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Cómo joder a tu ex. TERMINADO por Ritsuka27

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Notas del fanfic:

Hola!! bienvenidas a ésta nueva historia que estaré desarrollando en paralelo a Dulce Enredo, y para comenzar pues quisiera darles una pequeña introducción de las chicas que aparecerán:

 

Tania: nuestra cabezota protagonista, tan confundida como ella sola por sus preferencias que a veces comete tontería y media, de la que siempre se arrepiente. 

Laura: la ex novia de Tania, que le dio todo su amor a ésta y terminó siendo despreciada sólo por una mera confusión sin sentido, y que ahora regresa, después de unos años, para recordarle a la protagonista las cuentas que tiene que saldar.

Camila: otra de las protagonistas, una guapa y atlética morena amante del voleibol, tan enigmática y que tendrá mucho peso en la trama, poniendo en jaque el corazón de alguien.

Ximena: la última de las cuatro inseparables amigas, hetero por supuesto jaja pero con un gran "cariño" por todas, y muy extrovertida. 

 

Bueno, esas son las chicas que ocupan ésta historia, una llena de segundas oportunidades, que intenta demostrar que a veces no es bueno cortar las cosas sin antes haber atado todos los cabos sueltos, porque en el futuro pueden regresar y darnos una buena lección de vida 

saludos y disfruten la lectura que con tanto cariño escribo para mí y para ustedes :) 

Notas del capitulo:

Les dejo el capítulo 1 o3o

 

Terminar con tu novia puede dar paso a cualquier clase de situaciones, ya sea desesperadas, o bien, cómicas. También pueden haber momentos dolorosos, o incluso vergonzosos que finalmente nunca se podrán borrar de la cabeza. Especialmente si eres tú (en este caso, yo) la que está cortando la relación. Había escogido incluso un buen lugar, debajo del mismo árbol en el que nos hicimos novias hacía ya un año. Bueno. Después de todo, éramos apenas unas niñas entrando a la pubertad, y honestamente todavía no sabíamos lo que hacíamos. Nuestras hormonas estaban totalmente fuera de control. Las dos nos encontrábamos solas, sin amigos y con un peculiar gusto por la otra.

Así pues, lo que en el pasado fue una bella amistad infantil, tras brincar de una fase a otra de repente se había convertido en algo más intenso, delicioso y a la vez, confuso. Tuvimos peleas, buenos momentos y una noche de caricias intensas que desgraciada o afortunadamente nunca terminaron en algo más.

Darme cuenta de que tenía otra clase de gustos fue signo de mi maduración personal, y vale, vale, no era justo para ella que ahora mirara con ojos diferentes a los muchachos que pasaban junto a mí, o que dedicara alguna coqueta sonrisa cuando veía a un chico bien perfumado, atractivo y con grandes manos. Me estaba volviendo hétero ¿y qué? Si ella no podía aceptarlo, pues ese iba a ser problema suyo, no mío, y yo no pensaba cambiar sólo para complacerla.

Por otra parte, ella también estaba cambiando. Ahora era más alta que yo, y eso que en un principio las cosas eran totalmente al contrario. Mientras que mis curvas eran más bien calles con baches, ella había desarrollado una prominente pechonalidad que se bamboleaba alegremente cuando caminaba. Ella había reventado los sujetadores antes que yo, y luego adquirió toda una obsesión por la moda y el maquillaje como símbolo de feminidad. Entre tanto, yo me seguía delineando los ojos y pintando los labios con el kit de niñas que mi tía me había regalado en mi cumpleaños dieciséis.

Éramos tan distintas ahora que a penas nos reconocíamos. No la odiaba para nada. De hecho, yo la quería mucho porque era una gran persona, siempre lista para ayudar a los demás, armada con una sonrisa exquisita y una alegría capaz de contagiar a cualquiera. Estaba segura de que a mi madre le hubiera caído bien, pero nunca se la presenté, ni como amiga; sobre todo porque mientras que mi sagrada progenitora era muy recta, femenina y algo homofóbica, Laura era algo descarada y muy cariñosa conmigo. Nos hubieran pillado enseguida, y eso nos daba miedo. Así pues, nadie de mi familia la conocía.

