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~*REQUIEM*~ por Claudens

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Una tarde mas, agobiante y cálida caía en una antigua ciudad Holandesa, el otoño se aproximaba y con él los viajes y la llegada tumultuosa de miles de empresarios que en esa época se reunían para establecer en dicha capital los negocios venideros que les asegurarían prosperidad.


 Ámsterdam, capital al norte de los países bajos es una de las ciudades del viejo mundo atravesada por canales que forman hermosas islas unidas por centenares de puentes, el vislumbrarla en ocasiones hace pensar en el pasado viejo y lúgubre que la rodeo desde su nacimiento. El contacto de esta bella ciudad con el mar del norte la hace un fuerte centro comercial donde prosperan las industrias textiles, azucareras, ferroviarias, de papel, porcelana, vidrio, automóviles, diamantes etc. Un lugar digno de visitar si se desean establecer grandes negocios y con ellos asegurar el futuro de una vida holgada y llena de comodidades.


 En la bolsa de valores aquella tarde las bajas y las altas estaban a la orden del día y las empresas dedicadas a la agricultura y la fabricación de textiles perdían acciones con facilidad, en tanto las referentes a aeronáutica, química y automóviles mejoraban cada momento.


 Entre los pudientes accionistas y representantes de la banca que se encontraban en el moderno edificio, uno en particular se veía extremadamente calmado, su mirada estaba fija en un manojo de papeles que eran minuciosamente examinados por sus ojos dorados. El pasivo detenimiento con que aquel hombre leía las cifras alteraba sobre manera a su joven ayudante, el cual con teléfono celular en mano hacia llamadas cada vez que los números de las repisas de luces que estaban en la parte superior del edificio cambiaban.


 - Señor Wald, ¿qué vamos a hacer?, perdemos dinero rápidamente – dijo alarmado el joven y sus ojos azules del se fijaron en su acompañante, el cual al notar la tensión de su ayudante dejo de mirar los papeles, sonrió ampliamente y respondió con suma serenidad.


 - Najla, compra acciones en empresas de vidrio, cerámica, papel y diamantes, ofrece lo que sea y ya no te preocupes tanto- el chico parpadeo un par de veces al escuchar aquello, ¿cómo podía comprar acciones que estaban en la baja?. Aquella orden le parecía estúpida pero no dijo nada. Una de sus manos se hundió en su cabellera castaña, no comprendía las decisiones de su jefe, pero obedeció. Alzo los hombros y comenzó a marcar en el teléfono, a fin de cuentas él estaba ahí para aprender y si el señor Wald hacia un mal movimiento y perdía dinero, ¡qué importaba!. Él era uno de los empresarios más ricos y poderosos de Holanda.


 El escándalo en la bolsa era como cualquier día, agitación, turbulencia, alegría y angustia, tantas emociones mezcladas en un solo lugar. Personalmente a Alessandro Wald no le agradaba nada de eso, pero no tenía nada mejor que hacer, debía trabajar hasta que la noche cayera y solo entonces su descanso y diversión darían comienzo.


 - Najla te dejo, iré a Rijkmuseum, debo verificar la llegada de unas piezas muy valiosas - el chico asintió, tomo el saco y se lo extendió a su jefe, le paso sus guantes, gafas y sombrero. Wald comenzó a marcharse pero dio una ultima mirada a su ayudante, le parecía un chico muy inseguro, pero era inteligente y si se aplicaba resultaría muy prometedor, era seguro que Lind en el futuro sería un gran inversionista y empresario.


 - Tome las cosas con tranquilidad señor Lind Najla, todo estará bien - sonrió al tiempo que ajustaba sus guantes blancos y se colocaba una larga gabardina gris acero para luego retirarse ante el asombro de los demás empresarios, los cuales se despedían de él con fugaz ademán de sus manos.


 - “Tómelo con calma, jm... ojalá pudiera hacer eso” - pensó el joven de veinte años al tiempo que el vibrador de su celular agitaba su mano y lo obligaba a contestar presurosamente mientras sus ojos azules seguían al señor Wald.


