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[EUNHAE] EL SILENCIO DE TU AMOR por L-EunHae

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Notas del capitulo:

Hola!! Ok.. esta idea nació al escuchar "Quédate - Axel" aunque creo que no es tan cortavenas como el video de la canción jajaj lo iba a hacer así al principio pero luego supe que mi corazón no lo soportaría xD ... Me gustaría le pudieran brindar unos minutos y la oportunidad esta historia algo larga ^^ 

Esta historia ya la había publicado en otro dos foros así que si ya la leiste ahí no es plagio :P soy la misma autora con otro nombre de usuario ^^

Sin mas... espero que les guste y buena lectura! ^^ ♥

EL SILENCIO DE TU AMOR 

La casa estaba vacía, oscura, silenciosa. Pero el silencio era algo natural allí. Por mucho tiempo sólo hubo silencio entre nosotros, ni una sola palabra salía de tu boca. Pero estaba bien, porque yo te entendía. Aprendí a hacerlo con el tiempo. 
Caminé por el corto pasillo que llevaba a la sala y encendí la lámpara para que diera una iluminación suave al lugar. Y allí en la mesa de té frente al sillón, vi un papel de color blanco viejo. Desgastado. Podía reconocerlo incluso a esta distancia. Incluso sin ver las palabras allí escritas. Cómo no hacerlo, si lo había leído tantas veces que me era imposible contar, si fueron mis propios dedos los que desgastaron aquel papel de tantas veces que desdoble y volví a doblar. Cómo no hacerlo si fuiste tú el que lo escribió. Y todo lo que concerniera a ti podía reconocerlo. Todo lo que tú tocabas despedía tu nombre y tu aroma. Podía sentirte a mi lado aún si no te escuchaba. 
Porque aprendí a hacerlo. Porque tú me enseñaste a hacerlo. 
Cómo no entenderte. Cómo no sentirte. 
Cómo no amarte, DongHae. 
Con calma me senté en uno de los sillones de la sala y con el mismo cuidado que tuve la primera vez, tomé el papel en mis manos y volví a leerlo. Ya me sabía cada palabra de memoria, pero prefería leerlas, porque sabía que tú las habías escrito con tu propia mano y me daba la sensación de que me las susurrabas al oído aun cuando sabía que en ese momento no hablabas. Que tu voz era el silencio más hermoso a mí escuchar. No necesitaba escuchar tu voz porque el sólo ver a tus ojos ya me gritabas todo lo que querías decir. 
Con parsimonia pasé mis dedos por las primeras letras escritas y leí:

«¿Recuerdas el día en que nos conocimos? Estaba nevando y a ti se te cayó la billetera sin darte cuenta, qué despistado fuiste, HyukJae bobo.»

Solté un resoplido con una sonrisa en mi rostro. Casi podía escucharte reír y negar con tu cabeza castaña. 
Cerré mis ojos un momento y respiré profundo. Las imágenes volvían a mi cabeza como las escenas de una película. Mi película favorita. Nuestra historia. 
Cómo olvidar aquel día en que nos conocimos…  

 

~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~  

 

Era quizás una de las noches más frías de aquel invierno. La nieve caía más pesada conforme pasaban las horas. Parecía un suplicio caminar por las calles para llegar a casa, lo más conveniente era correr y resguardarse de esa agua helada. Pero no para aquel hombre con el cabello tan negro como el cielo de noche.  A Lee HyukJae no le interesaba el frío del viento, la ira que emanaba su cuerpo lo calentaba lo suficiente. Caminaba pisando con fuerza y pateando cada piedra que se encontraba en el camino como si eso hiciera que su enojo disminuyera. 
Había creído por enésima vez en las típicas palabras de amor que su novio le había dicho. Su enésimo novio. ¿Con cuántos más necesitaba salir para aprender la lección? Ninguno. Se había jurado a cal y sangre que no volvería a creer en las palabras de otro pretendiente. Suficiente humillación había sufrido hacía varias horas en su propio apartamento. Ese mismo lugar que había sido testigo de las interminables noches de angustia y lágrimas a lo largo de todas sus relaciones fallidas. No volvería a poner un pie allí. Porque simplemente no volvería a mantener otra relación a largo plazo con nadie. Es más, había salido de firmar un contrato por la compra de un nuevo apartamento en otro barrio, y había llamado al dueño del edificio en donde vivía para decirle que en la mañana a primera hora desalojaría su antiguo hogar y que podía ponerlo en venta. 
Gracias a Dios, podía permitirse el lujo de comprar y mudarse a otro lugar. En su ambiente de trabajo como arquitecto podía despreocuparse de tener la billetera vacía. Que se joda su ex, por él podía volver a vivir en casa de su madre como lo hacía antes de que HyukJae como estúpido enamoradizo le propusiera mudarse con él. Su nuevo hogar, más grande y con habitación extra ya estaba equipado lo suficiente para poder empezar a vivir allí. Así que simplemente llamaría a los de mudanza en la mañana. 
Comenzó a tantear en sus bolsillos en busca de su billetera donde había guardado la pequeña llave de su nuevo apartamento; pero no la encontraba. 

—¡Maldición! 

Metió sus manos en todos los bolsillos que llevaba encima, pero no había rastros del cuero marrón que llevaba todo su dinero y la entrada a su hogar. Estaba entrando en la histeria tanto que podía gritar a cualquiera que pasara cerca. Eso mismo estaba a punto de hacer cuando sintió que alguien le tocó el hombro. Se giró bruscamente a punto de gritar a la persona detrás de él, pero con lo único que se encontró frente a sus ojos fue al objeto que tanto estaba buscando. Sorprendido y con el enojo esfumado tomó la billetera en sus manos quitándola de en frente y así poder ver a quien se la devolvió. 
Sus ojos se bloquearon con aquel chico que lo miraba tan calmado y con una sonrisa amable en sus labios azulados. Su cabeza estaba cubierta por una delgada capa de nieve que parecía no molestarle, al igual que sus hombros cubiertos por una camiseta imposiblemente delgada para esta temperatura. Pero el muchacho parecía no inmutarse por el frío. 

—Uhm… Gracias —fue lo que logró decir HyukJae.

Como respuesta, el chico inclinó su cabeza y se dio la vuelta caminando hasta doblar por un callejón y desaparecer del campo de su visión. Casi jadeó al mirar abajo y descubrir no huellas de la suela de zapatos o zapatillas sobre la nieve, sino las huellas de pies descalzos. Se dijo a sí mismo que no debía preocuparse por un desconocido, aunque se lamentó el no haberle dado algo de dinero por haberle devuelto su pertenencia. Y entonces sí jadeó. Abrió rápidamente su billetera esperando encontrarla vacía, sin tarjetas de crédito y sin su documentación. Pero no fue así, todo estaba allí, incluso la cantidad exacta de billetes. Todo. 
Volvió a mirar al frente con el impulso de ir en busca del chico y agradecerle correctamente, pero simplemente se giró y volvió a tomar su camino, con la única diferencia de que ya no pisoteaba ni pateaba las piedras del camino.  

 

***

 

Habían pasado dos días y su celular seguía sonando insistente por las llamadas y mensajes de su ex, simplemente borró los mensajes de disculpas, ruegos y hasta de insultos sin darle importancia. Su nuevo apartamento era grandioso, tenía una vista a la ciudad de París increíble. 

Sí, vivía en la ciudad del amor. Qué irónico. Lo que menos había encontrado allí en todos los años que pasaron desde su traslado por trabajo, fue precisamente amor.  
Bebió el café caliente de su taza mientras leía los emails pendientes del trabajo. Debía partir a una reunión con arquitectos de otra agencia para charlar sobre el nuevo proyecto en cooperación con su agencia. Podía ir caminando al restaurante, las luces de la ciudad eran demasiado hermosas esa noche para pasarlas volando en su auto. 
Lavó su taza y se puso la chaqueta negra y el abrigo a juego con su traje. Llevó un paraguas por si la nieve volvía a comenzar a caer y partió rumbo a las calles. 
El viento helado en ocasiones le daba temblores pero nada por lo que preocuparse. A unas cuadras de llegar se dio cuenta que el lugar le resultaba familiar. Miró a su alrededor y lo vio. 
Pies descalzos, camiseta delgada y el cabello largo hasta encima de los hombros. El mismo chico de aquella noche estaba al otro lado de la calle apoyado en la barandilla mirando anhelante el sin fin del Río Sena. Ni siquiera estaba temblando, cómo era eso posible. 
Sintió algo helado sobre su nariz y supo que la nieve estaba cayendo. Volvió a mirar al chico y observó que ni siquiera se movió. Esta vez, su impulso ganó. Suspiró y cruzó la calle. Con cada paso que daba más se regañaba por preocuparse por un desconocido. 
Cuando estuvo a su lado se dio cuenta que ni siquiera sabía qué decir o hacer. 

