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Confesiones En El Elevador por Dovah

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— Pero que hermosos dulces — Observó la enfermera asombrada.

— ¿Verdad? — Sonrió Kuroo con orgullo.

— Se ven increíbles. A mi esposa le van a encantar ¿Dónde los compraste? — Preguntó un doctor de cuidados intensivos.

— No los compré. Los hizo mi pastelito.

— Pero que suerte tienes — Hizo un puchero otra enfermera — Debe ser un genio en lo que hace.

— Es el genio de genios. Sabe hacer todo tipo de postres que le pidas.

— Mira ese decorado — Señaló un dulce rosado — ¡Waaa! Qué bonito.

— De seguro tu pastelito tiene un carácter muy amable y cálido.

Bokuto se atragantó con su comida y el pelinegro se quedó pensando.

— La persona más amable que he conocido.

—————

— ¡Aléjate de mi cocina, enano!

— Sólo déjame preparar algo. No tardaré ni cinco minutos.

— ¡Ni lo pienses! ¡No he olvidado lo de la última vez!

— Vamos Tsukishima. No seas cruel.

— Ni siquiera sabes cocinar.

— Lo sé, pero te negarás si te lo pido.

— ¡Largo de mi cocina!

— Solo quiero preparar muffins para la hija de una vecina.

— ¿Muffins?

— Sí — Asintió enojado — La otra vez les llevé y a ella le gustó mucho. Mañana es su cumpleaños y quería darle algunos. Como no hay en el mostrador decidí prepararlos pero ALGUIEN no me deja.

Al escuchar eso no pudo evitar recordar a Hana ni el rostro que puso cuando le llevó el pequeño pastel cuando la conoció. Chasqueó molesto la lengua.

— Bien, bien — Se alarmó al escuchar ese característico sonido suyo. Se dio la vuelta y se alejó.

— Espera — Hinata se detuvo nervioso — Mañana te enseñaré a prepararlo — El pequeño se impresionó — Sólo te diré lo básico. No quiero que después me andes molestando ni causes un incendio.

— ¿No mañana es tu día libre?

— Quieres que te enseñe o no.

— Sí, pero… ¿Estás seguro que eres Tsukishima?

— ¡Qué!

— Na… nada — Se alejó corriendo.

—————

— Hinata.

— ¿Sí, Tsukishima?

— Te dije que te enseñaría a hacerlos.

— Aja.

— Entonces… ¡Por qué todos están aquí! — Señaló a los demás.

— Bueno — Habló Sugawara — Ya que le ibas a dar clases de cocina a Hinata, decidimos aprovechar.

— ¿Usted también?

— Que te puedo decir — Se rascó la nuca — A Daichi le gustaron los muffins que llevé la última vez. Entonces me quedé pensando “¿Y si se vuelve su comida favorita? Es seguro que me deje por Tsukishima” — Sonrió — Y no puedo dejar que pase.

— ¡Eso no! — Negó Hinata — Daichi te ama mucho y eres una persona increíble. Es imposible que te deje por un gruñón sarcástico.

— Ja, ja. Gracias pero uno nunca sabe.

— Si ya dejaron de hablar incoherencias — No sabía si enojarse con Hinata por cómo le llamó o por Sugawara y su preocupación imposible — Acabemos con esta tortura de una vez.

—————

— Tsukki-chan — Se levantó de su pequeña silla — Que bueno que viniste ¡Mira! — Le enseñó una almohada en forma de flor — Me lo regaló mi papá ¡Soy yo!

— Es muy bonito.

Como los pequeños seguían siendo pequeños. En el hospital había varias zonas de juegos y varias veces al día los pequeños jugaban entre ellos. Todo bajo supervisión.

— Tsu-chan — Habló una pequeña ilusionada — ¿Son dulces? — Señaló la bolsa que llevaba consigo.

— Muffins.

— Adoro los muffins — Exclamó un pequeño e intentó agarrar uno pero Tsukishima los apartó — ¡Oye!

— Ruka, recuerda que no puedes comer cosas con azúcar — El pequeño agachó la cabeza molesto — Por eso hice uno especial para ti.

Los ojos del pequeño se ilusionaron. Mientras los niños pasaban por un pequeño muffin, Kei pensaba la situación detenidamente. Visitaba mucho a Hana pero también convivía con los demás niños, en poco tiempo se había aprendido sus nombres y porque estaban hospitalizados. Había aprendido tanto sobre ellos que ya sabía que podían comer y que no. Siempre que le preparaba algo a Hana, en ocasiones terminaba haciendo algo para cada pequeño paciente. Pero no sólo eso. Cuando se encontraba con sus familiares, ellos le hacían plática y él no se resistía. De hecho, de vez en cuando les daba consejos o recetas especiales para sus hijos.

