Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Teasing him por KaLyn

[Reviews - 55]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Vaya, aquí tenemos otro capítulo para vosotros ^^ Es más largo de lo que estamos acostumbradas a escribir, pero bueno... no nos dimos cuenta hasta más tarde, así que mejor para vosotros (?) 

 

Capítulo 16


 


El instituto se acabó antes de que Hiroki o Ryou se dieran cuenta. Tuvieron que recoger lentamente para que la clase se quedara vacía y poder despedirse sin que hubieran miradas indiscretas pendientes a ellos.


Fueron una serie de besos dulces que Hiroki no quiso forzar más, ya que el mayordomo repipi del pequeñajo lo estaba esperando, así que le hizo gestos para que se fuera primero.


Al llegar a casa, Hiroki se encontró con su madre y su padrastro discutiendo y a sus pequeñas hermanastras asomadas en las escalera, con caritas tristes y tapándose los oídos, hablando entre ellas.




  • ¡Estoy en casa! -anunció para que ambos dejaran de discutir.




  • ¡Hiroki! -Su madre se acercó a él-. Llegas temprano -dijo mirándolo con sospecha de arriba a abajo.




  • Es un delito, regístrame -dijo con sarcasmo Hiroki, cruzándose de brazos.




  • No le hables así a tu madre -advirtió su padrastro avanzando hacia él amenazante.




  • Hiroki -su madre intervino e impidió, por suerte de aquel cerdo, que lo golpeara hasta la muerte-. Han invitado a Seiichirou a una fiesta y tendremos que dejaros solos. Estábamos a punto de llamar a una niñera, pero llegas a tiempo para hacerte cargo de las niñas. Vamos, cielo. Hiroki se encargará de las niñas.




Hiroki se quedó con la boca abierta, ya que él acababa de llegar y nadie le había dado la bienvenida, tan solo lo estaban obligando a quedarse con dos niñas toda la tarde, sin poder salir o ver a sus amigos. Eso era como un castigo.


Sus padres estuvieron listos en el poco tiempo que Hiroki tardó en cambiarse el uniforme por ropa casual mucho más cómoda.




  • He dejado comida en el horno, pero si tenéis hambre, hay dinero. Pedid lo que sea -dijo su madre terminándose de revisar en el espejo del pasillo.




Se giró hacia las niñas y abrió los brazos para que la abrazaran. Su padrastro también se acercó a despedirse de ellas, dando múltiples besos en sus mejillas, hablando de cosas secretas que provocaba la risa en ellas. Mientras tanto, Hiroki tenía que ver cómo la familia perfecta se despedía delante de sus ojos, marginándolo. Haciendo ver que su presencia no era bien recibida en la casa.




  • Hiroki, que no le pase nada a ninguna de ellas -advirtió su madre frunciendo el ceño hacia él-. Cariño, vámonos.




Ambos se marcharon, dándole la espalda a Hiroki, sin preguntarle nada. Ni por el examen. Ni si estaba bien. Nada. Ni una triste sonrisa para la oveja negra de la familia. Hiroki inhaló un poco de aire, alterado. Echaba de menos a su padre, su calidez y sus abrazos en esos momentos más que nunca.




  • ¡Hiro! -sus hermanas, por lo menos, hacían que su presencia dolorosa en esa casa fuera más ligera-. ¡Vamos al parque!




  • ¿No has oído lo que mamá ha dicho? -preguntó agachándose hasta quedar a la misma altura que ellas-. No puedo dejar que os pase nada -dijo serio.




  • No nos va a pasar nada… por favor… casi nunca vamos al parque contigo -dijo Megumi tirando de su mano con impaciencia.




Su otra hermanita; Kasumi, parecía estar deseando ir también y lo miraba con los ojos muy abiertos, como si fuera a llorar en cualquier momento. Hiroki suspiró y se revolvió el pelo, asintiendo una única vez una seca manera.


Las dos se abalanzaron hacia él y lo tiraron al suelo, dando un gran abrazo conjunto, rozando sus naricitas frías en el cuello de Hiroki.




  • Vamos a vestirnos, Megumi -se dieron la mano y subieron a escoger su propia ropa.




Hiroki se palmeó la frente, sabiendo que era tonta la manera en la que se había dejado convencer por dos pequeñas niñas.


Cogió el dinero de su madre y se lo guardó, junto con las llaves y su teléfono y esperó pacientemente a que las niñas estuvieran listas para ir al parque. Al bajar las escaleras, se las encontró vestidas con simples pantalones y camisetas. Kasumi llevaba los calcetines disparejos, lo que hizo mucha gracia a Hiroki, así que no se lo dijo.


Ellas insistieron en ir de la mano todo el camino al parque, siendo objeto de miradas divertidas como curiosas que se acababan cuando una de sus hermanas le llamaba la atención llamándolo: hermano. En ese sentido, podía relajarse.


Al llegar al parque, Hiroki se deshizo de las dos manitas sudorosas con rapidez, dándoles permiso para ir a jugar a donde quisieran. Hiroki nunca esperó que se lo tomaran al pie de la letra y echaran a correr, alejándose de él a una velocidad vertiginosa para tener unas piernas tan cortas.


Tuvo que salir corriendo tras ellas, gritando sus nombres para que frenaran un poco, pero ellas se reían de él y corrían cada vez más rápido, hasta que vieron los columpios y toboganes y su interés pasó de hacer una carrera a ir a columpiarse.


Hiroki frenó el ritmo, al ver que se habían distraído con los juguetes y los otros niños.




  • ¡Niñas! ¡No os vayáis donde no os pueda ver! -advirtió.




