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Cómo joder a tu ex. TERMINADO por Ritsuka27

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—Laura—

Nunca en mi vida había tenido una especie de cita a ciegas, y mucho menos por culpa de alguna de mis amigas. Podía decirse que estaba un tanto nerviosa por conocer a la tal Alice, sobre todo porque Tania y Camila también se encontrarían allí, mirándome desenvolver en un terreno en el cual nunca había estado. Yo no iba con la idea de conseguir ninguna especie de romance ni mucho menos una salida casual o como decía Ximena: “sexo rico y desinteresado”. Así no era yo. Entonces ¿por qué había aceptado? Fácil: era una actividad nueva para nosotras y quería participar. Además había sido idea de Ximena y no quería que su esfuerzo por hacerme sentir bien fuera en vano. A fin de cuentas, para esto había venido ¿no?
La cara que Tania y Camila pusieron cuando les revelé los planes de esa tarde fueron de auténtica sorpresa, y no porque yo decidiera ir a un bar para chicas gay, sino porque todas nos preguntábamos ¿qué demonios hacía Ximena frecuentando esa clase de lugares en secreto? ¿a caso ella era una de “nosotras”, pero reacia a aceptarlo?
Camila se la pasó jodiéndola con eso la mayor parte de la mañana, llamándola “chica del clóset”. Ximena se hacía a la tonta y no se defendía, lo cual sólo alimentaba nuestras sospechas. De todos modos no sería raro ya que sus mejores amigas éramos nosotras, y quizá se le hubiera contagiado un poquito y tuviera curiosidad por experimentar con el mismo bando. A mí me causaba risa imaginarme a Ximena siendo sometida por Alice.
Habíamos acordado vernos a las siete de la noche. Como yo no quería quedarme en el departamento de Camila un día más, le pedí a Ximena si me permitía hospedarme en su casa por el resto del domingo. Aceptó, luego de pincharme con el codo y molestarme con esa idea de que me enojaba ver a mi ex novia con otra persona; y vale, tengo que admitir que sí me jodía un poco porque en el momento que yo más necesitaba de Tania, no podía acercarme a ella. Allí fue donde me di cuenta de que sí, en efecto, estaba arrepentida de haberla orillado a buscar amor en otra parte. Nuestra relación pudo haber renacido y yo la corté de raíz. Ya no tenía nada que hacer con ella, y ni sabía si seríamos amigas por varios años más. Era duro enfrentarse a esa realidad y siempre trataba de evadirla como un coche cruzando por la calle, puesto que si dejaba que esa molestia se convirtiera en celos, estos me iban a arrollar hasta hacerme picadillo.
Perder a mis amigas me causaba pánico. A la mierda el amor. La amistad es más importante y duradera.
—Si vas a conocer a Alice tienes que ir bien vestida —dijo Ximena, sacando ella solita toda la ropa de mi maleta —, a ver, a ver. No tienes nada sexy por aquí.
—¿Qué buscas exactamente? —la miré por el espejo de su tocador mientras me cepillaba el pelo —¿un traje de la Mujer Maravilla?
—Pues no estaría mal. Creo que tendremos que hacer algo ¿en dónde están tus minifaldas? ¿cómo piensas atraer chicas si no enseñas las piernas?
—No lo sé ¿con mis capacidades intelectuales? No todo es carne, Ximena.
—Bah. Eso déjaselo a los universitarios —tendió sobre la cama toda la poca ropa que había traído para el fin de semana y la analizó cuidadosamente, como si la vida se le fuera en ello —. Bueno, creo que puedo hacer algo. Éste vestido te quedaría bien si fuera un poco más corto, pero a la vez se ve coqueto. Si te ponemos encima este chaleco de mezclilla… y te presto un par de zapatos, unos bonitos aretes y te pongo un moño para el cabello, quedarás espectacular. La combinación perfecta entre zorra virgen.
—¿Quieres dejar de hablar así? No soy una zorra.
—Tampoco virgen.
Me sonrojé, y Ximena, que era muy hábil leyendo las expresiones faciales, rápidamente fundió todas las pistas y abrió los ojos como platos.
—¿Eres virgen todavía?
—Sí —bajé la cabeza, como si serlo fuera un delito. Ximena se rió —¿Por qué es tan importante?
