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Cómo joder a tu ex. TERMINADO por Ritsuka27

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Capítulo 28

 


Deseaba no tener ninguna clase de problema con Camila, sobre todo por una nimiedad como la que se nos estaba presentando, y el no poder hacer mucho para arreglarlo comenzaba a estresarme. Yo no estaba acostumbrada a los malos entendidos, y sí, sé que a veces puedo ser muy impulsiva con mis comentarios y cerrada en ciertas ocasiones, lo cual sólo me traía disgustos con las personas que me rodeaban.


Miraba a Camila preparar el chocolate para el pastel de galletas que íbamos a hacer, y aunque el ambiente de la cocina olía a dulce, yo me encontraba tan agria como la leche pasada. Sentía una opresión en el pecho, de esas que te dicen “la has fastidiado pero bien”, y pese a todo, yo era reacia a darle la razón a mi novia, pues conocía a mis padres mejor que nadie más. No valía la pena poner mi relación en riesgo sólo para satisfacer ese gusto de Cami. Y si amarnos en secreto era un problema para ella ¿qué más podría salir mal en nuestro noviazgo?


Estaba ya en ese punto donde un sólo roce comenzaba a generar muchos otros, el momento en el que me hacía preguntas y ponía mi reciente relación en tela de juicio. Luego recordé las palabras de Joshua y me di cuenta de que con mi actitud hacía sufrir a Camila, aunque el hecho de reconocerlo no significaba que fuera a darle la razón y pedirle disculpas por haber perdido la cabeza.


—¿Y todo está bien entre ustedes? —preguntó Laura, inoportuna como siempre.


Camila lanzó una carcajada falsa.


—De maravilla ¿verdad, Tania?


Sabiendo que de mi boca sólo saldría veneno, le respondí con una sonrisa y volví a mi trabajo de sacar las galletas del empaque y acomodarlas en la bandeja cuadrada del pastel. Vaya que era difícil aparentar que las cosas iban bien, porque con la mirada incómoda de Cami y mi actitud callada para evitarme problemas, Laura rápidamente detectó que algo malo sucedía. Aprovechó que mi novia estaba de espaldas y me preguntó con los ojos, en ese lenguaje meramente femenino ¿qué estaba ocurriendo?


Yo arrugué la nariz en señal de disgusto. Laura comprendió y no hizo ningún otro gesto.


—Creo que me iré a casa por un rato —no podía seguir soportando esa tensión. Además Camila necesitaba de un tiempo para pensar las cosas.


—¿Por qué? —preguntó Laura, con la cara pálida ante mi inesperada reacción.


—Es que recordé que tengo otras cosas que hacer, como lavar la ropa y limpiar mi habitación.


—Pasaré por ti más tarde —fue lo único que Camila dijo, en vez de pedir que me quedara. Admito que me dolió, y me molestó que fuera así.


—Bueno… entonces las veo después.


Recogí mis cosas y salí a esperar en la parada de autobús. De alguna manera aguardaba a que Camila saliera a decirme que por favor permaneciera a su lado y a disculparse por haber arruinado las cosas ese día; pero no sucedió nada de eso. El nudo que tenía en mi garganta se hizo más pesado y con aires melancólicos subí al camión.


Durante el resto de la tarde me la pasé en cama, lidiando con mis propios pensamientos, deseando que las cosas pudieran arreglarse por sí solas, e incluso meditando en si yo estaba exagerando al imaginarme las reacciones de mi familia si se llegaran a enterar de la verdad.


—¿Qué no ibas a pasar la tarde con tus amigas? —me preguntó mi madre cuando entró a mi cuarto a buscar platos sucios de la cena de anoche.


—Sí, pero iré más tarde.


—Tengo una preguntita que hacerte y espero que no te enoje.


Oh, no…


Mamá se sentó en la orilla de la cama y visiblemente incómoda preguntó:


—¿Camila es… del otro lado?


—¿Del otro lado? —me hice a la tonta jugando con los botones de mi celular. No quería que me viera la cara, puesto que ella era buena para leerme las expresiones —¿de qué hablas?


