporada…
 
Israel frunció el ceño; no había pensado en que, al estar literalmente en el desierto y, debido a la época, haría demasiado frío por las noches, tanto, que posiblemente necesitarían abrigarse demasiado.
Suspiró, el otro tenía razón
 
-Sí, tienes razón – admitió – es solo que, pensé que sería agradable… Tal vez en otra ocasión…
 
Mauricio no podía soportar ver esa hermosa carita, tan deprimida; lo hacía sentir como un monstruo.
 
-Hey… – llamó con suavidad y le obligó a levantar el rostro una vez más – no digo que no quiero ir ahí, contigo – explicó – además, es para festejar tu cumpleaños y te complaceré, así que, si eso deseas, está bien – aseguró – pero, tendré que buscar la manera de que no te de frío, no me gustaría que enfermaras…
 
El color subió al rostro del menor y sonrió con ilusión. El mayor se quedó prendado de la dulce sonrisa que Israel tenía; si le emocionaba acudir a dicho evento, él pondría de su parte para ello.
 
-Pero tendrás que darme los datos para preparar todo – prosiguió y le guiñó un ojo.
 
-No te preocupes – negó con rapidez el universitario – yo me encargo, te lo aseguro.
 
 
* * *
 
 
La semana se le hizo eterna a Israel y, aunque hubo un par de ocasiones que se quedó a dormir con Mauricio, en la misma cama, no hicieron nada más que dormir. El viernes, también se quedó en la casa del profesor, pues el sábado, debían salir temprano.
 
Al llegar al lugar, Mauricio se sorprendió. Ciertamente, estaban en medio de la nada, pero, a pesar de todo, el lugar parecía un sueño; la arquitectura era colonial y casi todo estaba decorado de forma rustica, con impresionantes acabados en piedra. Israel lo guió por las instalaciones, hasta llegar a la recepción del hotel, dónde el universitario se presentó y, lo reconocieron de inmediato; le entregaron la llave y, con rapidez, fueron a dejar sus cosas en la habitación. A Mauricio le llamó la atención de que fuese solo una, pero, al entrar, se dio cuenta que tenía dos camas.
 
-¿Prefieres la derecha o la izquierda? – preguntó el de lentes caminando hasta quedar entre ambos muebles.
 
-La que sea está bien – sonrió el mayor.
 
El universitario dejó la maleta sobre una cama, mientras que el profesor iba a la otra. Mauricio observó que había un pequeño tríptico dónde se leían las diferentes actividades y se puso a leer con curiosidad.
 
-Así que hay paseos a los alrededores, spa y, tienen un museo… – comento con interés.
 
-Si – Israel asintió – es un lugar muy interesante.
 
-¿Qué haremos primero? – preguntó el ojiverde.
 
-Desayunar – señaló el menor con una amplia sonrisa – tengo hambre.
 
Mauricio asintió, pero, antes de que Israel se alejara, lo sujetó de la mano y lo acercó hasta él, besándolo con intensidad; el de lentes se sorprendió por ese beso. Aunque ya se habían besado, normalmente el mayor no lo hacía con tanta pasión ni arrebato; generalmente, el ojiverde lo trataba con extrema delicadeza, pero, en ese momento, sus lenguas se reconocieron con rapidez. Cuando se separaron, ambos estaban agitados, pero el universitario tenía las mejillas encendidas.
 
-Lo siento – Mauricio bajó el rostro apenado, después de besar la frente de su compañero – no pude resistirme – confesó – cuando sonríes así, consigues que toda mi razón se esfume y mi autocontrol empiece a ceder…
 
El corazón de Israel latía con fuerza y sintió que sus piernas temblaron ante esa declaración; sin pensar, se aferró a los brazos de Mauricio.
 
-Yo… – se mordió el labio y una risita nerviosa lo asaltó.
 
Su mente estaba tan nublada que no pudo decir nada.
 
-Vamos a desayunar – indicó el ojiverde y le acarició el rostro, besando una vez más los labios sonrosados que estaban cerca – porque si no, posiblemente cometa una tontería…
 
-Vamos…
 
El murmullo del menor apenas se escuchó, pero se obligó a girar y caminar a la puerta; él también estaba a punto de ceder a sus impulsos.
 
