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Fluctuación por Leyn

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Notas del capitulo:

Yo debería estar continuando los otros ffs, pero la verdad es que no pude evitar subir esto.

I.

Los bajos musicales estaban haciéndose cada vez más insoportables y no tenía idea cuántos minutos llevaba ahí, en la misma posición, intentando conciliar el sueño.

Inhaló hondo y lo intentó una vez más. Incluso trató de cubrirse los oídos con el almohadón, pero no había caso.

Molesto, Tsukishima se frotó los ojos y buscó sus lentes en el velador, mirando la hora en su celular.

00:13 a.m

Sintió ganas de aniquilar a Bokuto.

Incorporándose, encendió su lámpara de noche. No tenía sentido quedarse allí, no con todo ese alboroto en el apartamento de al lado; la maldita música a tope y el imbécil de Kotaro gritando incoherencias como lechuza en celo. Se colocó la primera camiseta que halló a mano y salió del departamento, ni siquiera molestándose en cambiarse los holgados pantalones de dormir.

Afuera, el caos que provenía del piso de al lado era evidente. Tsukishima caminó con desgano los pocos metros que le separaban de lo que consideraba el burdel barato de Bokuto, y golpeó la puerta con fuerza. Tras varios segundos, éste apareció en la entrada.

—¡Tsukishima, llegas a tiempo! —exclamó, instándole a entrar, cerrando luego la puerta detrás de sí—. Sabía que vendrías.

Estaba realmente oscuro. Tsukishima casi perdió el equilibrio al tratar de acostumbrar la vista, la única iluminación existente eran unos reflectores de colores que giraban entre las paredes. Bokuto se percató y le rodeó los hombros con un brazo, comenzando a dirigirlo en medio de los chicos de su clase que estaban dispersos en el salón.

—¿Tienes idea de qué hora es? —preguntó Kei finalmente, apegándose al otro para evitar chocar con alguna de las personas que habían en el lugar.

Bokuto torció una sonrisa.

—¿Hm…? ¿Y a quién le importa la hora? Es fin de semana —le susurró al oído en respuesta y tras unos segundos se detuvo frente a un complejo de sillones que había al fondo del apartamento—. ¡Akaashi, adivina quién acaba de llegar!

No hubo respuesta inmediata y Tsukishima no logró divisar a nadie, pero entonces Bokuto fue acercándose al sofá más extenso y Keiji comenzó a incorporarse en éste, cubriéndose la boca al bostezar. Se giró lentamente hacia ellos.

—Oh, Tsukishima-kun… —saludó, acomodándose en su posición.

—Vamos, no me digas que estabas a punto de quedarte dormido… —Bokuto tomó asiento al lado del chico con una sonrisa—. Esa no es la actitud, Akaashi.

—Déjame en paz.

Tsukishima levantó las cejas y se sentó en uno de los sillones libres.

—¿Pasó algo? —preguntó, interesado. Akaashi rara vez mostraba algún atisbo de estar molesto y mucho menos se dirigía a Bokuto de ese modo porque sí.

—Pasa que Akaashi no tiene espíritu de fiesta —dijo Bokuto, mirando de reojo a Keiji por si obtenía alguna reacción de su parte. Al comprobar que fue monumentalmente ignorado, frunció los labios e intentó tomar una de sus manos, pero Akaashi fue lo suficientemente rápido como para evitarlo—. ¿Estás enfadado conmigo?

—En realidad, pasa que hace un par de minutos Bokuto me envió un mensaje pidiéndome que viniera lo más rápido posible —Keiji optó por ignorar la pregunta de Kotaro y se frotó los ojos antes de continuar. No era difícil de notar que estaba realmente cansado—… pensé que había sucedido algo importante, pero luego me encontré con esto.

—Por supuesto que era algo importante… —comenzó a decir Bokuto, pero fue rápidamente interrumpido por Akaashi.

—Pero fue innecesario preocuparme de ese modo.

Tsukishima miró a su alrededor con cierto desagrado.

—¿Y qué tiene de importante… esto? —vio una pareja besándose en un extremo y prosiguió—. Sólo son un grupo de tipos desesperados por tener sexo en público.

—De qué hablas… —rió Bokuto, cruzándose de brazos—. Sólo es una fiesta universitaria de celebración, los últimos exámenes estuvieron difíciles, ¿sabes? No todos somos como tú… Además, ¿qué es eso de “sexo en público”? Somos gente sana —Kotaro se detuvo un momento y se giró en dirección a una de las mesas—. Por cierto, creo que se acabó el alcohol.

Oh, alcohol, qué ironía. Tsukishima pensó en la evidente contradicción en sus palabras, preguntándose a la vez si acaso ese no era el mismo Bokuto que hace no mucho, cuando estaban volviendo a casa desde el gimnasio de la universidad por la noche, en medio de la extenuación y el cansancio, había hablado sobre las ganas que tenía de follarse a Akaashi en un ascensor.

—Bueno, creo que saldré por un par de botellas más... —Bokuto había comenzado a levantarse de su lugar mirando a Akaashi disimuladamente, probablemente esperando que le detuviese, pero Keiji no parecía estar muy interesado en ello.

