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La Piedra de Excálibur por Aithusa

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Notas del capitulo:

Holaaaaa No se crean que siempre publicaré así de temprano, eso solo pasó hoy porque debo salir y no sé cuándo vuelva a mi casa :S Aquí está el primer capítulo oficial del fanfic :D Merlín y Arturo ya son adultos, es de cuando finalment se conocen.

Disfrútenlo :D

¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son.” Calderón de la Barca.

 

Entonces, desperté.

 

Estaba en mi habitación con los primeros rayos del sol entrando por la ventana del cuarto sin cama y lleno de escobas en el que duermo desde que nací. Existen 88 constelaciones en el cielo nombradas por todas las diferentes culturas que han habitado la tierra. La mayoría de ellas, estudiadas por los navegantes para poder guiarse en las noches durante sus viajes. Existen muchos misterios en el universo que el hombre todavía no ha descubierto. Para mí, el mayor misterio no es mi existencia, ni mi destino. No se puede tener por “misterio” algo que sale a colación 76 veces al día en tu vida. El misterio es, realmente, ¿qué tan real es el encuentro con Arturo Pendragón que noche tras noche se aparece en mis sueños, y, por qué me siento tan en mi hogar cuando aparece?

 

Me vestí como era costumbre, con unos holgados pantalones marrones algo viejos, una camisa que no se notara tan viejita una bufanda roja en mi cuello. Lo escuálido de mi cuerpo contrastó de inmediato con mi cara de sueño y frustración: Básicamente tengo que viajar por dos días seguidos hasta el castillo de Cámelot para ponerme a salvo, según mi madre debía estar con alguien que supiera guiarme y entrenar mis “dones”, un lugar donde pueda practicar estando a salvo, así que ella me pidió que fuera hasta Cámelot, a dos días de viaje, para ser el pupilo de Gaius, el médico de la corte. En definitiva, mi vida podría ser mucho mejor que esto. Una vez más: Muchas gracias por nada, dioses cabrones.

 

--------------Mientras tanto, en Cámelot...---------------------

 

-Te lo estoy pidiendo amablemente, Gwen. Anda, tú sabes que en mis ojos no hay nadie más aparte de ti. Eres mi chica y necesito que me hagas este favor.-Suplicó Arturo, normalmente, Gwen terminaba por acceder a la quinta o sexta sonrisa encantadora y al guiño irresistible de sus azulados ojos.

 

-Soy tu chica cuando te conviene.-Se quejó Gwen sin darle mayor atención al príncipe y continuando con su labor de secar y doblar los elegantes vestidos de Lady Morgana.-Anoche, por ejemplo, no viniste a despedirte ni a darme las buenas noches.-Eso era el colmo del cinismo real que Arturo podía mostrarle. Desde hace días, Gwen sabía, aún siendo una simple sirvienta, que para el príncipe se había convertido en una diversión. En un juego sexual donde él solo aparecía y era tierno cuando quería un favor o, por el contrario, cuando quería una noche de pasión fulminante. Podría ser todo lo pobre que era, pero tonta no era una de sus cualidades. Sabía bien qué tan poca importancia tenía en la vida de Arturo y aunque eso le dolía, no podía ni evitarlo ni cambiar las cosas. ¿Lo mejor? Arturo estaba muy al tanto de eso. ¿Lo que era para rematar la situación? Arturo no podía estar más feliz de tener a Gwen justo en donde la quería: bailando en la palma de su mano un tango de manipulación.

 

-Sabes que tenía una junta importante con mi padre.-Le dijo Arturo rodeando su cadera con sus brazos y acariciando en un murmullo inaudible el lóbulo de su oreja, mitad juego, mitad provocación y mitad manipulación. Gwen trató de mantenerse firme pero le costaba permanecer fuerte en sus creencias. Arturo no sólo era excesivamente apasionado e irresistible cuando quería, sino que, además, tenía literalmente el mundo a sus pies: todas las doncellas del reino y de la corte estaban o profundamente enamoradas de él o profundamente obsesionadas. Gwen no podía negar esa verdad, se sentía, por un momento efímero y encantador, superior a las demás. Arturo siempre la buscaba, para sexo o para algún favor pero la buscaba. Eso no sólo era mucho para alguien de su condición social, morenita, baja, de rizos negros y manos de sirvienta sino que también, era todo un honor ser el juguete sexual del príncipe, futuro rey de Cámelot.-Te recompensaré muy bien más tarde.-Susurró en su oído y esa voz profunda y encantadora fue la súplica que colmó el vaso. Gwen se volteó de golpe entre sus brazos y le dio un pasional beso en sus labios llena de deseo y algo de desesperación.

 

-Lady Morgana no se puede enterar que he sido yo quien te ha ayudado. Si se entera, hará que me cuelguen viva.-Arturo se rió sobre sus labios aún aprisionándolo contra sus muy gruesos pectorales. Y le sonrió.

 

-Jamás dejaría que eso te pase.-Le prometió y Gwen, como siempre, le creyó. Esa noche, bajo la excusa de “Morgana puede sospechar si nos ve juntos” Arturo se salvó de cumplir con la tan anhelada recompensa de Gwen y se quedó en su habitación esperando a que Morgana terminara de enloquecer. La guerra, era la guerra.

 

Su relación con la pupila y protegida del rey no era para nada amable no aceptaba treguas. Desde que llegó, a los Díez años, Arturo quiso hacer con ella todo lo que quisiera pero Morgana, de carácter e ímpetu fuerte no se dejó, ni de niña, ni ahora siendo ya toda una mujer. Digamos que para empeorar aún más su relación, el hecho de que Morgana rechazara de plano a Arturo y no lo apoyara en eso de ser “cómplices sexuales”, y lo tratara peor que a un perro pulgoso, los había llevado a justo en donde estaban: en medio de una guerra muy infantil donde se jugaban bromas mutuamente. Arturo había sufrido el ingenio de esa letal mujer al salir a cazar y descubrir que sus implementos de caza estaban llenos de polvo pica-pica. Y ahora, con ayuda de Gwen, había devuelto el golpe. En mitad de noche, sonriendo, con los gritos de Morgana como fondo se alegró en la penumbra de su cuarto.

 

-Espero que las pulgas te dejen dormir bien, Morgana.-Ya mañana Gwen se las arreglaría para limpiar la habitación de su señora de tal infestación.

 

Al día siguiente, una irritada y muy enojada Morgana, de cabello negro azabache que resaltaba con sus ojos verdes y su piel pálida, no dejaba de matar con la mirada a un divertido y nada estoico Arturo. Desde pequeños se habían llevado mal, los criados odiaban cuando se declaraban la guerra porque entonces ellos quedaban en medio del campo de guerra. Y así era.

 

Morgana le devolvió el golpe ese día haciendo que los perros destrozaran la habitación de Arturo, no había un acuerdo explícito sobre las reglas de la guerra, normalmente, ella esperaba a que Arturo le hiciera algo para devolvérselo, a modo de venganza o irónica justicia. Pero ese día se sentía especialmente malvada y harta, en especial porque se notaba a leguas que Gwen andaba en las nubes por culpa de Arturo, como siempre. Así que atacaría doble vez, no sólo por venganza sino porque también sentía que si los perros destruían o no la habitación de Arturo no habría mayor diferencia a su común cochinero. Así que, al segundo día de dormir en la habitación de huéspedes se despertó ansiosa y dispuesta. Le haría la mejor broma del mundo a Arturo, lo humillaría al frente del rey y de todo el pueblo. Le daría en donde más le duele: su ego.

 

--------------En las entradas de Cámelot...----------------

 

Finalmente, luego de un largo viaje de dos días, dormir con mapaches, ser perseguido por un tigre, haber sido orinado por un ebrio en una taberna, había llegado a Cámelot. Nunca antes me había sentido tan feliz de llegar a un sitio en el que no quería estar. La verdad, si acepté esta petición de mi madre es porque necesito saber si mi sueño fue real o solo un invento. Ni siquiera sé quién es ese tal Arturo, pero estoy seguro que se sienten demasiado reales los recuerdos como para ser inventivas mías. Es eso o estoy loco. Caminé por las calles de ladrillos de Cámelot un poco impactado por la figura de tan basto mercado y gente tan humilde, como la de mi aldea. Me impresionaron los colores, la gente, lo olores a trabajo y humildad, sin embargo, había un Aura de... Desesperación.

 

El mercado estaba sumido en susurros, duelos y miedo. Mucho miedo. Me tuve que quedar observando una naranja por diez minutos para poder escuchar de qué iba en realidad tal atmósfera de sobriedad y luto: hoy ejecutarían a un aldeano bastante conocido por el pueblo. Se le acusaba de brujería. La piel se me puso de punta y el dueño de puesto de frutas que no entendía qué había de interesante en una naranja que mereciera ser vista por diez minutos, me echó de su puesto acusándome de ladrón y vago.

 

Si, tuve que correr por todo Cámelot en mi primer día en la ciudad. Llevo 5 minutos desde que crucé los portones y ya me metí en problemas. La gente me ve correr y me lanza vegetales, cacharros, agua y creo que uno me lanzó a su perro, no estoy seguro si me lo lanzaron o mi imán natural a los animales rabiosos fue el responsable de eso. El asunto es que corrí, corrí y corrí sin rumbo y sin idea de a dónde o cómo, pero cuando me detuve, estaba en una especie de cuarto hecho de madera. Una especie de establo, lo supe por el nada agradable olor que provenía de él. Debería escribir una crónica: Cómo ser víctima del destino y terminar en un reino dónde está prohibida la magia. Pequeño detalle que mi madre no mencionó, esto dudando de su juicio, me alejó de su lado para protegerme pero me envió a la misma boca del infierno.

 

Traté de ocultarme esperando que el barullo de afuera se alejara y al cabo de unos minutos, así fue. Me levanté y con el brazo intenté tapar mi nariz para que el olor no fuera tan fuerte. No sirvió de nada. Tenía que encontrar una salida que no fuera la principal, alguna ventana o alguna puerta trasera. Encontré una ventana, muy alta para poder alcanzarla pero lo suficientemente ancha para que alguien tan Flaco y desnutrido como yo pasara por ella.

