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¿Dónde está el amor? por luky_luze

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Notas del fanfic:

Son las 12:30 de la mañana, tengo sueño, flojera y no se que mas decir al respecto asi que...

ARRIBA EL AOSAKU PUES!! :3 <3

Personajes no mios, eh!

Notas del capitulo:

Hello nwn!

Ñeee como dije, tengo sueño pero aprovecho este tiempo libre para mostrarle uno de mis proyectos que quedaron inconclusos del año pasado uwu.

Practicamente este shot se escribio gracias a la intervencion de muchas canciones de amor y desamor, asi que ya saben xD

Nos vemos abajo.

El ambiente en aquella sala era pesado, casi insoportable. Incluso, si le daban un hacha con mucho gusto rompía con aquella atmosfera. Suspiro, lo mejor era controlarse y no hacer alguna locura como lo había planeado desde el principio, lo que sea con tal de evitar el momento por el que estaba pasando ahora.

“¿Cómo fue que llegamos a esto?” Pensó, se sintió un tanto intimidado al tener la severa mirada de aquel regordete y canoso hombre viéndole fijamente, casi deseando traspasar su alma. Por instinto desvió la mirada a algún punto de la sala, nunca se había sentido tan nervioso como en esos momentos. Estuvo varios segundos con la mirada buscando algo entretenido que hacer, hasta que en un movimiento rápido vio a un castaño igual o más nervioso de lo que estaba el, incluso no se atrevía a levantar la mirada. Jugar con sus pulgares era más entretenido y sencillo para él, era su manera de escapar de la realidad.

-Bien…- dio un brinquito en su lugar al escuchar la voz del hombre regordete y canoso, hasta ese momento el castaño se animó a levantar la cabeza –después de varios exhaustivos meses meditando la situación que hoy nos lleva a reunirnos en esta corte, y al ver que ambas partes están de acuerdo a terminar en buenos términos- hablo con voz firme el hombre, viendo a las dos partes de su juzgado –fallo a favor del divorcio entre la pareja Aomine- concluyo, sin cambiar su seriedad y frialdad –ambos involucrados, pasen al estrado a firmar el acta de divorcio- después de eso, el ambiente se sentía más pesado e incómodo que antes.

El primero en llegar fue Aomine que aún no se creía que estaba a unos segundos pasar a ser soltero de nuevo. No iba a firmar nada hasta que el castaño que aun tenia por esposo lo firmara primero. Con inseguridad el castaño se acercó hasta donde estaba el estrado, se sentía nervioso en especial porque su ex esposo le veía con intensidad, tomo el bolígrafo que el juez le ofrecía y sin mirar atrás firmo aquel acta, solo era cuestión de esperar a que Daiki lo firmara.

-Ryo…- murmuro el moreno, aun sin salir del shock en el que estaba. El castaño había firmado sin titubear acta de divorcio, ese hombre no era su honguito.

-Lo siento pero… es lo mejor Daiki- exclamo, viendo al hombre que tenía frente suyo. Seguía manteniéndose igual de atractivo como el día que le conoció.

-¿Es esto lo que quieres? ¿Para nuestros hijos?- el castaño desvió la mirada mientras apretaba los labios, no era justo, nada justo con él.

-Gyo ya tiene 15 años, y Mei tiene 8. Ambos comprenden la situación en la que estamos, por favor no metas a mis hijos en esto- pidió, viendo con seriedad al moreno –firma el papel y terminemos con esto Aomine-san- agrego, sin apartar la mirada del otro.

-¿Así piensas echar a la basura 18 años de matrimonio?-

-Yo no fui… el que pidió el divorcio, Daiki- ataco Ryo, viendo con dolor al más alto –haz… haz el favor de firmar el papel, ya no quiero seguir con esto- pidió de nueva cuenta, ahogando las ganas de llorar que sentía en esos momentos.

-Yo…- no sabía que decir ante ese golpe de realidad, cada palabra le pesaban en lo más profundo de su corazón –como quieras- resignado firmo el papel que oficialmente declaraba como separados a el castaño y a él. Le parecía increíble creer que ya era alguien divorciado. El que se burlaba de sus compañeros que estaban en esa situación, ¿Qué fue lo que le llevo a separarse de Sakurai? No tenía idea.