—Ya sabes. Que le gustan las chicas.


—Ay, mamá, no lo sé. Es mi amiga nada más —respondí con un tono que demostraba un “cállate y no metas tus narices en eso”.


—Bueno, me dio la impresión. Ten cuidado ¿oíste? No quiero que te vaya a hacer algo.


—¿Algo como qué?


—Si mis suposiciones están en lo cierto, no veo saludable que sean tan buenas amigas. No estoy criticando su amistad ni nada de eso. Solamente me preocupo y tú también deberías mantenerla vigilada.


—¿Y si lo fuera qué harías? —debía de ser cuidadosa con la manera en la que le preguntaba.


—Bueno… sería difícil de aceptar. Esas pobres personas que no logran encontrar el amor donde se debe. Hombres con hombres. Mujeres con mujeres… en mis tiempos todo eso era tabú. Bueno… mientras no se metan con mi familia todo bien. ¿oíste?


—Yes.


—Bueno, pues ya estás advertida, y hazle caso a mamá.


Nada más se fue y cerró la puerta, dejé escapar el aire que estaba conteniendo. ¡Dios! Era terrible. ¿Ves? No estaba equivocada. Mi mamá era homofóbica y protagonizaba el rol de mujer tradicionalista, apegada a las costumbres de antaño imposibles de erradicar. Me pregunté si yo, siendo madre en un futuro, podría permitir que mi hija fuera lesbiana. Y luego pensé ¿me casaré alguna vez? ¿con Camila? De alguna manera ese pensamiento no me hacía saltar de alegría, más bien me metía miedo e inseguridad.


Necesitaba dormir con urgencia, y después de darme un baño me metí a la cama.


Más tarde Camila pasó por mí, a eso de las ocho de la noche. Yo llevaba una bolsa con unas cuantas prendas de ropa y mi saco de dormir, para disimular a mi madre que no dormiría en la cama de mi “amiga”. Con una mirada de advertencia, me dio un beso de despedida y se quedó en la puerta esperando a que nos fuéramos.


—Mi madre ya sospecha de nosotras —dije una vez que nos alejamos.


—¿Qué? ¿cómo lo sabes?


—Me preguntó si no encontraba nada “raro” en ti. Que si eras del otro lado.


—¿Y qué le dijiste?


—Pues que no lo sé y que no me interesan tus gustos porque sólo somos amigas. Me dijo que tuviera cuidado de ti y que te mantendría vigilada.


Se quedó callada un rato, y no habló hasta el siguiente semáforo.


—Bueno, es un alivio que tuvieras la razón. Prueba que yo estaba equivocada y que tu madre no nos aceptará fácilmente.


—Supongo que el hecho de que a tu familia no le parezca mal no significa que la mía piense igual.


—¿Y qué hacemos? ¿Seguimos siendo una pareja secreta?


Suspiré.


—Sí. Eso es lo mejor que podemos hacer, y tener más cuidado de ahora en adelante. Y no sólo delante de mi madre, sino delante de los demás.


—Pues sí, aunque sigo sin comprender porqué eres tan cobarde en ese aspecto. ¿Qué más nos pueden hacer?


—¿En serio crees que quiero tener problemas con mis padres?


—Bueno, bueno. Está bien. Se acabó ese tema. Seré tu novia secreta si eso te hace feliz.


Por alguna razón tampoco terminaba de agradarme esa propuesta, pero no se lo hice saber porque me hubiera ganado un merecido jalón de orejas.


—Entonces ¿todo bien entre nosotras, Tania?


—Sí. No fue gran cosa, y no vale la pena que sigamos discutiendo por eso. ¿Cómo quedó el pastel?


—Bien, aunque me debes una muy grande por haberte ido así como así.


—Pues no vi que hicieras nada por detenerme.


Crucé los brazos y miré hacia la ventana, molesta de que yo me estuviera volviendo a enojar por nimiedades.


—Es sólo que fue incómodo para Laura quedarse conmigo. La pobre, a penas te fuiste, regresó al cuarto de Joshua y durmió un rato más. Menos mal que ahora Ximena está en el departamento para hacerle compañía.


