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La Piedra de Excálibur por Aithusa

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Notas del capitulo:

Holaaaaaa ¿Cómo están? ¿Vieron?No me olvidé de ustedes xD de hecho en este largo camino y horribles días en el hospital he estado bastante pendiente del fanfic. Mucho aburrimiento, muchas ideas por escribir.

Espero que les guste!

La luna camina despacio, pero atraviesa el mundo. Proverbio Africano.

 

-¡MERLÍN!-No es de sorprenderse que mi día comience con el bramido de Arturo entrando como cavernícola a los aposentos de Gaius mientras ruge mi nombre (la palabra que más usa en el día). Por los dioses y se hace llamar Príncipe… Un dinosaurio tiene mejores modales que él. Gaius me ve mientras mantiene sus pociones en las manos, ni siquiera tengo tiempo de terminar de llevarme la cuchara con mi desayuno a la boca, Arturo entra, lanza la puerta, ignora a Gaius, cruza la estancia, me toma del brazo y me lleva con él a la fuerza, a lo bruto y a lo macho. (Y luego me preguntan por qué deseo convertirlo en sapo).

 

-Disculpe, Sire, pero estaba desayunando.-Logro decir mientras me arrastra por todo el pasillo hacia la cocina. Que él sea el futuro príncipe no le da derecho a matarme de hambre.

 

-No me sorprende que andes perdiendo el tiempo comiendo.-Lo miro de reojo con algo de rabia, sus bramidos se han detenido pero ahora me aprieta tanto el brazo que creo que me lo dejará abollado. Llevo una semana trabajando en el castillo y lo único que he aprendido desde entonces es que: 1) Nunca debes darle de comer a los caballos antes de acicalarlos, puede que te dejen un regalito oloroso en tus botas. 2) Arturo es un idiota, prepotente, pomposo y arrogante príncipe. 3) Si pules la plata con un trapo, asegúrate de cambiarlo cuando pulas las armaduras. 4) Arturo sigue siendo un pomposo cabeza de ñame y el futuro de Albion está completamente perdido. 5) Tienes que tener extremo cuidado afilando las espadas (y alejarte del gritón de Arturo cuando lo hagas) 6) Arturo nunca dejará de ser un pomposo arrogante potencial para convertir en sapo calvo.-Tenemos mucho que hacer Merlín.-Me dice enojado.

 

-¿Tenemos?-Pregunto irónico mientras me dejo arrastrar por toda la cocina hacia la armería, si, ya lo creo que tenemos mucho que hacer. Tienes mucho que ordenarme y yo mucho que cumplir, la típica rutina diaria.

 

-El combate de los caballeros es mañana, Merlín. MAÑANA, no puedes simplemente quedarte con Gaius haciéndote tratamientos de belleza para conseguirte algún novio valiente que participe en el concurso.-Me dice sardónico, me detengo en medio del camino y lo miro con mi mejor cara de “El que dijo que me haría morder la almohada aquí fuiste tú” pero me reservo la imagen del príncipe transexual para mi propio deleite y trato de respirar profundo, conectar mis chakras, centrar mi energía, no desperdiciar mi magia en su pomposa personalidad y finalmente sonrío.

 

-¿Qué quiere que haga Sire?-Digo finalmente. Su rostro se ilumina con una luz macabra y una sonrisa de dominación, después de pasar esa noche en su cuarto tengo miedo de que en cualquier momento saque un látigo y me lleve a un cuarto de tortura o sadomasoquismo.

 

-Empezarás puliendo mi armadura, luego le sacarás filo a todas las espadas, ordena las armas que se usarán en el combate, acicala los caballos, pule los escudos…-La lista de tareas seguía y seguía, como si a él le pagaran por ordenarme hacer cosas o gritarme. Ignoré su voz prepotente y orgullosa y empecé a hacer las tareas mientras él seguía hablando y yo ponía en práctica mi talento de no escuchar lo que me decía. Empecé buscando la armadura para pulirla, una de tantas que tenía. Les juro que solo me distraje unos segundos y cuando volteé él estaba sin camisa viéndome con su cara de sifilítico constipado.-¿Y bien? ¿Piensas hacerlo o tengo que tomar la iniciativa yo?-Ya va… ¿De qué proposición sexosa me perdí? ¿Por qué no tiene camisa? ¿Qué está esperando que haga? Esto es nuevo, estoy solo con él desnudo de cintura para arriba y temo por mi virginidad. Ahora sí, debería usar magia y desaparecer.

 

-Yo… Creo que yo…-¿Sería muy loco decir que tengo que ir a vigilar que mi abuelita no se caiga por la ventana, que tengo que vigilar que el gato no sea arrollado cuando cruce la calle o que los frijoles del almuerzo no se van a observar a sí mismos solos? De verdad, me estoy poniendo en extremo nervioso. Empiezo a retroceder pero ese idiota se me acerca lentamente con su ceja levantada y su cara de “Seme busca Uke que se deje pegar” y no es que yo me deje, pero si le tengo miedo, miedo a no saber qué es exactamente lo que piensa hacer conmigo, más cuando se me acerca tan lentamente, me acorrala contra la pared, tiene una espada en su mano, roza mis labios con su respiración…

 

-¿Necesitas una invitación por escrito para que me pongas la ropa de entrenamiento o te gusta verme desnudo?-Por alguna razón, que susurrara eso tan cerca de mis labios con su no menos pomposo y arrogante pecho desnudo tan cerca, me hizo ruborizarme por completo. La cicatriz seguía ahí, palpante, como si fuera un gran botón rojo que dice “tócame” (todo él gritaba eso, a decir verdad) pero estaba seguro de que él no me dejaría acercarme más de lo que él me permitía. Arturo está muy al tanto de que tiene el físico de un troglodita que solo hace ejercicio y debe beneficiarse de eso como el cabeza de ñame pomposo que es. Lo empujé lejos ocultando mi rostro del suyo viendo al suelo y busqué su bendita ropa de entrenamiento. Que yo sepa él tiene dos fuertes y muy musculosos brazos, puede solito vestirse, no puede ser tan inútil como para no hacerlo. Intento encontrar su camisa y la malla de su armadura pero no la encuentro entre tanto desorden (su desorden después de entrenar) Arturo me mira medio divertido, medio irritado por lo ineficaz que soy como sirviente y yo trato de concentrarme pero no logro pensar con claridad, ¿por qué rayos se me tiene que acercar tanto? Su perfume de petulancia y seme abandonado me confunde.-Es para hoy, Merlín.-Me dice divertido, yo intento buscar  más rápido y solo consigo tropezarme con el estante de martillos con púas.

 

-Lo siento…-digo apenado, aún sintiendo mi cara arder por el sonrojo. Todo sería muy distinto si él supiera lo del hechizo de amor donde fue ÉL quien me besó a mí y me hizo acostarme en su cama y él estaba desnudo y yo solo quería tocar su cicatriz y él no me dejó pero si bien que me manoseó y… No sé por qué recuerdo cosas como estas en un momento así. Arturo se me acerca lentamente por detrás, no lo veo pero lo siento, escucho sus pasos, la piel se me eriza por completo, las manos me tiemblan, el corazón agitado es lo único que se escucha, me quedo muy quieto, inmóvil. Veo la armería en busca de un verdadero milagro o de la maldita camisa que no sé en dónde carajos anda. Arturo se queda detrás de mí, sin tocarme, sin terminar de acercarse y yo, solo por si acaso, envío la señal de alarma a toda mi salud emocional: “Virginidad en peligro”, “Alerta roja”, “Pégate a la pared, ¡Rápido!”.

 

Él agarra un mechón de mi cabello y empieza a juguetear con él, en definitiva lo suyo no es la seducción, parece más un método de tortura para hacer hablar a los traidores que un gesto romántico. Se me eriza la piel pero de miedo. Qué fracaso de rompecorazones es… Cuando mi corazón ya está a punto de estallar, su brazo me envuelve sin tocarme y en su mano me muestra un pedazo de mata verde.

 

-Tenías esto en el cabello.-Se limpia la mano de la mata verde que quedó atorada en mi cabello ayer en la tarde cuando salí en busca de remedios para Gaius. Yo volteo a verlo agarrando lo primero que encontré para defenderme de la violación segura: un escudo. (Ahora que lo pienso, debí agarrar la espada, sería más útil).-En serio Merlín ¿dónde tienes la cabeza?-En algún manual druida para no matar a los principitos pomposos como tú, eso es seguro. Pienso con ironía.-Se nota que no me escuchas.-dijo por lo bajo, en susurros, por alguna razón tenerme así de cerca evitaba cualquier grito de sus labios, por cierto, ¿mencioné que sus labios son rosados como los de un bebé? ¿no? Bueno, lo son. Y teniéndolos así de cerca me parece que también huelen a fresa. ¿Sabrán a fresa?-Te estaba diciendo que la camisa está guardada en el estante de allá. No estabas escuchando, ¿cierto?-Trato de decir algo pero no sale nada de mis labios solo puedo verlo fijamente a los labios.-Ve a buscarla, por favor.

