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Wish List [2Min] por Aandrea

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—Eso estuvo maravilloso.
 
Taemin sonrió a Minhi mientras dejaba el tenedor, ni un poco preocupado de que el hubiera limpiado su plato. Habían comido juntos muchas veces en el último año y después de la primera vez que había elogiado su buen apetito, Tae había dejado de preocuparse por las apariencias.
 
—O eres demasiado generoso o estabas realmente hambriento. —Se levantó y cogió su plato de la pequeña mesa de comedor de roble. Con un centro de mesa de pino iluminado por tres velas de color rojo, que era a la vez acogedor e inesperado. Había tantas cosas de él que no sabía. Pero el quería aprender. Minho no era buen material para una relación, pero era un hombre fascinante, un gran abogado y un buen amigo por lo que había oído.
 
Lo vio caminar hasta la cocina, su culo flexionándose a medida que daba cada paso.
 
Atisbos ocasionales de su polla y bolas lo mantenían caliente, y agarró la servilleta para secarse la fina capa de sudor que empañaba su frente. Él también era un amante fantástico y generoso, pero siempre había sospechado eso y oyó insinuaciones de lo mismo.
 
El impulso de escapar que había sentido en el baño antes era ahora de repente abrumador.
Era hora de irse.
 
Poniéndose de pie, tomó su gabardina. Era de mala educación irse sin ofrecerse para limpiar, pero quizás un poco de animosidad entre ellos sería una buena cosa.
 
—¿Qué estás haciendo? —preguntó él detrás de Tae, el volumen de su voz le decía que todavía estaba a cierta distancia.
 
—Ya me voy —dijo con indiferencia forzada, mientras su corazón se aceleraba—. Gracias por una gran noche.
 
De repente, el fue empujado a la mesa desde detrás por un cuerpo muy duro.
 
—Háblame, Taemin.
 
Sus palmas se allanaron en la superficie, enjaulándolo en el lugar.
 
—Hemos estado hablando durante toda la cena.
 
—Sobre todo, excepto de nosotros.
 
—No hay un "nosotros".
 
Una de sus manos llegó al bolsillo de su short.
 
—¿Cuántos condones has traído? Parece como si tuvieras la mitad de una docena aquí. —Lanzó uno sobre la mesa—. Estabas planeando una noche ocupada. Ahora, de repente, ¿estás saciado?
 
—Sí, bueno. —Tomó una respiración profunda—. No esperaba que fueras tan bueno. Te encargaste de las cosas en la primera ronda.
 
—Mentira. Estás tan caliente por ello ahora como lo estabas cuando me saltaste encima. —Envolviendo una mano alrededor de su garganta, él le inclinó la cabeza hacia atrás. Le mordisqueó la oreja con los dientes y Tae se estremeció—. ¿Qué hizo que corrieras asustado?
 
Se puso rígido.
—No tengo miedo. Sólo creo que ambos conseguimos lo que queríamos y lo mejor es terminar la noche antes de que se complique.
 
—¿Sabes una cosa? —Minho dobló las rodillas y frotó la dura longitud de su polla entre las mejillas de su culo. En algún lugar entre la cocina y el comedor, había perdido el delantal. Con sólo la capa delgada del short de gasa entre ellos, sentía cada milímetro de su excitación—. No he terminado de conseguir lo que quería y ya es complicado.
 
—Minho... —Sus ojos se cerraron en un gemido cuando él ahuecó el pellisco uno de sus pezones.
 
El calor se encendió a través de su piel. De repente estaba más que caliente, estaba ardiendo, derritiéndose. Él olía como el cielo y se sentía incluso mejor. Había tenido un montón de fantasías acerca de él, pero siempre habían sido salvajes. Carnales. Follando en su escritorio o en el de el. Botones volando por todas partes. Manos ásperas y labios agresivos. Nunca había habido esta gentileza, esta preocupación por sus sensaciones y placer.
 
—Tenías una lista de deseos, Tae. Fantasías sobre mí. Dime por qué ya no quieres vivirlas. —Las yemas de sus dedos le apretaron el pezón y éste alcanzó su punto máximo en una dura punta adolorida.
 
—Las fantasías no están destinadas a hacerse realidad.
 
—La mía lo hizo. La tuya también.
 
—Ese es el problema —murmuró.
 
Su mano dejó su pezon y le bajo el short. Debería detenerlo, alejarse. Él no lo mantendría en contra de su voluntad, a pesar del antebrazo que cruzaba en su pecho y el agarre que le sujetaba el cuello. Pero la energía que necesitaba para escapar no estaba allí. Había pasado tanto tiempo desde que había sido sostenido con tan tierna lujuria, no tenía el corazón para rechazarlo.
—¿He llegado a ser demasiado real? —le sopló al oído—. ¿Te gusto, Taemin? ¿Sólo un poco? —Un poco demasiado.
 
El aire frío le golpeó las nalgas en el momento antes de que él se acercara más. Su pene estaba tan duro, tan caliente contra su piel.
 