—Nuestra relación es algo que Laura deberá aceptar, le guste o no.


Como señal de que le gustaba mi respuesta, Camila me acarició la cara y se inclinó para besarme. Un dulce gesto de reconciliación.


Llegamos hasta el departamento, donde la música de los AC/DC estaba sonando en el estéreo. Ximena, como siempre, llevaba sus discos de rock a cualquier reunión que tenía. Lo hacía desde que las cuatro estábamos en la secundaria y las canciones siempre eran las mismas.


—¡Aquí están las novias! —gritó nada más vernos. Recientemente se había enterado de nuestra relación y nada más cruzamos el umbral, se lanzó sobre nosotras y nos abrazó —, qué bueno que están juntas. Siempre supe que habría química entre ustedes.


Quise gritarle que se callara, porque Laura, en un rincón, mantenía una sonrisa triste y se hacía a la tonta leyendo una revista de espectáculos.


—Terminé de decorar el pastel. Tiene que venir a verlo.


—Allá vamos.


Dejé que Camila y ella se fueran, mientras que yo me acerqué a Laura y le toqué el hombro.


—¿Estás bien?


—Dormí a gusto.


—No… hablo de lo otro —me senté a su lado y le quité la revista —, sobre lo que sucede entre Camila y yo.


—Está bien, Tania. Mereces ser feliz.


—Sabes que no es así.


—Yo creo que sí. Te has esforzado por enmendar el error que tuviste conmigo al dejarme cuando éramos más pequeñas. Soy yo la que tardó en decidirse a olvidarlo.


Laura respiró profundamente y aparentó que las cosas no le molestaban, aunque yo sabía que era así.


—¡Bueno! ¡vamos a cenar y a ver un maratón de películas! —exclamó Ximena desde la cocina.


Aunque ya no éramos unas niñas, debo decir que fue divertido comportarnos como unas, igual que en los viejos tiempos. Nos gastamos todo el pastel de galletas y preparamos hamburguesas con papas a la francesa. Camila era la que más tragaba y las tres envidiamos que pese a su escasa dieta tuviera un buen cuerpo. Ella explicó que era precisamente gracias a su deporte que podía darse el lujo de comer lo que quisiera y luego sólo quemaría las calorías sobrantes en el entrenamiento. Por desgracia nosotras éramos flojas hasta para salir a correr. Especialmente yo, que pese a que en el pasado había sido una fan acérrima del gimnasio, ahora el simple hecho de ir a uno me causaba mucha pereza.


Ximena nos contó, además, que el muchacho con el que salía era muy agradable y nos preguntó cómo era posible que las tres tuviéramos gustos por las mujeres cuando había hombres muy atractivos allá afuera. Eso logró que Camila contara alguna historia de cuando un chico quiso algo más que su amistad, y ella tuvo que dejarlo a un lado porque su corazón ya estaba reservado, y adivina a quién miró cuando lo dijo. En cualquier otra circunstancia la hubiera besado, pero con Laura allí no me sentía capaz.


—Creo que ya es hora de jugar un poco —sugirió Ximena.


—¿Qué clase de juego? —le pregunté, temiendo que fuera a surgir alguna barbaridad de su pervertida cabeza.


—Veamos quién tiene los senos más grandes ¿les parece?


—Es es fácil, y saben que yo gano —expresó Camila, juntando sus brazos para que sus nenas quedaran bien apretaditas.


—¿Todas a favor?


—Sí… —mencionamos Laura y yo, visiblemente fastidiadas por esa obviedad.


—De acuerdo, de acuerdo. Veamos ¿la más piernuda de las cuatro?


Aunque las cuatro íbamos en shorts de pijama, era fácil saber quién ganaría. Las piernas de Laura estaban bien, torneadas, suaves y de un lustroso color perla. Ximena, un poco más morena que las dos, tenía una visible cicatriz por encima de la rodilla, recuerdo de cuando se lastimó por ir en moto cuando tenía 16 años. Yo… pues más o menos, algo flacucha. Camila… pues qué decir. Toda su parte inferior estaba esculpida por Miguel Ángel. La piel bronceada de sus muslos lucía impecable, inmaculada y sobre todo, cuando cruzó las piernas, éstas adquirieron una apariencia tan sensual que tuve tantas ganas de tirarme encima y comérmela a mordidas.