 

Así que arrastré un barril lleno de alimento para caballos y traté de treparme por él. Cuando me estaba impulsando para arrastrar mi cuerpo a través de ese agujero, levanté mis pies para terminar de salir y sin querer sentí que le pegué a algo. Supe que ese “algo” era en realidad un “alguien” cuando los alaridos de dolor llegaron hasta mis oídos. Cancelé toda huida por la ventana y me devolví al interior del establo.

 

-Lo siento, lo siento muchísimo.-Solo podía disculparme una y otra vez con la masa de colores reales que se movía y se quejaba del dolor. Es que hay que ver... Gran método de seducción el que me gasto, golpear a una chica en la cara.-¿Estás bien?-La mujer se irguió intentando no perder la compostura y cuando lo hizo supe inmediatamente la magnitud de mi descuido: su ropa, su rostro enrojecido, su cabello cuidadosamente peinado, su exuberante belleza... Había golpeado en la nariz a alguien de la realeza.-Oh dioses, realmente lo siento. La compensaré, se lo aseguro, lo siento tanto, yo solo estaba.... Yo... Lo siento, yo quería...-Ella me vio de arriba abajo y sin soltarse su nariz algo sangrante todavía sonrío malévola. Eso me dio más miedo que el hecho de haberla golpeado. Se notaba un hálito de venganza en sus ojos. Mi piel se erizó por completo. Sea quien fuera esa mujer, todo mi cuerpo y mi magia estaba a punto de reaccionar en su contra.

 

-Bien, plebeyo. Así que... ¿Quieres recompensarme?-Su voz fue como un hechizo, ni aun con la nariz rota perdía la malicia, la elegancia, la belleza maldita que llevaría a cualquiera a la ruina.

 

-Oh, por supuesto My Lady, estaba tratando de salir y fue un accidente que le pegara, haré cualquier cosa por compensarla.-Obviamente tartamudeé todo ese discurso y obviamente tardé bastante en salir del shock de ver esos maléficos ojos verdes contrastando con su negro cabello hecho de oscuridad y su piel blanca pálida escasa de toda misericordia y calor. Ella solo me sonrió aún más con su dentadura de reina y deseé tener una cita con la guillotina antes que con ella.

 

-Bien, entonces...-Estaba esperando a que me dijera, no sé, que le robara al rey, que le comprara una tiara, que me volviera su fiel esclavo y sirviente pero creo que nunca, nunca, pero nunca me esperé que ella me pidiera eso...-En compensación a tus acciones hacia mi persona, necesito que...

 

-¿Qué?-Pregunté alterado, ella solo sonrió más y que me viera de arriba abajo con esa mirada de gato nocturno solo me ponía más nervioso y ansioso.

 

-Desnúdate.

 

--------------------Mientras tanto, muy pero muy cerca de ahí...--------------------

 

-¿Padre, en serio tengo que asistir a ver cómo le cortas la cabeza a alguien?-El rey Uther Pendragón volteó a ver a su hijo y el movimiento sacudió su gran y aterciopelada capa roja, símbolo de su poder y su dramatismo.

 

-Como futuro rey es lo mínimo que puedes hacer ¿no te parece?-Preguntó con sorna, siempre trataba a Arturo como si fuera un inútil incapaz de gobernar un conejo, mucho menos un reino. Arturo bajó la mirada y el rey se regodeó de ese gesto como si fuera victorioso de una discusión que él siempre ganaba.-Además, el prisionero estaba bajo tu cuidado. Espero que hayas dejado de comportarte como un niño con Morgana y lo hayas vigilado bien, Arturo, sino, será tu cabeza la que cortaré en su lugar.-Arturo tragó con dificultad.

 

En toda la noche lo único que había hecho era preocuparse por encontrar una tarántula en su baño, o una poción envenenada en su comida por culpa de Morgana. En otras palabras: no tenía ni idea de dónde estaba el preso o si había podido escapar. Trató de calmarse mientras caminaba detrás de su padre al palco en el que él condenaba a la mayoría de los aldeanos por magia. (Lo único verdadero es que el rey sufría de paranoia). Respiró profundo al sentir el gélido y helado aire del palacio tan temprano por la mañana. Si el prisionero se hubiera escapado él ya lo hubiera sabido, ¿no es así?

 

Su padre se sentó con toda la autoridad y crueldad de la que era capaz en su elegante silla de juicios y Arturo se quedó a su lado viendo la guillotina, el verdugo con la capucha negra, los pueblerinos asustados y las doncellas llorando en pánico. Si él fuera el rey se evitaría amanecer cada día con esa tétrica escena todos los días. El rey dio su típico discurso:

 

“Nos reunimos para condenar a un traidor del reino por el uso de la magia y la hechicería que está estrictamente prohibida, traigan al condenado.” Normalmente era eso lo que decía todos los días, con una o dos pequeñas variaciones. Luego los guardias traían al acusado y lo mataban. Esta vez, mientras su padre se extendía en el discurso sobre su ajetreada y muy difícil lucha contra la magia, un guardia se acercó a Arturo y trató de hablarle en susurros en calma.

 

-Disculpe, Señor, pero tenemos un problema.-Arturo sintió su estómago revolverse.

 

-¿Qué clase de problema?-Y lo preguntaba con el tono de: espero que no sea esa clase de problema en el que ambos terminamos muertos.

 

-El prisionero escapó.-Arturo quiso vomitar encima del guardia o correr. Pero luego vio hacia donde todo el pueblo observaba al rey y quedó más tranquilo de ver cómo los guardias, uno de ellos bastante escuálido y flacucho, caminaban trayendo consigo al prisionero completamente decaído, rendido ante su trágico futuro.

 

-¿De qué hablas? Ahí lo traen los guardias, es imposible que huyera.-Susurró Arturo completamente tranquilo y hasta orgulloso del trabajo que no había hecho cuidando el prisionero.

 

-Pero señor...

 

-¡Silencio!-Exclamó el rey y ambos se callaron.-Ahora procederemos a cumplir mi sentencia a muerte de este traidor hechicero.-Arturo se sintió algo hastiado con la escena pero igual mantuvo sus ojos en los guardias, en como colocaban su cabeza flácida sobre la guillotina y la moldeaban como si el prisionero fuera un ser de masa fácil de manejar y luego bien, empezando a sospechar con algo de ingenuidad, observó como los guardias salían corriendo por sus vidas. Pero no estuvo seguro de qué era lo que en realidad pasaba hasta que Morgana, con la nariz algo roja y la sonrisa de superioridad se presentó entre los pueblerinos riéndose de él. En ese momento Arturo supo que si una cabeza rodaría ese día, sería la de él.

 

-Padre debemos retrasar la ejecución.-Dijo Arturo en pánico mientras el verdugo se preparaba con su gran y filosa hacha a rebanarle la cabeza al prisionero. La gente estaba inquieta, Arturo estaba inquieto el único que estaba disfrutando de la escena era el cruel rey.-Padre es de vida o muerte que retrasemos la ejecución, no puedes matar a ese hombre.

 

-¡Silencio, Arturo! Estás diciendo disparates.-Sentenció el rey, y entre el instante en el que el verdugo deja caer su hacha y los segundos en que Arturo retrocedió por su vida la verdad se supo: Estaban decapitando a un simple muñeco de paja. El rey explotó. La gente se preguntaba cómo había pasado eso y Morgana no podía estar más feliz.-¿DÓNDE ESTÁ EL PRISIONERO? ¡Guardias, guardias!-Arturo salió corriendo detrás de los guardias antes de que su padre lo decapitara a él.

 

Morgana disfrutó la escena del caos y se escabulló luego hacia el castillo casi corriendo. Arturo salió armado con sus caballeros en busca del prisionero y de algo que limpiara su reputación y la de su padre ante tanta humillación y burla. Imagínense ustedes semejante show de muerte y autoridad para terminan decapitando a un simple muñeco disfrazado. Arturo sabía bien lo que debía hacer: unos guardias buscarían al prisionera real y él, en conjunto con otros guardias, buscaría al escuálido guardia falso que fue cómplice de tal broma. Si tan solo supiera Arturo que estaba buscando a nada más y nada menos que a Merlín.

 

---------------Por otro lado, corriendo por su vida (al que ya no es novedad…)----------

 

En teoría el plan había funcionado. Había llevado el muñeco hasta la guillotina y había salido con naturalidad de la vista de todos (con un pánico muy natural por supuesto), lo que Lady Morgana no me había explicado era qué debía hacer luego de correr por mi vida. Sabía que debía llevar a cabo la segunda parte del plan en el cuarto del Príncipe pero el castillo estaba tan lleno de guardias que entré en pánico y me desvié de mi camino hasta el pueblo en el mercado en el cual me habían arrojado todo hace tan solo una hora. Y así es como todos mis planes de encontrar a Arturo habían acabado con un rotundo fracaso. La única razón por la que acepté viajar hasta aquí era descubrir la cueva de magia con los cristales brillantes y encontrar al niño al que le salvé la vida, y ahora estaba desvitiéndome detrás de una casa mientras tiemblo de pánico y adrenalina. Mi cabeza está a punto de rodar.

 

Detrás de una de las casas me dispuse a volverme a vestir con mi ropa, era obvio que estaban buscando a los responsables de la broma, es decir,  un guardia desnutrido que temblara de miedo y adrenalina. A mí lo único que me faltaba para que todo el mundo supiera que soy yo quien hizo la broma (bajo influencia de la pupila del rey) eran luces navideñas y un gran letrero iluminado con las palabras: Yo lo hice. Así que terminé de quitarme todo el disfraz y se lo eché a los puercos, iba a ir corriendo de vuelta al castillo pero cuando iba a cruzar el mercado vi a un troglodita, rodeado de unos matones buscar y destrozar todo el mercado con unas ansias increíbles. El troglodita alfa era rubio, muy musculoso y rubio, los otros estaban vestidos con armaduras y ropas de los caballeros de Cámelot. No tenía ni idea de quién era ese gorila con sobrepeso pero si de algo estoy seguro es que él no es a quien busco, es imposible que el niño de mis sueño sea ese rubio de allá.

 

Digo, ¡No tienen nada en común! El gorila de acá es más pendante, abusador, matón, despreocupado y enojón que el niño que conocí. Ahora lo veía revisar una de las casas de las jóvenes del pueblo y no pude con la rabia. Me le acerqué por un simple arrebato de ira, pero apenas lo tuve al frente me arrepentí. Sus ojos llamaban una ira y una rabia que solo la maldad más pura podría reemplazarlos. Yo traté de sonar firme en mis palabras.

