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Sanando Heridas por Ojou_Sama_F

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Notas del capitulo:

Israel ya le contó su pasado a Mauricio, pero, aún falta que el ojiverde le cuente de él...

 

 

- - - - - 

A pesar de la intención de Mauricio de llevar a Israel a su casa, el clima no lo permitió. Había empezado a nevar sin que ellos se dieran cuenta y podía haber un accidente si salían; tampoco el chofer del universitario pudo ir por él, pues en el centro de la ciudad, la nevada había empezado antes y ya no permitían a los automóviles moverse.
 
 
* * *
 
 
-Esta es una de las habitaciones de huéspedes – Mauricio llevó a Israel a una recamara de la planta alta – voy a traerte un par de mantas más, para que no pases frío – anunció – mientras, ve quitando la sobrecama.
 
-Gracias… – sonrió el universitario.
 
El profesor salió y el menor caminó hasta un lado de la cama, quitando la tela que cubría el colchón; debajo, había un cobertor que se miraba bastante abrigador. Mientras él estaba doblando la sobrecama, el ojiverde regresó.
 
-Aquí están – dejó las cobijas sobre la cama – también te traje una de mis pijamas, espero que no te quede muy grande, para que duermas con ropa más cómoda.
 
-Sí… Gracias… – Israel se sonrojó al ver el conjunto en tono verde claro; a él también le gustaba el verde.
 
-El baño es esa puerta que está enfrente – señaló el mayor – y mi habitación es la que está al lado, si necesitas algo, lo que sea, llámame, ¿de acuerdo?
 
-Sí… – asintió.
 
Mauricio se acercó y depositó un beso en la frente de Israel – descansa, mañana, después del desayuno, te llevaré a tu casa, sano y salvo, lo prometo.
 
Después de eso, el ojiverde salió de la recámara. El universitario estaba aturdido por ese comportamiento; solo atinaba a sonreír bobamente y suspirar. Su corazón latía con fuerza y, sentía que caminaba entre nubes; nadie lo había tratado tan amablemente, aparte de David.
 
Se reprendió a sí mismo, ya debía dejar de pensar en su ex novio; Mauricio era distinto, quizá su comportamiento era parecido, pero no igual y no debía compararlo en lo absoluto.
 
Israel agarró el pijama y, después de desvestirse, se la colocó; le quedaba un poco grande, pero era muy cómoda. Las mangas cubrían sus manos y eso le divirtió. Acercó las manos a su nariz y aspiró el aroma con emoción; la tela tenía el olor a Mauricio y eso le gustaba en demasía. Sus labios rozaron la prenda y deposito un beso suave. Finalmente negó y decidió que era hora de dormir; después de quitarse los lentes de contacto, guardándolos en la pequeña cajita que siempre traía consigo y apagar las luces, se recostó en la cama y abrazó una almohada.
 
Estaba tratando de dormir, pero escuchó ruidos en el exterior; parecía que Mauricio había salido con su mascota al patio. Después, oyó pasos y, finalmente, el sonido de algunas puertas cerrándose. Seguramente, el ojiverde ya estaba en su habitación.
 
El menor suspiró, se giró, mirando a la pared donde estaba la habitación del otro, a pesar de que no podía ver mucho por la oscuridad y menos, distinguir por su deficiencia visual, sonrió ilusionado; imaginaba la rutina del profesor, aunque no sabía con exactitud, qué era lo que hacía. Negó, cerró los ojos y se dispuso a dormir.
 
 
* * *
 
 
De nuevo estaba ahí, David estaba frente a él y, su corazón dolía tanto que, solo atinó a correr contra el cuerpo de su ex novio, yendo junto con él hacia la calle por dónde pasaban los automóviles. Cuando levantó el rostro, mientras caían, ya no era el rostro del rubio, sino la cara de Mauricio. El terror lo invadió, pero ya no podía detenerse, estaban cayendo y el auto estaba por impactarlos; el ojiverde lo abrazó con fuerza y…
 
 
* * *
 
 
Israel abrió los ojos de golpe; estaba llorando y su corazón latía acelerado. Buscó instintivamente en el buró que tenía al lado, tratado de dar con la lámpara para encenderla, y poder buscar unas pastillas que en ocasiones, lo ayudaban a calmar su ansiedad y le ayudaban a conciliar el sueño; sus movimientos desesperados se detuvieron, cuando recordó que no estaba en su casa.
 
