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Incondicional por Haruka Eastwood

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Notas del fanfic:

Los personajes de Naruto y N.S son propiedad de Masashi Kishimoto y la idea es mia =3

Notas del capitulo:

Hola!! Tenía ganas de escribir algo de mi pareja favorita, solo espero que les guste y advierto que es un Itachi x Gaara si no te gusta: favor de no leer :3 todo con el fin de evitar ofensas.

 

Mi Facebook por si gustan agregarme

 

¡Sin más preámbulos a leer!

Titulo: Incondicional

Resumen: No importa lo que pase, siempre estaré contigo incondicionalmente.

Categoría: Naruto

Clasificación: Mayores de 16 años

Género: AU. Romance. Drama.

Advertencia: Lemon.

N° Capítulos: Único

Por: Haruka Eastwood

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Incondicional

Sabaku No Gaara Pov

Capítulo único: Por siempre contigo

Sentía el aíre helado golpear contra mi rostro, a la par que innumerables gotitas de agua me bañaban por completo, aun así seguí caminando tan lento como al principio, levantando el rostro de vez en cuando, mientras me dirigía a mi apartamento en el centro de la ciudad. Mi cuerpo tiritaba y pedía a gritos entrar en calor, de lo contrario acabaría enfermo, aunque era lo de menos, qué más daba un resfrió, si todo había perdido el sentido en menos de una hora.

De nueva cuenta suspire, al parecer sería una nueva costumbre, por lo que sin darle importancia saque la llave de mi bolsillo trasero, intentando meterla en la cerradura. Vaya, nunca había considerado lo difícil que se volvía abrir la puerta de casa cuando tienes el cuerpo entumido y tembloroso, gracias a la incesante tormenta que me ha empapado por completo.

Al entrar cerré tras de mí, dejándome caer al suelo completamente desganado, observando el amplio pasillo: obscuro, frio y silencioso. Creo que volveré a la rutina: monótona y solitaria, mi amada rutina que jamás debí dejar, por lo que de mala gana me levanto yendo hacia la ducha. Abro el agua caliente y me meto bajo el chorro aun con la ropa puesta, estremeciéndome por el cambio tan brusco de temperatura, que me hace jadear más de una vez, sin saber realmente como sentirme.

Estoy entre aliviado, molesto, frustrado y con ganas de maldecir a la humanidad, por lo que meditando que hare a continuación comienzo a desvestirme, arrojando fuera de la bañera la ropa mojada… notando que soy un caos, más que eso… la verdad no lo sé. Simplemente que cuando mi cerebro vuelve a querer funcionar, los temblores de mi cuerpo han desaparecido de manera milagrosa. Debería ser genial, pero no lo es, de hecho todo está mal.

Al salir del baño me visto con un pantalón de algodón blanco, y una playera del mismo color, dejándome caer en la cama, escuchando a lo lejos como mi celular no para de sonar insistentemente, aun así no hago nada por contestar, sé que es él, sé que intentara disculparse como las anteriores veces, sé que querrá convencerme diciendo que será la última vez…

Pero ni una más… al parecer diez mil veces es mi límite, solo puedo perdonar diez mil veces… así que estoy en ese punto donde no sé si eso es mucho o poco, creo que lo dejare en que soy idiota.

Y me encantaría decir: “teléfono, puedes sonar todo lo que quieras porque no contestare”, sin embargo el sonido es desesperante y estresante, por lo que molesto lo tomo, pienso en arrojarlo contra la pared, pero me detengo con la mano en el aire y simplemente lo apago. Me levanto y desconecto el teléfono de casa yendo a la cocina por un poco de té, son las diez de la noche y un café me dejaría en vela, un chocolate no es mala opción, pero por ahora no quiero nada dulce.