O quizá sí, pero no quería verlo.

-En dos semanas será la audiencia para decidir la manutención de sus hijos, así como también quien será el que tenga su custodia- hablo de nuevo el juez, cortando sus pensamientos –esta sesión a terminado- sentencio, tomando el pequeño maso que tenía golpeándolo con la superficie de su estrado.

Todos en la audiencia comenzaban a retirarse, al igual que sus amigos más cercanos. Sus hijos y Ryo fueron los últimos en salir, el castaño con una mirada seria, nada comparada con la de su hijo mayor, el cual llevaba de la mano a su princesa. Tardo un poco en procesar todo lo que había pasado, y seguía sin entenderlo.

Esa no era la vida que quería para su familia, el siempre quiso darle algo diferente a sus hijos, nada comparado con su vida. No quería que un divorcio los marcara a ellos como a él lo marcó durante su infancia.

“¿Por qué siento que esto está mal?” pensó, saliendo al fin del juzgado, con las manos en los bolsillos, caminando por los pasillos del lugar, logro ver al castaño que arreglaba un poco su cabello, sus ojos levemente hinchados daban signos de que lloro por unos minutos. Gyo era igual que el respecto a lo celoso y posesivo. En especial cuando se trataba de Ryo y Mei. Era demasiado sobreprotector con su madre y su única hermana, quien se atreviera a lastimarlos se las vería con sus puños, incluso si era el mismo Aomine del que estamos hablando. Sinceramente, no veía su vida de ahora en adelante viviendo sin ellos.

-Ryo- en cuanto el castaño le dio la mirada a Aomine, sus labios se vieron invadidos por los del moreno el cual sonrió para sus adentros al ver los ojos del castaño con cierto brillo cada que lo besaba –en cuanto nos graduemos… ¿te casarías conmigo?- aquello lo soltó tan… seriamente que le sorprendió hasta cierto punto a Sakurai… siempre se imaginó contrayendo matrimonio con Aomine, pero tan luego terminaran la universidad y no la preparatoria.

-¿Qué-que pasara con la universidad? Aomine-san tiene tantos sueños que cumplir, tantas metas… si contraemos matrimonio, nosotros... nosotros- se avergonzó el castaño, comprendiendo la seriedad de aquellas palabras, una familia y un matrimonio a esa edad era una gran responsabilidad, no era un juego después de todo.

-El que estemos casados, no significa que dejaremos de lado la universidad ¿sabes?- contesto el moreno, atrayendo el cuerpo del castaño al suyo, obligando a Ryo a dejar de lado el bento que compartían ambos, sentándolo sobre sus piernas, abrazándole con posesividad –siento que eres el único que quiero en mi vida, no quiero a otra persona a mi lado sino eres tú, Ryo- agrego, basando el cuello del castaño, mientras aspiraba su dulce aroma a canela.

-¿Habla enserio, Aomine-san?- pregunto el castaño, viendo al moreno con inseguridad.

-Nunca en mi vida había hablado más enserio, Ryo- contesto con seriedad el peli azul, tomando la mano izquierda del más bajo, colocando en el dedo anular un pequeño anillo de plata en el –estamos a tres meses de graduarnos, es mejor ir viendo los preparativos de la boda ¿no crees?- limpio con cuidado las lágrimas que corrían por pálidas mejillas del castaño, depositando un pequeño beso en la nuca de Ryo.

-Daiki-san- exclamo cohibido el menor, abrazando al moreno, llorando como si se tratara de un niño pequeño, ocultando su rostro sonrojado en el pecho del moreno el cual sonrió al ver tales expresiones en el castaño, siempre valoraría aquel día, el día en el que se comprometió con el más bajo.

El día que su vida tomo un significado diferente.

Tres meses habían pasado desde que había sido el divorcio. Y vaya que esos meses han sido los más pesados y complicados de toda su vida, para empezar el distanciamiento que sus propios hijos establecían entre ellos y el, en especial Gyo. Desde que salieron del juzgado, solo le dirigía la palabra para reprocharle el llanto de su madre todas las noches desde que se separaron, y la pequeña Mei no podía decir mucho, le dolía ver a sus papis peleados. Aun no comprendía mucho lo que había pasado, pero lo que si sabía era que su padre tenía la culpa y que era por el que su mami sufría mucho.