 
* * *
 
 
Después del desayuno, la pareja tomó el recorrido por los alrededores; a pesar de que hacía frío, disfrutaron del mismo, aunque, por momentos, dejaban de prestar atención al guía y su alrededor, concentrándose en ellos mismos. No podían evitar acariciarse con la mirada y decir cosas que no podían con su voz; un lenguaje que solo ellos entendían, a pesar de no haberlo usado antes.
 
Al volver, fueron a las aguas termales, pues las siguientes actividades, serían casi al atardecer.
 
-Jamás creí que esto se sintiera tan bien – el menor respiró profundamente y cerró los parpados, recargándose en una orilla del estanque, que más bien parecía una gran alberca.
 
La piel de Israel estaba completamente roja, pero él parecía disfrutar la temperatura; Mauricio observaba el cuerpo delgado de su compañero y muchas cosas cruzaban su mente, tantas que agradecía estar dentro del agua, así, nadie notaria la reacción que había provocado Israel en él.
 
-Sí – respondió el ojiverde con seriedad desviando la mirada, pues había otras personas en el lugar y podían darse cuenta de su actitud – es muy… relajante – pasó la mano por su boca, lo que menos tenía en ese momento era relajación.
 
-No pareces muy convencido – el universitario lo miró de reojo – ¿no te agrada el lugar?
 
Mauricio lo miró de soslayo, debido a la posición que Israel tenía; parte de su pecho quedaba ligeramente expuesta y sus pequeños pezones se notaban con claridad, bajo la superficie cristalina. Tensó los músculos ante esa visión.
 
-¿Por qué…? ¿Por qué piensas eso? – su voz denotó su inquietud.
 
-No lo sé, desde que entramos al agua te estás comportando extraño – respondió con obviedad, pero luego se incorporó con rapidez; jamás habían compartido un baño, posiblemente, a Mauricio no le gustaba el agua tan caliente y, quizá se estaba obligando a estar ahí por él – si no te gusta – la ansiedad se notó en su voz – podemos hacer algo más, es decir, el spa también en bueno.
 
El profesor soltó el aire con cansancio – ¿por qué crees que no me gusta?
 
-Es que, a muchas personas no les agrada el agua caliente – soltó el menor con rapidez.
 
El ojiverde sonrió, le hizo una seña para que se acercara y, cuando Israel lo hizo, le habló al oído.
 
-Estoy algo incomodo, por un evento desafortunado, que me ocurrió, por tu culpa… – reclamó en broma.
 
Israel lo miró confundido y Mauricio entendió que debía decírselo sin rodeos.
 
-Verte semidesnudo – prosiguió en voz baja – consiguió que me excitara – confesó.
 
El rostro del universitario mostró la sorpresa que esas palabras causaron en él, aunque, en el fondo, la emoción lo invadió. Se alejó lentamente, regresando a su posición original y se recargó en la orilla una vez más; su mano se movió por debajo del agua y se acercó a la entrepierna de Mauricio, acariciando por encima de su traje de baño; no fue un roce casual, al contrario, palpó toda la extensión de la erección y masajeó la punta por un momento. El mayor se sorprendió por esa acción.
 
-Solo quería cerciorarme – anunció Israel, alejando la mano, pero una risita picara lo invadió.
 
Era el primer contacto íntimo que tenían, pues, cuando dormían, no se acariciaban así.
 
Mauricio se acercó más a su compañero; su mano se movió bajo la superficie también, acercándose hasta la espalda del menor. Israel sintió el movimiento, la caricia, los dedos bajando con lentitud y llegando hasta el inicio de la única prenda que portaba, pero, no se detuvo ahí; el ojiverde se abrió paso hasta meter los dedos en medio de las nalgas del menor.
 
El universitario giró el rostro y lo miró asustado.
 
Mauricio se inclinó hasta su oído – no “juegues con fuego”, ‘peque’ – sonrió de lado – puedes ‘quemarte’ – amenazó y uno de sus dedos rozó la entrada oculta, consiguiendo que Israel ahogara un gemido – después de todo, no soy un ‘santo’, soy ocho años mayor que tu y si me provocas, las cosas se pueden salir de control…
 
Después de eso, Mauricio alejó la mano y le guiñó un ojo. Israel respiraba agitado; eso lo había excitado sobremanera y, ahora era él quien tenía una enorme erección que ocultar.
 
Era un juego de coqueteo entre ambos y, una clara promesa que, no iban a poder aguantar mucho más tiempo sin conocerse íntimamente.
 
