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Resaca por Makechuta

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Notas del capitulo:

Hcae mucho que no actualizo nada, pero he estado de exámenes y bastante ocupada. Lo siento, pero disfruten de este nuevo capitulo !!!!!

A cada paso que disminuía la distancia con su esposa, Yamuraiha, sentía un agujero en su estómago iba creciendo. ¿Qué le diría? ¿Podría admitir su infidelidad sin tapujos? ¿Cómo se lo tomaría ella? ¿Se separarían? Y lo pregunta más importante de todas era: ¿Realmente amaba a Yamuraiha? Él pensaba que sí, pero también comenzaba a aflorar en el pensamiento de que sí realmente la hubiera amado nunca la hubiera engañado. Vagamente, comenzaba a recordar lo que había sucedido con Sinbad... Y poco veces se había sentido tan vivo. Sus grandes manos pasaron por su cuerpo, sus labios por los suyos y sintió que por primera vez en la vida su corazón era uno con otro.

 

<<¿Se puede saber en qué estoy pensando?-se ruborizó por completo-. Yo estoy casado con Yamu porque la amo no hay otra>>. Se decía a si mismo.

 

A solo unos metros de su casa esas palabras perdían fuerza. Tenía mucho miedo, muchísimo. Tenía incertidumbre de como sería su futuro a partir de ahora.

 

 

 

Sacó las llaves de la casa, y con suma dificultad consiguió abrir. El miedo no le dejaba actuar con libertad. Lo primero que pudo contemplar de su salón era ropa tanto masculina como femenina tirada por el suelo. Sentía como una gran opresión en el cuello, por lo que le costaba respirar. Pero todo su miedo se desvaneció. Dejo la cabeza fría y comenzó a pensar con madurez. Cruzó el pasillo y vio a su mujer acostada sobre el pecho de otro hombre. Un hombre con la piel obscura. No se puedo sentir más traicionado. Siempre había sentido bastante complejo por la blancura de su tez, por lo que eso era la gota que colmaba el vaso. Cerró la puerta y se dirigió a la cocina a hacerse su propio desayuno. Normalmente hacía el de su esposa también, pero sabía que próximamente no lo sería. Una vez que el desayuno estuvo listo de deshizo de su chaqueta y se sentó en el sofá a echarse al coleto esos cereales, mientras veía las noticias. Se sentía muy triste. Quería hablar con alguien para aclarar las dudas y contarle por todo lo que estaba pasando. Lo necesitaba... pero siempre había estado para su mujer y su trabajo. El único que se le venía a la cabeza era el detestable de Sinbad. Súbitamente sonó su teléfono.

 

 

 

-¿Dígame?-dijo con monotonía, la misma que usaba para su trabajo.

 

 

 

-Soy yo, cariñín. Soy Sinbad.

 

 

 

-No digas algo como “cariñín”, “cariño” o cualquier cosa que se le asemeje o haga referencia al aprecio. Por favor-dijo con repugnancia.

 

Realmente no podía creer que le hubiera llamado con tanta velocidad. ¿Ese Sinbad estaba desesperado o es que solo buscaba reírse de él?

 

 

 

-Que desaborido, podías soltarte la melena un poco y divertirte.

 

 

 

-Tengo el cabello corto-dijo con cara de póquer.

 

 

 

-No has cambiado nada-rió a través del móvil.

 

 

 

-Te equivocas, he cambiado tanto que te sorprenderías. Soy una nueva persona. Una que no quiere nada que ver contigo. Me hiciste daño y no quiero saber nada de ti-colgó y apagó el móvil.

 

 

 

Después de lo que había estado pasando decidió que aquella era la decisión correcta. Ya no amaba a Sinbad, amaba a su mujer y quería que ella fuera feliz. Sabía que su matrimonio acabaría, ya que ella estaba sonriendo en los brazos de aquel “negro”, y eso era lo único que importaba.

 

 

 

Comenzó a preparar el desayuno para los otros dos. Les dejó un post-it (que tenía un gran corazón en él) pegado en el exterior de uno de los vasos llenos de zumo. Fue al ropero, una habitación enfrente de la suya, y sacó una maleta. Comenzó a llenarla de ropa. Después sacó otra y se fue a su despacho. Mientras la llenaba de importantes documentos de trabajo, comenzó a imprimir un papel. Cuando lo tuvo todo en regala colocó las maletas frente a la puerta. Se arropó de su chaqueta y firmó los papeles que hacía unos casos minutos había impreso. Los situó próximos al post-it, que decía así:

 

 

 

Estos son los papeles del divorcio, ya está firmada mi parte correspondiente. He recogido todas mis cosa. Espero que seas muy feliz. Te quiere, Jafar.”

