Es el momento en el que te das cuenta de ese nuevo sentimiento, que tu vida empieza a caer, como si todo fuese una pieza del juego mal colocada y el efecto dominó empezase. El inicio es algo pequeño, una pequeña sonrisa que se forma cuando lo ves aparecer -más cálida y dulce de lo normal-, y termina con tu corazón latiendo a la velocidad de la luz, desenfrenado e histérico, deseoso de saltar fuera de tu pecho y así poder ser plenamente libre.
Intentas no darle importancia al principio, cerrando los ojos ante las evidencias que poco a poco te van golpeando.
Crees que puedes con ello, que tienes la suficiente capacidad para soportar todo ello sobre tus desnudos hombros, ¿no eres al fin y al cabo el mejor alumno de la clase? ¿no eres el chico más inteligente de todos? ¿El más fuerte? ¿El más independiente? Pero en los asuntos del corazón, la razón no tiene cabida, y poco tardas en darte cuenta de ello.
Y todo cae el día que Naruto Uchiha, tu pequeño hermano, besa a otro chico frente a ti. Algo sensillo, simple y monótono, nada nuevo, porque el usuratonkachi y él han sido novios durante unas semanas. Pero nunca había pasado nada frente a ti, gracias a Dios, pero ahora que es tan consistente, ahora que puedes palparlo, un vacío y hueco 'crack' se escucha en el fondo de tu pecho.
Él se gira, como si de verdad lo hubiese escuchado, pero solo rueda los ojos al verte a ti allí parado, como un mero espectador.
-¿Te diverte, teme'?- Pregunta, con su tono satírico y duro, aunque tierno en el fondo, aunque solo porque se trata de ti.
No puedes hablar nada, quizá porque la situación es demasiado para ti -al final, no has resultado ser tan fuerte como esperabas- o, porque la lengua se ha colado por esa gran avertura que recientemente se ha abierto en tu pecho. No lo sabes, pero, simplemente, las palabras no salen de ninguna manera, se niegan a ello, solo siguen bailando entre tus cuerdas vocales. Así que niegas y corres de allí como alma que lleva el diablo.
Y ves tu vida caerse, pedazo a pedazo y cuando intentas recogerlos del suelo, escurren entre tus dedos. Estás enamorado de tu hermano pequeño, de Naruto, tú Naruto, aquel chico que tanto sentido le da a tu vida, que te alienta cuando nadie más puede hacerlo, que te da ese pequeño empujón que necesitas.
Y no sabes si sentirte como el mayor pervertido del mundo, como la mayor decepción de la familia o como el mayor corazón roto de la historia.
Porque no sabes que duele más, amar a Naruto -cometiendo el mayor tabú del mundo- o saber que nunca podrá ser correspondido.
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Es el momento en el que te das cuenta de ese nuevo sentimiento, que tu vida empieza a caer, como si todo fuese una pieza del juego mal colocada y el efecto dominó empezase. El inicio es algo pequeño, una pequeña sonrisa que se forma cuando lo ves aparecer -más cálida y dulce de lo normal-, y termina con tu corazón latiendo a la velocidad de la luz, desenfrenado e histérico, deseoso de saltar fuera de tu pecho y así poder ser plenamente libre.
Intentas no darle importancia al principio, cerrando los ojos ante las evidencias que poco a poco te van golpeando.
Crees que puedes con ello, que tienes la suficiente capacidad para soportar todo ello sobre tus desnudos hombros, ¿no eres al fin y al cabo el mejor alumno de la clase? ¿no eres el chico más inteligente de todos? ¿El más fuerte? ¿El más independiente? Pero en los asuntos del corazón, la razón no tiene cabida, y poco tardas en darte cuenta de ello.
Y todo cae el día que Naruto Uchiha, tu pequeño hermano, besa a otro chico frente a ti. Algo sensillo, simple y monótono, nada nuevo, porque el usuratonkachi y él han sido novios durante unas semanas. Pero nunca había pasado nada frente a ti, gracias a Dios, pero ahora que es tan consistente, ahora que puedes palparlo, un vacío y hueco 'crack' se escucha en el fondo de tu pecho.
Él se gira, como si de verdad lo hubiese escuchado, pero solo rueda los ojos al verte a ti allí parado, como un mero espectador.
-¿Te diverte, teme'?- Pregunta, con su tono satírico y duro, aunque tierno en el fondo, aunque solo porque se trata de ti.
No puedes hablar nada, quizá porque la situación es demasiado para ti -al final, no has resultado ser tan fuerte como esperabas- o, porque la lengua se ha colado por esa gran avertura que recientemente se ha abierto en tu pecho. No lo sabes, pero, simplemente, las palabras no salen de ninguna manera, se niegan a ello, solo siguen bailando entre tus cuerdas vocales. Así que niegas y corres de allí como alma que lleva el diablo.
Y ves tu vida caerse, pedazo a pedazo y cuando intentas recogerlos del suelo, escurren entre tus dedos. Estás enamorado de tu hermano pequeño, de Naruto, tú Naruto, aquel chico que tanto sentido le da a tu vida, que te alienta cuando nadie más puede hacerlo, que te da ese pequeño empujón que necesitas.
Y no sabes si sentirte como el mayor pervertido del mundo, como la mayor decepción de la familia o como el mayor corazón roto de la historia.
Porque no sabes que duele más, amar a Naruto -cometiendo el mayor tabú del mundo- o saber que nunca podrá ser correspondido.