—Pura y casta hasta el matrimonio. Pensé que no quedaban mujeres así. Me parece lindo. Quisiera ser como tú. Escúchame, el día que decidas darle el tesorito a alguien, elige bien.
—Ah ¿tú ya no lo eres?
—De ninguna manera, y ya dejen de decir que soy de clóset —dijo con los brazos en jarras —, me gustan los chicos y lo que tienen entre sus piernas.
—No tenías que ser tan explícita. ¡Ah! Ahora tengo tu imagen en mi cabeza.
—¿Me veo bien en esa imagen?
—Tristemente… sí.
—Entonces no hay problema —sonrió con mucho agrado —, ahora ven, que te voy a hacer un lindo peinado con ese desconchado pelo rubio que tienes por cabellera. Cuando termine vas a volver a ser la misma hermosura que cuando te conocí.
Durante la siguiente hora Ximena y yo nos la pasamos conversando sobre nuestros tiempos de secundaria, entre tanto ella me cepillaba el pelo y hacía extraños peinados, buscando alguno que me hiciera ver un poco sofisticada. Por desgracia ella no era muy buena como estilista, y sólo lograba que me viera ridícula. Al final se rindió, y frustrada, me hizo una semicola y la ató con un par de horquillas y un bello listón rosado. También me puso un discreto maquillaje para disimular mis ojeras de oso panda y para que mis mejillas adquirieran un lindo color carne.
—El punto es que el maquillaje no debe ocultar quién eres en realidad. Cuando te limpies la cara no debe haber mucha diferencia. Los polvos y las pinturas sólo sirven para resaltar tu belleza. Ni siquiera Pablo Picazzo puede hacer eso.
—Ajá…
—¿Sabes? Si vienes la próxima semana, debería organizar una salida a la playa. Asegúrate de traer un lindo bikini, lo más pequeño que puedas. Necesitas color en todo tu cuerpo.
—¿Sí?
—Igualita a Michael Jackson después de sus cirugías, aunque tú no necesitas operación de ningún tipo. Tienes todo en su lugar. Mira esas impresionantes tetas.
—Son las seis y media. Camila está por venir… y deja de babear por mis pechos.
—¿Quien babea? Yo no. Sólo digo que si fuera chico me encantaría hundir la cara entre esos melones.
—A veces eres muy vulgar.
— Y todavía así soy tu mejor amiga —dijo sonriendo y dándome un sonoro beso en la mejilla.
Estar con Ximena era divertido y estresante a la vez. Cuando una idea se le metía a la cabeza, era difícil sacársela de encima. Sin embargo era imposible que me molestara con ella sólo por eso, ya que era una linda chica y sus intenciones eran buenas, a pesar de sus métodos. Con todo eso, más la combinación de ropa que me buscó, al final el resultado fue bastante decente. Al mirarme al espejo vi a una nueva Laura, o más bien, a la antigua, la que había muerto cuando mi abuelita se fue para siempre; la Laura con la mirada coqueta, el rostro infantil y de cuidadoso aspecto personal. Me gustó.
—¿Ves? Alice se morirá por ti. Eso es seguro. Le van mucho las rubias.
—No te ofendas, pero no voy con el deseo de algo serio. Sólo quiero que todas nos divirtamos.
—Tonterías. Tania y Camila ya están bien. Yo, de maravilla. Eres tú nuestra dulce amiga que está pasando por un momento difícil. Todos nuestros esfuerzos son para ti. Yo… sólo quiero ver tu sonrisa de felicidad. Odio que sufras, Laura.
Casi me hizo llorar. Extrañamente, de las tres, Ximena era la que más interesada estaba en mi bienestar. Le di un abrazo que no se esperaba, por lo cual se quedó tiesa como un muerto, y luego, me correspondió y dejó un cálido beso en mi mejilla.
—Tonta —dijo —, sólo tenías que pedirnos ayuda. Hay cosas que no se pueden superar solas.
—Gracias.
—Siempre voy a estar contigo, mi preciosa Laurita.
En ese momento oímos la bocina del coche de Cami. Saber que me iba a encontrar con una desconocida bastaba para darme un poco de taquicardia.
—¿Estás lista para tu cita? —me preguntó Tania una vez subí a la parte trasera del coche.
—¿Lista? —respondió Ximena —, está mejor que nunca. Hice une estupendo trabajo con ella. Se ve bellísima ¿verdad, Tania?