 

 

 

Aunque no sabía con exactitud donde podría alojarse le vino a la mente un viejo amigo que tenía en común Sinbad y él cuando eran pareja. Puede que la aparición de Sinbad estuviera cambiando su vida radicalmente.

 

 

 

-.-

 

 

 

Sentía la nariz como entaponada. Abrió la boca ara respirar y eso le llevó a despertarse. Contemplo a su hijo frente a sus ojos sujetando su nariz con su diminuta mano. Su cara no expresaba mucha alegría. Muu lo apartó de sí.

 

 

 

-¿Se puede saber que estabas haciendo?-se incorporó.

 

 

 

-Llevo dos horas-se cruzó de brazos-, intentando despertarte.

 

-No grites. Me duele la cabeza.

 

 

 

-Eso es por que llegaste borracho-su rostro mostraba mucho dolor-. Ya ha pasado la hora para ir la circo. Espero que estés contento-cerró la puerta de un portazo.

 

 

 

-Espera, Titus-gritó. Sin embargo, su hijo se había ido sumamente decepcionado.

 

Se llevo las manos a la cabeza por el dolor de esta. Se sentía muy mal padre. Suspiró. Se levantó y observó que portaba aún la ropa. Su camisa estaba desabrochada y su cinturón y bragueta abierta. Observó su torso desnudo. Descubrió un vistoso moratón. ¿Qué había pasado la noche anterior? Se sentó en la cama para reflexionar Cerró sus ojos y en su mente apareció Sheherezade. Volvió a suspirar mientras echaba por completo su cuerpo al colchón. Después de unos instantes se percató de unos rubios cabellos sobre la yacija. <<¿Puede ser que anoche se apareciera el fantasma de mi mujer? Eso es imposible...>>

 

 

 

Se levantó y se dirigió a buscar a su hijo. En su cuarto no estaba. Puso en marcha al salón. Efectivamente, allí se encontraba. Echado en el sofá, mirando al suelo, sollozando mientras hablaba por el teléfono.

 

 

 

-Si-sonaba su nariz-. Vino muy borracho.

 

 

 

-...

 

 

 

-Exacto... Gracias por venir para aquí. Nos vemos en cinco minutos.

 

 

 

-...

 

 

 

Muu carrespeó.

 

 

 

-Bueno-Titus lo miró-. Por fin se ha levantado. Luego hablamos cuando vengas. Hasta luego-colgó.

 

 

 

-¿Quién se supone que va a venir?-dijo colocando sus brazos en jarras.

 

 

 

-Yunnan-lo miró con rabia-. Él si que es buen padre.

 

-.-

 

 

 

-¿Judar?-alzó la voz sumamente sorprendido.

 

 

 

-Hola-le sonrió-. Me acerqué a un señorito elegante porque su cabellera me recordaba a la del delegado de mi clase. Pero al final resultó ser el propio Alibaba-guiñó el ojo.

 

 

 

-¿Qué haces aquí?

 

 

 

-Trabajando-suspiró-. Pensé que eras más listo-sonrió de medio lado.

 

 

 

-Ya sé que estás trabajando... es solo... ¿Por qué trabajas?

 

 

 

-Para ganar dinero. Tampoco hay que ser un lumbreras para darse cuenta.

 

 

 

-¡Eso no! Es decir-sopló intentando buscar la calma, porque cada frase que decía el otro se tornaba más nervioso-., ¿para que necesitas el dinero? ¿No te mantienen tus padres?

 

 

 

-Todos no tenemos la suerte que poseen tú. Todos no tenemos un padre millonario que nos consiente todos los caprichos la verdad-le colocó el dulce en la mano algo molesto.

 

 

 

-Judar... No quería ofenderte. Perdóname.

 

 

 

-Tranquilo, tu ego es mayor que tu virginidad.

 

 

 

-¿Qué has insinuado?-arrugó su cara muy ofendido.

 

 

 

-No he insinuado nada, he dicho al verdad. Eres un virgen que está muy solo. Hasta tienes cayos en las manos. No me jodas, Alibaba-rió con desmesura.