 

-Ya es suficiente.-Dije con autoridad pero él solo me miró tratando de no reírse en mi cara tan rápido.-Es obvio que a quien buscas no está ahí, es suficiente.-Dije enojado, el rubio troglodita me miró y se empezó a reír con todo tipo de superioridad, yo quise asesinarlo. Asesinarlo y colgar su cabeza en mi muro como el troglodita gorila que es.-lo digo en serio.

 

-No te metas en mi camino, esto es un deber real.-Dijo entre risas, su voz era tan profunda y sensual que podría con ella derribar a todo un ejército. Quedé algo petrificado al escucharlo, tanto que casi no caigo en cuenta de que me pasó por al lado sin yo poder impedir que siguiera revisando las casas de todos los pueblerinos. Quizás es un ladrón profesional que roba sostenes de ls mujeres pobres y el rey está tan ocupado buscando al prófugo de la ley que no se ha dado cuenta… O quizás yo estaba tan deslumbrado por la idiotez del rubio que no hice la conexión entre “deber real” y los caballeros de Cámelot. Me volteé y le grité con autoridad.

 

-Si no te detienes por las buenas tendré que obligarte a hacerlo por la malas.-El rubio se volteó mirándome como si fuera un chiste, nada que ver con la ternura del niño que yo conocí hace años, es obvio que él no es. Al parecer no todos los rubios ojos azules son inocentes y tiernos como el niño de mis recuerdos.

 

-¿Tú y cuál ejército? Eres solo un escuálido.-Preguntó entre risas burlonas, a pesar de ser la persona más sarcástica del mundo conmigo, su voz era profundamente dulce, si no supiera de por sí que es un demonio, diría que, en otro contexto, su risa es parecida a la de los ángeles. Prefiero ser un escuálido que un gorila embarazado.-Puedo tumbarte con las manos atadas y una venda en los ojos.-Yo le sonreí de lado, con la magia conmigo, derrotarlo será pan comido. (Lo admito, cuando pensé en eso no tuve en cuenta el hecho de que, en definitiva, no podía ni sabía controlar la magia muy ampliamente).

 

-Inténtalo.-Lo desafié con superioridad.-¿O tienes miedo de que un escuálido te venza?-

 

-Te tumbaré con mi meñique solo para cerrarte la boca.-dijo remangándose las mangas de la camisa roja que llevaba. Yo solo le sonreí.

 

-Puedo tumbarte con mucho menos.-Le advertí y él se rió como si fuera un mal chiste que lo desafiara. Luego, no sé cómo o cuando, pero en un segundo lo miraba desafiante y al siguiente ya tenía mi brazo completamente torcido en contra de mis omoplatos, y su brutal fuerza de gorila en celo estrujándome todos los huesos, estaba tratando de no chillar como una ardilla asustada frente a semejante troglodita, pero me estaba costando trabajo no ceder ante su fuerza.

 -No puedes hacer eso, ¿quién te crees que eres?-Pregunté alterado.-¿El rey?

 

-No, soy su hijo, Arturo.-Y caí al suelo. De la impresión. De la sorpresa. De la calamidad. De la brutalidad de Arturo soltándome contra el concreto sin pensárselo dos veces. Él solo me miró con superioridad desde arriba y se fue luego de soltar un chasquido con la boca como si yo no valiera la pena ni para reparar en mí por más de unos minutos. Increíble, no, no, más que increíble, inaceptable. Arturo debe de ser el nombre de moda, al igual que el pelo amarillo. Sí, eso es. Todo el mundo le pone Arturo a sus hijos y les pinta el pelo de amarillo. Eso dee ser, es imposible que esa bestia sea el niño asustado que conocí y salvé, digo, de saber que se convertiría en semejante cavernícola no lo hubiera salvado.

 

Tardé bastante en salir del shock, más que salir de él, tardé bastante en ponerme de pie y mirarlo cómo saqueaba otra de las casas en busca de no sé qué cosa, posiblemente en busca de mí, el guardia responsable de la huída del prisionero. Tragué con dificultad. Sé que una persona normal hubiera salido corriendo por su vida puesto que sabe que es culpable y que no debe desafiar al príncipe (aunque al parecer le hayan dado la corona por ser el más petulante del pueblo), pero aún así lo enfrenté.

 

-No debes tratar así la casa de los pueblerinos, lo estás destruyendo todo a tu paso.-Le dije, él me miró harto de mí por encima del hombro.

 

-¿Tú no te estabas retorciendo de dolor en el piso?-Yo me reí por lo bajo.

 

-Sí, lo siento, no puedo evitar que el colapso de alguien tan gordo e inútil como tú me tumbe al suelo.-Arturo se volteó, claramente ofendido.

 

-¿Disculpa? Estamos ocupados por aquí, queremos encontrar rápido lo que buscamos para ir a entrenar, no estorbes.-Yo me reí en su cara.

 

-¿Entrenar para ser un inútil?-Pregunté irónico y él se me acercó con cautela, ya todo el pueblo nos estaba viendo, no podía huir, además estaba tan enojado de que semejante idiota fuera el niño que buscaba que me sentía capaz de matarlo yo mismo con el melón del puesto de al frente.

 

-Bien.-dijo entre las risas de todos los que nos rodeaban.-Sé que eres nuevo por aquí pero no puedes hablarme así.-Me amenazó. Yo le volví a sonreír como si sus amenazas no me dolieran ni me asustaran.

 

-Oh, lo siento… ¿Quiere entrenar para ser un inútil, my sire?-Pregunté, con una sarcástica reverencia y todo, los demás se rieron. Arturo se lanzó contra mí. Yo retrocedí de milagro, por poco y el mazo que tomó de uno de sus caballeros y no me rompe el cráneo en dos. Empecé a retroceder mientras Arturo rompía todo a su paso con el mazo. Caí al suelo tras resbalarme con un rastrillo en un establo de unos campesinos y Arturo estaba a punto de matarme, pero con algo de magia hice que su mazo se enredara en la puerta quedándose atorado el tiempo suficiente para que yo me pusiera de pie.

 

Él se acercó sin pensárselo apenas tuvo el mazo en sus manos para matarme y yo, otra vez con algo de magia, lo hice tropezar antes de tener el cráneo roto. Arturo cayó al suelo y yo me le acerqué sonriendo, le iba a echar en cara que lo había derribado cuando ese cabeza de seso con solo guerra y violencia en la cabeza tomó mi tobillo y me empujó con él al suelo. Toda la gente chillaba y nos miraba como si fuéramos el mejor circo de la ciudad. Yo caí al suelo con estruendo y luego Arturo se me lanzó encima, pero en vez de lanzarme de golpe su mazo, se me quedó viendo fijamente.

 

-¿Te conozco?-Preguntó y yo no supe nunca si era porque reconoció en mí al niño que le salvó la vida o si era porque me había reconocido como el guardia flacucho que ayudó a Morgana a dejarlo mal. Yo lo miré sin decir palabra alguna por unos segundos, él no dejaba de verme a los ojos como si viera en ellos algo conocido.

 

-No creo que haya sido tan desdichado de haberlo visto antes, Sire.-Dije con todo el respeto que no le tengo. Él me iba a golpear en la cara pero a último momento desvió su golpe hacia la paja del establo. Luego se puso de pie y se sacudió sus elegantes ropas mientras yo me incorporaba con algo de dificultad.

 

-Eres un idiota, pero… Eres valiente.-Dijo sin más y luego se fue del establo dejándome para mi muy buena o mala suerte, vivo. La gente hablaba a nuestro alrededor y yo solo podía ver a Arturo alejarse, completamente incrédulo por todo lo que acababa de pasar, comencé a caminar incrédulo lejos del mercado hacia el castillo. Es imposible, en serio, es imposible. O yo me estoy volviendo loco o al pequeño niño tierno que conocí hace años lo abdusieron los aliens y lo convirtieron en semejante retrógrado matón. Sí, eso debe ser, es la única explicación pausible. Caminé medio ido hasta el Castillo aun sin creerme que en serio eso me estaba sucediendo a mí. ¿Por qué estás cosas siempre me pasan a mí? Iba a ir directo a los aposentos del tal Gaius pero me encontré a Morgana en el camino. (Por lo menos a ella no la había soñado por 15 años como una niña tierna y buena, sino, mi corazón no lo soportaría)

 

-¿Ya hiciste la segunda parte del plan?-Para acabarme de conocer, me trata con muchísima confianza.

 

-A eso iba.-Embuste, solo quería llegar con Gaius y buscar mis pocas pertenencias en el establo, luego esperaría a que la muerte me llevara o no sé, a que la vida se le ocurriera alguna otra forma de matarme de la sorpresa.

 

-No te tardes, el príncipe Arturo no tardará en volver.-Dijo con malicia y luego se retiró con todo su porte de reina. ¿En serio había salvado al príncipe hace quince años? ¿En serio ese niño asustado era el egocéntrico príncipe que casi me saca el brazo y casi me mata? ¿En serio? ¿¡En serio dioses?! ¡¿No pueden hacer algo más creativo?! No sé, hacerme confundir al príncipe con su hermano gemelo o algo así, deberían ponerse más creativos con las cosas que me hacen vivir. Caminé hasta la habitación real del idiota real y cerré la puerta detrás de mí. Esto sin duda alguna no puede estar pasando, no a mí que no he hecho nada malo para merecerlo.

 

Y ahora esta tonta broma, ni siquiera me he librado todavía de pertenecer a la primera… Esto está mal. Muy mal. Siempre pensé que el hecho de que una mujer te desnudara era lo mejor que te podía pasar. Ahora sé que es lo peor. Más allá de la broma pesada de decapitar un muñeco, sabía que estaba  en problemas y no precisamente por haber desafiado al gordo ese siendo el futuro príncipe. Y problemas muy serios, no sólo por llevar al muñeco, sino también por ayudar escapar a un mago condenado, cooperar con Morgana para desobedecer el rey, hacerme pasar por guardia, colearme en las instalaciones del castillo y ah, sí, cómo olvidarlo: estar en la habitación del príncipe llevando a cabo la segunda parte de la broma, robar toda su ropa, luego de desafiarlo y ponerlo en ridículo al frente de todo el pueblo. No, no soy suicida por si se lo están preguntando. Tan solo soy víctima del destino y las malas pasadas de los dioses.

