Coming Home
Capítulo II
Despertó renovado por primera vez en lo que él podía recordar, sintiendo la presión de sus vértebras liberarse en múltiples estallido jubilosos, colocando una sonrisa en su rostro. Por primera vez en su vida, literalmente, no tenía que ir a ningún lugar, nadie para derrotar y ningún horario que cumplir.
Libertad total y completa.
Por supuesto, él tenía su propia agenda personal…lo primero en su lista…una ducha.
Alcanzando sus lentes en la mesa auxiliar, se dio cuenta que su visión estaba un poco alterada. Tal vez sea momento de conseguir un nuevo par. Dejando sus infames gafas detrás, tomó su bolsa de aseo, la toalla y se dirigió al cuarto de baño. Todavía era temprano, y el desayuno no se serviría hasta dentro de una hora. Eso significaba que podía tardar todo el tiempo que necesitaba, o que deseaba, para limpiar, fregar y disfrutar del lujo del agua caliente, permitiendo que el calor y el agua trabajaran milagrosamente en sus pulsantes músculos.
Cuando sintió que su piel estaba tan roja como una langosta por el agua caliente, cerró el agua, con una toalla secó su pelo, pero su estúpido cabello no cooperó de todos modos, y envolvió la toalla alrededor de su cintura. Caminando de regreso a la habitación con sus cosas, arrojó la bolsa sobre la cama y luego miró fijamente su ropa, ‘¿qué sería apropiado para hoy?’ se decidió por unos pantalones de jean azul desteñidos, con agujeros en las rodillas y un pequeño desgarro en el bolsillo trasero, y un pullover verde sólido, dejaría las túnicas sólo por ese día.
‘¡Comprobaré una o dos cosas de la lista…ahora en el desayuno!’
Haciendo su camino hacia el Gran Comedor fue capaz de disfrutar la belleza y la gracia que tenía Hogwarts. Por fin podía sentir los latidos de la magia en su interior. ‘¿Siempre se ha sentido así?’ El sentir la magia de las escaleras que se movían, justo antes de que se movieran, era una sensación nueva.
El Gran Comedor, en toda su magnífica gloria, estaba vacío. Las banderas que normalmente colgaban en el techo, que indicaban las afiliaciones de las casas, se habían ido. Las grandes mesas para que los estudiantes disfrutaran de la camaradería de los demás y las comidas que la escuela proporcionaba, no estaban presentes. Por último, la mesa de los profesores, que generalmente estaba a la cabecera del salón, había desaparecido. Lo único que quedaba atrás era una pequeña mesa circular y sillas cerca del medio de la habitación.
La mayoría de los otros profesores habían tomado este verano para estar con sus familias y celebrar la vida renovada. Mientras que él estaba feliz de que otros pudieran disfrutar del compañerismo y la unión que venía con la familia –se encontraba un poco celoso. Todo lo que alguna vez había querido era estar rodeado de los que él amaba y recibir amor a cambio. Lo más cerca que nunca había llegado a lograr tal hazaña era siendo “adoptado” por los Weasley.
Encontrando un lugar en la mesa, un elfo doméstico apareció a su lado.
– ¿Qué le gustaría para el desayuno, maestro Harry?
– Si no es una molestia, waffles con jarabe, fruta y jugo –. Con un gesto de aceptación, el pequeño elfo desapareció. Dirigiendo su atención para ver el encantamiento mágico que había colocado al techo, quedó decepcionado ya que no había sido encantado con magia. Afortunadamente, antes de pensar demasiado seriamente en eso, el elfo apareció de vuelta con su desayuno.
– ¿Hay algo más que podamos hacer por usted?
Paró por un segundo a pensar en la respuesta. ¿Qué quería hacer hoy? Tenía que escribir la respuesta a sus amigos en Australia, pero tomaría sólo unos momentos de su tiempo. Entonces, una idea se le vino a la cabeza.
– Sí, pueden. Yo he pensado ir alrededor del Lago Negro y quería almorzar en la orilla esta tarde.