Se incorporó en la cama y sollozó, abrazándose a sí mismo. Esa pesadilla era frecuente, pero era la primera vez que miraba a alguien más en su sueño y eso, le daba miedo; tal vez, en el fondo era tan malo, que podía lastimar a cualquiera que se acercara a él con buenas intenciones.
 
Cuando se calmó, le dolía la cabeza y su garganta estaba seca; necesitaba un poco de agua. Se puso de pie y caminó a la puerta; titubeó. Era huésped de Mauricio; ir en busca de agua, a mitad de la noche no lo hacía sentir muy bien. Hizo acopio de su fuerza de voluntad y se dispuso a salir, con todo el sigilo del mundo, tratando de no encender las luces, más que las necesarias; así que, caminó cerca de la pared, para poder guiarse.
 
Bajó las escaleras y fue a la cocina. Escuchó los ladridos del perro en el exterior, pero él estaba ensimismado buscando un vaso para servirse algo de beber; aunque no alcanzaba a ver bien.
 
-¿No puedes dormir?
 
La voz de Mauricio, al mismo tiempo que la luz era encendida, sobresaltó al universitario; con ello, soltó el vaso de vidrio que ya traía en mano, el cual se estrelló en el piso, rompiéndose en pedazos.
 
-Perdón… – dijo el menor, respirando agitado por el susto.
 
-Lo siento – el ojiverde se acercó con rapidez – no quería asustarte – aseguró, pero al ver que el otro andaba descalzo se preocupó – no te muevas, puedes cortarte.
 
El profesor se acercó; lo sujetó en brazos, llevándolo hasta el comedor y regresando a la cocina a barrer los restos del vaso roto.
 
-¿Cómo me escuchó? – indagó Israel.
 
-Estaba trabajando en mi despacho – confesó levantando la voz – y, cuando Wolf empezó a ladrar, salí a ver qué sucedía…
 
-Perdón, es que… Tenía sed… Y, creí que estaba dormido…
 
-No te preocupes – sonrió – no hiciste nada malo – recogió los trozos de cristal y agarró otro vaso – ¿prefieres agua natural o té?
 
-Ah… Té… Té está bien, gracias…
 
El mayor sirvió la bebida, volviendo después al comedor, entregándole el vaso con el líquido oscuro.
 
-Pensé que estabas dormido – mencionó con calma el ojiverde – es muy tarde, pasan las dos de la mañana…
 
Israel pasó el líquido y bajó la mirada – Sí yo… Solo… tuve una pesadilla – no quería pensar en eso –Y… ¿Usted? ¿Qué hace despierto tan tarde?
 
-Tengo muchos programas que revisar y, solo tengo este fin de semana para hacer ese trabajo – explicó – el lunes debo entregar las calificaciones, si me retraso más, podría ser perjudicial para la escuela y sus calendarios…
 
-Parece que su trabajo es muy demandante… – suspiró el universitario.
 
-No, no lo es en realidad… Solo en finales de semestre tengo más trabajo, de ahí en más, siento que es relajante – sonrió.
 
-¿Le gusta ser profesor? – Israel levantó el rostro, pero no podía distinguir bien a Mauricio.
 
-Es un gran empleo – asintió y se sentó en otra silla, a un lado de Israel.
 
-Y, ¿su otro trabajo? ¿No le gusta tanto?
 
Mauricio rió – sí, me gusta – asintió – pero, prefiero impartir la docencia, me siento más productivo y siento que es más conveniente para mi…
 
-¿Conveniente? – Israel levantó una ceja.
 
-Diseñar programas es para lo que estudié – se alzó de hombros – pero, siendo profesor, me mantengo al día en los nuevos lenguajes de programación, así como los avances en sistemas computacionales y, además, sigo aprendiendo, eso es mucho más que solo hacer lo que ya sé… ¿me explico?
 
-Y, ¿no puede aprender mientras trabaja en otra cosa?
 