—Oye.

El cuerpo el chico se tensó hasta que este volteó y lo miró. Ojos rasgados y marrones, totalmente vacíos. No sabía qué hacer ante eso. Así que sólo dejó que las palabras salieran.

—Está empezando a nevar, y por si no lo has notado, pareces vestido como en verano —soltó y vio cómo el chico se relajó y una sonrisa apareció en sus labios resecos. Y sin más miramientos volvió su vista al río.

HyukJae estaba pensando que se había molestado por nada. Pero por más que quiso ignorarlo no pudo.

—Bien, parece que no te importa —bufó —. Por si llega a nevar más fuerte úsalo —y dejó su paraguas al lado de las piernas del castaño. 

Estaba caminando de vuelta al restaurante al recibir sólo silencio de su parte cuando una mano lo detuvo por su abrigo. Miró hacia atrás y lo vio negando con la cabeza y el ceño fruncido con confusión extendiéndole el paraguas. ‘¿Por qué no habla?’ se preguntó.

—Está bien, estaré bajo techo en nada, en cambio tú, parece que estarás aquí un largo rato —dijo increíblemente calmado y amable quitando la fría mano del chico de su brazo y dándole una sonrisa. Una que hasta a él mismo sorprendió. Y se fue.

Cuando llegó al restaurante se quitó el abrigo y sacudió la nieve sobre él y de su cabello antes de entrar y encontrarse con sus colegas. La charla fue amena mientras comían y casi habían estado de acuerdo en todos los puntos cruciales del nuevo proyecto. Cuando miró su reloj vio que ya eran cerca de las diez y en la mañana tenía que estar en su oficina temprano, así que cuando más o menos vio que la charla de negocios había terminado y comenzaban a tener una charla de amigos, se despidió educadamente excusándose con el trabajo y se marchó pagando su parte de la cuenta.
Volvió caminando bajo la nieve helada por el mismo camino, y casi esperó encontrar al chico en el mismo lugar. Pero una extraña decepción lo inundó cuando vio la barandilla desierta. Toda la calle estaba casi desierta. Sin más, caminó de vuelta directo a su apartamento. La nieve había empezado a caer cada vez más abundante y esperaba que el chico estuviera usando su paraguas para cubrirse. 
Esa preocupación lo tomó desprevenido como el jalón de su brazo. Miró hacia atrás y se encontró con la persona que esperaba ver en la barandilla. Estaba cubierto de nieve y sus labios estaban más azules que la última vez que lo vio, sintió la helada mano tomar la suya y el paraguas que le había dado horas antes estaba de vuelta. Casi se enojó al ver que no lo estaba usando. Podía darle una hipotermia y él simplemente le había de vuelto el paraguas. 

—¿Estás loco? Si yo estoy temblando por el frío tú debes estar como un cubo de hielo —lo regañó —. ¿Por qué no te lo quedaste? 

Esperó una respuesta que nunca salió de esa boca. En cambio, sólo negó y le dedicó la misma sonrisa que le dio cuando le devolvió la billetera. La misma inclinación de cabeza y salió corriendo perdiéndose en el callejón. 
HyukJae quería correr y darle el paraguas. Incluso regalarle el abrigo con tal de no verlo tan vulnerable al frío. Pero otra vez, simplemente se resistió. Se giró y volvió a caminar a su casa. Pisoteando y pateando cuanta piedra en el camino cruzaba.  

 

*** 

 

Tres días pasaron, y agradecía al cielo por la suave salida del sol. Eso presagiaba libre de nevada por lo menos hasta que desapareciera. Y más este día que su auto estaba en reparación y debía ir al trabajo caminando. No quedaba tan lejos como para tomar un taxi, además de que había pasado tiempo desde que había sentido algo de calor sobre su rostro. Salió apresurado de su apartamento sin darle tiempo de tomar su café matutino, así que simplemente compró uno en un pequeño puesto ambulante.

La ventisca leve escocía de vez en cuando y se hacía más fría cuanto más se acercaba al río Sena. Recordó a aquel muchacho parado allí y tuvo un pequeño anhelo de volverlo a ver, por más que aún le molestaba que le hubiera rechazado el paraguas.
Tan distraído iba que chocó con alguien sin darse cuenta. Miró a esa persona para disculparse y sus ojos lo reconocieron de nuevo.

—Lo siento —dijo tomándole el brazo para estabilizarlo —. No te había visto —lo soltó y observó su rostro aturdido y su boca cubierta de migajas. 

Alivio lo recorrió cuando notó su rostro con más color que la última vez que lo vio. Pero aún pudo sentir su cuerpo helado bajo la camiseta cuando lo sostuvo.

—¿Estás bien? —preguntó al fin cuando el chico no dijo nada y permanecía con la mirada baja —Ten —le tendió su vaso de plástico aún con el café humeando. Había tomado sólo un poco pero podía conseguir otro más adelante, ahora parecía que el chico frente a él lo necesitaba más.

Y otra vez, vio su cabeza negar, esos ojos lo miraron y se suavizaron y luego… la misma sonrisa de aquellas veces. Pero esta vez no iba a dejar que corriera. Lo tomó del brazo apenas se dio la vuelta. Agarró su mano y le dejó el vaso allí.

—Bébetelo. Tienes frío y no puedo creer que aún no te haya dado una hipotermia. No quiero que me lo devuelvas —terminó dándose la vuelta y caminó a su trabajo.

Cuando volvió por el mismo camino ni siquiera se sorprendió por el toque en su hombro y la cabeza castaña cubierta de nieve por la leve nevada de la noche. Tampoco lo sorprendió el frío en su mano por causa de su piel helada, ni el tacto del plástico apoyándose allí. La única diferencia fue que el vaso había vuelto vacío. Y eso le hizo sonreír.

—Gracias —murmuró sacudiendo la nieve de esa cabeza castaña.

Y esperó la típica sacudida de cabeza, la suavidad de sus ojos y la sonrisa de sus labios nuevamente azulados. Inclinó su cabeza y desapareció nuevamente por el mismo callejón. Quería seguirlo, pero otra vez, no tenía excusa para hacerlo. Así que sólo se giró y volvió a su hogar.

HyukJae decidió que su auto podía quedar en el estacionamiento del edificio y sólo ser usado para ir a lugares más lejos que su oficina. A partir de ese día, no vio mal la idea de caminar a su trabajo.  

 

*** 

 

No estaba contando, pero estaba seguro que habían pasado una semana y tres días desde que se había hecho costumbre comprar café para él. Siempre lo veía en la barandilla mirando al río, o sentado cerca del callejón por donde siempre se perdía. Pero siempre lo veía. Y aún no sabía ni su nombre. Tampoco le había escuchado decir algo. Pero estaba bien. 

