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Sanando Heridas por Ojou_Sama_F

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Notas del capitulo:

A pesar de los problemas, poco a poco, hay sentimientos naciendo...

 

- - - - - 

 

El resto de la semana, después del incidente, Israel no se apareció por el salón de cómputo. Le extrañó a Mauricio su ausencia, pero se obligó a no indagar sobre él. No quería que pensaran que se interesaba en un chico que, oficialmente, no era su alumno; aunque, en el fondo, le preocupaba que se hubiese sentido mal, por lo ocurrido.
 
Por su parte, Israel había faltado los siguientes tres días a la escuela. Cayó en ansiedad y depresión después del suceso, tanto que, no salió de la cama de su departamento, hasta el sábado, que su madre fue a verlo, ya que la mujer de limpieza, le avisó de su estado; la psicóloga fue a visitarlo el domingo por la mañana. Cuando el universitario le contó lo que había sucedido, la mujer suspiró resignada, explicándole que lo que sentía, era simple agradecimiento. Ella le hizo prometer que iría a la escuela a hablar con ese maestro; obviamente, no debía buscar un acercamiento en otro contexto que no fuera el escolar, ni mucho menos algo íntimo, esa sería una prueba para él.
 
 
* * *
 
 
Mauricio estaba sentado frente a su escritorio; la clase estaba en silencio, pues realizaban un avance de uno de los proyectos que debían presentar en la siguiente evaluación. Eran un grupo de año superior al que estaba, cuando ocurrió el incidente y, nadie prestó atención, cuando Israel entró al aula, sentándose en su lugar.
 
El ojiverde lo miró de reojo, pues estaba revisando un libro de lenguaje de programación y, por alguna razón, se sintió aliviado de verlo ahí, consiguiendo sonreír débilmente; eso indicaba que no le había afectado lo que había pasado días atrás. Cuando no vio a Israel los siguientes días después del vergonzoso suceso, se había preocupando en demasía, pensado que le había afectado lo ocurrido y podría haberse deprimido; pero, si había vuelto, seguramente los días anteriores había tenido actividades que le impidieron acudir a su clase.
 
Veinte minutos antes de las doce, los alumnos empezaron a entregar sus documentos digitales.
 
Cuando todos se retiraron, el mayor se puso de pie, yendo a revisar las máquinas, para apagar aquellas que habían quedado encendidas y regresó a su escritorio.
 
-Ah, profesor Iturbide – la voz de Israel era apenas un murmullo.
 
Mauricio levantó la mirada y lo observó. El joven de cabello castaño estaba frente al escritorio, mirando al piso; movía sus piernas nerviosamente y traía sus manos en la espalda.
 
-¿Pasa algo?
 
-Sí… yo… – acomodó sus lentes nerviosamente con una mano – ah, quería… Quería agradecer lo que… Lo que hizo por mí… La semana pasada…
 
-No tienes nada que agradecer – negó.
 
Israel se mordió el labio y tembló – yo… quisiera, que, aceptara esto… – dejó una delgada y larga cajita en el escritorio.
 
Mauricio miró el pequeño paquete lustroso y levantó una ceja.
 
-No puedo aceptarlo – dijo con seriedad.
 
-¡Por favor! – Israel levantó el rostro – ¡no piense mal! – pidió con desespero – no quiero que usted piense mal… – parecía una súplica – es solo que, desde que volví a la escuela, usted es el único que me ha tratado bien – volvió a bajar la mirada – no puedo relacionarme con mis compañeros, mis propios profesores pasan de mi y, aún así, debo quedarme aquí hasta que vienen por mí, por indicaciones de mi psicóloga que, piensa que es una buena manera de reintegrarme…
 
El ojiverde ni siquiera lo miraba, pero tenía toda su atención en las palabras que escuchaba.
 
-Lo que… Lo que sucedió la semana pasada, ya me ha ocurrido en otras ocasiones – su sonrisa tembló mientras sus ojos se humedecían – sé que… Sé que todos piensan que soy un fácil, porque así me comporté semestres atrás y, también, piensan que estoy loco y desesperado… – un nudo en la garganta lo obligó a guardar silencio un momento – puede que tengan razón… – dijo débilmente – pero, no estoy tan mal, como para meterme con cualquiera… Ya no… – aseguró – y, a pesar de que rechazo toda las insinuaciones, estas siguen… – apretó los puños – usted… usted es el primero que me ha tratado con respeto y, se lo agradezco… De verdad…
 
Mauricio suspiró. Ese chico que tenía enfrente parecía haber sufrido demasiado, y aunque él no sabía la razón, comprendía lo que era el sufrimiento.
 
