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~*REQUIEM*~ por Claudens

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 El reflejo en un pálido cristal se tornaba vacío. Era extraño que nadie lo notara, pero aquella noche todos intentaban dormir con tranquilidad en el lujoso avión que como ave de plomo atravesaba los cielos y cuya magia al flotar en el aire maravillaría a cualquiera. Nadie se daba cuenta que en el asiento número treinta y siete de la sección de primera clase, una pareja viajaba feliz rumbo a un país lejano, pero, lo más peculiar de ellos era que ninguno de los dos se proyectaba en el frío cristal de la ventanilla del aéreo plano.

- ¿A que hora llegaremos? – pregunto el hombre de larga cabellera lacia y negra sujeta en una coleta. Su voz dejaba notar los deshielos de su alma, al ser fría y seria la entonación, pero a la vez suave, sutil y un poco seductora.

La dama que lo acompaña ajusta sus lentes oscuros, mira su reloj de reojo y contesta con tranquilidad entre los suspiros y expresiones somnolientas y de cansancio de los demás pasajeros – Llegaremos casi a la media noche querido – fue la respuesta al tiempo que sonreía ampliamente.

Un momento de silencio surge como un gran muro entre la pareja, hasta que al fin él parpadea un par de veces y sus ojos verdes se fijan en lo que hay del otro lado del cristal de la ventana.

- El mar es tan soberbio y hermoso – dice quedamente en tanto cierra despacio los ojos, tratando de guardar aquella imagen soberbia en lo más profundo de su ser. El mar iluminado por los suaves velos de la luna, producía un gran éxtasis el contemplar su inmensidad, su calma.

- ¿Vas a dormir ya querido? – pregunta de repente ella incrédula a su acompañante y no recibe respuesta alguna, sólo una mirada llena de molestia de parte de él.

-No vuelvas a llamarme así de nuevo o vas a lamentarlo Desdemona – amenaza el apuesto joven a la mujer, la cual le mira divertida y sonríe al tiempo que acomoda su largo cabello café que caía sobre sus hombros.

- Houngan(hechicero), no deberías molestarte tanto, además fue idea de los ancianos que te acompañara, no mía ¿recuerdas?. Ellos sólo te dieron tres años para encontrar al traidor y te recuerdo que ya has perdido dos. Además el príncipe de fuego es muy importante para tu clan y si no lo encuentras a tiempo mandaran a los asesinos por él. Te aclaro entonces que yo no tengo la culpa de tus problemas, así que no te desquites conmigo “querido”-

- ¡Ya cállate! – ordeno molesto el apuesto joven al tiempo que su mirada volvía a fijarse en el mar. Deseaba profundamente que todo esto terminará, que las cosas volvieran a ser como antes, por eso estaba decidido, encontraría al príncipe de fuego no importaba lo que le costara o a quién tuviera que matar. Pero el único problema era esa mujer, ¡esa maldita mujer que le acompañaba era un estorbo!.

***

Era ya medio día, la abrumadora calidez de los últimos días del verano empezaba a hacerse sentir en la ciudad. Un gran rascacielos se alzaba imponente y majestuoso en una de las calles más transitadas de la capital, aquel edificio gris acero con ventanas de espejo era muestra de la falta de imaginación del arquitecto que le construyo y a pesar de que la obra era impresionante y bella era sumamente difícil admirarla, resultaba frustrante intentar ver el rascacielos y mirar solo lo que se encontraba en la acera de enfrente.

Un hombre bastante joven entraba a la construcción, sus pasos presurosos lo condujeron al elevador. Pasaron varios minutos y al descender de dicho inmueble suspiro, camino un par de pasos hasta su oficina y en su leve recorrido saludaba a sus compañeros con cortesía y sonreía con amabilidad forzada.

-Buenas tardes – repetía mecánicamente una y otra vez cada que alguien le saludaba. Su mano se poso en el picaporte de su cubículo, abrió y al entrar fue recibido por una incomodidad insoportable, el aire caliente sofocaba instantáneamente en aquella habitación a cualquiera que entrase.

A toda prisa el chico de hermosos ojos azules se dirigió a la ventana y la abrió de par en par, una brisa suave y fresca se introdujo rauda y veloz acariciando el rostro del muchacho y haciéndolo sonreír. Se quito el sacó y lo coloco sobre la silla giratoria de piel que se encontraba tras su escritorio. Camino hacia un garrafón y se inclino para tomar con su temblorosa mano un vaso de papel, al hacerlo de inmediato lo lleno de agua y bebió. Repitió tal operación un par de veces hasta que su sed fue aplacada y con un poco más de serenidad tomo el periódico que adornaba ya su mesa de trabajo.

Luego de leer un poco y haber llegado a las paginas centrales el diario cayo de golpe de las manos del chico. Najla se quedo impávido por un par de minutos, sus ojos celestes mostraban sobresalto e infinita sorpresa. Sin pensarlo más tomo asiento y rápidamente con una de sus manos cogió el teléfono. Sus dedos marcaban torpemente un teléfono, acerco el auricular a uno de sus oídos, escucho el tono un par de veces hasta que una voz soñolienta respondió del otro lado de la línea

- Bueno... - un bostezo, Lind supo entonces que no debió haber llamado, pero ya estaba hecho, no podía colgar ahora.