***


Alessandro Wald era propietario del Rijkmuseumel cual cuenta con la mayor y mejor colección mundial de arte holandés del siglo XVII. Fue fundado en 1808 y hoy en día las colecciones que se encuentran en él cubren campos muy amplios tanto en el ámbito de las bellas artes como en el terreno de las artes decorativas, y en ellas aparecen expuestos importantes ejemplares no sólo relativos a la historia de la pintura holandesa sino también piezas procedentes de los países asiáticos. Aunque cuenta con una excelente representación de pinturas de los antiguos maestros flamencos, italianos y españoles, el foco principal de las colecciones lo constituye la pintura holandesa del siglo XVII, entre cuyas obras se incluye una serie excepcional de cuadros de Rembrandt y esto es por que Alessandro se ha encaprichado con tan sublime artista y busca obsesionado cada pieza que hace falta para su museo.


 Los rayos del sol ya se habían extinguido cuando Alessandro abandono el museo, subió a su lujoso auto, se quita sus gafas negras y abre los vidrios polarizados para observar como el nocturno se apodera de la ciudad y una débil sonrisa se dibuja en su hermosa faz.


 El chofer mira por el retrovisor y se topa con la nada, solo el reflejo vacío del interior del auto, se vuelve un poco y ve de reojo y tras de sí observa el semblante sereno de su patrón, no puede evitar sentir miedo y temeroso mientras sus manos hacen girar el volante para tomar una curva pregunta con voz quebrada.


 - ¿Iremos al lugar de siempre señor? – ante el silencio de su jefe el empleado en un alto se vuelve, Alessandro le mira fijamente y asiente en silencio, la mirada fría de aquellos ojos hela la sangre del subordinado, el cual toma de nuevo su posición, presiona con fuerza el volante y lleno de horror continua conduciendo.


 El auto negro al fin llega a su destino, el señor Wald desciende, sus lentes y guantes se quedan en el vehículo. Comienza a andar lentamente mientras con voz seria y sin mirarle interroga a su sirviente


 - ¿Recuerdas que hacer? - el viejo chofer asiente nervioso, Wald se vuelve y lo mira, sus ojos dorados brillan extrañamente en la penumbra de la noche, el sombrero surca los aires quedando dentro del auto y la larga y lacia cabellera roja cae con gracia sobre los hombros del muchacho.


 - Muy bien, entonces nos veremos antes del amanecer – dice con formalidad. Al instante el chofer sube al vehículo, las llantas rechinan sobre el asfalto y Wald sonríe divertido, su criado siempre reacciona de esa forma


 - “ Es un viejo demasiado temeroso, demasiado cobarde” - piensa al tiempo que camina sobre la hierba seca y sus ojos se posan en el hermoso lago Ijsselmeer.


 


***


Esa noche las mismas tinieblas que rodeaban el lago tenían presa a una habitación, el cuarto más alejado de la gran y vieja casona mantenía oculto un pesado secreto. Débiles gemidos se hacían escuchar cada noche, pero eran imperceptibles para cualquier persona ya que las gruesas paredes de la alcoba los apagaban sin contemplación.


 Una triste mirada verde azul recorría cansada la habitación, un espasmo doloroso sacude el cuerpo de la chica que se encuentra encadenada a la pared, sostenida de las muñecas y los tobillos por gruesos grilletes de acero. Un ruido alerta a la joven, sus hermosos ojos, ahora vidriosos y rojizos intentaron buscar en la penumbra que le rodeaba, pero por más que se esforzaba no pudo observar nada, todo lo que veía era la negrura de la noche.


 - Por... favor... - suplica a la nada al tiempo que un par de lagrimas descienden por sus mejillas. No hubo respuesta alguna, supo entonces que de nada serviría insistir, así que, miro al piso y suspiro, después sus ojos se posaron en lo que antes fue su hermosa pijama de seda y que ahora sólo era un camisón rasgado, hecho jirones, manchado de sangre y tierra.


 - ¿Por qué me aleje de la luz señor? - se pregunta así misma quedamente - ¿Por qué ya no soy iluminada por tu cándido esplendor y me has abandonado a la oscuridad?- una risa resuena en la habitación luego de haber escuchado tal palabrería, aquella burla llena de maldad viva tortura más el alma de la doncella cautiva. Esta observa entonces como de las tinieblas emerge una débil luz y esta le permite observar a un hombre que se aproxima a ella.