 

 

 

-No te diviertas a mi costa-se levantó y su semblante mostraba un completo desagrado-. Si tengo cayos es por el deporte.

 

 

 

-Con el baloncesto no salen cayos. Deja de ser tan mentiroso-continuaba con su carcajeo.

 

 

 

-También practico esgrima-sonrió mirando la palma de sus manos-. Bueno, practicaba.

 

 

 

-¿Esgrima? Es la primera noticia que tengo sobre ello.

 

 

 

-Es que apenas me conoces... Seguro que te sorprenderían muchas cosas de mí.

 

 

 

-¿Ah sí?-sonrió picaron mientras tiraba de la corbata de Alibaba.

 

 

 

-Si-tragó saliva mientras se ruboriza por la forma en la que el otro lo trataba.

 

 

 

-Cuéntamelo mañana en el recreo. Iré a verte-guiñó un ojo-. Ahora debo seguir trabajando-se alejó ofreciendo dulces.

 

 

 

-.-

 

 

 

Llamó al timbre de la puerta, con la esperanza puesta en la que su viejo amigo se encontrara allí. Estaba en uno de los barios más caros de toda la ciudad. Sentía nervios y pensaba que su amigo no lo recibiría debido a que él era muy importante. Escuchó que alguien se acercaba. Su corazón latía aún más rápido, ¿Qué pasaría? La puerta se abrió. Ahí estaba él. Lo escudriñó de arriba a bajo.

 

 

 

-Hola-sonrió el albino, en un intento de ocultar su miedo.

 

 

 

-Jafar...¿eres tú?-su sorpresa era absoluta.

 

 

 

-Si, Kouen. Soy yo. ¿Qué otro podría ser?

 

 

 

-Ven aquí-le acarició el cabello como si de un cachorro se tratase, mientras una perfecta curva adornaba su cara-. ¿Qué te trae por aquí?

 

La felicidad que el pecoso pudo sentir por unos momentos se esfumó. Muy avergonzado le mostró las maletas que traía con él.

 

 

 

-¿Yamuraiha te ha echado de casa?-dijo muy serio, guardando la compostura.

 

 

 

-No, me he ido yo por motivos de la pareja. La casa es suya, es lo más apropiado.

 

 

 

-Entiendo-cargó con una de las maletas-. Pasa, te enseñaré tu cuarto.

 

 

 

-Muchas gracias-se sentía completamente aliviado.

 

Cruzaron un largo pasillo. El cual estaba pintado de rojo y lleno de cuadros. Todas las obras de arte estaban enmarcadas en dorado, lo que le daba un aire muy oriental a la casa. Muchos de los cuadros eran mujeres maquilladas de blancas y con antiguos kimonos. Kouen no olvidaba sus raíces.

 

 

 

-No hace falta que las des. Esta casa es muy grande para mi solo-cruzó el pasillo a la derecha y la primera puerta la abrió-. No hay mucho, pero creo que será suficiente para ti-dejó la maleta dentro del cuarto y salió-. Date un baño y guarda tus cosas. Mientras iré al salón. Esta aquí Yunnan. Supongo que le agradará reencontrarse contigo. Tienes el baño en la puerta de enfrente. Tómate el tiempo que necesites.

 

 

 

-Está bien-volvió a curvar sus labios mientras el otro se marchaba.

 

Lo cierto es que Kouen estaba siendo completamente bueno con él. No había hecho falta soltar palabra alguna y ya le había abierto su casa de par en par. Definitivamente era un cielo.

 

 

 

Soltó la maleta que cargaba él justo al lado donde Kouen dejó la otra. El cuarto no era ni muy grande ni muy pequeño. Era frío. No olía muy bien y daba la sensación de que había estado cerrado por mucho. En cuanto a la estética era muy similar al resto del hogar. Contaba con una cama en medio, con las colchas blancas. Tenía un cabezal a modo de rejas dorado.

 

Jafar se dirigió a la ventana que había en el lateral derecho, que estaba en frente de la almohada. La abrió, lo que dio vida al cuarto. En el frontal izquierdo había un armario, también dorado. Comenzó a guardar sus pertenencias. Era pequeño para lo que estaba acostumbrado, por lo que debía conservar mucha ropa en las maletas. Tampoco tenía ningún espacio para los papeles. Al lado del armario, también en el lateral izquierdo, había una gran cómoda. Se le ocurrió guardar los papeles más importantes y más ropa. Debía buscar una buena casa cuanto antes y llevar sus papeles al trabajo.

