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Double. [EXO Fanfic / ChanKai] por Exotic_Starpaca

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Seúl, 3:01 AM.

                     

Kai debía admitir que estaba un poco decepcionado, al contemplar la delgada figura humana en el suelo. Por supuesto que la adrenalina continuaba fluyendo en sus venas, pero no era divertido cuando sus víctimas no oponían resistencia alguna. Por si fuera poco, el chico no dejaba de sollozar y rogar, algo increíblemente patético.

Si alguien había escuchado el jaleo que el maldito llorón estaba montando, seguramente había preferido no salir del cómodo refugio de sus mantas para descubrir a qué se debía. O quizá había elegido bien el callejón esta vez, y los edificios que lo rodeaban estaban desiertos. No podía dejar fuera el hecho de que, probablemente alguien lo había escuchado pero había decidido fingirse sordo; Los humanos eran cobardes, egoístas e infinitamente débiles.

Un gruñido de alegría escapó de sus labios al ver con cierto regocijo como el chico comenzaba a arrastrarse  de forma bastante penosa, pidiendo ayuda a gritos.  “Al fin, algo de entretenimiento.”, pensó alegremente, mientras avanzaba en un par de rápidas zancadas, para situarse al lado de la maltrecha anatomía ajena. Tomó del pelo a su víctima y lo levantó con un simple movimiento, como si no fuera más que una muñeca de trapo. Ignorando sus súplicas, y los manotazos que estaba recibiendo en lo que, pensó, sería un intento de defensa, y estampó el cuerpo del chico contra la pared, sacando el aire de sus pulmones debido al violento golpe.

Deslizó su mano con elegancia hasta el delgado cuello ajeno, apretando un poco allí sólo para disfrutar de los gestos de horror del chico al no poder tomar aire. Dejó que respirara unos segundos, siguiendo con su juego un par de veces más, presionando con sus dedos largos y gráciles contra la nívea piel impropia; Ver como su rostro iba perdiendo color era algo que definitivamente valía la pena. ¿Por qué no se le habría ocurrido grabarlo?

Cuando se aburrió, y consideró que ya había pasado suficiente tiempo, hurgó en las profundidades de su chaqueta hasta desenfundar una cuchilla. Si antes había podido disfrutar del pánico en los ojos de su víctima, ahora su interior bullía en el más absoluto estado de felicidad al divisar el profundo horror que sus ojos le dedicaban.

— Oh, LuHan, ¿por qué eres tan bonito? No puedo decidir qué parte de ti me quiero llevar a casa, es una pena en verdad —. Y era cierto, el chico era uno de los más hermosos que había tenido el placer de acechar hasta ahora, y estaba siendo sincero con respecto a su indecisión. ¿Los labios? Eran realmente hermosos, pero quizá no lo suficiente como para ser su trofeo.  —

— P… Por favor… JongIn… — susurró el chico con dificultad, aún batallando inútilmente con sus manos, que no hacían más que cosquillas en el brazo de Kai. Este miró largamente al chico suplicante, de una manera tan pura que bien podría ser un artista admirando su obra maestra, y fue el terror en los ojos impropios lo que le dio su respuesta.

— JongIn se fue de paseo, Hannie —, murmuró, sonriendo de manera retorcida antes de elevar su brazo y hundir limpiamente la hoja en el ojo ajeno. El chillido proveniente de la garganta de su víctima lo llenó de esa vitalidad que ansiaba sentir constantemente, y efectuó un rápido y hábil movimiento para sacar el globo ocular de su cuenca. Repitió tal acción en el ojo faltante, y dejó que el muchacho gritara y se retorciera a su antojo en el suelo húmedo y maloliente del callejón, manchado de su propia sangre mientras él guardaba sus recuerdos en un pequeño frasco.

Aburrido ya del lloriqueo constante del más joven, que ahora había comenzado a sollozar en chino, lo elevó de nuevo e hizo un efectivo corte horizontal en su garganta, sonriendo al ver como se desangraba poco a poco. No había sido su mejor noche, pero sí una entretenida después de todo.

Descuartizó de manera efectiva el cuerpo y repartió los trozos entre distintos contenedores metálicos de basura, satisfecho por el peso del frasco en su chaqueta. Guardó la cuchilla en su funda luego de haberla limpiado, y se alejó silbando alegremente entre la densa oscuridad que comenzaba a perecer por la débil luz del amanecer.

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Al llegar al departamento, se quitó los zapatos y los dejó sin cuidado a un lado de la puerta. En ocasiones podía ser un maniático en lo que a la limpieza respectaba, pero ahora estaba demasiado ocupado en otras cosas. Cruzó la sala en penumbra y se deslizó suavemente hasta la última puerta del pasillo, canturreando alguna pegajosa melodía de moda mientras abría con su pequeña llave plateada.

Aún en la oscuridad podía moverse con absoluta facilidad y encontrar el estante donde relucían sus preciados frascos de vidrio. Después de añadir los líquidos necesarios al frasco, los bonitos ojos de LuHan le devolvieron la mirada, a lo que rió un poco. Dejó el frasco al lado de los demás, y salió de la habitación después de haber cerrado con llave nuevamente.