 

Así que, estaba haciendo eso con ánimos de robar la ropa, dársela a Morgana, correr por mi vida e ignorar por completo mi destino de perro. Un plan de vida mucho más sencillo que el que me estaban prácticamente obligando a cumplir. Saqué toda la costosa ropa del príncipe y la coloqué en su muy exuberante y muy cómoda cama queriendo acabar con eso rápido. Luego saqué la bolsa que Morgana me había dado para guardarla y llevarla al estiércol de los caballos cuando un escalofrío me recorrió toda la espalda.

 

Las imágenes de mi sueño me invadieron, de repente fui consciente que estas prendas le pertenecían al niño que había salvado hace tantos años. El Niño que ni siquiera sabía por qué había cambiado tanto hasta ser semejante gorila o por qué yo lo había olvidado todo con respecto a él al punto de estar al borde del infarto cuando me enteré que era el futuro rey. Lo único certero que sabía era que después de ese día en el bosque, mi madre me obligó a mudarnos a una aldea aún más lejana y perteneciente a otro reino. Eso era lo único que sabía con seguridad pero el por qué de tan drástica decisión era un completo misterio para mí.

 

Y bueno... Ahí estaba. En la habitación del príncipe cuestionándome mi existencia sin saber si mis recuerdos eran reales y con las ropas reales en mis manos. Me senté en la cama y llevándome por un impulso, más desconcierto que deseo (o eso quise creer yo) tomé la camisa azul rey del príncipe e inhalé su olor tratando de recordar algo más de aquel niño que había conocido hace ya tantos años, tratando de saber quién era en realidad el príncipe.

 

El olor inundó mi cuerpo como si eso fuera parte de mi propia esencia y era un simple trapo, uno real pero un trapo al fin y al cabo. Inhalé aún más profundo y entre los escalofríos, los estremecimientos, la calidez de mi pecho y mi magia en mi interior y ese constante sentimiento de estar justo donde debía estar, me quedé en un trance medio espiritual, medio carnal. Se me olvidó el detalle que no se suponía que debiera estar ahí y mucho menos haciendo eso, pero todo me daba tan igual... Si fuera por mí, me quedaría toda la vida oliendo su aroma, su perfume, su olor... Estaba en mitad de mi trance, sin quererme despegar de sus prendas cuando alguien irrumpió violentamente en la habitación. Mi corazón y yo saltamos juntos hacia el techo. Quedé pálido de inmediato y las piernas me comenzaron a temblar, en cuestión de nada, me abandonarían y caería al piso. Él estaba ahí, parado en la puerta, tratando de procesar lo que veía.

 

-¿OTRA VEZ TÚ?-Gritó alterado acercándoseme. Di vueltas viendo la ropa en la bolsa que estaba en el piso, su cama en la que estaba sentado, la camisa en mis manos y mi cara de “culpable de todo delito” reflejada en esos claros y azulados ojos que no habían cambiado a los que vi de cerca en el mercado, se seguía notando lo mucho que les faltaba algo, en su brillo se notaba la ausencia fatal de aquello que me había gustado tanto cuando lo vi por primera vez: le faltaba la inocencia.

 

-¿Yo?-Pregunté dubitativo.

 

-No, hablaba con la cama.-Me respondió sarcástico como si yo fuera el tonto más tonto del mundo, sin embargo no dejaba de mirarme de arriba abajo, como si tratara de buscar en mi alguna confirmación a sus sospechas.-Entonces, ¿piensas responderme alguna vez? ¿Quién eres realmente y qué haces aquí?-Era imposible que se recordara de mi, pero no por lo del mercado, sino que recordara cuando le salvé la vida hace tanto, era imposible que recordara eso, yo hasta incluso dudaba de si nuestro encuentro fue real y me gusta creer que soy el listo de los dos. Arturo se me quedó viendo fijamente a la ropa y entonces lo capté: estaba esperando cualquier señal de sospecha por mi parte para confirmar que yo había sido el guardia que llevó el muñeco de paja a la guillotina. Y con el evento del mercado solo le había dado razones para que me odiara de verdad y con todo.

 

-Yo soy nuevo, mi lord.-Dije tratando de no sonar demasiado... Sarcástico con lo de “mi lord”. Uno aquí perdiendo el sueño por él y él que se olvida de uno así sin más, sigo en shock por todo esto.-Soy el nuevo pupilo de Gaius.-Expliqué, cosa que no era del todo mentira. Aunque todavía no conozco al tal Gaius y no sé si me aceptará como su pupilo.

 

-¿Y Gaius te mandó a buscar matas medicinales entre mis ropas? ¿O, acaso, te las estás llevando para bendecirlas?-Tengo que admitirlo, era un pedante, un egocéntrico, un idiota con corona que se notaba que no era muy... Perspicaz. (Por no llamarlo bruto en el primer capítulo) pero al verme infraganti en su cuarto con toda su ropa en una bolsa tenía bastantes razones para dudar de mí y verme con esa ridícula sonrisa reprimida de diva, más porque acababa de enfrentarlo frente a todo el pueblo, sobre todo por eso.

 

-Señor me ofende su duda a mi persona, vaya descortesía ante un nuevo criado.-Dije como si yo jamás lo hubiera desafiado en el mercado, mitad venganza por olvidarme mitad rabia ante su mala memoria. Pero precisamente estaba hablando como todo, menos como un criado.-Gaius me pidió que enviara un remedio a la señorita Morgana y ella me pidió el favor de recoger sus ropas, my lord. Dijo que su sirviente estaba demasiado ocupada como para hacerlo ella misma.-No tenía ni la más remota idea de si lady Morgana tenía una sirviente pero estaba rezando, por mi vida y por la normalidad que no hay en ella, que esa sirviente realmente estuviera ocupada.

 

-Ya veo, ¿y para recogerlas necesitas olerlas con tanto fervor?-Sí el tipo dejara de verme como si me fuera a devorar en cualquier momento podría pensar en una respuesta rápida. Pero solo podía balbucear mientras retrocedía y él se acercaba lentamente. Me sonreía y me miraba de esa forma que deja un claro mensaje “estoy más que bueno y lo sabes”.

 

-No, pero a usted no le haría mal olerlas de vez en cuando. Debería mejorar su higiene lord, su ropa apesta.-Dije y llevándome por otro impulso deje caer toda su ropa al suelo y la pisé con algo de repulsión, mitad actuación, mitad odio hacia su poco reconocimiento por mi persona, y salí corriendo de la habitación mientras el elegante príncipe gritaba vulgaridades parecidas a: “el que tiene olor a cerdo eres tú” (lo del cerdo se lo inventó, yo jamás metí a esos pulcros animales en comparación a él en la metáfora) “Haré que te corten la cabeza” (con eso se condenaba él también) “Ven acá sanguijuela” (vale, soy delgado pero no le chupo la sangre a la gente).

 

Corrí lejos de los aposentos y las habitaciones hacia abajo, crucé por las salas de reuniones, la sala de las audiencias reales, la cámara de estudio del rey, la biblioteca y corrí hacia la cocina. Cuando iba huyendo de un muy enfurecido (y algo gordito) Arturo, choqué con alguien en la cocina. La sirviente que se levantaba con algo de impresión del suelo me vio con demasiada sorpresa como para reaccionar.

 

-¿Has visto a Gaius?-Pregunté con toda la sonrisa disimulada de la que era capaz. Ella solo me vio perpleja con sus negros ojos, casi tan negros y marrones como su piel y extendió su mano para señalarme el camino hacia una pequeña puerta contigua a lo lejos. Le agradecí y salí corriendo por la puerta. Bajé unas escaleras, crucé un estrecho pasillo y subiendo hacia una puerta algo destartalada encontré a un viejito con un ojo más grande que el otro, cejas encarnadas por naturaleza, el pelo blanco enredado leyendo un libro de pociones entre cacharros y todo tipo de frascos.

 

-Hola.-Dije agitado cerrando la puerta. Arturo en cualquier momento llegaría y me mataría, necesitaba formar aliados, testigos, alguien que le dijera al rey Uther porqué su hijo mató a un recién llegado.-Soy Merlín, mi madre me mandó a darle esta carta.-Tuve que buscar la carta entre mi pantalón y mi cinto hecho con una improvisada cuerda. El anciano me vio sin reconocerme, al parecer eso era un mal de las personas de este reino. Leyó la carta mientras yo no sabía si fijarme en todos los potes raros, matas, libros que tenía o los gritos de Arturo que resonaban por todo el pasillo.

 

-No puedo creer que seas tú...-Dijo finalmente Gaius alzando una ceja aún más, (si eso era posible) para encarar su sorpresa y la problemática posición en la que las palabras “situación especial” de mi madre lo metían. Él sabía que yo tenía magia. Y no solo que tenía magia, sino que también no sabía  usarla.-Eres casi una leyenda.

 

-Si, lo sé, estoy destinado a grandes cosas según todo el mundo, por ahora lo único grande que he hecho ha sido huir por mi vida.-Dije nervioso, se escuchaba claramente cómo Arturo destruía la cocina en mi búsqueda.

 

-No lo digo por eso.-Está vez fui yo quien encarnó la ceja.-A los cinco años hiciste un poderoso conjuro de sanación que obligó a ti y a tu madre a huir de la aldea en la que vivían.-Vaya... Así que fue por eso. El tal Gaius me conoce mejor que yo mismo.

 

-Si.-Fue lo único que alcancé a decir, cuando escuché los gritos de Arturo por las escaleras salí disparado al lado del tal Gaius. Me miró como regañándome por haberme metido en problemas usando imprudentemente la magia.

 

-Prometo que no fue por magia.-Aclaré antes de que un enloquecido rubio entrara por la puerta. Si hubiera usado magia para, no sé, desaparecer de ese bendito establo no hubiera golpeado a Morgana y no estaría metido en semejante lío.

 

-¡Aquí estás gusano inservible, ahora sí me las pagarás!-Gritó Arturo, Gaius lo miró con esa calma infinita y esa cara arrugada de viejo paciente.

