—shh —tapo sus labios con sus dedos.
—Lo… Lo siento
Su voz jadeante hizo sonreír a su atacante situado entre sus piernas, el beso en su muslo le hiso tensarse y desear más que solo eso, su cadera quiso moverla, impulsarlas en busca de más contacto. Pero no pudo.
Suspiro frustrado al verse apresado por esas manos en ellas para impedir el movimiento.
—Taiga hazlo de una vez.
El pelirrojo sonrió complacido, su vos susurrante y desesperada lo tenía en la gloria, volvió a dar una lamida en su miembro erguido y a punto de explotar, este respingo seguido de un estremecimiento en todo el cuerpo de su rubio novio.
Kise estaba tendido en la cama completamente desnudo, al igual que kagami entre sus pierna. Él había tenido las mejores intenciones cuando decidió quedarse en el casa de su pelirrojo, pero… al parecer su lujuriento novio no tenía los mismo planes. Pues ya cuando el sueño le vencía lo había sentido corriéndole mano muy despacito, ni siquiera se dio cuenta cuando ya estaban en esa posición.
Sus manos se aferraban a las sabanas y sus dientes apretaban sus labios para no gemir ante cada lamida, no jadear ante cada succión y no gritar al sentir esos dedos penetrarlo con fuerza, el ataque en sus dos frentes lo tenía fuera de sí.
—No te reprimas Ryouta — si, quería matar a su novio, ese tonito burlón se lo haría pagar.
Había cierto acontecimiento que no lo dejaba entregarse por completo, sus piernas se tensaron, estaba a punto de llegar.
—Sal…te ~, kagami~ ah — llevo las manos a su cabeza para apartarlo, más cuando hay placer el cuerpo se antepone a la razón, tomo sus cabellos con fuerza y embistió esa boca que les estaba proporcionando un placer inimaginable.
Eyaculo. Kagami se alejó un poco e intento no atragantarse, lamiendo sus labios y la punta de sus dedos. Sonrió.
—Creí que ibas a alejarme —dijo burlón.
—Lo… siento — se sonrojo, su mano la tenía en su pecho y la otra en sus ojos — kagami le sonrió con ternura amaba verlo tímido, a veces era tan hermosamente desinhibido que verlo en pose avergonzada le gustaba —ya… quítalos — el rubio se removió al sentir todavía esos dedos jugar con su entrada.
—¿Que quite qué? —metió el tercero, moviéndolos de manera circular, los sacaba y los volvía a introducir
—Tus dedos, ya basta no seas imprudente — le regañaba volviendo a excitarse.
Kagami solo se deleitaba ante todas su reacciones, negarse de boca pero entregarse de cuerpo se le había una bonita combinación.
Subió y miro esos dorados ojos, antes de besarlo. Introdujo su lengua en una boca que estaba siempre dispuesta para él, mientras lo besaba recordaba si alguna ves Kise se habría negado algún beso suyo y no… eso jamás había pasado, a veces peleaban, el rubio le ignoraba, pero si le buscaba y le intentaba besar le respondía, berrinchudo y todo pero le respondía.
—Date vuelta Kise —susurro en su oído mordiendo y tirando con sensualismo su arete. Le dio su espacio y vio deseoso como ese fino cuerpo le daba una vista digna de alabar, su piel era perfecta, su cuerpo precioso, cuerpo fuerte de un deportista, pero con una delicadeza que solo Kise podía poseer. Esa definida cintura le volvía loco, reconocía en su interior, que amaba poseerle en esa posición devorar su espalda con besos, mientras se sujetaba de su cintura para arremeterle como su no hubiera mañana le encantaba.
—Me hare viejo taiga — rió ante el reclamo.
—Lo siento estaba disfrutando de mi paisaje personal —acaricio su trasero, dando un beso para nada casto en una de sus redondas paredes.
Se puso detrás de él y tomo su miembro masajeado un poco, estaba duro y listo para la batalla, tanteo el terreno notando como esa entrada se contraía deseosa de su carne, con la punta jugo, la metía un poco y la sacaba, rodeando aquel orificio.
Dios, el mismo estaba desesperado por adentrase en su calor y aun así le gustaba torturarlo y torturarse.
Se iba a meter con toda la fuerza colosal del mundo, hasta que algo los saco de balanza, fue como si un balde de agua de la misma Antártida les hubiera caído encima
El embrujo se rompió, kagami tiro el garabato de su vida mientras tomaba el cubrecama y se tapaba la cintura, se dio vuelta rápidamente y miro con verdadero horror hacia la puerta.
Kise estaba en las mismas condiciones, kagami con su cuerpo tapaba su desnudes miro su ropa y solo con la mano trato de alcanzarla para ponérsela.
Ahora era que recordaban el por qué no era prudente que hicieran de las suyas esa noche, y el motivo de porque Kise se había quedado alojar con las mejores intenciones.
Dos de su mejores amigos había querido tener una cita, después de mucho tiempo y le habían pedido a kagami que cuidara de su “sobrino” con esa idea se había quedado, ayudarlo a cuidar al pequeño kurocchi-junior.
Mismo pequeño que estaba mirado con ojitos saltones al par de “responsables”.
Kise se levantó y lo tomo en brazos.
—¿Qué paso? — su vos era tierna y kagami reconocía otra cosa. Quería verlo así por el resto de sus vidas pero con uno propio.
—No puedo dormir — dijo adormilado y no pronunciando bien.
—oh está bien, ¿quieres dormir con nosotros? — Asintió abrasando al rubio, Kise vio que kagami se iba de la pieza — ¿A dónde vas?
—Tranquilo, tengo algo que solucionar en el baño, me hubiera gustado que fuera tu boca o tu interior…
—¡Taiga! — le regaño tapándole las orejitas el menor
—Está bien, por ahora me conformare con ella — dijo levantando su mano mientras salía de la habitación — vengo enseguida hazlo dormir.
Kise movía la cabeza de un lado hacia otro, luego sentó al pequeño en el suelo mientras le hablaba arreglando la cama.
Cuando kagami volvió, los encontró durmiendo tranquilamente abrazados, los abrigó y se acostó en el otro extremo, abrasando a los dos, concilio el sueño con el deseo de muy pronto agrandar su pequeña familia y con la pregunta de ¿qué pensaría su rubio?
Al siguiente día, tuvieron que lidiar con la mirada de suspicacia de sus dos amigos, su retoño les había mencionado que kagami era malo, porque estaba encima de Kise, y lo estaba haciendo llorar.
Inventaron una mentira mal disfrazada para el pequeño, pero que lo mayores no habían comprado, siendo regañados por no poder aguantar ni siquiera un día.
Fin.