 - ¿Señor?... tú señor es solo un idiota y nada más, de no ser así ya hubiera hecho algo por salvarte de esto ¿no crees?...- hubo silencio y al ver que la joven no respondía aquel hombre hablo con cinismo - ¡Oh, ya sé!. Tal vez tu noble señor tenga cosas más importantes que hacer que guardar un ánima de las manos ruines de los hijos de Caín... - una mano enguantada en terciopelo negro se poso en la blanca mejilla de la joven y alzo el rostro para que aquellos ojos verde azules le mirasen.


 - Eres muy ingenua... - admitió sonriente el muchacho cuando sus ojos verdes se encontraron con los de ella y despacio se acerco a esta, acaricio su mejilla y después recargo su rostro en su cuello y ella al sentir como aquellas manos recorrían su cuerpo cerró los ojos implorando a Dios que le diera la muerte.


 - El no te escuchara - susurro sensualmente el joven de negra cabellera y tez trigueña al tiempo que lamía una diminuta herida que la doncella tenía en su pómulo derecho y después posaba una de sus manos en el plano vientre y lo desgarraba con sus filosas uñas. El grito de la chica no se hizo esperar y el vampiro comenzó a inclinarse para beber la sangre que fluía a borbotones de la herida.


***


 Tiempo después cerca de la orilla del lago una figura alta y esbelta se movía entre la oscuridad a una velocidad extraordinaria. Jamás ser humano alguno tendría tal agilidad, a simple vista cualquiera diría que se trataba de un felino o una fiera salvaje que cazaba aun indefenso animal, pero lo cierto es que aquel ser tenía la figura de una persona, aunque de ser humano únicamente poseía la apariencia.


 - ¡¡¡¡Por favor alguien ayúdeme!!!! - pasaba ya la hora de las brujas cuando el trágico grito surco la atmósfera cargada y densa de los alrededores. Una voluptuosa dama escapaba despavorida de algo que solo ella había visto. De su cuello escurrían gruesos hilos de sangre, su cabello rubio era agitado por el viento hasta que uno de sus zapatos de tacón se hubo roto y ella cayo al piso. Su rostro se hundió entre la hierba y al intentar levantarse la joven mujer noto con espanto que su perseguidor estaba justo tras de ella.


 - Aa... Alessandro ¿por qué haces esto?...- la pregunta fue formulada entre un mar de llanto y jadeos entrecortados. El muchacho pelirrojo se coloco en cunclillas frente a la desamparada mujer y tomo entre sus manos su tobillo.


 - Oh, te has lastimado, es una pena - dijo fingidamente en tanto sonreía con cinismo


 - Vanesa, nunca vas a aprender a comportarte como una dama, mira que ponerte a correr de esa forma en un sitio como este y con esa clase de vestimenta - tiernamente Wald acaricia la mejilla de la asustada muchacha y seca sus lagrimas con cuidado al tiempo que una dulce sonrisa se dibuja en sus labios


 - Ya no te preocupes, todo estará muy bien querida, yo me encargare de ti... - aquellas palabras fueron pronunciadas con un tono de enfado, los ojos de la chica mostraron sorpresa al ver los grandes colmillos que crecían de la boca de Wald, el cual sin compasión termino con su floreciente vida. Y una vez que su sed de sangre estuvo saciada, el pelirrojo destroza el cuerpo y pedazo por pedazo lo lanza al lago como si se tratara de basura o cosas viejas que deben ser cubiertas por el fango y quedar en el olvido.


 - ¡Otro trabajo perfecto! – reconoce orgulloso y altanero al tiempo que su risa resuena en las tinieblas. Era confortante como su ser se regocijaba cada noche, era bueno haber vuelto a casa. Por otro lado que bien se sentía, salir a cazar siempre lo vigorizaba mucho, le hacia un bien infinito, sentir el miedo de sus presas era como un bálsamo que curaba todos sus malestares.


 Comenzó a caminar lentamente a orillas del lago, la luz de la luna que se filtraba entre las nubes iluminaba su hermoso semblante que a primera impresión daba cuenta de que él era tierno, delicado, noble y bueno, incapaz de hacer daño a nadie, pero aquella impresión era tan falsa como pensar que la vida es en si misma justa.


 Alessandro miro sus manos, las cuales estaban teñidas de sangre y una mueca de disgusto daba cuenta que no era feliz. Con suma molestia sus ojos comenzaron a recorrer su cuerpo y vio su camisa de seda blanca manchada de carmín.