Ya más tranquilo, se encaminó al baño accionó el interruptor, llenando así la estancia de azulejos blancos con el brillo artificial de la bombilla. Se quitó la ropa y la dejó tirada de cualquier manera en una esquina, pensando en que después debería quemarla, pero JongIn podía encargarse de eso. Tomó una ducha rápida y se puso sólo sus calzoncillos limpios antes de dirigirse a la habitación.

— Eh, ya puedes salir. Ya he acabado—, indicó a ninguna parte, mientras decidía hacer una pequeña parada en la cocina. Pudo sentir como JongIn iba abriéndose paso en su mente, de forma pesada, como la molesta neblina en las frías mañanas de invierno. A pesar de que estaba ahí, no había emitido palabra, algo que le resultó inusual. Decidió no insistir, JongIn era predecible hasta resultar aburrido y pronto hablaría. Por el momento, se limitó a sacar una pequeña caja de zumo de naranja de la nevera, que acompañó con un par de tostadas untadas con abundante mantequilla.

“LuHan me agradaba mucho. Era un buen amigo.”

Sonrió triunfal al escuchar la suave voz de JongIn en su mente, su tono dudoso y débil le indicaban que, efectivamente, estaba dolido. No lo diría directamente por supuesto, había dejado de hacerlo un tiempo atrás, así como también había dejado de preguntar el por qué. Algo que era una clara victoria para Kai.

— Naturalmente te agradaba, si eras su mejor amigo. Debiste ver como suplicaba y lloraba por ti mientras le rajaba la garganta—. Esperó unos segundos, expectante ante la reacción ajena. Nada, JongIn permaneció en silencio absoluto, lo que sólo ensanchó más su sonrisa.

Debido a que JongIn no diría nada más, él ya estaba aburrido y la luz del amanecer comenzaba a filtrarse entre las cortinas del salón, se dirigió a la cama, arrastrando los pies. Estaba cansado ahora que toda su energía se había agotado, y no pensó demasiado una vez estuvo cómodamente acostado entre las mantas.

— Dulces sueños, JongInnie—, gruñó con una carcajada sarcástica antes de cerrar los ojos y caer rendido con una sonrisa tranquila, dispuesto a hundirse de regreso en su oscuro refugio, de donde salía sólo raras veces.

 

 

Seúl, 10:25 AM.

 

Al abrir los ojos, algo confundido, un fuerte pinchazo de dolor en su cabeza lo hizo gemir levemente. Antes, cuando solía tener esos frecuentes ataques de migraña, pensaba que era Kai el responsable, pero este aparentemente también sufría con esos dolores. Se incorporó en la cama y frotó su rostro con lentitud, quedando después inmóvil al mirar a su alrededor.

 

“¿Qué mierda esperas? Muévete, debes hacer un par de cosas aún.”

 

Gruñó al escuchar a Kai en su cabeza y removió pesadamente las mantas de su cuerpo semidesnudo, sin salir de la habitación hasta que se puso pantalón y camisa. Su primera parada fue el baño, donde por poco se desmaya al ver la ropa ensangrentada, ya seca por completo en una esquina. Lo tomó todo y sin pensarlo demasiado lo arrojó a la basura, sin escuchar las furiosas protestas e insultos de Kai.

Después, tomó su teléfono y marcó al número de SeHun, el compañero de departamento de LuHan, mientras contenía el aire. Si pudiera hacer una lista de las cosas que más odiaba de Kai, en los primeros puestos ya sabía qué poner de memoria.

“Deja de quejarte, haces demasiado ruido. Ya sabes qué decir, ¿no?”

Por enésima vez maldijo que Kai pudiera escuchar sus pensamientos si estaba distraído, y se limitó a soltar un seco “Ya-lo-sé-cállate.”, antes de escuchar la adormilada voz de SeHun al otro lado.

¿JongIn? Buen día, ¿cómo estuvo tu cita con Hannie?

— Estuvo bien, aunque tuve un imprevisto de emergencia y nos tuvimos que separar antes de  llegar juntos a casa. ¿Llegó bien? Prometí que llamaría en la mañana—. La culpabilidad le corroía, y hacía un esfuerzo sobrehumano para no echarse a llorar.

Claro, dame un momento.

Escuchó  pacientemente los típicos sonidos de alguien que se está levantando de la cama, y apoyó su espalda en la pared mientras oía como SeHun se desplazaba por el departamento que compartía con el que había sido su mejor amigo por seis meses. Conocía de memoria ese lugar, a pesar de haberlo visto, como mucho, dos veces desde la puerta.

Mierda… no está… Bueno, pudo haber salido por comida o algo así. ¿Lo llamaste a su móvil?

— No, pero intentaré localizarlo. Tengo un mal presentimiento—, susurró tembloroso al teléfono, aferrándose con fuerza a ese pequeño aparato de plástico. Por lo general eran ellos los que llamaban avisando que su amigo o hijo, o hermano estaba desaparecido, y él no se veía obligado a hacer eso.

