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Sanando Heridas por Ojou_Sama_F

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Notas del capitulo:

Iniciar una nueva relación es facil, pero, para que sea posible segur adelante, se debe dejar el pasado, completamente atrás...

 

 

- - - - - -

Después de su primera noche, juntos, de manera íntima, Mauricio e Israel, formalizaron su relación, convirtiéndose en novios.
 
Al regresar a la ciudad, el profesor invitó al menor a quedarse con él, pues el otro le había contado de su soledad en el departamento, pero, el de lentes se negó, no porque no quisiera estar con su novio, sino porque, seguía en su tratamiento psicológico y debía preguntarle a su doctora si era buena idea y, también, quería tomar las cosas con calma. El ojiverde aceptó, pues lo que menos quería, era presionarlo. Ambos acordaron llevar así su relación, viéndose todos los días, pero, sin tener relaciones íntimas diariamente.
 
La doctora del universitario, aplaudió esa decisión, y le dijo que era mejor esperar un poco para llevar su noviazgo al siguiente nivel, el cual era vivir juntos, especialmente, porque ella pensaba que el menor aún no estaba listo.
 
El siguiente fin de semana, Mauricio le dijo que lo presentaría con su familia en una cena, así que, Israel estaba extremadamente nervioso; quería causar una buena impresión y no sabía si lo conseguiría. Decidido, pensó en llevar el postre a la cena, con ello, al menos podía agradecer la invitación.
 
 
* * *
 
 
Eran casi las siete de la tarde; el día era frío y amenazaba con nevar, pero, eso no detenía las actividades en la ciudad, especialmente, por ser época decembrina. La mayoría, salía en busca de regalos y las tiendas abrían hasta tarde, también los restaurantes y comidas rápidas.
 
-Buenas tardes – dijo el de lentes al entrar al café, el cual, estaba lleno de clientes.
 
La rubia sonrió amablemente, en el mostrador de la pastelería.
 
-Buenas tardes – dijo con emoción; ya conocía a ese chico, últimamente iba con frecuencia a comprar pasteles.
 
-Ah – el menor acomodó sus lentes – me gustaría un pastel grande de chocolate, con crema de bavaria y cerezas – dijo con emoción.
 
-¿Ahora no llevaras uno pequeño? – sonrió la ojiazul, pues el jovencito, diariamente llevaba un postre individual.
 
-No – el castaño negó con algo de vergüenza – es que… tengo un compromiso con mi… con mi novio – dijo en un murmullo sintiendo que el calor subía a su rostro.
 
A Lizy le pareció adorable la manera en que el chico se había sonrojado – Marty – dijo con dulzura – pregúntale al ‘monstruo’ si tiene un pastel de bavaria grande.
 
-En un momento – anunció el otro, entrando a la cocina.
 
Israel sacó su celular y empezó a escribir un mensaje de texto; debía avisarle a Mauricio que llegaría en menos de veinte minutos, a su casa, para ir a la cena con su familia.
 
-Hay uno disponible – anunció Marty al salir de la cocina, trayendo consigo el pastel, con su cubierta plástica.
 
-De acuerdo, tienes suerte – la rubia le guiñó un ojo a su cliente – Adrián no hace muchos pasteles iguales…
 
Israel sonrió ampliamente y sacó su billetera para pagar. Agarró el pastel en su mano, pero, en ese momento, recibió la respuesta de Mauricio; siguió caminando, mientras abría el mensaje en el celular y, por descuido, chocó con alguien que iba entrando al local.
 
El castaño perdió el equilibrio y casi cae, de no ser porque la otra persona lo sujetó del brazo, hubiese podido lastimarse; más, no pudo sostener el pastel que acababa de comprar, el cual terminó en el piso, junto con su celular. Los comensales observaron la escena, sorprendidos.
 
-Lo siento… – dijo el universitario, levantando la mirada.
 
A pesar de que sus lentes se habían desacomodado el susto lo invadió, cuando sus ojos se cruzaron con unos orbes grises que hacía mucho tiempo no miraba tan cerca; el color se le fue y empezó a temblar.
 
-¿Estás bien? – el joven parecía preocupado, mientras lo ayudaba a ponerse completamente en pie.
 
-S… Sí – desvió el rostro y se encogió de hombros.
 
En ese momento, Beatriz se acercó, levantando lo que estaba en el piso.
 
-Lo siento – dijo con pena – creo que el pastel…
 
Ni siquiera terminó, Israel observó el envoltorio plástico y, aunque seguía la tapa en su lugar, obviamente, el postre estaba arruinado por haber caído hacia abajo; su rostro se entristeció, pero trató de sonreír.
 
-Ah, no importa, puedo comprar otro – dijo con debilidad.
 