 

Se desvistió y cogió ropa más cómoda y limpia para colocarse. Entró al cuarto de enfrente y tomó un baño de una hora. Estuvo llorando por todos los cambio que daría su vida. También pudo relajarse y decidir que hacer. Finalmente sonrió y salió limpio y como un verdadero ganador.

 

Se puso en marcha al salón, y allí estaban Yunnan, Kouen y Sinbad. <<¿Qué hace este aquí? La vida debe de estar castigándome por algo que hice mal>>

 

 

 

-¡Jafar, cuánto tiempo!-Yunnan lo abrazó feliz.

 

Sinbad se acercó hasta él y abrió sus brazos.

 

 

 

-¿Se puede saber qué haces aquí?-preguntó con desdén.

 

 

 

-Suelo quedar con estos dos. Me llevé una gran sorpresa al saber que estabas aquí. Kouen no nos ha querido decir el porqué, espero que tú nos lo aclares.

 

 

 

-Eso-continuó curioso Yunnan.

 

 

 

-¡Ahhh!-realmente le repateaba el tener que decir algo sobre lo que había sucedido-. Vale, sentaos.

 

Así hicieron los cuatro, incluido Jafar. Pero, súbitamente sonó un móvil. Yunnan comenzó a hablar preocupado.

 

 

 

-¿Con quién habla?-preguntó Jafar en ascuas. Debido a que Yunnan no solía hablar por teléfono y menos poniendo tanto interés y comprensión.

 

 

 

-Con su “hijo”-musitó Kouen.

 

 

 

-No es su hijo-respondió Sinbad dándole un codazo-. Es su sobrino Titus. Aunque, desde que murió su hermana Sherezade lo tiene como si fuera prácticamente suyo. También se ocupa sobremanera de su cuñado Muu...

 

 

 

-Oh, ya veo. No tenía ni idea.

 

 

 

-Es comprensible-decía mientras acariciaba la mano de Jafar el pervertido Sinbad-, ya que Yunnan es muy reservado.

 

 

 

-¡Debo irme!-gritó. Comenzó a recoger sus cosas-. Ya hablaremos en otro momento-se marchó sin más.

 

 

 

-A este paso el niño se convertirá en un consentido-soltó Sinbad.

 

 

 

-Yo creo que Muu ha vuelto a fastidiarla.

 

 

 

-Yo solo sé que no sé nada-dijo Jafar intentando volverse filósofo.

 

Los tres comenzaron a reír.

 

 

 

-Bueno-interrumpió Sinbad-. Cuéntanos que ha pasado, Jafar.

 

 

 

-Lo contaré cuando esté Yunnan aquí-pudo decir una escusa para no decir nada a Sinbad.

 

 

 

-Me parece correcto-afirmó Kouen mientras que se levantaba-. Voy a preparar un café con unas tostadas. Aguardad aquí.

 

Ambos asintieron. Jafar maldecía el haberse quedado a solas con el hombre que tanto odiaba. Sinbad se acercó a él y lo rodeó con el brazo.

 

 

 

-¡Apártate! ¿Qué va a pensar Kouen?

 

 

 

-Me da igual lo que piense Kouen y el mundo entero-agarró sus brazos y lo besó.

 

-.-

 

 

 

Titus abrió la puerta muy feliz y se aferró a Yunnan. Su padre le había fallado y su tío era el único cercano en el que podía confiar.

 

 

 

-¡Tito Yunnan, mi padre es idiota!-gritaba entre lágrimas.

 

 

 

-Eso ya lo sé-suspiró-. ¿Dónde se encuentra él en estos momentos?

 

 

 

-Está en su cuarto,bajó cuando estábamos hablando. Después volvió a dormir.

 

 

 

-Entiendo. ¿Has desayunado?

 

 

 

-No.

 

 

 

-Yo tampoco, y no me equivoco al decir que tu padre tres cuartos de lo mismo. ¿Verdad? Prepara un bol de cereales para cada uno mientras que yo hablo con él. ¿Está bien?

 

 

 

-Vale. Muchas gracias-sonrió.