 

-Sir esas no son palabras para un joven tan bien educado y con un futuro tan próspero como usted.-Dijo Gaius y automáticamente Arturo guardó su espada. Deberían escoger mejor a quién le dan esas espadas tan afiladas...

 

-Lo siento Gaius.-Dijo Arturo con solemnidad, el médico le infundaba bastante respeto.-Tu chiquillo fue ofensivo conmigo y como entenderás, no puedo permitir tal ofensa por parte de un sirviente.-Gaius volteó a verme y yo lo miré en blanco, si decirle la verdad al idiota este se considera “una ofensa” entonces estaré en problemas siempre.

 

-Estoy seguro, que todo ha sido un simple malentendido.-Dijo Gaius.-Pero...-Dijo antes de que Arturo empezara a defender el respeto y el orgullo que claramente no le tengo.-¿No lo reconoces?-No fui el único que se sintió impactado con esa pregunta. Arturo también miró a Gaius como si hubiera pasado demasiado tiempo inhalando alguna de sus hierbas medicinales.

 

-¿Reconocerlo? Por supuesto, es el gusano que estaba en mi cuarto ahorita y el mismo idiota que se atrevió a desafiarme al frente de todo el pueblo, claro que lo reconozco su flacucho trasero no es fácil de olvidar.-Así que de todo en mí, solo se fijó en mi trasero, interesante las fijaciones del príncipe… Gaius miró a Arturo.-Lo siento.-Dijo de inmediato.-Pero él estaba recogiendo toda mi ropa.-Está vez fue Gaius quien me miró a mi.

 

-Morgana.-musité por lo bajo mientras Arturo estaba distraído comenzando su discurso de honor y traición. Gaius hizo un gesto que dejaba claro que lo entendía todo ahora y se acercó a Arturo.

 

-Más allá de eso, Príncipe. ¿No lo reconoce?-Por un momento, pensé que Gaius quería hacerle saber a Arturo mi complicidad con Morgana, haciéndole notar que yo era el guardia falso de la guillotina, pero luego Arturo me vio, ambos nos vimos y por un momento el vago sentimiento de familiaridad y conexión que sentía en mis sueños y cuando olí su ropa volvió a mi, haciendo que me olvidara de todo lo demás.-Mírelo bien, señor. ¿No lo reconoce, no se le hace nada familiar sus ojos grises?-Arturo me miró fijamente y luego se me acercó.

 

-De hecho, si me pareces familiar...-El corazón me dio un vuelco bastante extraño.-¿Estuviste en la ejecución de la mañana antes de que hicieras el acto suicida de retarme?-Me costó respirar, era inútil mis recuerdos sobre Arturo Pendragón eran una estúpida invención de mi mente, mi sueño jamás debió de ser real. Él jamás me había conocido y yo jamás le había salvado la vida.

 

-Yo acabo de llegar.-Admití pero ni aun teniendo tanta ceguera por el ego, se puede engañar a alguien como Arturo.

 

-Eres muy extraño...-Anunció. Luego miró a Gaius alzándose de hombros queriendo desentenderse del asunto y volvió a mirarme tan de cerca que por un momento pude sentir su respiración sobre la mía. Y luego simplemente se fue lejos del lugar como si huyera de mí.

 

-Bien,eso sin duda pudo haber salido mejor.-Dijo Gaius, yo me senté a su lado en la mesa del centro.

 

-Sí, a mi me parece que salió excelente, no me ha matado todavía.-.

 

-Es extraño.-Dijo Gaius volteando a verme.-

 

-No me parece para nada extraño, hay algunos que nacen para tener “grandes destinos” otros, como él por ejemplo, solo están destinados a ser un completo imbécil con corona.-Gaius me miró con reprobación pero aun así su mirada de curiosidad no se disipó.

 

-Hablo de que es extraño que no te reconociera.-Entonces me di cuenta que debía irme con cautela y no andar por ahí diciéndole a la gente que le había salvado la vida a ese idiota cuando tenía 5 años porque, a decir verdad, me estaba arrepintiendo de hacerlo.

 

-¿Ah sí?-Pregunté disimulando, Gaius tomó un frasco y me vio fijamente durante su trayecto hacia la puerta.

 

-Es extraño que se le olvidara cómo salvaste su vida hace tantos años.-Y con ese se confirmó todo: mi sueño era real.Gaius me dejó solo y tuve que instalarme en esa reducida sala yo solo. Tampoco es que tuviera mayor cosa pero igual, un poco de compañía y conversación sobre el asunto de cómo salvé a un ingrato no me hubiera caído nada mal. Estaba sacando mi escasa ropa de mi bolso cuando tuve una visita real.

 

-¿Y bien? ¿Dónde está su ropa?

 

-Lady Morgana, lo siento muchísimo, el príncipe me descubrió sacándola de su clóset y...

 

-¿Qué le dijiste?-Me interrumpió claramente molesta.

 

-Bueno, solo le hizo un comentario sobre su olor y él se lo tomó muy personal. No sé cómo los cerdos llegaron a la conversación pero...

 

-¿Lo comparaste con un cerdo?-Y cuando pensé que me mandaría a matar por ser un sirviente falta de respeto, ella se echó a reír.

 

-Eso sin duda fue mucho mejor  que  hacer lo de su ropa.-Dijo entre risas, yo le sonreí sin saber qué más decirle, después de todo me convertí en un sirviente explotado gracias a ella. Un guardia entró al cuarto y anunció cómo el rey requería su presencia en la sala de anuncios. Ella me sonrió.-¿No vienes?

 

-Soy solo un sirviente.-Aclaré sin entender.

 

-Si, el pupilo del médico de la corte, un hombre de confianza para Uther. Eso sin duda te abrirá muchas puertas.-Así  que la seguí hasta la sala de juntas.Me entremezclé entre los múltiples guardias vestidos de rojo y caminé hasta el lado de Gaius. Él me miró con una sonrisa gentil y yo le agradecí el gesto: estaba sumamente intimidado. Los guardias, la cantidad poco necesaria de espadas, el rey con su entrecejo fruncido que solo hacía de su cicatriz algo más notorio, Morgana sonriendo con suficiencia y el tarado (próximamente Calvo) de Arturo viéndome con sorna. El rey comenzó la junta.

 

-Ahora necesito que dejen de encargarse de los descuidos de mi hijo recapturando al prisionero y se enfoquen en la búsqueda de una nueva amenaza para este reino: Muehe, hechicera conjurada contra mi reino, al parecer es la madre del chico que Arturo dejó escapar y, en definitiva, quiere venganza.-No vale rey Uther todos aquí pensábamos que quería mostrarnos cómo sacar un conejo de un sombrero, es obvio que venganza es lo que busca.

 

-Padre ofrezco mis disculpas, debí vigilar mejor al prisionero.-Intervino Arturo caminando hasta al frente de su padre y manteniéndose en una pose de respeto con sus manos en la espalda sumamente recta.-Enfocaré toda mi atención a la búsqueda de esta bruja.

 

-¿Disculpa? Tienes que remendar tu error, Arturo.-Dijo el rey de forma seria, pude sentir a Morgana morirse de risa en su interior.-Tú te encargarás de recapturar al prisionero, después de todo, por tu culpa se escapó.-Arturo gruñó pero el rey no le prestó mayor atención. Disipó a cada uno a sus labores y yo seguí a Gaius esperando salvarme del príncipe quien solo me miró enojado de reojo y siguió su camino. Yo me fui con Gaius a ayudarlo en todo lo que podía. Cuando íbamos saliendo, volteé por encima de mi hombro para ver hacia dónde se había ido el rubio, fue una reacción por instinto. Y menos mal que mi instinto sirve de algo: Arturo estaba hablando con su padre, al lado de su trono ambos sentados en sus sillas frente a una sala que se vacía y donde nadie los miraba. Nadie excepto el chico de la mañana que había liberado y que ahora se acercaba a Arturo lentamente con una daga.

 

No me pregunten cómo, no me pregunten por qué, pero atravesé toda la sala de golpe corriendo, incluso sentía que mis pies flotaban con el aire y, muy consciente de que el rey y su amado tarado rubio me veían con cara de querer encerrarme por mi locura señil, me lancé en contra del hechicero con la daga rodando ambos por el suelo. La daga salió volando pero el hechicero quiso atravesar el corazón de Arturo mandándola a volar con magia. Yo me puse de pie y esta vez en lugar del hechicero, hice que Arturo cayera al suelo con magia. Un segundo después de escuchar los gritos estridentes del rey, los guardias tomaban al chico con fuerza a punta de espadas y Arturo se ponía de pie bastante incrédulo. Yo traté de calmarme, estaba temblando. Acababa de usar magia al frente del rey que se lleva un trofeo por tener el mejor récord en magos decapitados.

 

-Tú.-Dijo el rey señalándome, yo quise correr o convertiré en gorrión y volar lejos.-Has salvado la vida de mi hijo.-Dijo impresionado, tenía a Arturo atrás y luego de velo de reojo pensé “créame, no es la primera vez”.-Tengo una gran deuda contigo.-Esto no me está gustando para nada.-Desde ahora, tú, pequeño esclavo...

 

-Me llamo Merlín.-Interrumpí su magnífica orden autoritaria en susurros. Los ojos de Arturo se iluminaron con sorpresa cuando escuchó mi nombre, como si algo en su interior le enviara una señal de alarma y reconocimiento que le era indescifrable. Entonces tuve esperanzas de que me reconociera, pero, nuevamente...

 

-Típico nombre de plebeyo.-Susurró por lo bajo sin que su padre lo escuchara. Quise golpearlo.-Bien, Merlín, ahora serás el nuevo sirviente de mi hijo.

 

-¿Qué?-Preguntamos Arturo y yo al unísono, viéndolo sin entender qué pretendía con eso. Todos aplaudían y yo y Arturo nos vimos incrédulos.-¿QUÉ?-Volvimos a preguntar pero el rey se iba de la sala para decapitar al mago.

 

-¿Padre? ¡Padre!-Dijo Arturo desesperado, pero el rey ya se había ido.

 

-Debe de estar de broma ¿verdad? No puede ser en serio.-Dije a Arturo quien después de dar vueltas como trompo desesperado por toda esa situación me vio por encima del hombro y soltó un suspiro.