De vez en cuando se detenían ambos a mirar en silencio la claridad del agua. O simplemente HyukJae sentía que podía hablarle del trabajo, sin saber si él entendía o no de lo que hablaba. El francés lo dejaba sólo para el trabajo, no supo cómo pero sabía que el chico le había entendido cuando usó su lengua nativa. Y entendió que el chico era coreano igual que él. Sabía que tenía diecinueve, porque él se lo indicó dibujando en la nieve del suelo, y él le respondió diciéndole su edad de veintiocho. Pero aún no se atrevió a preguntarle su nombre aun cuando él le había dicho el suyo. Y no sabía por qué.
Se había acostumbrado a verlo y pasar un rato de su mañana y noche con él. Aunque fueran unos minutos. Ese día iba a preguntarle su nombre. 
Pero en su ida al trabajo no lo encontró, y eso le preocupó. En la oficina no pudo concentrarse totalmente pensando en el por qué no estaba allí, por más que esperó unos minutos, no lo vio. 
Esa noche había una tormenta de nieve comenzando. Parecía que hasta la naturaleza le avisaba que algo estaba mal. Desistió de tomar un taxi y del aventón que le ofreció uno de sus compañeros. Fue caminando a paso rápido esperando, anhelando, rezando con encontrarse al muchacho. Pero no estaba ni en la barandilla ni en la esquina del callejón. Algo muy dentro le decía que por más excusa inexistente, debía entrar al callejón y buscarlo. 
Y eso hizo.
Y lo encontró.
Y la ira lo inundó enormemente. 
Golpeó hasta que sus manos ensangrentadas se entumecieron y esos dos hombres no pudieran ni recordar sus nombres. Se quitó el abrigo y cubrió lo más que pudo al desnudo castaño temblando en el suelo con lágrimas secas en sus ojos y sangre congelada bajando por sus muslos. Sintió el escozor en sus propios ojos pero se negó llorar. No era el momento para eso. Ahora debía llevarse al castaño de allí y hacer que tomara aquel café que no bebió esa mañana. 

Llegó a su apartamento todo mojado y rápidamente dejó al chico en su cama cubriéndolo con las sábanas y colchas que había, antes de correr al baño y llenar la bañera con agua caliente. Comprobó la temperatura y fue en busca del desmayado muchacho para darle un baño caliente. Lo sostuvo en todo momento para que no cayera, jabonó su cuerpo despacio y sin malas intenciones limpió suavemente aquel lugar ultrajado. Lavó su cabello castaño dándole masajes y cuando terminó, deseó que con el agua también se fueran los malos recuerdos que sabía él iba a tener de lo que vivió esa noche. 
Lo levantó en brazos envuelto en una toalla grande y lo llevó a la habitación extra. La cama de su viejo lugar estaba allí pero había cambiado el colchón y las mantas. Lo recostó y lo secó con cuidado, fue a su habitación a buscar uno de sus pijamas más calientes y un bóxer. Sin mirar más allá de su delgado cuerpo lo vistió y después de secar lo más que pudo su cabello lo metió bajo las colchas de la cama agregando una extra para que lo calentara más. 

—¿Por qué no gritaste? —susurró HyukJae mientras peinaba con sus dedos el casi seco cabello castaño.

Suspiró y se marchó de la habitación dejando encendida una de las lamparillas, como si fuera un niño que necesitase una pequeña luz para ahuyentar a los monstruos de la noche. 

Se levantó en medio de la noche al sentir que el ruido de la puerta queriendo ser abierta. Rápidamente se dirigió a la entrada pero encontró lo contrario de lo que esperaba. El chico castaño estaba intentando desesperadamente tirar la puerta para abrir. Pudo ver el miedo en sus ojos y las lágrimas cayendo por sus mejillas. Caminó con cautela hasta quedar detrás de él y le tocó el hombro, no esperando esa reacción. El muchacho cayó al suelo cubriendo su cabeza y acurrucándose en un rincón temblando incluso más de lo que temblaba en el frío de la calle. Eso le oprimió el corazón y le hizo tomar una decisión.

—Hey —dijo con calma a la vez que se acuclillaba frente a la pequeña bolita que se había hecho el chico —. Soy yo. Mírame —pidió pero no hubo respuesta —. Oye, me dejaste con el café sin beber esta mañana —intentó.

Y eso pareció funcionar porque dejó de temblar y asomó sus ojos entre sus brazos. Mirándolo como él había pedido. HyukJae extendió su mano y la puso encima de la suya en un gesto tranquilizador. 

—No te haré nada, lo sabes ¿verdad? —esperó una respuesta y se formó en un asentimiento de cabeza —Bien, me alegra que lo sepas. Estás en mi casa. Vamos, vuele a la cama —dijo para ponerse de pie y ayudar al chico a imitarlo. Pero él negó con su cabeza y supo que quería decir que volvería a la fría calle.

HyukJae simplemente se negaba a dejarle hacer aquello y lo tomó nuevamente en sus brazos haciendo que el chico se aferrara con fuerza a su cuello por el susto.

—No volverás a la calle. Tengo una habitación extra y estoy cansado de verla vacía —espetó llevándolo devuelta a la habitación. 

Casi se tropieza cuando sintió la nariz ajena apoyarse en su cuello, respirando entrecortado. Pero su corazón dolió cuando sintió la humedad de las lágrimas caer. Se sentó en la cama y sin pensárselo lo abrazó esperando darle a entender que con HyukJae estaría seguro, que nunca más tendría que vivir episodios tan horribles como eso. Metió los dedos en su cabello largo y lo rascó suavemente mientras la otra mano acariciaba su espalda. 

—¿Me puedes decir tu nombre? —preguntó esperando escuchar por fin esa voz. 

Sin embargo, silencio lo inundó. Estaba por suspirar resignado pero sintió que la mano ajena se movía a su espalda y un dedo empezó a escribir líneas imaginarias. Al principio pensaba que sólo era un gesto, algo que hacía el menor para distraerse, pero prestándole atención pudo descubrir una letra antes de que el trazado se detuviera. Y supo que él le había dicho su nombre.

—Hazlo de nuevo —pidió cerrando los ojos y concentrándose en el delgado dedo que no tardó en hacer su tarea. Suspiró con una felicidad escondida —. Puedes confiar en mí… DongHae. 

Pareciera como si hubiera tocado un punto sensible en el castaño porque apenas dijo su nombre –su hermoso nombre- esos brazos se cerraron en su cuello y su cuerpo se acurrucó más contra él en un abrazo tan desgarrador que HyukJae no pudo hacer otra cosa que corresponder con la misma intensidad mientras susurraba palabras consolando el llanto silencioso de DongHae.
DongHae
Al fin sabía el nombre de aquel muchacho que le devolvió la billetera.  

 

***

 

Parecía un mal sueño todo lo malo que había pasado hace cinco meses antes de que HyukJae llevara a DongHae a vivir con él. DongHae había mejorado bastante. El color de su piel había tomado el de un bronceado suave que contrastaba con la piel más clara de HyukJae. Sus labios resultaron ser de un color rosa suave y la delgadez de su cuerpo había desaparecido gracias a los dos platos diarios de abundante comida a la hora del almuerzo y cena. El verano en Paris era fantástico, habían salido a andar en bote por el Río Sena muchas veces, incluso pasaron a admirar el puente de los candados. HyukJae había mejorado mucho su humor, y volvía a usar su auto para ir al trabajo, ya no había sentido en ir caminando porque ya no había un castaño que cruzar, ahora usaba el auto para llegar rápido a su apartamento porque allí sí había un castaño que cruzar. 

DongHae aún no había dicho ni una sola palabra, pero habían encontrado la manera de entenderse. Había un estante en su habitación que guardaba una pila de blocks de hojas para que escribiera y pudiera hablar con HyukJae. Pero inclusive, HyukJae podía entender lo que DongHae quería decirle interpretando sus gestos y sus miradas. Con el tiempo había aprendido a hacer aquello. Y podía ver en los ojos de DongHae que él estaba agradecido por eso. 
Con el pasar de los días, HyukJae le había dado a Donghae una copia de las llaves y le había pedido, casi suplicado, que cuando saliera a hacer las compras solo, se tomara un taxi y volviera en otro. Algo que DongHae había protestado al principio pero que luego entendió e hizo lo que HyukJae le pidió.
DongHae parecía desenvolverse bien en la cocina, después de ver tantos programas de cocina en la televisión y de leer libros de recetas que HyukJae le había regalado. Sabía que hacerse cargo de la comida y limpieza del apartamento era una manera de agradecerle por darle un hogar dónde vivir, por más que HyukJae le decía que no era necesario que él hiciera siempre todas esas cosas. 