Mi ex no respondió, y creo que ya sabía por qué decidió ahorrarse sus comentarios. Camila, por otro lado, se mantuvo callada por todo el trayecto y seguía en silencio las instrucciones de Ximena para buscar el club llamado CandyGirl, un sitio donde sólo se permitía el paso a mujeres, pero contradictoriamente tenía a dos enormes osos (hombres) como guardias de seguridad. En serio que nunca había visto a tipos tan altos y musculosos. Ximena me contó que hacía unos meses, un par de hombres entraron a causar alboroto, asustando a todas las parejas de chicas que estaban divirtiéndose.
Antes de entrar, imaginaba que sería un sitio como el de esos antros locos en los que sólo se bebía, con música fuerte, bailes atrevidos y mucho alcohol, pero en realidad ni era nada de eso. Sí había música pop de ambiente, los últimos éxitos románticos. Luces de neón en el techo le daban al sitio la suficiente iluminación como para ver por donde ibas, y a su vez mantenía la discreción. Vi varias mesas redondas con confortables sillas alrededor, ocupadas por parejas y chicas solitarias. Detrás de la barra había una mujer cuarentona, de aspecto regio y mirada encantadora que le estaba preparando unos tragos a algunas señoras sentadas en los bancos.
—Como te dije, aquí vienen de todas las edades.
—Ya nos dimos cuenta —contestó Camila y fue a ocupar una mesa para las cuatro.
Yo estaba por sentarme cuando Ximena me tomó de la mano y me arrastró por todo lo largo del salón hasta la barra, concretamente hasta el extremo, donde vi a una chica de pelo rubio y mechas de colores beber una copa y jugar con su teléfono.
—¡Alice! ¡Aquí estamos!
Era tan linda en persona como en la foto, de esas chicas a las que sólo ves y sabes que te meterás en problemas si te juntas con ella.
—¡Ximena! Qué gusto volver a verte por aquí —se abrazaron cariñosamente. Parecían ser amigas de toda la vida ¿por qué las demás nunca la habíamos conocido?
—Ella es la amiga de la que te conté.
—¿La te las tetas grandes?
—¿Verdad que lo son?
Bien, me sentí un poco acosada cuando descaradamente puso los ojos en mis pechos.
—Puedo soportarlo.
—Entonces, las dejo para que se conozcan, adiós y que viva el amor.
Alice y yo vimos como la simpática Ximena, tan orgullosa de sí misma, se iba a la mesa de nuestras amigas.
—Creo que esa chica tiene demasiada autoestima —mencionó Alice y luego sentí que me tocaba el hombro —, así que… ¿quieres algo de beber?
—Ah, no tomo alcohol. Bueno, no debo.
—¿Una soda estaría bien?
—Sí.
—Perfecto. Ve a esa mesa. Ahora te la llevo.
Mesa, mesa ¿qué mesa? ¿estaría hablando de la del rincón?
Tímidamente, como si nunca antes hubiera salido con nadie, fui y ocupé uno de los dos lugares. Desde ahí no podía ver claramente a mis amigas, pero estaba segura de que hablarían de mí. Ximena nunca se estaba quieta. Dado lo nerviosa e incómoda que estaba, hice lo que toda persona haría: jugué disimuladamente con mi teléfono, revisando el Facebook, respondiendo algunos mensajes de mi madre y borrando las fotos que ya no me gustaban.
—Aquí tienes —dijo Alice y colocó un vaso con hielos y una soda de limón frente a mí —. No tienes que beber alcohol si no quieres. Sólo lo decía para que te relajaras porque estás muy tensa. ¿Ximena te obligó a venir? Si es así, puedo hacerme a un lado.
—Ah, no. Ella me comentó que tenía una amiga y después acabé aquí. Pude haberle dicho que no.
—Me alegra que no lo hicieras. Hacía días que no venía aquí. Creo que Xime ya había hablado un poco de ustedes. Se conocen desde la secundaria ¿verdad?
—Sí.
—¿Y cómo le hacen para ser tan unidas?
—Creo que… nos cuidamos entre nosotras. Dejamos de vernos por un tiempo luego de graduarnos de la secundaria.
—Ya veo. Es bueno que tengas amistad con Ximena. Es muy divertida.
—¿A ti te gusta Ximena?
Alice se atragantó con su copa.
—¿Qué? Claro que no. Una vez quise seducirla pero nunca se dejó. Además… no es mi tipo. A mi me van las chicas que beben soda de limón.