Si, sus hijos le hacían ver que era un idiota, el más grande que haya pisado la tierra.

No solo eran ellos, sino todos sus amigos de la Generación de los Milagros y sus respectivos esposos. Casi se armó la tercera guerra mundial cuando piso la mansión Akashi, por poco no sale vivo de esta. Suspiro, no era muy sano pensar en eso. Cuando se dio cuenta de sus actos ya se encontraba en la entrada principal de lo que en un principio era la casa que compartía con su familia y dadas las circunstancias dejo de serlo hace tiempo. Se bajó de su patrulla con la intención de ir a recoger a sus hijos, ese fin de semana le correspondía a él pasar tiempo de calidad con Gyo y Mei, intentando limar un poco las asperezas de su rencilla. Nadie dijo que ser divorciado iba a ser sencillo.

Llego a la puerta, viendo con melancolía cada lugar de la casa, ahí había vivido una gran variedad de experiencias, los primeros pasos de Gyo, las primeras palabras de Mei. La noticia de ambos embarazos de Ryo, sus inicios en la policía. Todo en ese lugar le traía gratos recuerdos. Toco, esperando a que alguien le abriera, le tomaría tiempo no entrar por esa puerta. Se sorprendió un poco al ver que era su hijo mayor el que le recibía, siendo ignorado completamente por el adolescente.

-Ya llego el taxi mamá, te llamaremos en cuanto lleguemos a la mansión Akashi- grito desde la puerta el adolescente de cabello azul y piel nívea, viendo con resentimiento a su padre –apresúrate Mei, Miku no esperara mucho por ti enana- siguió, pasando a un lado de su padre, subiendo sus maletas y las de su hermana al auto.

-Adiós papi- se despidió la castañita de piel levemente canela, tirando un poco del suéter de su padre –creo que no podremos estar juntos, lo siento- después de eso salió corriendo hasta donde estaba su hermano el cual veía la escena de manera silenciosa, tomando la mano de su hermana, ayudándola a subir al taxi.

-Deja en paz a mi madre, Aomine- agrego molesto el peli azul, viendo con cara de pocos amigos a su padre, una vez hecha aquella advertencia, subió al taxi junto con su hermana y el auto arranco, dejando en la puerta de su casa al moreno.

“Bueno… supongo que es normal que me odie, después de todo yo hice lo mismo cuando mi padre nos dejó a mi madre y a mi” pensó el peli azul, un tanto enojado dado que no estaba al tanto de los planes de sus hijos para que pasaran el fin de semana con los Akashi –de nuevo-. Bueno, la semana pasada fue en la casa de los Kise, y en la anterior en la de los Midorima. En resumen, en cualquier lugar menos en el departamento de Aomine.

Entro a la casa y se quitó los zapatos, ya estaba ahí. Podía pasar por unas cuantas cosas que necesitaba y después se iría a su departamento y se dirigiría a la estación. El trabajo le ayudaba a despejarse “solo espero que Ryo no se asuste”

A paso lento camino por los pasillos de aquella silenciosa casa, las paredes repletas de fotografías de su vida, desde la preparatoria, su boda y después su vida de casado con el castaño, estaban en las paredes del recibidor. Paso por la sala, parecía que todo estaba igual a como lo dejo hace tres meses, a excepción de unas cuantas cajas que suponía estaban llenas de sus pertenencias, además de que en la mesita de centro estaba el anillo de plata con el que hace quince años le propuso matrimonio a Sakurai junto con la acta que certificaba su separación.

-Estoy bien Tetsuya-san, los niños recién fueron a la casa de Kouki-san- aquella voz que identifico como la de Ryo se escuchó desde las escaleras, en efecto era el castaño el que estaba hablando por teléfono con Tetsu, llevando en sus manos otra caja llena de recuerdos de Aomine –comprendo que no es correcta la actitud de los chicos respecto a la convivencia que tienen con Aomine-san, pero tampoco puedo obligarlos a pasar el fin de semana con él, recién fue el divorcio, no puedo pedirles que pasen tiempo con su padre, en especial Gyo. El comprende que fue su propio padre el que quiso separase de mí. Es igual que Daiki, suele tener cierto resentimiento a las personas que lo lastiman- explico, colocando la caja que cargaba encima de otra, limpiando con la manga de su suéter el sudor que resbalaba de su frente.