Su boca abierta le acarició la garganta.
 
—Quédate conmigo. —Bajando la mano por el abdomen, le separo las piernas con sus rodillas y le tomo la polla. Un suave toque como aleteo, rodeando luego presionando. Frotando—. Quédate conmigo.
 
—Minho. —Sus ojos se cerraron en un suave gemido. Estaba húmedo, duro y sufría por él. El se moría de hambre por el cariño que le daba con tanta libertad. Le asustó cuán necesitado estaba. Hasta esta noche, no se había dado cuenta de lo sola que se había vuelto su vida.
 
—Abre el paquete —lo exhortó con voz áspera como la seda.
 
Taemin alcanzó a ciegas el preservativo, haciendo uso de la reserva que había tenido cuando llegó. Disfrútalo, dijo su corazón, y el lo haría. Una última vez.
 
—Estamos muy bien juntos, Taemin. —Abriéndole las piernas a empujones, deslizó dos dedos dentro de el, metiéndolos y sacándolos en un deslizamiento profundo—. En todos los sentidos que importan. —La mano en su garganta bajó a pelliscar su pezon de nuevo. Estaba como un guijarro, lleno de deseo por él.
 
Dedos expertos le acariciaron el pezón, pellizcándolo, acariciándolo a través de su fina camisa de satén.
 
Ese toque burlón irradiaba hacia fuera y lo dejaba sin aliento.
 
—Toma. —Taemin empujó el brazo hacia atrás con el paquete abierto en la mano.
 
Minho cogió el condón con dedos temblorosos. Taemin había estado listo para irse.
Más que listo. Había estado casi fuera de la puerta. Y él supo en sus entrañas que si no podía llegar a el antes de que se fuera, nunca lo haría.
 
—Inclínate hacia delante —dijo con voz ronca.
 
Cuando sus dedos dejaron su entrada, el hizo un suave sonido de protesta.
 
—Silencio. —Lo tranquilizó, empujando suavemente hasta que se inclinó sobre la mesa—. Te voy a dar mi polla en su lugar.
 
Se quedó mirando la erótica vista mientras se envainaba a sí mismo en látex. Todas las veces que la había visto en el trabajo y pensado lascivamente, nunca había imaginado la vista correctamente.
 
Su entrada se veia deliciosa, apretada y rosada alrededor. Quería lamerlo de nuevo y lo hizo, un golpe rápido de su lengua que lo hiciera retorcerse. Tomándose a sí mismo en la mano, utilizó la punta de su polla para acariciar su entrada, para hacerlo impacientar, para verlo retorcerse para él.
 
Y entonces él ll cogió por las caderas y se deslizó profundamente en el.
 
—¡Oh, Dios mío! —suspiró el, con los dedos arañando la mesa.
 
Su trasero estaba ardiente y apretado como un puño.
 
—Joder, sí —gimió él, sus bolas se pusieron apretadas y adoloridas. Se retiró y observó a su gruesa vara deslizarse fuera de Taemin, resbaladiza por su excitación, y luego gimió cuando presionó de nuevo a dentro. Sosteniendo sus caderas, él se quedó mirando el lugar donde se unían, detenido por la visión de follarlo como había querido durante tanto tiempo.
 
—Minho.
 
El sonido de su nombre pronunciado tan morbosamente tiró de su corazón. Encorvandose hacia adelante, él entrelazó sus dedos con los de el y comenzó a empujar en superficiales y cortos empujes, su estómago ondulaba contra su espalda baja. Sus jadeos suplicantes le incitaron, le incitaron a doblar las rodillas para que pudiera acariciar su trasero mejor y duro con la amplia cabeza de su pene.
 
Con la mejilla en su hombro, le preguntó:
 
—¿Cómo puedes renunciar a esto, Taemin?
 
El respondió con un gemido y luego subió las caderas para que él pudiera bombear más profundo.
 
Extendiendo sus piernas, le dio las largas zambullidas profundas que lo hacían gemir sin poder hacer nada y lo volvían loco. Le soltó las manos, moviendo una para poder masturbarlo y la otra para fijarle las caderas para así poder girar su pelvis y meter su polla a través de sus avariciosas ondas.
 
—Dame una oportunidad —dijo con voz entrecortada, estremeciéndose con la necesidad de llegar, con la necesidad de mantenerlo cerca hasta que pudiera hacerla cambiar de opinión.
 
—Tú no... Sabes...
 
Llegando debajo de el, le pellizcó el glande y se empujó profundamente hasta las bolas. Taemin se vino con un grito, agarrando su polla en sus profundidades, le ordeñó en un masaje sensual.
 
—Dame una oportunidad, maldita sea.
 
Su "sí" fue un susurro, pero lo oyó. Su liberación fue silenciosa, con los dientes apretados, su polla sacudiéndose mientras bombeaba su semen dentro de el.
 
Debió de haber sentido alivio. Debió de haber sentido una sensación de seguridad.
 
Pero no lo hizo.


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