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Deseos de cosas imposibles. por ParnerLevi

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(Escaparateh7;

La batería del celular se ha puesto en color naranja, debe tener al menos un treinta por ciento restante.

El reloj de la pared de enfrente marca casi las tres de la tarde, me pregunto qué tanto tengo que esperar antes de irme a casa, aunque siendo sinceros eso de volver a casa suena más como un sueño bastante amable, porque solo tendré unos cinco minutos dentro de ese lugar antes de ir con aquella mujer que posiblemente también me regañara y tardara la mitad de la sesión dándome un discurso sobre mil cosas que se supone un adolescente promedio como yo debe hacer, deberes, derechos y ese tipo de cosas que solo los psicólogos saben hacer y decir.

La puerta se abre y aquel idiota con cara de perrito apaleado sale con una mano en la nariz, como si aún quisiera detener la hemorragia nasal muy a pesar de que ya la tiene vendada y perfectamente protegida para su recuperación no tan pronta. Al pasar frente a mi entrecierra los ojos en plan de declaración de guerra. Supongo que ahora va a que también le rompa las piernas, con mucho gusto lo haría y con mucho gusto lo hare de ser necesario.

—Levi.

No contesto al instante, solo hasta que pierdo conexión con ese tipo volteo el rostro.

El psicólogo escolar suspira y me indica que ya puedo pasar.

—Está por demás decir que esta es la quinta vez que te recibo en menos de un mes y nunca es para nada bueno.

Me encojo de hombros y me dejo caer en el asiento como si fuera un costal de papas mal hecho.

—¿Algo que decir en tu defensa? —Insiste.

No digo nada, ¿Qué podría decir?

Golpee al tipo hasta que casi lo dejo inconsciente y hasta que su nariz se hincho igualando a un tomate bola, eso fue lo que paso, ¿Las razones? Les valen lo suficiente como para mandarme de nuevo con este tipo.

—Levi, ¿Necesitas que llamemos a tu madre?

—¿Es una amenaza?

—Es una advertencia, este es un comportamiento repetitivo, ¿Qué está impulsándote? ¿Cuál es la conducta?

—¿Importa? ¿Si les digo, van a hacer algo? No, por supuesto que no. Con llamar a la madre de ese hijo de puta…

—Tu vocabulario.

—A ese hijo de puta. —Recalco. —No se va a solucionar nada.

—¿Y moliéndolo a golpes, si?

—Tal vez, así posiblemente aprenda su lección.

El hombre suspira un tanto irritado y otro tanto exasperado, sé que le desespera esta situación, lo que de cierta forma es divertido.

—Wagner me dio una versión de la historia, me gustaría escuchar la tuya.

—¿Qué le dijo? Déjame adivinar, ¿Qué me lance a él como animal salvaje a golpearlo sin causa aparente, solo porque me cae en la punta del hígado?

Noto un deje de sorpresa en el rostro del psicólogo escolar, he acertado.

—¿Entonces es cierto?

—Claro, tengo tan poco cerebro y tan poca tolerancia que me lance solo por ver su horrible cara. —Contesto con sarcasmo. —¿Ya puedo irme?

—Levi, esto es serio, si sigues con esa actitud rebelde van a expulsarte, tus notas no van a respaldarte toda la vida, si tienes planes de entrar a la universidad en algún punto de tu vida también necesitas una carta de recomendación conductual ¿Crees que la escuela va a otorgártela solo por tus notas?

Dejo salir una buena bocada de aire de los pulmones y me cruzo de brazos.

No es que sea un niño berrinchudo que no quiere decir nada solo porque se le ha antojado, solo que en verdad el hablar sobre todo eso no va a solucionar ni la mitad de todos esos problemas, además tanto el hombre frente a mi como todo el departamento escolar son meros inútiles, no puedes ir a quejarte porque inmediatamente van a mandar a todo el colegio al psicólogo, como si eso fuera el mejor analgésico.

—¿Qué hay de Farlan?

—¿Qué con él? —Supongo que va a querer darle la vuelta al asunto metiéndolo de nuevo en la terapia.

—¿Dónde estaba cuando golpeaste a Wagner?

—No lo sé, con alguna chica de sexto, seguramente. —Tampoco es una gran mentira.

—Ya veo. ¿Y la chica?

—Yo que sé, no suelo meterme con los de sexto año.