 

-¿Disculpa?-Digo realmente sorprendido.

 

-En el estante de allá está la ca…

 

-no, no.-lo interrumpo sorprendido.-¿Dijiste “por favor” y no te estás quemando? ¿Es esto un sueño?-Arturo se separa de golpe y me pega un coscorrón en la cabeza.

 

-Solo busca la camisa, ya es tarde.-Dice malhumorado. Yo esperaba encontrar una camisa, pero no. Encontré dos camisas, una malla de alambre, unas cosas que parecen unas hombreras y otro tipo de armadura que no tengo ni idea de en dónde van. Arturo me mira de lejos y yo intento ayudarlo a vestirse pero no tengo ni idea de cómo hacerlo. Nunca me llamó la atención la moda de los caballeros y ahora eso me está pasando factura. Arturo se molesta.

 

-Yo no tengo la culpa de que tengas una cabezota.-Digo cuando se queda atorado dentro de la camisa y ni removiéndose como salamandra puede quitársela. Sin duda alguna, debí atorarlo en la tela desde hace mucho tiempo, así me evito su cara de malhumor.

 

-¡No tengo una cabezota!-Grita mientras se mueve sin ver y se lleva los escudos por delante, sin duda eso le dejará un feo moretón.-¡Me hiciste meter la cabeza en el orificio del brazo!

 

-Ah claro, mi culpa, ahora yo soy el responsable. Dígame algo sire, si le pido que meta la cabeza en un avispero, ¿lo hará?

 

-¡Sácame esto AHORA!-Corro a su lado y le arranco la camisa por la fuerza, protegiendo mi cabeza antes de que él la mande a cortar. Arturo me mira como si no supiera de qué forma matarme y yo retrocedo.

 

-Si te hace sentir mejor, creo que adelgazando un poco te quedará mejor la ropa.-No quería decir nada pues, es el segundo capítulo y no quiero parecer superficial cuando apenas y me están empezando a leer pero la verdad es que Arturo es un poco bastante… grueso. Digamos que tiene mucho material y mucha grasa protectora (por no decirle gordo con todas sus letras). Apenas termino de pronunciar la frase, una espada voladora cruza el aire y apenas si tengo tiempo de agacharme antes de que rebane mi cabeza. Arturo comienza a perseguirme y aprendo una muy valiosa lección: No hagas enojar a un idiota con ego frágil en la armería donde hay más de 10 tipos de armas. Si quieres sobrevivir, atora su cabezota en una camisa y huye por tu vida. Arturo me trata de golpear con cualquier cosa que encontrara en su camino, que para mi muy mala suerte eran puras armas de combate diseñadas para matar, y yo empiezo a correr. Tuve que usar magia para hacer caer una biga del techo antes de que me diera con el martillo de púas. Tropecé y caí en contra de los escudos, Arturo tomó una espada y estaba a punto de atravesarme el pecho por haberlo llamado gordo (el precio de la sinceridad).

 

-¿Arturo? ¿Estás aquí?-Escucho la voz de alguien en la entrada y doy gracias a los dioses cabrones del destino por, esta vez, no ser TAN cabrones conmigo.-Te estamos esperando desde hace varios minutos. ¿Todo está bien?-Arturo suelta la espada y yo me quedo detrás de los escudos esperando a que Sir Leo lo calme y me asegure que el príncipe no tiene rabia ni le sale espuma por la boca o algo peor.-¡Pero Sire! ¡Todavía no se ha vestido!

 

-Sí, lo sé.-Sir leo merece el premio a lo obvio…-Tengo un sirviente inútil que no sabe hacerlo. ¿Me ayudas?-Y ¿este príncipe más o menos qué? ¿Piensa ponerme celoso con esto? Sir leo asciende, yo me pongo de pie pero me quedo cerca de los escudos solo por si acaso. Sir Leo se le acerca al príncipe que YO debería estar vistiendo y comienza a colocarle toda la ropa de entrenamiento. Quiero irme, y lo intento, pero cuando me di la vuelta…-Quédate, Merlín.-Me detiene Arturo con tono de burla, su preferido.-Vamos a ver si aprendes algo bueno.-Arturo se ríe por lo bajo y Sir Leo lo sigue en la broma. Tonto príncipe, tonto caballero de rizos hermosos, cabello Pantene y sonrisa Colgate… son todos unos tontos. Me quedo parado cual pasmarote en mi puesto viéndolos fijamente.

 

El silencio es sepulcral, debería sentirme feliz de librarme de tener que vestirlo, más porque está gordo y sinceramente tiene un grave problema para admitirlo, pero realmente no puedo evitar la sensación (que se confirma cada vez más con la sonrisita de lado idiota de Arturo) de que se me está arrebatando mi lugar a su lado, que están pasando por encima de mi destino y de los dioses que lo escribieron. ¿En serio dioses? ¿No harán nada al respecto? Un rayo que mate a Sir Leo no debe ser tan difícil de lograr por ejemplo…

 

-Eres muy bueno en esto, Sir Leo, tienes unas manos… Mágicas.-Dice, apropósito, Arturo. Ahora sí, ¡ahora sí! Dijo la palabra con M, esto ya es personal. Trato de tragarme mi orgullo viendo cada detalle de las manos de sir Leo en su cuerpo, cómo lo viste, qué le coloca, cómo ajusta la armadura a su pecho. ¿Es en serio? ¿Cómo iba a saber que esas hombreras raras se colocan así? Es decir,  ¿qué tiene de lógico cubrirte solo uno de los dos hombros? ¿Quién inventó estas ropas? Dioses… sir Leo continúa y Arturo me mira con superioridad, creo que en mi cara está muy claro todo lo que siento porque de repente Sir Leo se pone de pie y se acerca a Arturo tanto que por un momento pensé que lo besaría para ver si se convertía en alguna linda princesita.

 

-Quizás su sirviente sea mejor desvistiendo que vistiendo.-dijo con doble intención. Sí, también soy bueno convirtiendo a la gente en sapo… A pesar de mi molestia por él y sus manotas intrusas en el cuerpo del príncipe, de ese ingrato llamando “mágico” a alguien que no soy yo, y mis ganas de matarlos a ambos… Me sonrojo ¿qué acaso soy el único que se mantiene virgen aquí? ¿A qué clase de prostíbulo real vine a parar? Esto sin duda es demasiado bochornoso. Arturo se ríe y me dedica una mirada de duda y de diversión, quizás había algo de lujuria en sus ojos pero mi bochorno no me permite mantenerles la mirada por más de 15 segundos.

 

-Creo que eso será algo digno de experimentar.-Dijo Arturo y automáticamente su ceja se alzó y su voz sonó tan seductora como la de un seme en celo. Esto ya es demasiado. Intento salir corriendo pero me tropiezo (demasiadas armas para alguien que intenta huir) y caigo al suelo de golpe y de lleno. Tanto Arturo como sir Leo se burlan de mí, eso era obvio y encima no me paga por ser su bufón personal… qué falta de moral. Albion está perdida sin duda alguna.-Y mientras estás ahí, Merlín.-Me dice Arturo entre risas.-Intenta aprender algo mientras entreno, sino, tú serás nuestro muñeco de golpes.-Finalmente se van y yo me quedo ahí, en el suelo junto con mi dignidad. ¿Será que si llevo una carta de renuncia, el rey se apiade de mí? No. Ese sin duda me cortará la cabeza.

 

Empiezo a hacer mis deberes, o bueno, los deberes que Arturo me asignó. Pulir, ordenar, limpiar… Si él no fuera tan desastroso mi trabajo sería mucho más sencillo. El sonrojo, la humillación, la rabia, los celos y la frustración estaban tan presentes en mí que empecé a hacerlo todo con rabia y murmurando para mis adentros que ojalá mi deber fuera matar a Arturo y no salvarlo. Ya con raparle la mitad de la cabeza sí y la otra no le causaría un gran trauma y arruinaría su vida, sería fácil acabar con él… Pero no, tengo que salvarlo mientras deseo que esté gravemente herido.

 

Estaba puliendo con rabia los escudos de algunos de los participantes del torneo de mañana cuando Gwen ha entrado sin que yo me diera cuenta. El lado bueno es que venía a ayudarme un poco con el orden de la armería ya que su padre era el herrero del rey y la había enviado a llevar unas nuevas armas para el torneo. El malo es que escuchó todos y cada uno de mis murmullos enojados sobre el príncipe y su pomposa personalidad.