 
* * *
 
 
Después de la comida, visitaron el museo y compraron algunos recuerdos; fueron a unas conferencias antes de cenar y, para finalizar la noche, era el momento de acudir a la velada astronómica, para observar la bóveda celeste, por medio de un telescopio.
 
Todos los visitantes siguieron al guía por las inmediaciones. El aire helado del desierto les golpeaba la cara, pero, no les quitaba las ganas de aventurarse, para poder apreciar las maravillas del universo, esa noche. Cuando llegaron al punto de observación, mientras su guía y ayudante colocaban el telescopio, los invitados miraban alrededor.
 
Hacía demasiado frío y. aunque Israel iba bien abrigado, acercaba las manos a su rostro para calentarlas con su aliento, a través de la tela de sus guantes.
 
-¿Tienes frío? – Mauricio desabrochó el abrigo que traía y lo envolvió junto con él – así estarás más calientito – sonrió.
 
-Gracias…
 
El de lentes pasó sus manos por los costados del mayor y se dejó llevar por la calidez y la fragancia que desprendía su cuerpo; se sentía feliz.
 
-Me alegra haber traído este abrigo – susurró el ojiverde – aunque me queda grande, está bien para ambos.
 
-Sí – suspiró el universitario e, inconscientemente, ejerció presión en el abrazo – es, perfecto…
 
Minutos después, el astrónomo empezó a darles una explicación de lo que verían, pero, a pesar de que Israel le ponía atención, seguía acomodado entre los brazos de Mauricio; la espalda del universitario estaba contra el pecho del mayor y se sentía protegido al ser abrazado de esa manera tan dulce.
 
Los visitantes se turnaron, viendo algunas constelaciones y nebulosas. El ojiverde estuvo al tanto de los cambios de su compañero, disfrutando de su sonrisa y emoción, al observar a través de la lente, lo que el cielo tenía para ellos en esa noche; le parecía que el universitario era como un pequeño niño, descubriendo apenas los pequeños placeres de la vida. ¿Qué tanto había vivido Israel, a sus veintidós años? Posiblemente más que el profesor mismo, pero aún así, le faltaba disfrutar de cosas pequeñas e insignificantes que podían llenar de felicidad su vida, sin necesidad de sacrificarse, solo por obtener un poco de atención.
 
Varias veces, el guía hizo cambios para observar otras partes del cielo; las ‘Pléyades’ fueron las más admiradas, pues con la claridad del cielo, su nitidez era increíble.
 
-Son hermosas – sonrió el universitario, sin dejar de mirar por la lente, cuando fue su turno.
 
“No creo que tanto como tu…” pensó el ojiverde, sintiendo el impulso de abrazarlo y atesorar ese momento, solo para él.
 
Cuando Mauricio se dio cuenta de su pensamiento negó. Ya se había rendido a ese jovencito, pero, estaba plenamente seguro, que no era el momento de acercarse más; a pesar que los últimos días se descubrió haciéndole el amor con la simple mirada, anhelando su olor, su calor, su sonrisa, su simple compañía para escuchar su voz. Necesitaba demostrarle a Israel que lo que sentía era algo más que atracción; necesitaba encontrar la manera de hacerle entender que su corazón ya no latía por nada ni nadie más, que por él, porque se había convertido en la luz de su vida y no quería que se apagara jamás.
 
-Mauricio – el menor lo sacó de sus pensamientos – ven, ¡mira! – apuró.
 
El profesor se puso a su lado y observó por el lente, pero su mente no podía retener la imagen, ya que, solo el rostro de Israel ocupaba todos sus pensamientos.
 
-Sí, es hermoso – dijo con lentitud, alejándose, aunque no lo había dicho por las estrellas.
 
Ambos se alejaron, para permitir que los demás observaran el cúmulo de estrellas.
 
-Es increíble… – sonrió el de lentes viendo al cielo – y pensar que en la ciudad, a veces ni siquiera se puede ver con claridad la luna.
 
-¿Tanto te gusta? – indagó el mayor acercándose hasta volverlo a abrazar, para protegerlo del frio.
 
-¿A ti no? – Israel se dejó hacer, pues le gustaba el cariño que el otro le demostraba.
 
-¿Quieres la verdad?
 
-Sí, me gustaría – admitió.
 