– Sí, señor, amo Harry –. Luego, con otro pop el pequeño elfo se había ido, dejándolo solo con su desayuno y sus pensamientos.
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El salir al aire libre por primera vez, por su cuenta, se sintió maravilloso. Sí, practicó quidditch, lo que permitió a su cuerpo y mente sentirse en su propio mundo. Sin embargo, siempre llagaba a su fin cuando alguien trataba de matarlo mientras volaba o tenía que salir corriendo después o antes del partido para cuidar de algo relacionado con él.
Esta era la verdadera libertad.
Deslizando fuera los zapatos y los calcetines para caminar sobre la hierba y poder sentir la suavidad de las hojas amortiguando el peso de su cuerpo a cada paso. El oír los pájaros trinar y cantar mientras volaban alrededor sin cuidado del mundo, era uno de los sonidos más dulces que había oído en mucho tiempo. Excluyendo, por supuesto, no tener que volver a la casa de sus parientes. Haciendo su camino hacia la orilla del lago decidió que el barro y todo lo que se aplastaba entre sus dedos era vigorizante. Era como si se estuviera descubriendo a sí mismo por primera vez. Todos sus gustos y disgustos. Era intrigante.
El pasear por los alrededores del lago, descalzo, a un rimo ocioso, le permitió interiorizar toda la belleza alrededor del lago. Las colas de gato* se balanceaban con las ondas de la brisa sobre la superficie del agua.
Casualmente recogió una piedra y, probando sus habilidades de hacer saltar la roca, la arrojó. Ésta saltó una vez antes de hundirse. Riéndose de sí mismo, y encontrando otra roca plana, lo intentó de nuevo. Tratando de recordar lo que Ron hizo el día en que logró hacerla saltar cinco veces antes de que se hundiera. Colocó su cuerpo en la misma posición y posicionó el brazo en modo de lanzamiento, arrojó la piedra y la vio saltar tres veces.
Sonriendo para sí mismo por la rapidez del éxito del experimento, necesitaba encontrar un buen lugar para pensar. Era el momento de darle un poco de consideración a la oferta de Minerva. En un rápido vistazo al área cercana notó un parche de hierba gruesa debajo de un gran árbol, la sombra que echaban las hojas bailaba en el suelo. Continuando con su ritmo hasta el lugar deseado, se estiró y miró al cielo. Siempre había oído a los niños hablar de ver cosas o formas en las nubes, pero nunca tuvo tiempo para sentarse tranquilamente a ello.
Hoy era diferente.
Sintiendo las hojas frescas en la espalda, se extendió completamente, mirando como las nubes perezosamente iban a la deriva por el cielo.
Ni siquiera consciente de que estaba cansado, cerró los ojos y dejó que sus oídos recogieran todos los sonidos que la naturaleza les estaba proporcionando, a continuación, se quedó dormido.
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El alto hombre de cabello rojo tenía a los tres niños agrupados a su alrededor, todos miraban atentamente algo en el medio. El oír que los pequeños reían y sonreían trajo una sonrisa a su cara, a continuación, uno de los niños se dio la vuelta y gritó.
– ¡Mami! ¡Lo hiciste!
Se tomó un segundo para mirar alrededor, sólo estaba él. ¿Por qué ese niño decía mami? No había nada a su alrededor excepto montañas.
¿Montañas? ¿Por qué le resultaba familiar? Sacudiendo esa extraña sensación, él volvió su atención de nuevo al grupo.
El hombre de cabello rojo se volvió hacia él, la cara y la voz del hombre seguían estando distorsionadas, caminó hacia él, puso un beso sobre su frente, le agarró la mano y lo llevó a donde los niños estaban mirando tan fijamente antes. Al acercarse al círculo un huevo grande estaba asentado en ese lugar, lentamente comenzando a balancearse hacia adelante y hacia atrás. Un niño emocionado dijo.
– ¡Mami mira, está tratando de nacer!
¿Qué estaba a punto de nacer? ¿Por qué estaban tan excitados?
