Podía sentir como mi rostro era golpeado por los rayos del sol que traspasaban el vidrio de la ventana. Estaba bajo las sábanas, siendo reconfortada sin siquiera pedirlo. Todo estaba como yo quería: perfecto, cálido, agradable y… junto a la persona que más amo.
Así es. Es mi hermana, Elsa.
Ella estaba notoriamente a mi lado, deslizando sus frías manos por mi rostro, luego por mi cabello rojizo y finalmente mis labios, los cuales delineó lentamente, como si su vida dependiera de hacerlo así. Sonreí aún con los ojos cerrados; amaba ser despertada por sus caricias.
Pude sentir con claridad como la suave voz de Elsa resonaba en mis oídos, dejándome escuchar su risa.
—Buenos días, Ana— pronunció con dulzura. Sin tener ganas de responderle, me giré hasta quedar de medio lado frente a ella, pasé el brazo izquierdo por su cintura y finalmente hundí mi nariz en su pálido pecho cubierto por la fina tela del pijama, deseando aspirar su aroma, uno que me recordaba a la nieve. Posé mi pierna en medio de las suyas y uní más nuestros cuerpos, queriendo sentirla un poco más. —Despierta, dormilona.
—Cinco minutos más— Estar así era lo segundo que más me gustaba.
—No señorita, tienes que empezar con tus quehaceres de princesa, ¿qué pensarán de ti al verte tan floja?— estoy casi segura de que estaba sonriendo en ese momento, justo antes de pasar uno de sus brazos por mi hombro y corresponder el pesado abrazo en el que nos metimos.
— ¡Já! Mira quién habla. Será mejor que te calles y te quedes así conmigo todo el día.
—Esa boca, niña.
Ambas reímos.
—Pero ya, en serio. No quiero levantarme.
—No quieres pero tienes que hacerlo, además, Olaf dijo que te preparó una sorpresa.
Sin embargo, no respondí. Ser princesa no es fácil, pero ser reina aparentemente lo es, pues Elsa se toma las cosas con serenidad, paciencia, y sobre todo con mucho amor. Eso fue lo que me enamoró. Sabemos perfectamente que la actual relación que llevamos es de completa inmoralidad y sería mal vista por los demás en el reino, y eso era algo ninguna de las dos podíamos permitir. Y a pesar de, decidimos arriesgarnos y mostrarnos el amor que sentimos la una por la otra cada que sea posible, ya fuera en la habitación de Elsa o en la mía. No pude evitarlo, la mujer que tengo en mis brazos es todo lo que necesito para ser feliz; después de todo, el amor que nos tenemos fue lo que me salvó de permanecer como hielo sólido el resto de la eternidad. No saben lo feliz que me sentí cuando tuve a Elsa en mis brazos ese fatídico día, mi corazón empezó a bombear más sangre por todo mi sistema y, por un momento, sentí el cuerpo de mi hermana cálido, a pesar de que ella es todo frío.
¿Nos arrepentimos? Pues claro que no. Sabrías la respuesta con sólo vernos juntas… bueno, no necesariamente juntas, pero ya entiendes lo que trato de decir. Elsa me ha hecho la persona más feliz del planeta con sólo unas cuantas palabras, y su mera presencia.
No me quiero levantar de la cama pues es el único sitio en dónde ambas podemos ser una de varias maneras posibles, pero siempre con el amor presente.
—Elsa, ¿tendremos que ocultarnos por siempre?— sentí como su cuerpo se tensó. Siempre pasaba cada vez que tocaba el tema.
—Cariño, ya hablamos de esto. No queremos que nos vean mal, ¿cierto?— asentí. — ¿Crees que los demás acepten nuestra relación? — negué. —¿Quieres seguir conmigo?— volví a asentir. —Entonces por el momento tendremos que ocultarnos, por muy difícil que sea, tenemos que hacerlo.
Tomó mi rostro delicadamente entre sus pequeñas manos e hizo que la mirara directo a los ojos. Sus dedos se enredaron en un mechón rebelde que se coló en mi rostro y lo llevó por detrás de mi oreja. En eso, se inclinó un poco más y conectamos nuestros labios por unos cuantos segundos, pues todavía había peligro de ser descubiertas.
— ¿No podemos intentarlo?— pregunté, tratando de convencerla de alguna manera.
—Puede que Olaf nos acepte, pero eso no implica que los demás lo harán. ¿Puedes esperar un poco más? Prometo que en algún momento podremos demostrarnos afecto sin preocuparnos por los demás. — unió nuestras frentes y cerramos los ojos, dejándonos llevar por la calidez del momento. —Te amo, Ana.
—Yo infinidad de veces más. — sonreí.
Tomó de nueva cuenta mis labios entre los suyos y esta vez el contacto duró más tiempo. Me encargué de darle mimos a su labio inferior mientras ella jugueteaba con mi labio superior. Había veces que los besos subían de tono y nuestras manos picaban por tocar el cuerpo de la otra, pero estaba estipulado desde mucho antes que esta no era la situación ni el momento indicado.
Aún así es perfecto. Todo lo que vivo y hago con ella es perfecto. Tan bello y perfecto que parece irreal, casi un sueño o una simple mentira.
Es duro tener que amar a alguien y no poder demostrarlo abiertamente, más aún cuando esa persona es de tu mismo sexo y encima un familiar tuyo. A Elsa y a mí nos está pasando, pero aún así decidimos sobrellevarlo hasta donde sea posible. Sé que si llevamos esta situación a la luz seremos rotundamente rechazadas y encima odiadas por todos, por mucho que Elsa sea la reina y yo la siguiente en el trono eso no quita el hecho de que costumbres sean costumbres y debamos casarnos para continuar con el linaje familiar. Ya tengo comprometido y mi hermana también, pero aún así nos amaremos siempre, pase lo que pase. Estoy segura de que si le propongo que nos vayamos y vivamos lejos de las personas y el rechazo, ella aceptará gustosa. Pero deberes son deberes y lamentablemente… no se pueden evitar.
Desde pequeñas nos amamos, eso estaba claro. Y también nos enteramos de que ese amor siempre estará allí…
Para siempre.