Pienso en que no todo dura para siempre; mi paz momentánea es turbada por el insistente golpeteo en la puerta y comienzo a creer que ese idiota quiere derribarla. Lo dejaría hacer de las suyas, pero en ese caso tendré a los vecinos molestando por su puto alboroto. Chasqueo la lengua y sin ánimos de volver a verlo abro, comenzando a maldecir en todos los idiomas que conozco, pensando ¿por qué simplemente no puede mantenerse lejos de mí? Entonces lo recuerdo… no es él, soy yo…

Luce horrible. Su largo cabello negro esta todo mojado cayendo a los lados de su rostro, y su ropa está completamente empapada, aun así solo lo observo fijamente, pensando que anteriormente lo hubiera dejado entrar a la casa sin pensarlo, ofreciéndole una toalla para que se secara mientras le preparo un baño caliente, pero ahora… ahora simplemente me interpongo en la puerta, viéndolo retadoramente.

—Gaara… yo…

—¿Qué haces aquí? —le interrumpo, haciendo ademan de querer cerrar la puerta, pero su mano me lo impide, mirándome con esos negros ojos que parecen desarmarme.

—Necesito hablar contigo.

—No quiero escucharte.

Su cuerpo tiembla, no sé si por frio o por lo que estoy diciendo, o es verdad, mi opinión es tan valiosa para él como un diario viejo de hace cinco décadas. Es probable que mis palabras ni le importen, más bien es su maldito orgullo el que está en juego y vino a terminarme, fingiendo que no lo he hecho yo antes.

—Gaara, sabes que te amo —sus ojos se centran en los míos—. Solo dame una oportunidad, solo una para explicarte todo… y es que es un error.

—Diez mil veces…

—¿Q-Qué?

—Diez mil veces me has mentido —espeto, y un maldito nudo se forma en mi garganta—, diez mil veces me has dicho que es la última vez que me mientes y diez mil veces te he perdonado, Itachi.

—Las cosas son diferentes esta vez…

—Acepta que esto se acabo.

No le doy oportunidad de decir algo más, cerrando la puerta en su cara, rogando para que se vaya y es que me siento como una mierda haciéndole esto, pero ya no lo soporto.

Itachi Uchiha es un hombre imponente, serio y el estereotipo de hombre perfecto, también es mi socio, y hace una hora era mi pareja. Creo que eso complica las cosas, claro que no siempre fue así, en un principio yo estaba profundamente enamorado de su hermano, de Sasuke, a quien conocí en la secundaria. Al verlo fue lo que estúpidamente llaman un flechazo, tan solo me enamore, en él veía no solo a un amigo, sino a un digno rival con quien competir académicamente y en cualquier ámbito que se me ocurriera.

Al final nunca pude declararme. El día que iba a hacerlo era el cumpleaños número veinte de Sasuke, sin embargo ese día mostro una sonrisa ladina, diciéndonos que se comprometió con una chica de nombre Karin Uzumaki, era la prima de nuestro amigo Naruto, una mujer bastante animada, risueña y con una vitalidad enorme, la verdad es que hacían una pareja perfecta, debo de reconocerlo. Evidentemente se casaron, para mi desgracia tres meses después de que anunciaron su compromiso, ambos estaban en el altar diciendo sus votos de amor eterno.

En aquel entonces quede destrozado, pero Naruto me animo (la única persona que sabía mis sentimientos por él), estuvo conmigo dándome ánimos muy a su manera, aunque al principio me dijo que así estaba mejor, después de todo, Sasuke no era del tipo de chico que cambiaria de sexualidad, lo sabía, estaba en juego nuestra amistad aun así quise intentarlo, pese a que sonaba surrealista que de la nada dijera “no soy gay, pero correspondo tus sentimientos, Gaara”. ¿Improbable o fantasioso?, puede que ambos.

“Un bastarde al que solo le gustan las mujeres”, así era y seguirá siendo, al final creo que no salió tan mal, es decir, Sasuke sigue con su esposa, con quien lleva seis años de feliz matrimonio. Actualmente está por convertirse en padre, y yo prefiero seguir siendo su amigo, después de todo, ya no me afecta su relación, ahora solo lo aprecio como lo que siempre debió ser: un amigo. Por otro lado, Naruto se caso con una preciosa rubia de grandes curvas, una mujer demasiado bella e inteligente de nombre Ino.

