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Sanando Heridas por Ojou_Sama_F

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Notas del capitulo:

Primer capítulo, el encuentro de dos corazones lastimados...

 

 

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El inicio a clases llegó rápido. El primer día, Mauricio tuvo una mañana muy movida, yendo de un salón a otro, presentándose y, anunciándole a los alumnos, los días que debían acudir al laboratorio de cómputo. Tenía las mañanas completamente saturadas, todos los días y, salía a las doce, para llegar a su otro empleo a la una; terminando su día laboral, a la hora que quería, después de todo, era el hijo del dueño, y su hermano era su jefe.
 
Cómo supuso, le tocó impartir clases al grupo de Marty, pero se encontró con que no se puso tan ansioso como esperaba; de hecho, podía decirse que, el pelinegro, era un alumno más para él. Al menos, con ello, se sentía tranquilo y, seguramente, tanto Marty, como sus amigos, también habían respirado aliviados.
 
Pero, a pesar de que su vida laboral era estable, aún se sentía solo.
 
- - - - -
 
Volver a la universidad, después de un año de ausencia, le supuso un poco de calma a Israel. La gran mayoría de sus compañeros estaban en el último semestre y otros habían dejado la escuela; los demás, ni siquiera recordaban el suceso que lo había dejado estigmatizado como un ‘loco homicida’, así que, por ese lado, no tenía demasiadas presiones.
 
Había vuelto a usar gafas; cambió de vestimentas, optando por ropa demasiado casual y, trataba de no llamar la atención. Incluso, los profesores de diseño, no hicieron referencia a él como alumno de reingreso, para que sus compañeros no hicieran preguntas incómodas.
 
Pero, al volver a su antigua manera de ser, tan retraída y solitaria, era difícil que se relacionara con los demás y eso, a la larga, le iba a traer problemas en los estudios.
 
 
* * *
 
 
Pasaron dos semanas, desde que las clases iniciaron. Mauricio estaba en un laboratorio de computación, dando la clase a los alumnos de sistemas; era la última de ese día, así que, pensaba dejarlos salir antes, para poder ir a su empleo con calma, después de todo, lo más importante de la clase, estaba dicho y así, sus alumnos también tenían tiempo de relajarse, antes de ver a su siguiente profesor.
 
-Bien, eso es todo por hoy – anunció y los presentes se sintieron aliviados – pasado mañana quiero el avance del lenguaje de programación y, no olviden que la siguiente semana tendremos evaluación escrita, en el aula.
 
Todos asintieron y empezaron a retirarse con rapidez, dejándolo solo. Antes de irse, el castaño tenía que revisar que los equipos estuvieran apagados, pues sabía que nadie más usaba ese salón, hasta un par de horas después.
 
La puerta se abrió y el ojiverde miró hacia el umbral.
 
-Lo siento… – Israel titubeó – creí que… el salón estaba solo.
 
-Buenos días – saludó el mayor – de hecho, oficialmente… – revisó el reloj de su muñeca – aun me queda como media hora aquí – dijo divertido, tenía 20 minutos libres – pero ya estaba por irme.
 
-Buenos días – asintió el castaño – ah, traigo… – buscó en su bolsillo, sacando un papel doblado – es un permiso, para que pueda usar una computadora – explicó, pensando que era uno de los asistentes que se encargaba de ese edificio, pues, no había visto a nadie en la recepción.
 
-Adelante – Mauricio le sonrió – elije la que quieras…
 
-Gracias…
 
El de lentes se sentó en la última computadora y sacó sus cosas, sin prestar más atención a su alrededor; si estaba ahí, no era porque no tuviera su propia computadora en casa, sino que, había sido una indicación de su psicóloga. La mujer quería que se reintegrara con otros estudiantes, especialmente al enterarse que no podía hacer equipo con nadie para los trabajos; pero, aunque él había dicho que lo haría, siempre buscaba la manera de quedarse solo.
 
Mauricio regresó al escritorio y agarró su maletín, para retirarse. Sin decir una palabra, el mayor salió del salón, dejando al otro ensimismado en su trabajo.
 