Dejémonos de cosas tristes y de recuerdos que pronto iban a desaparecer. La verdad yo necesitaba un cambio de aires, y debía de estar lo suficientemente lista como dejar atrás mi relación con ella y seguir adelante. Quizá podría invitar a salir a Isaac, que en ese momento estaba loca por él. Era todo lo que yo, en mis inocentes 15 años, buscaba en un chico: amable, atento. Algo cursi e ingenuo que lo hacían incluso más encantador. Mis amigas decían que yo también le gustaba, y casi, casi podía asegurar de que era verdad. De vez en cuando cruzábamos mirada, y habíamos hablado en un par de ocasiones sobre temas tan profundos que mi visión de la vida había cambiado por completo.

Por ejemplo, el doce de marzo me preguntó qué tan bien me iba en la clase de matemáticas.

—Súper.

—¿Me pasas la respuesta siete?

—Sí.

—Gracias.

El nueve de abril, volvimos a hablar.

—¿Te puedes mover? Es que tu cabeza me tapa la pizarra.

—Claro.

El diez de mayo fue todavía mejor.

—¿Sabes? Me encanta tu perfume. ¿En dónde lo compraste? Se lo quiero regalar a mi hermana.

No podía decirle que era un perfume con feromonas de zorra virgen para atraer pareja. Él se moriría de la risa, y de paso, todo el salón.

¿Lo ven? Traía loco al chico. Reconocía mi inteligencia con las matemáticas. Se tomaba la molestia de hablarme y además alababa mi perfume. Si eso no es estar enamorado, joder que no sé lo que será.

Bien. ¿En dónde estábamos? Terminando con Laura debajo de nuestro árbol sagrado, donde la relación había comenzado. Aunque pensándolo bien, quizá no era el mejor lugar, después de todo.

—¿Entonces… me vas a cortar porque ya te aburriste de mí?

—No es que me haya aburrido de ti. Lo que pasa es que… bueno, creo que esta relación no va a ninguna parte. No eres tú, soy yo.

Laura se cruzó de brazos.

—¿Es que eres tan torpe que no puedes pensar en nada más que no sea un cliché?

—Vale.

Una debe de pensar qué discurso decir antes de cortar lo que hasta hacía poco era la mujer de tus sueños. Tomé nota mental de eso.

—Tengo gustos muy raros, Laura. No lo soportarías.

—¿Te gustan las pollas?

Me sonrojé, aunque viéndolo desde otro punto, tal vez sí tenía razón.

—¡Esto no es gracioso! Si no me quieres, sólo dímelo y no antes con rodeos.

—Mira, Laura. Créeme que si esto seguía, ibas a ser tú la que terminaría conmigo. Sólo me adelanto y de quito el trabajo. De nada. Pensé que eras el amor de mi vida, pero me doy cuenta de que ni siquiera tengo veinte años. Entonces ¿qué sé de la vida? Es una cuestión de filosofía.

—Burradas tuyas, Tania.

—¡No lo hagas más complicado!

Laura se puso a llorar, y yo me maldecía por haberlo ocasionado. Sí que esperaba una que otra lágrima, pero tal vez a causa de los golpes para los que yo ya iba preparada mentalmente. Incluso tenía en mi bolsa unas curitas y algo de antibacterial.

—¡Eres una desgraciada! —sollozó. Puede que tuviera razón. Tiró dos años conmigo.

—Laura, cariño. No llores.

—¡No me digas qué hacer! Hemos sido amigas desde la primaria y ahora me tratas así ¿quién te has creído que eres? Y además ¿me terminas en el mismo árbol donde todo comenzó?

—Si, ya. Acabo de darme cuenta de que no fue lo más inteligente. ¿Ves? Soy un desastre como novia. Anda. ¿Sabes qué? Termíname tú a mí.

—¿Cómo puedes ser tan cruel?

—Por eso. Termíname tú a mí.

Laura, con su hermoso pelo rubio metido detrás de sus orejas, me miró con una cara tan despectiva que no hubiera sido raro que me arrancara los ojos en ese momento. Levantó los brazos y los puso en mi garganta.

—Eso, eso. Soy una mala novia. Ahórcame. Tú puedes… tú… espera, espera, Laura, me ahorcas de verdad… espera…

—Debería matarte.

Tosí y me sobé el cuello. ¡Coño! Que ella de verdad me quería matar.

—Lo decía en sentido figurado…

—Tania… ¡te odio! Pero algo sí te digo, y es que te vas a arrepentir.

—Lo sé. El karma me lo pagará.

De repente un golpe seco me giró el rostro. La mano de Laura, con todo y nuestro anillo de aniversario, hizo que mi mejilla enrojeciera.

