—No puedes estar al tanto de lo que hice.— Habló como siempre, sin arrepentimiento en su voz. —A Sucre. A mi familia.—
—Lo sé.—
—Yo no soy más que una marioneta. Podría volverme contra ti.—
—Amigo, ¿Necesito ser purificado?— El bateador esperó a un instinto de su titiritero, pero no había sentido nada desde que había bajado el interruptor. Era una marioneta aún, pero que estaba vacío.
—No, yo purifiqué esto. Purifiqué todo.—
—Nunca caí ante los espectros porque soy valiente. Puedo afrontarte a ti.— El bateador no se movió, aún mirándolo desde abajo de la tapa de su gorra con expresión ilegible mientras estudiaba máscara de Zacharie. Las únicas características visibles que pudiera utilizar para determinar sus sentimientos eran sus ojos.
Qué buena cosa, tenía honestidad.
—Un paso adelante, por favor— Zacharie instruyó, señalando el espacio vacío frente a él, y el bateador llenó el vacío en dos zancadas. —No temas a mis intenciones.—
—Imposible.
Eextendió la mano y tiró de su gorra sobre los ojos. El joven podía oír susurrando a Zacharie alrededor y eso era todo. Estaban rodeados por el silencio.
Pronto, tenía dientes mordisqueando su barbilla, y su paciencia a prueba; apretó el labio inferior y tiró hacia atrás suavemente. Otro bocado para la barbilla, luego a través de su mandíbula con más gusto, y un pedazo de su lóbulo entre los premolares.
—Tú confías en mí.— Zacharie examinó. —Yo soy más que un comerciante para ti.—
—Eres todo lo que queda.— contestó sin rodeos, como si fuera la respuesta más obvia a la situación.
Las manos de Zacharie estaban en los codos del bateador, alisando los brazos, los hombros y el cuello, una mano formando alrededor de su garganta y apretando ligeramente, la otra contra su frente.
—¿Hasta dónde llega esta confianza?
—Es eterna.— Hizo una pausa, se atragantó. —Supongo.—
Las manos de Zacharie bajaban hasta el torso del bateador, con las uñas cavando tan profundo como la piel y la ropa permitirían, cuando aterrizaron en sus caderas. Hubo un gemido silencioso de incomodidad y un toque de su boca, pero nada más.
Zacharie quería besar esa boca. Quería saborearlo a gusto, algo diferente de la ceniza y el azúcar.
—No me mires.— murmuró, tirando de su máscara más abajo en su rostro y oyendo un ruido de confirmación cuando cambió el gorro del bateador, por lo que la tapa no estaba bloqueando, y se movió hacia adelante para besarlo. Suavemente, en primer lugar, para hacerle saber lo que estaba pasando, entonces se quedó quieto hasta que sintió que se movía hacia atrás.
No puso ninguna reacción de su lengua lamiendo cada centímetro de la grieta húmeda, pero con el gusto del tabaco y el regusto ceroso de las encías, y cuando su lengua llegó a la parte de atrás de la garganta y se tomaron muestras de café amargo, la bilis no tenía nada malo en sabor.
Cuando se apartó con un ''pop'' rotundo, vio como una línea de saliva seguía hasta romperse entre sus labios, la boca del bateador enrojeció, abierta, jadeando cuando Zacharie reajustó su gorra.
—Realmente yo soy todo lo que te queda ... ¿no?
—Sólo tú.
Zacharie colocó su máscara de nuevo a lo largo de sus labios húmedos y levantó la tapa de la gorra de su bateador para atrapar su mirada.
—La eternidad contigo no será tan mala.
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