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Rock you like a hurricane por Athena Selas

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Marzo 2010

La tarea que Kanon se había encomendado a sí mismo había sido de colosales magnitudes. Y es que convencer a Albafica de acompañarlo a la fiesta de cumpleaños de Minos luchando contra reloj había sido una tarea agotadora.

 

Luego del festival de rock en el que Poseidon se presentó el veintitrés de marzo en San Francisco, Kanon tuvo que tomar un vuelo que duró más de diez horas hacia Europa. El egocéntrico cantante odió haber tomado un vuelo comercial, aun ocupando asientos de primera clase, acostumbrado a la comodidad de los aviones privados de Julian Solo. Francamente, haber abordado en estado de ebriedad y con otras sustancias estupefacientes dentro de su organismo, fueron la principal causa de su malestar ya que fue dentro del avión donde experimentó una dolorosísima resaca resultado de los excesos cometidos en la fiesta a la que había asistido horas antes.

 

Finalmente llegó al aeropuerto de París donde lo esperaba el transporte aéreo privado que lo llevaría hasta la mansión de Julián Solo en Italia, muy cerca de Nápoles. Ciertamente Kanon realizó toda esa odisea cumpliendo órdenes explícitas de su mecenas a quien le convenía mantener contento para mantener intactos todos los grandes privilegios que el billonario le concedía todo el tiempo. Además, necesitaba regresar a Europa justo aquellos días para cumplir con su parte del trato en el cumpleaños de Minos y, por supuesto, cobrar lo que esperaba conseguir con aquel engorroso plan.

 

Los propósitos de Julián de haber llamado con tanta urgencia exclusivamente a su Dragón Marino eran muy básicos: su cumpleaños había acontecido un par de días atrás y el Rey de los Mares, como era de esperarse, tuvo una suntuosa celebración estimada en cientos de miles de dólares; sin embargo, el joven magnate seguía sintiéndose ansioso por probarse a sí mismo que podía obtener cualquier cosa que quisiera como capricho por su aniversario y eso incluía a la indomable personalidad de Kanon a falta de Saori Kido en su vida.

 

Así, cuando Julian tuvo de frente a su estrella de rock no soportó demasiado el protocolo de buenos modales y apenas permitió al gemelo disfrutar la sobremesa después de haber comido una abundante y deliciosa cena en un pequeño, pero lujoso comedor de la mansión y sólo unos momentos después Julian lo arrastró a sus aposentos para comenzar a devorarlo enteramente toda la noche.

 

El Rey de los Mares abandonó su propia habitación luego de terminar su festín de cumpleaños y permitió a su querido Dragón Marino descansar merecidamente a solas.

 

Pocas horas más tarde, Kanon despertó entre gimoteos y quejidos a causa del dolor que le había infligido el bruto tacto de Julian.

 

Ciertamente Dragón Marino admitía, con mucha frustración, que el Rey de los Mares tenía un defecto enorme que nunca pudo corregirle a lo largo de los años de intermitentes acostones que habían compartido desde que se habían conocido: Julian Solo era muy malo en la cama, o al menos durante el sexo con otro hombre.

 

Con su zona pélvica sumamente sensible, el pelilargo tomó una larga ducha y mientras tanto ordenó el desayuno a la habitación junto con una lista de poderosos analgésicos que creía necesitar para revivir, así mismo anexó una botella de buen brandy para rematar su corrosivo coctel de medicamentos.

 

El mayordomo de la mansión acudió puntual a llevarle los alimentos y bebidas en brillantes bandejas de plata, la cuales eran sostenidas en brazos de hermosas doncellas ataviadas con preciosos uniformes acordes a su oficio, las bellas señoritas dejaron todo perfectamente acomodado en el pequeño comedor que se hallaba frente al balcón de los aposentos; el sirviente le entregó entonces una pequeña nota firmada por Julián que contenía un corto mensaje escrito en griego que enunciaba: "Tuve que salir a atender asuntos importantes; descansa y pide cuanto quieras mi Dragón Marino"

 

Acto siguiente, el cantante ordenó al mayordomo conseguirle un vuelo, preferentemente en avión privado, hacia Alemania en donde permanecería sólo unas horas ya que después requería dos asientos para llegar a Ámsterdam antes de las seis de la tarde.

 

El hombre italiano de avanzada edad y poblado bigote le miró ceñudo y, soltando un gruñido muy quedo de desaprobación, ordenó a las doncellas retirarse antes de responder con un seco "Haré todo lo que esté a mi alcance para cumplir sus peticiones, señor Dídymoi"

 


 

Con sus planes saliendo a pedir de boca, Kanon se entrevistó con Albafica aproximadamente a las dos de la tarde de ese mismo día, justo cuando el modelo salía de una sesión fotográfica en Núremberg, Alemania.