Entre los tres siempre hubo una gran amistad, así que ideamos un plan infalible para tener un negocio propio que nos diera grandes ganancias, fue difícil pero lo conseguimos justo cuando cumplimos veintiuno. Abrimos un bar llamado “Akatsuki”, el cual creció a una velocidad alarmante, en cuatro meses, la demanda era tal que pensamos en abrir otro, sin embargo nos hacía falta capital, ahí es donde entra Itachi, él había estado invirtiendo todo su dinero de la herencia (ya que sus padres habían decidieron heredarles a Sasuke y a él en vida), obteniendo grandes ganancia, por lo que en ese tiempo ya había triplicado todo lo que le correspondía.

Y lo demás es muy simple, de hecho demasiado. Cierto día nos reunió a los tres y se propuso como socio, evidentemente estuvimos de acuerdo y logramos abrir no solo un bar más, sino dos. Se puede decir que todo iba viento en popa para los cuatro, es decir, éramos tres hombres de menos de treinta y habíamos logrado amasar una fortuna en poco tiempo, algo sorprendente para mucho, pero no imposible.

El insistente golpetear de la puerta me saco de mis pensamientos, obligándome a cubrir mis oídos con las palmas de la mano, como si con eso ya no lo escuchara.

—¡No me iré de aquí hasta que me abras! —suspire, viendo mi mano en el pomo de la puerta, tentado a abrirle. Me mordí el labio y con frustración la aparte.

—¡Has lo que quieras!

—Gaara, por favor.

—Sera mejor que te vayas.

Era muy difícil ignorarlo. Lo conocía desde hace más de diez años, y desde hace seis éramos pareja… no hay historia romántica de fondo, ni siquiera algo trágico o melodramático que nos haya juntado, bueno, puede que un poco triste, ya que el día en que se caso Sasuke, tome unas copas de más, me despedí de todos en la fiesta con la clara intención de irme a un bar para seguir tomando. Lo que nunca espere es que Itachi me acompañara, tan solo nos emborrachamos yendo de bar en bar hasta altas horas de la madrugada y terminamos en mi departamento, teniendo sexo salvaje y rudo hasta que amaneció.

Me dijo que yo le gustaba mientras me penetraba fuertemente, y que desde que me conoció no podía dejar de pensar en mí. Le creí y fui egoísta, acepte estar con él sin siquiera pensarlo, ya que se parecía demasiado a Sasuke, era una tortura placentera tenerlo a mi lado, claro que su carácter siempre fue más amable, más dulce, por lo que termine enamorado, incluso más de lo que estaba de Sasuke.

Los primeros dos años fue todo color de rosa, sin saberlo, Itachi me ayudo a superar aquel amor frustrado que tenía por su hermano, quien sorpresivamente acepto nuestra relación, de hecho para él fue como un motivo constante para poder mofarse del siempre perfecto Gaara, y del idiota de su hermano. Los padres de él si pusieron el grito en el cielo al igual que los míos, pero primero era nuestra felicidad, por lo que las opiniones ajenas no tenían relevancia para nosotros y como era de esperarse: terminaron por aceptarnos.

Evidentemente, no todo puede ser perfecto siempre, ya que dos años después de iniciar nuestra relación, Itachi tuvo un terrible accidente en moto, se rompió la cadera, se fracturo varias costillas y su hombro derecho quedo muy mal. El hecho de que sobreviviera fue un milagro, sin embargo no pudieron hacer mucho por su cadera y hombro. Constantemente sufría de un agudo dolor que se hacía prácticamente insoportable, por lo que empezó con medicación fuerte que paulatinamente iba subiendo de dosis para intentar mitigar su dolor, cosa que no funcionaba.

Debido a eso su carácter cambio radicalmente, ya no era aquel chico dulce y un tanto serio que me enamoro, simplemente paso a ser un maldito engreído sabelotodo y orgulloso, alguien insoportablemente sarcástico y pretencioso que cada vez requería más medicamento, incluso él mismo aumentaba su propia dosis, tomando pastillas como si se trataran de dulces. Finalmente el dolor lo llevo a los límites de lo que podía o no soportar y las mentiras comenzaron.

