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Wish List [2Min] por Aandrea

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Taemin dejó la fiesta de la sala de conferencias en el momento en que Minho fue atraído. Tenía las próximas dos semanas de descanso. Si pudiera simplemente deslizarse fuera de la oficina, podría salir de esta situación mortificante.  

El había tenido una sensación cuando tiró ese estúpido trozo de papel que debió hacer pedazos primero. O quemarlo. Pero entonces, se había dicho a sí misma que sólo estaba siendo paranoica. La maldita cosa estaba en la basura.  

¿Quién iba a verlo? Desde luego, Minho no. Él no cavaba en los botes de basura. O eso es lo que había pensado.   Mientras aumentaba su temperamento, su paso se aceleró y llegó a su oficina en un tiempo récord.   Esto era ridículo. Esos eran garabatos privados realizados durante una reunión especialmente aburrida.   El no había sido capaz de concentrarse con Minho sentado frente a el y luciendo tan increíblemente guapo como siempre. En lugar de eso, había estado totalmente absorta mirando fijamente la pequeña parte visible de su muñeca al borde del dobladillo, piel oscura libre de vello junto al dorado de su reloj y el blanco de su camisa.   Ese pequeño destello de nada lo había puesto caliente y duro.  

Había algo acerca de Choi Minho. Tal vez era la peligrosa belleza de su rostro.   O ese cuerpo alto y bien afinado. Tal vez era su inteligencia increíble y postura agresiva en la sala del tribunal. O tal vez era su trabajo sin cobrar para el Programa de Mujeres Abusadas... Mierda, no sabía por qué. El sólo sabía que su historial con los hombres era una mala noticia y que el ya había tenido suficientes malas noticias para toda la vida.  

Gruñó. Esa maldita lista había sido una forma de terapia purgativa. Nada de eso nunca fue dicho literalmente. Aún así, mientras empujaba documentos en su maletín, agarró la caja plateada con la foto no apta para menores de Minho y también la metió adentro.  

—Feliz Navidad a mí —murmuró.  

—Sólo estoy empezando —ronroneó una voz profunda en su oído. El delicioso sonido golpeó la parte superior de su espalda y luego se acurrucó hasta el fondo.  

Con la boca abierta para protestar, el se giró para mirar a su torturador.   Y se encontró capturado contra un cuerpo duro como una roca y besado hasta quedar sin sentido.  

Al ser tomado con la guardia baja, para el momento en que su desconcertado cerebro descubrió quien lo estaba abordando y lo que estaba haciendo, no quería que se detuviera. A medida que sus sentidos se llenaron del perfume del hombre excitado, las manos que empujaban contra los hombros de Minho se deslizaron alrededor de estos en su lugar.  

Dios, era bueno. Igual de exigente que de sensible. Sus labios eran cálidos, el interior de su boca suave. Sus manos se deslizaron entre su chaqueta y polera, extendiéndose a cada lado de su columna vertebral y acercándolo más. Cuando su toque se deslizó más abajo para ahuecar su culo, el calor estalló y se le enrojeció la piel.  

—No —susurró el contra su boca.  

Gimiendo suavemente en respuesta, Minho inclinó la cabeza y profundizó su beso ya ahogante. Tiró de el, robándole el equilibrio para que cayera en él. Aprovechando la ventaja, lo levantó y lo sentó sobre el escritorio, acuñando sus delgadas caderas íntimamente entre sus muslos. Al instante el latido que había comenzado en el momento en que la tocó se convirtió en un dolor que lo consumía todo.  

—Minho...  

Su frente húmeda se apoyó en el, sus jadeantes respiraciones caliente contra sus labios hinchados.  

—Déjame darte lo que quieres para Navidad, Tae.  

—Yo no te quiero.  

—Mentiroso. —La mano de él se acercó y le acarició el pecho. Dedos expertos encontraron el pezón endurecido que lo traicionaba. Besando su camino a su oído, le susurró:   —Apuesto a que estas duro para mí.  

—¡Jesús, Minho! —El se estremeció, pero no podía negarlo.  

—Cerré la puerta...  

—¿Estás loco? —replicó el,  alejando de un empujón su deambulante mano.  

Minho la agarró de las caderas, lo atrajo hasta el borde de la mesa y colocó la dura longitud de su polla directamente contra su entrepierna.  

—Sí. —Él movió las caderas, empujando sobre su polla a través de la suave tela de sus pantalones de vestir. El gimió.   —¿No sabes lo loco que estoy por ti?  

—Estás loco por todos los hombres.  

—No —argumentó, empujando contra el con mayor urgencia—. Me gustan los hombres. Estoy loco por ti. El dulce roce de su sexo en seco hizo que su polla tuviera espasmos de necesidad. Con el corazón acelerado y la respiración entrecortada, el lo empujó débilmente.  

—Deja de hacer eso... no puedo pensar...  

—Piensas demasiado. —Él lo mantuvo en su lugar mientras frotaba su pene contra el. El no se había molestado con las luces cuando entró, ya la luz de la luna iluminaba la habitación por la ventana del piso al techo. Pero incluso en la semi-oscuridad, los ojos de Minho ardían con un hambre que hizo que se le apretara la garganta. Manteniéndolo quieto, acarició la impresionante longitud de su pene arriba y abajo de su raja. Era tan guapo, tan decidido, simplemente observarlo dándole placer a ambos era casi orgásmico por sí solo—. Te deseo, Tae. Te he deseado desde hace mucho tiempo. Y tú también me deseas.  