 

-Ya oíste al rey, eres pobre no sordo.-Quise golpearlo otra vez.-Ahora serás mi sirviente.-Rectificó mientras se paseaba con su cabellera rubia de princesita y su porte algo robusta para ser un príncipe soñado como lo pintaban, algo me dice que él no puede aceptar una orden así tan de golpe a menos que le vea un provecho.-Harás todo lo que te pida.-Y ahí está el provecho que le ve: me va a explotar como a un negro.- Empezando por lavar mi ropa hasta que se le quite el olor que tanto te desagrada.-¿Qué tan malo puede ser que accidentalmente mi puño aterrice en su cara?-Luego pulirás mis armaduras, alimentarás mis caballos y por último arreglarás el desastre de mi cuarto, y ah, Merlín...-Añadió antes de dirigirse a la puerta.-Hazlo todo antes de esta misma tarde.-Cerró  la puerta y yo quise, ahora sí, embrujarlo para que se quedara Calvo. Salí a trompicones de la habitación en busca de Gaius, es la segunda vez que lo salvo y siguen ocurriendo cosas malas cada vez que lo hago.

 

-Mejor así.-Fue lo que dijo Gaius cuando le conté mi desgracia de ser el sirviente de Arturo.-Podrás salvarlo más fácil de quienes quieran matarlo.

 

-¿Salvarlo? ¡Yo me uniría a los que quieren matarle!-Dije exaltado.-¿Sabes cuántas labores me ha dado?

 

-Arturo también tiene muchas tareas…-Dijo sin perder la serenidad.

 

-Sí, ser un idiota es una de ellas, de seguro le lleva mucho tiempo cumplirla.-Me senté al frente de Gaius intentando no perder la poca calma que me quedaba.

 

-Hagas lo que hagas, debes tener mucho cuidado cuando hagas uso de tus poderes. Como habrás notado el rey odia a los magos.-Seguí intentando hacer que los libros dejaran de tener tanto polvo pero estaba tan sucio todo que realmente me estaba costando el cielo y su ayuda.

 

-¿Se puede saber por qué?-El silencio de Gaius duró unos segundos, como si meditara cuál era la mejor forma de responder a eso.

 

-Las relaciones de Cámelot con la magia nunca han sido muy buenas.-Me aclaró.-Sin embargo, la magia vive en Cámelot de una forma que Utherjamás podrá evitar.

 

-¿A qué te refieres?

 

-Muchas lunas atrás, cuando el amor todavía era Cortés y a los verdugos se les entregaban flores marchitas, se construyó un hermoso palacio sobre el lomo de un dragón dormido. Su nombre era Cámelot, y  Su fundador, el primer Pendragón de la historia, quería basar sus dominios por encima de la magia, así demostraba que él estaba por encima de todo lo sobrenatural. Lo que Pendragón no sabía es que, poco a poco, ese Castillo se volvería uno con el dragón. Sus dientes serían las puertas que lo resguardaban, sus escamas los ladrillos de los que tanto alardeaba, su columna vertebral los hermosos montes que rodeaban sus aposentos, su aliento sería sus frentes de guerra... Pero, sobre todo, Pendragón jamás imaginó que el corazón del dragón se convertiría en la magia que mantendría vivo todo su reino. Si se acaba la magia, Cámelot caerá.-No quería parecer descortés con Gauis justo cuando se estaba poniendo tan profundo, filosófico y melancólico con la historia de Cámelot pero no podía esconder los obvios nervios que surgen, a cualquier persona normal, cuando le dicen que está viviendo dentro de un dragón dormido mágico.

 

-¿Y este dragón está..?

 

-En las profundidades del castillo, por supuesto. Es un ser sumamente poderoso controlado únicamente por los poderes de la magia de la antigua religión.

 

-¿Antigua religión?-Pregunté sin entender, y antes de que él me respondiera me entregó un enorme libro más grueso que yo.

 

-Léelo y entenderás.-Me dijo, moriré en el intento de leerlo.-Pero ten sumo cuidado cuando lo hagas, los libros de magia están igual de prohibidos que los magos.-Ascendí, al parecer a todo el mundo le había dado por asignarme tareas como regalo de bienvenida. Caminé hasta la armería para llevar la armadura del príncipe cuanto antes.

 

-¡Deja de holgazanear y trae tu perezoso trasero hasta aquí!-Supuse que era conmigo, pues creo que soy el único en la vida del príncipe que merece tales halagos.  Solté todo de golpe y me le acerqué sin mayor demora.

 

-Si ¿mi lord?-Pregunté disfrutando su cara de perro con hemorroides por mi “descuido” de dejar caer sus armaduras.

 

-A veces me pregunto, Merlín,  si eres idiota por nacimiento o si la práctica te hizo así.-Le sonreí, miren quién habla de ser un idiota...

 

-No todos nacemos con el título y la corona de idiotas, señor.-Su ceja se levantó, claramente sorprendido de que yo no lamiera el piso por el que pasa y él solo me dio su espada y su escudo de golpe.

 

-Ya que te gusta tanto seguirme y espiarme, me ayudarás con los rituales de después de entrenar.-¿Rituales? ¿Qué era monje o algo así?

 

-¿Seguirlo? Perseguir un perro sería más entretenido.

 

-Ambos estamos aquí por órdenes de mi padre, sin embargo, depende de mí no despedirte. Más te vale comportarte.-Ni que yo fuera su mascota.

 

-¿Y por qué simplemente no me despide ahora?-Pregunté mientras caminaba con él hasta la armaría donde él y los demás normalmente se cambiaban de ropa.

 

-Porque tengo la sensación de que tú me serás más útil que mi antiguo sirviente.-Sí, claro, será más “explotable” que su otro sirviente…-¿Estuviste esta mañana en la ejecución? Porque es increíble que me salvaras de ese mago.-Preguntó con superioridad mientras comenzaba a quitarse los guantes y la armadura de entrenamiento por él mismo.

 

-No... Si, digo... ¿Qué es estar o no en un lugar?-Pregunté bastante nervioso. Estábamos solos en un lugar poco iluminado, rodeados de armas, él quitándose la ropa y yo con ganas de matarlo o sacarle lo idiota por la fuerza.

 

-Tu rostro me sigue pareciendo bastante familiar.-Me quedé callado admitiendo mi derrota en esa conversación pero luego Arturo se volteó y me dedicó una mirada de estrés.-Ahora ayúdame con esto, la ropa no se va a quitar sola.-¿Quería que lo desvistiera?

 

-Oh, por supuesto claro.-Agarré la camisa por el borde y lo miré fijamente. No quería hacer eso. ¿O sí? No no por supuesto que no. Arturo me miraba como si eso fuera lo más normal del mundo y yo, para evitar seguir viendo su cara de idiota, le saqué la camisa con toda la brusquedad de la que era capaz. Sin duda alguna, el misterio del grial se revelo ante mis ojos cuando lo vi sin camisa: no es que esté gordo, es que tiene tanto músculo que parece sufrir sobrepeso. Su pecho era en extremo fuerte y grueso como para ser natural. Me quedé embobado viéndolo. Él se quedó igual de quieto disfrutando y regodeándose de mi impresión ante su muy trabajado cuerpo al desnudo.

 

-¿continuarás o necesitas un paramédico?

 

-Si, por supuesto, voy.-Dije temblando pero cuando volteé para buscar la camisa tumbé todas las espadas y los escudos. Arturo miró al techo queriendo matarme por ser tan inútil. Bien, el sentimiento es mutuo. Le iba a colocar la camisa cuando encontré la prueba a todas mis sospechas: en su pecho, justo en donde lo recordaba, cerca de su corazón estaba la marca del círculo parecido a un sol druida, la cicatriz de cuando lo salvé relucía en su perfecta piel sin manchas ni imperfecciones. Solo esa, la única imperfección que tenía era la marca que yo le había hecho. Eso por alguna razón me había provocado un sentimiento de pertenencia. Su vida, en toda la extensión de la palabra, era mía.

 

-Dame eso.-El manotazo del príncipe me sacó del trance. Me quitó la camisa y se la puso él solo.-Vamos a ver si aprendes a hacer algo bien.-Yo le sonreí con pesar.

 

-¿Estuvo herido, señor?-Pregunté mientras él terminaba de arreglarse solo.

 

-¿de qué hablas?

 

-De la cicatriz. ¿Lo hirieron?-Arturo volteó a verme bastante hastiado de mi presencia.

 

-Nací con ella.-Dijo y se fue de la armaría dejándome con la duda de si realmente su cerebro se había secado con el paso de los años o si se lo habían lavado en el camino.-¡Merlín apúrate!-Gritó y no me quedó otra que seguirlo. Algo me dice que de ahora en adelante no tendré más opción que seguirlo...

 

Conocí la verdadera definición de la palabra tortura después de esa tarde: Arturo Pendragón. Primero estuvimos dos horas, ¡dos horas completas! Yendo por toda la ciudadela preguntándole a la gente del pueblo si realmente habían visto o no a la madre bruja del hechicero asesinado. (Claro Arturo, porque de seguro si lo preguntas tan amablemente te lo dirán así de fácil) lo bueno: conocí a la famosa sirvienta de Morgana, Gwen una muy amistosa criada de Arturo que era hija del herrero de la corte. Lo malo: Arturo fue cómodamente cabalgando mientras yo fui corriendo detrás de él y todavía no sé quién tiene el trasero más grande, si Arturo o el caballo.

 

Después de que el inteligente niño rubio se diera cuenta de que no íbamos a descubrir el paradero de la madre del ex prófugo tocando puertas (a nada de cantar villancicos de paso) fuimos hasta la taberna “disfrazados” de campesinos. Más bien, él fue quien se tuvo que disfrazar. Lo bueno: la señora de la taberna me creyó más guapo a mí que a él. Lo malo: obviamente, terminamos metidos en una pelea, tuve que hacer uso de la magia para salvarle la vida a la muy codiciada Diana rubia del príncipe y si, adivinen ¿quién no fue agradecido por ello? Su servidor aquí presente.

 

Después de eso fuimos al castillo. Y cuando creía que ya finalmente iba a descansar de esa tortura rubia, me recordó para nada amablemente todas las labores que debía hacer antes de mañana. Así que ahora las estaba cumpliendo una por una, con ganas de matarlo o hacerle vudú o dejarlo Calvo, pero las estaba haciendo. Al anochecer, lo único que me faltaba era arreglar sus ropas y lavarlas. Bien, así que tenía que volver a su habitación... Otra vez.