Recibió unas risas como respuestas y después una llamada para que las empujara.


Hiroki tuvo que empujar los columpios con cuidado de no ir muy rápido y poco después, al ver que Hiroki no ponía mucho empeño, las diablillas fueron corriendo a la gran estructura donde estaban casi todos los niños.


Casi le dio un infarto al ver que una de ellas se resbalaba al escalar y corrió a bajarla de ahí con cuidado.




  • ¡Podías haberte hecho daño! -reprendió comprobando que estaba bien-. No me des esos sustos, ¿vale? -dijo revolviendo su pelo y soltándola-. ¡Megumi! -gritó al ver que ella sí había tenido éxito al escalar-. ¡Ten cuidado!




  • ¡Sube, hermanito! -animó ella desde todo lo alto, riendo despreocupadamente-. ¡No da tanto miedo!




Su otra hermana le echó los brazos al cuello, diciendo que ella quería subir también, así que Hiroki, delincuente, lleno de heridas y vendajes, tuvo que subir ahí a jugar con las dos para que ninguna de las dos se hiciera daño.




  • Os voy a comprar algo luego, algunas golosinas, pero que sea un secreto, ¿eh? -dijo pensando que así podría controlarlas.




  • ¡Sí!




Megumi se bajó por el tobogán y desde todo lo alto, mientras Hiroki jugaba con Kasumi, vio cómo un niño pasaba cerca de ella, jugando con sus amigos tan descuidadamente, que la empujó y ella cayó sobre sus manos.


Hiroki cogió el cuerpecillo de su hermana y bajó rápidamente, comprobando que sus manos solo estuvieran un poco raspadas, haciendo que dejara de llorar poniendo caras graciosas y repartiendo besos en sus manos y en su cara, haciéndole cosquillas.


Cuando Megumi se hubo calmado, Hiroki estuvo tentado de ir a por ese niño y regañarlo, pero su hermana tiró de su mano, diciendo que quería que jugara con ella, así que no tuvo más remedio que jugar a ser el monstruo que perseguía a las bellas princesas.


Por casualidad o destino, Ryou pasaba por allí tras acabar de comprar un par de cosas que le hacían falta para el instituto. Iba escuchando música; así que apenas hacía caso al mundo exterior, pero en cuanto vio a un chico alto y rubio, guapísimo y acompañado de dos niñas tan lindas, obviamente se quedó perplejo. Reconoció que era Hiroki a primera vista, pero ¿y esos dos angelitos? Ryou decidió acercarse más y con curiosidad, se puso a observar lo que hacía el grupito.


No tuvo que ponerse mucho más cerca de ellos para comprobar que, efectivamente, aquel muchacho era Hiroki. Con una gran sonrisa cargada de ternura, Ryou se dejó apoyar en uno de los árboles cercanos a la zona de juego del parque y se pasó varios minutos mirándolos.


Megumi comenzó a devolverle la mirada al moreno de vez en cuando; al principio indiferente por tener a un chico más mayor mirándola, pero más tarde comenzó a sonreír al desconocido cuando veía que le hacía caritas graciosas o le sonreía. Kasumi parecía algo más preocupada porque alguien que no conocía los estuviese mirando; así que tiró de la ropa de su hermano mayor para llamarle la atención.




  • Hermanito… -llamó la pequeña-. Ese chico no deja de mirarnos -con toda la inocencia de una niña pequeña, señaló descaradamente hacia donde estaba el otro joven.




A Hiroki le dio un vuelco al corazón nada más ver a Ryou observándolo bajo la sombra de aquel precioso castaño. Iba vestido con la ropa nueva que había comprado: pantalones oscuros rasgados, suéter ancho con bolsillos al medio y una chaqueta abierta con capucha de color oscuro que resaltaba aún más el claro de su piel y su pelo y sus ojos negros. El rubio se quedó sin palabras al verlo tan guapo y de manera tan inesperada.




  • ¿Lo conoces, hermanito? -preguntó una de las niñas.




  • ¿Es tu amigo? -añadió la otra.




  • Eh… Sí… -contestó Hiroki; embelesado con la pureza que despedía su pequeñajo.




  • ¡Entonces jugaremos con él también! -ambas salieron corriendo hasta chocar con el moreno, enredándose en sus piernas mientras reían y se regocijaban al tener un nuevo compañero de juegos.




Ryou les acarició el pelo a las niñas y tonteó con ellas mientras Hiroki se acercaba lentamente a él; movido como un autómata programado para acercarse hasta su objetivo. El moreno apenas se percató de que el otro se había parado justo frente a él. Ryou levantó el rostro y le sonrió; a punto de saludarlo. Sin embargo, no fue capaz de pronunciar palabra alguna, ya que antes de que pudiera hacerlo; Hiroki lo agarró repentinamente por la cintura y lo atrajo hasta pegarlo a él con un profundo beso. El moreno se quedó con ojos de plato, y ni el mismo Hiroki se había esperado actuar con tanto impulso, pero es que lo había encontrado tan atractivo que no había podido evitarlo hacerlo suyo ahí delante de todo el mundo. Reclamar ante todos que esa preciosidad le pertenecía a él y solo a él.




  • ¡Hermanito, eso da gérmenes! -gritó Kasumi. Megumi simplemente se llevó las manos a la boca mientras se reía.




  • Hola a ti también, Hiro -Ryou se mordió el labio, sonrojado y notando aún un poco de saliva del rubio tras el fogoso beso.




  • ¿Es tu novio? -preguntó Megumi tirando de nuevo de la ropa de Hiroki.