 

— ¿Así que quieres que te acompañe a Ámsterdam esta noche? — preguntó el joven de cabellera celeste con una actitud sumamente recelosa dentro del taxi que había tomado con Kanon improvisadamente para dirigirse al hotel donde el modelo se estaba hospedando, pues ambos tuvieron que huir debido a la cantidad insostenible de admiradores y curiosos que comenzaron a reunirse alrededor de la súper estrella de rock quien estaba haciendo una aparición inesperada y casual en las calles de Núremberg.

 

— ¿No habías insistido en Navidad que yo debía pasar tiempo de calidad con mi familia? — se refugió en aquel tenso episodio entre ambos acontecido en diciembre pasado. El ojiverde no anticipó que Albafica lo fulminara con la mirada como respuesta.

 

— ¿Me crees tan idiota para creerme ese cuento, Kanon? — arguyó el hermoso joven con sus turquesas ojos entrecerrados en una mirada venenosa.

 

El mayor apretó sus labios en un acto de obvio estrés. Intentó farfullar alguna excusa muy buena, pero el modelo interrumpió.

 

— Sé que hoy es la fiesta de cumpleaños de Minos y tu objetivo es que vaya a ver de nuevo a ese hombre.

 

Kanon suspiro fingiendo inocencia, luego meditó por largos momentos aun sintiendo la espinosa mirada de resentimiento de Albafica clavándose sobre él. No tocó más el tema hasta llegar al hotel en donde se refugiaron.

 

— ¿Cómo van la cosas en el Santuario? — interpeló distraídamente Kanon ya dentro de la habitación del más joven pasando los canales de la televisión alemana con aburrimiento sentado sobre la cama.

 

Sorprendido por el inesperado cuestionamiento, el modelo tardó un poco en formular una respuesta que satisficiera la inusual curiosidad del otro.

 

— De maravilla, como siempre. Para la semana de Navidad y Año Nuevo nuestro hogar no se pudo dar cabida de tantos invitados que recibieron, incluso el maestro Dohko organizó un campamento al aire libre que fue estupendo para compensar la falta de camas y sillones suficientes ¡La señorita Saori lució encantadora con su vestido de gala la noche de Año Nuevo! — suspiró Albafica recordando nítidamente a la primorosa musa del Santuario. Luego, el joven de cabellera celeste no se midió en recitar ensoñadoramente todos los detalles de aquellas fechas tan especiales al lado de sus seres queridos. Kanon no le interrumpió jamás y lo escuchó atentamente, incluso en un par de ocasiones una sonrisa se asomó discretamente en sus labios al aparecer divertidas anécdotas de las celebraciones navideñas en el relato. — Técnicamente toda tu generación asistió ¡Estaban todos ahí! Milo, Camus, Aioria, Mu, Aldebarán, Shaka, Shura… Por supuesto Saga encabezó muchas actividades como mano derecha del patriarca — aventuró Albafica temeroso por mencionar al mellizo del cantante —. Les conté a todos que estuve reuniéndome contigo en Londres, no podían creerme. Tu hermano me encomendó mucho pedirte que visitaras pronto tu hogar, el Santuario, en nombre de todos los que te echan de menos —

 

— ¿Mi hogar? — bufó muy quedito Kanon mordazmente casi para sí mismo; no obstante, el modelo apenas percibió este gesto. Luego, la estrella de rock lanzó la última carta que le quedaba para cumplir exitosamente sus planes. — ¿Y si regresara a ese lugar, qué sucedería? ¿Shion y Dohko me echarían a patadas y exorcizarían todo lo que me hubiera atrevido a tocar? —

 

— ¡Por favor no seas ridículo! — exclamó Albafica casi ofendido —. La señorita Saori te perdonó por los errores que cometiste en el pasado y tanto el patriarca como el maestro tienen que respetar esa decisión más que nadie; además, incluso yo sé que destinas cierto porcentaje de tus millonarias ganancias anuales a la Fundación Athena y, por lo tanto, al Santuario. Perteneces a ese lugar tanto como cualquiera de nosotros — concluyó con el menor con una profunda determinación rebosando cada palabra que dedicaba al cantante.

 

— Quiero ir entonces, quiero regresar al Santuario — concedió Kanon con sinceridad y ante tal respuesta inesperada las hermosas facciones del más joven se iluminaron espléndidamente, acentuado su sobrecogedora belleza natural.

 

— ¿Hablas en serio? No bromees con esto.

 

— Siempre cumplo mi palabra, pero a cambio quiero pedirte un favor.

 

El desencanto en el rostro perfecto de Albafica fue inmediato.

 

— ¡No estarás chantajeándome para ir al cumpleaños de ese hombre!

 

— Yo no lo vería de esa manera — habló el cantante sin culpa alguna mientras caminaba hacia el mini-bar de la habitación para tomar cualquier bebida refrescante —. Después de todo es tu decisión al final.

 


 

Un par de horas antes del filo de la medianoche Minos arribó a un afamado y prestigioso club nocturno en la vaporosa ciudad de Ámsterdam llamado Garden of Eden. La entrada del lugar estaba abarrotada de personas, la mayoría adultos jóvenes, que imploraban a los cuerpos de seguridad de la puerta dejarles pasar al establecimiento y muchos de ellos aseguraban estar en la lista de reservaciones.