 

 

 

Muu, en su cuarto, se sentía profundamente abrumado. Cuando los labios de Titus pronunciaron el nombre de “Yunnan” recordó que todo lo que tuvo lugar en la noche no fue cosa de su imaginación o la aparición de un fantasma. Fue Yunnan, uno de sus mejores amigos, el hermano de su difunta mujer y su cuñado. ¿Cómo podría mirarle a la cara? ¿Yunnan también estaba borracho? ¿Lo forzó y ahora este lo odiaba? Eran muchas preguntas y ni una sola respuesta. Solo poseía la certeza de no querer mirar a Yunnan ni intercambiar palabras con él. <<Sherezade, ¿cómo nos has mirado desde el cielo viendo las cosas que estuve apunto de hacer con tu hermano?>>. Comenzó a sentirse sucio. Abrazó su propio cuerpo con remordimiento. Pero, sin esperarlo la puerta se abrió.

 

 

 

-Muu Alexius, debería darte vergüenza... Te saco de esa fiesta a rastras, me preocupo de que te duermas, me voy a mi casa pronto por tu culpa, ¿y me entero de qué te has quedado dormido y has hecho sufrir a Titus?-preguntó muy enfadado-. Deberías estar muerto.

 

 

 

-Yunnan-lo miró ruborizado. Quiso decir algo, pero no pudo.

 

 

 

-Deja de mirarme con esa cara de bobo-le sonrió. Era mirar la cara de Muu y volverse tranquilo y relajado. Aquel hombre le parecía el único al que quería entregar su corazón y colmar con su amor.

 

 

 

-Siento lo que pasó ayer-buscaba el suelo, ya que le era imposible hablar con el rubio cara a cara.

 

 

 

-Ya lo sé-suspiró para sí-. Es algo que nunca debió haber pasado-miró al techo. Cada palabra que Muu pronunciaba era un dolor más en su interior. A pesar de que lo amaba no sabía si aguantaría viéndolo mucho más-. También fue mi culpa.

 

 

 

-Tú evitaste que eso pasara-pudo mirarlo a los ojos por unos instantes.

 

 

 

-También era el único que deseaba que no parara-masculló para sí.

 

 

 

-¿Qué has dicho?-preguntó muy sorprendido. Con su fino oído pudo escucharlo levemente.

 

 

 

-¡NADAAA!-abrió la puerta para marcharse, mas Muu lo impidió tirándole de la trenza-. ¡Me haces daño!-dijo enfadado.

 

Muu lo soltó del cabello pero lo agarró de los hombros y miró a ese profundo mar, cristalino y puro que tenía por ojos.

 

 

 

-¿Tú deseas mi cuerpo?-le miró con un semblante serio. Intentado buscar la verdad que se escondía dentro de su amigo Yunnan. Le invadió una mala sensación. Sabía que aquello no acabaría bien. Siempre que se mezclaba el deseo con la amistad el final era triste y solitario.

 

 

 

-No-lo empujó con tal de que sus manos no tocarán su cuerpo. Temía volverse a perder en su amado Muu-. No deseo tu cuerpo. Te deseo a ti-tristes lágrimas comenzaron a caer desde su globo ocular-. Voy a llevarme a Titus a dar una vuelta-dejó la habitación velozmente.

 

 

 

Muu no se podía creer lo que estaba pasando. La persona en la que más confiaba se había marchado llorando. Él lo había provocado. Había desprestigiado sus sentimientos. Lo había herido y de seguro que le había causado un gran dolor por años. Y lo peor era que no podía echarle nada en cara. Y que el propio Yunnan contuvo sus deseos y no se dejó llevar por los deseos egocentristas de Muu. ¿Qué haría ahora? ¿Yunnan volvería a verle como amigo o pasaría del amor al odio?

 

Posiblemente Muu tuvo la mejor idea que probablemente tuve en su vida y la que en aquel momento pudo haber tenido. Abotonó su camisa decidido. Abrochó su pantalón y puso rumbo al salón. Allí, en la mesa del comedor, estaban su cuñado y su hijo disfrutando de un bol de cereales. También había otro, en un sitio vacío al lado de Titus y enfrente de Yunnan. El pelirrojo se sentó. Ya no tenía miedo y podía hablar.

 

 

 

-He obrado mal con los dos. Pero errar es totalmente humano. Sin embargo, es totalmente humano remediar los pecados.

 

Yunnan y Titus se miraron. Estaban expectantes ante lo que propondría el fanalis.

 

 

 

-Ya no sé puede ir al circo-reprochó Titus.

 

 

 

-Ya lo sé. Por eso este fin de semana haremos algo más interesante.