—¡Laura! ¿Puedes avisarme la próxima vez que vayas a hacer eso?

—Tania.

—¿Qué? Auch. Cómo duele.

Me soltó un segundo golpe de revés.

—¡Ahora sí te avisé!

—Vale… creo que me lo merezco.

Y totalmente furiosa con el universo, o más bien, conmigo, Laura se sacó el anillo y lo tiró al piso.

—¡Ojalá y te mueras!

Se marchó antes de que tuviera tiempo de responderle. La vi irse, y durante un momento creí que tendría el valor para ir tras ella y pedirle una disculpa. Sin embargo, no logré moverme porque la cara me dolía mucho. No. De hecho, no era la cara, sino el pecho. Tenía un nudo en la garganta y mi corazón estaba acelerado por la adrenalina.

Laura era mi primera ruptura porque fue la primera persona con la que tuve algo realmente especial. Claro que sí me sentía herida, pero al menos las cosas habían terminado para nosotras. Recogí el anillo y me lo metí al bolso. Tampoco iba a tirarlo. Era un bonito recuerdo. Lo que seguía ahora era toda una laaaarga semana de depresión por parte de las dos.

Consulté mi Facebook cuando me llegó una notificación. Era un mensaje de Laura.

—“Ya puedes ir olvidándote de que te regrese tus discos, y también la caja de galletas que me dejaste”.

Joder.

—“Y ya nadie te pasará la tarea de química, ni la de física, mucho menos la de gramática”.

Eso sí era malo.

—“Estoy borrando todas tus fotos.”

¡Ay! Por favor.

—“¿Recuerdas que tengo tus cartas? Pues las voy a quemar ahora mismo”.

La verdad me daba igual. Tras un rato, llegó otro mensaje.

—“Casi quemo mi cocina xD”

Torpe.

—“Todavía te odio, y ojalá te mueras. Despídete de tu cuenta”

—Kha? —le escribí.

Acto seguido, me comenzaron a llegar varios likes de una publicación que había puesto en mi perfil. Qué raro. No he hecho tal cosa.

Abrí mi muro y lo que vi me heló la sangre. La cuenta falsa de Laura estaba publicando pornografía. ¡Porno! ¡Por el amor de Dios! Una tras otra las notificaciones llegaban y una tras otra, los links a páginas xxx llenaban todo mi muro. ¿En dónde estaba toda esa flamante seguridad de la que Facebook presumía?

Intenté mandarle un mensaje a Laura, pero en ese momento mi teléfono pensó que sería buena idea entrar en modo de suspensión debido a que sólo me quedaba un dos por ciento de la batería. Luego se apagó por completo.

Suspiré, agotada. No podía hacer nada para impedir que Laura terminara su venganza contra mí. En cierto modo, tampoco deseaba que lo hiciera porque desquitarse conmigo a través de Internet era lo mejor que ella podía hacer. Mientras no me golpeara ni intentara estrangularme no habría problema. Además, yo la conocía perfectamente y estaba segura de que pronto se le pasaría. No era para tanto ¿verdad? Y entonces, una flor de nuestro árbol cayó justo a mis pies, y me di cuenta de que incluso la naturaleza estaba en mi contra. 

 

Transcurrieron seis meses después de eso, yo ya tenía 16 años y no había sabido mucho de Laura desde entonces. Efectivamente me eliminó de cuanta red social tenía: Facebook, Whatsapp, Twitter e Instagram. No es que yo fuera la señorita sociedad, pero tenía uno que otro fan por las reseña de anime que subía a mi cuenta de Youtube. La verdad es que me daba lo mismo si Laura me odiaba o no. Ambas estábamos madurando y era parte de nuestra vida recibir altos y bajos. Bueno, yo recibía más bajos que los demás, pero afortunadamente podría salir adelante.

Medio año se fue muy rápido, y durante ese tiempo experimenté una depresión que duró la ridícula cantidad de ocho semanas, en las cuales me dediqué a comer helado y a ver televisión. El resultado, una talla extra y unos bonitos cachetes. Por fortuna antes de todo esto yo era más bien esquelética, así que unos kilos de más no me vinieron nada mal. Además mis pechos eran un pelín más grandes ahora, y mi autoestima estaba un punto más arriba de lo normal.