-Fue mi culpa, yo lo pago – anunció el rubio.
 
-No, no es necesario – el castaño negó, pero no miraba al otro, se sentía completamente avergonzado.
 
-Lo es, Israel…
 
El de lentes se abrazó a sí mismo, había tenido la esperanza de que no se diera cuenta, pero, lógicamente, igual que él, sabía muy bien quién era.
 
-Vamos – pidió el rubio sonriendo y guiando al castaño hasta el mostrador de la pastelería.
 
Israel no pudo oponerse, a pesar de que quería salir corriendo de ahí.
 
-Hola, David – Lizy sonrió pues ya conocía al joven rubio, quien era cliente frecuente, junto con su novio.
 
-Buenas tardes, Lizy – él sonrió – necesito otro pastel, arruiné el que Isra compró.
 
-¿Otro? Ah, déjame ver…
 
Ella no terminó de hablar, Marty había ido a la cocina a preguntar, antes de que se lo ordenara y salió negando.
 
-Lo siento, no hay otro igual para vender – anunció.
 
-Entonces, que sea otro – pidió David – ¿cuál quieres? – preguntó para Israel.
 
-Ninguno – negó – no importa, de verdad…
 
David suspiró y lo agarró del brazo con suavidad – ¿quieres tomar un té conmigo? – preguntó con seriedad – al menos deja que me disculpe.
 
El de lentes se mordió el labio; no quería seguir ahí, pero, también quería disculparse por lo que había sucedido años atrás y, no iba a tener otra oportunidad. Asintió débilmente.
 
El rubio llevó a su acompañante a una mesa y ambos tomaron asiento, uno frente al otro. Marty llegó a su lado para tomar la orden.
 
-Lo de siempre para mí – pidió David.
 
-Café helado con moka – dijo el pelinegro con una amplia sonrisa – ¿para usted? – observó al castaño.
 
-Ah… té… té helado de frutos rojos, por favor…
 
-Frutos rojos… – el pelinegro levantó una ceja, pocos pedían ese té específicamente y un par de semanas antes, Mauricio había comprado varios paquetes, para alguien especial – en un momento – dijo con rapidez, tratando quitarse esas ideas de la cabeza, dio media vuelta y fue a preparar el pedido.
 
El silencio reinó en la mesa, a pesar de que había muchos sonidos alrededor, por los clientes del café.
 
-Te miras bien – David rompió el silencio.
 
-Gra… Gracias… – Israel se mordió el labio.
 
-¿Por qué parece que me tienes miedo?
 
-No… No es eso… – negó – es solo que… – no pudo terminar, todos los recuerdos llegaron de golpe y sus ojos se humedecieron – perdóname… – dijo al fin y un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas – sé que debí habértelo dicho hace tiempo, pero… – por fin, levantó el rostro y miró directamente, los ojos grises del otro – en verdad, lamento lo que hice…
 
David se quedó en silencio, observando el rostro del castaño con detenimiento; su semblante, su voz, su mirada, ese era el Israel que él había conocido en la preparatoria. Tenía enfrente al niño dulce y tierno al que había querido en su momento y sonrió; las cosas entre ambos no habían terminado bien, pero, no podía negar que, cuando estuvieron en una relación la había disfrutado. Le había tenido cariño y, por eso, no quiso que sus padres levantaran cargos contra él; no quería que sufriera más, aunque, también pensó que debía recibir un castigo. Ahora que lo miraba llorar, nuevamente tenía ese impulso de quitarle su dolor, pero no era la persona indicada para ello, aun así, al menos, podía aliviar un poco la culpa que aún tenía.
 
-No tienes que disculparte – aseguró el rubio – eso ya pasó.
 
Marty llegó, entregando las bebidas de ambos y retirándose con rapidez, especialmente al notar que el chico que no conocía, estaba llorando.
 
-Sé que me odias – prosiguió el castaño, quitándose las gafas y agarrando una servilleta, para limpiar sus ojos – y lo entiendo… – sollozó – yo… me equivoqué… – dijo en un murmullo – pero, de verdad – levantó el rostro y sonrió – en verdad, quiero que me perdones y espero que seas muy feliz con tu novio…
 
-Gracias – dijo el otro moviendo la pajilla en su vaso – pero, la verdad, no te odio – negó – estoy consciente de que todos cometemos errores y, yo también debo disculparme – dijo con firmeza, consiguiendo que Israel se sorprendiera – ese día, no te dije cosas muy amables que digamos – suspiró – estaba algo cansado, molesto, desvelado – rió – no debí tratarte así, lo siento.
 
El castaño se limpió la nariz con la servilleta y negó.
 
