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Sanando Heridas por Ojou_Sama_F

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Notas del capitulo:

A veces los cambios son buenos y necesarios, pero, en ocasiones, solo se debe dejar que las cosas fluyan...

 

- - - - -

El fin de semana, a pesar de sentirse deprimido, Israel no pasó todo el tiempo en su habitación; al contrario, se obligó a mentir y fingir que estaba perfectamente, tanto, como para tomar una actitud parecida a la que tenía antes del accidente con David. Incluso, se mostró más amable y sonriente con su madre, cuando la fue a ver, para platicar con ella y pedirle un favor; aunque, la respuesta a su petición, dependería de las indicaciones de su psicóloga. El universitario estaba completamente seguro que conseguiría lo que quería, más que nada, porque lo necesitaba.
 
Mauricio por su parte, estuvo ensimismado en sus pensamientos todo el tiempo. El sábado, su hermano lo notó demasiado ausente, por lo que no le permitió trabajar en un programa de seguridad que estaban desarrollando y lo envió temprano a su casa; pero el ojiverde no pudo hacer nada en su casa tampoco, aunque quería distraerse, lo único que atinó a hacer, fue fumar y, al llegar a la tercer cajetilla, entendió que tenía un problema con el tabaco, así que, debía encontrar una solución tanto para ello, como para su ansiedad, por lo que había sucedido con Israel.
 
El lunes, Israel habló con la psicóloga y, aún con dudas, ella accedió a decirle a su madre que lo cambiara de universidad, para los últimos dos semestres que le quedaban de su carrera; aunque la verdadera meta del jovencito, era irse al extranjero con su padre, al terminar de estudiar. Por lo menos, podría despedirse de Mauricio y alejarse, antes de salir más herido.
 
La semana fue muy lenta para ambos, pero, finalmente, el viernes llegó.
 
 
* * *
 
 
Mauricio estaba en su oficina, recibiendo los trabajos de sus alumnos; a ninguno les había dado una hora exacta, tenían hasta las tres de la tarde para entregar el proyecto final, así que, entraban y salían, a veces en grupos numerosos y otros, a cuenta gotas.
 
-‘Toc, toc’
 
La voz juguetona llamó la atención de Mauricio, quien tenía una taza de café a un lado, mientras revisaba el trabajo de uno de sus alumnos, en la computadora; levantó la mirada y se sorprendió de ver a Israel. El castaño no traía sus gafas, había cambiado su corte de cabello y, aunque portaba una chaqueta, su ropa era demasiado llamativa, especialmente, los pantalones entallados que se ajustaban a sus piernas; su rostro tenía un semblante distinto, su sonrisa era más pícara e incluso, su mirada era distinta, aunque, para Mauricio no pasó desapercibido, lo que el otro trataba de ocultar; los ojos miel estaban opacos y tristes.
 
-¿Puedo pasar? – preguntó el universitario.
 
-Adelante – el ojiverde no había podido evitar mostrar su molestia, ese no era el chico que él había conocido durante todo el semestre y que ocupaba su mente, tanto, que no lo había dejado conciliar el sueño la última semana.
 
-Traje su pluma – anunció el castaño, sacando el pequeño objeto de uno de sus bolsillos.
 
-Gracias… – respondió el mayor, recibiéndola, pero al verla, se dio cuenta que no era la misma – esta no es mi pluma – dijo confundido.
 
-¡Ah!, disculpe – la risa de Israel sonó en la oficina – esa es la otra pluma que le traía – sacó la original y se la entregó también – como dijo que yo eligiera el color y, no pude elegir entre el negro y el sepia, pues, le traje dos – soltó con diversión.
 
-No era necesario… – el profesor respiró profundamente, le estaba molestando esa actitud, él prefería mil veces, al chico dulce, tierno y algo tímido, que era en realidad.
 
-Lo es – asintió el castaño – es mi despedida – se alzó de hombros, restándole importancia – terminé mi semestre y, el miércoles, hice mi solicitud de transferencia a una universidad privada – sonrió de lado – así que, el otro semestre, ya no estaré aquí…
 
Mauricio miraba al jovencito hacia arriba; toda la actitud de Israel decía que no le importaba en lo más mínimo, pero él profesor seguía viéndolo a los ojos, observando cómo se acentuaba esa tristeza que, ahora, sin sus gafas, no podía ocultarle.
 
-Entonces, ¿te vas de la escuela? – el ojiverde levantó una ceja.
 
-Sí, de hecho, aparte de venir a entregar su pluma, vine por mis documentos…
 
-Ya veo…
 
-¡Profe! – Luciano llegó corriendo – ¡aquí está! – dijo con agitación, interrumpiendo la plática y mostrando un par de memorias.
 
-No tenías que correr – Mauricio negó – tienen hasta las tres para entregarlo.
 
-¡¿De verdad?! – palmeó su frente con fuerza – me habían dicho que era a la hora de clases…
 
Israel soltó una ligera risa y con eso, el otro joven giró el rostro, observándolo con sorpresa.
 
-Hola… – el castaño le sonrió coqueto.
 
Mauricio apretó los puños inconscientemente, observando cómo Luciano sonreía tontamente para Israel. Ese era el encanto de ese niño; era bueno seduciendo a cualquiera, sí se lo proponía. Pero, eso no funcionaba con el profesor, porque ese no era el verdadero Israel; el verdadero era, el que Mauricio conoció durante un semestre, el mismo que estuvo llorando el viernes anterior, sufriendo por sentirse rechazado y, al cual, el ojiverde quería demostrarle lo que sentía.
 
