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TIME por Claudens

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Notas del fanfic:

Este fic es totalmente original, me pertenece a mi y a otra autora Claudia Vil, todos los personajes y situaciones fueron creadas por ambas.

Notas del capitulo:

Iniciado por Claudens.

Invierno suave, el aire gélido estremecía sutilmente las calles, el sol ya hacía mucho se había ocultado tras el velo lánguido del horizonte. La noche se apoderaba de las solitarias avenidas de la ciudad de Leiria que eran mecidas por el arrullo de las olas mientras un leve aroma a eucalipto se expandía por los caminos aledaños a los bosques.


 Nubes grises se expandían por el cielo, un murmullo leve y diminuto de pasos se hacia notar en la calle empedrada, donde a esas horas ninguna alma se atrevía a caminar. El castillo de Lis se alzaba magnificente en aquella noche tétrica, sus sombras caían sobre la montaña que le sostenía.


 Una alfombra de hojas secas se expandía por el jardín donde la morada de la muerte se erigía. Las lapidas alineadas con sencillez, bañadas por la soledad y el olvido, eran decoradas por figuras angelicales y símbolos labrados en la roca. Delgadas esculturas de niños, mujeres con bebes en brazos, efebos y serafines se abrían paso en todo el campo santo, acompañados por hierbas, flores marchitas y diminutos seres nocturnos que se arrastraban sobre la fría roca y se sumergían en la tierra.


 Los pasos de la calle se detuvieron, manos temblorosas y protegidas por guantes negros se posaron en la verja de metal y la empujaron con suavidad. Un rechinido hizo eco en el cementerio y se extendió entre las tumbas asemejando a un gemido dolorido y espeluznante. Las hojas crujían a cada paso que daba el hombre que se había introducido al panteón. La luz de luna pura y mística empezaba a iluminar la tierra, luchando contra las tinieblas que mantenían presa en sofocante abrazo a cada rincón de la ciudad.


 Luego de andar distraídamente entre las lápidas pulcras y luminosas aquellos pasos delirantes tomaron un sendero de tierra negra. El canto del búho sobre un viejo árbol con ramas caídas estremeció al joven que se abría paso entre la oscuridad.


 Repentinamente el viento mediterráneo se agita furioso y la gabardina larga y negra que cubría la delgada figura que se movía entre el campo santo parecía ser sujetada por manos invisibles que intentaban impedir el avance de aquel joven.


 En lo más profundo del cementerio, ahí donde yacen los más olvidados y donde es muy poco común ver a alguna persona de visita, se detuvo aquel sujeto que llevaba en brazos un hermoso ramo de orquídeas. Se inclino suavemente depositando las bellas flores con cuidado extremo sobre la sepultura, los pétalos pequeños y de color rosa se esparcieron sobre la fría roca a la par que una cristalina lagrima descendía por la perfilada y ensombrecida faz del joven que se encontraba impávido sobre aquella tumba y mojaba la tierra.


 El cuerpo esbelto se desplomó, sin fuerzas, sin aliento, las rodillas se impactaron en tierra y la luna se ocultó tras una espesa y enorme nube negra, permitiendo a aquel hombre hundirse en su dolor y desesperación.


 Gota a gota, las lágrimas amargas fluían sin cesar y humedecían las hierbas que apenas y se atrevían tímidamente a emerger de la tierra. Un gemido dolorido se extendía por el campo santo, el dolor de un amante mal herido y decadente era llevado por el viento y se esparcía por la ciudad trasmitiendo la tristeza y la agonía que aquel joven experimentaba a cada ser de Leiria.


 - Esta noche llorare a mi amada... –fueron las palabras que finalmente con dulce y apagada voz pronuncio aquel joven y sus ojos negros llenos de lágrimas se cerraron y fueron seguidos por un suspiro.


 Silencio, todo era silenció, tétrico y vacío, mientras la plegaria de aquel mancebo se alzaba al cielo y el dolor de su alma se incrementaba por haber sido separada tan cruelmente de la joven que amaba.


 - Sofía... –el nombre murmurado con suma desesperación blandió la oscuridad de la noche, hiriéndola. Las manos enguantadas se unieron rogando por la paz de aquella que ya no estaba a su lado, el viento aminoró y los negros cabellos dejaron de alborotarse.


