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El juego del gato (EunHae) por lunafang

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Unas imágenes poco pudorosas cruzaron la mente de Lee Hyukjae luego de que escuchara la inusual propuesta de su pequeño sobrino. Jamás había escuchado algo por el estilo y no estaba seguro de cómo tenía que interpretarlo. Parpadeó un par de veces y trató de que no se notara su respiración repentinamente agitada. Por algún motivo había asociado las palabras dichas por el niño de forma casi instantánea al erótico baile de la canción Like A Cat de AOA, lo cual era completamente absurdo. Se dijo a sí mismo que actuara con normalidad y le preguntara a Donghae cuál era el objetivo del desconocido juego. No podía malpensar de esa forma de su pequeño sobrino. Después de todo, no había un motivo real para vincular ambos temas, ya que seguramente Donghae ni siquiera debía conocer la existencia de aquel grupo femenino de Kpop.

- ¿Cómo dices, Donghae? ¿De qué se trata el juego? -preguntó finalmente Hyukjae cuando salió de su estupor. Se sorprendió un poco de que su voz sonara más suave de lo normal.

- Es muy fácil -sonrió el pequeño, ajeno al debate interno de su joven tío-. Tú haces tus cosas normalmente cuando de pronto yo llego muy triste y digo miau. Me tienes que preguntar qué me pasa y yo te contesto que estoy triste porque no tengo un amo. Así que tú me dices que quieres ser mi amo. Y yo me pondré tan feliz que me acostaré sobre tus piernas y tú me tienes que hacer mimos.

- ¿Mimos? -repitió, esta vez con voz ronca.

- Sí, me tienes que acariciar y hacer cosquillas, como si fuera un gato.

- ¿No podríamos jugar a otro juego, Donghae? -propuso el muchacho con duda. No estaba seguro de si aquello era apropiado para jugar entre un niño y un adulto.

- Pero a mí me gusta el juego del gato. Siempre lo juego -refunfuñó y volvió a inflar sus regordetas mejillas-. Podemos hacerlo en el sillón para tener más espacio.

Esta vez Hyukjae tuvo que reprenderse a sí mismo mentalmente para que ninguna imagen fuera de lugar surgiera tras aquella alusión sobre el espacio que ocuparían al jugar. Era él quien veía un segundo mensaje donde en realidad sólo había uno, y este era que Donghae estaba en una tierna edad donde todo le parecía natural. Tomó uno de los libros que había sobre la mesa sin molestarse por leer el título y caminó atropelladamente hacia el living, donde se encontraba el viejo y mullido sillón de tapizado marrón. Se dejó caer sobre el sin ningún reparo y abrió el libro en un capítulo al azar, notando que Donghae todavía continuaba estando en la cocina. Luego de leer unas cuantas palabras del primer párrafo de la página soltó un bufido de exasperación, ya que reconoció inmediatamente que se trataba de uno de los trabajos de Freud que más le había costado leer y analizar: El malestar en la cultura. Recordó avergonzado que, en cuanto había surgido el tema en clases, sintió un fuerte deseo de salir corriendo del aula y jamás regresar. Esto fue debido al hecho de que escuchar hablar a su aburrido profesor entrado en años sobre la represión sexual dentro de la sociedad y los numerosos comentarios de sus compañeros de curso, le provocaron un gran sentimiento de culpa que lo acompañó durante todo el año lectivo. Incluso llegó a pensar en la posibilidad de abandonar la materia optativa y el siguiente año escoger otra en su lugar, aunque más tarde decidió desechar la idea.

- ¡Miau! -dijo lentamente una voz infantil.

Tanto se había sumergido en sus repentinos pensamientos el joven pelinegro que olvidó por un breve momento el motivo que lo había llevado a trasladarse de habitación y cargar con aquel despreciable libro. Donghae estaba a unos pocos pasos de distancia con la cabeza gacha y las manos entrelazadas a la altura del estómago. Sus labios formaban un lindo puchero y sus ojos parecían tener miedo de conectarse con los del mayor, mostrando su brillo característico que podía fácilmente confundirse con lágrimas no derramadas. Aquella imagen del castaño le provocó mucha ternura a Hyukjae, aunque luego tuvo la fugaz idea de que dentro de algunos años serían varias jovencitas quienes caerían ante el encanto del niño.