-Está bien – accedió – acepto tu obsequio – estiró la mano y recogió la cajita – pero, no pienses nada inadecuado – sonrió – la verdad, yo también tengo problemas con malos entendidos y, no me gustaría que volvieran las habladurías – explicó con tranquilidad, guardando la caja en su maletín – ahora, debo retirarme, necesito ir a mi otro empleo – anunció – y, no te preocupes, eres bienvenido a mi clase cuando quieras…
 
Mauricio caminó a la salida y, cuando la puerta se cerró, las lágrimas cayeron por las mejillas de Israel.
 
-Malos entendidos… – susurró y una sonrisa triste se dibujó en sus labios – entonces, no es gay – dijo con pesar, caminando con lentitud al lugar que ocupaba, después de limpiar su llanto.
 
El castaño se quedó frente a la computadora, con el programa de diseño abierto, pero no hizo nada. Se sentía estúpido; a pesar de que, le había dado su palabra a la psicóloga, que no se haría ilusiones con el profesor, ni mucho menos, esperaba llegar a algo con él, en el fondo, una pequeña llama de esperanza había aparecido. Quería creer que, había otra persona en el mundo, aparte de David, que podía tratarlo con amabilidad, respeto y sobre todo, cariño. Se había equivocado.
 
 
* * *
 
 
Mauricio llegó a su casa casi a las nueve de la noche; Wolf lo recibió con emoción y, como siempre, entró a la casa junto con su amo.
 
El ojiverde le dio alimento al can, se sirvió la comida que había comprado de camino y finalmente, fue a su despacho, para revisar los trabajos de sus alumnos. Cuando se sentó frente al escritorio, después de encender su computadora, abrió su maletín; la pequeña cajita estaba encima de todas las carpetas y la agarró con curiosidad.
 
Sin ponerse a pensar, abrió el regalo con sumo cuidado, dejando el papel lustroso, doblado y, colocó el moño encima. Abrió la caja aterciopelada, en color verde oscuro y dentro, había una pequeña tarjeta.
 
“Gracias…”
 
Cuando quitó la tarjeta, levantó una ceja, tomando con cuidado el pequeño objeto largo, decorado con detalles dorados, sobre una base oscura; cuando lo abrió, su sorpresa aumentó.
 
-¿Una pluma fuente? – se preguntó con extrañeza y después sonrió.
 
Él no usaba mucho las plumas, menos las de ese tipo; sabía muy bien que esa clase de material lo usaban los que trabajaban en cosas de diseño, pero él era un programador, se movía más en computadoras y cosas digitales. Aún así, le pareció un detalle muy dulce de parte del jovencito.
 
-Tendré que aprender a usarla…
 
Sabía que, esas plumas, debían ser usadas de una manera específica, para que no mancharan con la tinta, además de ser rellenadas o algo así, pero no conocía bien el mecanismo, por lo tanto, tendría que indagar sobre ese curioso objeto.
 
 
* * *
 
 
Al día siguiente del regalo, Israel se sorprendió al ver que, Mauricio, traía la pluma con él, pues, el tapón de la misma, sobresalía del bolsillo de su saco; de igual manera, el mayor firmaba, llenaba documentos y escribía en los documentos físicos de sus alumnos, con ella. Con eso, el de lentes se sintió feliz.
 
Cuando se quedaron solos, al final de la clase, Israel dudó, en acercarse, pero, agradeció que Mauricio lo  hiciera, mientras apagaba unas computadoras.
 
-Le… ¿Le gustó la pluma? – indagó con vergüenza cuando el ojiverde estaba en una máquina, frente a él.
 
Mauricio se giró – sí, muchas gracias – sonrió – aunque tuve que practicar mucho anoche, porque no sabía cómo usarla, es, algo complicado – se excusó – pero, ya le agarré el ‘modo’ – se alzó de hombros y caminó hasta otra computadora, que seguía encendida.
 
Israel sonrió emocionado.
 
-Ahora solo necesito aprender a llenarla de tinta – prosiguió el ojiverde – para cuando se termine.
 
-Ah, yo… Si gusta… – Israel acomodó sus lentes con nerviosismo – yo, podría decirle, cómo hacerlo… Si… quiere… – terminó en un murmullo.
 
El mayor sonrió – eso sería bueno – admitió – cuando lo necesite, te aviso – caminó a su escritorio y guardó sus pertenencias para retirarse – nos vemos después – dijo antes de salir del aula.
 
Israel asintió pero no pudo decir nada, sentía sus mejillas arder y su corazón a punto de escapar de su pecho.
 
 
* * *

Notas finales:

Bien, este es el nuevo capítulo de mi fic, espero que lo disfruten, en mi página: http://ojousama.weebly.com/sanando-heridas.html ya están los siguientes dos capítulos.

 

LEs invito a darle like a mi página de FB, porque la otra semana, posiblemente empezaré a subir una nueva historia.  

https://www.facebook.com/FantasiasOjouSamaOficial

 

Saludos y, nos leemos luego.


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