-No, yo… Yo fui el que actuó muy mal… – estrujó el papel en sus manos – pero, me alegró mucho saber que estabas bien, a pesar de que…
 
-Ya no pienses en eso – David negó – ya pasó…
 
Israel sonrió y asintió, dando un sorbo a su té.
 
-Te vi hace un par de meses en la escuela – prosiguió el rubio – fue una sorpresa verte, después de tanto tiempo.
 
-Sí, regresé a estudiar, pero… Mis últimos dos semestres los pasaré en otra universidad – explicó el de lentes con calma.
 
-¿Por qué?
 
-Cuestiones… personales… – el castaño sonrió inconscientemente, pensando en Mauricio.
 
-Ya veo – el otro se sintió satisfecho de ver esa sonrisa.
 
-David… – una voz suave, consiguió que ambos levantaran el rostro.
 
Ludwig iba llegando y se sorprendió de ver a Israel, sentado en la misma mesa de su novio. El rubio se puso de pie y lo recibió con un beso en los labios.
 
-Llegas tarde…
 
-Lo siento, con este clima, el transporte público no es muy rápido – sonrió.
 
-Me encontré con Israel y, tuvimos un accidente – explicó David – así que, como disculpa, le invité a tomar algo.
 
-Ya veo – el pelinegro entrecerró los ojos, obviamente estaba celoso.
 
-Yo… Creo que debo retirarme – dijo el castaño con debilidad, sintiéndose cohibido por la mirada del recién llegado – gracias… gracias por el té.
 
-De nada, pero – David sonrió nervioso – insisto en que me dejes pagarte el pastel o comprarte otro.
 
-No – Israel negó – está bien, yo puedo comprar otro, de todos modos, yo también iba distraído.
 
-¿Pastel? – Ludwig no entendía.
 
-Es que, por mi culpa, su pastel se arruinó – prosiguió el rubio.
 
Israel suspiró, él en verdad quería llevar ese pastel especial a la cena, y, ahora, tendría que conformarse con cualquier otro.
 
-¿Israel?
 
El castaño levantó el rostro al escuchar su nombre; Mauricio acababa de llegar a la pastelería.
 
-Maury… – la felicidad lo invadió con rapidez, haciéndolo sonreír con emoción; no se había imaginado encontrarlo ahí, después de todo, se iban a ver en su casa, para ir con la familia del ojiverde.
 
-¿Qué haces aquí? – el mayor se acercó hasta su pareja y le acarició la mejilla – ¿estuviste llorando? – preguntó con preocupación, pues los ojos miel seguían con algunas señas de su llanto.
 
-No… Si… Bueno, un poco… – cerró los parpados y aceptó la caricia, lo reconfortaba en demasía.
 
David y Ludwig se sorprendieron por ver esa escena, pero no fueron los únicos; Lizeth desde el mostrador, se había quedado con la boca abierta y Marty se quedó a medio camino de llevar un pedido a unos clientes.
 
-¿Por qué no respondiste mi mensaje? – indagó el ojiverde, después de besar los labios de su novio con suavidad – te dije que me esperaras en casa, porque tenía que pasar a recoger algo.
 
-Es que… No terminé de leer tu respuesta – explicó el universitario – tuve un accidente y, bueno… lo olvidé – se encogió de hombros – lo siento.
 
-¿Estás bien? ¿Qué pasó?
 
Para ellos, parecía que no había nadie más a su alrededor.
 
-Sí, es solo que, se arruinó lo que compré para la cena… – suspiró.
 
-Es mi culpa – David interrumpió, consiguiendo que el profesor, por fin, le pusiera atención – intenté reparar el daño, pero, Israel no me lo permitió, así que, lo invité a tomar un té.
 
-Y, ¿tú eres…? – indagó el mayor.
 
-David Duarte – sonrió el rubio extendiendo la mano.
 
Mauricio aceptó el saludo pero miró de soslayo a su pareja – Mauricio Iturbide – se presentó con seriedad – un placer.
 
-Él es mi novio – prosiguió David – Ludwig Sarmiento – Ludwig saludó a Mauricio también – y, somos conocidos de Israel.
 
-Ya veo – sonrió el ojiverde – bueno, hay que irnos – buscó la mirada del su novio – si no lo hacemos, llegaremos tarde – indicó.
 
-Sí – Israel asintió.
 
Mauricio sujetó la mano del menor, entrelazando sus dedos y caminando hasta el mostrador, después de despedirse. David y Ludwig tomaron asiento, pero siguieron con la mirada, a la pareja.
 
-Buenas tardes Lizy, vengo por mi pedido – dijo el ojiverde, sonriendo de lado.
 