Itachi robaba dinero para droga (cocaína, heroína o cualquier otra mierda); compraba grandes cantidades de medicamento de forma ilegal, mismo que terminaba por intercambiar o apostar; se metía en problemas alegando que una costilla rota le ayudaba a distraerse del dolor en su hombro o cadera. Estuvo en la cárcel un par de veces y las primeras dos, yo pague la fianza; incluso lo interne en un hospital psiquiátrico por abuso de narcóticos, más que nada porque intento quitarse la vida y la cerecita del pastel fue su repentino gusto por prostitutos (hombres y mujeres).

Como era de esperarse, sus padres y Sasuke se cansaron de sus actitudes. Fugaku era un hombre mayor con problemas del corazón, quien murió de un paro cardiaco semanas antes de que Itachi intentara suicidarse. Gritaba que había sido su culpa, mientras Mikoto le consolaba, aunque no servía de mucho, y en algún momento solo me dejaron toda la responsabilidad, teniendo que ser niñera de un hombre seis años mayor que yo, alguien a quien no le importaba despertarme a las dos de la mañana para que vaya por él a un bar y pagara su cuenta.

Ahora mi error, era haber creído que todo estaba como hace seis años, entre comillas. Llevábamos cuatro meses bien, volvía a ser el de antes y justo cuando creí haber recuperado a mi Itachi, me encuentro con una bolsita de droga que cayó mágicamente del techo de su armario. No es que haya desconfiado de él, simplemente iba a tomar un suéter para regresar a casa y cayó, cayó a mis pies como una prueba irrefutable de lo idiota que he sido todos estos años.

Ya nada tenía caso. Me gire sobre la cama, sintiéndola extrañamente grande, y al ver el reloj note que eran las tres de la mañana, no había podido dormir y tal vez no lo haga, instintivamente me levante y camine hasta la entrada como guiado por una corazonada, al abrir la puerta rogaba que se hubiera ido, pero como siempre: me equivoque. Itachi era un ovillo en el suelo, abrazaba sus rodillas, tiritando de frio.

—Itachi —llame, me paralice por unos segundos antes de acercarme, ayudándolo a ponerse de pie—. Joder, tengo que llevarte al hospital.

—Te dije que no me iría.

—Eres un idiota.

—Gaara —coloco su palma fría sobre mi mejilla, atrayéndome hacia él—. Te amo, eres todo lo que me importa y no te he mentido, realmente no soy tan idiota como para perderte.

—Eso no importa ahora…

—Claro que importa, es todo lo que me importa.

—Estas delirando.

—Estoy bien —aseguro poniéndose de pie y abrazándome fuertemente—Solo no digas que esto termino.

Parecía ido, por lo que caminamos dentro de la casa, directamente al baño, abrí la llave de agua caliente, obligándolo a que se pusiera bajo el chorro para que entrara en calor, pero no quería soltarme por lo que termine por meterme junto con él, sintiendo como el agua nos empapaba, mientras me aprisionaba más fuerte entre sus brazos, comenzando a sollozar de manera queda.

—Debo llevarte al hospital —volví a repetir, temiendo que le diera pulmonía por exponerse así.

—No tiene caso…

—Enfermaras.

—No me importa, todo lo que me interesa es que me perdones.

—Itachi, las cosas no funcionan así —me desespere quitándole la cazadora de cuero, notando que realmente no estaba tan mojado, por lo que no puede evitar sentirme más tranquilo—. No puedes condicionarme, ni chantajearme con tu salud.

—¿Qué tengo que hacer para que me creas? —Lentamente se separo de mi cuerpo, acunando mis mejillas con sus manos, dejándome ver sus preciosos ojos negros que lo único que me transmitían era dolor—. Gaara, no te mentí… soy capaz de ir al hospital, pero no precisamente por permanecer afuera las últimas cinco horas. Iría para que me hicieran todos los estudios que hagan falta y así demostrarte que no te miento, lo hice muchas veces pero ya no más… te amo, entiende que no quiero perderte.