Después de varias semanas más, HyukJae tenía una semana de vacaciones y quería llevar a DongHae a un parque de atracciones. Aun cuando DongHae no le había dicho nada, él sabía que quizás no había visitado uno de esos. Y lo confirmó con el brillo en sus ojos y el asentimiento energético de su cabeza. Así que sin tardar demasiado DongHae había aparecido después de unos minutos cerca de la puerta de entrada ya cambiado, con una de las tantas ropas que HyukJae le había comprado cuando ambos salieron. DongHae había negado al principio y HyukJae sabía que la mirada en sus ojos le daba a entender que estaba apenado. Pero él simplemente lo abrazó y le dijo que todo estaba bien. 
Ese día había sido fantástico, se habían subido a todas las atracciones que el tiempo les permitió y HyukJae creyó que la risa de DongHae era la más hermosa que había escuchado. Puede que su voz aún era desconocida para él, pero su melodiosa risa lo compensaba. Antes de volver al apartamento, se detuvieron en la barandilla donde tiempo antes tomaban juntos un buen vaso de café caliente y observaron la oscuridad del río y el reflejo de la ciudad sobre él. DongHae había hecho algo que tomó a HyukJae totalmente desprevenido: metió sus manos debajo de su chaqueta y las entrelazó en su espalda apoyando su frente en el hombro de HyukJae. Era la segunda vez que DongHae lo abrazaba. Y HyukJae le correspondió, con el latido de su corazón disparando rápidamente. Nunca se había sentido tan bien como cuando estaba tan cerca de DongHae. Era un sentimiento que le gustaba a la vez que lo asustaba.
Temía volver a ilusionarse. Temía volver a entregar su corazón. 

—Volvamos a casa —le murmuró al oído, pero esta vez caminaron tomados de la mano. Y en silencio. 

Un silencio que a HyukJae le agradaba. Un silencio que le gritaba que no estaba solo. Un silencio que pertenecía al chico a su lado. El silencio de DongHae.  

 

***

 

Había pasado la semana de vacaciones y HyukJae volvía otra vez al trabajo. Ese día en la oficina, en que había compartido una charla amistosa con sus colegas que hablaban sobre el cumpleaños de una de sus hijas, HyukJae se dio cuenta de que jamás le había preguntado a DongHae cuándo era su cumpleaños. 

Apenas volvió a su apartamento, se dirigió a la sala donde lo encontró sentado en el sillón con el block de hoja en mano y una lapicera siendo mordisqueada por sus dientes viendo uno de los tantos programas de cocina. Sonrió ante tal imagen. Simplemente se acercó y se sentó a su lado recibiendo una sonrisa por bienvenida. Quería esperar a que terminara el programa de cocina, pero no pudo aguantarse tanto.

—¿Cuándo es tu cumpleaños, DongHae? 

DongHae lo miró con las cejas arqueadas y dejó el lápiz sobre su regazo. Levantó la mano con los cinco dedos en altos. ‘Cinco días’. Eso fue lo que le dijo.

—¿En cinco días? —quiso asegurarse.

DongHae negó con la cabeza y sacudió su mano sobre su hombro. Era la primera vez que HyukJae odió interpretar los gestos de DongHae.

—¿Fue hace cinco días? —preguntó temeroso.

Y Donghae asintió. Y HyukJae gimió.

—¿Por qué no me lo dijiste? 

DongHae parpadeó y luego abrió la boca aún sin soltar ninguna palabra y HyukJae se dio cuenta de lo que dijo.

—Olvídalo, mal uso de palabras —dijo al fin y DongHae le sonrió —. Me hubieras dado alguna señal de que era tu cumpleaños, DongHae —murmuró luego apoyando su cabeza en el respaldo del sillón. 

DongHae negó con la cabeza, tomó el mando de la tele y la apagó. Luego tomó su lapicera y una nueva hoja del block y comenzó a escribir. HyukJae ni siquiera miró lo que escribía, sus ojos se perdieron en los mechones de pelo que cubría su frente y en la leve sonrisa que se dibujaba en sus labios. No supo cuánto tiempo había pasado hasta que DongHae lo miró con ojos suaves y le tendió el block. HyukJae lo miró extrañado y luego pasó su atención a la hoja escrita.

«No te lo dije porque durante años mi cumpleaños sólo fue un día más de cada año. Ni siquiera lo recordé hasta que me lo preguntaste ahora. Sin embargo no te preocupes, HyukJae. Ese fue el mejor cumpleaños que tuve porque me divertí en el parque de atracciones. Sobre todo porque lo pasé contigo. No te aflijas porque pasó y no lo sabías, yo lo pasé increíble. Me regalaste el mejor cumpleaños de mi vida sin siquiera saberlo. Gracias.»

Apenas terminó de leer levantó la vista hacia DongHae quien lo miraba como si él fuera capaz darle la luna sin problemas. Se sintió ahogado en un principio pero la sensación fue igual de reconfortante. Y supo lo que debía hacer la mañana siguiente.

—Vamos a dormir —le dijo a DongHae poniéndose de pie y besando la cima de su cabeza antes de perderse en su habitación. 

Acurrucándose en su cama imaginó el brillo que esperaba ver en los ojos de Donghae. 

Esa mañana HyukJae había salido antes de que DongHae despertara, fue a la florería y encargó un ramo con veinte flores de diferente tipo cada una. Luego fue a la pastelería y encargó una torta sencilla pero bonita con un ‘Feliz Cumpleaños, DongHae’ escrito encima. Se fue al trabajo con las ansias guardadas en su interior esperando con impaciencia a que su trabajo terminara. Había dejado una nota a DongHae diciéndole que no llegaría al almuerzo y que no se preocupara. 
En la noche, fue en busca de sus encargos y apenas bajó del auto corrió hasta el ascensor del estacionamiento y llegó al apartamento. Abrió la puerta espacio y llegó a la sala donde DongHae estaba la mayoría del tiempo. 
DongHae lo miró por un segundo y luego volvió a la tele. Se rio un poco porque no había notado lo que traía en sus manos, pero al poco tiempo lo volvió a mirar con los ojos abiertos poniéndose de pie lentamente.

—Quizás hayan pasado cinco días… bueno, seis ahora. Pero… Feliz cumpleaños —le sonrió HyukJae acercándose a DongHae dejando la torta en la pequeña mesa y dándole el ramo de flores.