-Nunca me había puesto a pensar en las estrellas, antes de conocerte…
 
-¿Me dirás que nunca antes observaste el cielo? – el menor no podía creer eso.
 
-Sí, levantaba la vista de cuando en cuando – rió el ojiverde – pero no ponía tanta atención como crees…
 
-Entonces, no es un tema que te agrade – la voz de Israel disminuyó de intensidad.
 
-Más bien – Mauricio se inclino y besó la mejilla de su compañero, antes de acercarse a su oído – apenas le estoy agarrando el gusto, pero, siendo sincero, creo que más que las estrellas, me gusta tu compañía – terminó en un susurro, consiguiendo que el otro se estremeciera.
 
El universitario levantó el rostro y el mayor rozó sus labios, en un beso efímero, casi imperceptible. De no ser porque el guía anunciaba que era hora de volver, Israel hubiese intentado ahondar la caricia, pues su emoción se había acrecentado con rapidez.
 
 
* * *
 
 
Cuando llegaron de nuevo al hotel, les informaron que, al amanecer, habría otro evento de observación, para poder apreciar a Venus; finalmente ellos fueron a su habitación.
 
-Me cambiaré primero – anunció el universitario, yendo al guardarropa, sacando unas cosas y caminando al baño.
 
Después de quitarse gran parte de su vestimenta y los zapatos, Mauricio se recostó en la cama que le tocaba, aún con el pantalón en su lugar; encendió la calefacción, porque el clima frío en el exterior, provocaba que el lugar también estuviera helado y, finalmente, cerró los parpados. Había sido una caminata no muy larga, pero se sentía algo cansado. No supo cuanto tiempo pasó, pero, podía asegurar que había dormitado un poco, cuando sintió peso sobre su cuerpo.
 
El profesor abrió los ojos lentamente y observó a Israel, sentado sobre su abdomen; traía un pijama en tono verde pastel y no portaba sus lentes.
 
-Lamento la tardanza – susurró – quise asearme también…
 
Mauricio sonrió, pero, antes de que pudiera decir algo, Israel se inclinó y lo besó en los labios, restregándose sobre su cuerpo con insistencia; el ojiverde no puso objeción, sus manos recorrieron los costados del universitario y bajó hasta el inicio de las piernas, ejerciendo presión por encima de la tela.
 
Israel se alejó un poco y respiró con agitación – Mauricio… – la voz del menor, sonaba ansiosa – Maury…
 
La manera en que lo llamó, consiguió que el corazón del ojiverde se acelerara.
 
-Aunque no me lo creas… Desde hace mucho, me enamoré de ti – confesó el universitario – cada que te miraba en la escuela, cuando escuchaba tu voz, cuando sonreías en tus clases o te mostrabas un poco impaciente, porque tus alumnos no prestaban atención – se mordió el labio con fuerza y sus manos bajaron por el pecho del otro, aunque parecían temblar – todo tú eras y eres, tan… perfecto… Tan especial en mi mundo… Te volviste esa razón por la cual, quería dejar atrás mi pasado…
 
-Israel… – Mauricio movió una mano y la acercó al rostro del menor, acariciándole una mejilla con ternura.
 
-No quiero que pienses que esto es solo un capricho – prosiguió – ni por satisfacer una necesidad… y… entiendo que tú quieras respetarme, pero… No me quiero arrepentir de no decir lo que siento y quiero, en verdad – movió el rostro ahondando la caricia que recibía – quiero tener sexo contigo – pidió con ansiedad – quiero “quemarme…” – dijo con deseo, haciendo alusión a lo que el otro le había dicho en las aguas termales.
 
El ojiverde suspiró, abrazó a Israel contra sí mismo y ambos giraron en la cama; así, el mayor quedó encima del cuerpo del universitario, mirándolo directamente a los ojos.
 
-Lo siento – Mauricio habló con seriedad, consiguiendo que el otro se sorprendiera – pero, no puedo complacerte…
 
El menor sintió que el mundo se detenía y, con rapidez, sus ojos empezaron a humedecerse; había dudado tanto en decirle eso a Mauricio y, ahora que se había dado valor, el otro lo rechazaba.
 
-No llores – pidió el ojiverde, limpiando con uno de sus pulgares, una lágrima que resbaló por la piel – entiéndeme, ‘peque’ – pidió con voz baja – si tu quieres tener solo sexo conmigo, yo no puedo – prosiguió – Israel, yo… Lo que deseo es, hacerte el amor…
 
Israel se quedó de una pieza. Era la primera vez que alguien le decía eso y, no sabía cómo reaccionar.
 