 

Aún afuera podía escucharse el enardecedor ambiente de música electrónica mezclada en vivo por talentosísimos DJs y cuando las puertas de acceso se abrían ocasionalmente podía entreverse el alucinante ambiente de luces y humo que mantenía una atmósfera de total furor dentro del club.

 

Muy cerca del lugar se encontraba estacionado un sobrio automóvil Volvo S80 color blanco del cual bajaron tres figuras con un porte formidable que obligaba a todos a su paso a admirarlos, pero al mismo tiempo a apartar los ojos de inmediato por el aura tan imponente que emanaban los tres al mismo tiempo: Minos, Radamanthys y Aiacos: nombres sumamente reconocidos en el mundo jurídico contemporáneo. Ellos, fieles servidores a Elysium y a su presidente Hades, tenían un sobrenombre en conjunto que más que ofenderlos les halagaba demasiado y no lo ocultaban. Los Jueces del Infierno, así era conocido aquel singular trío debido a que, según sus aguerridos adversarios, serían capaces de hacer que hasta el alma más pura y noble entrara a la garganta del averno con argumentos indiscutibles si el hombre al que servían, Hades, así se los ordenara.

 

Los tres iban ataviados para la ocasión. Minos vestía un sobrio pantalón gris satinado y un vanguardista jersey color negro seguramente de diseñador, además para protegerse del frío de la noche llevaba un abrigo azabache de lana con detalles en piel del mismo tono a lo largo del cuello y las solapas, por último su larga cabellera plateada lucía suelta, pulcramente cepillada y brillante. Radamanthys, en cambio, llevaba una apariencia mucho más clásica, bastante típica en él; había seleccionado pantalones de vestir en color gris pálido y una camisa lisa de tonalidad violeta, portaba además un selecto reloj de la marca Omega el cual combinaba magníficamente con su conjunto. Aiacos llevaba un vestuario muy parecido a Wyvern, pero la parte superior de su atuendo era rosa pálido, un color que resultaba impensable dentro del armario del inglés.

 

Minos guío a sus dos colegas hacia el establecimiento y pasaron de largo la considerable cantidad de gente que buscaba acceder al famoso recinto ubicado en Ámsterdam, ni siquiera se acercaron a la puerta principal, pues rodearon el lugar hasta llegar a un acceso más discreto y, por lo tanto, exclusivo. Los tres encararon a los dos guardias de esta puerta, los cuales semejaban gigantes gorilas vestidos con traje formal y lentes obscuros, la imagen casi parecía circense.

 

Griffon se identificó frente a ellos y al verificar en su lista, los empleados se seguridad cambiaron su actitud intimidante a un trato cordial y servil. Uno de ellos llamó a través de su teléfono móvil a una anfitriona a la puerta y ella apareció en menos de un minuto. La hostess era una mujer rubia muy joven de rostro angelical y de cuerpo escultural enfundando en un entalladísimo vestido de sirena color dorado.

 

Aquella amabilísima dama, la cual desprendía un encantador perfume floral, dio la bienvenida a los tres en neerlandés y luego se dirigió especialmente al festejado para darle un bosquejo general del trato especial que recibiría en el exclusivo club nocturno Garden of Eden, por haber reservado toda la planta alta para él y sus invitados. Aiacos aprovechó la oportunidad para asomarse al escote pronunciado y bien dotado de la anfitriona. Radamanthys quiso amonestarlo con la mirada por aquella falta de caballerosidad, pero tampoco pudo evitar mirar de reojo todo aquel banquete visual.

 

En cuestión de minutos los tres accedieron al ardoroso lugar.

 


 

— Es una lástima que la señorita Pandora haya rechazado la invitación de Minos ¿verdad Radamanthys? — sugirió Aiacos con un tono de malicia en su voz, lo cual era natural en el hombre originario de Nepal.

 

Habían transcurrido un par de horas desde la llegada de los tres y la planta alta, reservada en su totalidad para el festejo de cumpleaños, estaba abarrotada de amigos y conocidos cercanos de Minos y la mayoría de ellos ya estaba experimentando los febriles y desenfrenados efectos del alcohol en la sangre. La pista de baile estaba colmada de gente que se agitaba rítmicamente al calor de la música que te obligaba a levantarte frecuentemente y dejarte llevar por los quiméricos sonidos irresistibles al oído creados por los afamados DJs de Garden of Eden.

 

Los dos abogados se encontraban sentados en mullidos asientos de piel alrededor de una pequeña mesa la cual se localizaba un tanto alejada del bullicio del baile.

 

— ¿Por qué es una lástima, Aicos? — lo desafió su colega quien ya había comenzado a consumir calmadamente una botella de whisky Green Label que había solicitado a su mesero al llegar.