DongHae aun lo miraba sorprendido, atónito, boquiabierto y tardó un poco antes de mirar las flores frente a él. Con cuidado las tomó en sus manos y las acarició muy suavemente. HyukJae vio cómo sus ojos se aguaron y unas silenciosas lágrimas caían por sus mejillas. Estaba por decir algo pero el arrebatado abrazo de DongHae lo interrumpió. Era quizás el abrazo más fuerte que había recibido. Sintió las lágrimas caer en su cuello y la suave caricia de su nariz por esa sensible zona. HyukJae le correspondió el abrazo con fuerza y besó el costado de su cabeza. Un momento después tomó la cara de DongHae en sus manos y limpió con sus pulgares la humedad de sus mejillas. Y todo pasó tan hermosamente lento.
La frente de DongHae se apoyó en la suya y los párpados ocultaron los hermosos ojos marrones que lo miraban. Aquella nariz suave acariciaba la suya mientras los dedos ajenos lo hacían con su nuca y su mandíbula. HyukJae anhelaba más, quería que esos labios rosa acariciaran los suyos, pero DongHae al parecer tenía otra cosa en mente. Apoyó sus labios en la mejilla de HyukJae y la acariciaron. Parecía una especie de ceremonia antes de llegar a lo que tanto anhelaba. HyukJae cerró sus ojos y le dejó ser. Dejó que DongHae controlara todo. Sus propias manos acariciaron inconscientemente la cintura ajena no queriendo aumentar la distancia entre ellos. DongHae fue tocando con sus dedos con algo de temor sus labios y HyukJae abrió sus ojos encontrándose con dos lagunas oscuras viéndolo fijamente. 
Y llegó. Sin quitarse la mirada sus labios se tocaron. Fue la sensación más hermosa que jamás hubo sentido. Escalofríos recorrieron su columna cuando sintió los labios de DongHae moverse sobre los suyos y ya no pudo resistir. Cerró sus ojos y lo abrazó con decisión acercándolo lo más que pudo. Suspiró contra sus labios cuando sintió los brazos de DongHae cerrarse detrás de su cuello enterrando sus dedos en su cabello negro  y cerrando su mano en un puño jalándolo exquisitamente. Fue un beso tan inocentemente atrevido. Sus labios colisionaban y en algún momento del beso sus lenguas entraron en juego, acariciándose suavemente sin la intención de dominarse; sólo con la necesidad de tocarse. De estar unidos de una manera más íntima. 
Jadeó cuando se separaron. Sus frentes permanecieron juntas mientras sus respiraciones aún se mezclaban. Abrió sus ojos encontrándose con la sonrisa más hermosa que jamás hubiera visto. DongHae lo miraba con tanta devoción que quiso llorar. Pero en cambio volvió a besarlo. Tan apasionado. Tan enérgico. Caminaron torpemente hasta el sillón y HyukJae se sentó arrastrando a DongHae a horcajadas sobre él. Pareciera como si estuvieran muriéndose y besarse fuera la única manera de sobrevivir. Se besaban tan anhelantemente que sólo se daban el espacio suficiente para respirar y volver a juntar sus labios. Podía escuchar el eco de las agujas del reloj marcando la enorme cantidad de minutos pero sus manos nunca dejaron de acariciar la espalda y cabeza de DongHae, y DongHae parecía estar de acuerdo aferrándose a su cabello y cuello con tanta intensidad. 
Luego de un tiempo, DongHae fue esta vez el que se separó y sus labios estaban tan rojos y llenos que el deseo de morderlos le dolió. Sus ojos se miraron con el sentimiento más puro, HyukJae movió sus manos y comenzó a acariciar los muslos que encerraban su cadera y DongHae pasaba sus manos por los hombros y pecho frente a él. 

—Creo que estoy enamorado de ti —confesó HyukJae en un suspiro. 

DongHae le regaló esa sonrisa que HyukJae tanto amaba y le dio un casto beso antes de abrazarlo suavemente. HyukJae suspiró feliz y besó el cuello de su castaño. 

—¿Quieres ser mi novio, DongHae? —preguntó rascando suavemente su nuca.

Pareciera que después de aquel beso la respuesta era obvia, pero HyukJae se sentía como si la respuesta fuera la contraria y destrozara su corazón. Sin embargo, DongHae asintió con la cabeza sin dejar de abrazarlo y besó su mejilla antes de salir de su regazo y recoger las flores que habían quedado en el suelo. 
La torta fue degustada, las flores puestas en un florero y la única cama que distendieron fue la que estaba en la habitación de HyukJae. DongHae se abrazaba tan íntimamente al torso de HyukJae y éste pasaba su brazo sobre la cintura y debajo de la cabeza de DongHae.  
Esa noche, HyukJae decidió comprar una cama más grande y la habitación de DongHae volvió a ser una habitación extra.  

 

***

 

Cualquiera diría que una relación sin comunicación no funcionaría. Pero qué equivocados estaban. HyukJae y DongHae habían mantenido su relación durante casi tres años. Raramente DongHae utilizaba el block de hojas, únicamente cuando lo que tenía que decir tenía un mayor número de palabras. De lo contrario simplemente movía sus labios y HyukJae los leía. 

DongHae había terminado la secundaria haciendo un examen de nivelación y había comenzado a estudiar una carrera veterinaria a través de internet. Sólo le había faltado terminar el último año de secundaria y la causa aún era desconocida para HyukJae. No era que DongHae no se lo quisiera decir, simplemente él no le preguntaba. Temía que fuera un punto demasiado personal, por más que llevaban juntos bastante tiempo. También le extrañaba que DongHae nunca hubiera dicho una sola palabra, ni siquiera cuando lo asustaba en broma chillaba. Quería saber por qué, pero temía preguntar. 
Y tenía aún más miedo porque para lo que él quería hacer con DongHae, necesitaba hablar. O eso es lo que creía, pero ahora simplemente quería tener la seguridad de que DongHae lo quería también. 
Así que cuando llegó al apartamento, fue decidido con un ramo de tulipanes, las favoritas de DongHae, y soltar todo lo que había preparado por decir. Pero al llegar se encontró la casa oscura, fue caminando hasta la cocina pero no lo halló. Sin embargo, por la puerta que llevaba al comedor pudo ver una parpadeante luz así que sin esperar más, fue hasta allí encontrándose con la mesa adornada con velas y una deliciosa cena que perfumaba el lugar tan exquisitamente. Se quitó la chaqueta dejándola sobre un gancho en la puerta y buscó con su mirada a su novio, sorprendiéndose al sentir una mano tocando su hombro. El recuerdo de aquella primera vez que se vieron lo hizo sonreír. Y se volteó quedándose sin aliento al ver a su pareja vestido con aquella camisa azul remangada prolijamente hasta la mitad de sus antebrazos y con los primeros dos botones desprendidos y pantalones de vestir negro que le favorecían muy bien. Después de la minuciosa inspección llegó a sus ojos y supo al instante que DongHae esperaba que le dijera algo sobre su aspecto. Era increíble cómo ese estilo de comunicación llegó a ser tan natural entre ellos.

—Estás increíblemente hermoso, Hae —murmuró HyukJae antes de besar corta pero apasionadamente a su novio.

La sonrisa soñadora de DongHae le dio a entender que le gustó mucho su respuesta. En ese momento, HyukJae le entregó el ramo de flores y su mirada se iluminó mucho más. Besó alegremente a HyukJae y fue corriendo a poner las flores en un jarrón al lado de las tantas flores que ya le había regalado. A DongHae le encantaba que HyukJae fuera del tipo detallista. Se lo había hecho saber de las mejores maneras. Sus labios rojos e hinchados y las marcas rojizas de su cuello podían dar testimonio de aquello. 
Cuando volvió, lo guio hasta la mesa y el estómago de HyukJae se volvió a enamorar de su novio. Cuando terminaron, hubo un momento silencioso mientras se tomaban de las manos sobre la mesa.

—Feliz tercer aniversario, amor.

Amor’. Cómo le encantaba decirle así a su novio. Y amaba aún más la reacción de DongHae cada vez que lo escuchaba. Amaba que se ruborizara y escondiera su rostro en su cuello o que simplemente bajara la mirada y sonriera tímidamente. Simplemente amaba todo de DongHae. Tanto que no pudo esperar más tiempo.
Llenó sus pulmones con aire antes de pararse y caminar hasta quedar al lado de DongHae. Cerró sus ojos tratando de calmar el ritmo de su corazón y luego se arrodilló. Miró al hombre con quien despertaba cada mañana y dormía abrazado todas las noches y fue suficiente para darle el ánimo.

—DongHae, amor, yo… —suspiró y tomó las manos de DongHae en las suyas mientras este lo miraba con sus cejas alzadas y levemente fruncidas y sus ojos más brillantes de lo normal —Te amo, DongHae. Eres… lo mejor que me ha pasado en la vida. Te juro que pensé que nunca volvería creer en las palabras de otra persona, pero tú nunca utilizaste palabras. Tú… me demostraste cada día que para ti yo soy importante, que verdaderamente ocupo un lugar en tu corazón —DongHae parpadeó varias veces haciendo caer las lágrimas retenidas —. Y sinceramente, lo que siento por ti, nunca, jamás, lo había sentido con nadie, DongHae. Absolutamente con nadie. Sólo contigo. Eres el único al que amo. El único que amé en verdad. Y yo… sólo quiero que estés a mi lado siempre. Que nuestra cama siga siendo nuestra. Tuya y mía. Quiero seguir leyéndote los ojos y los labios. Y nunca me molestará ser la única voz audible entre nosotros. Amo tus ojos expresivos y amo este lenguaje propio que creamos juntos. Quiero mantenerlo siempre, amor. Por eso, DongHae… —HyukJae soltó esas suaves manos y buscó la pequeña cajita negra de su bolsillo en el pantalón y la abrió lentamente develando dos anillos dorados ambos grabados con  las iniciales de sus nombres ‘D&H’. Se mordió el labio listo para preguntar —DongHae, ¿quieres casarte conmigo?