 

-¿Merlín?-Preguntó mientras se me acercaba. Dejé caer el escudo y me puse de pie alarmado. Sin duda pudo haber sido peor, pudo haber sido el rey quien me escuchara amenazando a su hijo o peor, el mismo Arturo.-¿Estás bien?-Como se nota que ella es realmente todo un amor, compasión, humildad y amabilidad que no es Arturo.

 

-Tengo muchos deberes, supongo que he estado mejor.-Ella me sonríe y se sienta al frente de mí con su mirada comprensiva.

 

-Es Arturo... ¿Verdad?-Cuando lo dijo, por un momento pensé que tenía escrito en la frente: Arturo es mi karma y mi condena, pregúntame por qué. Solté un suspiro y dejé de pulir los escudos con rabia y desesperación.-¿Qué te hizo esta vez?-Realmente quería confiar en ella, quería contarle y desahogarme pero es difícil confiar en una doncella que es el juguete sexual del príncipe. Aunque sea un príncipe muy encantador que te provoque regalarle todas tus bragas. Sigue siendo algo... Atemporal  esa relación entre ellos y no es que la envidie, no para nada.

 

-Él siempre me da demasiado trabajo.-Y no era mentira, Arturo existe para explotarme y me explota para existir. Es sin duda la razón de su existencia. Gwen comenzó a organizar un poco las armas y yo le sonreí con pesar.-Es difícil, a veces, tener nuestra condición.-Dije. En especial yo que tengo magia y debo soportar esta clase de castigo laborioso.

 

-Eso es porque eres nuevo.-Me dijo ella sonriente, su sonrisa consuela más que cualquier otra cosa en este reino. No entiendo cómo cayó en las garras de Arturo un alma tan pura como la de ella.-Arturo es algo cruel con los nuevos, es su forma de evaluar si realmente le serán leales como sirvientes o si lo traicionarán. Y tú no tienes un cargo fácil, ser el sirviente personal del príncipe requiere mucho más que simple confianza.

 

-¿Qué más requiere?-Pregunto, por un momento me imaginé que lo otro que se necesita es ser fácil de desvestir, dejarse amarrar y aceptar ser el uke de la relación sin protestas. Porque yo nunca seré el uke, no mientras tenga magia. Podré ser escuálido pero en una relación jamás seré el uke.

 

-Total lealtad. El príncipe debe saber y estar seguro que tú darías la vida por él.-Encuesta popular: ¿cuántas veces debo salvar a la princesita en peligro de Arturo para que deje de explotarme?

 

-Es imposible...-Dije por lo bajo pensando que si Arturo se entera que le salvé la vida, si confiaría en mi de inmediato, pero también me cortaría la cabeza por haber usado magia en él y haberlo hecho ponerse el tocado fúnebre de Morgana.

 

-No tanto. Cuando lo conoces, Arturo es realmente bueno. Estoy segura de que él se convertirá en un gran rey, el rey que todos necesitamos.-Sí, por supuesto y mientras tanto que sea un príncipe con complejo de dictador.-Dale una oportunidad Merlín. Tienes que ver a Arturo por quién es realmente.

 

-No te ofendas Gwen pero, ¿cómo un alma tan pura como la tuya cayó en las garras oscuras de un ser sin alma como Arturo?-Pregunté y ella se rió divertida. Era una pregunta bastante seria. Jamás imaginé a alguien tan buena como ella en el ser sin corazón rubio artificial del príncipe.

 

-Tienes que verlo.-Dijo estirando su mano. No sé a dónde quería llevarme pero acepté. Ojalá me mostrara a un cordial y amistoso Arturo pero eso sería casi tan imposible como conseguir el Santo Grial. Gwen me llevó hasta el campo de entrenamiento, uno de los jardines centrales que quedaba realmente cerca de la armería. No entendí qué tenía de amable que Arturo le cayera a golpe limpio a uno de sus caballeros pero Gwen insistió en que mirara con atención. Solo vi cómo Arturo hacía uso de su fuerza bruta para golpear a Sir Leo una y otra vez. Hasta que sus caballeros empezaron a bromear y reírse. Entonces Arturo les llamó la atención y les aconsejó que mañana prestaran atención a cómo salir vencedores del combate. Los caballeros lo respetaron de inmediato y siguieron sus enseñanzas con total admiración. Volteé a ver a Gwen con la duda sobre qué agua beben esos caballeros para que tengan el cerebro tan lavado.

 

-No te sorprendas.-Dijo Gwen divertida.-Este es el verdadero Arturo: el que da la vida por sus caballeros, por su reino, por su pueblo. Todos los días Arturo entrena y le enseña a sus hombres cómo defender lo correcto con honor, no se trata de ser más fuerte para destruir naciones y hacerse más rico a punta de guerras. Se trata de conseguir una defensa para proteger a nuestra gente y a los que amamos. Se trata de ser lo suficientemente fuertes para buscar La Paz. Ese es Arturo. Y creo que te haría bien, Merlín, que empieces a verlo con otros ojos.-Gwen se fue dejándome con la mandíbula en el piso. No pueden juzgarme, llevo una semana aquí y ese príncipe me ha ahogado con tareas y deberes.

 

Me quedé viéndolo un tiempo más como tratando de encontrar en ese troglodita que enseñaba a matar con un “golpe certero que te dé la Victoria segura” el magnífico príncipe que debía salvar y al que Gwen se entregaba casi todas las noches. Sin duda alguna, no podía encontrarlo. Por más amable que se viera enseñando sus trucos para el combate y por más seductor que me pareciera toda esa fuerza contenida que soltaba a rienda suelta en una mezcla de golpes y sudor, me era imposible pensar en Arturo de una forma que no fuera de “pomposo arrogante”

 

-¡Merlín!-Volteé hacia los lados como si ese no fuera mi nombre y como si el príncipe sudado que se dirigía hacia mí estuviera buscando a alguien más.-¿Ya terminaste todos tus deberes?-Yo lo miré pálido y algo impresionado. Se veía tan cansado y a la vez tan lleno de energía. Estaba sudados y sus cabellos todos revueltos. Provocaba peinarlos mientras él calmaba su agitación.

 

-Yo estaba buscando...-La inmortalidad, una razón de porqué eres tan idiota, la fuente de la vida eterna, alguna otra razón que justifique tu idiotez… Esta y otras razones pasaron por mi mente pero ninguna era lo suficientemente… Respetuosa y posible como para decírsela y en su cara.

 

-Si, tú siempre estás buscando algo Merlín.-Una vida normal por ejemplo, entre las múltiples cosas que siempre estoy buscando. Eso y salvarle la vida.-Ven, ayúdanos a entrenar.-Esto no puede ser bueno... Arturo me tomó del brazo y me llevó hasta el centro del círculo de entrenamiento. Estaba nervioso y me puse aún más tembloroso cuando todos los caballeros voltearon a verme.-Bien, señores él es Merlín. Quizás lo han visto por ahí haciendo mal su trabajo o metiéndose en problemas. Hoy nos ayudará a entrenar.-Dijo con una amplia sonrisa. Esto en definitiva no puede ser bueno.

 

-Disculpe, Sire... Pero no sé nada de combates.

 

-Tampoco sabes nada de servir Merlín pero aún así eres mi sirviente.-Todos los caballeros se rieron y yo bajé mi mirada algo ruborizado. Esto era lo que me faltaba.-Bien. Ten esto.-Me dio uno de sus escudos y yo tragué con dificultad.

 

-¿Para qué?

 

-Es un escudo Merlín sirve para protegerte.-Dijo divertido mientras se arreglaba los guantes negros y volteaba a ver a sus caballeros.-Lo haremos así: para aprender a dirigir golpes certeros, el primero que rompa el escudo de Merlin, gana.-Todos los caballeros se vieron, luego me vieron a mí y antes de que pudiera embrujar el escudo para que se rompiera fácilmente o antes de que pudiera salir corriendo, todos se abalanzaron contra mí con sus martillos, espadas, armas y todo tipo de golpes.

 

De inmediato caí al suelo, traté de cubrirme por completo con el escudo pero mis piernas quedaron al descubierto y más de uno de los Díez brutales caballeros me pateó. Los golpes venían de todas partes y me daban en contra de mi frágil cuerpo temblando por sobrevivir. Esperaba ver a Arturo divertido por todo eso pero en realidad estaba serio, muy serio. El escudo empezó a ceder y los golpes aumentaron aún más. Arturo dio la orden de que pararan y todos obedecieron. Todos menos uno. Ese ultimo caballero siguió golpeando el escudo con fuerza y brutalidad sus gotas de sudor me caían en la cara y el miedo me hizo pálido como el papel. Arturo sacó su espada y de una sola maniobra logró dejarlo desarmado. El caballero retrocedió mostrando una señal de rendición y yo me intenté poner de pie pero las piernas me fallaron.