-Por eso, si solo deseas sexo, creo que, debemos esperar un poco más – Mauricio prosiguió – desde que te conocí en la universidad, poco a poco te he empecé a tomar cariño y, ahora, siento que te quiero, que me he enamorado de ti y, solo por eso, quiero que estés seguro que no voy a hacerte daño… Porque te amo…
 
“No voy a hacerte daño… Porque te amo” Esas palabras parecían haberse grabado con fuego en la mente de Israel. Sintió que su cuerpo ardía, pero no como siempre que tenía deseos de simple sexo, era algo mucho más fuerte; dolía sí, su pecho le dolía, pero a la vez, sentía que era extremadamente feliz, de solo imaginar que Mauricio lo amaba. Era el sentimiento más sublime que había experimentado en su vida y eso, consiguió que no aguantara más.
 
El universitario empezó a llorar con fuerza y se abrazó de Mauricio, hundiendo el rostro en el cuello del otro y sollozando; pero no porque estuviera triste, al contrario, estaba tan feliz, que no encontró otra manera de sacar todo lo que sentía. El ojiverde pasó la mano por la espalda del menor para sostenerlo y guardó silencio; no había sido su intención hacer llorar a Israel. Pasaron algunos minutos hasta que Israel se calmó y se volvió a recostar en la cama.
 
-Maury… – susurró, tenía los ojos rojos – quiero que me hagas el amor – pidió con una sonrisa nerviosa.
 
Mauricio se sorprendió por la petición, pero la sonrisa del menor le dio confianza. Se inclinó y lo besó en los labios con sumo cuidado y suavidad; se separó con lentitud y bajó por el cuello, besando insistente.
 
-¿Estás seguro? – preguntó el ojiverde a media voz, con la poca razón que le quedaba – porque, tal vez, yo no seré tan caballeroso y, si te arrepientes, no voy a detenerme, al contrario, buscaré la manera en que pidas más…
 
Israel se estremeció por las caricias y la voz que el otro usó; su piel se erizó y un gemido escapó de sus labios.
 
-No importa – aseguró – sé que, todo lo que venga de ti, será maravilloso…
 
La razón del mayor se esfumó por completo; volvió a besarlo, mientras sus  manos desabrochaban el pijama con destreza, dejando el pecho del menor, totalmente expuesto; cuando ningún botón estaba obstruyendo el paso, ayudó a que Israel se incorporara, para alejar la prenda de su cuerpo y la cama.
 
Una vez más, Mauricio bajó con lentitud, sus manos y boca, repartían caricias en el cuerpo desnudo; labios, lengua y dientes, se sincronizaban con los dedos de sus manos, para estimular la piel, que, poco a poco, empezaba a cambiar a un tono rojizo. El ojiverve observaba las reacciones en el rostro del menor, asegurándose de que lo disfrutaba por completo, especialmente, cuando llegó al inicio de la prenda inferior; retiró con sumo cuidado las telas, rozando con las mismas el sexo y las piernas de su compañero, volviendo hasta repartir besos en el miembro del universitario, que ya estaba despierto por completo.
 
Israel se removía sobre las sabanas; las caricias, los roces, la humedad, las mordidas, todo se conjugaba para conseguir que su cuerpo se estremeciera y excitara sobremanera. Acercó una mano a su boca y mordió sus nudillos, ahogando los gritos y gemidos que empezaron a escapar sin control, cuando su sexo fue estimulado, por la boca de Mauricio; su mano libre se aferró a la sabana que estaba debajo y trató de cerrar las piernas por reflejo, más, el profesor lo evitó, sujetándolo por los muslos.
 
El ojiverde saboreó toda la extensión; lamió, succionó y jugueteó con el pene de su compañero, hasta que notó como el otro no pudo contenerse. La habitación se llenó de una serenata de gemidos y suplicas para que se detuviera y a la vez siguiera; con ello, el mayor supo que era el momento de bajar más. Su lengua recorrió los testículos de Israel, a la vez que sus labios repartían besos, pero su mano seguía masajeando el sexo erecto, que ya rezumaba un líquido transparente; posiblemente no tardaría en llegar al orgasmo y, él no iba a impedirlo.
 