—Me refiero a la chica pelirroja con la que siempre están ustedes dos.

—No lo sé. —Esta vez es casi inevitable que mire hacia otro lugar. —Es una desadaptada, no suelo meterme con desadaptados.

Erwin, el psicólogo educativo, se ríe de lo que digo.

—Hablando de desadaptados. —Dice con algo de sarcasmo.

—¿Ya puedo irme?

—Aun no, no hemos resuelto esto, no puedo dejarte ir sin llegar a un acuerdo.

—¿Qué necesita? ¿Qué firme una forma, que le lleve una nota a mi madre?

—Ojala fuera tan fácil. —Se aleja del escritorio y saca una carpeta, mi expediente de visitas de todos los años que he estado estudiando en esta institución. No es muy delgada que digamos.

Admito que me da algo de nervios ver toda esa carpeta llena de formas y notas, un expediente muy interesante, Mikasa suele decir que de no ser por mis notas quizá ya me hubieran expulsado hace como unos cuatro años, pero, según, un buen estudiante no debe ser desperdiciado solo por un comportamiento malo, eso puede corregirse. Con palabras o… a golpes.

—Primera noticia: Estas suspendido por una semana.

—¿Qué?

—¿Te sorprende?

—No pueden suspenderme esta semana, hay exámenes.

—¿Ahora te preocupan? Lo hubieras pensado antes de destrozarle la nariz a Wagner. Segunda noticia: Supimos que estas yendo a terapia con la psiquiatra Hanji Zöe, hablaremos con ella para que cambie su forma de trabajo contigo, al parecer no está sirviendo de nada, si no tendrás que ir con otro especialista en niños problema.

—Es una locura, no pueden hacerlo. —Casi estoy gritando sobre su cara.

—Podemos y lo estamos haciendo. La directora no quiere perder a un excelente miembro académico, dice que eres casi un genio en las ciencias aplicadas, está dispuesta a enderezar tu comportamiento de cualquier forma. —Responde sin inmutar el gesto.

—Es una locura. —Repito.

—Tercera noticia: Servicio comunitario. Iras a visitar a Petra Ral del consejo estudiantil para que te asigne una tarea, esta se te será levantada hasta que veamos resultados. Y cuarta noticia: Presentaras los exámenes en periodo sabatino. Eso es algo bueno ¿No?

No contesto, solo ruedo los ojos demostrando lo molesto que me siento, en cuanto Mikasa se entere no voy a dejar de escucharla ni en sueños. Terminare alucinándola.

—¿Ya puedo irme?

—Esto es por tu bien, Levi, en serio, piensa en lo que estás haciendo. Cuando estés dispuesto a hablar estoy aquí para escucharte y resolver esos problemas.

Meto las manos en los bolsillos del pantalón del uniforme y con una última mirada de molestia tomo mis cosas y salgo del aula con caminar pesado. Una vez fuera dejo salir un suspiro de pesadez.

Aunque no lo crea, también me gustaría dejar de meterme en tantos problemas, pero por desgracia es algo que no puedo evitar de forma tan sencilla por más que lo intente.

Hay personas que hacen actos buenos que parecen malos y otras que hacen actos malos que parecen buenos, así es como este mundo se divide, sencillo y cruel.” Pienso que de alguna manera pertenezco al primer grupo. A pesar de intentar hacer algo bueno, siempre termino haciendo tonterías.

Cuando llego a casa son más de las cuatro de la tarde, Zöe va a matarme en cuanto me vea, si ya le fueron con el chisme y más porque voy a llegar impuntualmente de nuevo, ahora también hay que sumarle el numerito que va a darme a esa mujer.

Mamá conoce a Zöe de algunos años, así que le pidió hace como dos meses que me atendiera por los problemas de conducta, ella accedió y ni siquiera cobra por las consultas, a veces platicamos de mil cosas, otras veces nos ponemos a jugar como si fuéramos niños, otras me regaña y otras toma su papel de Psicóloga y Psiquiatra infantil en serio. Y esta tarde va a tomarse el papel muy en serio.

—Eres un tonto, ¿De nuevo en problemas? ¿Sabes cómo va a ponerse mamá en cuanto se entere? —Y allí está, la niña consentida de papá y mamá.

—Mikasa, ya tuve suficiente con el psicólogo de la escuela, y ya tendré suficiente con escuchar a Zöe en un rato, cállate por favor, no quiero escucharte a ti también.