Los dos segundos que pasaron parecieron eternos, antes de que abriera los ojos y mirara al hombre que amaba asintiendo con lágrimas cayendo de sus ojos y su mano tapando su boca para ahogar sus sollozos. HyukJae sintió sus propias lágrimas resbalar por sus mejillas antes de tomar la mano de su novio y besarla para luego colocar uno de los dos anillos en su dedo anular. Suspiró tan lleno de felicidad cuando vio el brillante metal en el lugar más deseado. Y su corazón casi explota cuando DongHae hizo lo mismo con el otro anillo y luego entrelazó sus dedos. 

Los platos vacíos quedaron sobre la mesa acompañando a las velas ya apagadas mientras ambos se dirigían a tropezones hasta su habitación. Sus labios se entrelazaban tan cariñosamente como lo hacían sus lenguas. Sus suspiros quedaban atrapados en la boca del otro robándose el aliento mutuamente. La puerta fue abierta y cerrada a sus espaldas mientras HyukJae dejaba suavemente el cuerpo de DongHae sobre el colchón. Estaba tan nervioso, y podía ver en la mirada de su –ahora- prometido que los nervios eran mutuos. Habían dejado sus manos sueltas, se habían besado hasta el cansancio, pero nunca habían llegado al final. Sin embargo, en ese momento, ambos lo querían. Ambos lo deseaban, ambos lo necesitaban. 

—Te amo —murmuró HyukJae acariciando su cabello y mirándolo lleno de amor. 

DongHae no respondió, en cambio tomó la mano libre de HyukJae y la colocó sobre su pecho, en el lugar de su corazón, para luego colocar su propia mano en el mismo lugar sobre el pecho de HyukJae.
Te amo’. Casi podía escuchar la voz imaginaria diciéndole al oído. DongHae lo amaba, tanto como HyukJae lo amaba. 
Y el juego de besos había comenzado. Se acomodaron en el centro de la cama y se besaron lenta y apasionadamente. Enredando sus lenguas de una manera obscena pero a la vez tierna. HyukJae amaba esos dedos enredados en su cabello jalándolo, amaba la mano debajo de su camisa desabotonada arañándole la espalda. Y DongHae jadeaba mordiendo sus labios cada vez que HyukJae acariciaba su abdomen descubierto y apretaba sus muslos mientras los frotaba cariñosamente. DongHae terminó de quitar la camisa de HyukJae y sus ojos paseaban por todo el torso desnudo mientras sus manos bajaban lentamente a la hebilla de su cinturón. HyukJae casi se ahoga por tener sus manos tan cerca de su entrepierna, y fue suficiente estímulo para volver a atacar los labios de DongHae mientras sus manos también apartaban completamente la camisa azul y desabrochaban el cinturón y quitaban el botón de su pantalón. 
El deseo inundó cada fibra de su cuerpo cuando la boca de DongHae comenzó a chupar la piel sensible de su cuello. Y en tan sólo pocos movimientos, ambos quedaron sólo en bóxer. Se miraron a los ojos jadeando. Y DongHae le dejó espacio para que se colocara encima de él entre sus piernas desnudas.  Fue ese contacto tan íntimo entre sus partes bajas el que rompió todas las barreras del miedo, la pena y el bochorno. DongHae fue quien tomó el cuello de HyukJae y lo jaló a un beso deseoso a la vez que sus piernas abrazaban su cintura y sus talones empujaban a HyukJae a frotarse juntos. 
HyukJae perdió el control en ese instante, moviendo sus caderas tan duramente contra el bulto notable de su novio. DongHae echó la hacia atrás respirando pesadamente y HyukJae aprovechó para lamer y morder la manzana de Adán que sobresalía de su garganta. Fue bajando sus besos y mordidas hasta la clavícula y dejó marcas rojas y húmedas en su cuello y pecho. 
Amó la reacción de DongHae cuando metió la mano entre ellos y frotó su miembro endurecido. Era la primera vez que se sentía tan pervertido. Quería hacer que DongHae tuviera todo el placer que fuera posible darle. Pero a la vez quería que esa primera vez entre ellos no fuera un arrebato sexual, sino que quería que hicieran puramente el amor. Hacerle saber con su cuerpo cuánto lo amaba. Así que con delicadeza agarró el elástico de su bóxer y lo jaló, permitiéndole apreciar y admirar por primera vez el cuerpo desnudo del hombre que amaba. Podía simplemente tomarle una foto y guardarla como el tesoro más grande del mundo. Sus manos se movieron por sí solas. Acariciaron la cadera y los glúteos de DongHae tan cariñosamente que los ojos de su novio se aguaron. Esas suaves manos se metieron por debajo de su propio bóxer y lo acariciaron fuerte descubriéndolo cada vez más. Hasta que rápidamente quedó desnudo sobre DongHae. 
Por fin habían llegado abrazarse de la manera más íntima que podía haber. Piel contra piel. Amándose con las manos y demostrándose todo el amor que había en sus corazones sólo para la persona que estaba frente a sus ojos. Los besos de ambos recorrieron el cuerpo entero del otro, causando gemidos por partes de HyukJae y jadeos por parte de DongHae. Las sábanas de la cama estaban desechas por tanto movimiento pero al final quedaron como habían comenzado: HyukJae encima de DongHae. 

—Quiero hacerte el amor esta y muchas veces más, mi amor —murmuró HyukJae mientras se posicionaba entre las piernas de DongHae.

DongHae asintió con sus mejillas tan sonrojadas y sus ojos tan brillantes que HyukJae sentía que con tenerlo a él tenía la galaxia entera. 
Estiró su mano y alcanzó de su mesita de noche el aceite para manos que DongHae usaba. Sabía que aquello dolería. Y no quería que el dolor llevara a la cabeza de DongHae a recordar aquel fatídico episodio en el callejón cuando él lo encontró y se lo llevó consigo. Quería crear memorias que el menor recordara con felicidad. Así que los preparó a ambos y sin quitar los ojos de los de DongHae, se impulsó hacia adelante.
Parecía un sueño ver el placer reinar en el rostro de su novio. Le daba la bienvenida a los pinchazos en su espalda causados por las uñas de DongHae marcándolo. Adoraba el empujón que sus talones ejercían sobre sus nalgas para que entrara cada vez más. Ser abrazado completamente por la calidez interna de DongHae le hizo ver el paraíso. Y se sintió completo. Sintió cómo todas las piezas de su vida se acoplaban dibujando el futuro. Su futuro agarrado a la mano de su prometido, amante, novio, amigo. Su futuro al lado de DongHae. 
El movimiento de caderas instándolo a moverse lo sacó de su ensoñación y comenzó un fascinante vaivén. Entrando y saliendo del cuerpo de DongHae mientras este jadeaba entrecortado, tirando de sus cabellos y abrazándolo con fuerza. Buscó su boca y ahogó el aliento de HyukJae en un necesitado beso. La velocidad iba en aumento y la fuerza se hacía más firme. El choque de sus cuerpos resonaba en las paredes mientras sus manos no paraban de tocarse. Sabía que DongHae estaba cerca, podía verlo en sus ojos que se oscurecían cada vez más, podía verlo en su rostro contrayéndose más y más de placer. Movió su cadera unas cuantas veces más antes de que su DongHae arqueara la espalda alcanzado la cima y susurrara. 
A sus oídos fue lo más hermoso. El susurro más bello de la historia.

HyukJae.

Y HyukJae se dejó ir en su interior. Concluyendo aquel acto de amor con la unión completa de sus cuerpos. 
Aún unidos, ambos se abrazaban. Enterrando el rostro en el cuello ajeno. La risa de HyukJae interrumpió aquel momento de silencio. Estaba feliz. Encantado. Eufórico. 
Se incorporó lo suficiente para ver el rostro de su amado y luego le dio el más dulce los besos. 

—Dijiste mi nombre —susurró entre besos. 

Y DongHae asintió igual de eufórico que su prometido. Igual de feliz y enamorado que el hombre que le había hecho el amor.  