Tsukishima exhaló el aire retenido y se incorporó.

—…No es necesario —dijo tras pensárselo un momento, haciendo un ademán con su brazo—. Iré yo.

—¿Seguro? Es algo tarde —Akaashi miró su celular y luego se dirigió hacia Kei—. Puedo acompañarte si quieres.

Tsukishima miró a Bokuto y éste entreabrió los labios. Su expresión lucía fatal. Tuvo que contener las ganas de reír en su cara.

—Bueno, veo que tienen algunos asuntos pendientes ustedes dos. Alguien te debe unas disculpas, así que… —contestó Tsukishima. Mientras se alzaba de hombros, pudo notar a Bokuto prácticamente agradeciéndole con la mirada—. ¿Por qué mejor no lo solucionan en lo que vuelvo?

Akaashi no supo qué responder y simplemente desvió la vista. Así que Tsukishima rápidamente cogió el dinero que Bokuto le extendía y encaminó hacia la puerta. No esperó nada más.

 

Lo pensó mejor cuando salió del edificio, estando alejado de todo ese molesto ruido y el sofocante aroma a alcohol. Se acarició la nuca y comenzó a ir sin rumbo en el asfalto iluminado por los faroles nocturnos, esperando tener la suerte de toparse con alguna tienda de conveniencia. ¿Desde cuándo se había preocupado de lo que pasaba entre esos dos? De seguro quedarse allí había estado afectándole.

El movimiento en la calle era bastante. A pesar de la hora, la vía seguía siendo atravesada por varios automóviles y aún quedaban algunas tiendas que mantenían sus puertas abiertas. Fue allí cuando Tsukishima vislumbró en la acera contraria un establecimiento con anuncios publicitarios de cervezas y gaseosas. Supuso que sería el lugar indicado, por lo que simplemente cruzó la calle y se acercó a las dependencias de la tienda.

Era bastante extensa. Kei comenzó a pasearse disimuladamente en las afueras del local, fingiendo que leía los carteles de promociones y ofertas, y luego miró por el cristal de una de las ventanillas para asegurarse de que no hubiese clientes. Lo único que pudo ver fue a un tipo leyendo, al fondo en la barra. No era que pareciese muy ocupado, pero Tsukishima prefirió de todos modos esperar un poco más y finalmente ingresó.

La puerta hizo tintinear débilmente una campanilla y el sujeto de la barra levantó la vista.

Sin prestarle real atención precisamente, Tsukishima caminó hacia el costado derecho de la tienda y comenzó a mirar las estanterías que estaban repletas con botellas de diferentes rotulaciones.

¿Cuál preferirían los alcohólicos amigos de Bokuto? Dudó un poco y cogió una al azar; no era como si tuviese que pensarlo mucho, esos tipos tragaban lo que fuera.

Fue entonces cuando una voz sonó a distancia.

—¿Por qué tardaste tanto en entrar? —Tsukishima se sobresaltó y giró lentamente en dirección a la barra. El empleado depositó su revista en el mesón y continuó—. No es como si fuera a morderte.

Tsukishima arqueó las cejas, estaba a punto de preguntar “¿me estás hablando a mí?” cuando recordó que era literalmente el único en ese lugar. Tomó una segunda botella.

—Simplemente quise tardar.

—¿Ah, sí? —el chico rodeó la barra, sus pasos eran lentos y calmados. Estando más cerca del cliente, fue apoyándose en un mostrador y cruzó los brazos, observando indiscriminadamente a Tsukishima que estaba de espaldas—. Bueno, no me negaría a morderte. Por cierto, ¿son para ti? No luces como alguien que bebería todo eso.

—No es tu asunto —dijo Kei, y al voltearse, se encontró con la mirada adversa de lleno. No era más alto que él, pero aún así parecía tener un aire imponente. Tsukishima se preguntó si acaso estaba buscando intimidarle. Bajó los ojos hacia su placa de identificación.

Kuroo.

—Por supuesto que es mi asunto —respondió éste, viéndole como si fuese obvio—. Debo velar por la salud de los clientes de este lugar.

Tsukishima torció la boca en una mueca. Había comprendido lo que le quería decir, pero la idea le parecía totalmente inútil.

—No son para mí, ¿está bien? Sólo he venido a comprar y ya está.

—Ya veo, te creeré —Kuroo dio media vuelta, retornando a la barra y Tsukishima le siguió.

Al llegar, Kei depositó ambas botellas en el mesón.

—¿Y bien…? ¿Cuánto por esto?

Kuroo miró las rotulaciones con indiferencia durante un momento y a continuación alzó la vista hacia Tsukishima, quien terminó por desviarla inevitablemente. Joder, que su mirada era demasiado intensa.

—Puedo dártelas gratis a cambio de un beso —murmuró.

Los labios de Tsukishima se entreabrieron, sin saber qué decir, manteniendo la vista fija en los bordes del mesón.

Luego de varios segundos, finalmente habló.

—¿…Disculpa? —preguntó Tsukishima y pudo ver cómo Kuroo ubicaba sus manos en el mostrador, inclinándose hacia él.