 

— Oh... — sonrió picarescamente Garuda quien se atrevió a tomar el vaso de whisky en las rocas que yacía frente a Radamanthys atravesando su brazo sobre la mesa para quitárselo frente a los ojos y cuando tuvo la bebida en sus manos dio un trago lento y gratificante al precioso licor ámbar de origen escocés —. Porque entonces no podrás contenerte y frenarte esta noche, lo cual es imposible considerando la cantidad de hermosas mujeres que nos acompañan al festejo — aclaró estirando la mano para señalar con el vaso en la mano todo lo ancho del lugar —. Aunque claro, también hay muy buenos prospectos masculinos a los que yo tampoco me podría resistir ¿y tú? —

 

Wyvern entrecerró los ojos con disgusto.

 

— No soy homosexual, eso ya lo sabes.

 

Aiacos soltó una risita insolente e incrédula como respuesta y Radamanthys detestó aquello.

 

— ¿No te parece que Minos está muy inquieto? — cambió de tema el atractivo hombre oriental dirigiendo su mirada hacia su colega de cabellera plateada. Los ojos ámbar del inglés también se fijaron en el festejado —. Parece que está esperando a alguien ansiosamente ¿sabes algo al respecto?

 

— Para nada — admitió el inglés cerciorándose que, en efecto, Griffon permanecía rodeado de amigos y apetecibles pretendientes quienes se encargaban de hacerlo sentir animado, cómodo y, sobretodo, entonado con la fiesta; sin embargo, Minos estaba aún sobrio y parecía poner más atención a la escaleras de acceso a aquel piso que a las atenciones que sus invitados le ofrecían.

 

De pronto llegó a sus oídos el sonido de un alboroto proveniente de las plantas inferiores. Los gritos y exclamaciones que emitían las personas dentro del recinto eran tales que superaron por breves momentos el sonido de la música normalmente ensordecedora. Esto inquietó a las personas que permanecían en la planta superior quienes comenzaron a creer que se trataba de algún suceso peligroso; sin embargo, en plena atmósfera de incertidumbre, surgieron de las escaleras de acceso algunos de los toscos guardias de seguridad de Garden of Eden quienes precedieron el paso a Kanon Dídymoi.

 

Debido a la estrepitosa entrada del griego y su acompañante, toda la fiesta de Minos se percató de la llegada de la súper estrella de rock quien fue una inesperada sorpresa y, naturalmente, también causó una ligera conmoción allá arriba.

 

Radamanthys sintió cómo una helada sensación bajó por todo su cuerpo, desde la cabeza hasta la punta de sus pies como consecuencia debido a la impresión. Wyvern no había visto a Kanon en meses. A pesar de haber mantenido constante comunicación con él, sus emociones reaccionaron inquietantemente ante su presencia, aun si ambos se encontraban separados por varios metros de distancia y el griego no tuviera idea, aparentemente, de que Wyvern se encontraba también en la fiesta. Nervioso miró de reojo a Aiacos, temiendo que Garuda hubiese presenciado el rostro de vergonzoso pasmo que le había provocado la aparición del recién llegado, para su fortuna el hombre de cabellera violeta estaba admirando todo el espectáculo generado por Kanon.

 

— ¡Pero qué cosa tan follable acaba de llegar! — casi gritó Aiacos para hacerse oír sobre todo el jaleo. Radamanthys apretó los puños inconscientemente y esperaba que su colega hablara del acompañante del griego — Dime una cosa, Wyvern — continuó Garuda mirándolo de frente luego de acercarse al inglés quien mantenía una máscara de severidad para ocultar el estrés que estaba experimentando repentinamente —. ¿De verdad no te lo tiraste cuando tuviste la oportunidad? —

 

— No sucedió absolutamente nada entre nosotros, se los he repetido a Minos y a ti cien veces.

 

— ¡Desgraciado Minos! — exclamó el hombre nepalés volcando toda su atención hacia su colega de cabellera plateada quien había acudido a recibir personalmente a su invitado sensación —. Aprovechó el banquete masculino que tú rechazaste para agasajarse él solo, ya sé a quién estaba esperando con tanta impaciencia. —

 

El rubio se vio obligado a girar su cuerpo para contemplar la escena de Griffon dando un muy afectivo abrazo a Kanon, pues el griego rodeó por completo el cuello del abogado con sus brazos y Minos se permitió posar sus manos en la cintura de su invitado con suma confianza.

 

Durante los siguientes momentos Radamanthys no supo cómo clasificar sus emociones y de algún modo se sentía traicionado ¿Pero cuál era la causa de ese sentimiento realmente? ¿Acaso sentía que a pesar de haberse mantenido en comunicación constante, si no es que diaria, con el griego, Kanon ni siquiera se molestó en mencionar su inesperada cercanía con Minos y mucho menos su asistencia a aquel evento? ¿O era porque al parecer todos esos recurrentes coqueteos por parte del cantante hacia él significaran en realidad simple chasco a pesar de que Wyvern ya se hubiese familiarizado agradablemente a ellos? ¿Acaso el rubio era simplemente una diversión o distracción más en la vida de la estrella de rock y Kanon en realidad compartía conversaciones de texto tan cálidas como las suyas con varias personas a la vez, entre ellos Minos, para tener una gama de opciones cuando al peliazul le apeteciera?