 

-Aunque sea un pésimo sirviente esperaba que alguno de ustedes estuviera en contra de este ejercicio.-Dijo solemnemente como desilusionado de sus obres.-Si llegaban a romper el escudo, inevitablemente lo matarían a él también.-Ya va... ¿Me está defendiendo? Bueno si no me hubiera metido en semejante rollo no tendría que hacerlo.-Y aunque admito que no sería una gran pérdida...-¿Disculpa? Vamos a ver quién te salva el trasero, pequeño petulante.-Todos en el reino son importantes. Su deber es proteger a la gente como Merlín, a los pobres, a los trabajadores, a los que no se puedan defender solos.-Vaya que si puedo... Pero es ilegal mi magia.-Así que, sean o no caballeros de Camelot espero que hayan aprendido algo valioso hoy.-Les sonrió a todos con esperanza y por un momento vi el reflejo del gran rey que sería. Todos se fueron dispersando y él volteó a verme. Yo seguía tirado en la grama sin creerme lo que acababa de pasar.

 

-¿Terminarás ahora tus tareas?

 

-Claro, Sire.-Dije aún pasmado. Arturo me ofreció su mano y yo dudé en tomarla.

 

-Vamos, no tenemos tiempo.-La tomé fuerte y me ayudó a ponerme de pie.-Me disculparía por usarte de pera de boxeo pero...

 

-¿Eres demasiado pomposo para hacerlo?-Pregunté irónico.

 

-No.-Dijo serio.-Te lo mereces por dejar tus labores, ahora vuelve a ellas.-Aunque se muestre así conmigo, la sonrisa que le dedicó a sus caballeros me enseñó algo realmente importante: Arturo es la persona más encantadora que existe cuando tienes su confianza. Y ahora, quiero que confíe en mí al punto de contarme eso que no le cuenta a nadie más. Quiero que me vea como su cómplice y su confidente. Quiero que me vea como su amigo. He empezado a ver quién es realmente, pero ¿él me verá a mi? Trabajo duro por mantenerlo a salvo y aunque no puedo regodearme de ello en voz alta, quiero demostrarle que no soy un inútil... Vaya... Y solo tuve que ser atacado por 10 gorilas con armaduras para caer en cuenta de eso.

 

Empecé a caminar de vuelta a la armería en plan “estoy resignado a morir trabajando para Arturo mientras intento que sea mi amigo” cuando me encontré a Morgana revisando la armadura que recién Arturo había dejado tirada por todas partes destruyendo el poco orden que había logrado establecer. ¿Qué acaso ese rubio es enemigo jurado del orden y la limpieza? Dioses, estoy seguro que agradecía su poca inclinación a bañarse diario porque me evita un gran trauma así pero ahora me está costando más trabajo sus rituales de mugre y desorden.

 

-Merlín qué gusto verte.-Me dijo Morgana sonriendo mientras escondía algo de la armadura de Arturo detrás de su espalda.

 

-Ojalá pudiera decir lo mismo de ti.-Dije por lo bajo, nada personal, Morgana es la mujer más inteligente, astuta y manipuladora que existe, también es MUY creativa pero la última semana ha sido un verdadero infierno. Y no tanto por Morgana, no, que los dioses me amparen de ser el blanco de sus bromas. Mi infierno consiste en ser la maya de peleas entre ella y el príncipe. Como sirviente de Arturo no me puedo (ni me pude negar la semana pasada) a servirlo en todo lo que me pide y esa semana me pidió que cumpliera con unos encargos que perjudicaban directamente a Morgana (Prometo que no tenía ni idea de que el “paquete especial” para su cuarto era una colmena de avispas, lo prometo). Sin embargo, mi suerte es tal que obviamente Morgana me descubrió en todas y cada una de las bromas que Arturo me mandó a hacerle (sí, ese idiota ni jugar bromas puede hacerlo por sí mismo) así que para no acusarme ante el rey Uther, me manipuló de la forma más simple y efectiva que existe: “Ayúdame a devolverle el golpe a Arturo y no te delato”

 

Así fue como caí en un círculo infinito sin fin de bromas donde cada acto infantil era respondido con otro acto aun más infantil que el anterior. El lado bueno es que… Esperen. No hay lado bueno. De hecho eso ha sido lo peor que me ha pasado en la larga lista de cosas malas que he venido soportando desde que llegué. Empezando porque en todas las bromas o Morgana me descubría haciéndole la broma por encargo de Arturo y me manipulaba para que le ayudara a vengarse, o Arturo, siempre tan… tan… Tan… Cobarde (Por no decir idiota, arrogante, estúpido y demás) me hacía caer en las bromas de Morgana a mí. Me explico: Morgana planeaba ponerle tinta verde en la bañera a Arturo, Arturo sospechaba de que su agua de baño estaba alterada y manipulada (porque, vamos a admitirlo, poner tinta verde en el baño mientras Arturo se desnuda por completo no es para nada mi fuerte) así que en vez de escucharme cuando le aconsejé “NO te bañes hoy, báñate mañana, el agua puede ser utilizada para las plantas” él prefirió mandarme a mí cual Dolón (el griego al que mataron por ir a checar la zona en territorio enemigo) a probar el agua de la bañera. Moraleja de la historia: Por tres días seguidos fue pariente cercano del Grinch.

 

Y en esas me tuvieron. Arturo quería vengarse, intentaba jugarle la broma a Morgana, Morgana me descubría, me manipulaba para que la ayudara a vengarse y luego Arturo, dándome todo el trabajo a mí y sin escucharme, me hacía caer en las bromas de Morgana. Por eso no me alegro para nada de encontrarme a Morgana en la armería. De hecho, nada bueno puede salir de esto.

 

-Yo fingiré que no te he visto ni que te veo. Tú sigue haciendo lo tuyo.-Le dije mientras buscaba mis implementos de limpieza y pulido. Gaius me advirtió de que Arturo me mandará, muy probablemente, a servir de pulidor de todos los concursantes del combate, así que tengo que estar preparado para cuando sus bramidos comiencen. Morgana retrocedió un par de pasos y yo, en serio, me esforcé por fingir que ella no existía.

 

-Esta vez no te involucraré, Merlín, puedes estar tranquilo.-¿Y se supone que eso es un alivio? Siempre termino involucrado, esta guerra infantil ocurre entre la sádica pupila del rey que se hace llamar mi “amiga” y el rubio que me explota. Bello que les quedó, malditos dioses.

 

-¿Involucrarás a Gwen?-Pregunté irónico, a todas estas, ella nunca estaba en ninguna de las peleas.

 

-Gwen se proclamó parte gris de esta pelea desde hace mucho.-Dijo Morgana manteniendo sus manos ocultas, sea lo que sea que está planeando, no quiere bajo ningún contexto que yo lo sepa y le evite a Arturo el ridículo. Debe de ser algo relacionado con el torneo de mañana pero… ¿Qué? Viniendo de Morgana, cualquier cosa es posible.

 

-¿Parte gris?

 

-¿No lo sabes?-Dijo con ese tono de superioridad que al parecer, es un tono grabado en todos los nobles.-Gwen es el entretenimiento de Arturo y mi amiga, no quería quedar en medio, ni escoger un bando, así que se declaró “Gris” no está con ninguno de los dos.

 

-Qué suerte la de Gwen, la envidio.

 

-Puedes librarte de esto, Merlín.

 

-Claro…-Dije mientras pensaba que con magia podría acabar con sus tontas bromas de una buena vez por todas pero no lo había hecho hasta ahora para no arriesgarme demasiado (aunque de las avispas logré escapar vivo gracias a la magia).

 

-Escoge un bando y listo.-dijo sonriente, maligna, con esos ojos verdes extremadamente astutos.-Puedes estar conmigo o contra mí, pero… escojas los que escojas, nunca podrás librarte de nosotros

 

-Entonces no sirve de nada escoger. Me tengo que ir Morgana, sea lo que sea que estés planeando, por favor, te pido que no sea letal para Arturo.-Morgana se rió tan plenamente que me dio escalofríos, traté de huir pero su risa era tan hechizante que me quedé en la puerta esperando, no sé, alguna justificación de esa malévola carcajada.

 

-Será letal para su orgullo.-Dijo finalmente y bueno… en ese momento, lo dejé pasar. A Arturo le hacía falta algo de humildad. Al principio me sentí algo culpable porque, venga, mi destino es protegerlo, aunque sea un idiota, pero debo protegerlo. Pero luego, cuando llegué al castillo y Arturo me mandó a pasar por los 75 cuartos de los combatientes para pulir armaduras, limpiar escudos y afilar espadas, además de serviles el almuerzo a todos ellos, deseé, de todo corazón que el plan de Morgana realmente funcionara.