- Señor, soy yo Lind. - dijo con voz insegura y temblorosa, se quedo en silencio por un momento y continuó – Sé que no debo llamarle a estas horas, pero ha sucedido algo horrible. ¿Ya ha leído el diario de hoy? – el chico no obtuvo respuesta, solo escucho movimiento del otro lado del auricular y supuso que su jefe ya tenía el periódico en sus manos así que prosiguió.

- Podría ver la sección de sociales, en la página veinticinco – el chico volvió a tomar el diario que yacía en el suelo y con honda preocupación leyó la noticia que tanto lo había alarmado.

- Mhh, así que Vanesa ha desaparecido... - el tono indiferente y frío de Wald no sorprendió a su asesor de finanzas, pero al contrario la preocupación de Lind por aquella mujer le pareció al pelirrojo muy interesante.

- Supuse que debía informarle sobre la desaparición de su prometida señor... – mientras escuchaba a su alarmado asistente Alessandro se cubría la boca para que Najla no lo escuchara bostezar. En tanto Lind se mantenía muy atento a las palabras de su jefe.

- No te preocupes, esta bien. Agradezco tu angustia por favor, contrata a alguien para que busque a la señorita Kai, no permitiré que su nombre pase a formar parte de la lista de los casos sin resolver que se han dado últimamente por aquí – al escuchar aquello el chico castaño sonrió, a él le agradaba mucho Vanesa Kai, era una mujer muy hermosa y terriblemente encantadora. Aunque no sabia por que se preocupaba tan sinceramente por ella, pero no importaba, ahora se sentía mucho mejor al ver que el señor Wald hacía algo para encontrarla.

- Como diga señor y discúlpeme de nuevo por haberlo molestado a esta hora – colgó y a toda prisa salió de su oficina en busca del mejor investigador privado de todo Ámsterdam.

***

En tanto en la más lujosa habitación del mejor hotel de la ciudad. Las gruesas cortinas de terciopelo oscuro caían cubriendo los enormes ventanales, el día no podía traspasar aquella barrera y ni un rastro de la luz del furtivo verano cruzaba las totales tinieblas que encerraban la habitación. En ella un chico cubría su cuerpo desnudo con suaves sábanas de seda, una sonrisa adornaba su semblante perfecto y sus ojos dorados se cerraban despacio, aún era demasiado temprano para que se encontrará despierto, necesitaba descansar y reunir fuerzas, pero a pesar de su cansancio físico su ánimo se encontraba muy vitalizado.

- ¡Pobre Lind!.Es una pena que sus ojos jamás volverán a ver a la hermosa Vanesa – una carcajada maniaca irrumpió en el silencio de la alcoba y se ahogo lentamente cediéndole el paso a las brumas del sueño.

***

La tarde transcurrió como cualquier otra, un par de accidentes automovilísticos en un puente, un conjunto de manifestaciones de trabajadores y estudiantes, la bolsa subiendo y bajando quedando estable para el día siguiente.

El joven Wald cumplía con su salida vespertina de la bolsa dejando solo a su ayudante como era su costumbre, pero esta vez en el umbral de la salida de aquel edificio fue interceptado por un grupo de periodistas.

- ¡Señor Wald!, ¿Cómo se siente con la desaparición de su prometida Vanesa Kai?- el pelirrojo se muestra fingidamente contrariado, ajusta sus guantes blancos, se coloca los lentes negros sobre sus bellos ojos ya que la luz de las cámaras lo molestaba y ante la insistencia de los periodistas y la obstrucción del paso tuvo que contestar con falso dolor y sobrecogimiento.

- Es una pena muy grande para mí estar lejos de mi amada Vanesa, espero que aparezca muy pronto. Rezo todas las noches para que así sea y si la gente que la secuestro ve esto, por favor, no le hagan daño y no duden en pedir lo que sea. Ya que yo Alessandro Wald pagare cualquier precio con tal de recuperar lo que más amo en el mundo – la faz del pelirrojo se torno triste y ante la consternación que su declaración produjo en los periodistas aprovecho para velozmente abrirse paso y continuar su camino. El acto había concluido, no diría nada más. Subió a su lujoso auto y una vez que la puerta se hubo cerrado sonrió con maldad.

-”¿Cómo pueden ser tan idiotas?”- pensaba divertido y después sentía asco de aquellas falsas palabras que había pronunciado. ¿Era posible que un ser como él sintiera compasión?.La humanidad había pasado frente a sus ojos, él había sido testigo de sus ambiciones y su desconsuelo y eso jamás le había importado, ¿había de importarle entonces la desaparición de una mujer?.Al contrario, matar a esa infeliz había sido energético y satisfactorio, tanto que si pudiera repetirlo lo haría con gusto una y mil veces.