 - ¡Demonios!. La sangre no se quita con facilidad, ¡maldita Vanesa!. Fue culpa suya por moverse tanto, no entiendo para que luchaba si ya sabía que se iba a morir, es patética la resistencia a la muerte que demuestran las mujeres, jm - un gélido viento agita la melena larga y roja de Wald y este suspira resignado.


 - Bueno, creo que hoy estoy demasiado cansado para repetir la cacería... Gabriel tendrá que disculparme - sonríe y sus pasos comienzan a dirigirse a su hogar, a la mansión Wald que se encuentra aun costado del lago Issjelmeer.


 A Alessandro le era muy placentero caminar, aquella acción era la única muestra de dominio sobre sí mismo que poseía. Su vida oscura y lúgubre le parecía divertida, pero extrañaba sobre manera ser libre, no era que renegara de su condición inmortal o de guardián de las puertas de la muerte. No, a decir verdad le encantaba sobre manera sentirse dueño de la vida de tan frágiles criaturas como son los humanos, pero... en su interior una oleada de libertad se revolvía cada día. Así había sido desde que fue bautizado con la marca de Caín y así seguiría siendo por toda la eternidad. 


 Mientras caminaba cerró los ojos un momento y comenzó a recordar todos los problemas que aquella ansia de libertad le había ocasionado


***


Se vio a sí mismo encadenado y encerrado en una mazmorra, unos ojos verdes, grandes y hermosos con la pureza de las Eras en ellos le miraban llenos de pesar, una dulce voz, tierna y seductora le suplicaba, le pedía que desistiera de sus ideas, pero el se negaba a escucharle.


 Entonces fue llevado ante los lideres de los clanes, ante los más viejos y fuertes, los más sabios que habían visto cambiar con sus ojos el mundo una y otra vez. Su juicio fue largo y severo, los antiguos debían eliminar aquel poderoso deseo de libertad que vivía en su alma muerta y por eso aplicaron todo el rigor, no podían arriesgarse a que cometiera una tontería, por que eso podría costarle la vida a todos los clanes. La sentencia entonces fue dura e irrevocable, se pronuncio ante la ira del pelirrojo y a cada palabra que escuchaba de los labios de sus opresores se llenaba de odio contra ellos, contra los suyos.


 Recordaba también claramente como sus ojos dorados se clavaron en ella, el ser que más amaba, lo único que en verdad poseía y era suyo. Aquella traidora, aquella a quien había elegido y traído al mundo de las sombras únicamente para él, aquella en quien había confiado y que le delato, aquella que amaba profundamente y le había dado la espalda. La amplia sonrisa dibujada en la faz de ella le indico que se regocijaba de su destino, que disfrutaba sobre manera verle ahí, humillado y marcado. Jamás olvidaría a esa maldita mujer, por eso desde aquel tiempo decidió que solo cazaría mujeres, ya que ver el terror en los ojos de ellas le traía a la mente el recuerdo de aquella que tanto anhelaba destruir con sus propias manos.


 Era hora de cumplir con la sentencia, Antares líder supremo del clan hechicero se levanto, su voz gruesa y firme resonó en el tribunal oscuro, un aura púrpura comenzó a rodear sus manos en tanto sus labios imploraban en una lengua extraña el castigo para él; la maldición, aquella que lo mataría lenta y dolorosamente. Todo estaba echo y no había nada que hacer o decir, su destino había sido trazado y decidido.


 Pero entonces cuando Antares tuvo concentrado todo el poder y lo lanzo, él solo cerró los ojos, no iba a suplicar por su vida, ¡eso jamás!. Experimento entonces una calidez embriagadora, sus ojos dorados se abrieron para llenarse de espanto al verse cubierto de sangre negra y después percibir un cuerpo abrazado al suyo protegiéndole.


 


***


El recuerdo se esfuma cuando Wald pisa una rama seca y con tristeza pronuncia un nombre quedamente.


 - ...Gabriel... - solo un par de metros lo separaban de la casona, al verla su faz se torno seria y con su mano derecha acomoda sus rojos cabellos ya que el agresivo viento nocturno no cesaba de enredarlos.


 - Eres un perfecto imbécil Gabriel... – dice, sonríe con desgano y continuo su paso.