 

Pensé que enloquecería en el cuarto 56. Corrí, subí y bajé escaleras como un loco, caminé por los pasillos, lleve ropa sucia como si no hubiera un mañana, limpié más de 178 armaduras (todos al parecer tenían más de una y las querían todas listas y perfectas para mañana), llevé más de 49 almuerzos sin poder comer nada yo y me estaba saliendo una úlcera de solo pensar en ese rubio. Apenas me quedaba solo, opté por la magia. Puse a las armaduras a limpiarse solas mientras yo reposaba un poco leyendo. Si no lo hubiera hecho, hubiera enloquecido de cansancio o muerto de locura.

 

Porque sí, esos combatientes del torneo eran más que raros. No solo tenían una pinta de villanos de comiquita con sus dientes faltantes, sus caras de expresiones gruesas, su altura de más de dos metros y su fuerza de troll enojado, no. Además sus armas se veían demasiado peligrosas y todos se mostraban impacientes por matar a alguien de forma legal y (para su mala suerte honrada) en el campo de batalla. Cuando estaba limpiando la habitación 36, juré que Sir Valiant sobreprotegía en demasía su escudo. Yo que no quería limpiarlo y él que no quería dármelo, dejé de insistir rápido. Pero luego, cuando él se retiró a una junta pre-combate con el rey y me quedé solo en sus aposentos, decidí encargarme de su escudo para que Arturo no tuviera razones para llamarme “flojo”.

 

¿Ven? Trato de esforzarme en mi trabajo y ese rubio lo único que ha hecho es darme razones para ir a poner una demanda con el sindicato de uke sobreexplotados. El punto es que empecé a limpiar y pulir el escudo de Sir Valiant. Quizás fue que mis poderes se activaron antes que ese razonamiento sobre el sindicato y mis posibilidades de ganar un pleito legal contra un príncipe tan pomposo como Arturo, quizás fue que estaba tan cansado que mi magia se había puesto paranoica, pero la verdad es que sentí en ese escudo de tres serpientes algo mágico, una fuerza, una vibración, algo que no era del todo normal en él. Quizás debí escuchar a Sir Valient sobre lo que me dijo de su “escudo de la suerte”, quizás le daba suerte porque estaba encantado y nadie podía saberlo. O quizás me estaba volviendo loco.

 

Decidí no darle demasiada importancia. Había algo realmente raro en su escudo, vibraba, casi hasta podía escuchar su escudo sisear, pronunciar una s… Incluso juraría que una de esas serpientes había decidido coquetear conmigo dedicándome un guiño…  Pero estaba tan cansado que no le di mayor vuelta al asunto, en especial por lo del guiño, mínimo me mandan a un loquero si digo que el escudo de un caballero empezó a coquetearme. Tomé mis cosas y seguí con mi labor. En la noche, tuve que dejar de atender las habitaciones para cuidar de Arturo, (ese príncipe y por poco no me pide que le dé un beso de buenas noches y le cuente un cuento de hadas). Luego continué puliendo, limpiando y atendiendo a los participantes. Aun con magia, terminé a la medianoche mis labores. Salí del último cuarto del último de los participantes doliéndome el alma y sin sentir mis brazos de lo dolido que estaba. Las antorchas brillaban iluminando y sumiendo en sombras a la vez el castillo y sus pasillos silenciosos, los guardias estaban en las puertas vigilando, atentos, hacían guardias de vigilancia y cruzaban por los pasillos abandonados asegurándose que todo estaba bien.

 

Salí de la última habitación y continué mi camino hacia los aposentos de Gaius cuando unas voces me distrajeron en mi camino hacia el final del castillo. Venían de la habitación de Sir Valient. Creyéndome loco, paranoico y algo trastocado por tanto tinte artificial de Arturo en sus cabellos rubios, caminé hasta la puerta de su cuarto, y no es que tenga reputación como metiche, pero necesitaba saber qué era lo que sucedía realmente. Acerqué mi oreja hasta la puerta y con cuidado de que nadie me descubriera pronuncié un hechizo para poder escuchar más allá de la madera.

 

-Mañana acabaremos con Cámelot. Tú y yo, lograremos matar a todo buen caballero que se crea capaz de defender este patético reino, y, sobre todo… Acabaremos con Arturo.-No sé si fue que me impresionó demasiado escuchar una amenaza tan directa hacia el príncipe y el reino que se supone que debo proteger, o que mis principios empezaron a cuestionarse por qué exactamente yo no iba a participar de semejante acto como fiel colaborador, o, sí estaba demasiado cansado para pensar una lista de motivos que llevaran a Sir Valient a querer cometer semejante acto, pero, lo cierto es que entré en tal estado de pánico que salí corriendo, me llevé por delante una antorcha, incendié la cortina de la ventana, Sir Valient salió corriendo de su cuarto y mientras yo huía de las llamas y de él, corrí hacia la cocina a toda velocidad.

 

Al parecer, a sir Valient no lo detiene ni el sentido común de atentar contra un reino como Cámelot ni las llamas, porque me siguió hasta la cocina. Estaba todo tan silencioso que juré que podría escuchar mi corazón latir a toda velocidad detrás del muro. Escuchaba con facilidad como siseaban mientras se acercaba lentamente, de seguro, con una espada. Así que, entre quedarme ahí y morir o salir corriendo, decidí, obviamente, lo más estúpido: Salir corriendo, gateando por mi vida, robar una capa de mujer, ponérmela y salir corriendo en vez de enfrentarlo con magia, como cualquier ser normal hubiera hecho con mis poderes (Bueno por lo menos no hice la idiotez de ponerme hacer ruidos de gato para que creyera que era un simple animalito el que había hecho tal escándalo). Sir Valient bajó su espada cuando vio mis vestiduras de mujer (ese rosa chillón es difícil de ignorar).

 

-¿Disculpe? ¿Señorita?-Pero no reparé en sus palabras, era un asesino a punto de matar al príncipe, al príncipe que se supone que debo proteger.-¡Señorita!-Salí corriendo aun más rápido, a penas si volteé unos segundos para mandarlo a volar con magia y poder huir. Sin aliento, cuando llegué con Gaius siendo una copia muy mala de alguna diva adolescente, pálido, temblando, a punto de desmayarme y mascullando algo parecido a “van a matar a Arturo mañana”, obviamente, Gaius me diagnosticó de locura por cansancio, me dio una poción y me mandó a dormir sin dejarme explicar nada. Ni lo del escudo que siseaba, ni los planes de Sir Valient, ni por qué yo era la dama de rosa que todo el mundo estaba buscando en el castillo y la responsable del fuego que había avanzado por uno de los pasillos.

 

A la mañana siguiente, Gaius estaba tan ocupado preparándose para atender a todos los heridos del sangriento combate y yo desde incluso antes de desayunar ya había sido raptado por el príncipe así que no pude explicarle nada de nada a Gaius. Así que ahí estaba, preparando al príncipe para su muerte segura sin saber qué hacer o cómo hacer algo para salvarlo. Sabía que sir Valient quería matarlo pero no sabía cómo lo iba a hacer, solo estaba seguro de que tenía que ver con el escudo siseante y coqueto. A Arturo le tocaba abrir el combate, como príncipe y futuro rey que era, él era el primero en batirse en combate contra alguien más. Así que estaba ayudándolo a ponerse su armadura, más despistado que de costumbre.

s que amamos. Se trata de ser loalleros voltearon a verme.-Bien, ras ele pensar en arruro y a los que amamos. Se trata de ser lo  a   a

-Entonces... Veo que ayer aprendiste a hacer esto bien.-Me dijo divertido Arturo mientras yo le ponía toda la ropa del combate en completo silencio y más concentrado en mis pensamientos que en lo que hacía.-Sin charlas inútiles, ni bromas tontas, ni errores.-Aunque intentaba regodearse de eso, su voz tenía cierto tono de desilusión, como si esperara que de mí siempre hubiera un trato de “errores tontos y charlas inútiles”.

 

-Aprendo rápido.-Dije sin darle mayor importancia a ese asunto. Arturo emitió un pequeño gruñido como respuesta y se quedó en silencio unos segundos, se notaba preocupado y hasta algo nervioso de tener que enfrentarse en combate, más porque todo su honor y reputación recaían en el hecho de que si llegaba a perder o si llegaban a matarlo todo su brillante futuro se vendría abajo.-No tienes porqué pelear.-Dije finalmente optando por la única solución que creía capaz en una situación así: apelar al lado cobarde de Arturo haciéndolo sentir una damisela en peligro, cosa que tenía escrito en toda la cara.-Eres el príncipe y el futuro rey... No tienes porqué arriesgarte así.