 

Agobiado con todas las torturantes suposiciones que su mente comenzó a maquinar, Radamanthys tuvo la imperiosa necesidad de apurar con mayor velocidad los vasos de whisky sobre sus labios.

 


 

Kanon necesitó de un buen rato, mucho más de una hora, para deshacerse del grupo de personas que lo abordaron en la fiesta para saludarlo, tomarse fotografías con él y, por supuesto, pedirle autógrafos, además de hacerle preguntas sobre Poseidon Marines. Minos aprovechó lo ocupado que estaba el cantante para robar a Albafica y dedicarle toda su atención, pero con mucha mayor sutileza, tomando en cuenta el último consejo al respecto que le había proporcionado el gemelo menor para recuperar la atención y disposición del hermoso joven de cabellera celeste.

 

El griego tuvo una oportunidad de escapar de toda la atención y, sin perder el tiempo, se dirigió hacia donde estaba Radamanthys sentado y bebiendo whisky sin detenerse en una actitud un tanto hosca. Lo que el cantante no sabía era que desde su aparatosa llegada el humor de Wyvern había decrecido hasta lo insoportable, tanto que Aiacos abandonó al inglés apenas habían pasado diez minutos del arribo de Kanon.

 

— ¡Radamanthys! — exclamó el griego con mucho entusiasmo contenido.

 

Ciertamente aquella noche el cantante de rock se miraba tan apetitoso como siempre, sobretodo luciendo entallados pantalones negros que se moldeaban a sus fuertes piernas y a su perfecto trasero tan tentadoramente; la llamativa camisa que había elegido para el conjunto era de color vino y como parte de su estilo desaliñado, no llevaba abotonados los puños, los cuales dobló pulcramente hasta los antebrazos, también llevaba sueltos los primeros botones del cuello hasta con la intención de dejar asomarse sugerentemente las líneas de sus clavículas.

 

En cuanto los dos hombre estrecharon sus manos a modo de saludo, Kanon notó la tremenda apatía de parte del rubio hacia él y aquello lo abofeteó como un severo golpe de desilusión ¡Todo lo que el griego había tenido que hacer para preparar aquel encuentro: desde negociar con Minos, cruzar en menos de un día medio planeta, apenas dormir, tener que haber fornicado con Julian para aprovechar las facilidades de transporte, haber jurado a Albafica visitar el Santuario! ¡Mierda!

 

— ¿No estás de humor? — el gemelo hizo uso de toda su cordura y fuerza de voluntad para no arruinar aquel reencuentro e intentar conciliar la situación y aquello no le iba muy natural dada su personalidad impulsiva — ¿Por qué no vamos a bailar para que la noche mejore un poco? —

 

— No quiero bailar y mucho menos contigo ¿por qué no me dejas en paz y vas a molestar a alguien más?

 

— ¿Y a ti qué mierda te pasa? ¿Ah? —. No fue nada difícil provocar que el cantante explotara ante el despliegue de hostilidad del inglés — Pues bien, húndete en tu miserable y amargada existencia, cejón —

 

Kanon se retiró de la mesa donde el rubio bebía solitario y por las siguientes horas el griego se dedicó a beber desenfrenadamente, a bailar y flirtear con hombres y mujeres por igual. Pero además, constantemente buscaba a Wyvern con la mirada y se percató de que el inglés, bastante alcoholizado, había sido levantado de su deplorable estado por Minos y Aiacos quienes se encargaron de ponerlo a bailar y a socializar un poco más; aquellos dos conocían tan bien a Radamanthys que lograron hacer que se integrara a la fiesta con bastante éxito.

 

— Creo que tu intento por llevar a Radamanthys a la cama es un completo fracaso — le susurró Minos al oído al griego cuando se cruzaron por casualidad en la barra del bar.

 

— Y yo creo que esta asociación entre tú y yo es injusta por completo, porque en tu caso es todo lo contrario: veo te va muy bien con Albafica esta noche — reprochó la estrella de rock.

 

— ¿Quieres un consejo? Sigue tu juego, hazme caso, pero rompe el hielo, acércate tú primero porque si de él dependiera podría dejar de dirigirte la palabra para siempre desde hoy, parece molesto especialmente por tu culpa ¿Y por qué será? ¿Habrá visto el muy cariñoso abrazo que nos dimos para impresionar a Albafica? ¿El gran señor Wyvern se puso celoso? — Habló Minos con la lengua bastante suelta y de buen humor a causa de lo fabuloso que la estaba pasando en su cumpleaños y las grandes cantidades de vodka fluyendo por su sangre —. ¡Oh no, será mejor que te des prisa! Míralo, ya comenzó —

 

Kanon dirigió la mirada hacia donde yacía la de su interlocutor y fue testigo de un largo y apasionado beso entre el rubio y una mujer pelirroja de corto y sugerente vestido color escarlata.