  • Sí -dijo con seguridad revolviéndole el pelo a su hermana-. Aunque tú también puedes ser mi novia, pero en secreto -le dijo Hiroki con tono de broma viendo una sonrisa enorme aparecer en su cara.




  • No -intervino Ryou tirando de Hiroki hacia su cuerpo-. Hiroki es solo mío -y le sacó la lengua, haciendo que la pequeña se echara a reír.




Empezó entonces una discusión amistosa entre las dos hermanas y Ryou, discutiendo sobre a quién pertenecía Hiroki, mientras este solo observaba divertido a los tres.




  • ¿Quién quiere un helado? -preguntó entonces pensando que nadie lo escucharía.




  • ¡Yo! -los tres se giraron hacia él gritando.




Hiroki se echó a reír al ver cómo el pequeñajo se había incluido entre las dos chicas sin darse cuenta y ahora parecía estar avergonzado. Tanto, que otra vez estaba rojo. Era tan adorable, que Hiroki no pudo evitar pasar un dedo por esa mejilla roja.




  • Vamos.   




Quiso coger a Ryou de la cintura, pero sus hermanas ya habían cogido ambas manos del pequeñajo, dejándolo a él al margen.




  • ¿Y yo qué? -se quejó con exagerado dramatismo.




Las niñas se echaron a reír y luego soltaron a Ryou, hablando entre ellas a susurros.




  • Para que mi hermanito no se ponga celoso, Kasumi y yo te vamos a dejar ir de la mano con él, pero solo un rato -dijo Megumi muy seria.




Kasumi cogió la mano del pequeñajo y la juntó con la de Hiroki, correteando hacia el otro lado de Ryou y cogiéndole la otra mano libre y Megumi hizo lo mismo, solo que le sacó la lengua a Ryou.




  • Hiroki es mi novio secreto -le decía a Ryou canturreando de vez en cuando.




Ryou estaba de nuevo rojo, completamente avergonzado porque la gente los miraba y quiso separarse de Hiroki, pero este no lo dejó. Con una sonrisa confiada, Hiroki agarró con fuerza su mano y la de Megumi con cuidado y los cuatro echaron a andar, aunque aquello no duró mucho tiempo.


Las niñas volvieron a distraerse con el pequeño lago del parque y fueron corriendo a ver los patos y los pececillos en el agua, haciendo que Hiroki echara a correr, persiguiéndolas ya que ambas estaban muy cerca del borde y él tenía miedo de que se cayeran.


Una vez fuera de peligro, las volvió a regañar y a advertir que no se fueran muy lejos. Siempre donde él pudiera llegar rápido a protegerlas.




  • No sabía que tenías hermanas -dijo Ryou una vez que ambos estuvieron solos.




  • Hermanastras -puntualizó Hiroki con la vista en las dos niñas que correteaban no muy lejos de ellos, de camino a la salida del parque.




Hiroki apartó la vista de las pequeñas un instante para posar un beso en la mejilla de Ryou ya que sentía que lo tenía desatendido y en cierta manera abandonado. El muchacho le sonrió con timidez al notar sus cálidos labios. Avanzaron un poco más y se sentaron en un banco que había a lo largo del camino mientras miraban cómo las niñas jugaban en el césped.




  • No está bien que mientas a tus hermanastras -rió el moreno-. Les has dicho que somos novios y no es verdad -dejó caer su hombro sobre el del rubio-. Además… ¿Qué pasa si de casualidad se les escapa algo de eso delante de tus padres? ¿No tendrás problemas? -Ryou sonreía plácidamente sin quitarle el ojo de encima a las pequeñas; era muy entretenido verlas curiosear entre las flores.




  • Tampoco es como si a mis padres les importara mi vida -suspiró Hiroki-. Mientras no noten que estoy ahí, no dirán nada -dijo fijando la vista en las niñas.




  • Pues a mi sí que me importa… -se acurrucó en el pecho de Hiroki, cerrando los ojos y disfrutando de la brisa-. Y seguro que a tus hermanastras también.




  • Gracias, pequeñajo -sonrió Hiroki rodeándolo con el brazo-.  Pero no pasa nada. Mis hermanastras son caso aparte. Ellas no se dan cuenta de nada porque son pequeñas y mis padres… -Hiroki se paró ahí y dejó de hablar frunciendo el ceño-. Mejor no hablar de ellos.




Ryou lo miró en silencio, esperando a ver si se decidía a contarle algún detalle más. Pero el rubio era así… nunca soltaba prenda. Era todo un misterio, casi como un dios griego: irresistiblemente hermoso, misterioso, atrayente… Le gustaría parecerse un poco a él en ese aspecto; saber destacar. Aunque Hiroki solía ocultar sus capacidades más brillantes y se desahogaba de la manera más fácil y vulgar; ocultándose de los demás, metiéndose en peleas, rechazando toda ayuda… Se estaba haciendo daño por culpa de conservar ese ego al que se mantenía aferrado día y noche. Ryou quería ayudarlo pero estaba seguro de que una vez más Hiroki se lo tomaría a la defensiva y tan solo empeoraría las cosas, por lo que decidió permanecer a su lado en silencio; reconfortándolo aunque no emitiera palabra alguna.




  • Si te sirve de consuelo mi madre es una mala bruja y a mi padre llevo casi diez años sin verlo… -sonrió con tristeza, apuntando la vista hacia el cielo mientras rememoraba los momentos que pasaba con su padre en aquel parque.




  • Al menos tu padre sigue vivo -Hiroki de repente dio un respingo, como si hubiera dicho aquello sin haberlo querido-. Lo siento, no era mi intención ponerme tan… agresivo -frunció el ceño, algo confuso.




