Otra tarde de sábado transcurría sin nada mejor que hacer que sentarse en el sofá pensando en su “patética” vida y su falta de valor.
Steve Rogers sabía que tenía una buena apariencia, no era ningún tonto, sin embargo, también conocía lo suficiente a Anthony Edward Stark como para estar convencido de que nunca se fijaría en él. Su principal problema era todo lo relacionado al romance; no sólo no era su expertiz, sino que prefería atravesar un campo minado, donde tendría la certeza de cruzar al otro lado en una pieza. Estaba en gran desventaja frente al millonario, si a ello le sumaba más de medio siglo atrapado en el hielo. Tony era el futuro, ¿y él? Un anciano de otra época sin experiencia en casi nada.
- Deja de pensar tan duro Cap, algo allá arriba va a hacer corto circuito si continúas de esa forma – sobresaltado, el rubio volteó su vista hacia el recién llegado, a quien ni siquiera había escuchado entrar-. Relájate un poco, ya no estamos en guerra.
-Siempre hay que estar alerta; la guerra nunca ha terminado- para su suerte, el tono de su voz no delató su nerviosismo ante la repentina presencia de Tony-.
-Tienes razón, por lo mismo creo que deberías relajarte un poco. No podrás ser capaz de estar alerta si siempre estás preocupado por lo que sucederá, en lugar de concentrarte en el presente y tratar de disfrutarlo – un guiño de ojo acompañó su discurso-. Si te hace falta te puedo ayudar a relajarte.
¿Él acaso estaba sugiriendo que…? No, claro que no (ni en un millón de años), pero sin duda ese guiño lo hizo ver mil veces más sexy de lo normal ante la vista del rubio, quien no pensaba que eso fuera posible.
- ¿Te quedarás callado, Steve?- preguntó mientras tomaba y abría una botella de vino añejo de la barra. Escucharlo decir su nombre lo había descolocado por unos instantes luego de sus comentarios - No hay ratones en la torre, así que no me vengas con la excusa de que te han comido la lengua.
- ¿Por qué no vas a molestar a otra parte, Stark? – Inmediatamente, Rogers se lamentó por reaccionar bruscamente en la primera ocasión que tenían de estar completamente solos en un escenario casual y nada hostil -. Lo siento, eso no fue lo que quise decir.
-Tal vez no, pero lo hiciste. Aunque no me molesta, después de todo esta prácticamente es mi casa, puedo estar donde me plazca. Por otro lado, si tanto te molesto…- sonríe de esa forma pícara tan distintiva de él mientras llena una copa con el vino- hay muchos cuartos en esta torre, y eres lo suficientemente grande para decidir a cuál ir si lo deseas. Sólo tenlo en mente- diciendo esto último, tapó la botella nuevamente y la dejó en la barra para salir de la sala caminando tranquilo y completamente ajeno a lo que sucedía en la cabeza del contrario.
El aludido permaneció ahí, a mitad de la sala, sin saber si realmente el contrario sugirió lo que pensó o lo había imaginado como producto de evadir durante tanto tiempo esa extraña sensación que provocaba en él el moreno. Porque, sin duda alguna, había llegado a la conclusión de que sentía algo por Tony Stark, y no era precisamente fastidio o exasperación. Quizá si tenía un poco de ésta última, aunque no por los motivos que se esperaría tratándose de quien sería capaz de hacer enojar incluso al más grande pacifista en el mundo.
Podría ir y averiguar si sus conjeturas eran correctas…
¿Pero qué estás pensando? Ah, Rogers. En verdad eres patético., se dijo para sus adentros.