Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Fluctuación por Leyn

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Han pasado 84 años...

II.

Dando una eventual mirada hacia la ventana, Tsukishima exhaló y volvió a cerrar los ojos, acomodándose sobre sobre el cobertor de su cama. El alboroto en casa de Bokuto había terminado hace unos minutos, y aun así no podía dormir. Ni siquiera sabía si seguía teniendo sueño.

Alargando el brazo hacia un costado, encendió su lámpara de noche y buscó su celular, pero en su lugar, su mano dio con la tarjeta que Kuroo le había dado antes de irse. Tsukishima se quedó quieto un momento, tomando entre sus dedos el pequeño trozo de cartón.

La había olvidado, y sólo entonces sintió curiosidad de ver qué decía.

La tarjeta tenía los datos de la tienda, incluyendo un número de teléfono fijo. Kei exhaló el aire retenido y se sentó en la cama, cogiendo su móvil.

1:18 a.m

Se preguntó si él seguía allí o si la tienda ya habría cerrado.

Marcó el número y acercó el celular a su oído. El sonido de la llamada entrante era lo único que se oía en la línea y Tsukishima agradeció mentalmente que no hubiese respuesta, porque ni siquiera sabía lo que iba a decir si alguien contestaba.

Pero exactamente cuando se había decidido en cortar la llamada, pudo oír su voz.

—Nadie llama a la tienda pasada la medianoche, así que supondré que eres .

Tsukishima retuvo el aire y en medio de la vergüenza cortó de inmediato, lanzando su celular a un lado, queriendo creer que no se refería a él, que podía ser perfectamente otra persona. Todo se vino abajo cuando segundos después su móvil comenzó a vibrar.

Era un mensaje de un número desconocido.

 

«¿Debí haber mencionado que el teléfono de la tienda tiene identificador de llamadas?»

 

Mierda.

Pasaron los segundos y un nuevo mensaje apareció en la ventana de chat.

«¿Necesitas una entrega a domicilio? No hacemos este tipo de servicios, pero podría hacer una excepción por ti. ¿Qué dices? Te llevo lo que me pidas y me permites besarte de nuevo»

Tsukishima se mordió los labios. Entre avergonzado y nervioso comenzó a escribirle de vuelta.

«No llamé para nada de eso, idiota»

«¿Entonces hay alguna otra razón en específico?»

¿Que si había otra razón? Tsukishima comenzó a pensarlo. Ni siquiera él mismo sabía por qué había llamado.

¿Tal vez para agradecerle?

Frunció el ceño. No, por supuesto que no, le había besado en contra de su voluntad. Se sintió como un imbécil sólo por haber considerado esa idea.

«Olvídalo», escribió finalmente.

Y no hubo respuesta.

Kei suspiró, creyendo que tal vez Kuroo se había molestado. Durante un instante, se quedó mirando la pantalla de su móvil, pensando que tal vez eso había sido todo.
Sin embargo, hubo un nuevo mensaje.

«¿O tal vez sólo querías hablar conmigo?»

Tsukishima sintió el calor propagarse en sus mejillas, y sus dedos temblaron durante un instante.

Realmente no sabía cómo responder a eso.

 

Le tomó un rato decidirse, pero finalmente depositó su celular en el velador y volvió a recostarse en su cama, frotándose los ojos con fuerza. Se quedó así un rato, escuchando su celular vibrar otra vez en el mueble junto a su cama, pero no le prestó atención. No supo cuándo, cómo, ni a qué hora terminó quedándose dormido.

 

 

No tenía noción del tiempo. Y probablemente hubiese pasado de largo si no fuese porque alguien llamando a su puerta le despertó. Tsukishima fue abriendo los ojos, irritado y estampó el rostro contra su almohada, queriendo volver a dormir, pero era imposible cuando los molestos golpes iban volviéndose cada vez más insistentes.

De mala gana, resolvió en levantarse. Maldiciendo en silencio a quien fuese que estuviera allí afuera, se arrastró por el pasillo de su apartamento hasta llegar a la puerta principal. Cuando llegó, Tsukishima pudo tirar sólo un poco del picaporte antes de que la puerta de un golpe fuese abierta por completo en su cara y luego Bokuto le empujara hacia atrás para que se apartara del camino.

 —Ya era hora, maldición —se quejó Kotaro ya dentro, tomando asiento cómodamente en uno de los sofás individuales que había en el centro de la sala de estar de Kei—. ¿Se puede saber qué demonios estabas haciendo que no me abrías la puerta?

—Eh, ¿durmiendo, tal vez…? —respondió Tsukishima, recuperando la compostura y cerrando la puerta—. ¿Sabes la hora que es? Sin contar que ayer tu fiesta duró casi toda la madrugada.