Era la primera vez que se disculpaba con alguien por su actitud agresiva. “¿En qué me está convirtiendo el pequeñajo?” pensó en medio de la confusión.




  • Hiro… -le acarició la cabeza con cariño-. No tienes que disculparte, tonto… Lo siento mucho… -lo besó en la mejilla tras comprobar que no había gente alrededor.




Una de las hermanitas vino corriendo hacia ellos con varias flores en la mano.




  • ¡Mira, hermanito! -le mostró unas cuantas florecillas la mitad ya con apenas un par de pétalos por culpa de sus juegos-. ¿No son bonitas? -Megumi sonrió con carita de muñeca.




Ryou se echó a reír y tomó las flores que la niña ofrecía entre sus manos.




  • ¿Pero qué les ha pasado? -señaló hacia el destrozo mientras reía-. Tienen pupa.




Megumi las miró de cerca y se dio cuenta de que eran un desastre, así que abrió mucho la boca y las volvió a coger.




  • ¡Tienes pupa! -exclamó dando un saltito-. ¡Kasumi, tienen pupa! -volvió corriendo hacia su hermana.




  • ¡Curémoslas! -afirmó la otra cogiéndolas con todo el cuidado que pudo.




El moreno sonrió nuevamente; era imposible no ver la ternura en aquellas dos niñas.




  • Son adorables -comentó sin dejar de mirarlas-. Antes mientras te veía jugando con ellas… -se mordió el labio-. Érais tan graciosos -fue a añadir algo más, pero enrojeció muchísimo y no fue capaz de continuar.




  • ¿Simplemente graciosos? ¿No era irresistible? -Hiroki se mordió el labio inferior para evitar la sonrisa al pensar en él mismo, un tipo tan grande y que parecía tan peligroso, jugando con dos niñas pequeñas. Era definitivamente gracioso, pero no iba a admitirlo




  • Sabes que sí… -admitió el moreno tras una breve pausa-. Pareces un príncipe vayas como vayas. Eres muy guapo y lo sabes -le dio la espalda, como si estuviera celoso.




Hiroki no admitió aquello, así que lo cogió del hombro y lo giró ya que el pequeñajo no puso mucha oposición. Ryou lo miró con una ceja enarcada y cruzado de brazos, como si estuviera ofuscado, pero sin borrar una sonrisa del rostro. Le era imposible fingir cuando Hiroki lo miraba; era como si sus ojos color avellana destaparan toda la verdad con tan solo posarse sobre él.


Hiroki posó su mano en el mentón del pequeñajo y lo acercó a él para darle un beso rápido, disfrutando de sus labios una vez más. Parecía que nunca podría cansarse de ellos.




  • Deberíamos ir a por esos helados que prometí -dijo entonces separándose de él pesarosamente y levantándose-. No te preocupes, también habrá uno para ti -dijo guiñándole un ojo y ofreciéndole su mano.




  • Solo si me dejas a mi pagarlos -le dio la mano y se levantaron juntos-. No sería justo que lo hicieras tú ya que he sido yo el que me he metido en medio sin permiso -anduvieron hasta donde se encontraban las dos niñas.




  • Ni hablar -dijo Hiroki-. Pagaré yo. Quiero invitarte. Como en una cita -lo dijo con seriedad y mirando a las niñas llenas de arena y suciedad, pensando en que tendría que bañarlas antes de cenar.




El moreno arrugó los labios; entre feliz y avergonzado. “Una cita” repitió en su mente innumerables veces antes de volver a pensar en qué contestar.




  • Está bien. Te dejaré -le dio su mano libre a una de las hermanastras, mientras la otra se agarraba desde el otro lado a Hiroki-. Pero con la condición de que en la próxima cita me toca invitar a mi -guiñó el ojo con una sonrisilla pícara.




  • Tenlo por seguro -Hiroki no le estaba dando tanta importancia al hecho de que iban a tener más citas. Él simplemente había asumido que ellos iban a estar juntos una buena temporada como poco-. Niñas, id pensando de qué queréis el helado. Pero luego no se lo digáis a mamá o me reñirá. Recordad que es un secreto -se agachó y se llevó un dedo a los labios hasta que las dos repitieron el gesto.




Caminaron con tranquilidad hasta la heladería más cercana. El dueño; un amable anciano con bigote, tuvo muchísima paciencia al cumplir las exigencias de las pequeñas, que no se decidían con el sabor o cambiaban de opinión en el último momento. Ryou pidió una de caramelo y nata y tras la compra, volvieron a la calle a continuar cuesta abajo mientras lo iban devorando.


Hiroki miraba las ropas de las niñas con miedo, pensando que se las iban a manchar tanto que iban a quedar irreconocible, pero su mirada se alejó rápidamente cuando vio a su pequeñajo disfrutando del helado. Era tan sensual que a Hiroki casi se le cayó su propio helado de la impresión.


Miró alrededor, alertado por la posibilidad de que alguien más lo estuviera contemplando, para hacer que esa mirada se alejara de su pequeñajo. Cuando vio que no había mucha gente por la calle, atrajo de nuevo su cara y le dio un profundo beso, saboreando de paso, el dulce helado en sus labios.




  • Comer un helado de esa manera debería estar prohibido -dijo soltándole el mentón lentamente, haciendo una última caricia en su mejilla-. Me gustaría ver qué otras cosas haces con la lengua -Hiroki no pudo evitar insinuársele, ya que era un espectáculo digno de ver.