 

El griego se encontraba muy concentrado trabajando sobre el lavamanos del tocador del club preparando con maestría un par de gramos de polvo blanco con ayuda de una navaja sobre una diminuta tablilla de cartón y formó el narcótico en dos cortas líneas que le apetecieron al instante. De inmediato acercó su nariz a la droga e inhaló rápido y preciso. El atroz y espectacular golpe de cocaína que llegó hasta su cerebro en segundos era una sensación indescriptible, muy parecida a un estallido orgásmico o incluso mejor: doloroso, contundente y alucinante.

 

Parado frente al espejo del tocador de hombres, Kanon realizó esta acción con naturalidad y la volvió a repetir. En realidad, a nadie molestó el hecho pues la habitación estaba pobremente iluminada y los que hacían uso de los sanitarios estaban muy borrachos o muy acostumbrados a escenas así en un club nocturno. Llamaba más la atención los sonidos provenientes de uno de los cubículos de excusado dentro del cual evidentemente dos hombres se encontraban fornicando sin pudor.

 

Sumamente estimulado y mucho más relajado, el pelilargo recogió sus utensilios, limpió cualquier rastro de polvo en su rostro con ayuda del espejo del tocador y al cruzar la puerta de vuelta a la fiesta llevaba tatuada una sonrisa de autosuficiencia en el rostro.

 

Luego de buscarlo por todo el lugar, Kanon atrajo la atención de Radamanthys únicamente con la mirada. El rubio se encontraba disfrutando la noche en compañía de su nueva amiga pelirroja; la pareja estaba sentada en una mesa a un lado de la pista de baile. Sin pensarlo dos veces, el griego se acercó a ellos sin importar la expresión amenazante que le dedicó Wyvern al cantante cuando percibió que el pelilargo iba en camino, luego se tomó la confianza de sentarse en la mesa de aquellos dos, sorprendiendo a la guapa dama.

 

— Hola ¿interrumpo algo? — saludó casualmente el recién llegado a la conversación.

 

— ¡Hola! — Contestó con sobresalto la mujer con una sonrisa gigantesca dibujada en sus bonita boca pintada con labial rosa, estaba impresionada por el apuesto recién llegado.

 

— Kanon Dídymoi — se presentó con galantería el pelilargo y supo que los ojos dorados del abogado lo estaban fulminando y al cantante le divirtió sumamente aquello, pues apenas estaba calentando todos los motores de su plan.

 

— ¿Tú eres el famoso que causó tanto alboroto hace unas horas? Lamento si no conozco muy bien a tu banda, creo que el rock no va muy bien conmigo. Mi nombre es Victoria, es un placer.

 

— Oh, no sabes cómo agradezco tener una conversación normal de vez en cuando ¿Te molesta si me quedo con ustedes, Radamanthys?

 

— ¿Ustedes dos se conocen? — exclamó la pelirroja dándose cuenta en un segundo que había olvidado la presencia del inglés a causa del apabullante arribo de la celebridad a su lado.

 

— Algo así, fuimos enemigos en un juicio hace unos meses ¿verdad, Wyvern?

 

— ¡Oh cielos! — exclamó con sorpresa la mujer.

 

La insulsa conversación continuó por varios minutos incluyendo sutiles coqueteos por parte de Kanon quien, evidentemente, fue ganando terreno en el gusto de la mujer. El rubio se limitó a ser un espectador mientras enterraba las uñas sobre el borde de la mesa.

 

Finalmente Radamanthys se puso de pie sin decir una sola palabra, dispuesto a retirarse y la pelirroja ni siquiera lo notó, pero el griego se percató de inmediato pues, sin importarle dejar a la dama a media conversación, él alcanzó al inglés quien sólo había dado un par de pasos.

 

— ¿Por qué te vas? — Preguntó cínicamente el pelilargo — Victoria tiene muchas ganas de bailar, vamos los tres.

 

Wyvern abrió los labios, seguramente para mandar al demonio a su interlocutor, pero la pelirroja estaba ya al lado de los dos y ella se le adelantó al rubio.

 

— ¡Sí, será divertido, vamos los tres! — Y sin ningún recato, Victoria tomó la mano de ambos hombres y los arrastró a la pista de baile.

 

Kanon estaba sumamente complacido por lo inesperadamente bien que iba su estrategia. Esa mujer le estaba facilitando tanto las cosas que hasta quería besarla en agradecimiento, pero le reservaba aquel privilegio esa noche a otra persona.

 


 

El ambiente de la celebración estaba en su punto más álgido. Los expertos mezcladores de música y el equipo técnico tenían rendidos a todos los asistentes ante los irresistibles ritmos tanto de selecta música electrónica como títulos comerciales que ponían eufórica a la masa que no se contenía en corear éxitos pop mientras agitaban sus cuerpos cadenciosamente. Para acentuar el ambiente desenfrenado de baile, el equipo de luces y efectos láser de primera generación embravecía la bulliciosa atmósfera de la pista de baile sobre la cual el ruido producido por los equipos de sonido era apabullante, pues el suelo vibraba debido a la potencia del audio.