Bokuto miró el reloj de su muñeca.

—Son exactamente las tres de la tarde con seis minutos, dormilón —comentó. Las cejas de Tsukishima se alzaron y tuvo que comprobarlo en el reloj de pared que estaba sobre una de sus estanterías de libros, porque realmente no creía que hubiese dormido tanto—. Y no seas exagerado, habría terminado más tarde si Akaashi no hubiese querido irse a casa…

—Oh —Tsukishima llevó una mano a su pecho, acercándose a Bokuto con una sarcástica expresión de dolor—. Qué conmovedor, en serio.

—Lo sé —Bokuto abultó los labios y miró al más alto, sólo en ese instante se percató que no llevaba las gafas—. Woah, es todo un mundo nuevo verte así, ¿sabes?

Tsukishima frunció el ceño.

—No seas idiota y dime a qué se debe tu inesperada y molesta visita —iba a agregar algo sobre que era muy temprano para soportarle, pero recordó la hora una vez más. Joder, que aún ni siquiera se había duchado.

—Venía a buscarte para que fuéramos a levantar pesas un rato, ya sabes... —Bokuto sonrió de medio lado—. Ya va una semana desde que no vamos al gimnasio.

—¿Hoy? —la voz de Tsukishima tembló un poco—, pero si vamos luego de clases…

—Así es —Bokuto asintió un par de veces—. Ya que ahora tenemos más tiempo libre, podríamos ir más seguido, ¿qué dices?

—¿Acaso no íbamos lo suficientemente seguido?

—Íbamos una vez por semana…

—Exacto…

Bokuto levantó una ceja y le miró en silencio, antes de volver a sonreír mientras alzaba los hombros.

—Vamos, Tsukishima. Será divertido.

Tsukishima resopló. No era que fuese tan terrible, le agradaba ir de vez en cuando, llegar extenuado a casa sólo con ganas de dormir y olvidarse de todo, pero con un día le bastaba.

—No quiero —dijo, cruzándose de brazos— Ve tú solo.

—Sabes que no sería lo mismo sin ti.

Lo que en realidad Kei sí sabía era que no le serviría de nada negarse, después de todo Bokuto era lo suficientemente insistente como para hacerle ceder bajo cualquier término.

—Eh, ¿pero en los fines de semana no es incluso más concurrido? —preguntó tras un momento. De por sí el lugar se llenaba los días después de clase en la noche, lo que hacía muy probable que los fines de semana fuese todavía peor.

—Claro, hay mucha más gente —contestó Bokuto con naturalidad—, eso lo hace mejor, ¿no?

—¿Estás bromeando? Eso lo hace peor, preferiría ir a un lugar donde no haya tantas personas —Tsukishima resopló, visiblemente hastiado. Bokuto, en su lugar, dejó escapar una pequeña risa.

—Ey… Tsukki, ¿dónde está tu espíritu competitivo? Debes pensar como un ganador, mirar a todos los que están ejercitándose a tu lado y pensar “mis brazos son mucho más fuertes que los de cada un…”

—Eso suena como algo que sólo tú dirías… —le interrumpió el rubio, rodando los ojos.

—Bueno, como sea… ¿Vienes?

—No.

 

 

—Me alegra que hayas querido venir.

Bokuto le había dicho en la recepción mientras dejaban sus pertenencias en los casilleros que aún quedaban libres. Fue entonces cuando el cabrón de Konoha se había aproximado para saludarles y Tsukishima aprovechó la oportunidad para irse lentamente y subir las escaleras en dirección a la segunda planta del gimnasio.

Estaba tan atestado de gente que ni siquiera se dio el tiempo de buscar una máquina. Se arrastró rápidamente por entre las secciones, evitando hacer contacto visual con cualquier persona y buscó el baño de hombres.

Una vez llegó, se adentró con apresurados pasos por entre el espacioso pasillo, pero una figura demasiado conocida allí le hizo detenerse de inmediato.

¿Era él?

Estaba en uno de los lavabos del extremo, cerrando su grifo. Al momento en que levantó su rostro, Tsukishima pudo comprobarlo en el reflejo del espejo. No cabía duda de que era él.

Sintiéndose extrañamente nervioso, Kei miró a su alrededor, sintiendo la inminente necesidad de retroceder e irse, pero apenas fue capaz de dar un paso cuando vio a Kuroo girándose, mientras se secaba el rostro con una toalla.

Sus ojos se cruzaron de inmediato. Tsukishima pudo ver cómo las cejas de Kuroo se alzaban en medio de la impresión.

—Eh… —soltó tras unos segundos, visiblemente sorprendido—. Hola.

Notas finales:

Si tienen algo que decir respecto a esto, no duden en dejarlo en los rw, estaré atenta<3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).