“Sigues haciéndote el fuerte” recordó el moreno, viendo al castaño que hasta ese momento no se ha dado cuenta de su presencia “te he dicho millones de veces que no te guardes las cosas, yo estoy para…” freno en seco al ver el semblante deprimido del castaño, sus ojos hinchados y las ojeras que tenía eran claros signos de las muchas noches en vela que pasaba Ryo.

-El abogado dijo que el proceso iba a ser largo, y lo entiendo. Quince años de matrimonio no se olvidan de una noche a la mañana- comento, sentándose en uno de los sofás de la sala, abrazándose a sí mismo –no se olvida pero no deja de ser doloroso. Sabía que tarde o temprano Aomine-san terminaría aburriéndose de nuestro matrimonio, pero… esperaba que para entonces aun fuéramos jóvenes y no haber tenido hijos- explico, limpiando con el cuello de su suéter sus lágrimas –lo que más me duele son mis hijos, ellos no tienen por qué pasar por esto. Evadir a su padre es su forma de sacar su dolor-

“Yo no me aburrí de ti, Ryo. Es solo que” los suaves sollozos de su ex esposo lo hacían sentir miserable.

-Pero no todo es malo, Tetsuya-san- una suave sonrisa se dibujó en sus facciones, levantándose con ímpetu caminando a la cocina –lo he estado hablando con los niños y están de acuerdo con que continúe con mis estudios universitarios, dado que con el embarazo de Gyo no logre terminarlos, pienso hacerlo la próxima primavera, nuevos aires harán que olvide de apoco este dolor- continuo –aun no tengo idea de donde concluirlos, pero el próximo lunes Imayoshi-senpai me acompañara a ver la universidad donde trabaja, gracias a el también es como he salido adelante-

“¿Qué quiere el cara de zorro con Ryo? ¿Lo estará cortejando?”

-¡Po-por supuesto que no! ¡Es imposible!- gritó avergonzado el castaño –suficiente tengo con que mi hija piense que Imayoshi-san es mi novio como para que tu también lo pienses- fue bajando el tono de voz después de aquella confesión –además, soy un hombre divorciado y con dos hijos ¿Quién podría fijarse en mí? no tengo nada que ofrecerle a los demás- explico con las mejillas levemente sonrojadas.

“La pregunta sería… ¿Quién no se fijaría en ti, Ryo?” vio con cuidado cada una de las facciones del castaño. Siendo sinceros, para ser un hombre de media edad, su ex esposo se conservaba muy bien. Seguía manteniendo aquella aura frágil y angelical con la que le conoció en la preparatoria. No aparentaba ser madre de un adolescente de 15 años y una niña de ocho. Quien dijera lo contrario estaba ciego.

-Aomine-san- se asustó un poco al ser descubierto por el castaño. ¿En qué momento había dejado de hablar con Tetsu? -¿Cuánto tiempo a estado escuchando? ¿Buscaba algo?- pregunto Sakurai, bebiendo un poco de su te de sakura, después viendo al moreno con atención.

-¿Cuándo deje de ser Daiki, Ryo?- vio como el castaño suspiraba cansado, dejando a un lado en la barra de la cocina su taza de té.

-Cuando firme el divorcio- sentencio el castaño, arreglando un poco su cabello –no me parecía correcto seguir tratando de la misma manera a mi ex esposo. Me tomara un poco de tiempo, pero debo dejar de verle como la persona con la que compartí 18 años de mi vida grandes experiencias, y mi primer amor Aomine-san- añadió, caminando hasta la mesita de la sala, tomando el papel y el anillo que estaban ahí –sugiero que haga lo mismo- le entrego en la mano ambos objetos, rozando por última vez sus manos, para después subir por las escaleras de la casa, hasta llegar a su habitación.

-¿Cuándo te le vas a declarar?- pregunto Kagami, viendo con atención e interés al moreno con el que estaba jugando, no era normal que el peli azul le sacara en la madrugada para hablar de eso.

-Terminando el entrenamiento de hoy- agrego el moreno, quitándole de manera fácil el balón al peli rojo, encestando de manera limpia, dejándose caer de espaldas al suelo -¿alguna sugerencia?- pregunto, viendo desde abajo a Kagami.