 La puerta de la entrada dio un gran rechinido al abrirse, los firmes pasos hicieron eco en el silencio, los rayos de luna que se colaban entre las cortinas iluminaban con tenue fulgor el recibidor. Los cuadros antiquísimos y las paredes marmoleadas, transmitían quietud y la fría estancia parecía muerta, no había en ella la calidez de un hogar.


 Alessandro poso su blanca mano en las escaleras y comenzó a subir, sus ojos iban de un lado a otro, le parecía maravilloso que la casa estuviera como antes, la alfombra roja en los escalones, el gran candelabro colgando del techo y era del mismo cristal que el de hace años, los bustos en mármol y las esculturas, las largas cortinas de terciopelo rojo, todo restaurado, todo igual. Sonrió al pensar que los extranjeros habían hecho un trabajo fabuloso. Continuo caminando por el pasillo del primer piso hasta que llego a la última habitación, poso su mano en el picaporte y escucho una risa apagada, lentamente giro la perilla de la puerta y la abrió.


 Dentro de la habitación el joven trigueño escucho algo, pero no se movió continuo bebiendo la sangre de la joven que estaba en sus brazos, sus ojos verdes se alzaron solo un momento y se encontraron con la alta y delgada figura de un chico que estaba en el umbral de la puerta. Al reconocerlo Gabriel soltó a la joven y sonrió, sus labios pintados de carmín, sus pupilas brillaban emocionadas y recorrían de pies a cabeza al recién llegado.


 Rápidamente y con delicadeza el chico levanta a la moribunda mujer, le coloca los grilletes de nuevo y la deja ahí, inconsciente. Sus pasos comenzaron a dirigirse a, Wald, despacio con cadencia, disfrutando cada segundo hasta que quedo frente a este y le sonrió sensualmente.


 - Me alegra que hayas cumplido tu promesa Alessandro... - afirmo complacido al tiempo que tomaba un mechón rojo entre sus largos dedos. Wald se acerca más al chico trigueño y cuando estuvo a centímetros de su rostro sonrió y susurro algo.


 - Gabriel, no deberías ser tan malo con esa mujer - al terminar de decir aquello su lengua lamió la sangre que aún escurría de los labios del joven de ojos verdes y este vibro al sentir aquel toque, lo cual divirtió mucho al pelirrojo.


 - ¡No hagas eso Alessandro! - replico el chico trigueño al tiempo que volvía su rostro hacia un lado un poco intimidado


 - Y ¿por qué no?- pregunto juguetonamente el pelirrojo al tiempo que tomaba con una mano el rostro de Gabriel y lo volvía para que sus miradas se enfrentaran.


 - Bueno... porque... si continuas no voy a responder de mí - los ojos dorados evidenciaron asombro al ver un débil rubor en las mejillas de Gabriel


 - ¿Así? Y ¿qué harías? - pregunto sensualmente Alessandro al tiempo que se aproximaba más a su acompañante


 - Esto... - respondió el joven de ojos esmeralda y besó apasionadamente a Wald. . La caricia fue bastante prolongada y excitante para ambos, el roce de sus labios, el contacto de sus cuerpos, la danza de sus lenguas, el explorar a placer la boca del otro les parecía único y tan placentero. Una vez que no pudieron prolongar más aquel toque delicado el beso se rompió, Alessandro parpadeo un par de veces mientras unos ojos verdes le miraban con deseo


 - Esa fue una buena respuesta - admitió el pelirrojo y Gabriel sonrió orgulloso


 - Pero podría mejorar ¿no crees? - sugirió malicioso el vampiro moreno al tiempo que su amante reía complacido


 Aquella noche fue una de tantas llena de deseo, pasión y depravación para ambos, la oscuridad los protegía, era su aliada y el sentimiento que los unía era eterno. Cada momento que pasaban juntos superaba al anterior y Alessandro siempre traía del mundo humano un par de fetiches y locas ideas para divertirse, así que podría pensarse que eran felices, auque eso no era verdad. Ambos eran conscientes de que vivían un sueño que podía terminarse en cualquier momento.


 Los ojos dorados recorrían la figura perfecta y morena de su amado, las sábanas de seda blanca resaltaban las exquisitas formas de Gabriel y la luz de la luna le alumbraba dándole un aura muy especial, espiritual. Los delgados dedos del pelirrojo comenzaron a acariciar el sedoso cabello negro de su acompañante, un suspiro parecido a un gemido se desprendió de este y Wald recordó con tristeza que Gabriel estaba condenado por su culpa.