 

-Arturo está muy raro.-Anunció apresurado Gaius cuando yo ya iba de salida. Lo miré con el mínimo de importancia que le tengo a ese príncipe y me quedé a escucharlo solo por respeto a su persona.

 

-¿Más de lo usual?

 

-Merlín, esto es serio. Creo que fue hechizado.-me dijo y yo rompí a reír.

 

-Gaius no se puede hechizar a alguien tan pedante, su idiotez lo hace inmune a cualquier tipo de magia.-Esto por lo menos me estaba haciendo la noche mucho más amena.

 

-Es muy serio lo que te estoy diciendo. Merlín, el príncipe está hechizado, actúa extraño.

 

-¿Extraño cómo?-Pregunté tratando de contener la risa.

 

-Bueno... Le regaló un clavel a su padre durante la cena, bailó un vals con Sir Darg, y ah si, ansía verte para darte las gracias por tu arduo trabajo y tú “amena compañía”.

 

-Por los dioses, no está hechizado Gaius... ¡Alguien cambió al príncipe por un farsante!-Era eso, o realmente lo habían exorcizado.

 

-Sea lo que sea Merlín, tenemos que revertir el hechizo.

 

-Bueno es claro que esto es obra de la madre bruja del pobre mago asesinado esta tarde... ¿Cómo podemos revertirlo?

 

-Primero debemos identificar qué tipo de hechizo es. Luego podremos buscar una cura, cada hechizo tiene un fin, si se le hechiza para enloquecer, la magia dejará de actuar cuando la víctima haya perdido por completo la cabeza.-Eso no suena nada prometedor.-Solo un hechizo más poderoso puede acabar con la magia ya aplicada... ¿Qué tanto te has leído el libro que te presté?

 

-¿Leer? ¡Arturo me ha tenido ocupado todo el día!-Me quejé, Gaius empezó a buscar entre sus libros como un demente.

 

-Puedes intentarlo, llévatelo e intenta deshacer el hechizo.

 

-¿Y cómo se supone que haga eso?-En definitiva, todos tienen demasiada fe en mí menos yo... Y Arturo por supuesto.

 

-Ya te dije que debemos identificar qué tipo de hechizo es primero que nada.

 

-¿Y cuál crees que sea?

 

--A juzgar por los síntomas del príncipe... Uno de amor.

 

Perfecto.

 

Bien, aquí estamos. A un paso de entrar al cuarto del príncipe, con el libro escondido entre mi saco, las manos sudorosas, la mente en blanco, la ausencia de toda idea posible para resolver este problema, ganas de salir corr... ¿Ese es Arturo? Pego mi oreja a la puerta. A juzgar por lo desafinado que está... Dioses, si es Arturo. ¿Qué tan embrujado debe estar para cantar como si asfixiaran a un gato?

 

Terminé de entrar pero porque si seguía escuchando a Arturo “cantar”, me quedaría sordo en señal de luto ante tanta música hermosa muerta en sus alaridos de chicharra pariendo.

 

-¿Arturo?-Pregunté entrando y cerrando la puerta. Espero que lo que dijo Gaius sobre “perder el conocimiento” ante la presencia de magia fuerte sea cierto, porque si me ven usando magia, más en el príncipe, tendría un infierno propio asegurado.

 

-¡Merlín!-Casi llego al cielo cuando un muy... Diferente príncipe vino corriendo hacia mí con su tiara de flores y su vestido suelto de hada del bosque. Bien, eso será una imagen difícil de sacar de mi mente. Me reiré de esto por un largo rato...-Qué dicha que ya hayas llegado. Te estaba esperando.-Ok entiendo el vestuario de hada primaveral, siempre supe que este rubio tenía talento para usar vestidos pero... ¿Por qué habla con este tono de gay partido? ¿Qué clase de hechizo le han dado?

 

-¿En serio?-Pregunté pasmado en mi puesto sin saber cómo reaccionar o cómo aprovecharme de tan única oportunidad.

 

-Quería agradecerte.-Ni me dio tiempo de reaccionar, tomó mis manos entre las suyas y me jaló con él hasta la cama donde se sentó sobre sus piernas y me sonrió como si, no se, fuéramos a peinarnos toda la noche mientras hablábamos de sentimientos.-Estoy tan feliz que estés aquí, que bueno que llegaste.-Salí corriendo de la cama antes de que él me hiciera dudar de mis principios sexuales. (Si es que los tengo).

 

-Por supuesto mi lord, pero ya es hora de que duerma.-Dije apartándome mientras sacaba el libro de mi saco y buscaba entre las páginas algo que pudiera serme de utilidad con esta hada de la primavera.

 

-Ay no, cosita. No quiero dormir aún.-¿COSITA?-¿Por qué no vienes junto a mí y nos divertimos un rato juntos?-Dijo mientras se subía hasta las almohadas y me veía subiendo la ceja con una clara mirada de “te haré morder la almohada toda la noche”. Ok. Me estoy asustando, por mi bien (y el de mi virginidad) será mejor que devuelva a Arturo a la normalidad. Empecé a buscar encantamientos y consideré qué tan malo sería convertirlo en sapo hasta que supiera levantar el hechizo.

 

-Es muy amable... Señor.-Es imposible tenerle respeto a un príncipe que te mira de esa forma y se pone barra labial en los labios. ¿De dónde sacó esa colonia? Dioses...-Pero debe dormir para que yo pueda ayudarlo.-Hechizos de locura, de sueño, de odio, de apariencia, del cabello(guardaré esto para más tarde)... Finalmente. Creo que lo he encontrado.

 

-Qué malo eres y yo que te he esperado tanto.-Se quejó mientras se mordía un labio y me miraba fijamente. Tengo que cambiarlo ya. “Estepedus, cordis at miserus...”.-Desde que teníamos cinco si no recuerdo mal.-Me atraganté todas mis palabras y lo miré fijamente. Es imposible.

 

-¿Qué recuerda exactamente de eso?-Pregunté cerrando el libro. Arturo me miró, se alzó de hombros y se quitó la ropa.

 

-Me heriste.

 

-¿Qué? ¡Salvé su rubio trasero!-Le grité alterado, no debí hacerlo porque segundos después un mastodonte rubio se lanzó sobre mí, me tomó de la muñeca y me jaló con él hasta la cama. Ahora sé cómo se siente que un hipopótamo te aplaste... Me estoy literalmente asfixiando y quemándome debajo de él.

 

-Salvaste mi cuerpo usando magia.-Dijo rozando mis labios con los suyos, sé que debería darme asco una reacción así pero solo puedo petrificarme y dejar que me machaque debajo de su cuerpo.-Usaste magia en mi.-¿Eso era lo que le dolía? Dioses...

 

-Señor, no se ofenda pero hoy en día es bastante común que usen magia en usted.-Susurré sobre sus labios tratando de calmar mi pulso cardíaco que solo había ido en aumento desde que recordé lo que Gaius dijo sobre “la magia solo se detiene cuando el hechizo se cumple”. Bien, no quiero, para nada ser el objeto del amor del príncipe.

 

-Vas a redimirte por eso.-Dijo acariciando mi cabello. Me estoy poniendo más nervioso de lo normal.-¿Verdad? Me sanarás de las ansias.

 

-¿Ansias?-Pregunté tartamudeando cuando el príncipe no encontró mejor forma de satisfacer su hechizo que besando mi cuello de punta a punta. (Necesitaré un fuerte hechizo para olvidar esto).

 

-y el deseo...-Dijo mordiendo el lóbulo de mi oreja y jalándolo a su antojo. Qué bestia es, ni hechizado puede ser más delicado. Dioses y lo único que yo puedo hacer en mi defensa es ¡temblar y desear más! Este hechizo debe de ser contagioso.-Eres mi sirviente, así que harás todo lo que yo quiera y necesite para estar bien.-Dijo metiendo su mano debajo de mi camisa y acariciando todo mi pecho agitado que subía, bajaba y temblaba por él. Joder esto es malo... Ya me está echando en cara los términos de dominancia y pertenencia no explícitos.-Así que Merlin, quítate la ropa.

 

-Quítela usted.-Dije desafiante tratando de ganar algo de tiempo pero nunca pensé que ese idiota mandaría a volar mi camisa de un tirón volviéndola jirones. Quedé demasiado impresionado como para reaccionar. Bueno, eso ayudaría con el calor que hace... Arturo comenzó a besar todo mi pecho y yo quería, de verdad no detenerlo. No porque me gustara, no no. Era como ser lamido por todo el cuerpo por una vaca, sino porque mi cabeza rodaría si le llevaba la contraria.

 

-¿Te vas a poner mojigato ahora, Merlín?-Preguntó subiendo hasta mis labios a punto de besarme mientras sus manos se deslizaban de mi pecho hasta mi pantalón.

 

-No, por supuesto que no.-Dije corriendo mientras volteaba mi rostro antes de que me besara.-Pero antes de continuar... “Expuesamireta et puelliscordis”.-Antes de él poder defenderse mis ojos brillaron y mis palabras lo mandaron a volar lejos. No sé si ese era un hechizo adecuado o no, pero mi integridad como hombre estaba en riesgo y debía quitármelo de encima. Me incorporé lejos de la cama esperando a que Arturo reaccionara. Cuando lo hizo, deseé nunca haber usado magia en él.

 

-Yo soy el che de los pesarles y este es mi fiel amigo canuto.- Dijo Arturo tomando una bota en su mano y haciendo uso de un acento claramente españoleto. ¿Canuto?-Exigimos saber dónde está nuestro compatriota revolucionario cornamenta.-Ay dioses.-¿Dónde?-Se está poniendo salvaje, tengo que hacer algo. Busqué el libro corriendo mientras Arturo, abrazando su bota buscaba y destrozaba toda la habitación en busca del tal cornamenta. Pronuncié otro hechizo lo más rápido que pude, uno que estaba en la sección de amor, y ¿adivinen? Si, Arturo se volvió la viva reencarnación de Vicente Fernández o algún otro mariachi despechado. Empezó a aullar otra vez maldiciendo a su amor no correspondido y yo entré en crisis.