—Ajá…
Me ruboricé cuando sus ojos se posaron en los míos con una afilada mirada, de esas en las que no sabes si desviar el rostro o darle una bofetada.
—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?
—¿A parte de belleza?
Me reí. Esa clase de cumplido nunca la había imaginado, y le gustó que me riera y a mí me gustó que le gustara que me riera.
—Y ¿me contarás un poco sobre ti o tengo que someterte a un interrogatorio de primera cita?
—Ahm… ¿qué quieres saber, Alice?
—No sé. Las medidas no estarían mal —se acercó discretamente —¿de verdad las puntitas de sus pechos son rosadas?
—No lo creas todo a Ximena, pero sí.
—Eso sí que es sexy.
Durante un rato nos la pasamos conversando así, tirándonos pequeñas indirectas, charlando sobre cosas poco importantes, como las historias del club. Resulta que en más de una ocasión, varias parejas habían terminado debido a malos entendidos. Una vez hubo una pelea cuando una muchacha encontró a su novia flirteando con otra, y tuvieron que llamar a los bomberos porque de alguna manera se había prendido fuego una de las mesas. El año pasado el sitio estuvo por cerrar debido a que presuntamente operaba sin licencia y se contribuía a la prostitución. Por fortuna eran acusaciones falsas de un grupo de gente homofóbica que trataba de irse al extremo y cerrar sitios de reunión.
Alice me convenció de probar una copa con el contenido mínimo de alcohol. Realmente fue relajador una vez que el efecto de la bebida me llegó al cerebro, y para la tercera o cuarta, ya sentía un poco de calor en las mejillas y me estaba volviendo más parlanchina que de costumbre, a tal grado que le conté a Alice mi pasado con Tania y cómo la muy desgraciada me había terminado en nuestro árbol sagrado, donde todo comenzó. Concordó conmigo en que fue una estupidez…
—Sobre todo porque ¿quién quisiera perder a una muchachita tan hermosa como tú?
—Pues ella no se lo pensó.
Le conté incluso lo de su hermano. Eso le causó mucha risa porque según ella…
—Tienes una cara tan angelical que nadie pensaría que serías capaz de eso.
—Ella se lo merecía… y —eructé —, Marco sólo me quería follar.
—Merecía una buena patada en las bolas.
—Nah. Era un idiota.
Por último, no menos importante y cuando ya sentía que todo me daba vueltas, le conté sobre mi abuelita, y me puse a llorar.
—Oye, oye. No pienses tanto en eso.
—La extraño…
—Es normal. Es normal, pero no estás aquí para eso. Debes divertirte y creo que has bebido suficiente por hoy —hizo ademán de quitarme mi copa, pero yo no se lo permití y tomé el último sorbo que quedaba. Luego, patética como siempre, me limpié las lágrimas.
—Lo siento. Sólo fue un momento de debilidad.
—Bueno, yo también me pondría triste en tu caso, pero intentaría encontrar otra manera de distraerme. Por ejemplo, teniendo una cita conmigo mañana ¿te parece?
—No puedo. Regreso a mi casa. Vivo hasta la otra ciudad.
—No está tan lejos. Son dos horas de viaje en la nueva autopista.
—Mmm. Supongo que volveré el siguiente fin de semana. Ay… siento que me arden los cachetes.
Alice se rió cariñosamente y me tomó de las mejillas.
—Luces bien. Sólo estás un poco mareada. Te dije que dejaras de tomar a la tercera copa. No estás muy acostumbrada.
—Lo lamento… tienes unos labios hermosos, ahora que me doy cuenta. Ximena tenía razón. Eres guapa.
—Gracias, Laura.
—Quiero un besoooo —y no sé porqué… bueno, sí sé. Estaba tomada y hacía tonterías. Le clavé a Alice un beso justo en la boca, y no cualquier beso. Uno al estilo francés, y debo admitir que a pesar de todo el alcohol que había bebido, el tener la sensación de unos exquisitos labios correspondiendo a los míos, fue de lo más encantadora.

Notas finales:

soy yo... o Ximena y Laura harían una bonita pareja xDD, no lo sé jaja de repente se me ocurrió. ¿qué piensan ustedes? espero les haya gustado. Siento la tardanza y les invito a dejarme un comentario o alguna opinión. Saludos! 


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