 

-Así qué eso era.-Dijo divertido cambiando por completo su expresión fruncida de seme en peligro de extinción, mientras, yo trataba de hacer que el cinturón le cerrara a pesar de sus rollitos de niño rico.-Estás preocupado por mi.-Aunque lo dijo con toda la sorna del mundo, debía admitirlo: si estaba preocupado por él pero porque nací para estarlo. Desde los cinco años solo he velado por su bienestar. Esa es la razón de mi existencia, no digo que valga la pena estarlo, pero no puedo evitar cuidar de él, digo, nací para hacerlo. Aun así, a pesar de los milenios de mitos que advertían su llegada en conjunto con la mía, a pesar de todos los dioses dejándonos en claro que debía cuidarlo y que él debía ser el mejor rey de Albion, yo solo me alcé de hombros en un ademán desinteresado.

 

-Hay gente que cree que serás un gran rey. Tienen todas sus esperanzas en ti, Artur. No puedes decepcionarlos.-Le dije, y antes de darme cuenta ya nos estábamos viendo tan fijamente y de una forma tan intensa que cualquiera juraría ver en nosotros algo más que simple camadería sirviente-príncipe idiota.-No puedes ir ahí y arriesgarte a que te maten, no puedes hacerles eso...

 

-Merlín...-Dijo bajando el tono a uno más de susurro cómplice, como si me confesara un secreto sin dejar de verme nunca como pasmado de la impresión y la sorpresa ante mis palabras, creo que se esperaba una sarta de insultos como “eres demasiado gordo como para correr por tu vida y salir ileso del campo de batalla”.-Entiendo que tú lema sea “es mejor que digan que aquí corrió un cobarde a que aquí murió un valiente” pero la cobardía no va conmigo.-A pesar de ser tan hiriente, su voz sensual susurrada le quitaba cualquier aspecto irritante en ella.-No se trata de defraudar o no a la gente que cree en mí, se trata de demostrar que puedo ser un gran rey capaz de blandir cualquier tipo de riesgo y sobrevivir para contarlo y seguir protegiendo a los que quiero. De eso se trata esto.-Estoy empezando a darme cuenta que insultarlo posiblemente hubiera funcionado mejor que alabarlo.

 

-¿No lo entiendes?-Pregunté aún más preocupado y estresado cuando, después de escuchar esa respuesta me di cuenta de que Arturo prefería morir antes de que mancillar su honor y su reputación él mismo retirándose, él prefería echarse sobre la espalda todo el futuro del rey con tal de que la gente lo recordara como el príncipe más valiente que existió alguna vez. Él y Aquiles pues.-Morirás allá afuera... No podemos correr el riesgo de perderte.-En especial yo, si él moría, nada de mi existencia tendría sentido, (muy a mi pesar así son las cosas con él). Quería gritarle, cachetearlo, golpearlo, amarrarlo al poste (antes de que él lo hiciera conmigo) y evitar que muriese. Pero lo único que hice fue alzar la voz y colocar la mano en su pecho, justo donde estaba la cicatriz debajo de tantas capaz de ropa. Su corazón latía tan apresurado y con una calidez tal que me sentí nervioso de ir al combate y ni siquiera estaba inscrito.

 

-Qué bueno que tengas tanta fe en mí. Ahora por favor, Merlín, conduce esa fe en pensamientos positivos: voy a ganar sin morir en el intento.-Quise golpearlo, de verdad, lo dijo como si el pensamiento creativo positivo sirviera de algo en esta situación. Ser positivo es una negativa ante la realidad, si fuera positivo, él estaría muerto. Sir Valient tenía magia a su favor mientras que Arturo... Bueno Arturo tenía un ego muy grande y una capacidad para enojarme increíble a su favor. Tomó su casco entre su brazo y yo me aparté negando con la cabeza en total desacuerdo ante esa idea de, no sólo combatir sino también ganar el torneo.-Estaré bien Merlín...-Dijo mientras salía de la armería.-No te librarás de mi así tan fácil.-¿Qué no? Ese era precisamente el bendito problema. Él me coloca siempre entre un predicamento enorme, nunca sé si debería salvarlo y cumplir con el destino que me impusieron o si debería dejarlo morir para darle una lección a su muy grande ego. Empecé a desesperarme, Arturo iba directo a una cita con la muerte, yo era el único que sabía de los planes de Sir Valient sobre matarlo aunque no sabía él cómo lo haría y no tenía ni idea de qué hacer. Así que ahí, en un momento desesperado, con un ánimo desesperado, tomé una decisión desesperada para detenerlo y evitar que terminara de salir de la armería:

 

Corrí hasta donde él estaba en la puerta (sin tropezarme lo que fue un verdadero milagro), lo tomé del brazo, lo volteé y actuando como el seme que no soy y que obviamente nunca seré, menos con Arturo, lo besé en los labios antes de que él dijera alguna queja. No puedo decir que fue un beso placentero, la verdad es que estaba tan alterado y desesperado que no sabía si mi corazón latía así de rápido por andar descubriendo finalmente que sus labios sabían a algo mucho mejor que la fresa o si era porque él  se estaba dejando besar, o si fue porque él a medida de los segundos del beso él me tomó de brazos y se me acercó tomando control de todo a lo bruto o si era porque esa era mi última solución ante su inminente muerte.

 

Al cabo de unos segundos, cuando Arturo todavía mantenía el control absoluto del beso y de mis patéticos sentimientos de damisela en apuros, la trompeta que anunciaba el inicio del combate sonó y Arturo se alejó de golpe de mí sin decir nada, sin hacer nada mas sin mostrar alguna expresión que no fuera la de siempre: la de príncipe azul intentando ser serio. Lo besé para nada. Ese idiota ahorita mismo está saludando a todo el pueblo y regodeándose de lo victorioso que será. Estamos perdidos. El beso no lo detuvo en nada, debí convertirlo en rana me hubiera salido mejor.

 

Me mantuve oculto entre las gradas viendo como Arturo se pavoneaba frente a su contrincante de dos metros de alto y que por su cara de odio todos estábamos más que seguros que no quería precisamente bailar un rato con Arturo. Vamos, venga, pónganle uno más rudo que ese tipo de dos metros con pinta de asesino serial, anden, todavía no es suficientemente obvio que le partirá el cráneo con sus manos a penas comience el torneo… Dioses, ¿por qué se ensañan conmigo? ¿Por qué me lo ponen todo tan difícil? Todos aplaudían y gritaban. Yo no sabía qué hacer. Quería detenerlo de luchar pero solo un milagro lo haría. El rey Uther anunció el inicio del combate y antes de darme cuenta Arturo se sacaba asqueado su casco y lo mandaba a volar lejos.

 

El tipo de dos metros se lanzó contra él y él por poco no retrocede para contarlo. Arturo estaba bañado de algún líquido amarillo asqueroso que tenía a toda la audiencia gritando y al rey con cara de constipación. Me bastó agudizar mi oído un poco sobre el ruido para entender qué sucedía: Morgana. Se reía tanto de Arturo bañado de orina, orina que había colocado en su casco y que él muy despistado no había notado sino hasta que se lo puso, que era obvio que su broma había salido a la perfección.

 

Salí corriendo hacia la armería para preparar todo para ayudar a Arturo cuando volviera hecho una fiera dejándolo, por ahora, pagando toda su rabia en contra de su contrincante que aunque se defendía, no dejaba de recibir golpe tras golpe de un muy enojado rubio. Estoy seguro que toda su rabia lo había conducido a imaginar que era a Morgana a quien estaba golpeando, porque sí, la malvada chica seguía riéndose a todo volumen entre la gente alabando al muy furioso de Arturo que no parecía intimidado por el matón que quería verlo muerto. Caminé por el camino de piedras hacia la armería cuando vi a Sir Valient entrar de forma sospechosa (y por sospechosa me refiero a que iba caminando viendo para todas partes). Iba a seguirlo cuando...

 

-Merlín, Arturo está bañado en orina, ¿puedes explicarlo?-¿Por qué siempre suponen que cada vez que le pasa algo a Arturo yo tengo algo que ver con eso?

 

-Gaius, Sir Valient planea matar a Arturo y estoy tratando de impedirlo. Comparado con eso, un poco de orina no es nada.-Dije y corrí a la armería, pero Sir Valient se había ido.

 

Efectivamente, Arturo pagó su rabia conmigo. Después de ese primer combate, me culpó a mí y solo a mí de lo que le sucedió con el casco. Según él me había confabulado con Morgana para jugarle esa broma y todo el discurso que le di, incluyendo el beso, era todo una farsa y una mentira para distraerlo. Arturo estaba furioso conmigo y yo estaba tratando de salvarle la vida. Qué descortés. Debería dejarlo morir solo por el simple placer de darle una lección moral. Obviamente me puso a limpiar la armería y me prohibió ver el combate, traducido a idioma que entiendan: no podía ni siquiera observar cómo Sir Valient planeaba matar a los demás. Este príncipe a veces es tan... Descuidado que creo que si le envían un frasquito con una nota diciendo “pócima de la felicidad eterna” no sólo se lo tomaría todo sino que también pediría más.