-Se espontaneo, y dile lo que quieres que sepa. No lo fuerces, lo que tengas que decirle saldrá de ti por si solo- recomendó, bebiendo un poco del agua que llevaba, limpiando el sudor de su frente con la su camisa –después llévalo a comer algo, no te digo que sea algo caro o de lo más exclusivo, eso déjaselo a Akashi, solo… hazlo sentir cómodo consigo mismo, en un ambiente tranquilo-

-¿Crees que me rechace?- pregunto con un queje de duda en su voz Aomine –es decir, soy consciente de las pocas posibilidades de que me corresponda, Imayoshi e incluso Wakamatsu tienen más posibilidades de salir con el que yo, no son un par de brutos e insensibles y- se calló al recibir directo a la cara un balonazo, logrando confundirlo más de lo que ya estaba.

-Por razones como esas, es que Sakurai no se fijaría en alguien como ellos- alego Kagami, importándole poco el aura oscura que emanaba Aomine –ellos no son tú, por eso es que el hongo se fijó en ti- agrego –tienes algo que ese par no tiene, aparte de tu maldito genio-

-Sabes… creo que tienes razón. Tetsu tenía razón, eres bueno escuchando a los demás Bakagami-

-Por algo soy mejor que tú, Ahomine- sonrió con superioridad, ayudando al moreno a levantarse, una vez hecho su trabajo ahí, no tenía nada más que hacer en esa cancha.

-Lo he perdido Kagami- exclamo desanimado el peli azul, sentado en la banca de los vestidores de la comisaria, revolviéndose los cabellos con desesperación –parece que no pero, mi mayor temor se volvió realidad- comenzó a reír de manera nerviosa, soportando el ardor en los ojos por las lágrimas que trataba de contener.

-¿Sabes?- murmuro Taiga, sentándose a un lado del moreno, poniendo una de sus manos sobre su hombro –cuando me dijiste que le propondrías matrimonio a Sakurai cuando aún estábamos en la preparatoria me burle de ti, es más… sabía que estabas jugando con algo que era serio e importante para el honguito. Llegue a pensar que solo sería una cruel broma de tu parte para tu novio. Pero cuando me mostraste el anillo de compromiso con el que le propondrías matrimonio, me trague mis propias palabras porque sabía que ibas muy enserio con esto. Incluso Tetsuya se sorprendió cuando le dije que a ambos nos habías pedido que fuéramos tus testigos para la boda- recordó, cerrando por un momento los ojos, no era nadie para juzgar las decisiones del moreno, lo único que podía hacer era escucharlo, como siempre. –ese día vi algo distinto en tus ojos, determinación, nerviosismo, un infinito amor que le profesabas a Sakurai. Llegue a desear que mi matrimonio con Tetsuya fuera igual que la de ustedes, porque sabía que un hombre que fue capaz de ensuciarse la ropa con aceite de automóvil, cortarse los dedos en cocinas de restaurantes, y ser repartidor de correo solo para comprar un anillo de compromiso, sería capaz de hacer lo que fuera por su esposo y su familia- agrego, obligando al peli azul a que se pusiera de pie.

-¿Podría tener una segunda oportunidad?- pregunto Daiki, viéndole con ansiedad.

-Eso depende de ti, Ahomine- contesto Taiga, golpeando el hombro del moreno, ya había intervenido lo suficiente entre esos dos todos estos años.

Lo primero que vio cuando llego de la academia fueron que todas las luces de la casa estaban apagadas, el televisor encendido y la cena aun sin poner. Lo cual ya era raro en su opinión, pues siempre que llegaba a casa era recibido por un beso de bienvenida, pero eso no paso.

-Ryo…- llamo al castaño pero nadie contesto, esto comenzaba a preocuparle. Busco por los pasillos algo que le dieran el paradero de su esposo, pero todo parecía estar en orden. Incluso el celular y las llaves del castaño estaban en el recibidor.

¿Dónde podría estar Sakurai?

Busco por las habitaciones, el sótano, y el cobertizo, pero no había señales del castaño por ningún lado. Ryo no era de los que se escondían así como así, además, la casa no era muy grande, así que no había muchos lugares para esconderse. Iba a llamar a sus compañeros cuando un sonido proveniente del baño le trajo a la realidad, tranquilizándole un poco.