Por primera vez lo vi llorar, aquella mascara de frialdad se resquebrajo dejándolo indefenso, tembloroso y perdido entre mis brazos, mientras sollozaba que no me mentía, que lo perdonara y que me amaba más que a su vida. Lo conozco incluso más que a mí, y sé que Itachi Uchiha es un hombre tan orgulloso que jamás se rebajaría a hacer algo así, nunca permitiría que le viera de esta forma… a menos que estuviera desesperado por que le creyera.

—Entonces… —mi voz era un murmullo lastimero, que sonaba patético en mi, un hombre de veintiséis años, serio y con mirada intimidante… pero con él, con Itachi me volvía vulnerable e idiota—. Solo… solo explícame que hacia esa droga en tu armario…

—Hace más de un año —comenzó a relatar, escondiendo su cara en mi cuello—, justo antes de que me internaran había comprado droga y la escondí por toda la casa, ni siquiera recuerdo donde diablos la metí, pero el armario era uno de esos lugares, no creí que siguiera ahí, así que cuando la tomaste y me la arrojaste estaba tan desconcertado como tu… Gaara, tienes que creerme.

—Yo… yo no sé si pueda.

—Por favor.

—Tú no te viste, no estabas en mi lugar —finalmente las lagrimas cayeron por mis mejillas, mientras apretaba los puños frustrado—.  Rompías todo, gritabas, maldecías e intentaste golpearme varias veces… Itachi, te amo, realmente te amo pero no podría pasar por eso de nuevo.

—No lo harás.

—No sé si creerte.

Cuando se aparto de mi, su mirada busco la mía, perdiéndome en esos intensos posos negros que tanto me encantaban. Lucía decidido, con un brillo que jamás había visto, por lo que no me opuse cuando sus labios buscaron los míos en un beso suave y lento, danzando peligrosamente, mientras el agua tibia seguía cayendo sobre nosotros. Y por más que lo intentara no podía apartarlo de mi cuerpo, lo conocía tan malditamente bien que era momento de reconocer que decía la verdad, sin embargo eso no eliminaba mi miedo de verlo nuevamente drogado, con la mirada perdida, viéndome obligado a internarlo en una clínica que pudiera ayudarlo.

—Te amo tanto Gaara, eres lo único que importa en mi vida.

—Tengo miedo —admití entre murmullos—. No soy tan fuerte, no soy capaz de ver a la persona que amo destruirse por esa porquería.

—Gaara… mírame… por favor…

Al levantar la vista me beso con desespero, jurando que jamás volveríamos a pasar por lo mismo, y le creí, volví a creer en él, en sus promesas y en sus palabras, dejando que me besara, mientras sus manos jugueteaban con el borde de mi playera, subiéndola poco a poco, hasta que finalmente nos separamos y pudo quitármela, ayudándome a ponerme de pie. Ni siquiera sé en qué momento quede sentado en el frio suelo de loseta, con Itachi frente a mí, dándome  el consuelo que él necesitaba, y jurándome una vez más que todo estaría bien mientras me dejaba envolver por sus brazos.

Cerro la llave del agua y a trompicones caminamos hasta mi habitación, así que en el momento en que caí sobre la cama estaba completamente desnudo, con Itachi sobre mí, recorriendo hábilmente cada parte de mi cuerpo, logrando que me estremeciera y por primera vez en muchos años, me sentí seguro a su lado, como aquella primera vez que lo hicimos. Porque no importaba lo ebrio que decía estar, la verdad es que lo recuerdo todo con lujo de detalles, aquellos mimos sutiles y palabras dulces susurradas en mi oído.

Después de cuatro años, sentía que estaba nuevamente con aquel hombre del que me enamore, sus labios volvían a tener aquel sabor dulce, tal vez fresa o cereza; ya no existía rastro de aquel sabor amargo tan característico del cigarro, o de su aliento alcohólico, todo era como antaño. Ahora solo temía a una ilusión, pero sus grandes manos sobre mi hombría dándome placer me decían que no era producto de un sueño, mucho menos de una alucinación.

—I-Itachi… ¡Ah~! —apreté los labios cuando a metido mi sexo dentro de su boca, comenzando una rápida felación, a la par que comenzaba a introducir un digito en mi entrada.