 

Intenté escaparme cada vez que le tocaba a Sir Valient pelear pero Arturo estaba furioso en la puerta vigilando. Así que mi impotencia crecía cada vez más y más. Gaius entró corriendo, pálido hasta donde yo estaba y Arturo no lo impidió 1) porque le tenía mucho respeto a Gaius, 2) Gaius le dijo que era urgente que yo lo ayudara con los heridos y 3) Porque Arturo se distrajo con Gwen consolándolo por lo sucedido.

 

-¿Y bueno? ¿A cuántos ya ha matado?-Pregunté en susurros.

 

-Tenías razón Merlín. Sir Valient hirió profundamente a uno de los caballeros de Cámelot, no creo poder salvarlo.

 

-Mientras salvemos a Arturo, todavía quedará esperanza.-Aunque para mí eso significara la condena y la muerte por cansancio.-¿Sabes cómo lo está haciendo?

 

-No sé exactamente cómo pero sí con qué: Una serpiente. Los heridos de combate con él tienen mordidas de serpientes.

 

-El escudo...-Dije de inmediato, después de explicarle a Gaius todo lo concerniente a mis sospechas, a los ruidos de siseo, a las situaciones extrañas y de aclarar que no era diva adolescente con rosa chillón por gusto, necesitaba que me dijera alguna solución sobre cómo acabar con un escudo claramente encantado y un príncipe claramente en peligro.

 

-La única forma de acabar con un animal encantado es obligándolo a salir del escudo. Si lo sacas del escudo, podrás matarlo como a una alimaña más.

 

-¿pero cómo?-Pregunté alterado, viendo a Arturo en la puerta vigilándome con el rabito del ojo como queriendo asegurarse de que yo seguía cumpliendo los múltiples deberes. Luego solo me gruñó a lo lejos y se fue a su siguiente batalla. En serio espero que pueda mantenerse con vida el tiempo que estoy intentando evitar que lo maten.

 

-Oblígalo a cambiar de forma y saldrá del escudo. Entonces podrás matarle.-Eso no sonaba tan complicado. Lo difícil sería, sin duda, hacer eso antes de que el brutal y enojado príncipe volviera a la armería en menos de tres minutos tras salir vencedor del combate como hasta ahora. Gaius me dejó solo en un intento de dejarme tranquilo para que pudiera acordarme del hechizo sobre cambiar formas. Apenas Arturo salió a combatir, yo salí corriendo y fuera de la armería me encontré con Gaius.

 

-Necesitamos hacerlo rápido. Valient quedó en la final. Y si ese troglodita de una ceja no mata a Arturo ahorita mismo, entonces Sir Valient y sus serpientes lo harán.-Ya, entendí, tengo que salvar a esa princesita en peligro rápido o todo el futuro de Albión estará perdido. Está claro.-Buscaremos el escudo en su tienda cerca de la armería y harás tú magia, Merlín.-Venga suena sencillo, rápido y fácil. Nada puede salir mal, es entrar, encantar las serpientes, matarlas y salir. Todo saldrá bien.

 

Razones por las cuales nuestro no tan brillante plan salió mal: 1)Sir Valient estaba en la tienda, con el escudo y armado hasta los dientes. 2) Gaius de excusa dijo que venía  a revisarle las heridas y cuando Sir Valient respondió que no estaba herido, Gaius lo noqueó con una sartén que encontró y le dijo: ahora sí lo estás. 3) cuando me acerqué  al escudo las malditas serpientes salieron en busca de picarme y obviamente matarme por lo que tuve que retroceder. 4) Arturo terminó de combatir y si, ¿adivinen quién no estaba puliendo botas sensatamente en su puesto que no debía abandonar bajo ningún concepto? Les aseguro que no era precisamente Caperucita Roja. 5) entre los nervios, el apuro, los gritos de Arturo a lo lejos maldiciéndome, Sir Valient noqueado y las serpientes, entré en crisis y se me olvidó el hechizo. 6)Gaius comenzó a gritarme y cuando me propuse a decir cualquier cosa que matara a esas cosas que salían del escudo llegó Arturo a la fiesta en la carpa del inconsciente Sir Valient. 7)Me alteré me asusté por sus gritos me puse  nervioso por la presencia de Arturo y el hechizo fue a parar directamente al lado contrario de la carpa.

 

En esa carpa todo se había vuelto un caos. Un caos de los grandes. Yo no sabía si ver a Arturo, si ver a las serpientes a punto de matarnos, si ayudar a Gaius con su sorpresa o si indignarme porque ni aun siendo atacados por unas serpientes que salían del escudo, Arturo podía dejar de gritarme. O sea, las serpientes estaban ahí, al frente de sus narices y él seguía gritándome algo sobre sus botas. ¿En serio? A este es más fácil de matarlo que a un niño indefenso. Su idiotez causará su muerte un día de estos. Gaius tomó una espada y empezó a cortarle las cabezas a las serpientes que seducidas por matarnos habían salido del escudo sin necesidad de hechizos. Creíamos que habíamos puesto a salvo al príncipe pero estábamos equivocados porque el príncipe estaba convertido en rana y saltaba por todos lados. Genial. Bello. Espectacular. Quizás así tenga mejores modales conmigo.

 

-Bueno no podemos decir que esto sea un total fracaso...-Dije rompiendo el silencio ante la expresión de Gaius de pánico y sorpresa con un Arturo verde y viscoso en su mano.-Así por lo menos no nos grita.-la rana (Arturo) croó  y después  saltó de la mano de Gaius.-No, ni siendo verde y viscoso dejará de causarme problemas.-el lado bueno de esto es que sin duda alguna secretar baba le cae mejor que gobernar. Lo malo… Bueno, lo malo es todo lo demás.

 

-¡Ve tras él!-Me gritó Gaius pero yo no quería cazar a la rana principesca. Me bastaba con haber salvado su vida con esas serpientes.

 

-¡Pero está cubierto de baba, Gaius!-

 

-No es baba, es moco. Y a menos de que quieras que el rey nos mate a ambos, ve a buscarlo.-Como rana Arturo estaba disfrutando de los placeres de la vida, mientras nosotros discutíamos a todo volumen él se daba un festín de moscas no muy lejos.

 

-¿Y cómo haremos con el torneo? ¡No tengo ni idea de cómo revertir el hechizo!-Gaius me miró aún más preocupado.

 

-¿No leíste el libro?

 

-Lo leí pero no dice nada sobre revertirlo, la magia pasará después de un tiempo, no precisa cuánto es o si habrá efectos secundarios.-Las aventuras de la una rana con corona: capítulo 1, después de descubrir que las moscas no son tan sabrosas Arturo ha decidido quedarse viéndonos mientras croa sin cesar. Creo que nos está gritando, pero no entiendo nada, no hablo idioma rana. Debí convertirlo en rana desde hace mucho.

 

-No podemos esperar a que el hechizo pase, tiene que pelear con Sir Valient en unos minutos.

 

-¿Hablas del matón inconsciente que está en tus pies?-Gaius y yo intercambiamos miradas. Sé que esa no era la salida más ética pero era nuestra única salida. Desnudamos a Sir Valient y con un par de hechizos sencillos ya estaba enloquecido bailando y riéndose en el campo de combate mientras se reía a todo pulmón y le hacía bromas a la gente. La buena noticia es que el rey suspendió el combate. La mala quería una reunión urgente con Gaius y Arturo para que le explicaran lo sucedido. Porque si, Sir Valient hechizado nos dio algo de tiempo para meternos en más problemas.

 

Cuando los guardias intentaron detenerlo de escupirle al rey en la cara o burlarse de Morgana jalándole el vestido y rompiéndoselo, le bajó los pantalones a uno de los guardias y a los otros los esquivó con más bromas que tenían a todo el pueblo muy divertido y sorprendido a la vez. Sin duda, este será un torneo que nunca olvidarán.

 

-Tienes que devolverlo a la normalidad.-Me dijo Gaius mientras se escuchaba el escándalo afuera. Yo no sabía cómo. Acabábamos de ver el espectáculo que Sir Valient había dado y yo no podía estar más divertido con esto. Este evento había acabado en un total desastre.

 

-Gaius no puedo.

 

-pues tendrás que poder, hechízalo de vuelta o bésalo hasta que se convierta en una linda princesa, ¡pero haz algo Merlín!