Por otro lado, Laura seguía siendo la misma chica elegante y guapa. Había probado salir con una niña de medio curso, y las cosas terminaron mal para las dos cuando una profesora las atrapó besándose en el baño. Gracias al Cielo no ocurrió nada más que eso, sin embargo fue suficiente para que las cosas se terminaran.

A veces veía a Laura centrando su atención en mí, y yo la saludaba con la mano. Ella me levantaba el dedo medio y se iba muy campante a otro sitio. El que ella no superara su ruptura conmigo me hacía sentir entre afortunada y triste a la vez. La primera porque significaba que yo era muy importante para ella. La segunda era precisamente por eso, pues yo le había fallado.

Cuando terminamos la secundaria, Laura ya era un poco más madura y seria. Ahora estaba muy centrada en sus estudios para ingresar a una buena preparatoria ¿cuál? Pues ni yo lo sé. El punto es que se había apuntado a unos cursos especiales para poder pasar el examen de ingreso. Un día de esos en los que nos cruzamos, ella me pidió un consejo.

—¿Crees que debería de pintarme el cabello? Me gusta que sea rubio, pero he pensando en que me quedarían bien unas mechas de colores.

—Parecerás un payaso.

—Gracias por tu apoyo, bitch.

—¿Qué dije?

Y se fue campante a tomar el autobús.

Aquella fue la última vez que la vi, y honestamente comencé a echarla un poco de menos. Atrás dejábamos la secundaria. Yo iba a irme a una prepa local, mientras que mi hermano iba a continuar su último año en otra ciudad. A él también lo iba a extrañar. Incluso mi madre, que estaba muy encariñada con él.

Así pues, otro lapso de seis meses se fue y yo ya había crecido en todos los aspectos. Cuando reventé mi primer sujetador gracias al tamaño de mis pechos, me sentí tan feliz que comencé a dormir sin él. Era pervertido, pero me gustaba sentir la calidez de mi colcha frotándose contra mis puntitas rosadas. La ropa de niña adolescente estaba en el ático. Ahora yo vestía más a la moda y de acuerdo a mi edad. Una que otra minifalda hacía un buen juego con una blusa estampada. Me depilaba las piernas, que gracias a un par de meses en el gimnasio, habían adquirido un bonito perfil. Además, por consejo de mi madre, había ido frecuentemente a la playa para broncearme un poco y alejar toda esa palidez que a mí no me gustaba en lo absoluto. Antes era flaquita, sin nada que presumir y muy blanca. Era como tener el disfraz de un zombie. Ahora, era toda una morena de casi 1.67 m. de altura, con un buen par de melones adelante y una linda retaguardia. Tenía amigos, aunque el buen Isaac seguía sin hacerme caso a pesar de que íbamos a la misma escuela.

Tampoco le daba mucha importancia al asunto. Pretendientes no me faltaban, pero continuaba siendo virgen, lo cual a veces me alegraba, pero otras me hacía pensar en cuál era mi lugar en la cadena social. Todas mis amigas tenían novio, y yo seguía siendo la única chica lo suficientemente tímida como para lanzarme a una conquista.

De todos modos me iba bien con la vida. Laura estaba en el pasado y sólo me quedaba mirar hacia adelante.

Cierto día de vacaciones de semestre me encontraba limpiando mi habitación y ordenando los cajones de mi ropa interior. En algún punto había remplazado las braguitas de niña y había comprado algo más de encaje. Sí, vale, era un poco retraída en ocasiones, pero eso no significaba que no quisiera verme bien en ropa íntima, aunque no hubiera nadie más, además de mi madre (que a penas aprobó mi primer cachetero) que me viera.

—Tania —dijo mi padre entrando sin tocar a mi cuarto. Él era el más incómodo al verme crecidita y todavía no lo superaba. Para él seguía siendo su princesa. De vez en cuando me traía esos dulcecitos de fresa que tanto me gustaban e insistía en leerme un cuento antes de dormir.

—¿Qué, papá?

—Tú hermano va a venir a cenar.

—¿De verdad? —Me alegraba mucho que él viniera. Después de todo eran vacaciones intersemestrales y yo me moría de ganas de verlo. Tal vez incluso podríamos ir a pescar.

—Sí. Vendrá con un amigo, o algo así. Ayúdale a tu madre a preparar la cena. Quiere dar una buena impresión.

—Sí. Enseguida.