 Aquel amante taciturno no se percataba de que era vigilado, entre las tinieblas una mirada lo recorría, ojos llenos de interés se posaban en aquel pálido y fantasmal ser que sufría y cada lágrima que derramaba su lastimado corazón lo hacía más apetecible y atractivo para quien le espiaba.


 Pasos imperceptibles se abren camino entre las lápidas. El doliente joven continúa con sus rezos, una mano delgada y fría se posa sobre su hombro sobresaltándole y una voz hermosa y tranquila le habla:


 - No sufras tanto... Alexander, ella ya no esta aquí y por mucho que llores, no regresará –una tierna sonrisa adorna la faz blanca como el papel del hombre pelirrojo. Los ojos negros de Alexander se fijan en los de aquel desconocido y una extraña sensación lo abate – Sofía... linda Sofía –decía el pelirrojo al tiempo que tendía una mano al joven para que se incorporara y una vez que estuvo de pie se aproxima a éste y sus delgados dedos se fijan en un camafeo que colgaba sobre la ropa negra de Alexander y lo abren.


 El bello retrato de Sofía sonreía amablemente a quién lo miraba.


 - Es una pena, ibas a desposarla al terminar el invierno, pero ahora nada de eso sucederá –los ojos azules de aquel pálido hombre recorrieron a Alexander y después continuó hablando mientras cerraba el relicario con cuidado–. La muerte te la arrebató injustamente, ella padecía una grave enfermedad, por eso decidiste estudiar medicina, aunque tu determinación por ayudarla llegó tarde... –caminó entonces el pelirrojo alrededor del muchacho hasta que quedó a sus espaldas– Tal vez si la hubieras conocido antes, quizá si la hubieses llevado al extranjero ahora estaría viva –las palabras del pálido hombre obligaron a volverse al otro.


 - ¿Cómo sabe usted eso? –pregunta el chico vestido de negro mientras contempla con temor al pelirrojo.


 - Jm, yo lo sé todo... además es sencillo leer tu alma destrozada –el pelirrojo se aproxima a Alexander y lo aprisiona en un consolador abrazo. – No te preocupes, yo curaré esas heridas –musita quedamente en el oído del joven mientras el viento se agita furioso nuevamente. Alexander se aleja sobresaltado de aquel ser que lo aterra y al mismo tiempo lo hace vibrar de emoción.


 - ¿Crees que Sofía desearía que tu dolor continuara? Ella amaba la vida, el sol, la belleza, pero se sabía confinada a la muerte, por eso te rechazó porque era conciente de que si te ilusionaba esto sucedería y desde que te conoció no volvió a sonreír, anhelaba la muerte, necesitaba descansar, permite que se vaya... – el pelirrojo se cruza de brazos mientras contemplaba la confusión y el temor que agitaban a su víctima.


 - No... ¡Está loco!, ¿Cómo puede decir eso?... ¿cómo sabe todo eso? –las manos enguantadas se posaron en la cabeza y se hundieron entre el cabello negro oprimiendo con fuerza.


 - He venido por ti, para que olvides –el pelirrojo intenta aproximarse nuevamente a Alexander, pero éste daba pasos hacia atrás cada que su interlocutor avanzaba.


 - ¡Mírame! –ordena con voz serena el pelirrojo y los ojos negros del otro joven se posan en él. Aquella mirada mística tranquiliza a Alexander, le trasmite paz, inmensa serenidad, algo que hacia varios días no sentía, un suave delirio agita el alma torturada del joven que está en duelo.


 - ¿Quién... eres tú? –musita el chico suavemente antes de perderse en el delirio de aquellos ojos verde azulados.


Una tenue sonrisa por parte del pelirrojo que empieza a acortar la distancia. Silencio, los labios se arquean formando una palabra.


 - Ariel –responde con delicadeza y el dorso de sus dedos acaricia la gélida mejilla de Alexander.


 El rostro del pelirrojo se aproxima peligrosamente al del otro joven, sus labios buscan los de su presa y los rozan suavemente, hasta que a pesar de su resistencia aquel desconocido furtivo arremeta a su presa con un beso. Entonces minutos después una risa macabra y estrepitosa rompe el sortilegio de aquella caricia.