Subió de nuevo las escaleras hasta llegar a su habitación, se dirigió al baño de la misma, comprobando que si, efectivamente, había alguien ahí dentro. Tomo el picaporte, esperando encontrar al castaño ahí, más lo que nunca espero eso…

-Uh… esto no es bueno… ouh…- gimió asqueado el castaño, arrodillado en el suelo, abrazando al inodoro, mientras con el otro brazo sobaba su vientre –Daiki-san se molestara conmigo- el solo mencionar el nombre de su esposo junto con los nervios hizo que regresara lo poco que aún tenía en el estómago.

-Ryo- llamo el moreno, viendo desde el umbral de la puerta al castaño que abrazaba su vientre, con cuidado se fue acercando al castaño, hasta que quedo en cuclillas, revolvió el cabello de Ryo, se daba una idea de lo que estaba pasando -¿ibas a decírmelo?- pregunto directo, sobando la espalda del castaño hasta que este se recuperada de las náuseas que le invadían.

-Lo siento…- se disculpó el más bajo, recargándose en el pecho del moreno, las náuseas lo estaban matando –planeaba decírtelo cuando los resultados estuvieran listos, no quería alarmarte por nada. Pero hace media hora el olor del arroz y del sake me marearon y me invadieron las náuseas, vomite lo poco que había logrado comer en el trabajo- explico, respirando con un poco más de tranquilidad, estar en los brazos del moreno siempre le aliviaban un poco.

-Comprendo…- murmuro el peli azul, acariciando los cabellos sedosos y suaves del castaño, tan indefenso y frágil -¿Por qué pensaste que iba a enorme? El que tú y yo tengamos un hijo en estos momentos es algo bueno, lo único que quiero es que ambos seamos felices, y un hijo nuestro no arruinara mis planes a futuro contigo- no se caracterizaba exactamente por ser un hombre de buenos consejos, solo era un hombre que sabía que decir en el momento adecuado, y a la persona indicada.

-Daiki-san- exclamo conmovido el más bajo, abrazando con fuerza al moreno, siendo correspondido de inmediato. La llegada de un hijo siempre será una bendición, sin importar las circunstancias en las que fue concebido, se repetía internamente, acariciando la mejilla del moreno, depositando un suave beso de agradecimiento en los labios contrarios, el más alto sabía cómo consolarle en los momentos difíciles.

-¿A dónde me lleva Kuroko-san?- pregunto con curiosidad el castaño, siendo llevado a arrastras por el peli celeste, le parecía increíble que a sus casi treinta y cinco años se atreviera a embarazarse de nuevo.

-Es una sorpresa, así que por favor no hagas más preguntas Sakurai-kun- contesto el de ojos color cielo, deteniéndose solo para vendar los ojos al castaño, logrando asustarlo un poco en el proceso –no es nada malo, te lo aseguro- se apresuró a completar, tomando de nuevo al castaño de la mano.

-Si es este otro intento fallido para buscarme nueva pareja, le advierto que con toda la pena del mundo, tendré que rechazar su invitación, no estoy listo para otra relación- advirtió, sonriendo levemente, en ocasiones el peli celeste podía ser terco cuando se lo proponía.

-¿Por qué no? Eres soltero ahora, y tienes pretendientes por montón- pregunto Kuroko.

-Porque aún no me recupero de mi separación con Aomine-san- tan simple como eso, pensó el castaño, suspirando, no quería pensar más sobre ese tema. Aunque ya había pasado un año desde que volvió a retomar su apellido de soltero, aun le costaba asimilar que había dejado de ser Aomine por decisión propia –al menos merezco saber porque usted y los demás me obligaron a arreglarme y vestirme con un kimono- agrego, caminando con un poco de dificultad por el terreno donde estaban. El olor al mar y sal envolvieron su olfato, pues no sabía dónde había parado ahora con el peli celeste.

Tan perdido estaba en sus pensamientos y en sus recuerdos que no se percató de cuando Kuroko le había soltado de la mano, y que ahora estaba parado en medio de la playa ¡Oh que genial! ¿Qué podría ser peor que estar en medio de la nada, solo con kimono y a poco de anochecer? Vaya que tenía suerte.