Mis manos se aferraban con desespero a su cabello, imponiéndole un ritmo mucho más rápido y placentero que estaba a nada de llevarme al más exquisito orgasmo, sintiendo como mi vientre cosquilleaba y una extraña corriente eléctrica surcaba toda mi espina dorsal, extendiéndose por todo mi cuerpo. No podía soportarlo más y termine por venirme en su boca, escuchando como bebía toda mi esencia.

—Te amo tanto, eres mi vida… hoy y siempre.

Tenía su rostro sobre el mío, sintiendo como las pequeñas gotitas de agua de su cabello caían sobre mi cara, como si aun estuviera llorando. Había decidido volver a creer ciegamente en él, porque sería la última vez que lo haga, así que simplemente cerré los ojos y rodee su cuello con mis brazos, sintiendo como me penetraba lentamente, iniciando un suave movimiento de caderas que erizo cada parte de mi cuerpo.

Solo una vez más me dije, claro que en esta ocasión fue mi error, lo juzgue en base a mis miedos y paranoias que me gritaban a cada rato que podría reincidir, que podría volver a caer en las drogas y que esta vez no sería capaz de hacer absolutamente nada, deseando darme por vencido sin siquiera saber la verdad. No lo deje explicar, simplemente tome mis cosas y en un parpadeo me había ido de su casa con la firme intención de no volver jamás. Aquella tranquila cena con motivo de sus cinco meses limpio fue un completo fracaso, ¿mi culpa, la suya, de ambos? Que importaba, eso era lo de menos.

—Mmm ¡Ahh! Itachi… —gemí aferrándome a su espalda, sintiendo como aumentaba el ritmo de las embestidas llevándome al séptimo cielo de Itachi Uchiha, manteniéndome ahí por lo que me gustaría considerar una grata eternidad—. Más, dame más ahí…

—Te amo, por favor no me dejes —su voz, su siempre imponente voz se había ido para darle paso a esos murmullos lastimeros mientras me aprisionaba contra su cuerpo—. Te amo tanto.

—También te amo… ah…

Levanto el rostro de mi cuello, cazando mis labios en un beso hambriento, que me estremeció en segundos como si quisiera decirme algo, ¿pero qué? Realmente lo amo, lo amo tanto que tengo miedo de que todo se vuelva a repetir, ¿cómo lidiar con él cuando sienta que su fuerza de voluntad se está yendo? ¿Qué hacer cuando sienta la asfixiante necesidad de volver a consumir drogas para aliviar el vasto dolor de su hombro y cadera? ¡No lo sé! Es… es frustrante, es molesto y solo me queda confiar ciegamente, sostener su mano y guiarlo, fingiendo ser fuerte cuando simplemente deseo derrumbarme.

—Gaara… mi Gaara… —solo un par de embistes más y siento su esencia llenarme por completo, mientras llego al orgasmo llenando su abdomen y el mío con mi semen.

Lentamente se recuesta a mi lado, comenzando a acariciar mis cabellos con premura. Es increíble como un hombre de treinta y dos años, que siempre luce imponente, serio, frio y orgulloso se puede mostrar tan débil, y temeroso cual niño pequeño. Ya no es aquel intimidante hombre de negocios, tampoco es aquel hombre violento, ni sarcástico… solo es Itachi, un hombre que se muestra vulnerable en espera de algo que no sé si puedo ofrecerle.

¡Maldición! ¿Dónde quedo el Gaara que toma decisiones sin amedrentarse, que está seguro de lo que quiere, piensa y siente? ¿Dónde? Y es que ahorita me haría tanta falta… ¡me hago tanta falta! Siento como mis mejillas se humedecen, mientras él desliza su pulgar sobre mi rostro.

—No importa cuánto me prometas que no lo volverás a hacer… muy dentro de mi sé que lo harás y me odio por no poder confiar en ti —siento que mi voz se irá en cualquier segundo, su mirada temerosa me indica que piensa que lo dejare—. Pero yo, Sabaku No Gaara te prometo estar ahí, sujetando tu mano, evitando que lo vuelvas a hacer, solo que esta vez no será por mí, sino por ti… porque te amo.