—Creo que les gano en todos los aspectos, perdedoras.


—No lo creo. ¿La cara más bonita?


—Laura —dije en primer lugar, y Camila me miró con un gesto de ¿what? Y era cierto. Hasta Ximena estuvo de acuerdo en que la más linda de las cuatro era Laura, con sus hermosos labios rosados, su pequeñas pecas en la nariz y sus ojos azules. Toda una rubia de ley, aunque claro, ahora que no estaba en sus mejores momentos, esa belleza estaba un poco oculta.


—El mejor cabello.


Sin duda le pertenecía a Ximena. Todas votamos por su pelo castaño, perfectamente cepillado y tan lacio que le llegaba hasta la cintura.


—La más fuerte.


Jugamos a las vencidas, como los chicos en las tabernas intentando lucirse frente a las demás. Laura y Ximena se enfrentaron primero, saliendo victoriosa Laura con bastante ventaja. Entre Camila y yo, obviamente yo perdí y eso que di lo mejor de mi pobrecito bicep. Ni siquiera a mi novia podía derrotar.


—Ahora la gran final —exclamó Ximena como si fuera el réferi —. Camila contra Laura. La que gane se lleva el fabuloso premio: un beso para Tania.


Las tres la acuchillamos con la mirada, especialmente Camila, que no se podía creer que el premio fuera yo. Estaba por protestar cuando Laura se rió.


—Me parece bien, a menos que tengas miedo.


—Yo no te tengo miedo —decidió mi novia, y colocó el brazo sobre la mesa —. Intenta derrotarme.


—No será difícil.


Tragué saliva y quise detenerlas, pero también quería ver de qué eran capaces.


—Vamos, empiecen —les apuró Ximena.


No apoyé a ninguna, sobre todo porque sus brazos no se movían de donde estaban. El bicep de Camila era claramente más grande que el de todas porque se dedicaba a golpear la pelota con mucha potencia, pero ni con eso lograba doblegar a mi ex, cuya cara se estaba poniendo roja.


—¡Vamos, Camila! ¿No que muy muy?


—Estás fuerte, chica. Lo admito.


Camila hizo más fuerza. Su rostro también adquirió un tono carmín, y poco a poco empezó a llevar la delantera. Ximena no dejaba de reírse y de apoyar a las dos. A la pobre Laura se le veía una vena en la cien, y su pobre muñeca se estaba quebrando.


—¡Vamos, Laura! —exclamé sin saber porqué demonios apoyé a mi ex. Eso desconcentró a Camila, y de repente Laura invirtió todo el juego y derrotó a mi novia con mucha facilidad.


—¡Eso fue tremendo! ¡Te has ganado el derecho de besar a Tania donde tú quieras!


—No fue justo. Quiero la revancha.


—No hay revancha para nadie —atajó Laura, y sin que nadie se lo esperara, me besó. En la mejilla, por supuesto, pero fue un beso de esos que son casi como chupetones. ¡Muaak! Sonó.


Camila en vez de reírse se puso colorada.


—¡Ay! ¡Vamos, Cami! ¡Era un juego! —chilló Ximena cuando vio su reacción.


—Sí, amor. Sólo fue un juego y perdiste.


—Porque recibí mucho apoyo de ti.


Y molesta, como era de esperar, se fue a su habitación y cerró de un portazo.


—Creo que sí le afectó —murmuró Xime — ¿qué le pasa? Sólo nos divertíamos.


—Yo no —le solté —, a Camila no le gusta perder. Es muy competitiva.


—Tengo que ir a disculparme —sugirió Laura —¿tal vez debería darle unos minutos?


—Unos minutos está bien —dije, y las tres nos quedamos en silencio, comiendo unos dulces que se nos antojaron amargos.


 

Notas finales:

baia baia xD no sólo tiene una madre homofobica sino que Tania es una experta en echarlo a perder xD. 

 


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