No tuvo que esperar mucho tiempo, el huevo hizo el primer crack, para permitir que la criatura de adentro saliera. Una suave grieta, y luego otra. Finalmente, la pequeña criatura estaba libre de su estrecha casa, y dejó escapar un pequeño gemido.
Los niños corrieron alrededor emocionados y gritando sobre el bebé que ahora había nacido y su mamá iba a estar tan feliz. Mirando más de cerca qué exactamente hizo a los niños tan felices, y tan alegre al hombre de cabello rojo, era un bebé dragón.
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– ¿Amo Potter, señor? – los ojos verdes encontraron a la persona que lo despertó del extraño sueño. – Le trajimos el almuerzo, señor –. Entonces el pequeño elfo desapareció.
Debía de haber dormido por algún tiempo, porque el sol se había movido a una posición diferente de cuando se recostó. A juzgar por el sonido de su estómago, debió haber dormido al menos tres horas.
Al abrir la cesta encontró casi todos sus alimentos favoritos, olvidándose del extraño sueño, se concentró en su almuerzo.
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Lucius y Severus se sentaron fuera de la Mansión Malfoy, en el medio de la rosaleda, tomando el té.
– Así que, ¿dónde crees que deberíamos empezar? – Lucius dejó la taza de té en su respectivo platillo, se recostó en la silla y miró a Severus.
– Yo creo –, Severus comenzó, aclarando la garganta – que tenemos que ser muy pacientes con él –. Cuando notó la confusión en su rostro su amigo le aclaró. – Hay que recordar que fue criado en un hogar muggle. Sin darse cuenta de la magia gasta que llegó a Hogwarts.
– ¿Ellos ocultaron su herencia? – casi jadeó ante la atrocidad del delito cometido.
– Sí –, él cambió su posición en la silla para tener ambos pies apoyados en el suelo y sentarse con la espalda recta, – y tendremos que ir despacio –. Esperando que esta información cayera… él continuó. – con esto en mente creo que la primera orden del día es reunir los obsequios que necesitamos concederle. Como sabemos, deben ser entregados esta tarde antes del atardecer.
Lucius simplemente asintió con la cabeza en acuerdo.
– Entonces, ¿qué le vamos a dar a nuestro pequeño sumiso?
Severus se recostó en la silla.
– Creo que nuestro primer regalo debe mostrar solidaridad. Estaba pensando que perdió su lechuza, deberíamos regalarle una nueva.
Lucius estaba de acuerdo, asintió con la cabeza.
– No sólo una nueva lechuza, un huevo de lechuza con calentador. Ayudará a nutrir sus prontos instintos maternos.
– Eso es muy Slytherin de tu parte.
– Sí, lo sé… – una evidente sonrisa en su rostro. Después de todo él estaba orgulloso de su idea, – el huevo de lechuza no sólo necesita un calentador, también una jaula, comida y golosinas.
– Buena idea.
– Misty –. Lucius llamó, y justo antes de que pudiera tomar una respiración un pop suave se escuchó y el elfo apareció.
– Sí, amo Lucius, ¿Qué puede hacer Misty por usted?
– El amo Severus y yo te daremos cincuenta galeones y una lista. Debes comprar todo lo de la lista y volver aquí con ello. ¿Entendido?
– Sí, amo Lucius –. El elfo suavemente inclinó la cabeza en respeto ante el honor que le dieron de manejar el dinero.
Los dos hombres buscaron en sus bolsillos para sacar el dinero que tenían en ellos. Entre los dos fueron capaces de llegar a los cincuenta galeones.
Cuando el pequeño elfo doméstico desapareció Lucius se dirigió al siguiente dilema.
– Ahora que se resolvió lo de los regalos. Tenemos que averiguar quién es el tercero.
– Creo que nuestro tercero podría ser un Weasley, basándome en el particular cabello de color rojo –. El desdén normal que acompañaba habitualmente ese particular apellido fue sustituido por un tono flemático.
Los dos hombres se sentaron en silencio.
– La verdadera pregunta ahora es… ¿Qué Weasley?