El pequeñajo se quedó boquiabierto, queriendo fruncir el ceño y echarle la bronca por haber hecho algo tan arriesgado y vergonzoso en público y delante de sus hermanastras, que por suerte estaban distraídas con los dulces. Pero Ryou había disfrutado tanto del beso y de la actitud sexy del rubio que fue incapaz de decirle nada. Hiroki sabía que estaba enfadado; podía verlo en su frente arrugada, pero también sabía que su pequeñajo ya obedecía como todo un cachorro adiestrado, y que poco a poco iba cediendo ante sus caprichosas acciones.




  • E-Eres un pervertido -titubeó volviendo a llevarse el helado a la boca para tener una excusa para apartar la mirada y tener los labios ocupados.




  • Mientras lo sea solo contigo, creo que no tienes mucha queja, ¿no? -se volvió a acercar a él y lamió de su helado, lentamente. Se relamió los labios y continuó andando como si nada, mientras que por dentro se reía de la expresión del pequeñajo.




Ryou se iba poniendo un poco más nervioso con cada movimiento del macarra. Se le estaba subiendo la temperatura a pesar de lo frío del helado y sabía que si seguía provocándolo no iba a poder aguantar mucho más antes de suplicarle que lo hiciera suyo. Desde hacía pocos días, el moreno se había dado cuenta de que sus pensamientos se volvían más y más turbios con respecto a Hiroki; deseándolo hasta un punto que ni él mismo pudo imaginarse que podría sentir. Le preocupaba el hecho de que estuviera todo el día pensando en él; en cuanto se despertaba, de camino a clase, cuando se metía en la cama, en la ducha…


No era capaz de decir desde cuando le gustaba tanto, pero lo que sí sabía con certeza era que ese sentimiento era ya irreversible a ese punto.


Estuvo tentado de seguirle el juego; de acercarse a él y robarle un beso con los labios manchados del dulce, de hacer que el helado se derritiera en la boca del rubio, jugar con su lengua… Sin embargo, en el último momento se acordó de las pequeñas; no iba a hacer eso delante de ellas, y aparte estaban en público, lo que terminó de convencerlo de que era peligroso ceder ante los encantos de Hiroki.




  • ¿Quieres ir a algún sitio? -preguntó para evadirse de aquellos pensamientos.




  • Iría a cualquier parte, pero tengo que cuidar de ellas hasta que mis padres lleguen de la fiesta -dijo mirando a sus hermanas mancharse las manos y la ropa-. Siempre y cuando ellas puedan ir también, iré donde tú quieras -dijo buscando a ver si tenía pañuelos para limpiar a esos dos desastres en miniatura-. Tengo una idea, ¿por qué no te quedas a cenar con nosotros? Mis padres no estarán de todas formas -dijo sonriendo y esperando una respuesta positiva.




  • ¿De veras? Bueno… La verdad es que me encantaría -sonrió-. Pero, ¿no sería una molestia para vosotros? -preguntó rascándose la nuca.




  • ¿Más que esos dos diablillos o Kei juntos? He cenado con los tres. Créeme, no será una molesta -dijo riéndose mientras recordaba aquel desastre.




  • ¿Kei va a venir? -preguntó entonces Kasumi con los ojos como platos-. Kei es muy divertido y siempre…




  • No -cortó Hiroki limpiándole la ropa y las manos a la pobre-. Estamos solos y Kei es… demasiado… -Hiroki negó con la cabeza-. Kei es un desastre. Puede venir cuando estén papá y mamá -hizo una mueca desagradable al pronunciar aquello-, pero no cuando estemos solos.




  • Vale… -dijo Kasumi resignándose y volviendo su atención al helado.




  • Pintaron las paredes -explicó a Ryou, quien parecía confuso ante aquello-. Las paredes. Tuve que limpiarlas con Kei. Me llevó toda la tarde. Así que no. En todo caso, sería un alivio para mí tenerte allí.




  • Si que tienen energía -rió el moreno, acariciando suavemente la cabecita de Megumi-. Estaré encantado de comer con vosotros. ¿Quieres que cocine yo? -las pequeñas se le engancharon a las piernas y jugaron a agarrarse hasta resbalar y caer.




  • En realidad creo que hay comida… en el horno, según me dijeron -Hiroki tenía la cabeza embotada de pasar toda la tarde con las niñas.




  • Yo la terminaré de preparar y servir. Seguro que necesitas un descanso -se acercó más a él y le acarició la espalda suavemente, subiendo la mano por su columna hasta su cabeza, donde enredó los dedos entre sus cabellos-. Y mientras tanto tú puedes bañar a las pequeñas -rió de su propio comentario, ya que sonaban a familia de recién casados.




Hiroki suspiró, dejándose caer contra su mano, sintiendo cómo se iba calmando poco a poco gracias a las caricias en su cabeza.




  • Me ayudarías bastante… aunque tampoco quiero molestarte si tienes algo que hacer.




Hiroki se distrajo un instante por un hombre que pasaba y que posó su vista en Ryou; en su pequeñajo. No iba a permitir que nadie que no fuera él lo mirara con esos ojos, así que colocó la mano que no estaba sujetando el helado en su cintura y lo atrajo hacia él, posando los labios en su cuello, mirando fijamente a ese hombre, quien finalmente apartó la vista, algo sonrojado incluso.


Hiroki frunció el ceño y revisó el cuello del pequeñajo, viendo que las marcas que había dejado ya empezaban a desvanecerse.




  • Voy a tener que hacerte mío para que te dejen en paz… -murmuró más para sí que para Ryou.