***

Las luces rojizas y amarillas del aeropuerto bañaban las pistas de aterrizaje aquella noche de verano que extrañamente comenzaba a cubrirse de niebla. Nubarrones negros impedían que la suave luz de luna acariciara la tierra y que su débil resplandor blanco traspasara la negrura del nocturno.

El último avión aterrizaba cuidadosamente, el sobresaltado cambio en el clima había ocasionado la suspensión de todos los vuelos y aquella noche los pilotos y azafatas tendrían descanso forzado.

Una pareja era la última en abandonar el avión, a primera vista podía decirse que aquel matrimonio era extranjero, él era alto casi media dos metros, muy delgado y trigueño, su cabello negro azulado, largo, muy largo, caía lacio sujeto en una coleta que alcanzaba su cintura. Vestía todo de negro, sus ojos verdes, resaltaban sobremanera las finas facciones de su cara y su semblante serio y lleno de melancolía llamaba la atención de las mujeres que lo veía pasar con paso lento y maletas en mano por los pasillos del aeropuerto.

La mujer que le acompañaba y que iba prendida a su brazo resultaba tan llamativa y excitante como su esposo, era blanca como la nieve, sus ojos grises recorrían juguetones los establecimientos y las diversas tiendas, su cabello café quebrado descendía desordenado sobre sus hombros, no era muy alta, tal vez alcanzaba un metro con sesenta centímetros. Su vestido ajustado no dejaba a la imaginación la perfecta silueta que poseía, una gabardina gris acero la protegía del frío, en su cintura se ajustaba un cinturón negro, las delgadas piernas estaban cubiertas por finas medias y en la base altos tacones negros. Sus pasos eran cortos y presurosos ya que se esforzaba por llevar el paso de su acompañante y su vestido blanco y hermoso hacía ondas en el aire a cada paso que daba.

Al salir del aeropuerto llamaron a un taxi, el conductor colocó en el portaequipajes las tres grandes valijas que llevaban consigo en tanto ellos abordaban y le señalaban el lugar donde iban a hospedarse. Al chofer le sorprendió mucho que desde que arribaron en el vehículo no se dirigían la palabra, le parecía que eran una linda pareja y supuso que el viaje los había extenuado mucho y el cansancio les cortaba las palabras.

- ¿Puedes sentirlo? – al fin la dulce y melodiosa voz de ella rompió el silencio. De lo que dijo el conductor no pudo comprender ni una sola palabra. Su acompañante no respondió, únicamente observaba encantado el paisaje nocturno por la ventana y solo asintió levemente. El silencio volvió a imperar en el transporte y al chofer le parecía que el ambiente se tornaba pesado y tenso así que encendió la radio del auto, una suave melodía se escucho, estaba terminando una bella canción y después las noticias comenzaron a anunciar los acontecimientos del día. De repente los ojos verdes evidenciaron sobresalto al escuchar una declaración, el chico se volvió y se encontró con la mirada de Desdemona la cual también estaba sorprendida.

- ¡Es él!...- dijo Antares con una mezcla de alegría y asombro en su voz, Desdemona sonrió complacida y hablo segura.

- Y esta en Ámsterdam – Antares se cruza de brazos y cierra los ojos, suspira profundamente sintiéndose un poco más libre de la presión que le rodeaba desde la desaparición del príncipe. Ahora tenía un indicio, el primero en dos largos años.

- El viaje ha valido la pena Alessandro nos llevara a Él, ¡es perfecto!- una sonrisa orgullosa se plasmo en el semblante de Antares, el más joven miembro del consejo de ancianos de los clanes. También era el Houngan más poderoso y temible líder de los vampiros cuya especialidad era el dominio de la magia negra. Ahora sabía donde buscar y no se detendría hasta haber cumplido con su propósito.

- “El tiempo ha llegado, el ángel negro más hermoso habrá de regresar a casa, el mensajero más fuerte será redimido por la muerte una vez más. Hermoso príncipe de fuego te liberare de la influencia destructora de Wald y todo será como antes. ¡Pobre ángel cuya soberbia ha alejado de los suyos!. No será preciso que pidas perdón, solo un gesto bastará para que te demos la bienvenida” – pensaba el hechicero en tanto el auto recorría uno amplio puente y una delicada lluvia comenzó a desatarse, las cristalinas gotas resbalaban por el cristal y el agua saltaba con fuerza por ambos lados del vehículo.

- Y ¿qué harás cuando lo encuentres? – la pregunta de la dama de la noche flota inquietante un par de segundos en el aire. Antares sonríe y habla sereno.

- Todo dependerá de él... - eso es todo lo que dice y su mirada esmeralda vuelve a fijarse en el exterior, Desdemona suspira, en verdad no comprende mucho a los hombres, arregla su cabello un poco y sonríe divertida cuando se da cuenta que el conductor del taxi ha mirado por el espejo retrovisor y se ha quedado helado de horror al no verlos reflejados en él.




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