-Sí, pero, el tiempo es un factor importante – suspiró – cuando tienes un empleo tan demandante, como lo es programar y desarrollar algunos softwares, te enfocas tanto en lo que estás haciendo, que a veces, no puedes desviarte lo necesario para seguir aprendiendo… Siendo profesor, ‘mato dos pájaros de un tiro’ – hizo el ademán de un arma en la mano y le guiñó el ojo.
 
El universitario rió – es extraño…
 
-Y… Me gusta más compartir mí tiempo con otras personas, aparte de mi hermano – sentenció poniéndose de pie.
 
-¿Tiene un hermano? – Israel se sorprendió, él no tenía hermanos, así que, no entendía esa reacción del otro, pero, se imaginaba que él tendría una mejor relación con uno, si tuviera.
 
-Sí, es mi hermano mayor – entornó los ojos y caminó a la cocina – y me trata más como si yo fuese su hijo… – se acercó a la cafetera y la encendió, era obvio que la plática sería larga, así que, decidió tomar un café.
 
-¿Por qué?
 
-Es casi trece años mayor que yo – prosiguió desde la cocina, sacando del refrigerador el pastel – está casado, pero no tuvo hijos y, nunca me dejó de ver como su, ‘pequeño hermanito’… Así que… Siento que trata de sobreprotegerme o algo así.
 
-¿Trabaja con él?
 
-Es mi jefe – rió  el mayor – ¿quieres un poco de pastel?
 
-Ah, un poquito, por favor… Es muy tarde para comer mucho – suspiró, a veces, le dolía el estómago si comía en la madrugada.
 
Mauricio sirvió un trozo grande de pastel en un plato y caminó al comedor – ¿te molestaría compartir conmigo? – sonrió.
 
-No, claro que no… – la emoción se adueñó del menor.
 
-Álvaro, mi hermano, es quien dirige la pequeña compañía familiar – explicó sentándose y dejando el plato en la mesa – mi padre está por jubilarse, así que… Álvaro se quedará a cargo de todo.
 
Israel comió un poco de pastel y dejó la cuchara en el plato, pues el ojiverde solo había llevado una – y… ¿su madre?
 
-Falleció hace – hizo memoria – quince años…
 
-Lo siento… No quise…
 
-No, está bien, fue lo mejor, estaba sufriendo por el cáncer, así que, ella quería que todo terminara, y… Al menos, descansó – después de comer un poco de pastel, se volvió a levantar – ¿quieres más té?
 
-Sí, por favor – asintió el menor entregando el vaso.
 
El profesor caminó a la cocina, sirvió té helado para su compañero y café para él; mientras tanto, Israel comía más del pastel.
 
-Entonces – dijo con dificultad, por el trozo de pan que tenía en la boca – ¿por eso tiene facilidad de ser maestro? Porque en su otro empleo no tiene restricciones – comentó cuando el otro regresaba.
 
-¿Siempre me hablarás de usted? – Mauricio levantó una ceja – pensé que ya teníamos más confianza.
 
Israel se mordió el labio; si quería hablarle más familiarmente, pero, por alguna razón, se sentía un poco nervioso y avergonzado.
 
-Me gustaría que me hablaras de ‘tu’ – el profesor lo miró de soslayo – pero, si aun no sientes la seguridad, está bien…  – suspiró – y sí, por eso tengo facilidad para poder trabajar en la universidad también.
 
-Puedo preguntar… Ah, ¿qué…? – titubeó, no por la pregunta, sino porque quería cambiar su manera de hablarle – ¿qué edad tienes en realidad?
 
El ojiverde sonrió, al menos ya había superado la barrera de la formalidad – veintinueve, en mayo del otro año, voy a cumplir treinta… Y ¿tú?
 
-Veintidós, los cumplí hace poco, el veintisiete de noviembre de hecho – sonrió.
 
-Y, ¿no lo festejaste?
 
-No – negó – no tenía con quien festejar…
 
-¿Qué hay de tu familia?
 
-Mis padres no tienen mucha comunicación conmigo, así que, piensan que con darme dinero y dejarme hacer lo que quiera, está bien – suspiró – en realidad, desde que mis abuelos fallecieron, pues… estoy solo.
 
-Eso no está bien – Mauricio negó – habrá que festejar tu cumpleaños – su mano se movió y levantó el rostro de Israel con suavidad – aunque sea algo atrasado.
 