—Pues tendrás que soportarme también. —Me voy directo a mi habitación, justo al lugar donde ella no puede entrar, principalmente porque no lo soporta. —Levi.

—Solo voy a quitarme el uniforme, pasa si quieres. —Digo sonriendo para mí mismo. Jamás se atrevería.

Aunque… su insistencia en regañarme es muy alta.

Me desvisto y busco ropa limpia en el armario, ella tarda unos segundos en respirar y pensarse bien lo que está haciendo, luego abre la puerta de la habitación lista para seguir con su discurso.

—El tío Kenny hablo hace una hora, también se ha enterado y dice que… lo mejor es que vayas con él a Inglaterra para el siguiente semestre. —Dice con el ceño fruncido. —Por favor deja de meterte en problemas, mamá intento convencerlo de que estas mejorando y yo también le he dicho que no es tan malo, pero no es tonto.

—¿Estas defendiéndome?

Rueda los ojos y se cruza de brazos.

—Eres mi hermano, no quiero que te lleven lejos de casa, a mamá le entristecería mucho. Por eso yo también te regaño.

Admito que eso me da justo en alguna parte del corazón, justo y directo. Como luce una hermana tratando de protegerte. Es lindo pero también algo terrorífico.

Le doy un abrazo en un intento de comprensión, no somos de esos que se demuestran cariño abiertamente, pero creo que en esta ocasión lo vale.

—¿Qué fue lo que paso? —Pregunta con tristeza.

—Tengo que ir con Zöe, luego nos vemos. —Tomo mi mochila y la evito saliendo rápidamente de casa.

Sería más fácil contarle a ella todo esto, lo comprendería un poco.

El consultorio de Hanji Zöe queda a solo cuarenta minutos de aquí, tengo que tomar un autobús y luego caminar al centro de la ciudad, está ubicado en una bonita residencia de alta alcurnia, es donde ella vive y atiende, aunque trabaja en el psiquiátrico que está más al norte, es una especialista en las neurociencias, le apasiona todo lo que tenga que ver con el cerebro y el sistema nervioso, incluso me ha usado de conejillo de indias en más de una ocasión, para sus experimentos de reflejos, percepción, memoria, aprendizaje y todo lo referente a los procesos psicológicos. Me agrada, incluso me ha metido el gusanito de estudiar psicología o psiquiatría en algún momento de mi vida, me está pegando su curiosidad enfermiza.

Al subir los escalones, un chico baja de igual manera, cuando nos cruzamos escucho que murmura.

—Adiós amapola, adiós rosa blanca, adiós margarita, adiós rosa roja, adiós tulipán…

Así hasta que termina de nombrar a todas las flores que adornan el arreglo que hay en la pared a un lado de la escalera, me detengo para observarle durante un instante, luego de llegar a la planta baja toma asiento y mueve los dedos rápidamente sobre un cubo de rubik, mueve los labios, parece como si siguiera repitiendo algún tipo de oración. Tiene el cabello revuelto, hecho un caos, es de color castaño achocolatado, no veo el color de sus ojos, parpadea muy rápido. Viste una sudadera color lila y pantalones de mezclilla sencillos.

—Nunca me había topado con algún paciente tuyo. —Comento nada más entrar.

—¿Ehh? —Hanji baja el expediente que lee y luego se quita los anteojos. —Ahh… el chico que acaba de salir, sí, es paciente mío, se llama Eren.  

—Interesante. —Dejo mis cosas a un lado de la silla y tomo asiento.

—Vino una mujer que dice ser parte de tu escuela, al parecer volviste a meterte en problemas, creí que ya estábamos avanzando, Levi, ¿Qué ocurrió esta vez? ¿Puedo saberlo? —Parece algo cansada, tanto por el trabajo como por volver a la línea primeriza de terapia.

La miro durante un momento antes de dejar caer mi cabeza sobre el respaldo de la silla.

—Se estaba burlando de Isabel, ella es demasiado noble y adorable como para pedirle que la deje en paz, al principio pensaba en dejar que ella misma se hiciera cargo, pero... —Suelto un suspiro. —Empezó a decirle cosas lascivas, ella aun no entiende del todo de esas cosas, es demasiado inocente como para encontrarles sentido alguno.

—¿Lo golpeaste por eso? —Pregunta ella sirviendo un vaso con agua y ofreciéndomelo.