 

***

 

Pasaron días, semanas, meses, y otro año había llegado. 
HyukJae despertaba con la mejor vista de todas, DongHae le daba los mejores besos de la historia, el trabajo daba mejores frutos cada día, y las noches eran las más apasionadas de su vida. Se habían casado a los pocos meses de prometerse. Por civil con dos testigos y por la iglesia con los amigos que DongHae fue haciendo en el barrio y los compañeros de HyukJae en el trabajo. Y la luna de miel fue la semana de ensueño de ambos.
A los ojos de cualquiera, ellos podían ser la pareja perfecta. Por más que uno de ellos no hablara, por más que el otro tuviera que interpretar a su pareja. A los ojos de HyukJae, DongHae era perfecto, y a los ojos de DongHae, HyukJae era perfecto. 
Era el cumpleaños de HyukJae aquel día. DongHae le había consentido de mil maneras. Le había prohibido entrar a su habitación durante todo el día diciéndole que allí estaba su regalo y que quería esperar a la noche. Así que decidieron salir a caminar para pasar el resto del día. 
DongHae lo había sorprendido llevándolo al puente de los candados y mostrándole el suyo propio con sus iniciales grabadas en él. Al igual que sus anillos de matrimonio. Lo habían colocado juntos y después de besar cada uno la llave, la lanzaron hacia el río. Sabiendo que así como el río era interminable, su amor lo sería igual. Y luego se abrazaron mientras se besaban. 
Tomados de la mano recorrieron el camino que los llevó a conocerse. Se detuvieron a tomar café en la misma barandilla, y luego caminaron hacia la esquina del callejón. Donde HyukJae perdió su billetera y donde DongHae se la había devuelto.  
En la esquina donde su historia empezó a escribirse. 
Y la misma esquina que le arrebató la felicidad en un segundo.   Nunca lo vio venir. DongHae simplemente abrió sus ojos con miedo y lo empujó a su espalda. Recordaba perfectamente esos rostros. Creyó haberles dejado en claro que no se volvieran a acercar a su esposo. Pero lo hicieron, las dos heridas de navaja en su pecho y abdomen lo demostraban. La sangre fluyendo por sus manos mientras lo abrazaba llorando se lo recordaba. Y sus ojos cerrándose frente a él lo atormentaban.  

 

***

 

La ambulancia se lo había llevado, le pidieron que buscara la documentación y luego se presentara en el hospital. Sus ojos estaban nubosos. Las lágrimas no le dejaban pensar con claridad. Sabía que no debía manejar por lo que tomaría un taxi al hospital. 
Entró a su habitación directo al cajón de la mesita de noche para tener los papeles de DongHae que el día después de que se mudara con él fueron a conseguir. Se sentó en la cama acariciando la almohada que siempre utilizaba DongHae aunque la mayoría de las veces su cabeza siempre terminaba en su pecho, y aquello le gustaba más. Y fue cuando lo vio.
Una hoja de papel doblada a la mitad. Lo tomó en sus manos e inmediatamente reconoció la letra de DongHae escrita allí. ¿Por eso no le dejaba entrar en la habitación? Pasó sus dedos por la tinta negra y leyó:

«¿Recuerdas el día en que nos conocimos? Estaba nevando y a ti se te cayó la billetera sin darte cuenta, qué despistado fuiste, HyukJae bobo. Hoy es tu cumpleaños, y no sabes cuánto deseo decírtelo, gritarlo. Quiero tanto decirte al oído cuánto te amo. Lo feliz que me haces. Sé que tú me entiendes, sé que ambos tenemos nuestro propio lenguaje. Sé que puedes leerme y yo amo tanto que lo hagas. Pero anhelo tanto poder hablarte. Poder sentarnos juntos en el sofá o simplemente acostarnos en nuestra cama uniendo nuestras manos y charlar de nuestro día, de nuestra vida...Quiero contarte tantas cosas, HyukJae. Hay muchas cosas que no sabes de mí y puedo ver en tu mirada que quieres preguntar pero temes hacerlo. Hoy quiero confesarte todo. Quiero que sepas totalmente quién soy yo. Con quién te casaste y uniste tu vida para siempre. 
Soy huérfano. No tengo ninguna otra familia. Crecí en un orfanato en Corea por catorce años pero luego me transfirieron con otros chicos a un orfanato de esta ciudad. La directora del orfanato me dijo que mis padres eran demasiado jóvenes y que después de la primera reunión me dejaron en la puerta de entrada. Crecí bien, no me faltó nada. En la escuela me iba muy bien. Con el tiempo aprendía a hablar este nuevo idioma. Pero cometí un error. El peor error de mi vida (aunque quizás ahora no lo vea como tan terrible ya que estoy contigo). Estaba a tan sólo un año de terminar mis estudios, tenía diecisiete. Nunca había salido del orfanato solo, por lo que no conocía ninguna calle de la ciudad. Y cuando salí de clases esa tarde me dejé influenciar por unos chicos de último año y me fui a una supuesta fiesta de fin de año. Fue ahí donde perdí mi voz. Eran siete, y me asfixiaban cada vez que quería gritar. Me tapaban la boca cuando lloraba y me golpeaban hasta el cansancio cuando quería resistirme. No podía hablar, no podía gritar. Cuando terminaron, la garganta me dolía tanto que creía que me había desgarrado. Se fueron y me dejaron en un lugar que no conocía. Nunca más logré volver al orfanato. Quería preguntar pero por más que quise y lloré por intentarlo, mi voz no salía. La gente me miraba raro y simplemente me ignoraba. Sabía que no volvería. Por eso me quedé en un callejón. Rogaba por comida y juntaba piezas de tela o cartón para pasar el frío de la noche. Pensé que con el tiempo el trauma se iría y mi voz regresaría. Pero no fue así. Muchos se aprovecharon de mi incapacidad y abusaron de mí. Durante dos años más. Y luego llegaste tú. Tonto distraído, dejando caer tu billetera por estar refunfuñando sobre alguien que no valía la pena. Y fuiste mi luz, HyukJae. La segunda vez que te vi y me dejaste el paraguas, quiero que sepas que sí lo usé. Me protegiste de la fuerte nevada. Pero te lo devolví porque no quería que enfermaras. Yo estaba acostumbrado al frío, tú no. En ese momento tú ya te habías convertido en mi mundo por querer ayudarme y no quería que te pasara nada malo. Y luego la tercera vez con tu café. ¿Sabes cuánto tiempo pasó desde la última vez que había probado el café? Tanto que en ese momento no recordaba su sabor. Y así te volví a ver cada día y siempre me comprabas café caliente sin tener la obligación de hacerlo. Ya te amaba en ese tiempo. Pero ese día en que me salvaste… HyukJae, ese día te convertiste en mi todo. Amé cada día que estuve contigo. Amé escuchar mi nombre de tus labios. Amé cada cosa que hiciste por mí. Simplemente te amo, HyukJae. El día en que me diste el mejor cumpleaños de todos y nuestro primer beso los recuerdo perfectamente. Mis labios dolían por tanto besarte pero amaba la sensación. Amaba que me abrazaras en ese momento. Amé cada beso y caricia que compartimos y dormir contigo era lo mejor. Pero sin duda, el momento más hermoso de todos, fue en nuestro tercer aniversario. Me propusiste matrimonio de la manera más bonita y no puedo encontrar palabras para describirte la felicidad que me diste en ese momento. Mi corazón iba a explotar por tanto amor. Y luego hicimos el amor. HyukJae, me hiciste el amor. ME HICISTE EL AMOR. Creo que nunca en la vida me sentí tan completo, mi amor. Mi vida tenía sentido en el momento en que te conocí pero creo que siempre me mantuve inseguro sobre el futuro. Sin embargo, esa noche, cuando te sentí en mí, cuando unimos nuestros cuerpos y me dijiste tantas veces que me amas mi futuro brillaba ante mis ojos y podía verte a ti a mi lado. Siempre. Y luego después de tanto tiempo me regalaste la oportunidad de volver a escuchar mi voz, aunque sea en un susurro. Y me alegro tanto que tu nombre fuera lo primero que dijera. Quiero que te quede claro, que nunca sentí miedo. Podía ver en tus ojos el temor de que me hicieras recordar la noche que me salvaste. Pero tú sólo la borraste de mi sistema y creaste un nuevo y hermoso recuerdo. Y todas las noches que hacemos el amor sólo recuerdo que te amo tanto. Casarme contigo fue un sueño hecho realidad. Saber que ante la ley y la iglesia estamos unidos me llena de alegría y te amo cada vez más. Hoy, en tu cumpleaños, quiero regalarte algo. He estado esforzándome mucho, aún no lo he logrado pero sé que puedo hacerlo. Lo siento cada vez más cerca. Como esa sensación de tenerlo en la punta de la lengua. Esta noche, quiero decirte, sin la necesidad de escribir o de que me interpretes, cuánto te amo. 
Feliz cumpleaños, mi amor. Te amo.
»