-Eso sería… lindo – sonrió.
 
-El otro fin de semana, si gustas, podemos hacer lo que quieras…
 
-¿Por qué hasta el otro fin de semana?
 
-Porque, tengo mucho trabajo para este – el ojiverde alejó la mano, bebió de su café y comió pastel – y, en la semana, tengo que trabajar también… Pero, prometo que te compensaré…
 
-No es necesario, con que pases tiempo conmigo, estará bien…
 
Mauricio agarró un poco de pastel con la cuchara y lo acercó a la boca de Israel; el menor lo miró con sorpresa y sus mejillas se tiñeron de rojo, pero, abrió la boca y recibió la comida, sumisamente.
 
-Es tarde – anunció el profesor y comió del postre con toda familiaridad – ¿no tienes sueño?
 
-La verdad – el universitario relamió sus labios – creo que estoy, demasiado emocionado de saber de ti…
 
-Adelante, pregunta lo que quieras – sentenció el mayor – creo que será bueno para nuestra relación el sincerarnos, ¿tú no?
 
“Relación”
 
Hacia tanto que no escuchaba esa palabra que, en ese momento, el menor sonrió tontamente; bebió de su té y suspiró.
 
-¿Te gustaría…? Ah… Tú sabes… ¿platicarme de lo que me dijiste…? – indagó con nervios.
 
-¿Qué cosa?
 
-Sobre… tu asunto, con… con el mesero del café – terminó en un murmullo.
 
Mauricio rió – de acuerdo, tal vez esa no era la clase de preguntas que tenía en mente – admitió.
 
-Si no quieres no – Israel negó, lo que menos quería era que el ojiverde se molestara.
 
-No, está bien – miró al techo – ¿cómo empiezo? Veamos… Ya… – comió algo de pastel – Cuando empecé a impartir la docencia, algunos amigos y yo, frecuentábamos el café de Lizy y, ahí, conocí a Marty, su mesero – buscó la mirada de Israel – es un chico más o menos de tu edad y, me llamó la atención, especialmente, porque ya lo había visto en la universidad.
 
-¿Era tu… alumno?
 
-No – negó – en ese entonces no le daba clases, pero este semestre lo hice.
 
Israel abrió sus ojos enormemente, pero desvió la mirada con rapidez; la incertidumbre y la ansiedad se presentaron al saber eso, así como un poco de celos.
 
-La cuestión es que, – prosiguió el mayor – él me gustó y, por eso lo invité a salir un par de veces – confesó – me escudaba en el hecho de que no era mi alumno directamente, así que, no le vi problema – volvió a acercar la cuchara con pastel, a los labios del menor – y, bueno, unas salidas después, tuvimos relaciones – su voz era como si fuese lo más normal del mundo.
 
Israel masticó con lentitud el bocado; escuchaba atentamente, pero no sabía cómo reaccionar.
 
-Empezamos una relación aunque, debo admitir que no lo esclarecimos, pero creí que no era necesario – se alzó de hombros – solo que, yo no sabía que él había tenido algo que ver con Andrés, el hermano de Lizy – bebió un sorbo de café – Marty no me lo dijo porque, según tengo entendido, entre ellos no había nada serio y, creo que él pensó que Andrés, por ser mayor, era una persona madura, pero honestamente – suspiró con cansancio – es un poco infantil, aunque yo no me quedo atrás – se burló.
 
El universitario bebió de su te y buscó el rostro de Mauricio, aunque su vista borrosa no le permitía distinguir sus gestos, le había dado curiosidad esa afirmación; él no lo miraba cómo alguien infantil, al contrario.
 
-Y, un día, Andrés besó a Marty delante de mí – la seriedad volvió a su voz – eso me hizo enfurecer y, más, cuando Marty evitó que lo golpeara… – respiró profundamente aun le daba coraje recordar ese suceso – me llené de celos, coraje, ira, decepción… en fin, todo eso que hace que uno cometa tonterías…
 
Israel bajó el rostro, él sabía bien lo que era cometer tonterías.
 