—Le pedí que la dejara en paz, fui amable, pero… dijo muchas cosas, no soy paciente así que simplemente quise callarlo con un golpe.  

—Tengo entendido que casi le rompes la nariz.

—No lo logre por desgracia, el grito de Isabel atrajo a uno de los prefectos.

Se sirve algo de café y bebe como si se tratara de agua.

—¿Le explicaste eso al psicólogo escolar?

—No.

—¿Por qué?

—No serviría de nada, no les tengo confianza.

—Solo quieres arreglar el mundo a tu manera, Levi, una cosa que debes entender es que las cosas no funcionan de esa manera, ya lo sabes, lo hemos hablado. Si no pones de tu parte, yo no puedo ayudarte, haces mi trabajo más difícil. Te lo pondré en un escenario diferente, ¿Si?, ellos creen que solo estoy jugando contigo, llevamos un buen rato de terapia y de repente tú haces esto, ¿Sabes lo que eso me afecta? Si no puedo hacer algo con un adolescente problema como tú, entonces como podría hacer algo con un niño con problemas mentales realmente graves. ¿Me explico?

—Como si fueras inútil. —Resumo.

—Sí, algo así. —Se aprieta las sienes con energía. —¿Por qué siempre intentas proteger a los más débiles? No es la primera vez que golpeas a alguien por jugársela a algún nerd o desadaptado extraño. ¿Tú y Farlan se las dan de Héroes? Aunque Farlan es más discreto, si no mal recuerdo solo una vez lo atraparon y llevaron ante la directora.

—No es eso.

—¿Entonces? ¿Quieres cubrir algún complejo?

—Tal vez simplemente me molesta, tal vez simplemente no lo tolero. —Respondo de manera agresiva.

—Las personas no suelen ser amables con otros solo porque no lo toleran, siempre hay una razón, amor, dinero, para sentirse bien consigo mismos por hacer algo malo, para proteger a alguien porque han sufrido lo mismo, no sé, hay un millar de opciones.

—Pues a mí sí, Isabel solo es una niña tonta que no sabe defenderse, no me gusta que la molesten por eso, solo eso.

—¿Y los demás?

—También son demasiado tontos o estúpidos para defenderse.

Ella enreda uno de sus dedos en la trenza castaña y desordenada que tiene por cabellera, luego vuelve su atención al expediente que tiene enfrente, le da una hojeada antes de volver a guardarlo dentro del cajón a un lado del escritorio.

—¿Tienes más amigos aparte de Farlan y la pequeña Izzy? —Pregunta poniéndose de pie. —¿De tu hermana y yo?

—No, ¿Debería?

—¿Te cuesta mucho acercarte a alguien? Ya sabes, ir y preguntarle sobre una tarea, preguntar la hora o simplemente decir “hola”.

—No, pero no necesito ir y hablarle a otra gente.

Ella suspira y se vuelve a poner los anteojos, toma un libro de uno de los estantes de madera.

—Entiendo. ¿Qué tal va la escuela? ¿Cómo te llevas con los profesores? —Vuelve a preguntar mientras hojea el libro.

—¿A que vienen las preguntas?

—Levi, ¿Incluso el responder de forma cortes te cuesta tanto? —Dice con algo de seriedad acusatoria.

—Solo tengo una relación alumno-profesor, ¿Qué hay de malo en eso?

—¿Y tus vecinos?

—Me caen mal, son ruidosos.

Me pregunta sobre toda la gente que me rodea, me cuestiona sobre la forma en la que pido las cosas cuando voy de compras, sobre mi manera de actuar en público y luego se dedica a revisar libros de todos los estantes.

—Voy a tomar medidas drásticas, también me dijeron que estas suspendido durante una semana, ¿No?

—Así es. —De seguro es algo malo.

—Tu servicio comunitario será ayudarme a mí, te encargaras de socializar con la gente que veo todos los días, gente con problemas realmente graves, quiero ver que tal te desenvuelves en ese ambiente tan estresante. Tratar de entender que es lo que desean algunos, tratar de comunicarte con otros, yo ya estoy adaptada a ellos. Vamos a ver qué tal lo llevas tú. ¿Te parece?

Bueno, siempre podría ser peor, ¿No?

—También necesito a alguien que limpie este lugar, la última chica que me ayudo simplemente desapareció un día. 

Sí, siempre podría ser peor.

Gracias por leer.

Parlev.


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