 

 

 

-¿El qué?-preguntaron los dos rubios al unísono curiosos.

 

 

 

-Viajemos este este fin de semana a París. Los tres. Sin preocupaciones, distracciones.

 

 

 

-¿Enserio, papá?-el pequeño curvó sus labios de oreja a oreja. Se sentía plenamente jubiloso. No había hecho nada divertido desde que su madre murió. Eso podría ser una gran oportunidad de volverla a pasar con su padre y de estar con su carismático tío. Comenzaba a estar impaciente por el viaje-.¡BIENNNN!

 

 

 

-Hijo, no grites que aún tengo resaca-se llevó la mano derecha a la sien intentando soportar el dolor.

 

 

 

-Vale, lo lamento-dijo muy risueño-. ¡Iré a mi cuarto a hacer las maletas!-se marchó corriendo.

 

 

 

-¡Hijo, si aún queda una semana!-pero ya se había ido totalmente ilusionado.

 

Muu suspiró y se metió una cucharada de cereales a la boca. Después miró a Yunnan. El rubio expresaba congoja por su perdido rostro.

 

 

 

-¿Por qué debería ir yo?-aguantaba las lágrimas-. ¿No sería mejor si fueras con tu hijo? Yo, verdaderamente, no pinto nada.

 

 

 

-Eres su tío. Hermano de mi mujer. Mi amigo. Tú pintas mucho. Además, hay otro motivo. El motivo más importante es que cuando yo me enamoré de Sherezade ella estaba sufriendo la muerte de otro hombre. Pero ella me dio una oportunidad, curé sus heridas y se enamoró de mí. Y esta es la oportunidad que yo te doy a ti. Ella lo querría así.

 

-.-

 

 

 

El Saluja miraba por la ventana totalmente perdido. Ni un segundo, pudo quitarse de la cabeza el hecho de que Judar estuviera en la fiesta. <<¿Para qué necesitaría trabajar?>> Se preguntaba continuamente en sus infinitos delirios y debates internos. Sentía que no podía esperar para verle y conversar con él. Solo debía esperar hasta el lunes en el recreo. Aunque, ciertamente, le hubiera gustado haber estado un poco más en la fiesta con él. Tenía grandes preguntas, y una gran inquietud dentro de él.

 

Tomó su balón de baloncesto y puso rumbo al parque. Tal vez era la única manera de mantener la cabeza despejada, o eso creía. Debido a que cada tiro que lanzaba lo fallaba. En su cabeza solo estaba el mismo pensamiento. Se repetía una y otra vez.

 

Suspiró muy agotado. Se sentía inútil y un desperdicio. ¿Por qué pensaba tanto en Judar? Debería centrarse en el baloncesto y en sus objetivos. No podía permitirse el lujo de perder más el tiempo, sino no entraría en el equipo.

 

 

 

Solo eran las nueve de la mañana de un sábado. Ni una sola alma estaba en la calle, por lo que le sorprendió que un muchacho de largos cabellos y todo vestido de negro pasara por la acera de enfrente.

 

Se escondió detrás de un árbol para que no lo viera. Al final resultó que tenía miedo. <>. Se colocó su sudadera y en su bolsa metió el balón. Por un impulsó comenzó a seguirlo:

 

Judar se adentraba en el pleno centro de la ciudad. Iba distraído. Lo que le vino muy bien a Alibaba, así no se daría cuenta de que estaba siendo observado. En un momento se adentró en una penumbrosa calle. Era estrecha y muy larga. Después de unos 15 minutos llegaron al final de esta. No existía salida. El rubio comenzó a ponerse nervioso. Pensaba en que hacer mientras que Judar se quedaba mirando fijamente al muro. Se colocó detrás de un coche.

 

 

 

-Alibaba-inició a decir el mayor-, ¿crees que no te he visto?-se giró y lo miró a la cara-. Eres horroroso observando personas-sonrió inescrutablemente.

 

Se acercó a él con lentitud. El menos permanecía inmóvil. Lo tomo del brazo y lo irguió.

 

 

 

-Judar yo...-trémulo sin saber que responder.

 

 

 

-Nada de lo que puedas decir te salva de la paliza que te espera.

 

 

Notas finales:

Muchas gracias por leerlo! Espero sus reviews! Para saber más de mí y tener contacto conmigo pueden seguirme en mi página de facebook:

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Nos leemos muy pronto. Feliz semana Santa


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