Las lágrimas caían incesantes de sus ojos. DongHae… su Donghae había sufrido tanto… y ahora que volvía a sonreír unos malnacidos le habían arrebatado la oportunidad de seguir su vida. No… aún no. HyukJae no sabría cómo seguir viviendo sin DongHae. Guardó el papel en el cajón y se dirigió lo más rápido que pudo hasta el hospital. 
Cuando llegó, firmó todos los papeles necesarios y esperó horas eternas en la sala de espera. Estaba comenzado a entrar en la histeria cuando una enfermera lo llamó. Su rostro no presagiaba nada bueno. Tenía miedo. 
Verlo en aquella cama con tantos cables y el suero entrando por su brazo lo quebró. Su esposo estaba tan pálido como el color de las paredes. Quería gritar de enojo golpear hasta la muerte a esos dos hombres que habían dejado a su DongHae en esas condiciones. 
La enfermera lo dejó sólo y lo único que rompía el silencio tan natural entre ellos era el pitido que marcaba sus latidos. Se acercó y tomó su mano con fuerza en la suya. Miró a sus ojos ocultos detrás de esos párpados y los vio moverse. 

—Despierta, mi amor. Déjame ver tus ojos. 

El miedo lo llenó nuevamente cuando escuchó sus latidos más lentos. Pero a la vez sus ojos se abrieron lentamente lo suficiente para mirarlo. 

—DongHae… tienes que recuperarte. Lo siento, no debí sugerir caminar a casa… —sollozó HyukJae mientras besaba la manos de DongHae.

Lo vio parpadear tan pesadamente y su pecho comenzó a subir y bajar de manera rápida y forzosa. Su mano se soltó y se levantó hasta acariciar la mejilla de HyukJae. Su corazón dolía, tenía miedo. Pero el terror más puro lo llenó cuando lo vio hacer el típico gesto.
Negó con la cabeza, suavizó sus ojos y le sonrió.
Sólo que esta vez, abrió su boca tratando de hablar.

Te… amo, HyukJae.

Jadeó. Su voz. Estaba ronca por la cantidad de años sin usarla, pero era su voz. Su hermosa voz. Y quería escucharla de nuevo. Todos los días. 

—También te amo, DongHae. Te amo tanto que no podré vivir sin ti —sollozó dejando un suave beso en sus labios. Deseando que todo fuera una pesadilla y que despertaría con su DongHae durmiendo sobre su pecho y diciéndose ambos cuánto se amaban.

Pero el sordo pitido de la máquina lo despertó de su deseo mostrándole la realidad. Un corazón dejando de latir y aquellas lagunas marrones ocultas nuevamente bajo sus párpados.
Todo pasó lentamente. Dio varios pasos atrás mientras enfermeras y doctores entraban corriendo. No podía ver lo que le estaban haciendo, simplemente cayó de rodillas queriendo gritar con todas sus fuerzas pero lleno de impotencia cuando ahora era su propia voz la que no quería salir.
Vio ante sus ojos cómo su vida se rompía en pedazos. Cómo la única persona que le devolvió la esperanza de amar de verdad se le iba de las manos. 
Y todo se hizo silencio. Pero por primera vez, fue un silencio que odió. Todo se volvió oscuro y sólo podía sentir una y otra vez el eco de su hermosa voz diciéndole que lo amaba.
Siempre recordaría esa voz. Y la amaría cada segundo.

 

~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~


Cerré la hoja y me puse de pie dirigiéndome a nuestra habitación. Aquella que fue testigo de innumerables noches durmiendo  juntos. Pensar en ese día ponía mis ojos húmedos. Me hacía extrañarlo demasiado. Lo necesitaba tanto.

Sentí unas manos rodear mi cintura y las vi entrelazarse sobre mi abdomen. Ni siquiera me sobresalté. Sonreí al ver aquel anillo dorado adornando su dedo anular. Dejé que mis manos cubrieran las suyas por completo.

—¿Qué haces, cariño?

Mmh… su voz. 
Nunca me cansaría de oírla.

—Recordando —me giré en el lugar para poder tenerlo en frente y abrazarlo por la espalda —. ¿Cuándo llegaste? Creí que llamarías para que te fuera a buscar.

Sus brazos pasaron a abrazar mi cuello y su nariz rozó con la mía. Tenerlo lejos por tres semanas a causa de su pasantía me había vuelto loco.    —Quería darte una sorpresa —ronroneó.
—¿Cómo está tu corazón? —pregunté sin poder evitarlo.

Después de que creí que lo había perdido, los doctores lograron traerlo de vuelta y se lo llevaron rápidamente al quirófano. Tuvo una cirugía a corazón abierto muy complicada. Pero cuando salió por segunda vez, me aseguraron de que ya estaba fuera de peligro. Sólo debía tomar medicamentos para la salud de su corazón y luego sería como si nada de aquello hubiera pasado. 
Desde que le dieron de alta, me encargué de cuidarlo pidiendo licencia en el trabajo. DongHae había vuelto a usar su voz. Cada día mejoraba más y más. Hasta que todo fue como si nada malo hubiera pasado. Pero a pesar de que hablaba de nuevo, nunca fue necesaria tanta charla. El silencio entre nosotros era tan natural que aún lo conservábamos de vez en cuando. Claro… excepto después de cerrar la puerta de nuestra habitación y lanzarnos a la cama.
Amaba escuchar sus gemidos y mi nombre salir de sus labios cada vez que entraba en él. Cada vez que le hacía el amor. 

—Estoy bien, Hyuk. Ya te dije que hace bastante tiempo mi corazón está bien —intenté responderle pero me miró ceñudo y me interrumpió —. Deja de hablar ya y dame mi beso de bienvenida. Fueron tres semanas y no sabes cuánto te he necesitado —me dijo hundiendo su cara en mi cuello.

No dije nada más. Cerré la puerta de nuestra habitación y uní nuestras bocas en un beso necesitado, anhelante, lleno de cariño y amor. Lo llevé a nuestra cama y simplemente hicimos lo que los amantes hacen. 

—Te amo, HyukJae.

Como dijo en su carta. Cada vez que podía me lo decía. Me lo susurraba al oído y lo amaba con más fuerza. Lo hacía mío con más fervor. 

—También te amo, DongHae.

Porque ese fue nuestro primer intercambio de palabras. Y siempre será mi favorito. Cinco años de casados pero ocho años juntos. Y aún conservábamos nuestro propio lenguaje. Aún sin decirme nada yo le entendía. No hacían faltas las palabras. 
Amaba leerlo y él amaba que lo leyera.

Su silencio es el sonido más bello, pero su voz… es la más fascinante. 
DongHae no necesitó palabras para enamorarme. Con su silencio me tuvo de rodillas a él. 
Mi vida había cambiado en aquella esquina del callejón.

Donde yo había perdido mi corazón destrozado, y donde DongHae me lo devolvió reparado.

 

~FIN~

Notas finales:

Si has llegado hasta aquí... ¡Gracias! por tomarte una buena cantidad de minutos de lectura! ^^ jajja

Apreciaría sus opiniones ♥

 

De nuevo, muchas gracias por leer! :D

EunHae es amor! ♥♥♥♥♥♥♥♥


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