  • Oye… -balbuceó el muchacho-. Ese hombre nos estaba mirando -se giró para comprobar que el señor no se volvía y continuaba con su camino-. No seas tan descarado -se sonrojó.




  • Precisamente porque nos estaba mirando he tenido que hacer eso. ¿No eres consciente de las miradas que atraes? -dijo en parte cabreado por culpa de los celos.




  • No sabía que te fijabas en esas cosas… -murmuró agachando la cabeza-. Pareces celoso -lo molestó con una sonrisilla.




  • ¿Celoso? -Hiroki lo pensó y sintió su sangre hirviendo de la rabia-. Sí, lo estoy. Voy a tener que encerrarte para que nadie más pueda tocarte.




Como Hiroki vio a sus hermanas pendiente a lo que ellos hablaban, simuló que era un león y levantó ambas manos, saltando sobre Ryou y luego sobre las niñas, quienes dieron chillidos y estallaron en risas.


Hiroki sonrió al verlas tan felices y como solo le quedaba la parte del final del helado, la que tenía chocolate, se la ofreció a Ryou y se sacudió las manos antes de coger más pañuelos y limpiar a las niñas, ya que parecían haber acabado de comer la mayoría del helado… solo que la ropa de las dos se había llevado la mayor parte.




  • ¡Hermanito Ryou! -gritó Megumi de pronto-. ¡Yo también quiero darte lo que me queda de helado!




La niña se acercó corriendo a él, con su tarrina de helado de fresa al que le quedaba tan solo la parte del fondo derretida. Cuando la pequeña llegó junto a Ryou, su pie tropezó con un bache en el camino y la tarrina salió despedida por los aires… Acabando entre el pelo, la cara y el cuerpo del muchacho.




  • ¡Oh no! -exclamó Kasumi, que se llevó las manos a la boca al ver lo que había hecho su hermana-. ¡Pareces un chicle de fresa! -rió señalando al moreno.




Ryou se carcajeó también y calmó a Megumi, que no sabía por dónde empezar a disculparse.




  • ¡No pasa nada, no pasa nada! Tan solo tengo que darme una ducha -les sonrió con los ojillos cerrados-. Lo siento Hiroki, mi casa está bastante lejos… ¿Te importa si ya de paso me ducho en la tuya?




  • Claro que no -Hiroki no pudo resistirse y cuando las pequeñas no miraban, lamió parte del helado de fresa de su rostro-. De hecho, me gusta la idea de que te duches en mi casa -sonrió insinuantemente solo para él.




  • Tan solo va a ser una ducha -lo apartó cariñosamente-. Que te veo las intenciones…




  • Si me ves las intenciones y aún así vas a venir… -Hiroki negó con la cabeza-. No puedo garantizar que no te atacaré -dijo medio en serio medio en broma




  • Algún día llegaré a pensar que todo esto lo tenías planeado con tu hermana -rió mientras cogía la mano de la pequeña-. Tendré que asumir el riesgo, supongo -la ayudó a dar saltitos mientras la balanceaba.




  • Entonces decidido, vamos volviendo antes de que suceda otro desastre.




Cuando Ryou estaba distraído, Hiroki se acercó a su hermana y le susurró algo al oído que el otro no llegó a escuchar: “buen trabajo”. Megumi contestó que no lo había hecho aposta con un mohín, pero Hiroki la despeinó de todas formas. Para él, había hecho un buen trabajo independientemente de sus intenciones.


Estaba deseando ver al pequeñajo usar su ropa y andar por su casa lejos de la mirada de sus padres. Estaba deseando compartir su habitación con él y ver sus diferentes expresiones al ver las fotos de cuando era pequeño, sus juguetes, música… Hiroki frenó ese pensamiento antes de que invadiera todo su cuerpo y antes de que su corazón comenzara a alterarse. Hiroki estaba empezando a darse cuenta de que estaba comenzando a sentir… cosas por él que nunca antes había sentido con nadie: el deseo de compartir una parte de su vida con otra persona. Sin embargo, tenía miedo. El gran Hiroki; al que no le asusta una pelea o que no duda en lanzar el primer golpe… tenía miedo de ser abandonado de nuevo y eso lo retenía. Lo frenaba para poder aceptar los sentimientos de Ryou. En el fondo, casi esperaba que Ryou lo abandonara también, tal y como todos habían hecho.


Apartó esos malos pensamientos de su mente y se concentró en el presente, mirando a Ryou perseguir a las niñas y jugar con ellas mientras que Hiroki se quedaba detrás, caminando con algo más de tranquilidad. Era obvio que tenía miedo. Cuando se marchara, él lo echaría de menos.


Un rato más tarde llegaron a casa del rubio. Comenzaba a anochecer y la suave luz de la luna se asomaba ya a través del cielo. Pasaron adentro y las niñas fueron las primeras en deshacerse de sus zapatos y dejarlos tirados por medio, comenzando a correr por el pasillo mientras jugaban la una con la otra a pillarse. Hiroki tuvo que llamarles la atención para que tuvieran cuidado, pero ellas estaban en su mundo.




  • Deberías de ir a bañarlas -le dijo Ryou mientras se quitaba la chaqueta y la dejaba colgada en la entrada.




  • ¿No te importa esperar a que termine con ellas? Estás todo lleno de helado -se rió Hiroki.




  • No me importa para nada. De hecho iré preparando lo que haya en el horno mientras tanto. ¿Te parece bien?




  • Claro que sí. Niñas, id a coger los pijamas -apremió Hiroki gritando a las dos para que cogieran las cosas.