 Alexander empuja al pelirrojo y éste fija su mirada molesto justo hacia el lugar de donde proviene aquella estruendosa carcajada. Alexander entre la confusión decide escapar, pero al emprender la huida corre hacia el sitio donde la figura de un desconocido emerge.


 - ¿Adónde vas? –el recién llegado cierra el paso al chico y después con una dulce sonrisa se dirige a él– Alexander, he venido por ti... –los brazos del recién llegado rodean al chico de melena negra, el cual no comprende qué sucede y contempla aterrorizado al chico que lo aprisiona, fijando sus ojos negros en los púrpuras de aquel hombre.


 Los brazos del desconocido sueltan a Alexander y después lentamente éste se aproxima a Ariel, el cual lo mira con molestia.


 - Él es mío... –la voz seria del recién llegado y su aseveración hacen reír al pelirrojo.


 - ¿Por qué? –pregunta Ariel mientras sus ojos observan con cuidado a aquel chico de cabello lavanda y ojos púrpura.


 - Eso no es de tu incumbencia –responde el joven igual de pálido que el pelirrojo mientras se cruza de brazos.


 - Entonces, si no posees una razón poderosa yo me quedare con él. Me gusta y será mío por que ese es mi deseo –Ariel corre hacia Alexander y lo jala del brazo.


 - ¡No! ya te he dicho que él me pertenece –grita fúrico el joven de cabello lavanda.


 - ¿Por qué? –vuelve a preguntar el pelirrojo y la molestia estremece al otro muchacho el cual cierra sus manos en puños y habla amenazadoramente.


 - He esperado mucho esto y tú no vas a echarlo a perder. Dión Adón siempre hace lo que quiere y ya tengo planes para él –el dedo índice de Dión señala al chico de ojos negros, el cual se mantiene en silencio contemplando aquella curiosa discusión.


 - Pues yo también llevo tiempo esperando por este día y no dejaré que me lo arrebates –Ariel lanza a Alexander atrás de él.


 - ¡¡No vas a quitarme mi venganza!! –grita Adón y aquella última palabra hace eco en el cementerio. Los ojos de Alexander se abren mostrando su sobresalto.


 - Los antepasados de este chico me encerraron en el infierno por siglos, finalmente pude escapar de ahí y él habrá de pagar por todo eso –el reclamo de Adón confundió aún más al chico vestido de negro que yacía en el piso.


 - Eso significa que... ¿eres un demonio? –pregunto Ariel y Dión negó con la cabeza.


 - Soy mitad humano y mitad demonio por eso puedo andar por este mundo y por las tierras de la muerte y veo que tu perteneces a estas últimas –Dión sonrío, sabía que frente a él se encontraba un vampiro.


 - Es cierto... –reconoció Ariel y el cielo fue agitado por rayos y truenos. Una tormenta estaba por desatarse. La hojarasca fue levantada por el recio aire mientras gotas de lluvia grandes y pesadas se impactaban sobre la tierra.


Alexander experimento un horror indescriptible al ver un fulgor rojo en los ojos de Dión y después en la oscuridad contemplar los afilados colmillos de Ariel resaltando entre la negrura de la noche.


 Lleno de miedo Alexander Lanvein se puso de pie y empezó a correr sin dirección alguna. Todo lo que sabía es que tenía que escapar de aquellos dos seres que lo acosaban. Su corazón le decía que si no salía del cementerio perdería la vida.


 - ¡Maldición! –al ver huir a Lanvein Ariel intentó seguirle pero una mano lo sostuvo del brazo.


 - ¡Espera! –Dión sonrió ampliamente– Ese chico nos ha dado la solución a nuestro pequeño problema – Adón soltó al vampiro y este contempló al medio demonio esperando escuchar una buena propuesta.


 - Permítele correr un poco más. Haremos esto: quien logre atraparlo se quedara con él –la mano pálida de Adón su hundió entre sus cabellos lavanda acomodándolos y Ariel sonrió.


 - Me parece justo – el pelirrojo tendió su mano a Dión para cerrar el trato y Adón la estrecho seguro de que aquella cacería sería muy divertida e interesante y que él saldría vencedor.


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