Mauricio levantó la cadera de Israel y su lengua llegó a la pequeña entrada; sin detenerse, dibujó círculos con la punta y, momentos después, se aventuró un poco en el interior. Israel gimió y su cuerpo no pudo contenerse más; llegó al clímax en la mano se Mauricio, mientras el mayor seguía lubricando el interior con su lengua.
 
El universitario trataba de recuperar el aliento, mientras su cuerpo seguía un poco tenso por su reciente orgasmo; no se dio cuenta en qué momento, el profesor se alejó de su tarea, hasta que sintió la lengua en su vientre, recogiendo la semilla que había derramado.
 
-Rico… – sonrió el mayor aun contra la piel.
 
Israel se cubrió el rostro con ambas manos, sentía su rostro arder, avergonzado. Era la primera vez que llegaba al orgasmo, gracias a la estimulación oral y, lo había disfrutado tanto que, le era imposible creer que fuese real.
 
El ojiverde sonrió, aprovechó ese momento para quitarse la ropa que aún portaba, pues, no estaba completamente desnudo como su compañero. Cuando terminó, quedando en iguales condiciones, alejó las manos de Israel y buscó su mirada – ¿no te gustó? – preguntó con seriedad.
 
-Si… – fue un murmullo, pues sintió que el aliento se le iba, al ver desnudo, por primera vez, a Mauricio.
 
El mayor sonrió y volvió a besarlo, más lentamente, haciendo que su compañero volviera a perderse en ese sentimiento que los estaba consumiendo mientras postergaba lo más posible el acto; y no era que Mauricio no quisiera poseerlo, pero, quería que Israel fuese feliz, tanto cómo él. Israel enterró sus dedos en el cabello castaño del otro y onduló su cuerpo, recibiendo con ansiedad las caricias; le gustaba esa manera de conocerse, con calma y tan a detalle. Sus cuerpos desnudos compartían calor y las manos de ambos, recorrían el cuerpo contrario, delineando cada parte y músculos, con interés; era la primera vez y ninguno estaba dispuesto a pasar por alto los detalles que los hacían tan distintos de los demás.
 
Pero llegó el momento en que eso no fue suficiente; los dos ansiaban pasar a algo mucho más íntimo y especial.
 
-¿Seguimos? – preguntó el ojiverde con deseo, rozando los labios sonrosados.
 
El menor asintió e intentó moverse.
 
-¿A dónde vas? – preguntó Mauricio, ejerciendo presión, para que no se alejara.
 
-Pues… a… corresponderte – sonrió.
 
-No, estamos festejando tu cumpleaños, así que, este día, yo soy el que va a hacerte feliz completamente – aseguró y lo acomodó sobre la cama.
 
Israel se mordió el labio y asintió sumiso, mientras Mauricio le abría las piernas con lentitud y humedecía sus dedos para empezar la preparación. La mano del mayor serpenteó hasta llegar a la entrada y uno de sus dedos presionó sin pudor, entrando y palpando las paredes internas; el universitario gimió, pero, gracias a que el otro lo besó, el sonido se ahogo en su boca. Era un beso distinto, más fuerte y ansioso; el deseo, la pasión y la necesidad se estaban adueñando de Mauricio, quien ya ansiaba invadir el cuerpo de Israel, por eso, con rapidez, introdujo un segundo dedo, llegando un poco más profundo y estimulando el punto más sensible del otro.
 
El menor arqueó la espalda y se aferró a los hombros de su pareja; su respiración se agitó y su interior se contrajo, consiguiendo que los dedos de Mauricio tuvieran dificultad para hacer su trabajo.
 
-Relájate – susurró el mayor contra los labios de su amante – necesitas relajarte…
 
-Lo sé… – dijo a media voz.
 
No era su primera vez, y sabía exactamente qué era lo que debía hacer, pero, aunque quería relajarse, no podía; cada que lo hacía, los dedos del otro acariciaban ese punto de su interior, que conseguía que su cuerpo reaccionara solo.
 
Un tercer dedo se introdujo en la tibia cavidad y el universitario estuvo a punto de llegar al orgasmo, pero, en esa ocasión, Mauricio lo impidió, aprensado el miembro erecto con fuerza y besándolo en la boca, para que no objetara. No quería que lo hiciera, porque podía quedar exhausto y tendría que dar por terminado el momento.
 