 

-¿besarlo? ¿Cómo que besarlo? ¿Qué viste? ¿Con quién hablaste? ¿Qué sabes?-Me puse tan rojo  y avergonzado y nervioso a la vez de que Gaius supiera lo mío con Arturo que creo que dije más yo con mi reacción que él con su ojo naturalmente más arriba que el otro.

 

-Tenemos que traer al príncipe a la normalidad, el rey quiere hablar con él.-Me recordó con seriedad.

 

-Quizás la magia se revierta pronto Gaius, lo que me preocupa es que él recuerde algo de esto...-Ambos miramos a Arturo. 8vo minuto siendo una rana: las moscas no saben tan bien como pensaba que sabrían, pero los mosquitos son bastante deliciosos. Quiero saltar por la pradera hacia un horizonte de felicidad.

 

-¿Qué propones?-Me alcé de hombros sin tener más opción.

 

-Borrarle la memoria con un hechizo antes de que vuelva a la normalidad.-Gaius no me dijo que no... Pero tampoco me dijo que sí. Así que lo hice de todas formas. No teníamos tiempo, Sir Valient al desnudo había sido finalmente capturado (no sin haber dejado a unos cuantos desnudos también en el intento) y ahora el rey bramaba enojado que buscaran a su hijo lo más rápido posible. Hice el hechizo. Lo que no me esperaba era que la Rana Arturo empezara a actuar como una rana técnicamente normal y empezara a saltar como una loca lejos de nosotros.

 

-¡Incluso como sapo eres un completo dolor de cabeza, Arturo Pendragon!-Grité estresado mientras iba tras él. Ya Gaius se encargaría del rey mientras yo cazaba al príncipe.

 

Debo admitirlo, nunca pensé que me encontraría en esa situación, en el bosque (porque sí, ese príncipe saltó por su libertad hasta el bosque y me hizo llevarme por delante a todo el pueblo y pasar por loco ante todo el mundo) llevaba una hora cazándolo. Ni  a mis sueños los persigo con tanto énfasis. Dioses... Cuando llegué al bosque sí que me preocupé, ese tono verdoso de Arturo (por lo menos ya no era rubio) se confundió rápido en la grama. Así que me lancé de pecho a la grama e intenté rastrearlo.

 

Estuve horas en eso. Perseguí a esa maldita rana principesca toda la tarde. Se suponía que el efecto del hechizo pasaría rápido porque se supone que mis poderes no están tan desarrollados como para mantener tal embrujo por tanto tiempo. Pero al parecer con Arturo siempre será todo un problema y un desastre. Cuando finalmente logré cazar la rana... Se había vuelto púrpura medio rosada.

 

-Oh no...-Dije realmente afligido, el cambio de color no era para nada una buena señal. Quizás Arturo se quedaría así para siempre siendo una rana rara excluida por las demás ranas por ser egocéntrica pomposa y presumida con sus cambios de color.-Lo siento Arturo... Estaba intentando protegerte y ahora eres un  anfibio irregular con bonitos y llamativos colores de piel.-No pude evitar empezar a sentir las lágrimas brotar. Una semana cuidando del príncipe y ya lo había convertido en una rana rosada propensa a sufrir baja autoestima.-Realmente lo siento Arturo.-Dije abrazando la rana, ya era de noche y él todavía no cambia, cuando los hechizos no cambian cuando deberían entonces el daño es permanente.-No quería causarte este daño, sé que a veces me sacas de quicio pero realmente no quería que te pasara esto, no así... Quería que confiaras en mi.-Dije mientras me lanzaba en la grama y acariciaba a la rana mientras lloraba y la abrazaba.-Lo siento, yo solo quería tu confianza y que me apreciaras pero a veces es tan difícil hacerte ver las cosas como son, como realmente soy yo... Lo siento y en verdad, aunque me cuesta admitirlo, yo te quier...

 

-¿Merlín?-No lo creo... Volteé de inmediato para ver si era cierto o una alucinación de mi mente.-¿Qué haces declarándotele a una rana venenosa en el bosque durante la noche?-Y ahí estaba él con su tono de burla y superioridad. Estaba tan feliz de ver a Arturo detrás de mí que ni siquiera me importó que estuviera viéndome llorarle a una rana y que él estuviera desnudo completamente.

 

-no lo sé Sire, ¿qué hace usted desnudo en el bosque durante la noche?-Apenas lo dije, Arturo se percató de su realidad y agarró un arbusto para cubrirse sus partes nobles. Yo sonreí, demasiado feliz por no condenarlo a una vida secretando moco. Quería abrazarlo pero por el momento me limité a soltar la rana y sonreírle al rubio confundido que miraba para todas partes sin entender qué sucedía.

 

-¿Qué pasó? ¿Cómo llegué aquí? ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué no tengo ropa? ¡MERLÍN!-Me le acerqué divertido y coloqué mi  mano en su hombro bastante feliz de escucharlo gritar y no croar, de seguro en algún momento había perdido de vista a la pomposa rana verde que era Arturo y lo confundí con la venenosa.

 

-Está bien Sire.-Dije dándole mi suéter para que se cubriera algo.-No le diré a nadie sobre sus secretos paseos nocturnos desnudo en el bosque para tomar baños de luz de luna.-Dije divertido empezando a caminar con él hacia el castillo.-Después de todo, no todos aceptan esta clase de ritos nudistas de belleza para adelgazar.

 

-¿Me estás llamando gordo en un momento como este que no sé qué sucedió?-Me gritó alterado y yo, como todo buen sirviente me regodeé en su desesperación durante todo el trayecto hasta el castillo. Cuando llegamos allí, Gaius había convencido al rey Uther que algún hechicero había embrujado a Sir Valient para arruinar el torneo y que Arturo sin duda alguna había ido en su búsqueda para llevarlo hasta la justicia, lo que no solo explicaba el porqué Sir Valient se había vuelto un loco desnudo sino también porqué Arturo no había estado por ninguna parte durante toda la tarde. De resto, el príncipe al descubierto quería sin duda ir directo a sus aposentos y descansar, la vida de una rana había sido demasiado agotadora para él y no quería enfrentarse a su padre en esas condiciones. Así que acompañé al rubio desnudo hasta sus aposentos.

 

-Gracias por ayudarme.-Dijo vergonzoso en su cuarto, muy confundido y sin entender nada de lo que había sucedido, sin recordar nada de nada.-Eres un sirviente leal después de todo...-Dijo arrastrando las palabras por la confusión y el cansancio mientras lo ayudaba a acostarse en su cama.-Aunque no entiendo por qué contigo, nunca nada tiene sentido... Es como si el mundo enloqueciera cuando estás cerca. Mi mundo enloquece cada vez que pasa algo relacionado contigo.-No sabía si era por la confusión o el cansancio de tanto gritarme y ser rana por un día pero esas confesiones estaban más interesantes de lo que pensé.-La locura es algo que no me puedo permitir, sin embargo... Si estás cerca... Enloquezco.-Y así de golpe y repentino, se quedó dormido como roca. Yo sonreí bastante aliviado de que él estuviera bien y no recordara nada. Me le acerqué para arroparlo por completo y asegurarme de que él estaba bien.

 

-Descanse Sire...-Susurré cerca de su oreja mientras apartaba los cabellos lisos y dorados de su frente.-Me aseguraré de que estés bien Artur... Y sobre todo, me aseguraré de que solo enloquezcas por mí.

 

Continuará...

 

 

Notas finales:

lo de la rana con baja autoestima es demasiado bueno jajajajajajajaja 

Avance del próximo capítulo: 

El impacto, los nervios, la impresión, el corazón de la garganta y la sorpresa fueron suficientes para que yo retrocediera de golpe, la fuerza de Arturo era suficiente para pegarme de golpe contra el armario y seguir besándome tan apasionadamente como lo estaba haciendo. Toda la avena de mi cara empezó a desaparecer lentamente con sus labios a toda velocidad sobre los míos. Luego de unos segundos tan solo se alejó, me sonrió de lado con esa sonrisa suya de niño extremadamente sensual y yo quise en serio golpearlo por ser tan absurdamente perfecto. Se alejó riéndose mientras yo seguía viéndolo pasmado en mi puesto. No me sorprende el beso, después de todo se nota que este rubio es medio partido desde lo del tocado de Morgana, lo que me sorprende es que me arrastre a mí con él y que encima ¡Yo sea el uke de todo esto! ¡El uke! (algún día, los ukes harán una revolución y dominarán el mundo, ya lo verán).

 

Bueno queridos no sé qué tal estén las cosas el miércoles. La operación está pautada (hasta ahora) para el jueves y no sé qué ocurra el miércoles pero cualquier cosa, ya saben, el solecito andará por aquí actualizando por mí.

 

Gracias por todo!! :D


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