- ¿Tú quién eres? -preguntó el pelinegro con falsa sorpresa.

- Me llamo Donghai y soy un gatito de Taiwan -se refregó un ojito con su mano izquierda, fingiendo que se limpiaba las lágrimas.

- Yo soy Hyukjae, pero puedes decirme Hyukkie -se presentó sonriendo-. ¿Por qué lloras, Donghai? 

- Estoy muy triste porque nadie quiere ser mi amo -rezongó decaído.

- No te deprimas, chiquito -se acercó a él y le acarició los finos cabellos como si se tratara de una mascota-. Hyukjae puede ser tu nuevo amo. ¿Te gustaría eso?

- Si, si -celebró con voz cantarina y un par de saltitos.

Huykjae volvió a sentarse sobre el sillón, esta vez buscando estar en una posición cómoda, y observó atento cómo Donghae se sentaba a su lado derecho sin dejar ningún espacio entre ellos. Acto seguido, el niño recostó la parte superior de su cuerpo sobre las piernas del mayor y trató de colocar sus propias piernas contra su pecho, de tal forma que pareciera estar en una posición fetal, como si se tratara de un gato recostado. Entonces el pelinegro se dispuso a acariciarle suavemente el cabello y el brazo derecho, sintiendo la respiración acompasada del castaño contra su estómago. Intentó al mismo tiempo que jugaba con su sobrino continuar leyendo El malestar en la cultura, pero pronto descubrió que se trataba de una tarea en vano. Si bien Donghae permaneció tranquilo la mayor parte del tiempo, su actitud juguetona no le permitió concentrarse en el texto. Cada tantos minutos, de su garganta escapaba un sonido que lindaba entre el ronroneo de un gato y un agudo gemido. Se trataba de un sonido tan exquisito y sensual que Hyukjae no creía haber escuchado en ninguna de sus ex-parejas. Aquello podría haberlo ignorado, como le gritaba su conciencia en esos momentos, si dicho sonido no estuviera acompañado de un leve movimiento del torso del pequeño que frotaba cierta parte sensible de la anatomía de Hyukjae.

- Donghae -dijo el pelinegro con la boca seca luego de permanecer en esa misma posición tortuosa con el niño alrededor de media hora.

- ¿Qué pasa, shūshu? -preguntó el niño somnoliento.

- ¿Con quién juegas esto? -le cuestionó suavemente.

- Con mi amigo Shì Xūn -respondió despacio mientras se desperezaba en su lugar.

- De acuerdo -casi gritó al quitar al niño de encima suyo con el mayor cuidado posible, dejándolo sentado en una esquina del sillón-. Ya falta muy poco para la hora del almuerzo. ¿Qué te parece ir a comer al centro comercial?

- Sería genial -le sonrió.

Tío y sobrino se dirigieron hacia el centro comercial en una larga caminata de quince minutos que dejó a Donghae con la boca abierta, ya que el niño sólo visitaba la ciudad de Mokpo cuando viajaba a Corea del Sur. Hyukjae sonrió al verlo, ya que de seguro él había tenido la misma reacción la primera vez que visitó la ciudad capital, varios años atrás. Cuando llegaron al lugar, el repentino apetito fue olvidado por ambos en el mismo momento en que Donghae corrió eufórico hacia el carrusel que se encontraba ubicado en el centro de la zona de juegos infantiles.

 

 

Notas finales:

Perdón por tardar tanto tiempo en actualizar, pero tuve un mes medio difícil y me costó ponerme a escribir. Espero no haberlos desilusionado con el capítulo. No crean que el juego termina acá, porque esto es sólo el comienzo.


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