-Es hora – el ojiverde, alejó la mano y sonrió.
 
Israel asintió; estaba ansioso por recibirlo.
 
-Ah, antes… – Mauricio apretó los parpados – no quisiera romper el momento pero… No tenía pensado hacer esto y… No traje protección – confesó – ¿trajiste condones?
 
El universitario no pudo evitar mostrar su asombro; su rostro ardió y llevó las manos a su boca – yo… – la voz apenas se escuchó – yo tampoco lo pensé – confesó.
 
Ciertamente, no había sido su intención, pues ya sabía que el otro lo respetaba y, se había hecho a la idea de no hacer nada, ese fin de semana. El mayor se sorprendió; jamás había tenido sexo sin protección, pero, no quería que todo terminara ahí; si bien, podía conseguir que Israel quedara satisfecho y él podía masturbarse, no era la mejor manera de iniciar su intimidad.
 
-Mi amor – el ojiverde besó al universitario en los labios – si lo deseas, puedo esperar – sonrió con nervios – no quiero presionarte – afirmó – pero, te aseguro que no tengo ninguna enfermedad, tengo más de año y medio que no tengo relaciones con nadie y, tienes mi palabra de que jamás lo hice sin protección…
 
Israel se mordió el labio inferior y lo abrazó con rapidez, sabía que si se negaba, ambos quedarían insatisfechos, pero, tampoco quería que Mauricio se inquietara, especialmente por él, por culpa de su pasado.
 
-Yo tampoco estoy enfermo y tengo tanto o más tiempo que tu, sin pareja – dijo en un murmullo – y, a pesar de lo… “volátil” que fui – su voz sonaba temerosa – te juro por mi vida, que jamás lo hice sin condón – pasó saliva – por eso… si no te incomoda… si no te desagrada… yo… quisiera llegar hasta el final…
 
Mauricio sonrió complacido. A él no le incomodaba en lo más mínimo, al contrario, debía admitir que, hacerlo por primera vez sin condón, le propiciaba una especie de placer malsano.
 
El ojiverde no se detuvo más, acomodó la punta de su miembro erecto en la entrada del universitario y lo sostuvo por la cadera; Israel relajó su cuerpo y se recostó en la cama sonriendo emocionado. El mayor presionó y el otro lo recibió con emoción; Israel se estremecía por el placer y su interior se contraía, evitando por instantes la intrusión, sin poder acostumbrarse con rapidez al sexo del mayor.
 
Cuando Mauricio estuvo completamente dentro, ambos gimieron de placer, pero no se detuvieron ahí; Israel buscó los labios de su compañero con ansiedad y se fundieron en un beso necesitado, sus lenguas se reconocieron y el mayor empezó el vaivén. El universitario hizo el rostro hacia atrás, pero sus piernas se enredaron en la cintura de su amante; sus uñas se encajaron en los hombros del otro y gimió con fuerza, deseo y placer.
 
-¡Maury! – gritó sin pudor, disfrutando las arremetidas en su interior.
 
El ojiverde se aprovecho de lo indefenso que estaba su compañero y besó el cuello que se le ofreció con facilidad; sus manos ejercieron presión en la piel que tenía bajo sus dedos, manteniendo el cuerpo delgado, completamente asegurado, para poder disfrutarlo plenamente.
 
-Isra – su voz ronca, se perdió contra la piel del hombro del universitario – mi amor…
 
El menor sintió que su corazón daba un vuelvo al escuchar esas palabras; sus ojos se humedecieron, sonrió emocionado, y llevó las manos a enredarlas en el cabello castaño de Mauricio.
 
Era la primera vez que el universitario se entregaba de esa manera y también, era la primera vez que recibía tanto amor y placer mezclados; era su primera vez, con alguien que en verdad lo quería y no lo miraba como un simple objeto desechable y, en ese momento, entendía la diferencia de tener simple sexo y hacer el amor. Una diferencia abismal que no quería volver a experimentar.
 
-Maury… – su voz era necesitada y su cuerpo se sincronizaba con los movimientos del mayor – te amo… Te amo… – repitió, para que no quedara duda de sus sentimientos.
 
Su voz, su sinceridad y honestidad en la manera en que lo dijo y, por sobre todo, su forma de corresponder al acto, envolvió completamente a Mauricio, consiguiendo que se sintiera complacido.
 