 

-Yo la amaba.-Dijo tomando un jarrón y tomándose el agua de las flores como si fuera Hidromiel.-Pero ella me abandonó, ¡se fue con otro! ¡Me dejó como un perro callejero sin su amor!-Gritó mientras lloraba y se dejaba caer en contra de las paredes como si el agua de las flores realmente fuera licor.-¡Yo la amaba!-Me gritó y yo, solo por si acaso, retrocedí un paso y pronuncié otro hechizo.

 

-Ese sin duda no era.-Comenté para mí mismo cuando pronuncié otro hechizo y Arturo comenzó a hacer todo un baile nudista con la poca ropa que le quedaba. Estaba buscando alguna solución a toda esa situación antes de que se le acabaran las prendas cuando escuché voces en el pasillo. Entre en crisis y dije lo primero que se me ocurrió.

 

-“Albis rebata cúpula margisest”.-Arturo cayó contra el suelo de la impresión. Intenté acercarme lentamente y... Bueno....-Me gustaría tanto regodearme de esto.-Dije algo divertido mientras lo acostaba en la cama con dificultad y lo cubría.-En serio, sería muy feliz reírme de tu calvicie... ¡Si el rey no estuviera del otro lado de la puerta!-Corrí por el cuarto en busca de algún sombrero para cubrir su cabeza pelona y sólo encontré una especie de sombrero negro de luto con tocado femenino que de seguro era de Morgana. Lo cubrí rápido y le sonreí al rey que entró de golpe a la habitación.

 

-¿Y bueno? ¿Cómo está?-Antes de que pudiera responderle, Arturo reaccionó.

 

-Ay padre pero que fabuloso tocado me has regalado.-Miré a Gaius que estaba en la puerta, le supliqué ayuda con la mirada pero todos estaban demasiado pasmados viendo a un muy partido príncipe que se miraba en el espejo y se arreglaba el sombrero de mujer.

 

-¿Eso no es de Morgana?-Preguntó el rey igual de pasmados que todos ahí.

 

-Ahora a mí me queda mucho más bonito.-Dijo el príncipe y yo me alcé de hombros.

 

-Gaius, cúralo.-Bramó el rey. Gaius me vio fijamente y yo me alcé de hombros otra vez.

 

-Por ahora, señor, será mejor dejarlo descansar. Ya mañana le daré alguna poción.-El rey lo miró queriendo matarlo y Arturo se paró de su tocador, caminó con paso de diva y lanzando besitos a todos dijo: si padre, necesito mi sueño reparador de belleza nos vemos mañana.

 

Y nuevamente, quedé a solas con el príncipe transexual y mis ganas de matar a los dioses. Pronuncié tres hechizos más, logré hacer que recuperara su cabello(muy a mi pesar) que dejara de creerse mujer, que actuara como Romeo pero no logré llevarlo a la normalidad de nuevo. Solo a su estado inicial de príncipe hechizado con ganas de violarme. Estaba intentando buscar las llaves de su habitación para encerrarlo y huir lejos pero.... Arturo las tenía en sus manos y no pensaba dármelas a cambio de un beso.

 

-¿Si te lo doy, me darás las llaves?-Estaba en extremo agotado, lo único que quería era encerrarlo y huir.

 

-Te lo prometo.-Solté un suspiro y me le acerqué, había mantenido mis distancias por si acaso él tiene algún poder especial de violar desde lejos. Pero apenas rocé las sábanas de su cama tomó mis muñecas con fuerzas y me jaló con él hasta el colchón donde me acorraló por completo con su cuerpo. Sospeché que me habían estafado cuando mandó a volar lejos las llaves. Por la ventana más específicamente. Estoy encerrado en un cuarto con el príncipe queriendo violarme. Sin duda he tenido noches mucho mejores.

 

-Ahora eres mío.-Dijo sonriendo mientras me acariciaba el rostro suavemente. Lo miré completamente en blanco. Me perdí en sus ojos azules tan claros y en el calor de su cuerpo acelerado sobre el mío. Dejé que el silencio me invadiera y que mi magia en mi interior sintiera las caricias dulces de su mano en mi rostro.

 

-Nací para estar contigo, Arturo.-Ese precisamente es mi problema pequeño capullo...-Así que... Solo dime lo que quieres que haga.-Dije rindiéndome por completo a mi destino de perro que me gastaba. Arturo comenzó a acariciar mi piel con la punta de su nariz y en algún momento cerré los ojos disfrutando del roce. Sentí su respiración sobre la mía, lenta y calmada, mi corazón descontrolarse, la magia estremecer mis manos entumeciéndolas, mi cuerpo perder todo control de sí mismo y sus labios rozar lo míos.

 

-¿Por qué me salvaste?-Preguntó seriamente antes de besarme.

 

-Porque...-Por un momento casi le digo “te quiero” pero eso era una total mentira y estupidez.-Porque lo necesitabas.-Dije rápido.

 

-Gracias.-Susurró en mi oído y antes de que pudiera decirle que en definitiva no debía agradecerme por un destino al que me obligaron, Arturo me besó suavemente en los labios. Las respiraciones se entremezclaron, los cuerpos comenzaron a agitarse y a arder con las suaves y delicadas caricias de ambos, la magia empezó a salir de mis manos sin control con cada uno de sus besos suaves o profundos o rudos o delicados o a veces sonoros. Pensé que sería repulsivo. Pero lo estaba disfrutando bastante.

 

Nunca llegué a estar más expuesto que desnudo del torso hacia arriba, y él nunca cubrió su en extremo cuadrado pecho. Puedo decir que me estuvo besando toda la bendita noche, y que me acarició con más devoción de la que un santo era capaz, sin embargo, ni con toda la magia del mundo, Arturo en ningún momento me dejó tocar su cicatriz en su pecho.

 

Al amanecer solo sé que una brutal patada me sacó de golpe de su cama. Él nada angelical príncipe estaba durmiendo como morsa en la cama y por sus ronquidos puedo asegurar que ya había vuelto a la normalidad. Me puse la camisa y mientras escondía el libro de hechizos entre mis ropas, él despertó. Adiós a mis hermosos planes de correr por mi vida antes de que Arturo me matara por no detenerlo de besarme anoche.

 

-¿Merlin?

 

-¿Si?-Dije con miedo de voltearme y enfrentarlo.

 

-¿Qué haces ahí perdiendo el tiempo? ¡Tráeme mi desayuno!-Volteé a verlo impactado. Era el mismo grosero de siempre, no sé cómo lo hice pero él estaba en total normalidad.

 

-Entonces... ¿No recuerda nada sobre lo de anoche?-Él se sentó acariciando  su sien con expresión de dolor y me miró con su típica mirada de superioridad.

 

-Me duele mucho la cabeza... ¿Qué pasó anoche?-Quise echarle en cara que se ve horrible siendo Calvo pero...

 

-Nada digno de mencionar señor.-Dije entre risas.-Espero que logre recordar algo que valga la pena.-Dije dirigiéndome a la puerta, nuevamente este idiota olvida todo lo importante sobre mí. Hice un gran esfuerzo dejándome besuquear por él para acabar con su hechizo. Lo dejé Calvo en el intento pero ¡lo salvé! Y como siempre, no me da ni las gracias...-Buscaré su desayuno.

 

-¡Merlín!-Gritó enojado por mis risas ante su mala memoria y cuando me asomé a su cuarto me lanzó un jarrón. Por suerte cerré la puerta antes de que me noqueara.-¡Te mataré! ¿Por qué no puedo recordar nada? ¡Merlín!

 

Caminé tranquilamente ignorando sus gritos, me sentía superior sabiendo algo que él había olvidado. No solo superior sino también aliviado. Incluso en la cocina se podían escuchar sus gritos desesperados exigiendo explicaciones. Yo solo podía sonreír para mis adentros aún con el sabor de sus labios en los míos y el calor de su cuerpo en mi piel.

 

-No importa que lo olvides, Arturo.-Dije para mí mismo sonriente.-Prometo no olvidar nada con respecto a nosotros, puedes estar tranquilo... Yo soñaré por los dos.

 

Continuará...

 

Notas finales:

Adelanto del próximo capítulo: 

-¿Necesitas una invitación por escrito para que me pongas la ropa de entrenamiento o te gusta verme desnudo?-Por alguna razón, que susurrara eso tan cerca de mis labios con su no menos pomposo y arrogante pecho desnudo tan cerca, me hizo ruborizarme por completo. La cicatriz seguía ahí, palpante, como si fuera un gran botón rojo que dice “tócame” (todo él gritaba eso, a decir verdad) pero estaba seguro de que él no me dejaría acercarme más de lo que él me permitía. Arturo está muy al tanto de que tiene el físico de un troglodita que solo hace ejercicio y debe beneficiarse de eso como el cabeza de ñame pomposo que es. Lo empujé lejos ocultando mi rostro del suyo viendo al suelo y busqué su bendita ropa de entrenamiento. Que yo sepa él tiene dos fuertes y muy musculosos brazos, puede solito vestirse, no puede ser tan inútil como para no hacerlo. Intento encontrar su camisa y la malla de su armadura pero no la encuentro entre tanto desorden (su desorden después de entrenar) Arturo me mira medio divertido, medio irritado por lo ineficaz que soy como sirviente y yo trato de concentrarme pero no logro pensar con claridad, ¿por qué rayos se me tiene que acercar tanto? Su perfume de petulancia y seme abandonado me confunde.-Es para hoy, Merlín.-Me dice divertido, yo intento buscar  más rápido y solo consigo tropezarme con el estante de martillos con púas....

 

Jajajajajajajaja pasan los días y lo del tocado de Morgana me sigue dando demasiada risa jajajajajajjaa "¿Eso no es de Morgana?" jajajajajaja Espero que a ustedes también les haya gustado!

Por cierto, debido a que no sé cuándo pueda volver a mi casa o si el Lunes me toque a mí o no pasar la noche en el clínico (largaaaa historia) no sé si pueda actualizar yo personalmente, pero tranquilas. No pienso abandonarlas. Lo más probable es que deje a cargo de actualizar al solecito de mi vida (Mi principal lectora, el control de calidad, la cómplice en todo esto, la que escribe los lemons y me dice "convierte a Arturo en bebé" xD) Así que, si el lunes ven que no digo toda esta sarta de tonterías, es porque ella está a cargo. 

O podría decirle que les escriba algo en estas notas... Como sea, espero que les haya gustado! nos vemos el lunes :D


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