Mientras tanto, Hiroki le enseñó la cocina a Ryou y cuando estaba a punto de irse, Hiroki sintió como si se estuviera olvidando de algo y miró al pequeñajo un poco confuso.




  • Siento que se me olvida algo… -dijo pensativo sin dejar de clavar su mirada en los profundos ojos negros de Ryou.




  • ¿Darme un beso? -lo tentó el otro con ojillos traviesos.




Hiroki avanzó hacia él y lo tomó posesivamente, lamiendo los restos de helado y besando sus labios ardientemente, jugando con su lengua, como si pudiera quedarse con todo el sabor dulce que el helado le había dejado en la boca.


Sus manos recorrieron su cuerpo con lentitud, deteniéndose en algunas zonas más que en otras, pero tuvieron que separarse con un respingo cuando una de sus hermanas gritó el nombre de Hiroki desde el baño.




  • Mierda… -murmuró Hiroki besando sus labios con dulzura antes de separarse-. Que sepas que no he terminado ni de lejos contigo.




El joven de ojos negros lo miró marchar de la cocina apoyado sobre la encimera, sin dejar de fijarse en su figura esbelta y fuerte. Un claro sonrojo bañaba sus mejillas tras tener todo tipo de pensamientos causados por las últimas declaraciones de otro muchacho.


Una vez enfriado de nuevo, se dio la vuelta y sacó la comida del horno, que resultó ser un pollo precocinado hecho a medias. Decidió darse la libertad de rebuscar en la cocina hasta dar con el cajón de las especias; lo sazonó un poco para que no supiera a comida industrial y lo volvió a meter al horno para que se terminara de hacer.


Cuando Hiroki y sus hermanastras volvieron a la cocina ya limpios y arreglados se encontraron la mesa puesta y los platos recién preparados; cada uno con un trozo del pollo y la salsa que había quedado después de que el moreno hubiera hecho uso de sus habilidades culinarias. Las pequeñas se emocionaron muchísimo al ver que Ryou les había dibujado unos animalitos con las piezas de la comida y la forma de las servilletas, así que al contrario de como solían hacer cuando su madre les servía la comida, se sentaron sin rechistar y con ganas de hincarle el diente al plato.


Ryou también tomó asiento junto a Hiroki y les deseó buen provecho antes de que todos comenzaran a comer. El ambiente era de lo más agradable y familiar, no como cuando Hiroki comía con sus padres, que ni lo miraban ni se atrevían a entablar conversación con él de ningún otro tipo que no fuera una riña.


A medida que fueron comiendo; Ryou notó cómo Hiroki le iba metiendo mano bajo la mesa de manera discreta y ajena a la inocencia de sus hermanastras… Primero le manoseó los muslos, luego se atrevió a tocar su piel por debajo de su camiseta y más tarde decidió pasear las manos hasta su trasero, agarrandolo sin parar de comer ni hacer ningún gesto sospechoso con la cara o el resto del cuerpo. Ryou estaba algo avergonzado de que lo tocara así delante de las niñas, pero tampoco pudo evitar disfrutarlo.


 


En cuanto acabó la cena, el rubio mandó a las niñas a dormir y tuvo que meterse con ellas a la habitación para que se estuvieran quietas y se metieran en la cama. Ryou aprovechó el barullo para avisar a Hiroki de que se iba a meter a la ducha, así que fue mientras el otro se ocupaba de las diablillas.


El moreno dejó salir un suspiro de gusto y alivio en cuanto el agua caliente bañó su piel. Necesitaba un momento de tranquilidad; las niñas lo habían dejado agotado. Se apresuró en limpiar las zonas de su cuerpo pringosas por el helado; enjabonó su pelo y retiró el olor a fresa de su piel todo cuanto pudo, luego ya simplemente se dejó adormecer por la sensación de calidez del agua.


Apenas escuchó cuando la cortina de la ducha se deslizó con fluidez hacia un lado y una grandes y fuertes manos comenzaron a manosear su cuerpo.




  • ¡Es de mala educación no llamar a la puerta! -gritó por lo bajo, apresurándose en tapar la parte inferior de su cuerpo.




  • Es mi casa -contestó el rubio con chulería.




  • ¡Es mi cuerpo! -le replicó el otro tratando de apartar las manos de Hiroki sin eficacia.




  • No, no… Este es MI cuerpo -volvió a adueñarse de la piel de Ryou con ganas inaguantables, tocando con erotismo los puntos que le llamaban más la atención: bajo sus clavículas, justo encima del ombligo, sobre las marcas casi borradas de su cuello...




Se arrimó un poco más y comenzó a succionar su piel, volviendo a amoratar los chupetones que había hecho días atrás para que volvieran a recuperar su color y tamaño. El moreno no pudo evitar agarrarse a él, mojándolo y regalándole un par de tiernos gemidos cerca de su oreja.


El agua mojaba su ropa, pero a Hiroki no le importaba. Solo podía pensar en él y en cuanto le gustaba su piel, su cuerpo, sus labios… Notó las manos de Ryou tocándolo, así que se deshizo de la camiseta, presa del deseo por poseer el cuerpo del pequeñajo. Por hacerlo suyo.


Lo empujó contra la pared del baño sin dejar de besarlo, con el agua cayendo directamente sobre ellos, lo que para Hiroki era un problema, ya que el pelo le impedía ver, así que más de una vez tenía que pasar la mano para retirarlo, hasta que Ryou posó sus manos en él y Hiroki comenzó a ronronear por lo bajo, tocando donde nadie más había tocado, sintiendo que el pequeñajo era suyo. Ryou le pertenecía.