-Me fui, sin permitir que Marty me explicara y… me metí con unos prostitutos – se mordió el labio, le avergonzaba tener que decir algo así, pero, no se lo iba a ocultar a Israel – quería descargar mi frustración y, no pensé en otra cosa… Pero, Marty vino a buscarme y yo, cegado por todos esos sentimientos negativos, lo traté mal… Tan mal que, lo alejé de mí – sonrió con tristeza – sin siquiera dejarlo explicar, sin saber lo que en verdad había sucedido… solo… lo dañé más…
 
El menor apretó el vaso en su mano, esas palabras parecían indicar que Mauricio todavía quería a ese chico.
 
-Y, aunque lo intenté, ya no pude recuperarlo – sentenció – fue mi error haberlo juzgado sin darle oportunidad de hablar y decirme la verdad…
 
-¿Lo querías mucho? – Israel miró hacia otro lado, temía la respuesta.
 
-Me enamoré de él, en su momento – admitió – por eso intenté volver a acercarme a él de mil y un formas, pero… Él encontró a alguien que sí lo supo valorar y darle su lugar… Así que, me di por vencido hace… un año, más o menos.
 
El menor levantó el rostro – aún… ¿aún te interesa? – no pudo ocultar el miedo implícito en esa pregunta.
 
-No en el sentido que te puedes imaginar – aseguró el ojiverde y le sonrió para calmarlo – en realidad, podemos decir que, somos amigos…
 
-¿De verdad? – el universitario se sorprendió, cuando él y David terminaron, el rubio le dijo que no podía ser su amigo.
 
-Sí, fue a él a quien le pedí el favor para poder comprar el pastel – señaló lo que quedaba de la rebanada de pastel en el plato – y, él le pidió a Adrián, su pareja, que me hiciera uno especial, para ti…
 
Israel no entendía del todo a Mauricio – ¿por qué te molestaste en buscar este pastel? – preguntó girando el rostro, observando con dificultad los restos de la rebanada de pastel que había en el plato.
 
-Porque dijiste que te gustaba y que lo convertirías en tu favorito.
 
Una sonrisa nerviosa invadió al menor; ese era otro detalle que Mauricio tenía con él. Si se ponía a pensar, ese hombre había tenido más detalles en una sola noche, que todos sus amantes juntos.
 
El ojiverde se cubrió la boca, un bostezo lo asaltó.
 
-¿Tienes sueño? – indagó el menor.
 
-Es cansancio, nada más – respondió el otro.
 
-Lamento tenerte despierto tan tarde.
 
-Está bien, de todas maneras, me iba a desvelar con mi trabajo – aseguró el profesor con diversión.
 
-Será mejor que intente dormir – el universitario dejó el vaso en la mesa y se incorporó – aunque no sé si pueda… No sin mis pastillas.
 
Mauricio estiró el brazo y sujetó la mano de su compañero con suavidad – si quieres que me quede despierto contigo… – acercó la mano hasta sus labios y besó los dedos con delicadeza, apenas roces – lo haré, no importa si es toda la noche…
 
-Pero, estás cansado…
 
-Pero tú no puedes dormir…
 
Israel sonrió, por un momento, tuvo el deseo de pedirle que se quedaran despiertos, pero, debía ser considerado – pero tú necesitas descansar… Y yo también…
 
El ojiverde observó a su compañero, era obvio que no era lo que en verdad quería, pero, se había propuesto no presionarlo, así que, respetaría sus decisiones.
 
-Bien, tú vas a tu cama y yo, voy a la mía… ¿Quieres que te lleve una jarra con agua o té? Por si te da sed más tarde…
 
-No, así está bien, gracias…
 
Mauricio se puso de pie y, mientras Israel subía las escaleras, él apagó la computadora del despacho y las luces.
 
El menor estaba en la puerta de la habitación, cuando el profesor llegó a la siguiente planta.
 
-Hasta mañana.
 
-Hasta mañana – el ojiverde se inclinó y beso los labios del menor con delicadeza.
 
Después de esa caricia, Israel entró a la habitación cerrando la puerta tras de sí y regresó a la cama, haciéndose un ovillo, sonriendo ilusionado.
 
 
* * *
 
 
Mauricio entró a su habitación y se recargó en la puerta, rozando sus labios con los dedos.
 
-Es demasiado lindo – sonrió y caminó al vestidor.
 