—Diez mil veces te mentí —junto su frente con la mía, rosando ligeramente mis labios—. Pero no existirá la mentira diez mil uno…

—Te creo.

—Tienes que creerme —sonrió ladinamente, volviendo a quedar sobre mí, acomodándose entre mis piernas—, porque dedicare cada segundo de mi vida a que lo hagas, y no serán solo palabras.

—Quiero ver acciones, señor Uchiha… ¡Ahh~!

No evite gemir cuando volvió a entrar en mí de una sola estocada, iniciando un vaivén con vehemencia, haciéndome vibrar entre sus brazos, mientras me aferraba a su ancha espalda. Si… solo una vez más.

•••

—Deberías sentirte orgulloso por tener al novio más sexy del mundo —volteo a verme de manera seductora, mientras mis ojos rodaban.

—Eso debería decirlo yo —espete, fingiendo molestia—. Solo eres un anciano de treinta y dos años. 

Me dedico una mirada de: “tu trasero vera que tan anciano soy”, aun así lo ignore. La verdad es que estaba nervioso y feliz, estos dos meses han sido difíciles, afortunadamente Itachi no ha vuelto a consumir narcóticos para el dolor desde hace mucho. Sin embargo, hace unos días, nos enteramos que el médico que le atendió hace cuatro años fue detenido por una serie de demandas. Se decía que opero mal a varios de sus pacientes, así que nos han citado para descartar la posibilidad de ser unas victimas sin saberlo.

Ahora que lo pienso, se decía que él era un muy buen doctor, así que en ese momento no buscamos más opiniones medicas y simplemente acatamos sus concejos al pie de la letra, después de todo el hospital es uno de los más prestigiosos de Tokio, así que nadie imaginaba que un doctor de renombre le gustara jugar con sus pacientes y terminara por operar mal, poniendo como cerecita el recetar medicamento más fuerte, y en grandes cantidades, lo que daba como resultado: personas dependientes que terminaban por volverse locas o adictos a determinada sustancia.

—Señor Itachi Uchiha.

Ambos levantamos el rostro, viendo a una enfermera de cabello azabache y ojos negros, quien nos sonrió amablemente. Al menos ella no nos dedico una mirada de lujuria como las anteriores, y es que no necesito que inflen más el ego de un vanidoso Itachi.

—¿Si? —se puso de pie, recibiendo varias miradas indecentes de pacientes y enfermeras. ¡No de nuevo!

—Pase por aquí.

La enfermera entro en el consultorio, mientras yo pensaba quedarme aquí afuera, claro que nunca me espere que mi molesto novio me tomara de la mano para levantarme, y sonriera de forma maquiavélica, dándome un fugaz beso en los labios antes de arrastrarme adentro del consultorio. ¡Que yo lo mato! Ahora no creo poder salir de aquí sin sentirme avergonzado y todo porque le he dicho anciano.

—Idiota —bisbiseo con las mejillas rojas.

—Yo también te amo.

Bueno, creo que su travesura vale la pena, siempre y cuando pueda ver esa sensual sonrisa. Pero aun no se me quita de la cabeza lo raro que se debió haber visto que dos hombres que rebasan el metro ochenta, y con actitud intimidante se hayan besado como un par de colegialas. ¡Simplemente bochornoso! Intente olvidarlo, viendo como una mujer rubia de unos cuarenta y cinco años (y de atributos enormes) entraba al consultorio, sujetando varias carpetas, las cuales dejo sobre el escritorio antes de sentarse, estrechando la mano de Itachi, sonriendo amablemente.

—Señor Uchiha, mi nombre es Tsunade Senju y a partir de hoy me hare cargo de su caso —me miro de soslayo antes de dedicarme una sonrisa.

—Él es mi prometido —como siempre, Itachi hizo una aclaración innecesaria, dándome más motivos para querer matarlo.