—Me oíste perfectamente, ¿no es así? —su voz había sonado demasiado cerca, más de lo que Tsukishima se esperaba que estuviese.

—No tengo idea de qué hablas —Kei carraspeó y retrocedió un paso, procurando sonar lo suficientemente firme—. Tengo dinero suficiente para pagar, ¿bien? —bajó las manos hacia su pantalón, iba a buscar el dinero que le había entregado Bokuto cuando cayó en cuenta de algo.

Sus pantalones de dormir no tenían bolsillos.

De hecho, no tenía ningún sitio en el que guardar dinero.

Kuroo le miraba desde su posición, con una pequeña sonrisa en el rostro. La expresión de Tsukishima y el modo en cómo había detenido sus manos a medio camino no fueron difíciles de interpretar.

—¿Olvidaste tu dinero? —preguntó—. Vaya, qué oportuno…

—No bromees conmigo —respondió Tsukishima con el ceño fruncido. Le costaba creer que no se había fijado en ese detalle en todo el trayecto. Había barajado la idea de buscar en el rincón de donde había sacado las botellas, pero no tenía sentido. Era evidente, el dinero lo había dejado caer en el apartamento. Se había apresurado tanto en salir de ese lugar que seguramente no le prestó atención a lo demás—. ¿Sabes qué? Vendré enseguida, ¿podrías aguardar mientras vuelvo?

—Bueno… no sé si pueda esperarte.

—Sólo serán cinco minutos —Tsukishima se giró un poco y miró en dirección a la salida. Si se apuraba, de seguro tardaría menos.

Kuroo, quien seguía apoyado en la barra, alzó una mano y cuidadosamente tomó el mentón de Kei, obligándole a que le mirara.

—Quiero decir que no quiero esperarte —susurró Kuroo frente a sus labios. Tsukishima le contempló sin moverse, perplejo, mientras la mirada del chico se deslizaba por su boca—…cinco minutos es demasiado, y realmente tengo ganas de besarte.

Y sin decir nada más, Kuroo desechó la distancia que les separaba. Pudo percibir cómo Tsukishima temblaba ligeramente, y por alguna razón, lejos de hacerle desistir, verse en esa situación hizo que quisiese ir incluso más allá. Cerró los ojos y presionó el mentón del cliente, frotando su boca, besándole con lentitud, mordiendo débilmente su labio inferior y robándole un quejido ahogado.

Tsukishima se había sentido incapaz de resistirse. Mientras apretaba con fuerza los párpados, por su mente sólo pasaban pensamientos sobre que alguien podía entrar al local y…

Fue lo suficiente como para hacerle reaccionar. Levantando ambas manos, Tsukishima las presionó en el pecho de Kuroo y le empujó.

—¿Qué…? —Tsukishima soltó en medio de la confusión y Kuroo simplemente sonrió, humedeciéndose los labios como respuesta. Kei tragó en seco, de seguro había sido apropósito.

—Puedes llevártelas, gafas —dijo entonces, refiriéndose al par de botellas de cerveza.

La expresión de Tsukishima se endureció visiblemente al oírle. ¿Qué hacía ese tipo llamándole de ese modo?

Kuroo pareció notarlo.

—Bueno, no me has dicho tu nombre —mencionó, ladeando el rostro mientras señalaba su placa de identificación.

—No tengo razón para decírtelo… —Tsukishima cogió las botellas y apenas se volteó para irse, se oyó el ruido de la campanilla de la entrada.

—¡Oh, Tsukishima, aquí estabas! —exclamó Bokuto con alivio, ingresando al local junto a Akaashi.

—…Veo que no será necesario que me lo digas —murmuró Kuroo, obteniendo de inmediato una irritada mirada por parte de Tsukishima.

—Pensé que te había sucedido algo, estabas tardando demasiado —Akaashi se cruzó de brazos preocupado, y Bokuto asintió repetidamente a su lado.

—Por cierto, olvidaste esto —añadió Bokuto al ver las botellas que sostenía Kei, y sacó el efectivo desde uno de sus bolsillos traseros, extendiéndoselo a Kuroo.

—Ah, no es necesario, ya me pagó —respondió éste, mirando a Tsukishima.

Bokuto arqueó las cejas, confundido.

—¿De verdad…? —Kotaro iba a decir algo más, pero Tsukishima se le adelantó rápidamente.

—Olvídalo y vámonos —masculló, con un ligero rubor entre las mejillas. Entregándole a Bokuto el par de botellas bruscamente, comenzó a empujarle junto con Akaashi para que avanzaran.

Mientras los demás se iban, Kuroo cogió un pequeño papel en blanco desde un tarjetero de escritorio ubicado junto a la caja registradora.

—Tsukishima —le llamó en voz baja.

Kei, quien ya había comenzado a irse también, se volvió con el ceño fruncido.

—¿Qué?

—Olvidas esto.

Tsukishima alargó el brazo y le arrebató la tarjeta de mala gana. Kuroo, apoyado en la barra, dejó caer el mentón en la palma de su mano y curvó una sonrisa.

—Gracias por su compra.

Fue lo último que Tsukishima le oyó decir antes de finalmente salir de la tienda junto a los demás.


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