 Sin pensarlo estrecho a su amado entre sus brazos, ¿cuanto tiempo tuvo que pasar para que él pudiera corresponder al sentimiento que Gabriel le profesaba?. No lo recordaba ya, quizá fueron décadas, tal vez un par de siglos, el hecho era que le necesitaba y si desaparecía, no sabría que hacer.


 Un par de lagrimas recorrieron las pálidas mejillas de Alessandro, era por su culpa que Gabriel estaba condenado. Aquella maldición debía matarlo a él, pero no fue así, el destino se burlo despiadado y le dio un castigo aún más severo, iba a perder lo más sagrado, lo más valiosos que poseía y su sentencia aquel día de juicio no había sido la muerte sino la soledad, estaría solo por siempre.


 - Esta bien Alessandro, no te preocupes - la débil voz sobresalta al pelirrojo ya que este pensaba que Gabriel dormía, sus ojos se fijaron en aquellas inmortales esmeraldas y el trigueño sonrió


 - Yo escogí esto y no me arrepiento - el chico de corta cabellera negra sonrió ampliamente al tiempo que sus brazos rodeaban el cuello del pelirrojo y buscaba sus labios deseoso. Wald correspondió la caricia con entrega plena, pero su amante pudo percibir en él aquella melancolía y dolor que lo atormentaban desde hace tanto tiempo.


 - Van a encontrarnos... - admitió con pesadez Wald y Gabriel coloco uno de sus dedos sobre sus labios


 - ¡Shhh!. Y si lo hacen ¿qué más da?. El tiempo que estemos juntos vale cualquier castigo o cualquier horrorosa muerte - admitió el chico de ojos verdes mientras recargaba su cabeza en el pecho blanco y bien formado de su amado y este percibía el aroma de su pelo y de su ser, aquel aroma salvaje y único que siempre conseguía alterarlo.


 - No permitiré que nadie te lastime... - afirma el pelirrojo al tiempo que estrecha aún más a Gabriel contra sí, para luego hundir su rostro en la hermosa cabellera negra


 - Son demasiados, lo sabes bien, nos aniquilaran sin compasión, especialmente Antares, jamás olvidare la mirada de sus ojos aquel día. No sé de donde saque fuerzas para oponerme a mi propio hermano, pero ya no hay que preocuparnos más - Alessandro beso la frente de Gabriel y se quedaron así en silencio abrazados el uno del otro, percibiendo la noche, el uno arrullado por el otro, se pertenecían y eso era lo más importante.


 - Un par de horas antes de que el alba despuntara los amantes tomaron un baño juntos y regresaron a la alcoba donde el alimento de Gabriel se encontraba.


 - ¡¿Qué esta muerta?!- repitió el chico de ojos verdes sin poder creer lo que escuchaba


 - No te angusties te traeré otra pronto – decía Wald a su compañero al tiempo que soltaba la muñeca de la chica. Al escucharle el joven moreno se llena de ira y se abalanza contra el pelirrojo tomándolo del cuello de su camisa.


 - ¡¡Pero tengo hambreee!!, no voy a soportar hasta que anochezca de nuevo- grita lleno de cólera en tanto Wald acomodaba su chaleco.


 - ¡Pues tendrás que hacerlo!, no hay otra cosa que puedas realizar por el momento más que esperar- replico el pelirrojo y se puso su saco con cuidado.


 - ¡Maldita seaaa!- desesperado Gabriel comenzó a rasgar las cortinas y lanzar las pocas cosas de la habitación de un lado a otro, rompiéndolas, hiriéndose. Estaba perdiendo el control a cada segundo que pasaba.


 - ¡Detente!, Así solo vas a empeorarlo todo – grito Alessandro y los ojos verdes de Gabriel centellaron llenos de furia ante tal orden.


 - Es fácil para ti decirlo, yo estoy día y noche confinado a este lugar, no puedo siquiera cazar mi alimento, mi existencia se desvanece cada segundo y ¡¡¡me pides que me calme!!!, ¿Acaso estas loco?. No sabes cuanto deseo sentir la adrenalina de la persecución en mi cuerpo, no comprendes en absoluto como anhelo romper esta maldita maldición que me carcome por dentro volviéndome débil e impotente... - Gabriel cayo de rodillas al piso, golpeaba con sus puños el suelo al tiempo que las lagrimas de ira escurrían de sus ojos.