—Ya veo —Tsunade carraspeo, intentando disimular su sonrisa picara; tomando la primera carpeta—. Su informe médico muestra que hace casi cinco años tuvo un accidente en motocicleta, se destrozo la cadera, el hombro derecho, cuatro costillas rotas, contusiones en todo el cuerpo y pérdida de memoria…

Itachi me volteo a ver antes de volver a posar su vista en la doctora, parpadeando un par de veces.

—Yo nunca perdí la memoria —aclaro.

Tsunade recargo sus codos sobre el escritorio, entrelazando sus dedos bajo la barbilla. Se veía realmente molesta, por lo que no dijimos nada, así que tras un gran suspiro, le ordeno a Shizune (la enfermera que nos llamo) que preparara una serie de estudios de forma urgente. Sentí como todo me daba vueltas, ¿acaso había algo mal con Itachi?, ¿algo de lo que no sabíamos?, y no es que entrara en pánico, pero mi miedo era demasiado real.

Sinceramente la terminología médica no es mi fuerte, sin embargo, tras un sinfín de estudios, volvieron a someter a Itachi a cirugía, todo lo que pude entender es que la placa de su cadera estaba desalineada, lo cual le provocaba el agudo dolor, y que paso algo similar con su hombro. Tsunade nos explico que el dolor seria casi inexistente en cuanto se recuperara, claro que tendría que tomar por un par de semanas medicamento, el cual no interferiría con su recuperación, ni lo haría reincidir.

Estaba feliz, y molesto. Todo se hubiera evitado, su adicción, el alcohol, la clínica… todo. Quería llorar, gritar y maldecir a ese infeliz que lo había provocado, pero Itachi tenía razón, ya no tenía caso lamentarse con el pasado, sino concentrarse en el futuro y mejorarlo. Curiosamente ahora recuerdo los sermones de mi familia, quienes querían obligarme a alejarme de Itachi, culpándolo de ser un malviviente y una mala influencia, cuando al final todo esto fue consecuencia de un tercero y sus putos experimentos.

—No te vez feliz —gire el rostro, viendo a Itachi sobre la camilla con el suero conectado a su brazo, por lo que intente sonreír mientras me acercaba a él.

—Lo estoy.

—No lo pareces.

—Estoy feliz, lo estoy, pero también estoy cabreado —apreté los puños viéndolo a los ojos—. Itachi…

Cielos, no sé porque ahora me vuelven las inseguridades, pero como si él supiera lo que pienso, me tomo de la mano, haciendo que me sentara en la orilla de la cama.

—Gaara… sabes, anteriormente tenía motivos fuertes para regresar a los narcóticos, peleas, alcohol y toda esa mierda. Hace una semana seguía teniendo motivos, y no lo hice, ahora mucho menos regresare, eso ya paso. Fue una etapa nefasta en nuestras vidas, propiciada por un medico negligente —coloco su dedo sobre mis labios, evitando que soltara todos aquellos insultos que rogaban por salir—, yo solo agradezco el hecho de que te hayas quedado hasta el final, apoyándome incondicionalmente…

—No importa que tan anciano y senil seas… siempre voy a estar ahí contigo… —sentí un enorme nudo en mi garganta mientras me agachaba, besando sutilmente sus labios.

—Lo sé. Te amo por eso y mucho más…

Ciertamente la vida no es fácil, hay pruebas que creemos imposibles de superar y simplemente nos rendimos en el camino. Todo esto es un gran ejemplo, muchas veces quise tirar la toalla, decir “hasta aquí” y salir corriendo, evadiendo esta carga que tome como mía, sin ver que se trataba de la persona que más amo y amare. Ahora puedo decir que doy gracias el haber podido llegar hasta el final…

—Gaara.

—¿Qué…?

—Tú eres la única droga que necesito.

—En ese caso yo soy Itachi-adicto —una amplia y hermosa sonrisa se dibujo en sus labios, haciéndome esbozar una igual—. Por siempre contigo…

—Incondicionalmente…

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Fin

Notas finales:

 

 

Si alguien esta interesado en un fic de esta hermosa pareja, les invito a leer: “Promesas de alcoba”. 

 

Mil gracias por leer ~♥ se agradecen comentarios ♥♥♥

 

Haruka Eastwood


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