A punto de llegar, Tae puso sus manos sobre el escritorio y giró sus caderas en ese gran bulto tenso, acariciándolo con su propia polla. El crudo gemido de dolor de Minho fue el impulso que lo empujó al límite. Gritando, montó las olas de placer que se propagaban a través de sus venas y la mareó.  

—Eso es —elogió con voz ronca, meciéndose en el, haciéndolo terminar—. Ah, cariño. Eres tan hermoso.  

El se hundió en su pecho mientras la tensión huía. Con el rostro de el caliente apretado contra su garganta, el olor de su piel era casi abrumadora.  

—Oh, Dios mío —se quejó el, deseando que la tierra se abriera y se lo tragara. Lo último que el ego de Minho necesitaba era su calentón orgasmo.  

—Para ti ha pasado un tiempo, ¿no? —Sus grandes manos le acariciaron la longitud de la espalda, calmándolo.  

—¿No vas a atribuirte el mérito por eso? —El no pudo ocultar su sorpresa.

—¿Yo? —Se apartó ligeramente—. Ojalá. Eso fuiste solo tú. Pero el próximo lo pago yo.  

Una risa se le escapó en contra de su voluntad y enterró la cara en su hombro para ocultar la sonrisa. Era encantador, nunca lo había negado.   —No va a haber una próxima vez.  

Su abrazo fue casi aplastante.   —Lo que tú digas. Realmente me habías engañado. Hasta que vi esa lista de deseos pensé que no te gustaba.  

—No se trata de si me gustas o no, Minho. De hecho, creo que eres un gran   tipo, pero...

  —Estás buscando a alguien para algo serio.  

—En realidad, no estoy buscando a nadie.  

—Puedo ser serio. —Ahuecándole la cara entre las manos, usó los pulgares para acariciar sus mejillas—. No hay ninguna razón para que no pueda. Pero nunca lo sabremos si no me das una oportunidad.  

—¿Por qué? —El lo empujó—. ¿Porque andamos calenturientos el uno por el otro? Estar cachondo no es la base para una relación y yo no quiero ser tu experimento en la monogamia.  

—Ahí está —dijo en voz baja, dando un paso atrás para que el pudiera deslizarse fuera de la mesa—. El hombre exterior que no me quiere, mientras que el verdadero Tae interior sí.  

El hizo una mueca. El verdadero Tae había aprendido a renunciar a algunas de las cosas que quería. Era un sacrificio que había aceptado de buen grado cuando lo hizo.   —¿Ya terminamos?

  —De ninguna manera. Ni de cerca. —Él se pasó la mano por el cabello grueso y brillante. Lamentó no haberlo tocado cuando tuvo la oportunidad.  

—No te corriste, pero no me siento demasiado culpable por eso. Puedes tener a cualquiera de los chicos de la sala de conferencias.  

—Vete a la mierda, Tae —dijo bruscamente—. No se trata de echar un polvo y lo sabes.   El soltó un bufido.  

—Esto se trata por completo de echar un polvo.   De repente él se enderezó, sus ojos se iluminaron con un brillo peligroso.  

—Dame un par de días para ir a través de tu lista de deseos. Luego, una vez que hayas vivido tus fantasías, las cuales resultan ser también las mías, podemos volver a los negocios como siempre. Sin toda esta tensión sexual.  

—Eso no va a funcionar.—Pero su estómago dio un pequeño vuelco ante la idea.  

—Entonces te cambias de oficina de todos modos, como lo planeaste. Pero al menos conseguiste tener sexo salvaje, sudoroso y sucio antes de irte. Si esto es todo acerca de echar un polvo, hagámoslo.   Oooh, era bueno argumentando un caso. Él también sabía que la había tenido desde la palabra "salvaje".   Podía verlo en sus ojos.  

—¿Un hotel? —sugirió, resignado. Un chico sólo tenía un tanto de fuerza de voluntad y se enfrentaba con un argumento irrefutable, ¿qué otra cosa podía hacer?   Al menos eso es lo que le dijo su demonio interior.  

—Mi casa —dijo suavemente, teniendo la gracia de no regodearse—. Tengo todo lo que necesito para cocinar la cena... —Él le dedicó una sonrisa deslumbrante—, desnudo.

—Oh, Señor... —Se estaba sonrojando, podía sentirlo. Que él supiera sus anhelos secretos era embarazoso al extremo. Y excitante, lo que era peligroso. Tenía que mantener a los dos separados: al abogado que admiraba y al playboy que quería follar.  

—Vamos a mantener esto simple.   Metió la mano en el bolsillo y sacó una hoja de papel doblada. Metiéndosela a el en la mano, rozó los labios con los suyos.   —No. Has sido un niño bueno, por lo que mereces que tus deseos se hagan realidad. —Lo besó de nuevo y no se le escapó ni por un segundo que él era la estrella de sus sueños sexuales.  

—Vamos, Tae,  juega. Va a ser divertido.  

Divertido. Los tipos como Minho siempre se estaban divirtiendo.  

—Esta son las indicaciones de cómo llegar a mi apartamento. Voy a estar esperando.

 


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