Severus comenzó efectuar la deducción más elocuente.
– Podemos eliminar a Bill, ya que es compañero de una Veela. También podemos descartar a Ginny, Percy y Ron, ya que no cumplen con la altura que vimos en la resonancia. Así que quedan George y Charlie.
Se paró:
– Yo creo que tenemos una llamada por flu que hacer.
Severus se levantó también:
– Entonces, ¿quién primero?
Lucius contempló esa pregunta, ya que ambos se apresuraron hacia la sala.
– Vamos a empezar con Charlie. No quiero alertar a Molly por cualquier cosa si no llega a ser George.
Sev se limitó a asentir con la cabeza, tomó los polvos flu y dijo la dirección. En cuestión de segundos los dos hombres estaban de pie cara a cara con Charlie.
Ninguno de los dos dijo nada, fue Charlie quien se precipitó.
– Anoche los vi a los dos en un sueño. Bueno, al menos yo pensé que era un sueño, hasta que me desperté de mi siesta esta tarde, y me di cuenta de que era una resonancia de los deseos más profundos de nuestro sumiso. Harry es nuestro sumiso, ¿no? –. Observando el movimiento en acuerdo de las otras dos cabezas. – Eso significa que necesita un regalo de cada uno de nosotros todos los días a partir de hoy, hasta el día de su cumpleaños. Espero que ustedes dos ya hayan cubierto eso antes de que me llamaran.
Ambos hombres asintieron, una vez más, pero fue Severus quien habló.
– Sí, le enviamos un huevo de lechuza, un calentador, las golosinas de la lechuza y los alimentos, junto con una nueva jaula.
Pensando eso un momento.
– Bien. Ahora ya he hablado con mi jefe, para explicar lo que ha sucedido. El me ha otorgado tiempo libre para acordar con ustedes y nutrir nuestro vínculo. Sólo así todos estaremos en la misma sintonía, mi mamá no debe enterarse…ya saben cómo se pone –. Vio los gestos de ambos hombres. – Entonces, cuando llegue esta noche, vamos a sentarnos y a trazar nuestro próximo movimiento.
Lucius habló:
– En realidad, tenemos que establecer nuestro orden.
Los tres hombres se quedaron en silencio. Por supuesto, él tenía razón. La posición del dominante generalmente se establecía por la envergadura de las alas, a continuación, por la personalidad si es que se producía un enfrentamiento. No era inaudito que el sumiso estableciera el orden, pero era raro, cuando los dominantes no podían hacerlo por su cuenta.
Charlie intervino:
– Entonces, cuando venga esta noche también nos ocuparemos de eso. ¿Supongo, Lucius, que seré bienvenido en su casa desde ahora?
– Sí. Tú y Severus son más que bienvenidos a quedarse hasta que seamos capaces de reclamar a nuestro sumiso.
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Dejando los restos de su almuerzo dentro de la cesta, tenía que volver a su habitación, afrontar todas las cartas que le habían llegado y responderle a sus amigos.
Cuando cruzó el umbral de su habitación, le devolvieron la mirada tres lechuzas que se posaban sobre su cama junto con regalos. Acercándose con cuidado a cada lechuza, desabrochó la cadena que sujetaba sus paquetes. Una vez que lo paquetes fueron puestos en libertad cada lechuza voló.
El primer paquete tenía golosinas y alimentos de lechuza. ‘¿Quién me daría esto? Tal vez alguien que no es consciente que perdí mi lechuza durante la batalla’. El segundo paquete era un poco extraño, ya que contenía una jaula de lechuza. ‘Estoy sintiendo algo aquí…’. Entonces, finalmente, el último reveló un huevo de lechuza con un calentador. ‘Alguien se molestó en enviarme todo esto a mí’. Comenzó a buscar algún tipo de tarjeta o mensaje, terminando con las manos vacías. ‘¿Cómo se supone que debo darles las gracias si no sé quiénes son?’
Ahora su mente estaba sobre su, pronta a ser, nueva lechuza, había olvidado por completo todo su correo.
Continuará…