Cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando dentro de su matrimonio, su corazón se estrujó con violencia, un desconocido estaba entrando en el corazón de su esposo, dolido y asustado Taiga, decidió ver quién era la persona que estaba inmiscuyéndose en su matrimonio.
Era un joven de piel clara, visiblemente suave, cabello dorado y ojos miel, con un brillo comparable al sol, su belleza sin duda alguna era incomparable, cuando se acercó a él para verlo mejor, su risa sonaba tan dulce, tan sincera, su voz era exquisita, como la perfecta melodía, entonces fue que se dio cuenta que no podía competir con aquel hermoso chico.
Esa misma noche, los constantes pensamientos de perder a Daiki, su esposo desde hacía casi doce años, lo atormentaban privándolo del sueño, fue entonces que como una fría daga, lo oyó, en medio de sus sueños Daiki lo nombraba, de esos belfos que le juraron amor eterno y completa fidelidad, salió susurrante aquel nombre… Ryouta.
Las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a correr, los sollozos murieron atorados en su garganta, con cuidado de no despertarlo, se fue de su lecho matrimonial, encerrándose en el baño, dejó caer su cuerpo al suelo, y cubriendo su rostro con sus manos, dejó salir todo su dolor, dejó que el amargo sabor de saberse amenazado llenara su boca.
Taiga lo comprendía perfectamente, Ryouta estaba en la plenitud de su juventud y con toda seguridad podía quedarse con su marido si así lo decidía, pero también sabía que aquel rubio alegre no tenía ni la más mínima idea de lo mucho que Daiki significaba para él.
Ryouta podía tener su gusto en hombres, justo como su marido, altos, fuertes, valientes, amables y cariñosos, pero él sabía que si algún día Daiki decidía irse de su lado jamás volvería a amar como lo amaba a él, era su todo, su apoyo incondicional, su razón para no dejarse caer después de la muerte de su hijo a causa de un aborto espontaneo.
Armándose de valor decidió enfrentarse con ese rubio chico, sabiendo que era un cotizado modelo, concretó una cita, fingiendo ser un empresario interesado en tener al joven como rostro de su empresa, el día llegó y con los nervios a flor de piel, se presentó en aquel café donde lo había citado, el rubio lo esperaba bebiendo un frappuccino, viendo de forma distraída por la ventana, se acercó sentándose frente a él llamando su atención.
- ¿Kagami Taiga?- preguntó el chico, regalándole una de sus sonrisas ensayadas.
-Quiero hablarte de un tema muy delicado- dijo aclarándose la garganta, sentía las ganas de llorar picando sus ojos, pero se abstendría de hacer una escena en aquel lugar, vio la curiosidad cruzar por aquellos ojos dorados- Se que Daiki es un excelente hombre- comenzó a decir y vio la sorpresa tomar posesión del rostro del rubio- se que podrías llevártelo de mi lado en un cerrar y abrir de ojos, pero él lo es todo para mí, es el único al que he amado de esta forma, al único al que sin importar nada me he entregado por completo, te ruego que no te lo lleves de mi lado, aunque sepas que puedes arrebatármelo, y-yo solo quería decirte todo esto, porque mi felicidad depende de ti- dijo sonriendo tristemente, su corazón estaba pendiendo de un hilo, no sería capaz de recuperarse de una perdida como esa- y de lo que decidas hacer, Ryouta.
La sorpresa aún permanecía en el rostro del rubio, sus manos apretaron el vaso medio lleno que sostenía con fuerza, su garganta de pronto se secó, nunca pensó que Daiki fuera un hombre casado, mucho menos que su esposo notara que él le había estado coqueteando durante las últimas semanas.
Taiga se levantó de su lugar, necesitaba aire, urgentemente, salió sin voltear atrás, una vez cerrada la puerta de su casa lloró hasta que no pudo más, gritó hasta desgarrarse la garganta, era demasiado dolor, en algún punto del llanto, el cansancio pudo más con él y termino cayendo dormido, cuando despertó su esposo estaba a su lado, dándole suaves caricias sobre el cabello, ese toque le dolió más de lo jamás había imaginado.
Daiki viendo el dolor reflejado en esos ojos rubíes que amaba con intensidad, sintió la culpa carcomerlo, su intención jamás había sido dañar a su esposo, había tomado a juego los coqueteos del joven modelo, pero cuando recibió la llamada de Ryouta justo antes de irse a casa después de un agotador turno nocturno, supo lo mucho que había dañado la confianza de su tigre.
- Mi intención jamás ha sido dañarte Taiga- le dijo sincero, limpiando las lágrimas que comenzaban a correr mojando el rostro demacrado de su esposo, solo entonces notó la magnitud de sus acciones- Nunca podría serte infiel, eres y siempre serás el amor de mi vida, el único en mi vida, lamento tanto que mis acciones te hicieran dudar de mi amor hacia ti- le dijo recibiendo como una respuesta un apretado abrazo por parte del pelirrojo.
El daño estaba hecho, ahora solo quedaba tratar de enmendar su error.