 

Los golpes tan violentos a sus sentidos provocados por el entorno de la pista pusieron a Radamantys en un bien conocido estado de delirio a causa de haber ingerido cantidades poco saludables de alcohol.

 

El lugar estaba abarrotado y ellos tres lograron abrirse paso a duras penas. Victoria comenzó a bailar sin inhibiciones entre los dos cuerpos masculinos quienes le siguieron el juego enseguida. La atrevida pelirroja finalmente puso atención a Wyvern y lo miraba de frente con sus cuerpos a escasos centímetros de distancia, ella era una cabeza más baja que él, así que la mujer levantaba el rostro para hacer contacto visual con el inglés. Por otro lado, la estrella de rock bailaba detrás del cuerpo de Victoria con la misma carencia de espacio personal entre ellos y de vez en cuando el trasero de ella hacía roces con sus glúteos sobre la anatomía del pelilargo.

 

Con el paso de las canciones los pasos de baile de los dos hombres se tornaron sumamente insinuantes y poco a poco comenzaron a olvidar por completo la existencia de aquella casual mujer llamada Victoria cuyo papel se limitó únicamente a ser una barrera entre sus cuerpos.

 

Kanon no despegó sus ojos de Wyvern ni un momento y cuando obtuvo la misma atención por parte de Radamanthys su vista emitió un ardoroso brillo esmeralda.

 

El inglés comenzó a notar su respiración acelerarse más de lo normal aun tomando en cuenta su estado de ebriedad y el efervescente aire de Garden of Eden. Repentinamente cada movimiento que realizaba el griego al bailar le parecía fascinante y hasta el recorrido de las gotas de sudor deslizándose desde la frente del pelilargo hasta recorrer su cuello y perderse en algún lugar desconocido entre su camisa provocaron al abogado indeseables erizamientos de vello detrás de su nuca y sobre su abdomen.

 

La pelirroja se percató tarde de la danza seductora que se estaba llevando acabo a su alrededor y en la que ella no tenía nada que ver. Conmocionada, realizó un patético intento de llamar la atención de alguno de los dos y con las dos manos tomó la nuca de Wyvern y obligó al inglés a besarla por segunda vez en la noche, el rubio permaneció un poco desconcertado por el repentino gesto de Victoria, pero no se resistió.

 

Definitivamente fue aún más imprevista la siguiente acción de Kanon quien separó a la mujer de Radamanthys sin mucha cortesía. Ella emitió una larga exclamación de enfado y sobresalto, pero indiscutiblemente todas las palabras desaparecieron de sus labios rosas cuando fue testigo del beso que le plantó el cantante al rubio por primera vez.

 

El inglés quedó aún más estupefacto que Victoria y seguramente si la situación se hubiera dando estando él sobrio, se habría quitado de encima al otro hombre con violencia; sin embargo, el hechizo de la noche le hizo dejarse llevar por el momento sin resistirse y se acomodó con soltura sus labios sobre los de Kanon para corresponder a aquella arrebatada caricia.

 

El pelilargo emitió involuntariamente un gemido entre sus bocas a causa de la dicha que le provocó el triunfo que tanto trabajo le costó cosechar y, por lo tanto, había anhelado mucho este momento. El griego cerró sus ojos para no perder detalle de las sensaciones y se permitió el lujo de que el beso fuera sumamente largo. El movimiento de sus labios fue tremendamente estimulante para ambos y debido a lo agradable que estaba resultando, no quisieron acelerar la humedad entre sus bocas por el momento. El aliento del rubio le supo a Kanon por primera vez a añejo whisky escocés.

 

Radamanthys logró separarse primero y en realidad lo hizo para cerciorarse, nerviosamente, de lo que estaba pasando a su alrededor, pues repentinamente se aterrorizó al imaginar que toda la fiesta se hubiese detenido para observar su repentino desliz con otro hombre. Se sintió un poco idiota al darse cuenta de que la desenfrenada celebración en la pista de baile permanecía exactamente igual y a todos les importaba un bledo que Wyvern se estuviese besando con alguien de su mismo género, incluso Victoria había desaparecido ya.

 

Kanon, con una pícara expresión en el rostro se dispuso a continuar bailando aprovechando que ya nada estorbaba entre su cuerpo y el del inglés quien, mucho más relajado, lo imitó.

 

Pronto, la urgencia de seguir bebiendo de sus labios los hizo repetir el primer beso, pero ahora con mucha mayor intensidad.

 

Así, el ciclo de baile y besos que comenzaron a compartir se prolongó por demasiado tiempo hasta que decidieron que la sensación de sus lenguas encontrándose en un sofocante abrazo era tan adictiva que no valía la pena fingir moderación, pues no la necesitaban.

 


 

Los cuerpos de ambos estaban pegados con sumo descaro y no estaban siendo capaces de frenar las febriles reacciones que comenzaron a experimentar.