-Yo también te amo… – susurró.
 
Una vez más se besaron pero, en esta ocasión, Mauricio hizo que ambos giraran. Israel quedó sobre el cuerpo del mayor y se incorporó con rapidez. Ya tenía experiencia, así que no era necesario explicar ni decir nada, menos, porque ambos cuerpo parecían entender su propio idioma. Israel, inició un movimiento suave, de arriba abajo; seguía un ritmo lento, sintiendo el miembro de su amante llenarlo plenamente, especialmente cuando bajaba, pero, aunque ya había hecho eso tantas ocasiones, que había perdido la cuenta, ahora que lo hacía sobre Mauricio, le parecía mágico.
 
El ojiverde no se contuvo, se incorporó, sentándose en el colchón y abrazando al menor con fuerza, buscando sus labios para besarle con desespero y ansiedad; sus manos recorrían la espalda, bajando hasta las nalgas, ejerciendo presión en la piel, ayudándolo a moverse con más rapidez. Israel se abrazó del cuello del profesor y le mordió un hombro, gimiendo, llorando, suplicando por más; estaba por llegar al orgasmo y quería conocer, qué se sentía llegar al clímax, mientras hacía el amor.
 
Tantos sentimientos, tantas emociones, tanto placer; todo se conjugó para darle al universitario uno de los momentos más especiales de toda su vida. Terminó en un gemido ahogado, gracias a la piel del cuello de Mauricio; su semen manchó el vientre de ojiverde y su cuerpo se cimbraba por los espasmos que lo recorrían de la cabeza a los pies.
 
El profesor sonrió; buscó el rostro del menor y le besó los labios con ternura.
 
-Aún… aún no terminas… – reprochó el universitario entre jadeos, su respiración era agitada y sentía que no podía moverse con facilidad.
 
-No – sonrió el mayor – porque, apenas estamos empezando…
 
Israel sonrió débilmente, mientras el otro lo llevaba consigo, para recostarlo una vez más contra el colchón; los besos y las caricias volvieron, mientras el ojiverde no salía del cuerpo de su compañero.
 
Mauricio lo besó en la boca, mientras su cadera seguía un rítmico vaivén, disfrutando la presión en su miembro, a causa de las contracciones de los músculos de su amante. Israel se alejó de la boca del mayor y gimió audiblemente. Estaba cansado, se sentía exhausto, pero, le gustaba que el otro siguiese poseyéndolo y, conseguía que su cuerpo respondiera con facilidad.
 
-Maury… – su voz fue un murmullo.
 
El ojiverde no se contuvo y arremetió con más fuerza. El también quería terminar, quería llenar por completo, ese hermoso cuerpo que se rendía ante su toque; quería fundirse con Israel, para demostrarle que estaba indiscutiblemente enamorado, tanto, que por él, estaba dispuesto a cualquier cosa, solo por que fuese feliz.
 
El mayor se inclinó hasta morder el cuello de su compañero, ahogando ahí el gemido ronco que lo asaltó al llegar al orgasmo; no hubo más palabras, solo dos cuerpos rendidos ante la felicidad plena de pertenecerse, mutuamente.
 
Los dos estaban agitados y recuperando la respiración, pero, las caricias entre ambos, volvieron.
 
-Lo siento… – Mauricio se disculpó, besando la piel que había lastimado.
 
-Está – un gemido interrumpió a Israel – bien…
 
-¿Estás cansado?
 
-Solo… un poco…
 
-Me alegro – el otro buscó sus labios – porque voy a hacerte el amor, toda la noche…
 
Israel sonrió – mi amor… – dijo con suavidad – no te detengas…
 
Una vez más se fundieron en un beso y, como lo prometió, el ojiverde no permitió que su compañero descansara, hasta que ambos quedaron completamente exhaustos, tanto, que se olvidaron del evento matutino.
 
 
* * *

Notas finales:

Esta historia ya está terminada en mi ágina web: http://ojousama.weebly.com/sanando-heridas.html por si desean leerla completa de una vez.

 

También, les invito a leer mi nuevo trabajo, que se llama 'Natural' es un fic de fantasia, que va a ser algo lento, pues los capitulos son cortos. lo estoy publicando en mi página web, en dos caítulos más lo publicaré aquí: http://ojousama.weebly.com/natural.html

 

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Saludos y, disfruten de mis historias.


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