-Luciano – llamó el mayor – ¿qué te dije hace meses?
 
-No he hecho nada, profe – se excusó el aludido.
 
-Aún… – la mirada picara de Israel se posó en el otro chico, pero un escalofrío lo cimbró.
 
Mauricio lo miraba con frialdad y desaprobación.
 
-¿Cuándo va a tener los resultados? – indagó Luciano con rapidez.
 
-El lunes por la mañana – respondió el ojiverde con indiferencia.
 
-Bueno, con… Con permiso…
 
Luciano se tropezó antes de salir de la oficina, pues iba caminando sin dejar de ver a Israel, aunque el castaño había desviado la mirada hacia la ventana, porque le había inquietado la actitud de Mauricio.
 
Cuando se quedaron solos, el castaño mayor volvió a hablar – ¿Por qué estás actuando así? – preguntó, dejando las dos memorias que había recibido, en la pequeña caja del grupo, al que pertenecía su alumno.
 
-¿Así? ¿Cómo? – el universitario se hizo el sorprendido – no sé a qué se refiere…
 
-Este no eres tú – soltó el ojiverde con molestia – es una fachada absurda, que no te queda.
 
Israel se mordió el labio, le habían dolido esas palabras, pero se puso a la defensiva – este soy yo – dijo con seriedad – es como todos me ven – retó al profesor con la mirada – incluyéndolo…
 
-Estás equivocado, yo no te veo así…
 
Esas palabras consiguieron que el menor se sorprendiera y lo mirara confundido, sin poder evitar mostrar, la ansiedad que le provocó saber eso.
 
-Pero si eso quieres creer, está bien – Mauricio siguió indiferente – gracias por las plumas.
 
El universitario bajó el rostro, esa manera tan fría de tratarlo, le había lastimado; a pesar de que se había hecho el propósito de no llorar, sentía que no iba a aguantar mucho.
 
Respiró profundo, intentando calmarse lo suficiente – será mejor que… me marche… – aunque no quería denotarlo, su voz sonó quebrada al final, a causa del nudo en su garganta – ya no tengo nada que hacer… aquí…
 
Israel levantó el rostro y se dio cuenta que Mauricio estaba escribiendo algo en un pequeño trozo de papel, con una de las plumas que acababa de recibir. El mayor se puso de pie, caminando hacia el universitario y le acercó la mano para despedirse.
 
-Que tengas suerte en tu otra universidad.
 
Israel aceptó la despedida, sintiendo el trozo de papel en su palma y cómo, el otro alejaba la mano, dejándolo ahí; después de eso, el profesor volvió a su escritorio.
 
El menor no entendía, pero, el papel ahora estaba en su mano; sin decir nada, lo leyó y venía una dirección. Levantó el rostro, buscando a Mauricio.
 
-Esto…
 
-Es lo que querías el viernes – mencionó el mayor sin dejar de mirar el monitor de su computadora.
 
Israel tembló, pasó saliva y sonrió con tristeza; no entendía a Mauricio, primero le decía que él no lo miraba de esa manera y, ahora, ¿le estaba invitando a su casa? ¿Para qué? No, no podía hacerse el idiota; él sabía muy bien para qué.
 
-Ya entiendo… Entonces…
 
-Antes de las nueve de la noche – dijo el ojiverde.
 
El universitario asintió lentamente y salió de ahí con rapidez, necesitaba ir a llorar a dónde el otro no lo viera, pero, en la puerta de las oficinas, chocó con un joven de cabello negro, que iba acompañado por otros dos.
 
-Lo siento… – se disculpó el castaño y se alejó con rapidez, sin permitir que el otro respondiera.
 
-¡Casi te tumba! – Ramón siguió con la mirada al chico.
 
-No importa – Marty sonrió – no pasó nada.
 
-Bueno, hay que entregar el trabajo – anunció Irving.
 
Los tres entraron y llegaron a la oficina de Mauricio.
 
-Buenos días – saludaron.
 
El ojiverde levantó el rostro y sonrió de lado – Buenos días – respondió.
 
-Trajimos nuestros trabajos – mencionó Ramón, dejando sus memorias en el escritorio y lo siguieron los otros dos.
 
-Bien, el lunes por la mañana, estarán las calificaciones – anunció el profesor.
 
-Con permiso…
 
-Santana – la voz de Mauricio al llamar a Marty, sorprendió a los tres jóvenes – ¿podemos hablar un momento, a solas?
 
Los amigos de Marty lo miraron con desconfianza, pero el de lentes no; en todo el semestre, Mauricio jamás le había hecho una insinuación y su trato era estrictamente profesor-alumno, así que, no tenía porque desconfiar de él.
 
-Claro – asintió – espérenme afuera – pidió a sus amigos y ellos salieron con rapidez – ¿qué sucede, profesor? – indagó el pelinegro, sentándose frente a Mauricio.
 
-Marty, necesito un favor…
 
 
* * *

Notas finales:

Bien, espero que les guste la historia, en mi pagina web, ya están los siguientes dos capítulos: http://ojousama.weebly.com/sanando-heridas.html

 

Y, los invito a darle like a mi pagina de FB: https://www.facebook.com/FantasiasOjouSamaOficial
Ahí anunciaré mis proximos trabajos, pues pronto empezaré a publicar uno nuevo.

 

Saludos y, nos leemos en dos días, cuando suba la actualización


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