 

Kanon se permitió posar sus manos en la cintura de Radamanthys, muy cerca de la curvatura de sus glúteos; por su parte el rubio mantenía su agarre entre la nuca y el cuello del griego, aplicando de intermitentes caricias circulares a esta zona tan sensible del pelilargo quien comenzó a experimentar peligrosos cosquilleos en sus entrañas y su entrepierna a causa de estas atenciones que tanto había anhelado.

 

El siguiente beso fue definitivo, Wyvern comenzó a frotarse contra el otro hombre impúdicamente y la ansiedad que reflejaba en el vigoroso y húmedo contacto de sus bocas demandaba llevar a otro nivel las cosas. Cuando el abogado atrapó las orejas del pelilargo con sus dedos y comenzó a juguetear con el sensible cartílago, el griego supo que tampoco resistiría más.

 

— ¡KANON! — gritó Albafica al mismo tiempo que técnicamente arrancó a su pariente de los fuertes brazos de Radamanthys.

 

El griego inhaló una fuerte bocanada de aire sobresaltado a causa de la impresión. Todas las fibras de su cuerpo sintieron cómo si una lluvia de hielos le hubiese caído sobre el cuerpo sin advertencia previa.

 

— Alba-albfica — farfulló el cantante sumamente desorientado y aturdido.

 

Minos apareció en un instante detrás del joven de cabellera celeste. Así que Wyvern, en su caso, sintió cómo todo el alcohol en su sistema y, sobretodo, la sangre que se comenzaba a acumular preocupantemente en su entrepierna, fueron liquidados de inmediato.

 

Albafica se dejó caer en los brazos del gemelo quien se percató de que su familiar no se podía mantener en pie a causa de lo borracho que estaba.

 

— Dile a Minos que quiero quedarme con él, dile que estoy bien Kanon, dile — alcanzó a balbucear el joven modelo mitad en griego, mitad en inglés con la cabeza hundida en el pecho del cantante. El modelo estaba perdido de borracho.

 

La estrella de rock miró al noruego recién llegado quien lucía preocupado por el estado de su interés amoroso.

 

Bonito momento para que a Minos se le hubiese ocurrido ponerse moralista ¿Por qué mierda no se había aprovechado de Albafica para servirse su propio regalo de cumpleaños en lugar de arruinarle el momento con Radamanthys?

 


 

Un poco más tarde, Minos y Radamanthys acompañaron al par de griegos fuera del club nocturno para tomar el taxi que habían solicitado por teléfono para llevarlos a su hotel.

 

Albafica se apoyaba en el gemelo para caminar, pero en realidad Kanon prácticamente lo cargaba sobre su hombro y lo arrastró todo el recorrido. Al abrir la puerta del automóvil, el joven modelo se quitó el abrigo que Minos le había prestado para salir con la intención de devolvérselo, pero el noruego se apresuró a llegar a su lado y colocar de nueva cuenta la prenda abrigadora de inmediato sobre los hombros del menor.

 

— Quédatelo, por favor — suplicó el abogado de cabellera plateada.

 

De alguna manera, Albafica logró saltar hacia los brazos de Minos para besarlo en la mejilla a modo de despedida. El festejado lo atrapó con seguridad en un abrazo y disfrutó del gesto, momentos después los dulces labios del hermoso joven encontraron la comisura de sus labios y pronto ambos se besaron en la boca profundamente.

 

Kanon se mordió el labio inferior a causa de la frustración. Desde la llegada de Minos, Radamanthys no se atrevía a mirarlo siquiera y, por el contrario, el noruego la estaba pasando en grande todavía.

 

Momentos después el cantante acomodó a su pariente en el asiento trasero del taxi, luego salió del automóvil brevemente para despedirse de ambos abogados.

 

— Radamanthys, quiero pedirte un favor — habló inesperadamente Minos.

 

— ¿Qué sucede? — cuestionó su colega con incredulidad.

 

— Albafica es una persona sumamente especial para mí, quiero pedirte que acompañes a los dos hasta la puerta de su hotel para cerciorarte de que lleguen a salvo.

 

 

— Pero…

 

— Lo haría yo mismo, pero sería sumamente grosero para mis invitados dejar la fiesta ¿no crees?

 

Minos era un tipo más o menos decente, pensó con malicia Kanon ya dentro del taxi junto con Albafica y Wyvern. Al menos el noruego le había regalado una última oportunidad al saber que le había arruinado en cierto modo la fiesta a la estrella de rock.

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Notas finales:

Gracias a todos los lectores que me han acompañado hasta aquí, espero esta historia continúe siendo de su interés y agrado. Me he esforzado en seguir sacándola adelante dando lo mejor de mí en cada capítulo.

 

Por cierto, el nombre del club nocturno Garden of Eden donde ocurren los eventos anteriormente descritos reciben el nombre de una canción homónima de Guns n' Roses.

 

Siempre estoy dispuesta a recibir sus comentarios y puntos de vista respecto a este relato.

 


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