Con rapidez, el ojiverde se colocó un pijama y lavó sus dientes, para ir a su cama, dejándose caer sobre ella y bostezando – al menos, así de cansado como estoy, no pensaré en tonterías – susurró.
 
Por eso había bajado a entretenerse en su trabajo, pues, cuando Israel se fue a dormir la primera vez, tuvo el impulso de ir a buscarlo, porque realmente, lo deseaba.
 
 
* * *
 
 
A pesar de que Israel lo intentó, no pudo conciliar el sueño. Rodó por la cama y se obligó a calmar esa ansia que lo estaba invadiendo; su cuerpo ardía y, sabía lo que era: deseo.
 
Lo que había pasado con Mauricio, no había hecho más que despertar, una vez más, el libido que había tratado de controlar durante tanto tiempo; la calidez del ojiverde, sus cariños, su dulzura, la manera en que lo trató, esos detalles que nadie más había tenido con él, todo se acumuló, consiguiendo que su cuerpo, ansiara ese toque de una forma más íntima.
 
-¿Qué hago? – se preguntó en un susurro, encajando las uñas en sus brazos, haciéndose un ovillo en el colchón, bajo las mantas, intentando no ceder a su instinto ya que, deseaba masturbarse pensando en el profesor que, ahora estaba seguro, dormía en la otra habitación.
 
¿Cuántas veces había tenido que masturbarse desde que inició su vida sexual? Tantas que había perdido la cuenta, pero ahora, no quería hacerlo, no quería sentirse mal, ni sucio; Mauricio lo había tratado con respeto y, en ese instante, él solo quería que lo poseyera. Se estaba comportando como toda la gente decía, cómo una zorra en celo; pero, era más fuerte que su razón en ese momento. No era por el simple hecho de satisfacer una necesidad física; era porque, en verdad, ansiaba ser amado por Mauricio.
 
Estaba plenamente consciente de lo que el otro le había dicho “…no soy de los que llevan a la cama a otra persona, el primer día….” Y, eso significaba que lo apreciaba tanto, como para no forzar algo tan rápido, pero ahora, se sentía justo como cuando estaba con David.
 
Ahora era él el que quería que las cosas se dieran, lo ansiaba, lo necesitaba.
 
-¿Qué hago? – repitió con desespero.
 
Su respiración era agitada y, sin pensar, llevó su mano a su vientre, bajando con lentitud; su mente se había nublado y se dejó llevar, cerrando los párpados, imaginando a Mauricio.
 
-Quiero… Quiero que me hagas cosas perversas – susurró con deseo.
 
Y, la imagen de cierto rubio a quien había querido en antaño, apareció en sus recuerdos; cuando tuvieron esa platica en aquel café, mientras terminaban su relación.
 
“…¿Cosas perversas? ¿Y por qué no lo dijiste antes? Cada que intentaba ir más allá de los besos y caricias, te negabas…”
 
Abrió los ojos de golpe y tembló. Ese había sido su error con David, no decir lo que deseaba en realidad.
 
Cierto que le gustaba ese trato tan dulce y respetuoso, pero, en el fondo, él quería algo más; justo como en ese momento, que ansiaba poder estar con Mauricio. Había estado un semestre completo, soñando con ese hombre de ojos verdes; meses de ansiedad, de dudas, incertidumbres y miedos, sabiéndolo inalcanzable. Pero todos esos temores se disiparon esa noche, cuando el otro le dijo que le gustaba.
 
Él lo quería, él se había enamorado de Mauricio, por eso lo añoraba día a día, en esa aula de cómputo, observándolo de lejos, porque era lo único que podía hacer; solo que, ahora sabía que tenía una oportunidad y no quería dejarla pasar.
 
No era un arrebato de una noche, había pasado semanas con esa sensación agolpada en su pecho, escuchando los latidos acelerados de su propio corazón y, por sobretodo, soñando con estar cerca de ese profesor que era su inalcanzable; que lo aceptara y le perdonara su pasado, para poder compartir, aunque fuese solo un poquito de su tiempo. No era solo un capricho; en verdad, quería estar con Mauricio.
 
Tenía miedo sí; el ojiverde podía pensar que en verdad era un chico demasiado fácil, pero, él no quería arrepentirse, como lo había hecho con David.
 