“Eres como una madre” Le había dicho Hana. “Te llevarías bien con la mía” Recordó lo que le había contado Kuroo y decidió hablar con ella. Sabía porque lo hacía pero mentir sobre su madre no estaba bien. Cuando le contó que sabía, no lo negó y decidió contarle la verdad por ella misma. Sabía que mentía en algunas partes de la historia pero dejó eso para otra ocasión. Al final, le hizo prometer que no volvería a mentir sobre su madre.

—————

— Es bueno verte Tsukki — Habló mientras entraba en el elevador.

— Ah… Kuroo-san — Guardó distancia. Aún recordaba lo de la última vez.

— ¿Qué le preparaste esta vez?

— ¿Disculpa?

— ¿Acaso lo olvidaste? — Señaló su nariz — Me dices o quieres que adivine.

Kei hizo una cara de disgusto — Muffins — Habló a la fuerza.

— ¿Y? — Extendió la mano — Dónde está el mío.

— Como si hubiera pensado en prepararte algo — Salió del elevador y se dirigió a la salida.

— Ja, ja — Lo siguió — ¿Vas a casa?

— Primero iré a hacer unas compras.

— En ese caso — Se acercó a la enfermera de la recepción y ella le entregó un paraguas — Toma — Se lo dio — Dijeron que iba a llover.

— Gracias pero no lo necesito. Si llueve compraré uno.

— Claro.

Antes de que cruzara la puerta de la salida sintió unos brazos aferrarse a él — Ku… ¿Kuroo-san? — Habló avergonzado — Qué estás…

— Un abrazo de despedida — Lo soltó — Ve con cuidado.

Kei guardó silencio. De nuevo había hecho algo inesperado y no sabía que decir. Se dio la vuelta y siguió su camino sin prestar atención al “Te quiero” que había gritado el mayor.

Una vez fuera del hospital, Kuroo volvió a lo suyo. Entregó unos papeles a recepción. Visitó a sus pacientes y tuvo que intervenir con un pequeño que le había dado un fuerte ataque de asma.

—————

La lluvia no paraba de caer y en ese momento Tsukishima se arrepintió de haber negado el paraguas de Kuroo. No fue el único con la idea de comprar uno y en el establecimiento se acabaron antes de que la tormenta se soltara. Comenzó a buscar su teléfono y se encontró con un paraguas portátil entre sus cosas. Era el paraguas de Kuroo. Ahora entendía el porqué del abrazo.

—————

Al fin tenía un poco de tiempo libre, así que decidió visitar a su paciente favorita. Entró con cautela y la miró observar su almohada de color rosado. Hana al percatarse de su presencia lo miró con enojo y volteo su mirada  a otro lado.

— Vamos — Entró — No puedes seguir enojada.

— Claro que lo estoy — Se cruzó de brazos — No tenías por qué haberle dicho eso a Tsuki-chan.

— Tenía que enterarse tarde o temprano.

— Lo sé — Bajó la mirada con tristeza.

— También debemos contarle la verdad.

— Esa es la verdad — Lo desafió con los ojos.

— Toda la verdad. Él debe enterarse que…

— Espera, espera — Lo interrumpió.

— Hana. Quieres a Tsukki ¿Verdad? — La pequeña asintió — Entonces no hay que engañarlo.

— Bien — Suspiró — Pero yo se lo diré ¿Vale?

— De acuerdo — Sus ojos se enfocaron en la pequeña mesa al lado de la cama — ¿Y eso?

— Lo dejó Tsukki-chan para ti — Le entregó el postre.

— ¿Él te dijo?

— No, pero es obvio que es para ti. Cuando le pregunté, se puso todo rojo, lo negó, me lo entregó y me dijo que podía comérmelo.

— Ah — Observó el pequeño postre. Un muffin de frutos rojos con envoltorio de pequeños gatos y un pequeño pez de chocolate en la punta. “Como si hubiera pensado en prepararte algo” Recordó sus palabras. En realidad era alguien amable.

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Paró en seco y agudizó el oído, había escuchado algo pero no tenía del todo claro de qué se trataba. De nuevo lo escuchó: Un quejido débil, apenas perceptible. Caminó a pasos lentos y se detuvo en un callejón. En una caja se encontraban los dueños del molesto llanto. Los observó por un momento. Pequeños y frágiles buscaba el cobijo de su madre. Antes, hubiera chasqueado la lengua y seguido su camino, pero ahora los miraba con preocupación.