Finalmente cortó la llamada, y se preguntó cuánto tardaría SeHun en realmente preocuparse cuando el móvil de LuHan, lanzado de cualquier forma en un contenedor de basura, no devolviera las llamadas. Suspiró pesadamente y se quedó allí de pie, aún con el teléfono en su mano.

“Te ves bien como adorno de pared. Deberías dedicarte a eso, después de todo eres especialista en no moverte.”

Con el pasar del tiempo, se había acostumbrado a los sarcásticos comentarios de Kai, además de sus diversos insultos disfrazados. Ya no le afectaba en la medida que lo hacía cuando ambos eran más jóvenes, pero eso no significaba que no le doliera.

— Cállate, ¿quieres?— espetó cansado, mientras se desplazaba de regreso a su habitación en busca de su mochila, donde se acumulaban algunas tareas de la universidad. Después de todo, aún pasaría un rato hasta que SeHun se preocupara en verdad y acudiera a la policía, momento en el que sólo debía probar que era inocente. “Después de todo, tú no hiciste nada, el que los asesinó fui yo.”, decía siempre Kai, y él debía darle la razón a su pesar.

Desde que tenía memoria, Kai había estado allí. Al principio, era sólo una molesta voz pastosa que le susurraba cosas malas, cosas que no debía hacer. “Toma eso, nadie te verá.”, “Cómete esa galleta, mamá es estúpida y no lo sabrá.” Por más que luchaba por no escucharlo, no podía hacerlo, y muchas veces susurraba horribles amenazas mientras dormía. No sabía cómo había descubierto que se llamaba Kai, sólo lo había sabido, como quien sabe que ya es de día cuando hay luz.

 Sin embargo, para cuando cumplió seis años, Kai comenzó a meterse no sólo en su cabeza, sino también en su cuerpo. La sensación era horrible, similar a lo que siente alguien cuando durmió toda la noche sobre su brazo y al despertar este está completamente inmóvil y adormecido. Pero no podía evitarlo, y pronto Kai supo cómo tomar posesión de sus brazos, y no se limitó sólo a eso; Los usaba a su voluntad. JongIn sólo podía llorar mientras Kai rompía sus juguetes favoritos usando sus propias manos, o cuando robaba cosas de sus hermanas mayores.

Su primera visita al psicólogo, fue cuando el gato de la familia apareció estrangulado bajo la cama de JongIn. Sus padres, espantados, se decidieron en cuanto les habló entre sollozos sobre la voz en su cabeza que controlaba sus brazos. El psicólogo era un hombre frío y severo, que de inmediato los envió con un psiquiatra, y allí fue cuando el colorido desfile de medicamentos comenzó a pasear frente a JongIn. Sin importar cuántos medicamentos utilizara, Kai siempre estaba ahí. Débil como él, pero presente. Entendió que jamás le creerían, y para cuando cumplió doce años, fingió que estaba completamente curado de sus “alucinaciones”, citando al pie de la letra lo que Kai le susurraba. Sólo así, se había librado de los horribles medicamentos.

 

Pero no de Kai. Kai siempre estaba ahí.

 

 

“¿Irás hoy a la universidad? Si no vas, será sospechoso. Además, si estás aquí, la policía querrá entrar a inspeccionar, y no nos conviene eso.” Kai nunca le daba tregua, y podía parlotear sin detenerse todo el día. Debía admitir que algunas veces le ayudaba, como en los exámenes cuando no recordaba ciertas respuestas, y Kai se las recitaba, pero por lo general sólo eran cosas desagradables.

— Sí, tengo que ir. Deja de decir idioteces, ¿cuándo han registrado la casa? — Kai podía ser bastante paranoico cuando quería. Y JongIn no podía negar que le aterraba la idea de que un oficial de la policía se apareciera en su puerta con una orden de registro de la casa, porque él tenía una vaga idea de lo que Kai guardaba en la pequeña habitación del fondo del pasillo.

Sin embargo, nadie cuestionaba a JongIn. El muchacho agradable y atractivo, estudiante de diseño y bailarín, siempre con una sonrisa para todos, ¿quién sospecharía de él? Aunque todos los que habían desaparecido en los últimos dos años estaban relacionados con él de alguna forma, nadie nunca había cuestionado su palabra.

Alistó sus cosas y dio una última ojeada al departamento antes de salir y cerrar bien la puerta principal. Comenzaba a bajar las escaleras del edificio departamental donde habitaba, cuando su teléfono móvil vibró, y el nombre de SeHun brilló en la pantalla, provocando que su estómago se encogiera. El día sólo acababa de comenzar. 

Notas finales:

Nuevo proyecto, que tengo rondando en mi cabeza desde hace ya dos años, aproximadamente. Tengo lo suficiente como para haberme decidido a publicarlo, y espero que les guste. De ser así, hacérmelo saber en un review sería más que perfecto, y lo agradecería con absoluta sinceridad. 

 

Sin más, ¡hasta la próxima actualización! Gracias por leer, chú chú.~


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