Escuchaba los gemidos bajos de Ryou en su oído, lo que lo animaba a seguir mordiendo su piel y frotándose contra él con ímpetu, comenzando a jadear también por el deseo.




  • Ryou… -murmuró con la voz ahogada-. No quiero parar -Hiroki tragó saliva, abriendo los ojos y contemplando ese pequeño cuerpo sonrojado  que tenía presionado contra la pared-. Mierda.




Era tan jodidamente sexy, que Hiroki solo se quedó mirando, bebiendo de su imagen, intentando que quedara grabada en su retina para cuando lo dejara. Ryou no lo miraba, estaba mirando hacia abajo, intentando taparse, con la cara roja y los labios apretados.




  • Ya sé que dije que no iba a hacerte nada… pero me lo pones muy difícil.




Hiroki no sabía si Ryou estaba asustado. No era eso lo que quería provocar en él.




  • Dijimos que cuando averigüe lo que siento, debería decírtelo, ¿verdad?




Ryou asintió en silencio y Hiroki suspiró. No estaba seguro de si él sería capaz de amar a alguien alguna vez. Con todo, por Ryou podría decirse que era el primero por quién no solo había sentido deseo. También había sentido curiosidad. También había querido atormentarlo. Pero no sabía si él tenía esa capacidad de amar y no podía decírselo, no quería tener que verlo llorar otra vez.


Hiroki suspiró de nuevo y se apartó lentamente de él, aunque estaba excitado, no se iba a aprovechar del pequeñajo de esa forma. Si hubiera sido alguno de sus anteriores ligues, quizá incluso lo hubieran hecho más de una vez, sin importar los sentimientos de ninguna de ellas… pero Ryou le importaba lo suficiente como para pensar en él y en sus sentimientos.




  • Será mejor que te deje tranquilo. Vendré a traerte ropa.




Hiroki se desplazó y cogió una toalla para pasársela por el cuerpo y tiró los pantalones y su ropa interior junto a la camiseta mojada del suelo, enrollando la toalla alrededor de su cintura, con el pelo goteando sobre su espalda.




  • ¡Espera! Hiro… -lo detuvo el moreno sacando el brazo de la ducha para agarrarlo-. Ven aquí… -lo atrajo-. Cuando me tocas… -tímidamente volvió a posar las manos del rubio sobre su cuerpo; dejando que los dedos corrieran libremente por su piel mojada-. ¿Qué es lo que sientes? ¿Lo que piensas? -vio como Hiroki se relamía al volver a estar en posesión de aquel cuerpo virgen-. ¿Es diferente a cuando tocas a otra persona cualquiera? -lo hizo mirarlo a los ojos-. ¿Soy diferente… especial?




El rostro del rubio estaba humedecido no solo a causa de las gotas de agua que aún lo mojaban, sino también por un ligero sudor que asomaba en sus sienes; estaba demasiado excitado y quería poseerlo ahí mismo, cuanto antes. Aunque la razón lo frenaba de cometer un acto tan salvaje, Hiroki sabía que con otra persona no tendría tanta consideración…




  • Ryou, tú… no quieres saberlo. No quieres saber en lo que pienso -dijo atormentado-. No me lo pongas más difícil.




  • Eres tú el que me lo pone difícil… -soltó sus manos-. ¿No ves…? -suspiró-. ¿No ves que estoy deseando ser tuyo? ¿Qué me muero por entregarte todo lo que ansíes? -se pasó las manos entre los cabellos empapados.




  • Ryou… no -dijo cortante-. Tú mismo lo dijiste. No hasta que averigüe lo que siento.




El moreno agachó la cabeza, dejando que sus cabellos negros colgaran de su frente.




  • Tienes razón… -volvió a cerrar las cortinas-. Será mejor que vayas a ponerte algo de ropa… -se quedó en silencio sin añadir nada más; claramente dolido.




  • Ryou… no… -Hiroki maldijo en voz baja-. No quiero que te sientas mal…




Mirando al pequeñajo, Hiroki comprendió que era todo su culpa. Sus lágrimas, sus peleas, sus problemas… todo aquello, todo su sufrimiento, era la maldita culpa de Hiroki. En ese instante, incluso se planteó la posibilidad de dejarlo ir. Volver a antes de que se conocieran. Para Ryou, sería claramente una mejora de su situación. Tan pronto como lo pensó, Hiroki comenzó a hablar, ya que no era de los que pensaban dos veces antes de poner en marcha algo que hubiera pensado.




  • Ryou… creo que sería mejor para ti si… dejaras de verme -dijo sin querer mirarlo a la cara.




  • ¡Hiro! ¿Es que eres idiota? -lo escuchó gritar a través de las cortinas; su voz sonaba llorosa-. Te quiero… -murmuró haciendo que su voz se mezclara con el sonido del agua cayendo.




En ese mismo instante ambos escucharon como alguien abría la puerta de entrada de la casa.




  • ¡Ya hemos vuelto! -gritó la madre de Hiroki; probablemente sin darse cuenta de que era tarde y de que las niñas ya debían estar durmiendo.




  • Mierda -dijo Hiroki mirando hacia donde estaba Ryou-. Rápido, coge una toalla, ve a mi habitación.




Sin perder mucho tiempo, Hiroki le lanzó una toalla y apenas esperó a verlo salir envuelto en ella para levantarlo y llevarlo en su habitación colgado sobre un hombro.



  • Quédate aquí y no hagas ruido -instruyó con el corazón latiendo con fuerza.

Notas finales:

¿Os gustó? Esperamos de todo corazón que sí ^^ Gracias por leernos :)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).