Agarró su celular y vio la hora con algo de dificultad; eran casi las cuatro de la mañana. Se puso de pie y salió con sigilo de la habitación.
 
Cuando llegó a la puerta de la recámara principal, su respiración se agitó, su corazón se aceleró, sus piernas le temblaron y, por un momento, sintió que se desplomaría ahí mismo. Levantó su mano para tocar, pero, el golpe se quedó a escasos milímetros de ser dado en la puerta; la vergüenza y la inseguridad, le estaban envolviendo de nuevo.
 
Se mordió el labio y, su mano bajó con lentitud hasta la perilla, intentando girarla. Se quedó sin aliento al darse cuenta que no tenía seguro.
 
La puerta se abrió sin un solo sonido que la delatara y el universitario entró a la alcoba, caminando casi de puntitas; volvió a cerrar la puerta y se quedó recargado en la misma. La cortina del ventanal estaba abierta, así que, la luz del exterior entraba de forma tenue; apenas pudo distinguir a Mauricio en la enorme cama.
 
Caminó con lentitud, llegando hasta un lado del colchón y tembló. Aún podía salir de ahí, aun podía evitar cometer una locura y no arruinar la imagen que el otro tenía de él; pero entonces, ¿cuándo le diría lo que en verdad sentía?
 
Respiró profundamente y se armó de valor.
 
Se subió a la cama con extremo cuidado, colocándose a gatas, a un lado del mayor y acercando su rostro lentamente, hasta besar los labios de Mauricio. El ojiverde abrió los ojos con lentitud y se sorprendió al darse cuenta de lo que sucedía; no rechazó la caricia, al contrario, movió su mano y la llevó al rostro del menor, rozando con sus dedos la piel.
 
Israel se alejó un poco, la vergüenza se hizo presente con rapidez
 
-Lo siento… – susurró.
 
El profesor negó – no te preocupes – alejó la mano, buscando la lámpara de su buró, para encender la luz – ¿qué pasa? ¿No puedes dormir todavía? – parecía preocupado.
 
La manera en la que Mauricio le habló, consiguió hacer sonreir al menor con ilusión; se sentía tan bien de solo ser tratado de esa manera que, toda su ansiedad desapareció, como por arte de magia. Mauricio era distinto y, sintió que no era necesario apresurar nada, pues, las cosas llegarían a su momento.
 
-Yo… La verdad, no puedo dormir… – confesó – pero… Si no te molesta… Podría… ¿dormir contigo? Solo dormir – ratificó, pues, aunque su intención había sido otra al ir a buscarlo, ahora, solo quería sentirse acompañado y apreciado.
 
Mauricio se sorprendió por la petición, pero le correspondió la sonrisa.
 
-Eres bienvenido… – dijo con amabilidad, moviendo las cobijas.
 
Israel se acomodó a un lado del mayor y se perdió en el aroma que desprendía, especialmente cuando lo cubrió con las mantas.
 
El ojiverde apagó la lámpara y abrazó al menor contra su cuerpo, – descansa – susurró y depositó un beso en la frente del menor.
 
Había sido una agradable sorpresa para Mauricio y, no iba a desaprovechar la oportunidad de estar junto a Israel; después de todo, él también ansiaba tocarlo, pero era lo suficientemente maduro, para respetarlo y no cometer una tontería. Lo que menos quería, era alejarlo, después de todo lo que había tenido que superar, para poder llegar a ese preciso instante.
 
 
* * *

Notas finales:

Espero que estén disfrutando de mi hirtoria. Enmi pagina web, ya subí el ultimo capítulo (solo me falta el epílogo), pueden leerlo en http://ojousama.weebly.com/sanando-heridas.html

 

De igual manera, los invito a leer el one shot que publiqué para San Valentín, el cual lleva como título ' Arte compartido': http://ojousama.weebly.com/arte-compartido.html

 

Lo estuve anunciando mucho en mi pagina de FB, pero, si quieren estar al tanto de mis actualizaciones y novedades, los invito a darle like a mi FB: https://www.facebook.com/FantasiasOjouSamaOficial

 

En cuanto llegue a los 100 likes, pienso hacer algo especial... Gracias a los que siguen mi fic, saludos y, nos leemos luego


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