Cocinar no era mi fuerte, pero dada la ocasión, mi hermano se lo merecía. Mamá siempre nos enseñó que era muy importante que las personas pensaran bien de otras, así que era necesario dar buenas impresiones aún cuando las cosas fueran mal. Por eso estaba muy metida en su papel de ama de casa., puesto que no sólo era su hogar, mas bien algo así como su santuario. Ella manda. Ella dice sí o no. nosotros sólo somos esclavos. Incluso mi padre ayudó yendo a comprar ingredientes, aunque él era tan malo como yo en la cocina. Sus ganas de ayudar era visibles, y me dio pena cuando mamá lo mandó a ver el partido de fútbol en el sillón.

—Te pondrás algo decente, Tania. No quiero verte enseñando las piernas frente al amigo de Marcos.

—¿Enseñando pierna? Ay, mamá. Mira el termómetro. Estamos casi a treinta y seis grados.

Además, quise decirle, trabajé muy duro para tener un buen cuerpo y no me parecía justo avergonzarme de él. Nunca, ni de niña, había sido guapa. Tenía que vivir a la sombra de las muchachas más hermosas de mi colegio, y ahora que al fin tenía algo de lo que sentirme contenta, a mis padres no les parecía. Tampoco se trataba de que fuera por allá enseñando todo. Para salir a la calle, me vestía mejor; pero en mi casa me sentía más libre. ¿Cuál era el problema? Mis padres eran de la edad de piedra.

—De todos modos, Tania, ponte guapa.

—Sí, sí.

Barrí la sala. Ordené incluso los adornos de porcelana que estaban en un mueble y regué las flores del jardín para que se vieran más vivas que de costumbre.

Al final de la tarde, más bien entrada la noche, todo estaba listo. Mi madre y mi padre iban bien arreglados. La primera con un bonito vestido floreado y veraniego, y el otro con camisa de vestir y pantalones vaqueros. Yo, haciéndole caso a la petición de ellos, me puse un vestido con encaje en las mangas y falda suelta. Me quedaba justo por encima de la rodilla. No era escotado, pero orgullosa delineaba la curva de mi busto. ¡Dios! Cómo me quería yo misma. Estaba feliz conmigo, con mi familia. Tenía una bonita vida sin vicios y una estabilidad emocional muy fuerte.

—¡Tania! ¡Tú hermano ya va a llegar! ¡Ven!

Bajé enseguida. Mis padres estaban a la espera, agazapados detrás de la ventana mirando con interés al otro lado de la calle. Yo me senté en el sofá a ver la televisión, mientras pensaba en cómo sería el amigo de Marco. Quizá tendría el pelo rizado, y una bonita sonrisa.

—Aquí vienen. Ya llegó el taxi —avisó mi madre —¿quién es la otra persona?

—Ciertamente no parece ser su amigo. ¿Van tomados de la mano?

—¿Nuestro hijo es gay?

—¿Qué pasa? —les pregunté.

—No, espera —papá se alegró —. Es una chica. Viene con una novia. ¡Ah! Ese es mi muchacho.

—¿Novia? ¿Marco se consiguió una novia? ¡Genial! —aunque sentí celos de hermana.

El timbre sonó. Mi madre se arregló el cabello. Mi papá, el cuello de la camisa, y yo puse la mejor de mis sonrisas para recibir a la novia de mi hermano.

En retrospectiva puedo decir que ese fue el inicio de un gran dolor de cabeza, de una dura temporada para mi psique, y por supuesto, de una nueva y poco querida fase de mi vida. Mi pasado estaba justo ahí, bajo el umbral de la puerta, sonriente como sólo yo lo conocía y tomado de la mano de mi hermano.

—Laura… —musité.

Ella me miró con una ceja arqueada, como si de repente se hubiera llevado la lotería. La expresión feliz se me borró.

Mis padres, como no conocían a Laura, la saludaron de inmediato. Yo estaba en shock, y ni siquiera reaccioné cuando Marco me abrazó.

—¡Hola, hermanita! ¡Vaya, sí que te ha crecido la delantera!

No me causó gracia. Sólo veía a Laura, que le daba un beso a mi madre y a mi padre después de que Marco los presentara.

—Y ésta es mi hermana, Tania.

—Mucho gusto, Tania.

Se acercó como si no me conociera y me dio un beso en la mejilla. Luego susurró a mis orejas:

—Tú hermano besa tan delicioso. Me recuerda a ti.

—Maldita… —dije con la cara roja de la furia. ¿Qué demonios estaba tramando ella?

Notas finales:

Gracias por leer jaja 


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