 Al verlo Wald se acerco a él y lo abrazo por la espalda, era muy común que el frenesí, o la locura por la sangre como suelen llamarle muchos, abordara constantemente a Gabriel, pero a ese estado de descontrol se unía el efecto de la maldición, lo que daba como resultado ataques de desesperación que eran cada vez más frecuentes y bestiales. Era eso lo que más le preocupaba, ya que el tiempo de que perdiera la razón y llegara a un estado de bestialidad, aún no había llegado, pero de continuar así, Gabriel se perdería en aquella parte salvaje y animal de su ser y jamás volvería a ser el mismo, sus instintos tomarían el control y el ser que mas amaba se perdería en la locura.


 - Gabriel... - dijo quedamente al tiempo que colocaba sus manos en los hombros del otro chico, intentando darle un poco de consuelo y luego lo obligo a volverse, necesitaba mirarlo cara a cara.


 - Ven aquí... – dijo suavemente, se quitó la corbata, desabrocho su camisa y extendió sus brazos hacia él. Las lagrimas de sangre dejaron de brotar y manchar el rostro moreno e infantil y comenzó a besar el cuello de su compañero con ansiedad extrema.


 - ¿Estas seguro de esto? – pregunto Gabriel entre sollozos y gemidos y el pelirrojo sonrió y beso sus labios dulcemente. Cuando el beso se rompió, Gabriel hundió sus colmillos largos y afilados en el cuello de Wald, este gimió por el inicial agudo dolor que estremeció su cuerpo y de su ser comenzó a emanar un aura dorada que los envolvió a ambos. Aquello era un hechizo; el Diablerie. Diablerie es un tipo de magia muy poderosa, que es usada por un vampiro para matar a otro y en el proceso robarle su vida y poderes, por tal motivo Alessandro debía mantenerse conciente ante tan doloroso martirio ya que debía alejar de él a Gabriel en el momento preciso, justo antes de que le arrebatara toda su fuerza y su poder.


 Mientras el dolor sacudía cada fibra de su ser, el pelirrojo recordaba como se habían esforzado por encontrar la cura, por romper la maldición de Antares y sólo el Diablerie había funcionado para Gabriel, así que con gusto Wald se sacrificaba cuando era preciso, pero últimamente la frecuencia del uso de aquella magia lo alteraba. Además de que la sangre del pelirrojo ataba ciegamente al otro a su esencia, la sangre de Alessandro hacía surgir en Gabriel una pasión y un amor ciego y desbordante y eso no le alegraba nada. Wald empezaba a dudar que el amor de Gabriel fuera verdadero, tal vez ese amor no existía y únicamente era un espejismo resultado del embrujo de su sangre lo que obligaba al hermoso muchacho de ojos esmeralda a amarlo.


 Un gemido largo y profundo fue seguido de un brusco movimiento, Alessandro lanzo con todas sus fuerzas a Gabriel hacia un lado, alejándolo de él. Hubo un gran silencio en el cual Wald mantenía los ojos cerrados y trataba de recuperar la calma y su compañero le miraba sentado en el piso, limpiando con delicadeza sus labios manchados de sangre.


 Ambos vampiros estaban muy alterados, el primero por el dolor que el embrujo había producido en él, el segundo por la sed de sangre que lo abrumaba. Podía verse en los ojos verdes la ira extrema, resultado de la molestia que le ocasionaba al hijo de Caín no haber saciado su hambre a satisfacción. Aquel sentimiento de odio fue diluyéndose en Gabriel poco a poco ya que sabía que debía controlarse, que no era culpa de Alessandro.


 - Todo estará bien – afirmo despacio y con voz queda el pelirrojo, aquellas palabras eran un consuelo para ambos. Se puso de pie lentamente y arreglo sus ropas nuevamente.


 - Todo estará bien... - repitió el chico trigueño para tratar de convencerse que así sería y sonrió tristemente.


Después un par de horas antes de que los primeros rayos de sol anunciaran el renacer de un nuevo día, Alessandro fue recogido en la mansión por su chofer y fue llevado al hotel que era su actual residencia ante el mundo de los negocios.


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