-Ahora comprendo… – la rubia miraba al universitario con interés, ya entendía por qué eran los únicos dos que buscaban, específicamente, el pastel de chocolate, con crema de bavaria y cerezas – voy por…
 
Pero Lizy no tuvo que moverse, ya que Marty iba llegando con el pastel – aquí está – sonrió animoso.
 
Israel se sorprendió, al ver que era el mismo pastel que él había pedido antes – pensé que…
 
-Ya no había otro para vender – explicó el pelinegro – pero este, era un pedido especial y estaba aparte – le guiñó un ojo.
 
Mauricio sacó su cartera para pagar, pero lizy negó.
 
-No, este pastel ya lo pagó tu novio – le guiñó un ojo – así que, no tienes que pagarlo de nuevo.
 
Mauricio levantó una ceja, pero entendió que la rubia no iba a aceptar el dinero.
 
-Muchas gracias – sonrió - nos vemos después – se despidió.
 
-Sabes que son bienvenidos, cuando quieran – dijo la ojiazul, despidiéndose con un ademán de mano, sintiéndose algo emocionada.
 
Israel agarró el pastel en sus manos y el mayor pasó la mano por su cintura; ambos salieron de la pastelería, con varias miradas sobre ellos, incluso Adrián se había asomado por la puerta de la cocina, para conocer a la pareja de Mauricio, para el cual, había preparado esos pasteles especiales.
 
En la calle, el menor le dio indicaciones a su chofer, de que se fuera solo, pues él iría con su novio a la cena familiar.
 
Cuando ambos estuvieron en el automóvil, Israel suspiró.
 
-¿Estás molesto? – preguntó con temor.
 
-No – Mauricio negó, sin apartar la mirada del camino – estoy celoso, que es distinto – confesó.
 
-¿Celoso? – el de lentes levantó el rostro – ¿Por qué?
 
-Ese era tu ex novio, ¿cierto?
 
Israel se mordió el labio, suspiró y asintió – sí, lo era…
 
-Y te invitó a tomar té.
 
-Sí, pero no es por lo que crees – aseguró con rapidez – cuando iba saliendo de la pastelería, choqué con él y… Tiré el pastel que había comprado, entonces, el me invitó un té para disculparse y… Aproveché para pedirle perdón, por lo que yo hice – suspiró – pero, no hice nada malo, te lo juro.
 
Mauricio no dijo nada pero, estacionó el automóvil en una orilla de la calle, se movió en el asiento y estiró el brazo, para acercar la mano al rostro del menor, y obligarlo a verlo a los ojos.
 
-Sé que no hiciste nada malo – aseguró – pero, eso no quita que me ponga celoso – confesó con seriedad – no puedo evitarlo, aunque sé muy bien que no es tu culpa.
 
-No tienes por qué ponerte celoso – Israel buscó la mirada de su novio y sonrió – eres al único que amo y a quién quiero en mi vida.
 
-Lo sé – el ojiverde se movió y lo besó en los labios – pero, eres tan lindo, que no me gusta que otros se te acerquen – colocó su frente contra la del otro – soy un poco posesivo, perdóname…
 
El de lentes rió – es lindo saber que te pones celoso por mi – movió su mano y acarició el rostro del profesor – pero, te aseguro que jamás te daré motivos reales para que dudes de mí, lo prometo.
 
-Bien, aclarado el asunto – volvió a besar a su novio y se acomodó en su lugar – hay que ir a la cena, mi familia está ansiosa por conocerte.
 
Israel sonrió y asintió. Llevaba el pastel en sus piernas y suspiró con ensoñación. No se imaginaba que Mauricio también había ido en busca del pastel que era su favorito, precisamente para llevarlo ese día.
 
Tenían una semana de novios y Mauricio lo había tratado con una delicadeza excelsa, llenándolo de cariños, mimos y detalles y, aún así, no dejaba de sorprenderlo. Ladeó el rostro y observó el rostro de su pareja; el ojiverde lo miró de soslayo, le guiñó un ojo y le sonrió con dulzura, consiguiendo que el universitario se sonrojara.
 
Esa era la vida perfecta para Israel, al lado de una persona que lo amaba y valoraba, tanto, como él lo hacía, porque sabía que Mauricio era el único con quien podía ser feliz.
 
 
* * *

Notas finales:

Lamento la tardanza en publicar, pero es que estoy de vacaciones,a sí que, tenía que darme un tiempodo además, esta historia ya está terminada en mi página web: http://ojousama.weebly.com/sanando-heridas.html

 

Además, estoy publicando algo nuevo, que se llama Natural y, pueden leerla en mi página web: http://ojousama.weebly.com/natural.html en unos días empiezo a publicarla aquí también. 

 

Y, por favor, les pido que le den like a mis pagina de FB: https://www.facebook.com/FantasiasOjouSamaOficial


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