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— ¡Dios! ¡Qué tormenta se soltó! — Entró al departamento — Por suerte traía un paraguas extra. Mala suerte para Bokuto, llevaba ropa muy primaveral. Y gracias por el muffin, estuvo muy…

— Ah, Kuroo-san — Habló mientras un pequeño peludo se paseaba por su hombro.

El rostro de Kuroo se iluminó. Nunca imaginó ver una imagen tan perfecta. Tsukishima se encontraba sentado en el suelo. Un pequeño felino color miel se paseaba sobre su hombro y en sus piernas descansaba un gatito negro que ronroneaba mientras era secado con una pequeña toalla.

— Dios ¿Acaso morí y he ido al cielo?

— ¿Uh?

— Ah… nada, nada — Se acercó — Quienes son tus nuevos amigos.

— Los encontré en un callejón.

— ¿Y? — Apartó con recelo al gatito negro de las piernas de Tsukishima — Qué piensas hacer.

— La respuesta es obvia — El felino color miel bajó de su hombro para dirigirse con su hermano. Kei se levantó — Los llevaré a un refugio. Ellos se encargaran de encontrarles dueño.

— Primero encuéntrales uno tú.

— Es mucho problema.

— Vamos. Inténtalo.

— De acuerdo — Accedió. Sabía que si se negaba, Kuroo le insistiría durante horas.

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Después de dos semanas de intentos fallidos por buscarles dueño, Kuroo decidió ayudarle. Se llevó al gatito color miel al hospital y se quedó con su hermano. “Tenía la idea del hospital y de quedármelo desde un principio pero no te dije nada porque quería verte todo el tiempo que pudiera con ellos” Durante una semana, Tsukishima lo ignoró por completo.

—————

— ¿Puedes venir mañana? — Preguntó Hana.

— ¿Mañana? — Miró el calendario que se encontraba en la pared — No creo que…

— Por favor. Debes venir — Insistió otra pequeña.

Se quedó pensando — Bien — Suspiró — Haré lo que pueda.

— ¡Sí! Gracias, Tsukki-chan.

— ¡Ah! — Exclamó un pequeño con libro en mano — Pero que sea en la tarde.

— ¿En la tarde?

— Sí. Ni se te ocurra venir temprano — Habló Hana con una seriedad poco creíble.

— De acuerdo.

—————

— ¡Cómo que no vendrás! — Se escuchó por el auricular.

— Lo siento — Se disculpó.

— ¿No puedes cancelar lo que sea que vas a hacer?

— Me gustaría pero — Recordó el rostro de los infantes.

— Esta bien — Se escuchó un suspiró — Supongo que mañana puedes hacer lo que quieras. No te preocupes, yo les diré.

— Gracias.

— Me sorprende que tengas planes.

— También estoy sorprendido.

—————

Cuando llegó a la habitación de Hana, ella le vendó los ojos alegando que era una sorpresa. Al cabo de unos minutos de espera, escuchó la voz de Kuroo. Ambos lo tomaron de la mano y lo guiaron por los pasillos. Había recorrido tanto el área infantil del hospital que se dio cuenta a dónde lo llevaban. Cuando llegaron a su destino. Kuroo le desató la venda y besó su mejilla.

— Feliz cumpleaños —Susurro antes de quitarle la venda por completo.

— ¡SORPRESA! — Gritaron los pequeños.

El área de juegos se encontraba decorado con serpentinas y globos. Un gran cartel que decía “Feliz cumpleaños” estaba pintado de colores. Los pequeños saltaban de alegría y aventaban confeti. Lo felicitaban, lo abrazaban y le entregaban dibujos como regalo. Hana le regaló un conejo de peluche. Akaashi y Bokuto le dieron un libro de recetas tradicionales. Durante la tarde, en el área de juegos reinaban las risas de los pequeñines y los gritos hiperactivos de Bokuto. Fue hasta la noche cuando la habitación se encontraba en completo silencio.

— Vi una tarjeta de felicitación en tu buzón hace unos días —Tsukishima se encontraba parado frente a la venta mientras contemplaba el cielo nocturno — Así me di cuenta de tu cumpleaños — Se acercó, observó el desastre y sintió lástima por quien lo limpiara.

— Ya veo.

Kei no se enojó por que revisara su correo. Era compresible. Kuroo sabía que una persona como él nunca esperaría una celebración como esa. Su mente seguía procesándolo.

— Kei — Tomó su mano y le entregó una pequeña bolsa de regalo — Feliz cumpleaños.

Kei sintió una calidez envolverlo. Estaba siendo abrazado, pero a diferencia de otras veces, no se encontraba nervioso, sorprendió o enojado. Se sentía protegido… amado — Gracias, Tetsuro — Por primera vez, correspondió a su muestra de afecto.


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