Israel seguía con su tarea, ya que debía terminar una presentación digital; pero la puerta se abrió momentos después.
 
-¡Vaya! – la voz que se escuchó lo hizo levantar el rostro, sorprendido – me habían dicho que, habías vuelto pero ahora que te vi, me asombró tu nuevo ‘estilo’ – el pelinegro se acercó con una amplia sonrisa – no me buscaste al volver, eso no es bueno, Isra.
 
-¿Qué quieres, Rafael? – preguntó casi en un murmullo.
 
Ese chico había sido uno de sus “amigos”, antes de que todo sucediera, aunque era de otra carrera y, obviamente, mayor que él; no entendía por qué seguía en la universidad, aunque quizá era, porque no era tan bueno en los estudios.
 
-Sabes lo que quiero – respondió el otro acercándose hasta él y le sujetó la cara con fuerza, obligándolo a verle – lo mismo que hace tiempo.
 
Israel alejó el rostro con rapidez – pierdes tu tiempo – desvió la mirada un tanto cohibido – ya no… ya no estoy interesado.
 
-¿De verdad? – indagó el otro, inclinándose hasta su oreja – ¿seguro que no estás interesado? – preguntó con malicia – antes, no decías eso – su lengua salió a humedecer el lóbulo que estaba cerca.
 
-No, ya no… – alejó el rostro y se encogió de hombros – ya no me interesas – repitió, intentando sonar seguro, pero la ansiedad y el miedo se estaban apoderando de él.
 
-Bien, te tengo una propuesta mejor – sonrió el otro – tu, simplemente dejas que te haga lo que quiera, justo como antes, y yo, no le recuerdo a todo el mundo, el problema que tuviste hace un año.
 
El castaño pasó saliva y su respiración se agitó.
 
-¿Puedo tomar esa reacción como un sí? – preguntó el pelinegro con sorna.
 
-Yo... no… – negó mientras temblaba y sus ojos se humedecieron.
 
-Creo que puedes tomar esa reacción como un, ‘no me molestes’ – la voz seria de Mauricio se escuchó detrás.
 
El pelinegro levantó la mirada y lo observó de pies a cabeza, obviamente, Mauricio tenía toda la facha de maestro, pero, no lo conocía.
 
-Creo que nadie pidió tu opinión – soltó con sarcasmo.
 
-No, nadie la pidió, pero, este salón me pertenece hasta las doce así que, todo lo que suceda dentro, me concierne – frunció el ceño – ahora, si no tienes un asunto importante, te quiero fuera – señaló la puerta.
 
Rafael gruñó – nos vemos después, Isra – caminó a la salida y, al pasar por un lado de Mauricio sus miradas se cruzaron, con ira.
 
Una vez más, ambos castaños se quedaron dentro del salón, solos.
 
-Gracias… – Israel se quitó las gafas y limpió sus ojos con rapidez – pero… no era…
 
-Necesario… – Mauricio terminó la frase, mientras caminaba a su escritorio de nuevo – no volví por ti – aseguró – olvidé un reporte que debo entregar en la recepción y por eso regresé – explicó – alcancé a escuchar la propuesta de tu ‘amigo’ y, no creas que me interesa lo que hagas – su voz era seria – pero, si piensas hacer algo indebido, mejor que sea fuera de estas aulas, de lo contrario, pueden expulsarte.
 
Mientras el profesor hablaba, Israel lo había seguido con la mirada, y, por primera vez, notaba cómo los ojos verdes del otro, lo miraban con desaprobación.
 
-Me retiro, pero, recuerda lo que te dije – sentenció saliendo del aula.
 
El de lentes se quedó observando la puerta, todavía después de que el otro salió por la misma y se cerró con lentitud, por inercia.
 
-No – negó con debilidad – obviamente, como a todos, no le interesa lo que yo haga… – suspiró.
 

 


 
* * *

Notas finales:

Esta historia está siendo publicada en mi página y, ya tiene un par de caítulos más que aquí: http://ojousama.weebly.com/sanando-heridas.html

 

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