-Creo que eso yo puedo explicarlo, Ryo- dio un brinquito del susto al escuchar esa voz, quería quitarse la tela de los ojos mas no podía, pues si lo hacía, sabía que todas sus barreras caerían ante Aomine Daiki.

-Aomine-san- se giró un poco de su lugar, chocando con el cuerpo del moreno que le retuvo entre sus brazos, sino hubiera sido por esa acción hubiera caído al suelo por la falta de equilibrio -¿Qué estamos haciendo aquí?- pregunto, alzando un poco la cara donde suponía se encontraba el rostro del moreno.

-¿Cómo has estado?- pregunto Daiki, desviando la pregunta antes hecha.

-No desvíe la pregunta, Aomine-san- pidió un poco molesto el castaño, además de incomodo dado que el moreno desde que había chocado con él, sus brazos no habían dejado su entalle, aferrándose a el -¿puede soltarme por favor? Esto es incómodo para mí- pidió, poniendo sus manos en el pecho del moreno, en un intento de alejarse de él.

-No voy a hacerlo Ryo- demando, rozando sus nariz por el cabello suave del castaño –hueles delicioso, mejor de lo que recordaba- murmuro, aspirando todo el aroma que podía obtener de aquellos cabellos y de esa persona, su honguito.

-¿Por qué hace esto?- pregunto el castaño, bajando la mirada, dejando que sus lágrimas humedecieran la venda que rodeaba sus ojos –usted y yo ya no somos pareja, lo único que tenemos ahora en común son muchos recuerdos que vivimos juntos, y un par de hijos maravillosos que solo pagan las consecuencias de sus padres- siguió, hablando más para el que para el moreno, intentando zafarse del agarre del moreno sobre su cuerpo –no tiene derecho a terminar de romper los pocos sentimientos que aún tengo por ti- agrego, escapando de los brazos de Aomine, quitándose la venda de los ojos, ahora ya nada tenía importancia para él, solo sus hijos, nadie más.

-Te necesito…- susurro Daiki, reteniendo con sus brazos al castaño, atrayéndolo a su cuerpo por su cintura –fue mi error pedirte el divorcio, la monotonía estaba acabando conmigo, los recuerdos de lo que fuimos y mis temores a perderte me llevaron a un lugar al que nunca quiero regresar. Vivo rodeada de personas que perdieron a sus parejas por un error, separadas de sus hijos por ese mismo, llegue a creer que ese temor algún día nos alcanzaría a nosotros, y antes de que fuera eso, me separe de ti. No podría soportar el hecho de que me odiaras, me cambiaras por alguien mejor, que le pidieras a mis hijos que me odiaran- explico, quitando con cuidado la tela que tenía alrededor del cuello el castaño, girándolo y quitándole las lágrimas que aun rodaban por sus mejillas.

-No eres justo conmigo- reprocho el castaño, viendo con ojos llorosos al peli azul –se suponía que tenía que dar vuelta de hoja, continuar con mi vida y la de mis hijos. Ahora vienes y me dices todo esto, pareciera que no confiaras en mi- grito, pegándole en el pecho al moreno, este solo dejo que se desahogara todo lo que quisiera –te odio, te odio, te odio Ahomine Daiki- lloro, siendo abrazado por completo por el moreno, el cual en un movimiento rápido le dio un significativo beso en los labios.

-Yo te amo, Sakurai Ryo, nunca volveré a dejarte ir, lo juro- respondió el peli azul, sonrojando al castaño más de lo que ya estaba, en especial cuando hacia hasta lo imposible por no ver directo a los ojos del otro, escapando de las miradas curiosas de sus amigos e hijos, o al menos de su hija menor. Se moría de la vergüenza por la que estaba pasando mientras que Aomine se mostraba más tranquilo, y sereno.

Porque a veces era solo necesario un pequeño error para ver la magnitud de dependencia que tenemos sobre una persona, en especial cuando esta era la persona con la que compartiste muchos años de alegrías, tristezas. Sueños y objetivos por cumplir en esta vida.

Notas finales:

Eso fue todo chicos...

Ya me voy a dormir porque sino me regañan xD

Nos vemos pronto chicos *3-

Luky se va

Paz .Y.

P.D, Segundo one-shot del año -gritos internos <3-


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